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Estudio bíblico de Marcos 4:1-41

Marcos 4

En este capítulo de Marcos encontramos varias parábolas y después, el milagro en que Jesús calmó la tempestad. Todo este material ha sido incluido en el Evangelio de Mateo, excepto una parábola en particular, que se presenta aquí y no se encuentra en Mateo y, como podremos ver, es la única parte del texto que lo hace notablemente diferente. En primer lugar encontramos la parábola del sembrador como una declaración y luego tenemos la explicación de dicha parábola del sembrador. Esta es seguida por otras parábolas y después por un milagro. Aclaramos que una parábola es una breve historia descriptiva, como una comparación, destinada a hacer comprender una verdad o una enseñanza.

Al principio de este Evangelio de Marcos dijimos que éste es un libro que expresa acción. Sin embargo en este pasaje, el énfasis se centra en las parábolas, después de las cuales se narra solo un milagro. Pero tendremos ocasión de observar que las parábolas que incluyó el escritor Marcos, son parábolas de acción. Cada una de éstas se destaca por el movimiento de su narración activa y dinámica. O sea que, aunque se trate de parábolas de enseñanza, aún así, el énfasis recae sobre la acción.

Comencemos nuestra lectura con el capítulo 4, versículo 1:

"Comenzó a enseñar de nuevo junto al mar; y se llegó a El una multitud tan grande que tuvo que subirse a una barca que estaba en el mar, y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra a la orilla del mar."

En este punto, se destaca notablemente el hecho de que Jesús salió de la casa en que se encontraba para subirse a la barca en el mar. Esta acción registrada aquí tiene un carácter muy simbólico. La casa generalmente representa a la Casa de Israel y los mares, a las demás naciones. Entonces, el significado de su acción, es que El se apartaba de su pueblo y se dirigía al resto del mundo. Este es, en efecto, el trasfondo de estas parábolas, que deben ser consideradas en el contexto de situaciones globales. Es importante que comprendamos este enfoque.

Estas enseñanzas tuvieron lugar en el punto culminante del ministerio y las actividades de Jesús. Estaba sumamente ocupado, soportando grandes presiones y físicamente cansado. En realidad, estaba tan fatigado, como veremos en este capítulo, que se quedó dormido en la barca que surcaba el mar. Se quedó dormido por cansancio, por agotamiento. Y el versículo 2 continúa con el relato.

"Les enseñaba muchas cosas en parábolas; y les decía en su enseñanza:"

Jesús utilizó el recurso de las parábolas para enseñarles muchas cosas. En este momento El se encontraba, aproximadamente, en la mitad del período de 3 años de Su ministerio. Anteriormente había usado ciertas ilustraciones simbólicas, tales como hablarle a una mujer que se encontraba junto a un pozo, sobre el agua de la vida, o decirles a Sus discípulos que les convertiría en pescadores de hombres, y que los campos se encontraban ya maduros para la siega. También les había hablado de la sal, la luz y, en el Sermón del Monte, de los fundamentos sobre la roca y sobre la arena. Pero aquellas no eran parábolas. Sin embargo, ahora sí había adoptado el método parabólico e iba a contarles la parábola del sembrador. Leamos los versículos 3 al 7:

"¡Oíd! He aquí, el sembrador salió a sembrar; y aconteció que al sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en un pedregal donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó por no tener profundidad de tierra. Pero cuando salió el sol, se quemó; y por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto."

Estas eran las 3 áreas en las que habían caído las semillas y ellas representan a las personas no salvas, que no aceptan el Evangelio ni la Palabra de Dios. Sus vidas son como el borde del camino, donde las aves devoran la simiente, lo cual ilustra la realidad de que el diablo arrebata la Palabra. Otras personas son como el terreno pedregoso, donde el sol quema las semillas porque la tierra no tiene profundidad. Y en el terreno espinoso, las espinas ahogaron a las semillas. Pero luego se nos habla de la buena tierra. Leamos el versículo 8:

"Y otras semillas cayeron en buena tierra, y creciendo y desarrollándose, dieron fruto, y produjeron unas a treinta, otras a sesenta y otras a ciento por uno."

Aquí tenemos solamente una cuarta parte de las semillas que cayó en buena tierra, y que representan a los que se salvan, los que han recibido la Palabra. Pero observemos también que hay diferentes niveles de producción de fruto: unas semillas produjeron 30 granos, otras dieron 60 granos y otras 100. Recordemos que en Su discurso a Sus discípulos en el aposento alto y cuando ya se dirigiera hacia el jardín de Getsemaní, Jesús les diría: "Yo soy la vid verdadera" Y después les diría que El quería que produjesen fruto, más fruto y mucho fruto. Es decir, que citaría en aquel caso, 3 niveles de producción de fruto en aquellos que son Suyos, tal como encontramos esos mismos 3 niveles en esta parábola. Pero veamos lo que dice el versículo 9:

"Y El decía: El que tiene oídos para oír, que oiga."

Esta era una señal de peligro. Era una advertencia. Como una señal de "stop" en un cruce de vías. Pero aún así, algunos no lo tuvieron en cuenta, como es evidente por lo que dice el versículo 10. Leamos desde el versículo 10 al 12:

"Cuando se quedó solo, sus seguidores junto con los doce, le preguntaban sobre las parábolas. Y les decía: A vosotros os ha sido dado el misterio del reino de Dios, pero los que están afuera reciben todo en parábolas; para que viendo vean pero no perciban, y oyendo oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados."

Evidentemente, había algunos que no habían entendido la parábola en absoluto. Cuando le preguntaban, El les respondía con las frases de estos versículos, que tienen una cierta medida de ambigüedad. Una explicación que podría ayudarnos sería la siguiente. El motivo por el cual Jesús recurrió a las parábolas desde aquel momento y hasta el final de su ministerio, es sorprendente. Sus enemigos habían rechazado Sus enseñanzas y las multitudes permanecían indiferentes hacia las verdades espirituales. Estaban activamente interesadas en Sus milagros pero no en su aplicación espiritual. Entonces El recurrió al uso de parábolas para provocar el interés. La actitud antagonista de Sus enemigos y el letargo, la indiferencia e incomprensión de las multitudes requería un cambio sobre el uso de las parábolas, para que aquellos que tenían hambre y sed espiritual de justicia, pudiesen encontrar la plenitud que buscaban, y los que anhelaban la verdad espiritual pudiesen abrir sus ojos a ella.

Encontraremos la misma línea de pensamiento en el capítulo 2:9, 10, 13 y 14 de la primera carta del Apóstol Pablo a los Corintios, que dice así:

Cosas que ojo no vio, ni oido oyo, ni han entrado al corazon del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios... de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales. Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente."

Aquí el apóstol Pablo dejó establecido un gran principio que es aún aplicable en la época actual. Podemos utilizar todos los métodos al intentar que las personas comprendan las verdades espirituales, pero éstas deben desear entenderlas, antes que dichas verdades se conviertan para ellas en una realidad. Me agradaría afirmar lo siguiente: si el corazón y los ojos de una persona están abiertos y ésta desea verdaderamente conocer la verdad, entonces el Espíritu de Dios va a introducir esa gran verdad en su corazón. Y El hará que todas esas cosas sean totalmente reales y vivas para esa persona.

A veces, e incluso descuidadamente, utilizamos la siguiente expresión: "Si no aceptas a Cristo como tu Salvador, te perderás". Realmente, ésto no es cierto. La verdad es que tú ya estás perdido. Lo que debiera ser afirmado con claridad es que tú continuarás estando perdido si no recibes a Cristo como tu Salvador. Tu no estás siendo sometido a prueba ni bajo observación. Si eres una persona perdida, es que estás en estado de perdición. Por eso decimos ahora que tu reacción y recepción de la Palabra de Dios es la que va a determinar si serás salvo o no. ¿No vas a confiar en Cristo? ¿No crees que vale la pena aceptarle como tu Salvador?

No estoy comenzando a moverme en el ámbito de las ideas filosóficas, ni alejándome de la realidad. Sino todo lo contrario. Y en los versículos 13 al 20, Jesús les presentó Su explicación sobre la parábola:

"Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la palabra. Y estos son los que están junto al camino donde se siembra la palabra, aquellos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos. Y de igual manera, estos en que se sembró la semilla en pedregales son los que al oír la palabra enseguida la reciben con gozo; pero no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que sólo son temporales. Entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen. Otros son aquellos en los que se sembró la semilla entre los espinos; éstos son los que han oído la palabra, pero las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril. Y otros son aquellos en que se sembró la semilla en tierra buena; los cuales oyen la palabra, la aceptan y dan fruto, unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por uno."

O sea que, en esta parábola, el sembrador es Jesús, el Hijo del Hombre y la simiente es la Palabra de Dios. Los pájaros al costado del camino representan a Satanás. Los oyentes del terreno pedregoso son aquellos que permiten que las aflicciones y persecuciones les aparten de Dios. Es la naturaleza humana y física de muchas personas la que hace que éstas permanezcan alejadas de Dios. Luego están los oyentes del terreno espinoso, aquellos que permiten que las preocupaciones de este mundo les distraigan y perturben. Así son las cosas en la vida y en el mundo. Hay muchas personas que dejan que el mundo les excluya de la presencia de Dios. Finalmente, están los oyentes de la buena tierra, que son aquellos que se han convertido genuinamente por la Palabra de Dios. Ellos producen diversos porcentajes de fruto y solo una tercera parte de ellos producen gran abundancia de fruto. Así que, como habíamos adelantado, tenemos aquí una parábola de verdadera acción.

Continuemos leyendo los versículos 21 al 23:

"Y les decía: ¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un almud o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luz. Si alguno tiene oídos para oír, que oiga."

Lo que aquí tenemos es una parábola sobre la lámpara y su acción. La luz crea responsabilidad. Una persona que recibe la verdad, debe actuar en consecuencia. Se nos considera responsables por el grado de luz que hayamos recibido. La luz está brillando y tu respuesta a la luz es sumamente importante. El caso es que tú y yo estábamos en la oscuridad hasta que nos alcanzó la luz del Evangelio. A veces recibimos la impresión de que el ser humano es un pecador debido a su debilidad, o por causa de su ignorancia. Pero el apóstol Pablo lo expresa sinceramente en el primer capítulo de su carta a los Romanos. Dice allí que el ser humano, al conocer a Dios, no le dio la honra ni la gloria debida. El ser humano es pecador deliberada e intencionalmente. Esa es la clase de pecadores que todos nosotros somos, y la luz que ha venido hacia nosotros crea una responsabilidad. Estamos perdidos y si no aceptamos la Luz, si no le aceptamos a Jesús, permaneceremos perdidos. El versículo 23, que decía, "Si alguno tiene oídos para oír, que oiga" invita a la acción. Dios requiere esta acción, Y la fe consiste en acción. La fe es actuar en base a lo que Dios ha dicho, lo cual tiene para el ser humano la máxima importancia.

Continuemos leyendo los versículos 26 al 29;

"Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe. La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega"

Esta es una parábola excepcional que pronuncio el Señor y solo el escritor Marcos la registró. Se trata de otra parábola de acción. Es sobre "el Reino de Dios". Recordemos lo que dijimos sobre la utilización de los términos "Reino de Dios" y "Reino de los Cielos". Son realmente términos sinónimos pero el "Reino de Dios" no es idéntico al "Reino de los Cielos". El Reino de Dios es el término más amplio, que incluye a todo el universo. El Reino de los Cielos es el gobierno de Dios sobre la tierra, que está por supuesto incluida en el Reino de Dios.

Nuestro Señor habló aquí sobre la semilla que brotó y crecía. Incluso en la actualidad no sabemos demasiado sobre el crecimiento de una semilla hasta que se convierte en una planta, y produce fruto. Hasta hoy existe un cierto elemento de misterio. Y en esta parábola tenemos también poder y acción. Hay cierto dicho trivial que dice algo así como que los grandes robles proceden de pequeñas bellotas. Después de todos los años de progreso científico, no podemos agregar mucho más a esa sencilla conclusión. Las explicaciones del fenómeno de la ósmosis, poco añaden a nuestra comprensión, aunque los conocimientos se hayan acumulado notablemente.

Esta parábola ilustra el poder de la Palabra de Dios actuando en los corazones y en las vidas de las personas. Es, sin duda, una maravillosa parábola.

Y ahora llegamos a la tercera parábola de este capítulo, que trata sobre una semilla. Leamos los versículos 30 al 34:

"También decía: ¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos? Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra, sin embargo, cuando es sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra. Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, según podían oírla; y sin parábolas no les hablaba, sino que lo explicaba todo en privado a sus propios discípulos."

La mostaza no es un alimento, sino más bien un condimento. Y el crecimiento de la semilla de mostaza convirtiéndose en un árbol, no es natural. Esto nos ilustra el crecimiento exterior de la cristiandad hasta convertirse en poderosas organizaciones, iglesias enormes, grandes programas. Y todo ello producido por energías humanas, y no por el Espíritu Santo. Y ni siquiera los pájaros que anidan en sus ramas son buenos, porque representan a Satanás.

Y ahora llegamos, en el relato Bíblico, al momento en que el Señor terminó con la enseñanza, y El y sus discípulos se hicieron a la mar. Porque, a causa de la fatiga, El necesitaba un descanso. Y se recostó para dormir. Y entonces presenciamos este milagro en el que calmó al mar. Leamos los versículos 35 al 41:

"Ese día, caída ya la tarde, les dijo: Pasemos al otro lado. Despidiendo a la multitud, le llevaron con ellos en la barca, como estaba; y había otras barcas con El. Pero se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca. El estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; entonces le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Cálmate, sosiégate! Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién, pues, es éste que aun el viento y el mar le obedecen?"

Después de leer este relato, ¿sabes que fue lo que les causó temor? No fue tanto el hecho de que calmase la tempestad, sino la respuesta inmediata de los elementos de la naturaleza, que se estabilizaron inmediatamente, y se produjo una calma repentina. Este milagro fue tan extraordinario que les produjo temor.

Finalizamos con este incidente sorprendente, que contiene una hermosa lección. Con frecuencia el Señor nos coloca en medio de las tormentas de la vida para que nos acerquemos a El, y para que le conozcamos mejor. Estimado oyente, te invito a hacer tuyas las palabras del poeta Mariano San León, quien en la estrofa de una canción intentó expresar poéticamente las vivencias de aquel milagro, tan similar a nuestras experiencias de la vida:

¡Oh Piloto Divino! Ven y guía mi nave,
esta pobre barquilla que hoy cruza la mar;
Contra el viento y las olas, nada puede mi brazo.
Sin tu ayuda, Oh Piloto, el naufragio vendrá.

¡Es tan rico el tesoro de tu amor y potencia,
que la noche más negra no te puede borrar!
Y al poner en tu mano el timón de mi nave,
Canto ya tu victoria sobre vientos y mar.

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