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Estudio bíblico de Levítico 11:1-3

Levítico 11:1-3

Tema: La dieta del pueblo de Dios y la corrupción.

Este capítulo puede resultar extraño. Hemos llegado en este libro a una bifurcación radical. El Tema cambia de los sacerdotes al pueblo; de las ofrendas presentadas a Dios, a la alimentación del pueblo; de la adoración a Dios a la vida diaria en este mundo. De esta manera se ha producido un cambio de lo sagrado a lo secular, sin ningún cambio de ritmo o nivel. No se da la idea que el Tema aquí tratado sea diferente a lo anterior.

En la actualidad hacemos una distinción falsa entre lo sagrado y lo secular. Pensamos que lo que sucede en la iglesia es sagrado. En realidad, toda actividad nuestra puede ser hecha para la gloria de Dios. Así que toda diferenciación entre lo sagrado y lo secular es inapropiada. En este pasaje, Dios ha desplazado el énfasis de lo que consideramos sagrado a lo que llamaríamos secular, sin hacer ninguna distinción al respecto.

Este capítulo es tan peculiar porque Dios proveyó una dieta, un menú, para los israelitas. Tenían que comer ciertos alimentos, y debían abstenerse de comer aquellos que Dios había dejado fuera de la dieta. Y así surge la pregunta: ¿Podía el Dios de este universo inmenso estar interesado en lo que Sus criaturas comiesen? ¿Podía Aquel que controla toda la creación preparar un menú para el ser humano? Este capítulo tiene la respuesta. Dios estaba y está interesado en estos detalles de la vida de Su pueblo. Ningún detalle es demasiado insignificante como para escapar a Su interés y preocupación.

(En una ocasión, una señora le preguntó al expositor bíblico Campbell Morgan si debía orar a Dios acerca de las cosas pequeñas de nuestra vida. Su respuesta fue la siguiente: "¿Puede Ud. mencionar alguna cosa de su vida que resulte grande para Dios? Es que solemos dividir los asuntos de nuestra vida en problemas grandes y pequeños. Tal división no tiene sentido ante Dios. Para El, todos los problemas son pequeños. Sin embargo, ninguno de ellos es demasiado pequeño para Su atención y cuidado. La Biblia contiene tantos mandatos para que oremos por todo, sin preocuparnos obsesivamente por nada.)

Como podremos ver, esta sección contiene grandes lecciones espirituales. Pero también encontraremos un aspecto muy real y verdaderamente práctico que, porque concernía a Israel, a veces ignoramos. Ya que Dios prohibió que se comiesen ciertos animales y permitió que se comiesen otros, debe suponerse que estaba implicado el factor de la salud. Los israelitas podían comer ciertos animales, pescados y aves y no otros. El hacer una distinción entre animales puros o impuros no constituía una superstición y era más que un rito religioso. Considerando que Dios prescribió ciertos animales para la dieta de Su pueblo y prohibió definitivamente otros, tenía que haber algún beneficio en seguir aquella dieta. La historia demostraría que Dios tenía suficientes razones para hacer tales distinciones. Es cierto que El podía haber actuado arbitrariamente al establecer estas líneas de separación entre lo puro y lo impuro. Pero Dios siempre actuó para bien de Sus criaturas. (Ya veremos si la historia así lo demostró.)

Lo interesante fue que los animales que se prohibieron comer se alimentaban mayormente de forma impura. Los animales excluidos por la ley de Moisés eran más propensos a contraer y transmitir enfermedades.

Voy a incluir una cita del Dr. H. S. Kellog, autor de una obra sobre el Levítico: "Una de los mayores descubrimientos de la ciencia moderna es el hecho de que un gran número de enfermedades a que los animales son propensos se debe a la presencia de ciertas formas de vida parasitaria. A esas enfermedades están específicamente expuestos aquellos que se alimentan de manera impura, aun cuando quizás, ningún animal esté totalmente exento. Y otro descubrimiento de tiempos recientes, de no menor importancia y relacionado con la cuestión planteada en este capítulo es el hecho ya comprobado que muchas de estas enfermedades parasitarias son comunes a los animales y al ser humano, siendo comunicadas por los primeros a los segundos. " Y este autor ofrece a continuación una lista que, como ejemplos, incluye a los parásitos triquina en los cerdos, la difteria en los pavos y la enfermedad del muermo en los caballos. Evidentemente Moisés no sabía acerca de estas enfermedades, ni tampoco los médicos de Egipto. Pero Dios sí las conocía y por eso hizo una distinción entre animales puros e impuros. Y estas evidencias fueron confirmadas a lo largo de la historia.

Escuchemos la opinión del Dr. Noel de Mussy ante la Academia de Ciencias de París, en el año 1885: "La idea de las enfermedades parasitarias e infecciosas, que ha conquistado un lugar tan importante en la patología moderna, parece haber ocupado la mente de Moisés y determinado todas sus reglas higiénicas. El excluyó de la dieta de los hebreos animales especialmente propensos a los parásitos. Y como los gérmenes y esporas de las enfermedades infecciosas circulan por la sangre, el ordenó que la sangre les fuese extraída totalmente antes de ser utilizados como alimento."

¿Cómo supo Moisés esto? Bueno, Moisés no podía saberlo, pero Dios se lo dijo. Y otra cita del Dr. Kellog nos dice lo siguiente: "Incluso en los lejanos tiempos en que la plaga estaba asolando a Europa, los judíos escaparon universalmente a la infección hasta el punto en que, a causa de esa exención, la sospecha popular se excitó hasta la furia y ellos fueron acusados de causar esa temible mortalidad entre sus vecinos de las otras naciones envenenando sus pozos y manantiales."

Y el profesor Hosmer escribió lo siguiente. "A través de toda la historia de Israel, la sabiduría de los antiguos legisladores en estos aspectos, ha sido notablemente demostrada. En tiempos de peste los judíos han sufrido mucho menos que otros pueblos; y con respecto a la longevidad y la salud general, se han destacado en todas las épocas."

Por su parte, el Dr. Behrends también afirmó: "En Prusia, la duración media de la vida de los judíos es superior en 5 años a la del resto de la población." Hubo, incluso, épocas en las que su longevidad equivalía casi al doble de la de sus vecinos. Pero hay que aclarar que en la actualidad, los judíos están quebrantando sus propias reglas y dieta, y esa diferencia a su favor se ha reducido o desaparecido.

Para nosotros hay, pues, algunas lecciones. Nos sentimos inclinados a criticar a Israel por colocar un énfasis tan grande en lo físico, perdiendo las implicaciones espirituales. Al mismo tiempo, tendemos a colocar el énfasis en lo espiritual, pasando por alto totalmente el aspecto físico. El cristiano o puede ignorar a su cuerpo en cuanto a la alimentación que éste recibe, los usos y abusos de su cuerpo y su cuidado. Debiera recordar que el cuerpo es el lugar donde actualmente reside el Espíritu Santo; es el mismo templo del Espíritu santo. El hecho que algo sea físico o material, no excluye el que también sea espiritual.

Al mismo tiempo, se nos recomienda en la actualidad comer lo que deseemos comer. No hay un valor espiritual en comer o dejar de comer ciertos alimentos. Si uno así lo considera, podría caer en la superstición. Leamos algunos pasajes Bíblicos al respecto:

Dice la carta a los Romanos 14:14: Yo sé, y estoy convencido en el Señor Jesús, de que nada es impuro en sí mismo; pero para el que estima que algo es impuro, para él lo es. La primera carta a los Corintios 8:8, dice: Pero la comida no nos recomendará a Dios, pues ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos. La misma carta en 6:13, dice. Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos, pero Dios terminará con los dos. Y, finalmente, la misma carta en 10:31, dice: Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.

Hay que destacar que la glotonería queda estrictamente prohibida y al creyente, que vive en la época de la gracia de Dios, se le ordena que se caracterice por su moderación y autocontrol.

A continuación, y bajo el Tema general de la "Santidad en la vida diaria", que sería el Tema abarcado en los capítulos 11 al 22, incluyo sobre el Capítulo 11 y sobre el Tema "La alimentación del pueblo de Dios" un breve

Bosquejo

1. Los animales puros e impuros (sobre la tierra), vv. 1-8.

2. Las criaturas puras e impuras (en el agua), vv. 9-12.

3. Las criaturas voladoras (en el aire) vv. 13-19.

4. Las criaturas puras e impuras que se arrastran (sobre el suelo), vv. 20-23.

5. El contacto con los cadáveres de animales impuros, vv. 24-38.

6. El contacto con los cadáveres de animales puros, vv. 39 y 40.

7. La contaminación de las criaturas que se arrastran, vv. 41-45.

8. La clasificación de lo puro e impuro hecha por un Dios santo, vv. 46 y 47.

Leamos en primer lugar los versículos 1 y 2, que comienzan a hablar de

Los animales puros e impuros

"El Señor habló a Moisés y a Aarón, diciéndoles: Hablad a los hijos de Israel, y decidles: "Estos son los animales que podréis comer de entre todos los animales que hay sobre la tierra."

Dios trazó una línea estricta de demarcación entre la luz y la oscuridad, el día y la noche, los colores blanco y negro, lo correcto e incorrecto, y entre lo puro e impuro. Y por cierto, Dios es el que establece la diferencia entre la luz y la oscuridad. Su intención es agudizar la naturaleza discriminadora del ser humano para que ésta sea sensible a estas distinciones divinas. La época actual está presenciando el entorpecimiento de la sensibilidad humana con respecto a una clara diferenciación entre lo que es correcto y lo que no lo es, entre el bien y el mal. El hombre trata de colocar todos los valores de la vida en la zona gris de la amoralidad. Dios ha establecido estas distinciones para conducir al ser humano al altar de la cruz y a la sangre derramada por Cristo para la limpieza y el perdón.

Dios ha fijado las reglas. Alguien podría preguntar: ¿Cómo sabe Ud. lo que es bueno y correcto? La respuesta sería que lo correcto, lo apropiado, es lo que Dios considera correcto. Este es Su universo. ¿Conoces tú algunas reglas mejores a las que El ha establecido? El ha preparado las normas para el reino físico. Considera la enorme suma de dinero que cuesta desafiar por un tiempo limitado a la ley de gravedad para salir de esta tierra.

Así es que Dios se introdujo en al ámbito de la vida diaria y nada es más propio de esa vida cotidiana que lo que el ser humano come. Dios ha declarado que ciertos alimentos son puros y otros no lo son. A ese ser humano se le recuerda que vive en un mundo donde predomina el pecado, y que tiene que elegir el bien y eludir el mal.

La distinción fue moral, pero aún así las criaturas puras eran sanas y proporcionaban alimento al cuerpo. La distinción entre animales puros e impuros era anterior a la época de la ley de Moisés, y sabemos que el patriarca Noé reconocía tal división.

Es evidente que la elección de animales, pescado y aves comestibles, sigue generalmente el modelo adoptado por el hombre civilizado a través de los siglos y hasta la época actual. Y esto no es accidental. Dios hizo la distinción, pero hay ciertos animales que queremos comer y algunos que no desearíamos comer. Otra característica digna de destacar es que ciertos animales eran probablemente saludables en aquellas tierras Bíblicas y en aquella época, lo cual no sería necesariamente una realidad en otras regiones y épocas. En la actualidad no vemos un mandamiento aplicable en relación con animales puros e impuros para la nutrición.

En este capítulo hay grandes cuestiones morales implicadas. El ser humano vive en un mundo controlado por el pecado y Dios requiere un reconocimiento de esta realidad. Deben hacerse elecciones. Es como si, figurativamente hablando, el hombre caído y expulsado del jardín del Edén aun tiene a su alcance un "árbol" del cual Dios ha dicho que no debe comer. Creo que el objetivo moral es primordial. Recordemos, en el Nuevo Testamento, en la escena relatada en los Hechos de los Apóstoles 10:11-15, cuando el apóstol Pedro vio algo semejante a un gran lienzo que descendía conteniendo toda clase de animales y aves, cuando Dios le dijo que los comiese, no quiso hacerlo. Entonces Dios le dijo: Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro. En otras palabras, Dios dicta las normas. Y esto constituye una tremenda lección moral. Al haber hecho Dios las reglas, el ser humano debe adoptar sus decisiones de acuerdo con dichas reglas.

En nuestro capítulo 11 del libro de Levítico, leamos ahora el versículo 3:

"De entre los animales, todo el que tiene pezuña dividida, formando así cascos hendidos, y que sea rumiante, éste comeréis."

Aquí tenemos entonces la regla a seguir para determinar los animales que se debían comer. Esta fue repetida en el libro del Deuteronomio 14:6 y en ese capítulo se incluye en la lista al buey, la oveja, la cabra, el venado, el corzo, el gamo, la cabra montés, el buey salvaje y la gamuza.

En el Levítico, se presenta el principio y se establece la regla con algunos ejemplos de los animales que son impuros. En cambio, en el Deuteronomio, no se enfatizan ni el principio ni la regla, aunque se incluye una lista más extensa de los animales puros. El libro del Levítico enfatiza lo negativo y el Deuteronomio lo positivo.

Algunas naciones paganas, por ejemplo Persia, atribuyeron la creación de ciertos animales al dios bueno, mientras que otros animales eran el resultado de la creación de un dios malo. Dios creó todos los animales. Y la naturaleza del animal, representando algún pecado o virtud, no determinó la distinción. Por ejemplo, el león era impuro, pero representaba al Señor Jesús y era un símbolo de la tribu de Judá. Por tal motivo Cristo fue llamado el León de la tribu de Judá, de la cual procedía.

No hay alguna conexión misteriosa entre el alma y el cuerpo, en el sentido que lo exponen algunos cultos paganos en la actualidad. La naturaleza del animal no se transfiere al que lo come. Esto es absurdo y una superstición. Y algunos vegetarianos creen que la gente se hace cruel porque come carne de animales.

Para los israelitas, la distinción entre animales puros e impuros era parte del plan de Dios para mantenerles apartados de las naciones paganas que les rodeaban. Incluso la palabra hebrea "Kosher", que se refiere a los alimentos permitidos por la religión judía tiene, en algunos países, un significado conocido. A ellos se les recordó constantemente que vivían en un mundo donde tenían que adoptar decisiones y elegir opciones.

Para el cristiano hay aquí algunas aplicaciones espirituales. Ya hemos mostrado que no hay ningún mérito en seguir algún ritual relacionado con la comida. Pero resulta interesante observar que el verbo "meditar" es una expresión figurativa de la vaca masticando su bolo alimenticio, es decir, rumiando. Los rumiantes almacenan en la panza la hierba masticada y luego la retornan a la boca para triturarla antes de hacerla descender a una cavidad del estómago donde tiene lugar la digestión gástrica. Dice el Salmo 1:2, en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche. El meditar constituye una aplicación válida del rumiar para el beneficio espiritual de los creyentes. Igualmente, la uña partida nos habla del caminar, de la vida del creyente en una actitud de separación del pecado y del mal. Dice el apóstol Pablo en la carta a los Efesios 4:1: Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados. Y en esa misma carta también dijo en 5:2 y 15: y andad en amor, así como también Cristo os amó . . . Mirad bien cómo os portáis. No viváis neciamente, sino con sabiduría. El estudio de la Palabra de Dios y la vida del creyente se encuentran íntimamente relacionados. El apóstol Pabló también aconsejó, en su segunda carta a Timoteo 3:14 y 15: Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Y el apóstol Santiago añadió lo siguiente: Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos.

Por esa razón la vida del creyente está estrechamente unida a la Palabra de Dios. En su tránsito por este mundo, tiene que rumiar esa Palabra divina, cavilar, meditar en ella, para poder llevar una vida apartada del mal. Solo la Palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo pueden lograr esa conducta. De esa manera, el creyente que estudia la Biblia, que lleva a la vida práctica las enseñanzas de la Palabra de Dios, se identifica a sí mismo como un hijo de Dios a través de su vida personal y de sus acciones.

Estimado oyente, ¿qué clase de huellas estás dejando en el camino de la vida? Recuerdo la historia de un hombre a quien, hace ya algunos años, alguien le entregó una octavilla impresa. Inmediatamente preguntó de qué se trataba. La persona le respondió que era una exposición sencilla de la doctrina cristiana. Entonces él respondió que prefería ver y comprobar las huellas de un caminante, en vez de leer sus escritos o sus palabras. Es que acaso, ¿hay una forma mejor de presentar a los que no creen, el mensaje de buenas noticias de Jesucristo?

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