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Estudio bíblico de Apocalipsis 14:1-5

Apocalipsis 14

Versículos 1-5

Estimados amigo, amiga oyente, permítanos comenzar hoy con la siguiente pregunta: ¿Ha hablado usted hoy con Dios? ¿Ha escuchado hoy Su voz? ¿Sabía usted que puede dirigirse a Él y ser escuchado, en cualquier momento del día y de la noche, los 365 días al año? ¿Sabía usted que Dios es un Dios personal y que esto significa que se preocupa personalmente por cada detalle de su vida, por ínfimo o insignificante que le parezca?

Dios dice, que le ama a usted, a través de todas y cada una de las páginas de la Biblia. En todos y cada uno de los libros que hemos estado estudiando hemos podido comprobar que Dios nos ama, íntima, personal, e incondicionalmente. Nos ama con pasión; le ama a usted, no por quién es, por lo que tiene y ni siquiera, por lo que hace, o deja de hacer. Pero, ¿podría usted decir lo mismo, que ama a Dios? ¿Le ama usted realmente, confiado, como un niño que confía en su padre, o simplemente se limita a admitir la existencia de "algo o alguien superior", que está "en alguna parte", pero con el que no tiene ningún tipo de contacto o relación?

Hoy hemos querido empezar con estas reflexiones, porque nuestro deseo es suscitar en usted preguntas acerca de Dios, acerca de Jesús y acerca de la Biblia, a la cual llamamos la Palabra de Dios. Todos estos programas no tienen como propósito satisfacer nuestra curiosidad o nuestro apetito de conocimiento, sino aprender a dirigir nuestra vida sabiamente para cambiar aquellos aspectos que pueden y deben ser cambiados. Somos seres complejos, y si realmente deseamos ser más felices, deberemos ser capaces de reconocer tanto nuestras fortalezas como nuestras áreas de mejora, y actuar en consecuencia.

Bien, comenzamos entonces nuestro estudio del libro de Apocalipsis. Hemos llegado al capítulo 14 de este libro, una sección que es descrita por el apóstol Juan como un interludio, una pausa en la que veremos temas tales como el cántico de los 144.000, el Cordero en el Monte de Sion, la predicación del evangelio en todo el mundo, el juicio contra aquellos que llevan la marca de la Bestia y contra Babilonia, la oración por aquellos que murieron por el Señor y una visión anticipada de la batalla de Armagedón.

Este capítulo 14 constituye el punto más álgido en la serie de los siete extraños personajes que concluimos en el programa anterior. Se trata de un nuevo interludio ocurre después de haber visto el séptimo personaje, que representa a las dos bestias salvajes; la primera, que sube del mar, y la segunda, que sube de la tierra. Ambas deben ser consideradas conjuntamente, como una especie de hermanos gemelos siameses, en los cuales apenas podemos distinguir dónde acaba uno y comienza el otro.

Al igual que los siete personajes que ya hemos comentado, en este capítulo nos encontraremos otros cuya peculiar forma y actuación comentaremos más adelante. En los siguientes capítulos nos hallamos ante las horas más oscuras de la historia de la Humanidad. ¿Qué sucedió con el pueblo de Dios durante este período? ¿Cómo pudieron soportar hasta el final, sufriendo persecución, privaciones y martirio? La respuesta a esta y otras cuestiones la hallaremos en este capítulo 14 de Apocalipsis.

El Pastor, el Señor Jesucristo que comenzó con 144.000 ovejas ahora es identificado como el Cordero. Juan nos relata que continúa cuidando a Su rebaño, a las 144.000 ovejas, como comentamos en otro programa anterior; Él no dejó que ni una sola se perdiera. Porque Él las redimió, las selló, y las guardó, porque Él es el Gran Pastor de las ovejas. Él logró que todas Sus ovejas pudieran atravesar este terrible período. Éste es el cuadro que se nos describe al comenzar este capítulo 14. Él, el Señor Jesucristo es quien tendrá la última palabra; no serán las horrendas dos Bestia, que vimos en nuestro encuentro anterior. El Señor Jesucristo será quien tenga la última palabra, el Cordero. Caerá Babilonia, que será la gran capital política, la gran capital comercial, y la gran capital religiosa del mundo durante la Gran Tribulación. Todos los seguidores de la Bestia, el Anticristo, serán derrotados y juzgados. Muchos de los creyentes que vivan en ese tiempo sufrirán el martirio, pero, a pesar de su sufrimiento y muerte, ellos no serán los perdedores, los derrotados por el mal. Podemos adherirnos a las palabras de Calvino, el gran reformador, de que es preferible estar del lado de los que "parecen estar perdiendo", pero que ganarán al final, en lugar de estar del lado de los que hoy se proclaman auto vencedores, pero se enfrentarán a la derrota eterna y a la destrucción final.

Más adelante, en el capítulo 19, el Cordero, Jesucristo regresará a la Tierra. Leamos ahora este primer versículo del capítulo 14 de Apocalipsis:

1 Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.

La siguiente visión de Juan se abre con el Cordero de pie en triunfo en el Monte de Sion, y con Él los 144.000 que ya fueron mencionados en el capítulo 7. En sus frentes hay una marca: están marcados con Su nombre y el de Su Padre. Esta marca es todo lo opuesto a la marca de la Bestia, el 666. Esta marca constituye el sello que identificará a los 144.000 que dará testimonio de que pertenecen a Dios. Ambas marcas, las de la bestia, como la de Jesucristo representarán propiedad, lealtad, protección, dependencia, incluso inmunidad.

El Cordero aquí mencionado es el Señor Jesucristo, tal y como vimos en el capítulo 5 de Apocalipsis, versículos 6, 8, 12, 13, y posteriormente en el capítulo 6, en el versículo 1, y en el capítulo 13. El monte de Sion es Jerusalén. Ésta es la cuidad del Mesías, a la cual Él regresará. Es la capital desde la cual el Señor Jesús reinará por Mil Años. Él la llamó la ciudad del Gran Rey, tal y como podemos leer en el Salmo 2, versículo 6: "Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte".

Creemos que los 144.000 mencionados aquí son los mismos que fueron sellados en el capítulo 7. Tuvieron que pasar a través de la Gran Tribulación de la misma manera en que en tiempos del Antiguo Testamento, los 3 jóvenes hebreos, protagonistas del libro de Daniel, pasaron a través del horno de fuego ardiente. Dios no quiere que ni una sola alma se pierda, y así lo afirma la Biblia. Y todos los cristianos deberíamos anhelar una mayor amistad con Dios, una mayor cercanía, una mayor intimidad, al igual que sucede con un familiar querido o con nuestro mejor amigo o amiga. Ojalá usted y yo podamos conocerle más y mejor, para que Él ocupe el lugar que le corresponde en nuestras vidas, día a día.

Como cristianos estamos convencidos de que el Señor Jesucristo es "la respuesta" a todos los problemas que el ser humano enfrenta hoy. No necesitamos más libros de autoayuda o nuevos métodos de superación personal, ni más sobre el "pensamiento positivo". Si algo ha de ayudarme? ¡tiene que ser algo superior a mí! No puedo buscar en mi interior las respuestas porque, sencillamente, no las encontraré. Las respuestas están fuera de mí. Y hoy en día, estimado amigo y amiga, necesitamos a Cristo más que nunca. Necesitamos conocerle. Necesitamos acercarnos más a Él, con la confianza de un amigo, la expectativa de un hijo suyo, y el respeto de un siervo rendido a Su amor.

¿Ha hablado usted hoy con Dios, amigo oyente? ¿Cuándo fue la última vez que usted Le dijo que le amaba? Él le dice a usted que le ama en todas y cada una de las páginas de la Biblia. Y si queremos ser unos buenos hijos, deberíamos corresponder a Su amor. Regresemos ahora a las Escrituras para leer los versículos 2 y 3 de este capítulo 14 de Apocalipsis:

2 Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. 3 Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra.

Juan comienza este pasaje con una descripción maravillosa de la voz de Dios. ¿Le gustaría a usted conocer cómo es el tono, el volumen y la intensidad de la voz de Dios? Juan nos lo relata lo que oyó: El sonido era como el sonido de muchas aguas. ¿Ha visitado alguna vez una catarata o un gran salto de agua? La experiencia resulta ser imborrable. Si usted visita, por ejemplo, las cataratas de Iguazú, entre Argentina y Brasil, lo que más le impresionará será, probablemente, no el maravilloso paisaje, sino el indescriptible sonido, la intensidad y inmenso poder del agua; el rugido de miles de toneladas de agua cayendo desde lo alto nos recuerda el poder de la voz de Dios. Juan también nos dice que Su voz era como el retumbar de un trueno imponente. Si usted ha tenido la oportunidad de viajar por pueblos de montaña, quizá haya podido escuchar el tremendo estruendo de un trueno en la tormenta: el eco de las montañas aumenta su volumen y resulta realmente impresionante. Juan también nos explica que era como la música de arpistas que estuvieran tañendo sus arpas; nos recuerda la melodía de la voz de Dios. Hay en ella una gracia noble de la música suave que calma el corazón angustiado.

Ante los ojos, y los oídos de Juan, se está desarrollando una escena impresionante: Los 144.000 unen sus voces al coro celestial en el Milenio. ¿Ha escuchado usted alguna vez un coro de 144.000 voces, estimado amigo? La compañía del Cordero estaba cantando un himno que sólo ellos podían aprender. Y aquí tenemos una verdad que se repite a lo largo de nuestra vida: Para aprender ciertas cosas uno tiene que pasar por ciertas experiencias. Los 144.000 habían sufrido mucho. Y hay ciertas cosas que sólo el dolor nos puede enseñar. La aflicción, en nosotros, puede producir resentimiento, pero también fe, paz y un himno nuevo. Además, los 144.000 habían demostrado su fidelidad. Este cántico de redención que es entonado por todos los santos redimidos conforma un coro gigantesco como jamás se ha escuchado. Se regocijan por el cumplimiento total de la obra salvadora de Dios antes del regreso de Cristo.

Recordemos que los 144.000 que fueron sellados y protegidos durante la Gran Tribulación, eran el remanente fiel del pueblo escogido de Dios, el pueblo judío. Ellos serán los testigos fieles de la Gracia de Dios, en Jesucristo su Hijo. Sufrirán mucho, pero serán protegidos de una manera especial por la marca que tendrán en sus frente "....aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra". Ellos no murieron, ni fueron al Cielo, habían sido comprados para poder entrar al Milenio en la Tierra. Habían sido comprados de entre los de la Tierra, lo que quiere decir que van a vivir en la tierra.

"y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra."

Y nadie puede cantar este canto nuevo sino los redimidos. Nadie puede cantar alabanzas a Dios sino los redimidos. Esto es lo que, en realidad, dice el salmista: "Alabad a Jehová, porque él es bueno; díganlo los redimidos de Jehová." (Salmo 107:1-2). Los "redimidos" son aquellos que han sido salvados por la sangre de Jesucristo, el precio de la deuda que teníamos con Dios. Esa es la razón por la cual necesitamos un cristianismo que afirme y que viva claramente en esa certeza, que ¡Dios es bueno! Continuemos ahora leyendo los versículos 4 y 5 de este capítulo 14 de Apocalipsis:

4 Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; 5 y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.

Aquí se dice que estos no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. ¿Cuál es el significado de esta frase? Su interpretación resulta difícil y ha sido fuente de reflexión e interminable interrogante para muchos comentaristas bíblicos. Podría simplemente tratarse de una ilustración del poder de Dios para mantener puros a los creyentes en medio de grandes dificultades. Esta frase indica que los 144.000 judíos no sólo habrán resistido el sistema perverso del Anticristo, sino que también resistirán todas las tentaciones de incurrir en relaciones sexuales ilícitas. Otra posible interpretación, de carácter más espiritual, podría ser la que entiende que estos judíos se habían guardado del adulterio espiritual, es decir, de toda infidelidad a Jesucristo. Una y otra vez encontramos en el Antiguo Testamento que se dice del pueblo de Israel que se había prostituido con dioses extraños (Éxodo 34:15; Deuteronomio 31:16; Jueces 2:17, Oseas 9:1).

Juan dice que estos 144.000 siguen al cordero por donde quiera que va. Esto nos dice mucho de su fidelidad inquebrantable; indica que se trata de personas incondicionales de Jesucristo; su lealtad indoblegable, "cueste lo que cueste".

La vida del profeta Jeremías transcurrió también durante una época bastante difícil: el exilio y la cautividad del pueblo de Israel en Babilonia. Dios les prohibió casarse. Jeremías dijo en el capítulo 16, versículos 1 al 4 de su profecía: "Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar. Porque así ha dicho Jehová acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, de sus madres que los den a luz, y de los padres que los engendren en esta tierra: De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra."

Usted recordará que el Señor Jesucristo pronunció "un ay", un lamento hacia aquellas que estuvieran embarazadas durante la Gran Tribulación. En el evangelio según Mateo, capítulo 24, versículo 19 leemos: "Mas ¡ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!". El apóstol Pablo escribió sobre este tema en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 7.

Es muy posible que el período de la Gran Tribulación estará marcado por una gran inmoralidad sexual, que está prohibida y censurada por Dios. Pero según se desprende de este pasaje, los 144.000 se mantendrán alejados de los pecados propios de ese periodo; se apartarán del pecado de la inmoralidad, tanto sexual como espiritual, considerando la adoración a la Bestia y a su imagen como adulterio en sentido espiritual. Recordemos que ya mencionamos anteriormente que la idolatría era clasificada como fornicación, adulterio espiritual en el Antiguo Testamento. El ejemplo clásico lo tenemos en el capítulo 16 del profeta Ezequiel, donde encontramos una severa advertencia a Israel contra la fornicación y el adulterio espiritual, que es la idolatría.

En conclusión, cuando leemos en el pasaje: "éstos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes", Juan está posiblemente queriendo decir que se guardaron a sí mismos de la inmoralidad reinante durante el período de la Gran Tribulación. Debido a la severidad de la época en la que les tocó vivir, ellos no se casaron, ni se entregaron a la inmoralidad, ni sexual ni espiritual.

Bien, queridos amigos y compañeros de viaje, hacemos aquí un alto hasta nuestro próximo programa en el cual retomaremos las asombrosas visiones del apóstol y evangelista Juan, según las revelaciones que recibió al encontrarse exiliado en la Isla de Patmos.

Para finalizar este tiempo de reflexión deseamos responder la pregunta que abría nuestro programa de hoy, ¿la recuerda?: ¿Ha escuchado hoy a Dios? Muchos de nosotros, cuando nos volvimos a Cristo, nos convertimos en cristianos, descubrimos el gozo de oír cómo Dios nos hablaba de un modo personal. Sin embargo, muy a menudo, la pureza y la originalidad de esa experiencia inicial con Dios se han visto empañadas por la rutina diaria de la vida. El clamor de otras voces, a veces más atractivas y menos exigentes, ha enturbiado, con frecuencia, lo que oímos y nos deja desconcertados y frustrados en nuestra relación con Dios.

Estimado amigo, amiga; Si usted aún no ha escuchado hoy a Dios no tiene más que abrir su Biblia y leer Su palabra; porque ella proviene de Dios y encierra los pensamientos de Dios, que son pensamientos buenos, agradables y perfectos para su vida, la de sus amigos y la de su familia. ¡Dele una oportunidad a Dios para demostrarle que Él realmente se interesa por usted de un modo personal e intransferible. Nada tiene que perder, pero sí, en cambio, tiene mucho que ganar. ¡Que Dios bendiga su Palabra!

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