Estudio bíblico: Introducción al libro de Éxodo - Introducción
Introducción
Israel y la historia de la redención
1. Desde Abraham hasta José
La vocación del pueblo de Israel. Es de suponer que el lector se habrá familiarizado con el libro del Génesis antes de emprender el estudio del libro de Exodo, y que se habrá dado cuenta de la importancia vital del llamamiento de Abraham para el desarrollo de la historia de la redención. Las naciones en general iban perdiendo toda noción del hecho fundamental del Dios único, Creador de los cielos y de la tierra, ideando cada uno su panteón de "dioses" según las tendencias y predilecciones de las razas y familias. Fue necesaria la separación de Abraham y sus descendientes de los pueblos paganos con el fin de que recibiesen revelaciones de parte de Dios, comunicadas de distintas formas, y que el cuerpo de verdad revelada se conservara dentro de los límites del pueblo escogido, para poder ser transmitido al mundo entero cuando llegara el tiempo señalado en el programa de Dios. Los libros del Pentateuco no tendrían más que un mero interés histórico y anecdótico aparte de esta vocación del pueblo de Israel, como "siervo de Jehová", dedicado a este servicio, siendo protegido y guiado por Dios de tal forma que por fin naciera en Israel el Mesías, en cuyas manos había de prosperar todo el plan divino, tanto para los hombres como para el universo.
El estado del desarrollo del pueblo al morir José. Las experiencias de Abraham, hombre de fe y receptor de las promesas y del pacto, forman la base que sustenta la historia posterior del pueblo de Israel. No hubo aumento numérico del pueblo hasta que nacieron los doce hijos de Jacob, también llamado Israel. José, hombre fiel y sumiso a la Palabra de Dios, llegó a ser el medio de conservar al pueblo durante los siete años de hambre que se describen en Génesis 41-47, durante los cuales faltaron hasta las aguas del Nilo. Siendo ya gobernador de Egipto, le fue posible colocar a sus parientes en la tierra de Gosén, al este del delta del Nilo, lugar algo apartado de las corrientes principales de la vida egipcia, y, a la vez, tierra fértil y muy adecuada para la multiplicación de un pueblo de ganaderos. Aceptando como muy probable la idea de que los faraones, amigos de José y de Israel, pertenecían a la dinastía de los hiksos (véase más adelante), los israelitas habían podido establecerse y prosperar en Gosén hasta la derrota y expulsión de esta dinastía de Egipto (alrededor del 1570 a.C.), unos ochenta años después de la muerte de José. El establecimiento de las dinastías 18 y 19 cambió radicalmente la situación de Israel, pues, siendo semitas, fueron mirados por los nuevos faraones como aliados potenciales de sus enemigos al este del imperio. Gosén se situaba donde los israelitas habrían podido "abrir la puerta" a ejércitos extranjeros que quisieran atacar a Egipto desde Israel, "pasillo" obligado para cualquier fuerza que procediera de Mesopotamia, o de los territorios hititas situados al norte y nordeste de Israel (Ex 1:9-10). Al mismo tiempo, los faraones nacionalistas del reino nuevo habían emprendido grandes proyectos de edificaciones que incluían ciudades fortificadas para la protección de la frontera nordeste, y llegaron a pensar que los israelitas —una vez quitados sus privilegios— podían proveer la mano de obra barata que requerían sus grandiosos planes. Estos cambios políticos explican cómo el "pueblo mimado", que se hallaba tan bien en Gosén por la época final que corresponde al final del libro del Génesis, pudo convertirse en una nación sometida a servidumbre tal como la vemos en la narración del Éxodo, después de la referencia en (Ex 1:9-10).
Egipto, sus dinastías y sus dioses
1. Condiciones geográficas y climatológicas
Extensión y uso del territorio. Las fronteras de la república de Egipto de hoy son muy amplias, y antes de la guerra con Israel en junio de 1967 se extendían desde Libia hasta Arabia, y desde el Mediterráneo hasta el Sudán. Sin embargo, el noventa y seis por ciento de este territorio es desierto, y sólo un cuatro por ciento sirve para la agricultura. Por eso, el noventa y nueve por ciento de los egipcios habita el cuatro por ciento del territorio nacional. Estas condiciones —en líneas generales— han existido desde los lejanos comienzos de su historia, pues Egipto está constituido fundamentalmente por franjas estrechas de tierra regables a cada orilla del río Nilo.
Las inundaciones del Nilo. El Nilo Blanco nace en el lago Victoria en el corazón de Africa, juntándose con el Nilo Azul en Jartum. Este ramal nace en las montañas de Etiopía, y, juntamente con el afluente Atbara, es responsable de la célebre inundación anual, tan importante para la vida de Egipto. Hoy en día las fluctuaciones del Nilo se controlan por la gigantesca presa de Asuán (con otras más pequeñas en distintos puntos del cauce central) pero en tiempos bíblicos se notaban las siguientes fases normales de la inundación: al derretirse las nieves de las montañas de Etiopía en mayo-junio, se producía un gran aumento en el caudal del Nilo Azul y el Atbara, notándose la elevación del nivel del agua en Egipto en junio-agosto, llegando a su punto máximo en los primeros días de septiembre y declinando el caudal después de estas fechas. Los egipcios aprovechaban la inundación por medio de un intrincado sistema de canales y diques, y las aguas dejaban tras sí sedimentos de barro fino, traídos en suspensión, que fertilizaban las tierras regadas. Una inundación abundante suponía buenas cosechas; en cambio, una escasa las menguaba hasta el punto de producir sequías y hambre. Un exceso de agua podía destrozar los diques, y por esta causa perjudicar las cosechas. Es fácil comprender que toda la vida del país dependía del río, directa o indirectamente. El Nilo constituía, además, la gran vía fluvial que facilitaba toda clase de transporte desde el norte hasta el sur y en dirección inversa. Las lluvias que caen en Egipto son tan insignificantes que apenas afectan la producción agrícola.
En las tempranas épocas de la historia de Egipto existían los reinos del norte y del sur, que correspondían a la configuración geográfica del país, extendiéndose el reino del norte desde la primera catarata hasta la punta sur del delta, donde las aguas se dividían en distintos ramales creando las tierras pantanosas y fértiles del norte. Tebas era la capital natural del reino del norte, y Menfis del reino del sur, uniéndose los dos reinos bajo "la doble corona" de los faraones en tiempos prósperos. Los faraones hiksos establecieron su capital en Avarís (Tanis), cerca de la tierra de Gosén, como consecuencia natural de sus intereses en países al este de Egipto.
2. La historia de Egipto
Principios de historia y de literatura. Sobre el cuarto milenio a.C., las condiciones geográficas del valle del Nilo se habían estabilizado lo suficiente como para permitir el desarrollo de la agricultura, y, por consiguiente, la habitación continuada de las franjas fértiles de las riberas. Los habitantes originales eran camitas de Africa, pero, en épocas posteriores, infiltraciones asiáticas modificaron la raza, y, sobre todo, influyeron en la estructura del idioma, haciendo posible el desarrollo de la cultura que llegó a alturas impresionantes. Ya en el tercer milenio a.C. las ideas se expresaban muy antiguamente por medio de jeroglíficos (dibujos estilizados), modificados luego en la escritura hierática, y por fin, la demótica, o popular. El copto, idioma empleado en los tiempos del Nuevo Testamento, representa la evolución final del egipcio antiguo.
Las dinastías. Es muy conocido que la larguísima historia de Egipto se divide normalmente por referencias a las dinastías de los faraones, perdiéndose las primeras en las neblinas de la prehistoria. El tercer milenio a.C. vio el levantamiento y caída de las dinastías del período arcaico, las del "reino viejo" (cuando comenzó el auge de la civilización) y las del primer período intermedio, o sea, las dinastías 7 a 11. Desde el punto de vista de nuestro estudio, nos interesa el movimiento del segundo milenio a.C., en cuyos principios floreció el "reino medio", con las dinastías 11 y 12. Lo que se llama el "segundo período intermedio" (dinastías 13 a 17) abarca los reinados de los faraones extranjeros, los hiksos, y por lo tanto la historia de José. Fechas aproximadas para este período son 1786-1570 a.C. El reino nuevo, o el imperio incluye las dinastías 18 a 20 (1570-1085 a.C.) y empieza con "el rey que no conocía a José" (Ex 1:8). Abarcaba períodos de gran poderío (con conquistas en Canaán y Siria), pero también pasaba por épocas de confusión y flaqueza. Durante gran parte de este período los faraones consideraban que su imperio incluía Canaán y Siria, aunque los reyezuelos de Canaán peleaban entre sí hasta la época de la conquista bajo Josué, y muchas veces no rendían más que homenaje muy nominal a los faraones de Egipto. El estado de cosas existentes en la época 1400-1360 a.C. se revela gráficamente por la correspondencia diplomática entre la corte de Egipto y sus vasallos cananeos hallada en Tell-el-Amaina, en Egipto. Contiene una referencia a los "habiru", pero no parece que este pueblo (o grupo de pueblos) pueda identificarse con los "hebreos" o israelitas que entraron en Canaán bajo el mando de Josué.
3. La literatura de Egipto
El tema de este párrafo podría desarrollarse indefinidamente, pero, a los efectos de ambientar el estudio del Éxodo, sólo podemos notar que, pese al rudimentario sistema de los jeroglíficos como medio de escritura, los egipcios, a través de los largos períodos de su historia, crearon varios géneros literarios, siendo los verdaderos iniciadores de algunos de ellos.
Literatura sapiencial o de sabiduría. Este género es análogo al de los libros de Proverbios, Job y Eclesiastés del Antiguo Testamento. Mayormente consistía en la redacción de máximas de prudencia y de orientación que sirvieran para que los jóvenes —y otros— prosperasen en la vida, pensando sus autores especialmente en quienes habían de entrar al servicio de los nobles, o de la corte real. Muy conocida es la colección de proverbios de Ptahhotep, redactada ya en el tercer milenio a.C. Otros escritos calan más hondo, y procuran enfrentarse con los problemas de la vida, tal como se lleva en este mundo, a la manera de Eclesiastés y Job. Hay dichos penetrantes y verídicos, que se pueden comparar con otros análogos que hallamos en los escritos bíblicos. También se recomiendan actitudes que merecen encomio, pero, en general, se percibe la influencia nefasta del politeísmo, que siempre degrada el pensamiento humano, llenándolo de confusión y de engaños. He aquí la sabiduría de los egipcios en la cual fue enseñado Moisés (Hch 7:22).
Literatura religiosa y mágica. Esta nace del complicado politeísmo de los egipcios, y se compone de leyendas que "explican" el origen de los dioses, sus obras y sus funciones. Además de creer en los principales dioses de su panteón, los egipcios pensaban que muchos espíritus, benignos o malignos, influían en la vida de la persona, ofreciendo las fórmulas mágicas, el medio de alejar operaciones maléficas y procurar el auxilio de las fuerzas benéficas.
Novelas, libros de viajes y poesías. A la primera parte del segundo milenio a.C. corresponde la famosa Biografía de Sinuhé, que ha sido llevada hasta el cine en nuestros tiempos. Es de gran interés para el estudio del fondo bíblico, ya que el héroe pasó muchos años de convivencia con los reyezuelos de Canaán, en tiempos que corresponden a la época patriarcal. Más tardía es La narración de los dos hermanos en la que algunos eruditos han querido discernir los orígenes de la historia de José y la mujer infiel de Potifar. De hecho, es un cuento extravagante cuyo tema apenas roza con la narración bíblica aparte de la acción de una esposa infiel, caso, por desgracia, muy frecuente en la sociedad egipcia y en otras. La poesía incluía piezas líricas, algunas de las cuales nos recuerdan el Cantar de los cantares.
Crónicas triunfales en los monumentos. Ya hemos notado que los faraones conquistadores hacían grabar sus hazañas —siempre en sentido elogioso para sí mismos— en distintas "estelas" o piedras monumentales, siendo muy importante la de "Israel" para determinar la fecha de la conquista de Canaán por Josué.
4. La religión de Egipto
Pluralidad y localización de los dioses. Sin duda los dioses que llegaron a destacar más en la imaginada jerarquía celestial tuvieron su origen en las divinidades locales que "protegían" a los habitantes de los pueblos y ciudades que se levantaban paulatinamente a lo largo del valle del Nilo. A pesar de los esfuerzos "teológicos" de los sacerdotes de los dos reinos, y del reino unido, los egipcios nunca llegaron a elaborar un sistema politeísta coherente, excepto cuando el "faraón hereje", Akhenaten, estableció el culto del dios-sol Ra, con la exclusión de otras divinidades. Su experimento —que no era un monoteísmo genuino— no sobrevivió a su fundador, puesto que los egipcios se sentían íntimamente ligados a los dioses que ya conocían. Los griegos y romanos quedaron asombrados ente la crudeza de la religión de Egipto, que no parecía concordar con su brillante civilización en lo que respecta a las letras, el arte, la arquitectura, las matemáticas y la administración. Ra, el dios-sol, llegó a ser símbolo casi universal, siendo representado por el disco solar, asociado también con un halcón de alas brillantes. Toth era dios de la luna y del orden estelar, siendo patrón de las letras. Sus imágenes llevan cabeza de ibis. Ptah de Menfis era dios-patrón de los artífices y artistas. Algunos dioses eran temidos por su obra destructora, pero, en cambio, Hathor de Dendera se consideraba como un ser benigno, diosa del amor. Lo que más nos extraña es que un pueblo tan inteligente pudiese adorar al cocodrilo, amén de una multitud de "divinidades" bajo la forma de seres humanos con cabeza de animales, como carneros, gatos, etc., además de conceder una importancia supersticiosa a ranas, serpientes y toros.
Cada faraón se consideraba como una divinidad, encarnación del dios Horus, que llegó a identificarse con Ra, el dios-sol. De hecho, la leyenda que más prevalecía y que daba cierta unidad a la creencia del pueblo en general era la de Osiris, Set, Isis y Horus. Osiris era un rey bueno, pero su hermano, Set, notoriamente maligno, le tenía envidia, y por fin logró, por medio de una estratagema, encerrarle en su ataúd y echarle al Nilo. La hermosa hermana-esposa de Osiris se dedicaba a buscar su cuerpo, hallándolo por fin en Biblos, en el Líbano, devolviéndolo a Egipto donde lo escondió en los pantanos del delta del Nilo. Pero, en una excursión de caza, Set halló el cadáver que dividió en catorce partes, esparciéndolas por todo Egipto. De nuevo Isis se dedicó a recobrar y honrar los restos mortales de Osiris, y cuando Horus, el hijo, llegó a su madurez, no sólo vengó a su padre dando muerte al maligno Set, sino que por artes mágicas restauró a Osiris a la vida. Desde entonces ha gobernado el "paraíso" egipcio situado donde se pone el sol. Vale la pena notar esta leyenda, ya que corresponde a otras en que los devotos del "dios muerto y resucitado" esperan ganar la vida por su unión con la divinidad. Creencias parecidas vuelven a aparecer en las "religiones del misterio" que atraían a muchos durante el primer siglo de la era cristiana. Expresa el hondo anhelo de vida de tantas almas, esclavizadas por el temor de la muerte, y, a través de los rasgos supersticiosos, ilógicos y a veces repugnantes del politeísmo parece reflejar la verdad que Dios iba revelando a través de los sacrificios del Antiguo Testamento, y que había de cumplirse en la muerte y resurrección del Cristo. La identificación de Horus con el dios-sol centralizó las ideas religiosas hasta cierto punto.
La religión del pueblo. Los oscuros misterios del confuso politeísmo se escondían en la piezas interiores de los magníficos templos de Karnak y otros centros religiosos, oficiados por un sacerdocio muy potente. El egipcio medio, en su vida común, tenía su ídolo casero al que levantaba por la mañana, lavaba, y "alimentaba" por medio de varias ofrendas, acostándole de noche, y así se consolaba. Imaginaba que la vida futura sería muy parecida a la que conocía en Egipto. Su "sheol" se hallaba debajo de la tierra, siendo iluminado de noche cuando el dios-sol pasaba de occidente a oriente, navegando en barco por un "Nilo subterráneo" para salir sobre la tierra al día siguiente. La conservación del cadáver, por medio de la momificación, obedecía a esta creencia, pues el espíritu humano, Ba, presentado como un pájaro, no podía reconocer su antigua habitación del cuerpo si no fuese éste preservado. La momificación consistía en quitar las vísceras, que se colocaban en vasos, para luego empapar el cadáver en natrón que preservaba la carne. El proceso total —para personas acomodadas— duraba setenta días. Los pequeños modelos de objeto domésticos o agrícolas que los arqueólogos hallan en las tumbas habían de servir para la vida de ultratumba.
Un incentivo para llevar una vida moral se hallaba en el concepto del juicio del alma después de la muerte. Osiris presidía un tribunal de jueces que había de determinar si el que entraba en los dominios de la ultratumba había sido inocente del crimen. Después de escuchar al suplicante, pesaban su corazón en balanzas delante del dios Toth, y si se hallaba puro, el espíritu podía pasar a las regiones de los benditos; en caso contrario su vida futura sería angustiosa.
Las teorías que atribuyen las verdades del elevado monoteísmo del Antiguo Testamento a las influencias que los israelitas recibieron en Egipto carecen de toda base razonable. Todo nos hace suponer que Dios revelaba a los patriarcas y a Moisés el contenido de la verdad única que había de hallar su consumación en Cristo, y la ley de Sinaí contrasta en casi todos sus postulados con las confusas ideas de la religión de Egipto, lo que no impide el que israelitas poco fieles, y miembros de la "multitud mezclada" que salió con ellos en el éxodo, hubiesen escondido errores en su corazón que dieran lugar a la fundición del becerro de oro. En siglos posteriores los israelitas apóstatas se dejaron llevar por los "cultos de la naturaleza" de los pueblos cananeos, fenicios y sirios mucho más que por la idolatría egipcia.
Los juicios de Jehová en los dioses de Egipto. Es preciso ofrecer a los lectores esta breve referencia a la idolatría egipcia, ya que el período de la plagas y del éxodo se presenta como una confrontación entre Jehová, cuyos embajadores eran Moisés y Aarón, y los "dioses de Egipto", siendo uno de ellos el mismo faraón en el poder. Los egipcios habían de aprender por medio de prolongadas devastaciones que no podían resistir a Jehová, el Dios de Israel, quien ejecutó sus juicios "en todos los dioses de Egipto" (Ex 7:5) (Ex 12:12). Cada esfera afectada por las plagas se hallaba bajo la protección de algún "dios", pero la falsa divinidad carecía de toda potencia frente a la palabra y la obra de Jehová, Dios único, Creador de los cielos y de la tierra.
5. Cronología y fecha del éxodo
Métodos de investigación. A todos nos interesa tener una idea, siquiera aproximada, de cuándo salió Israel de Egipto para entrar en Canaán después de los cuarenta años en el desierto. Pero no es tan fácil fijar fechas como podríamos creer a primera vista. Hay eruditos que dedican largos años a este tipo de investigación, y podemos aprovecharnos de sus trabajos para las ideas generales que nos interesan en nuestro estudio. Los arqueólogos e historiadores disponen de datos sacados de las fuentes siguientes:
1. Las referencias bíblicas a ciertos períodos de la historia de Israel, con las genealogías, etc., teniendo en cuenta, sin embargo, que a los hebreos no les interesaba la exactitud de las fechas del calendario como cosa que tuviera valor en sí, pues sólo querían subrayar la importancia de acontecimientos que afectaban el desarrollo de su vida nacional. O sea, es el suceso en sí lo que interesa y no el momento exacto en que se produce. Las genealogías han de ser estudiadas con sumo cuidado, puesto que los hebreos tenían un fuerte sentido de la solidaridad de la raza, hasta tal punto que una persona podía ser considerada —nombrada— como "hijo" de su abuelo o bisabuelo, o "padre" de sus nietos o descendientes posteriores. Por ejemplo, los nietos de Jacob se incluyen entre las personas que Lea "dio a luz a Jacob" (Gn 46:15-18).
2. Los calendarios de los asirios, babilonios y egipcios son estudiados, lo que ayuda a los investigadores a fijar fechas en la historia de Israel que coinciden con acontecimientos acaecidos en estos países. Los asirios designaban anualmente a un oficial llamado el "limmu", quien dio su nombre al año de su actuación notando los principales sucesos del periodo. Los babilonios redactaban listas de reyes, y es posible sincronizar estas listas con los años del "limmu" de Asiria. Los egipcios grababan detalles de sus dinastías en los monumentos, bien que existía la mala costumbre de borrar datos anteriores que no fueran del agrado del nuevo faraón, sobre todo tratándose de un cambio de dinastía. Por eso escasean datos fidedignos en cuanto a los hiksos.
3. Los arqueólogos realizan investigaciones cortando hondas trincheras en los "tell", o sea, montículo que se han formado, con el paso de los siglos, por la acumulación de los residuos de pueblos y ciudades. Las nuevas generaciones nivelaban las construcciones anteriores y procedían a levantar otras según sus conveniencias. Por esto cada "tell" se compone de "estratos" que corresponden a distintos siglos, en los que es posible hallar monedas, joyas, y, sobre todo, restos de cerámica. Como cada período tenía su estilo de cerámica, es posible deducir fechas aproximadas para cada "estrato" con deducciones sobre el tipo de civilización de las diferentes épocas.
La combinación de estos datos permite cálculos bastante exactos para extensos períodos de tiempo, y ya hemos señalado el orden general de las dinastías egipcias, con referencia especial a las del segundo milenio a.C. que es el que más nos interesa al estudiar el libro de Éxodo.
Las fechas para los imperios de Mesopotamia empiezan a adquirir exactitud histórica durante el mismo período, o sea, desde 2000 a 1000 años a.C. Si, aunque un tanto arbitrariamente, tomamos el 2000 a.C. como la fecha del nacimiento de Abraham, podemos orientarnos en cuanto al período de los patriarcas por medio de las siguientes fechas, siempre aproximadas:
Abraham 2000-1850 a.C.
Isaac 1900-1750 a.C.
Jacob 1840-1693 a.C.
José 1750-1650 a.C.
Que no se olvide el lector que a causa de nuestra costumbre de calcular los siglos y los años "antes de Jesucristo" y "después de Jesucristo", las fechas disminuyen a medida que se acercan a este gran acontecimiento, y aumentan otra vez "después de Jesucristo" hasta nuestro tiempo. Desde luego, este cálculo es propio de las tierras influenciadas por el cristianismo, mientras que los distintos imperios paganos fijaron cada uno su propio punto de partida para sus calendarios.
El descenso de Jacob y los suyos a Egipto (Gn 46) ha de situarse a 17 años antes de la muerte de Jacob, o sea aproximadamente en el año 1710, y como (Ex 12:41) menciona que la estancia total de Israel en Egipto llegó a 430 años, llegamos a la fecha de 1280 a.C. para el éxodo.
Hace años se creía que el éxodo había tenido lugar sobre el año 1550 a.C., pero hay buenas razones para pensar en una época más adelantada en vista de los descubrimientos de la Arqueología. Hemos de tomar en cuenta de los datos siguientes.
1. La edificación de las ciudades de Pitón y Ramesés (Ex 1:11) corresponden a la época 1290-1224, cuando Ramsés II quería asegurar las fronteras del este contra cualquier repetición de la invasión de los hiksos. El éxodo ha de ser posterior al principio de este período de edificaciones, en las cuales trabajaron los israelitas.
2. Los pueblos de Moab, Edón y Amón no llegaron a constituirse en reinos organizados hasta el siglo XIII, según las prolongadas investigaciones del arqueólogo Glueck, y los últimos capítulos de Números muestran que habían llegado a ser reinos bien establecidos cuando Israel abandonó el desierto para llegar a Canaán por su frontera del este. El éxodo, pues, no pudo preceder al siglo XIII.
3. Se han hallado señales de la destrucción de ciudades como Laquís, Getel y Hazer en Canaán en condiciones que corresponden a su captura por Josué, y las fechas se fijan por los años 1250-1200 a.C. Antes la "fecha temprana" se apoyaba en las investigaciones de Garstang, que parecían determinar fechas para la destrucción de Jericó, pero estudios posteriores han anulado aquellos resultados y se cree que la destrucción de la ciudad bajo "anatema" fue tan completa que no es posible determinar nada en cuanto a sus murallas, etc., por medio de excavaciones. La destrucción de Hai presenta considerables dificultades en el estado actual de las investigaciones, pero lo que nos interesa aquí es que la evidencia en cuanto a la conquista por Josué indica fechas aproximadas a los años 1250-1200 a.C.
4. La primera mención de Israel en los monumentos egipcios se halla en la "Estela de Israel", que celebra las victorias del faraón Merempta sobre varios pueblos entre los cuales se halla Israel, cuyas cosechas, según este informe jactancioso, fueron destruidas. La fecha es de 1120 a.C., lo que evidencia que por entonces Israel se había establecido en Canaán. Todo esto apoya la fecha sugerida, o sea, alrededor de 1270 a.C. para el éxodo. El período de cuarenta años de la peregrinaciones en la península de Sinaí ha de tomarse en sentido estrictamente literal.
La redacción del libro de Exodo
1. La posición conservadora
Moisés era autor del libro. Los israelitas no aceptaban ligeramente la inclusión de escritos en el cuerpo de los libros inspirados que formaban el canon del Antiguo Testamento, de modo que la tradición invariable de que Moisés fuese autor de Éxodo no ha de rechazarse si no se presentan en contra unos argumentos incontrovertibles. El mismo Señor tomaba como axiomática la autoridad de todas las partes de los libros de Moisés, y no dudada en enlazar la autoridad de sus propias enseñanzas con las de Moisés (Jn 5:45-47). El mismo libro alega lo mismo, y, bien entendido, da muestras de notable unidad de propósito y de realización dentro del conjunto del Pentateuco, como se puede ver por el Análisis del contenido de esta obra.
Esta posición, tradicional y razonable, no quiere decir que Moisés escribiera cada palabra del libro personalmente, pues hay datos en los capítulos 1 y 2 que tuvo que recoger necesariamente de las crónicas de los hebreos o del testimonio de sus familiares, como en el caso de Génesis. Sin embargo, Moisés es responsable, en tanto que es llamado por Dios para transmitir esta porción de la Palabra santa, del material utilizado en ella, lo que no excluye el uso de distintas fuentes de información en asuntos que no conocía personalmente. Tampoco excluye la idea de redacciones posteriores que podrían modernizar algún nombre o esclarecer algún dato, que es algo normal en todo escrito antiguo que se conserva a través de largos siglos, y un proceso que no se escapa del cuidado providencial de Dios al proveer para la transmisión de su Palabra. Sustancialmente, es "libro de Moisés", y no vemos razones válidas para abandonar esta convicción, que fue la del Maestro y de sus apóstoles, y que se entreteje en la misma sustancia y mensaje del Nuevo Testamento.
2. Las hipótesis de la teoría documental
Es una tragedia que las hipótesis de Wellhausen se hubiesen aceptado tan tempranamente en círculos teológicas como la única interpretación posible de los hechos literarios, históricos y arqueológicos en cuestión, pues datan del fin de siglo XIX y del principio del XX. Desde entonces, nuevos descubrimientos sobre la naturaleza de escritos del tiempo de Moisés —y de épocas muy anteriores— proveen a los investigadores de numerosos modelos que demuestran que un libro como el Éxodo se conforma a padrones contemporáneos bastante comunes, de modo que sobran las intrigadas teorías según el concepto de que los distintos tipos de literatura que entran para formar la totalidad del libro requerían distintos autores, y una redacción muy posterior a la época de Moisés. Hay muchísimas variantes en las hipótesis de hoy, pues algún caso han tenido que hacer los eruditos modernistas de la evidencia arqueológica, pero persiste la idea básica de la acumulación y aglutinación paulatinas de diversas leyendas que arrancan de los comienzos de la vida tribal de Israel, a las que se añadieron códigos y preceptos guardados en diversos santuarios. Los hipotéticos autores —no hay un solo hecho histórico que apoye estas teorías— se conocen por letras como "E", "J", "P", "D", etc., creyéndose que se distinguen por su estilo, por el uso que hacen de distintos nombres para Dios, por lo que se supone ser su intención al escribir o redactar, etc. Por fin —siempre según las teorías— los sacerdotes, deseosos de centralizar la religión en el templo de Jerusalén y de glorificar la teocracia antigua, dieron forma a tan abigarrado material que llegó a ser el "Pentateuco" en los tiempos del escriba Esdras y sus sucesores. Los escriturarios conservadores han hecho ver la fragilidad de análisis basados sobre el estilo de fragmentos de unos escritos, señalando dificultades en las teorías "explicativas" que hacen surgir problemas más agudos que los pocos puntos difíciles que encontramos en el texto, suponiendo la paternidad literaria de Moisés. Sin embargo, en la teología suelen predominar "modas" igual que en otras esferas, y habrían de preocupamos muy poco estas lucubraciones fluctuantes si no fuese porque influyen en el pensamiento y en los mensajes de miles de ministros protestantes. De modo que el lector piadoso y fiel, basándose a fin de cuentas en la autoridad del Verbo encamando, necesita saber que no seguimos el pensamiento histórico y ortodoxo por ser "oscurantistas", sino porque no hay razones válidas, dentro de la sana erudición bíblica, que nos obliguen a modificarlo.
3. Nota adicional sobre el Pentateuco samaritano
Frente a las complicadas y nebulosas hipótesis de los eruditos que abogan por la fecha tardía del Pentateuco en su forma completa, consta la evidencia clarísima de la existencia del Pentateuco samaritano, que no sólo se conoce por el rollo sagrado conservado por el pequeño remanente del pueblo samaritano, que, hasta hace poco habitaba Nablus —el antiguo centro Siquem, sagrado para los samaritanos— sino por bastantes buenas copias conservadas en bibliotecas en varias partes de Europa, con referencia especial a Leningrado. Cuando los samaritanos ofrecieron su colaboración en la reedificación del templo por Zorobabel, y fueron rechazados por los judíos (Esd 4:1-6), se convirtieron en enemigos, y levantaron su propio santuario cismático en el monte de Gerizim. La fecha de esta rotura definitiva es 400 a.C., y desde entonces es inconcebible que hubiera colaboración alguna entre judíos y samaritanos sobre el texto del Pentateuco: única parte del A.T. considerada como inspirada y autoritativa por los samaritanos. Este texto del Pentateuco, pues, tenía que estar completo antes de esta fecha tope, y consideraciones históricas nos llevarían a pensar que se trata de algo ya conocidísimo mucho antes. El profesor E. Robertson, de la Universidad de Manchester (Inglaterra), pensaba que tenía que fecharse antes de la división del reino en 930 a.C., que supone un Pentateuco completo ya en los primeros tiempos de la monarquía.
El contenido y estructura del libro
1. El propósito del libro y su lugar en el Pentateuco
El enlace con Génesis. Génesis nos provee de una introducción a la historia de Israel (capítulos 1-11), con el fin de que sepamos quién es el hombre, cuáles fueron las características de la raza perdida y el porqué del llamamiento de Abraham. Lo demás del libro se ocupa del llamamiento de Abraham y de su familia, con las promesas que recibieron y el pacto confirmatorio, pasando a detallar la multiplicación y protección de este frágil "vaso" hasta que se hallara instalado en Egipto gracias a la gran obra de José. Los primeros versículos de Éxodo vuelven a nombrar a los hijos de Jacob, y la única referencia a los tiempos favorables, bajo la protección de los faraones de las dinastías hiksos, se halla en (Ex 1:7), que describe un pueblo numeroso y fuerte cuya influencia se hacía sentir en toda la tierra de Egipto.
La opresión y sus consecuencias. El texto nos lleva rápidamente al brusco cambio producido en las circunstancias del pueblo de Israel al establecerse el reino nuevo, bajo faraones nacionalistas y fuertes. Estos iniciaron la opresión de Israel en primer término por miedo a tan poderoso grupo extraño dentro de sus fronteras, pero también deseaban aprovecharse de los trabajos de una raza que podían reducir a la servidumbre. Estas circunstancias hallan analogías en la historia de otros pueblos de la antigüedad. Con todo, los israelitas no fueron desterrados de su tierra de Gosén. Quizá fue necesaria la opresión para dar cohesión al pueblo. Sobre todo les hizo saber que no había esperanza para ellos aparte del socorro del Dios de sus padres. De las circunstancias de la opresión (en su peor momento) surge la historia del salvamento de Moisés, elegido para ser el instrumento no sólo para la liberación de Israel sino también para su constitución como "pueblo de Jehová" en condiciones de libertad.
Las plagas y el éxodo. El conocimiento de Jehová que podían guardar los israelitas, gracias a las tradiciones de sus padres y los detalles de sus anales (que se suponen guardados y respetados) sería algo importante para su vida religiosa y social, pero ya tenue y borroso a causa del paso de los siglos. Hacía falta una nueva manifestación de Jehová en circunstancias que enfatizaran tanto su poder como su gracia salvadora. La prolongación del período de las plagas fue necesaria con el fin de grabar estas lecciones en la mente y memoria del pueblo. La dramática e impresionante liberación de Israel provee el punto de partida de su futura vida nacional, como pueblo salvado por el brazo fuerte de Jehová. Desde otro punto de vista, las repetidas plagas, con la destrucción del ejército de Faraón en el mar Rojo, debilitaron hasta tal punto el poderío de Egipto que Israel pudo desarrollar su vida en la península de Sinaí sin miedo de ser atacado por sus antiguos amos.
Las experiencias en el desierto. La formación del pueblo, que empezó en Egipto, había de continuarse en el desierto, y las experiencias en éste subrayaron tres hechos fundamentales:
1. Que el pueblo en sí era débil, dado a la murmuración, con conatos frecuentes de verdadera rebelión en contra de su Dios.
2. Que, pese a esta manifiesta flaqueza, Jehová intervenía una y otra vez a su favor, salvándoles de las consecuencias de sus pecados.
3. Que las normas de la justicia divina habían de mantenerse en alto, lo que motivó diversos castigos. La formación del pueblo, con miras al cumplimiento de su elevada misión, fue obra divina y no humana. El instrumento humano, tan marcadamente sumiso a la voluntad de Dios, era Moisés, caudillo, legislador y gobernante, además de ser "profeta", o portavoz de Dios e incansable intercesor a favor de su pueblo.
La ley y el pacto. Los capítulos 19-40 tratan fundamentalmente de la promulgación de la ley, del establecimiento del pacto con el pueblo y de la provisión para el sistema levítico, con su centro en el tabernáculo. La descripción detallada de los sacrificios y de numerosos ritos espera el libro de Levítico. La ley y el pacto tienen distintas vertientes que se explicarán en su lugar, pero es evidente que la vigencia continuada del pacto dependía de la obra de la gracia de Dios, simbolizada por el sistema levítico, ya que el pueblo, en ausencia de Moisés, rompió todas las condiciones humanas del pacto casi en seguida, por la adoración del becerro de oro, al pie mismo del monte Sinaí. Este aspecto de lo revelado en el libro de Éxodo se desarrolla en Levítico, mientras que la parte histórica (de los cuarenta años) tiene su complemento en el libro de Números. Deuteronomio recuerda a la generación nueva las obras y los mandatos de Dios, relacionados con el Éxodo, antes de que entrara en posesión de Canaán.
Análisis del contenido de Exodo
I. El enlace con Génesis y la opresión del pueblo (Ex 1:1-22)
II. El nacimiento y la preparación de Moisés (Ex 2:1-25)
El niño Moisés es salvado y prohijado por la hija de Faraón (Ex 2:1-10)
Moisés se identifica con Israel y procura ayudar al pueblo (Ex 2:11-15)
Refugiado en Madián, Moisés se casa y sirve a su suegro (Ex 2:16-22)
Dios "oye" el clamor de Israel (Ex 2:23-25)
III. El llamamiento de Moisés (Ex 3:1-4:17)
La teofanía en la zarza que ardía y no se consumía (Ex 3:1-6)
Moisés resiste el llamamiento de emprender el salvamento del pueblo (Ex 3:7-22)
Las señales que han de acreditar a Moisés, quien recibirá la ayuda de su hermano Aarón (Ex 4:1-17)
IV. El regreso de Moisés a Egipto y primeros contactos con el pueblo (Ex 4:18-31)
V. Las primeras presentaciones ante Faraón y las señales (Ex 5:1-7:13)
Se agrava la opresión después de la primera petición (Ex 5:1-6:1)
Jehová renueva la comisión y las promesas, que no son recibidas por el pueblo (Ex 6:2-13)
Paréntesis: fragmentos de una genealogía que aclara el parentesco de Moisés y Aarón (Ex 6:14-30)
Jehová repite sus promesas y Faraón endurece su corazón frente a la señal de la serpiente (Ex 7:1-13)
VI. Las nueve primeras plagas (Ex 7:14-10:29)
Las aguas convertidas en "sangre" (Ex 7:14-25)
La plaga de las ranas (Ex 8:1-15)
La plaga de los piojos o mosquitos (Ex 8:16-19)
La plaga de las moscas (Ex 8:20-32)
La plaga en el ganado (Ex 9:1-7)
La plaga de las úlceras (Ex 9:8-12)
La plaga del granizo y de los relámpagos (Ex 9:13-35)
La plaga de langostas (Ex 10:1-20)
La plaga de tinieblas (Ex 10:21-29)
VII. La Pascua, la muerte de los primogénitos y el Éxodo (Ex 11:1-15:21)
La muerte de los primogénitos anunciada a Moisés (Ex 11:1-10)
Instrucciones sobre la inmolación del cordero y la institución de la Pascua (Ex 12:1-20)
La noche de la Pascua. Mueren los primogénitos egipcios (Ex 12:21-36)
La salida apresurada de Egipto (Ex 12:37-41)
Reiteración de la ordenanza de la Pascua (Ex 12:42-51)
La consagración de los primogénitos de Israel (Ex 13:1-16)
La etapa desde Sucot a Etam, la columna de nube y de fuego (Ex 13:17-22)
El paso del mar Rojo (Ex 14:1-31)
El cántico de triunfo (Ex 15:1-21)
VIII. El viaje desde el mar Rojo hasta Sinaí (Ex 15:22-18:27)
Campamentos en Mara y Elim (Ex 15:23-27)
Murmuraciones y el don del maná (Ex 16:1-36)
Murmuraciones y agua de la roca (Ex 17:1-7)
La victoria sobre Amalec (Ex 17:8-16)
La visita de Jetro y la organización judicial del pueblo (Ex 18:1-27)
IX. La promulgación de la ley y la ratificación del pacto (Ex 19:1-24:18)
Preparaciones para la manifestación de la gloria del Señor (Ex 19:1-15)
Se manifiesta la gloria y la majestad de Jehová en el monte (Ex 19:16-25)
La proclamación del Decálogo (Ex 20:1-17)
El terror del pueblo y el altar provisional (Ex 20:18-26)
Se proclaman varios juicios (Ex 21:1-22:20)
Se dictan varios estatutos (Ex 22:21-23:19)
El Ángel de Jehová llevará a Israel a su meta (Ex 23:20-33)
El pacto ratificado por el pueblo y por el sacrificio (Ex 24:1-8)
Moisés delega su autoridad y sube al monte (Ex 24:9-18)
X. Moisés recibe el plan del tabernáculo (Ex 25:1-31:18)
Ofrendas para el tabernáculo (Ex 25:1-9)
El arca del pacto y el propiciatorio (Ex 25:10-22)
La mesa y el candelabro para el lugar santo (Ex 25:23-40)
Estructura y cortinas del tabernáculo (Ex 26:1-37)
El altar de bronce para los sacrificios (Ex 27:1-8)
Las cortinas que rodean el atrio (Ex 27:9-19)
Aceite para las lámparas del candelero (Ex 27:20-21)
Las vestiduras para el sumo sacerdote y sus hijos (Ex 28:1-43)
Ordenanzas para la consagración de los sacerdotes (Ex 29:1-37)
Las ofrendas diarias y la promesa de la presencia de Jehová (Ex 29:38-46)
El altar de incienso (Ex 30:1-10)
El medio siclo del rescate, el lavacro y el incienso (Ex 30:11-38)
Bezaleel y Aholiab nombrados como artífices principales para la construcción del tabernáculo (Ex 31:1-11)
El sábado como señal del pacto (Ex 31:12-18)
XI. Un trágico paréntesis: el pecado del becerro de oro, la intercesión de Moisés y la renovación del pacto (Ex 32:1-34:35)
Aarón accede a hacer el becerro, que el pueblo adora (Ex 32:1-6)
Dios revela el pecado a Moisés, quien intercede por el pueblo (Ex 32:7-14)
Moisés destruye el ídolo, castiga el pueblo y vuelve a interceder por él (Ex 32:15-35)
Moisés suplica la presencia de Dios entre el pueblo (Ex 33:1-23)
Dios revela parte de su gloria a Moisés y renueva el pacto (Ex 34:1-10)
Advertencias parentéticas: la necesidad de destruir la idolatría en Canaán y guardar las fiestas (Ex 34:11-26)
Moisés desciende del monte con las segundas tablas de la ley y reforma la ordenanza del sábado (Ex 34:27-35:3)
XII. La construcción y consagración del tabernáculo (Ex 35:4-40:38)
La generosa ofrenda del pueblo para el tabernáculo (Ex 35:4-36:7)
Mobiliario interior del tabernáculo (Ex 37:1-29)
El atrio, con el altar de holocaustos y fuente (Ex 38:1-20)
Dirección de la obra y los metales empleados (Ex 38:21-31)
Confección de las vestiduras sacerdotales (Ex 39:1-31)
Resumen de la obra hecha según el plan divino (Ex 39:32-43)
El tabernáculo levantado. La unción de los muebles y de los sacerdotes (Ex 40:1-33)
La gloria de Dios llena el tabernáculo. La guía de la nube (Ex 40:34-38)
Temas para recapitular y meditar
1. Describa la importancia del río Nilo en la vida e historia de Egipto.
2. Discurra sobre la relación que existe entre Génesis y Éxodo, con referencia al desarrollo de la nación de Israel como pueblo escogido por Dios.
3. Después de una lectura cuidadosa de Éxodo, y con la ayuda del análisis del contenido de más arriba, subraye los cinco acontecimientos que le parecen ser de mayor importancia para el desarrollo del plan de Dios.
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