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Estudio bíblico: El mensaje de los tres ángeles - Apocalipsis 14:6-13

Serie:   Apocalipsis
Autor: Luis de Miguel
España
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El mensaje de los tres ángeles - Ap 14:6-13

En los próximos versículos vamos a encontrar tres ángeles. El primero predicará el evangelio eterno de Dios, el segundo pronunciará juicio y el tercero prometerá condenación.
En el libro de Apocalipsis hemos visto que los ángeles llevan a cabo un ministerio sobresaliente en relación con los asuntos espirituales de los hombres. Los hemos visto como mensajeros celestiales, dirigiendo la alabanza, ejecutando juicio, luchando contra Satanás y sus huestes, y ahora, advirtiendo a los hombres de la inminencia del juicio de Dios. Esto constituirá una nueva oportunidad, quizá la última, para que los hombres se arrepientan.

El primer ángel: el anuncio del evangelio eterno

(Ap 14:6-7) "Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas."
El primer ángel aparece en el cielo, justo en el punto donde el sol alcanza su cenit al mediodía. La escena es parecida a la que encontramos en (Ap 8:13), donde un ángel en la misma posición hizo un aviso igualmente importante. Sin duda, el lugar es elegido con el fin de que todos los hombres puedan verle y oírle.
Este ángel "tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo". De algún modo, este versículo nos sorprende, porque sabemos que la predicación del evangelio no ha sido encomendada a los ángeles, sino que es una responsabilidad y un privilegio de los hombres. Por ejemplo, cuando un ángel se presentó a Cornelio el centurión, lo único que hizo fue indicarle dónde podría encontrar al hombre que le predicaría el evangelio (Hch 10:3-6).
Pero quizá lo que tenemos aquí no sea una predicación del evangelio con el fin de que las personas se conviertan, sino más bien el anuncio de la consumación del juicio de Dios. Sin duda, todavía habrá oportunidad para el arrepentimiento, pero parece que no es ésta la finalidad principal.
En cuanto al contenido de su predicación, notemos que lo que el ángel anunciaba era "el evangelio eterno". Esto es interesante. Quiere decir que son las buenas noticias perdurables de Dios para la humanidad. Aun cuando toda la sociedad se desintegre en el caos, el evangelio no pierde ni un ápice de su valor o relevancia. Da lo mismo si los hombres creen en él o lo rechazan, el evangelio sigue siendo el único medio para la salvación del hombre pecador. El evangelio es el plan eterno de Dios, y por lo tanto, no tiene fecha de caducidad.
Ahora bien, si el evangelio son "buenas noticias", es porque nos libra de las "malas noticias". Nos anuncia salvación, pero también condenación y juicio del pecado. Ambos énfasis los encontramos en las Escrituras. Los profetas anunciaban por igual la salvación de su pueblo como la condenación de sus enemigos. Lo uno sin lo otro no tendría sentido. Y según vamos leyendo lo que este ángel decía, percibimos que su énfasis estaba en esta segunda parte del evangelio, aquella que tiene que ver con el juicio de Dios sobre sus enemigos. Es como si estuviera anunciando el fin de una etapa para dar comienzo a la siguiente.
Fijémonos en lo que decía "a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado". Su voz es potente porque sus palabras deben ser escuchadas por toda la humanidad. Es una última llamada al arrepentimiento antes de que comience el juicio. Las oportunidades se acaban. Es el momento de reconocer que Dios es el Soberano de este mundo; el único que merece la gloria y la adoración de sus criaturas, y que Satanás es sólo un impostor ilegítimo.
Los hombres deben dejar de adorar a la imagen de la bestia para adorar "a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas". Este es el punto fundamental; los hombres "habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible" (Ro 1:21-23). El problema del ser humano no es que ignore la verdad, sino que es rebelde y no quiere reconocer a Dios en su vida. Por eso, debe deponer esa actitud y rendirse ante Dios en adoración. No hay otro camino hacia la salvación.
Es importante percibir la nota de urgencia que hay en las palabras del ángel. El tiempo se acaba, y como veremos un poco más adelante, "la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura" (Ap 14:15). Por lo tanto, ¡última llamada para los moradores de la tierra!

El segundo ángel: el anuncio de la caída de Babilonia

(Ap 14:8) "Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación."
Aquí tenemos la primera mención a "Babilonia" en este libro. Y aunque en este momento su caída era todavía futura, sin embargo, era tan cierta que la Palabra habla de ella como si ya hubiera sucedido. Y el hecho de que su caída se repita por dos veces, da cuenta de que se producirá con absoluta certeza.
Ahora bien, ¿a qué Babilonia se refiere? Las alusiones a Babilonia son frecuentes a lo largo de toda la Escritura. Babel (Babilonia) fue fundada por Nimrod (Gn 10:9-10). Allí se estableció un centro de idolatría desde el que se desafió la soberanía de Dios (Gn 11:1-4). Y a través de toda la historia bíblica, esta ciudad, y el reino que desde ella se gobernaba, aparece como un sistema mundial de corrupción e idolatría que se rebela contra Dios.
En cuanto a la descripción de Babilonia como "la gran ciudad", no hay duda de que es un eco de las palabras de Nabucodonosor cuando se congratulaba contemplando la ciudad que él había edificado: "habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?" (Dn 4:30). En este sentido, Babilonia es símbolo del hombre orgulloso que busca su propia gloria a través de sus obras.
Pero en otro sentido, Babilonia es también a través de todo el Antiguo Testamento el principal enemigo del pueblo de Dios. Fueron los babilonios quienes destruyeron Jerusalén y el templo, y también quienes tuvieron cautivos a los israelitas durante setenta años.
Sin embargo, aquella gran ciudad de la antigüedad fue destruida, tal como habían anunciado de antemano los profetas de Dios (Is 21:9) (Jer 50:2) (Jer 51:1-9). Por lo tanto, lo que tenemos aquí es una nueva Babilonia que se convertirá nuevamente en el centro de un imperio político, económico y religioso gobernado por el mismo anticristo, y desde el que se hace la guerra a Dios y se persigue a su pueblo.
Y como no puede ser de otra manera, su principal meta será la de ejercer su perversa influencia sobre todas las demás naciones: "porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación". Babilonia actuará como un agente anti Dios en el mundo, corrompiendo a todas las naciones. Estas palabras son un eco de las del profeta Jeremías: "Copa de oro fue Babilonia en la mano de Jehová, que embriagó a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron, por tanto, las naciones" (Jer 51:7).
Esta influencia malvada de Babilonia enfrentando a todas las naciones contra Dios es la causa final de su propia caída. Y aunque todo esto lo veremos en detalle en los próximos capítulos, aquí ya se introduce una nota de alegría por su juicio. Este es un paso imprescindible para el establecimiento del reino de Dios en esta tierra.

El tercer ángel: el anuncio de juicio contra los adoradores de la bestia

(Ap 14:9-11) "Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre."
Un tercer ángel aparece para anunciar una terrible condenación que sufrirán los adoradores de la bestia. Se trata de un juicio de una severidad inigualable y de un tormento interminable.
El pasaje que estamos estudiando está íntimamente ligado con los juicios que el profeta Jeremías anunció contra Babilonia en (Jer 51). Allí se anuncia que Babilonia había sido como copa de vino que había embriagado a toda la tierra (Jer 51:7) (Ap 14:8), pero finalmente, ella también bebería el juicio de Dios (Jer 51:56-57). Entonces su destrucción será total y definitiva (Jer 51:39-40). Pero junto a estos anuncios de juicio, el profeta hizo también una exhortación a los creyentes a salir de en medio de ella para no participar de su juicio (Jer 51:6). De hecho, el juicio de Babilonia implicaría necesariamente la vindicación del pueblo de Dios (Jer 51:10).
Por lo tanto, el propósito del anuncio del tercer ángel es doble. Por un lado, es una seria advertencia para aquellos que adoran a la bestia. Quizá muchos de ellos lo hagan por cobardía o por no ir contracorriente, pero ellos también deben conocer las graves consecuencias que sus actos tendrán. Y por otro lado, tiene la finalidad de motivar a los creyentes para que permanezcan fieles al Señor. Una vez más encontramos que sólo hay dos opciones; o se adora a Dios o se adora a la bestia. Y en ambos casos la decisión que se adopte tendrá consecuencias eternas.
Veamos los términos en los que se expresa este juicio.
1. "Beberán del vino de la ira de Dios"
Empezamos por notar que aquellos que adoran a la bestia y a su imagen, "beberán del vino de la ira de Dios que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira". Aquí se compara la ira de Dios con el vino puro, es decir, con el vino que no ha sido mezclado con agua. Y la idea es que la ira de Dios caerá sobre los adoradores de la bestia sin ningún tipo de piedad o misericordia (Sal 75:8) (Jer 25:15-16,28). La ardiente ira de Dios, contenida a través de los siglos, será finalmente desatada sobre la humanidad pecadora. Y en ese momento ya no habrá más esperanza ni consuelo para aquellos que se rebelaron contra Dios.
Con frecuencia escuchamos a algunos hombres indignados contra Dios diciendo en su ignorancia: "Si Dios existe, ¿por qué no hace justicia en este mundo?". No se dan cuenta de que lo único que detiene sus juicios es su misericordia, y muchos de ellos la rechazan de manera insolente. Creen que el día en que Dios juzgue este mundo ellos se librarán porque no son asesinos, violadores o ladrones. Pero la cuestión determinante no es esa, sino que ellos mismo no son adoradores de Dios, y por lo tanto, también están bajo su justo juicio. A todos ellos habría que recordarles las palabras del profeta Amós:
(Am 5:18-19) "¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz; como el que huye de delante del león, y se encuentra con el oso; o como si entrare en casa y apoyare su mano en la pared, y le muerde una culebra."
Cuando los creyentes tienen en cuenta la gravedad del juicio de Dios, rápidamente se dan cuenta de que los sufrimientos ocasionados por no adorar a la bestia son insignificantes en comparación con aquellos que vendrán cuando la ira de Dios se manifieste en este mundo. Además, Babilonia y el reino de maldad que simboliza, no durará para siempre, sino que muy pronto será destruida. Esta es otra poderosa razón para no formar parte de ella.
2. "Serán atormentados con fuego y azufre"
A continuación, el ángel describe en qué consistirá el castigo para todo aquel que adore a la bestia: "y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero".
El juicio con "fuego y azufre" nos recuerda al que tuvo lugar en la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn 19:28) (Lc 17:28-30). Pero nos habla también de la terrible agonía que sufrirán los adoradores de la bestia. Una pequeña cantidad de azufre en el aire hace que sea imposible respirar, y en contacto con la piel produce un dolor indescriptible. Si a esto le sumamos el fuego, podemos empezar a tener una idea del tormento que sufrirán los seguidores de la bestia.
Pero no sólo los no arrepentidos sufrirán este castigo, también la bestia, el falso profeta y Satanás serán arrojados finalmente en el lago de fuego que arde con azufre (Ap 19:20) (Ap 20:10). Allí será su fin.
El anuncio del tercer ángel choca frontalmente con la tendencia moderna de pensar en un Dios de amor que finalmente perdonará a todos los hombres aunque no se hayan arrepentido. Pero lo cierto es que la Biblia afirma una y otra vez que el pecado tiene consecuencias que seguirán al pecador más allá de la muerte si antes no se reconcilia con Dios.
Por otro lado, notamos también que este juicio será llevado a cabo "delante de los santos ángeles y del Cordero". Tal vez debamos pensar en los ángeles como los encargados de ejecutar el juicio bajo la supervisión del Señor Jesucristo. Pero en cualquier caso, su presencia allí indicará la santa aprobación divina de esta sentencia condenatoria.
En los pasajes anteriores vimos cómo los creyentes tendrán que sufrir la humillación pública y la oposición por causa de su fe, pero todos ellos serán vindicados cuando los pecadores rebeldes sean juzgados delante de tan noble tribunal. Y todos ellos serán conscientes de estar siendo observados en su angustia por los ángeles y también por el Cordero a quien menospreciaron y cuya sangre rechazaron como la única forma de limpieza y perdón para sus pecados.
3. "Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos"
Con esta expresión se refuerza el carácter eterno y continuo que sufrirán aquellos que no se arrepintieron ni aceptaron la gracia de Dios. Sin duda, lo más duro de su castigo será su duración eterna y que no habrá ninguna posibilidad de apelación. Por toda la eternidad no tendrán "reposo de día ni de noche". No podrán morir ni tampoco dormir. No habrá tregua para su tormento, sino una incesante agonía.
Ahora bien, la idea de un castigo eterno resulta tan repugnante para el hombre moderno, que muchos prefieren no pensar en ello, y otros, buscan la forma de quitarla de la Biblia. Por ejemplo, los llamados "Testigos de Jehová" han sustituido el infierno por la idea de la aniquilación final, donde el hombre deja de existir y también de sufrir.
Pero por mucho que nos empeñemos en lo contrario, la Biblia dice lo que dice. Y no sólo Apocalipsis insiste en esta idea; los profetas del Antiguo Testamento ya incidieron en ello (Is 66:24) (Dn 12:2), lo mismo que Juan el Bautista (Mt 3:12), y el apóstol Pablo (2 Ts 1:9). Sin embargo, fue el mismo Señor Jesucristo quien enseñó esta verdad con la mayor claridad. El se refirió al infierno como el "fuego eterno" (Mt 18:8) (Mt 25:41), y explicó que su fuego "no puede ser apagado" (Mr 9:43). También dijo que el tormento de los perdidos no tendría fin (Mt 25:46). Por lo tanto, aunque no nos guste, es lo que la Biblia enseña con claridad.
Esto nos debe llevar a ser más sensibles sobre el futuro eterno que espera a los no creyentes y a esforzarnos por exponer ante ellos las maravillas de la gracia de Dios.

Una promesa de consuelo para los santos de la tribulación

(Ap 14:12-13) "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen."
Después de anunciar cuál será la suerte de los adoradores de la bestia, se intercalan unas palabras de ánimo para los seguidores del Cordero. Estos son "los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús". Y por supuesto, debido a esto, saben que tendrán que atravesar por duras pruebas y sufrimientos terrenales (Ap 12:17). Pero deben saber también que mientras el castigo de sus torturadores será eterno, los suyos son sólo temporales. Por eso son llamados a tener "paciencia", o lo que es lo mismo, a permanecer firmes sin claudicar en medio de las pruebas.
Sin duda, esa será una prueba de una dureza extrema, pero los verdaderos creyentes la soportarán con paciencia. Esto nos confirma en la idea de que los verdaderos creyentes en Cristo nunca perderán su fe, sino que como el apóstol Pablo afirmaba, "nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia" (Ro 5:3). Esto no sería posible si hubiera dudas en cuanto a la perseverancia de los verdaderos creyentes.
Y a continuación, una voz desde el cielo le ordena a Juan que escriba una de las siete bienaventuranzas que encontramos en este libro: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor". Esto constituye un paréntesis en medio de los juicios de Dios. Dios quiere que sepamos que en medio de los terribles acontecimientos que van a tener lugar en este mundo, él nunca se olvida de los suyos.
Ahora bien, esta bienaventuranza puede parecer extraña en un principio. ¿Cómo puede ser la muerte una bienaventuranza? Pero si nos cuesta entenderlo así, es porque el hombre natural siempre piensa en términos de la vida presente, pero desde la perspectiva divina, lo realmente importante se encuentra en la eternidad.
Lo que vemos aquí es que los creyentes serán muertos por causa de su fe, pero esto es una bendición, porque los conducirá inmediatamente a la gloria del cielo donde ya no habrá mas tormento ni dolor. Porque la muerte no es el fin, sino el tránsito de lo temporal y pasajero a lo definitivo y eterno.
Seguramente estos creyentes serán los últimos que morirán por causa de su fe, completándose así el número de los mártires de todos los tiempos (Ap 6:11). Después de esto, todos serán vindicados y descansarán eternamente junto al Señor.
Y del mismo modo que los incrédulos sufrirán eternamente las consecuencias de su rebeldía contra Dios, también los creyentes disfrutarán eternamente junto a él: "Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". Todo lo que hacemos en esta vida presente tiene su eco en la eternidad; sea bueno o malo, sean grandes cosas o pequeñas.
La Biblia nos enseña que Dios recompensará a los creyentes en el cielo por su servicio aquí en la tierra (He 6:10) (2 Ti 4:7-8) (1 Co 3:12-15).
Para el creyente, su entrada en el cielo implicará descansar de todas las luchas y tormentos que le habrán sobrevenido por causa de su fe, lo que está en marcado contraste con la suerte que les espera a quienes rechazaron a Dios, quienes no conocerán un solo momento de descanso durante toda la eternidad (Ap 14:11).

Reflexión

Al terminar este estudio debemos hacernos diferentes preguntas:
¿Predicamos el evangelio anunciando el inminente juicio de Dios sobre el mundo pecador?
¿Llamamos a las personas a adorar al único Dios verdadero y a apartarse de los ídolos de este mundo?
¿Explicamos el Evangelio, las buenas noticias de la gracia de Dios para el hombre pecador, junto con las malas noticias de la ira de Dios que vendrá sobre los hombres impíos?

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