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Estudio bíblico: La tierra es segada - Apocalipsis 14:14-20

Serie:   Apocalipsis
Autor: Luis de Miguel
España
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La tierra es segada - Apocalipsis 14:14-20

(Ap 14:14-20) "Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada. Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios."

Introducción

En este pasaje encontramos dos escenas de juicio presentadas bajo la ilustración de dos cosechas. La primera es una cosecha de trigo y el Hijo del Hombre es el segador. La segunda es de uvas, y son cosechadas por un ángel. Puesto que se trata de dos cosechas diferentes, parece lógico pensar que también serán llevadas a cabo en momentos distintos.
La primera, la de la siega del trigo (Ap 14:14-16), seguramente tenga que ver con la gran siega de la que habló el Señor Jesucristo en (Mt 13:24-30). Allí vemos que la cizaña será quemada con fuego y el trigo puesto en el granero de Dios. Esto probablemente tendría que ver con la Segunda Venida del Señor para arrebatar a su iglesia a fin de llevarla al cielo. En todo caso, una vez más el libro de Apocalipsis no nos da detalles precisos acerca del momento concreto cuando esto va a ocurrir. No olvidemos que el propósito del Espíritu Santo al inspirar este libro no fue el de establecer un orden cronológico de los acontecimientos del futuro, sino mostrarnos aquellas cosas que han de acontecer en relación con el establecimiento final de su reino en este mundo.
Notemos que después viene la vendimia de las uvas, cuando sus enemigos serán pisoteados por el Señor (Ap 14:17-20). Es evidente que no se trata de una repetición de la primera cosecha, puesto que tanto las personas a las que se dirige, como el tono empleado son muy distintos. Aquí el énfasis está en la ira de Dios, que viene simbolizada por el "fuego" y "el gran lagar de la ira de Dios". No hay duda de que se trata del juicio sobre los impíos. Además, en esta ocasión, ya no preside el acto judicial el Hijo del Hombre, sino que es un ángel el encargado de dar la señal para la recolección de la cosecha.
En definitiva, parece que como en el párrafo anterior (Ap 14:6-13), el autor inspirado vuelve a contrastar el destino de los justos con el de los impíos. Primero son cosechados los hijos de Dios, y una vez que han sido colocados en su granero celestial, entonces se aplica el juicio a los incrédulos.
El juicio de Dios siempre tiene estas dos caras; una luminosa y otra sombría. Para unos será un día de liberación, de vindicación y de alegría, pero para otros será de perdición y sufrimiento. Pero no olvidemos que el resultado de este juicio ha sido decidido de antemano por cada persona, cuando acepta o rechaza la gracia de Dios.

La mies es segada

1. El Hijo del hombre
(Ap 14:14) "Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda."
La primera cosecha es llevada a cabo por uno "semejante al Hijo del Hombre", título que ya ha sido utilizado en el libro de Apocalipsis para referirse al Señor Jesucristo (Ap 1:13). Y como ya hemos señalado en otras ocasiones, este título mesiánico proviene de la profecía de Daniel:
(Dn 7:13-14) "Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido."
El título "Hijo del Hombre" está estrechamente relacionado con el juicio. Debido a que el Señor Jesucristo es un Hombre, tiene todo el derecho de gobernar sobre los hombres, pero también está plenamente capacitado para juzgarlos:
(Jn 5:27) "El Padre le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre."
(Mt 25:31-34) "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo."
Pero en este contesto, puede que el uso del título "Hijo del Hombre" tenga también el propósito de establecer un fuerte contraste con "la bestia", que aparece en los pasajes anteriores como usurpadora de la autoridad de Dios. Pero sólo Cristo tiene el derecho legítimo de gobernar en el mundo de los hombres, entre otras cosas porque él es un hombre auténtico, a diferencia de la naturaleza corrompida y carente de toda humanidad que representa la bestia.
Juan añade un detalle más sobre este Soberano personaje: "Tenía en la cabeza una corona de oro". Con esto se hace hincapié una vez más en su Majestad y soberanía. También en su victoria final sobre todos sus adversarios.
Cuando el Señor Jesucristo estuvo en este mundo sus enemigos lo humillaron colocándole una corona de espinas en su cabeza y le sentenciaron a muerte como si fuera un blasfemo y un impostor. Pero la visión que Juan vio aquí de él es muy diferente. Tiene una corona de oro y viene como vencedor supremo.
Además de los detalles relacionados con su realeza, trae "en la mano una hoz aguda", símbolo de su oficio de Juez. El Señor Jesucristo vino a este mundo la primera vez como un "sembrador de la Palabra", pero volverá otra vez como el segador.
En la ley de Moisés estaba escrito: "No aplicarás hoz a la mies de tu prójimo" (Dt 23:25). Pero Cristo se dispone aquí a segar su propio campo y sacar de él a su pueblo, dejando a un lado la cizaña que después será consumida en el fuego (Mt 13:24-30).
2. La siega
(Ap 14:15-16) "Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada."
Este ángel, que es el cuarto que aparece en este capítulo, viene del templo, es decir, de la presencia de Dios. No debemos interpretar que viene dando órdenes al Señor, sino más bien informando de que la mies está madura. Diríamos que este ángel actúa como un mensajero de Dios.
Sólo Dios puede decidir el momento en que la mies está madura para ser cosechada. A los creyentes nos toca la misión de sembrar la semilla y cuidarla para que crezca adecuadamente.
Entonces, "el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada". Sin duda, estar sentado no es una forma apropiada para segar, pero el cuadro completo sugiere que el Señor da las órdenes para que los segadores lleven a cabo la siega. Estos segadores pueden ser los ángeles (Mt 13:39).

La vendimia de los racimos

(Ap 14:17-20) "Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios."
Al comienzo de esta segunda cosecha aparecen dos ángeles. El primero viene "del templo que está en el cielo", lo que se refiere a la morada celestial de Dios, mientras que el segundo ángel "salió del altar". Este último detalle es muy interesante. Recordemos lo que ocurrió cuando fue abierto el quinto sello:
(Ap 6:9-11) "Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos."
Aquí vemos a aquellos que habían sido muertos por causa de la Palabra de Dios pidiendo justicia. A ellos se les dijo que todavía deberían esperar, pero ahora vemos que el tiempo de juzgar a los impíos y contestar a las oraciones de los santos había llegado.
Otra diferencia entre los dos ángeles era que mientras que el primero llevaba "una hoz aguda", del segundo se dice que "tenía poder sobre el fuego". Tanto la hoz como el fuego se relacionan estrechamente con el juicio.
Después de la presentación de los dos ángeles, el segundo exhorta al primero con estas palabras: "Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras". La figura utilizada ahora es la de una vendimia y el lagar para ilustrar el juicio de Dios sobre los impíos. Las palabras empleadas aquí son similares a las del profeta Joel:
(Jl 3:12-13) "Despiértense las naciones, y suban al valle de Josafat; porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos."
Joel emplea las dos metáforas que encontramos en nuestro pasaje en Apocalipsis; la de la mies y también la vendimia de las uvas. Vemos que Dios tiene paciencia hasta que la mies está madura, en referencia al número de los santos; y también a que la maldad de los hombres llegue a su colmo (Gn 15:16).
Luego se describe el juicio divino: "Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad". El lagar es un recipiente donde se echan las uvas para ser pisadas con los pies y extraer de ellas el mosto. Aquí se compara el zumo de la uva con la sangre de los impíos. Más adelante veremos que es el Señor Jesucristo en su venida gloriosa quien pisa el lagar de la ira de Dios, cumpliendo así la profecía de Isaías:
(Ap 19:15) "De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso."
(Is 63:3-4) "He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y sus sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado."
En su primera venida Cristo vino a derramar su sangre por los pecadores, pero fue rechazado por la mayoría. El debe volver una segunda vez para juzgar al mundo impío, y entonces derramará la sangre de ellos.
Este juicio ocurre en la tierra, y se presenta como un anticipo del infierno. Notemos que ocurre "fuera de la ciudad". Puede referirse a la guerra de Armagedón (Ap 16:13-16) o del valle de Josafat (Jl 3:11-15). Aunque muy probablemente en este momento sólo quiere indicarnos que el juicio será llevado a cabo en el mismo lugar donde Cristo fue muerto, "fuera de la puerta", "fuera del campamento" (He 13:12-13).
Por último se nos da una idea de las dimensiones de la destrucción: "Y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios". Los frenos de los caballos estarían a un metro de altura, y los mil seiscientos estadios equivalen a una distancia de unos doscientos ochenta kilómetros. Por lo tanto, el juicio divino generará un río de sangre de un metro de profundidad por doscientos ochenta kilómetros de longitud. Esto nos da una idea de lo tremendo de este juicio.

Comentarios

Ecuador
  Melva Molina  (Ecuador)  (05/07/2022)

Estoy agradecida por ayudarme con estos estudios. Que Dios lo siga usando.

Estados Unidos
  Elvia  (Estados Unidos)  (16/05/2022)

Muy buena enseñanza, necesitamos de hermanos que nos expliquen la Palabra de Dio. Se le agradece, que el Señor siga capacitándolo. Amén.

México
  Alejandra Manzanilla  (México)  (03/05/2022)

Bendiciones, muy bien explicado y entendible que el espíritu santo le siga revelando su palabra. Dios le bendiga.

Costa Rica
  Rita Castro Hernández  (Costa Rica)  (16/04/2022)

Me parecen espétaculares sus Estudios Biblicos, tanto que me he tomado también la atribución de compartirlos en las Redes Sociales, máxime que Apocalipsis es un tema tan complejo de comprender, y el verlo tan claro en su cátedra explicativa, me lleva a desear que mucha gente tambien lo entienda con tanta claridad. Muchas bendiciones y muchísimas gracias. 🙏

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