Estudio bíblico de Levítico 14:1-57
Levítico 14
Tema: La limpieza o purificación ceremonial de la lepra.
Nuevamente insistimos en que en estos capítulos no se presenta una cura para la lepra. Se trata de una limpieza ritual. En el capítulo anterior vimos los detalles del diagnóstico de la lepra. Evidentemente hubo leprosos que se curaron por medio de los tratamientos de la época y algunos se sanaron de forma sobrenatural. Hoy sabemos que la lepra se puede curar. La Biblia nos la presenta para enseñarnos una gran lección espiritual sobre el pecado y sus efectos en el ser humano.
Este capítulo arroja un rayo de luz y esperanza sobre la oscuridad de la condición del leproso. En él se muestra la limpieza ceremonial que seguía a la cura de la enfermedad. Lo cual alude a la redención del pecador. El ritual era completamente simbólico, aunque había un valor terapéutico en la limpieza y purificación.
La característica notable de este capítulo es la ceremonia única de purificación y tratamiento de la plaga de la lepra en una casa. La casa era tratada como un leproso, obviamente, para enfatizar la idea del contagio.
A continuación y continuando bajo el título general "La limpieza de la lepra", que abarca los capítulos 13 y 14, veremos de este capítulo 14, un
Bosquejo
1. La purificación ceremonial del leproso fuera del campamento, vv. 1-9.
2. Dentro del campamento, vv. 10-32.
3. La purificación ceremonial de una casa donde hubo lepra, vv. 33-53.
4. La ley ceremonial para la limpieza de la lepra y problemas cutáneos, vv. 54-57.
Leamos los versículos 1 al 3, que describen
La purificación del leproso fuera del campamento
"El Señor habló a Moisés, diciendo: Esta será la ley del leproso en los días de su purificación. Será llevado al sacerdote, y el sacerdote saldrá fuera del campamento. El sacerdote lo examinará, y si la infección ha sido sanada en el leproso"
Este ritual de purificación ceremonial que seguía a la cura de la lepra, debía ser seguido escrupulosamente. El enfermo había sido declarado leproso por el sacerdote. Ahora éste debía declararle purificado. El sacerdote debía salir a entrevistarse con el leproso donde éste se encontrase. El leproso no se habría atrevido a presentarse ante la gente, porque lo tenía prohibido. Había sido expulsado de la sociedad. Por eso el sacerdote debía ir a su encuentro. Recordemos la escena relatada en Lucas 17:12, del ministerio de Jesús: y al entrar en cierta aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia.
Hay aquí un paralelo maravilloso con la persona y actividades de nuestro Sumo Sacerdote y gran Médico. El descendió de la gloria del cielo a esta tierra maldecida por el pecado donde el ser humano estaba sufriendo de la lepra espiritual del pecado. Es que nosotros no podemos entrar en la sociedad celestial mientras seamos leprosos. Fue toda una hazaña poder llegar hasta la luna, pero los que allí llegaron, no se libraron de su pecado. Fue necesario que el Señor Jesús descendiese de la gloria celestial.
Se ha colocado mucho énfasis sobre esto. El segundo capítulo de la carta a los Hebreos, vv. 9, 10, 14, 16 y 17 nos hablan de ello: Vemos a Jesús, a quién por un poco de tiempo Dios hizo algo menor que los ángeles. Dios, en su amor, quiso que para bien de todos muriera aquel que ahora, a causa de la muerte que sufrió, está coronado de gloria y honor. Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos. Así como los hijos de una familia son de una misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. Por eso tenía que ser hecho igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser delante de Dios un sumo sacerdote fiel y compasivo, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio. El vino de la gloria del cielo, descendiendo a la tierra, así como el sacerdote tenía que ir a encontrarse con el leproso. Dice también la carta a los Gálatas 4:4 y 5: Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés, para dar libertad a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a hijos.
Tenemos que enfatizar que El aun recorre todo el camino que le separa del pecador para sanarle de la plaga de su pecado. Dice el Apocalipsis 3:20, He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. Dios ha declarado que el corazón humano es malo y, de esta manera, es Dios el que tiene que declararle limpio. Solamente El puede purificarlo. Dice 1 Juan 1:7, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.
Ahora veamos qué hacía el sacerdote cuando se encontraba con el leproso. Leamos los versículos 4 al 7:
"el sacerdote mandará tomar dos avecillas vivas y limpias, madera de cedro, un cordón rojo e hisopo para el que ha de ser purificado. Después el sacerdote mandará degollar una de las avecillas en una vasija de barro sobre agua corriente. En cuanto a la avecilla viva, la tomará junto con la madera de cedro, el cordón rojo y el hisopo, y los mojará juntamente con la avecilla viva en la sangre del ave muerta sobre el agua corriente. Después rociará siete veces al que ha de ser purificado de la lepra, lo declarará limpio, y soltará al ave viva en campo abierto."
Esta ceremonia era extraña, más que ninguna otra. Todos los otros sacrificios debían hacerse en el altar de la tienda de reunión y, posteriormente, en el Templo, por mandato de Dios. Esta era la única excepción. Porque el leproso estaba excluido de la tienda de reunión, así que era necesario que el sacerdote viniese a donde él se encontraba.
El altar de bronce de los sacrificios señalaba a la cruz de Cristo. Pero esa cruz tenía que estar aquí en esta tierra. El tuvo que descender aquí para encontrarse con nosotros en nuestra necesidad. Estábamos excluidos de la presencia de Dios, éramos extranjeros, estábamos lejos de El, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Dos pajarillos limpios eran utilizados en este sacrificio. Lo más probable es que fuesen palomas. Una era sacrificada para representar la muerte de Cristo. La otra que daba viva para representar a la resurrección de Cristo. Estas son las 2 facetas del Evangelio. El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 15:3 y 4: Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
Además observemos que usaron madera de cedro. Creo que éste es un símbolo de la humanidad perfecta de Cristo. La madera era incorruptible. Tenía la utilidad práctica de servir de mango a la brocha formada por un manojo de ramitas de hisopo, al cual estaban sujetas por un anillo o cordón de tela roja.
La tela roja era un símbolo o señal de la fe en la sangre. Esto nos recuerda que a Rahab, la mujer de Jericó, se le pidió que colocase una cuerda roja de la ventana de su casa como evidencia de su fe en Dios.
El hisopo era una planta que crecía sobre las rocas en lugares húmedos y representa a la fe del individuo. Dijo David en el Salmo 51:7, Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Significa apropiarse de la aplicación de la redención provista por Cristo. Uno puede profesar exteriormente que cree que Jesucristo murió y resucitó. Pero esa no es la fe que salva. La pregunta es si te has apropiado de esa redención o no. ¿Has depositado realmente tu confianza en El? Por otra parte, esto también implica la aplicación de la muerte de Cristo y su sangre al pecado en la vida del creyente. Dice 1 Juan 1:7, si vivimos en la luz, como El está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.
El recipiente de barro nos habla de la humanidad de Cristo. El asumió nuestra naturaleza humana. El apóstol Pablo, en 2 Corintios 4:7 de llamó a sí mismo un vaso de barro. El vaso de barro es el cuerpo que tenemos. El énfasis está en nuestra debilidad y fragilidad. Dice la carta a los Hebreos 4:15, Pues nuestro sumo sacerdote puede compadecerse de nuestras debilidades, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros, sólo que él jamás pecó.
El agua corriente, mencionada en un versículo, es agua viva, recogida de un manantial o de una fuente. Esto nos habla de la Palabra de Dios, y del Espíritu de Dios.
El ritual es tan raro como hermoso. Uno de los pajarillos era sacrificado sobre un recipiente de barro, en el cual estaba el agua fresca. Esto representa a la muerte de Cristo, quien se ofreció por el Espíritu eterno. Dice nuevamente la carta a los Hebreos 9:14, ¡Cuánto más poder tendrá la sangre de Cristo! Pues Cristo, por medio del Espíritu eterno, se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha, y su sangre limpia nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que podamos servir al Dios viviente.
Era esencial tener estos 2 pajarillos para simbolizar el significado de la resurrección. El pajarillo vivo era mojado con la sangre del pajarillo muerto para identificarlo con el pajarillo que había sido sacrificado. Luego el pajarillo vivo era dejado en libertad y se alejaba volando. Cristo fue entregado al sacrificio por nuestra maldad y fue resucitado para nuestra justificación con Dios a fin de darnos la libertad para permanecer firmes en Cristo. La carta a los Gálatas 5:1 dice, Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud. Esto significa no enredarse ni complicarse otra vez con la religiosidad aparente, las normas, el ritualismo y el legalismo. Cristo ocupó nuestro lugar murió nuestra muerte y pagó nuestro castigo. Y resucitó por nosotros. Si el murió por nosotros, es como si nosotros hubiéramos muerto en el sentido que vivimos para El y no para nosotros mismos, como decía San Pablo en 2 Corintios 5:14 y 15 y en un sentido espiritual, fuimos resucitados con El y nos encontramos con El ante la presencia de Dios, como expresa el mismo escritor en Efesios 1:1-6. Por todo ello, el creyente es libre como las aves que vuelan por el cielo, liberado, como ya dijimos, de ataduras de religiosidad, ritualismo y legalismo. Y, paradójicamente, el creyente es ahora un siervo del Señor Jesucristo, sujeto a Su Voluntad y forma de vida. Como dijo El mismo en Juan 14:15, Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos.
Dice el versículo que después "rociará siete veces al que ha de ser purificado de la lepra". Siete es el número de lo completo, lo perfecto y la finalidad. Esta acción solucionaba para siempre la duda de si el paciente había sido purificado o no. En realidad, en el mundo hay 2 clases de personas: los leprosos y los leprosos purificados. Es decir, los pecadores perdidos, y los pecadores perdonados.
El agua fresca y la sangre se reunían en esta ceremonia. El Evangelista Juan en 19:34 y 35, fue lo bastante cuidadoso como para observar que cuando Cristo murió y el soldado hirió Su costado con una lanza, salió de él sangre y agua. Años más tarde, Juan en su primera carta 5:6, repetiría el hecho de que la primera venida de Jesucristo quedaría señalada con agua y sangre.
Los gnósticos del tiempo de Juan enseñaron que Jesucristo no era Dios, pero que Dios vino sobre El en Su bautismo (aquí tenemos el agua) y se apartó de El en la cruz (y aquí tenemos la sangre). Juan insistió que Jesucristo era Dios desde el mismo momento en que se encarnó en la tierra y en que era Dios en la cruz cuando derramó Su sangre. Y dijo en su citada carta 5:8: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres concuerdan. La ceremonia y ofrenda a favor del leproso confirmaban e ilustraban esa gran verdad.
Continuemos leyendo los versículos 8 y 9:
"Luego el que ha de ser purificado lavará su ropa, se rasurará todo el cabello, se bañará en agua y quedará limpio. Después podrá entrar al campamento, pero por siete días permanecerá fuera de su tienda. Y sucederá que en el séptimo día se rasurará todo el cabello: se rasurará la cabeza, la barba y las cejas; todo su cabello. Entonces lavará su ropa y se lavará el cuerpo en agua, y quedará limpio."
Estos detalles también son extraños. La ceremonia y el sacrificio habían concluido denotando que el leproso había sido purificado y aceptado. Pero entonces, antes de regresar a la sociedad, este ritual adicional mostraba que su vieja vida había terminado y que comenzaba una nueva. Las ropas representaban su hábito de vida, su estilo de vida. El afeitarse totalmente el cabello de su cuerpo enfatizaba el cambio radical y revolucionario que había tenido lugar en su vida.
Cuando un creyente viene a Cristo, se va a producir un cambio. El apartarse de una vida centrada en la vieja naturaleza carnal será esencial para una vida coherente delante del mundo. El Señor Jesús, hablando de los suyos, en Mateo 7:16, dijo: Por sus frutos los conoceréis. Esa es la prueba de autenticidad para los suyos.
Nuevamente, los 7 días indicaban un ciclo completo de prueba e inspección. Eran una prueba antes de reintegrarse a la sociedad. Al finalizar ese período, se lavaba todo él. El hijo de Dios necesita una limpieza continua. El Señor les dijo a los suyos, en Juan 15:3, Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Y orando por ellos, dijo en el 17:17, Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad.
Para el creyente, los 7 días, el tiempo completo de la prueba, es el período en que Dios lleva a cabo y completa la peregrinación terrenal de Su iglesia, para presentarla como una iglesia pura, perfecta, como expresa Efesios 5:25-27. Durante ese tiempo el creyente está en el proceso de ser santificado por la obra del Espíritu Santo. Y este aspecto práctico se verá en su crecimiento espiritual diario, en el desarrollo de su fe y en su vida cotidiana. La santidad es para la vida espiritual lo que la salud es para el cuerpo físico. Leamos el versículo 10, que presenta el Tema de
La purificación ceremonial del leproso dentro del campamento
"En el octavo día tomará dos corderos sin defecto, una cordera de un año sin defecto, seis kilos y medio de la mejor harina amasada con aceite como ofrenda de cereal y la tercera parte de un litro de aceite;"
El leproso purificado estaba ya en condiciones de reintegrarse a la congregación del Señor. Pero al hacerlo, debía ocupar su lugar junto a los demás israelitas y presentar la ofrenda que cada miembro de la comunidad traía al Señor. Presentaría 2 corderos, una cordera, harina y aceite. Ello indicaba su plena aceptación del leproso purificado. Leamos ahora los versículos 11 al 20:
"y el sacerdote que lo declare limpio, presentará delante del Señor al hombre que ha de ser purificado, con las ofrendas, a la entrada de la tienda de reunión. Entonces el sacerdote tomará uno de los corderos y lo traerá como ofrenda por la culpa, con el aceite, y los presentará como ofrenda mecida delante del Señor. Enseguida degollará el cordero en el lugar donde degüellan la ofrenda por el pecado y el holocausto, en el lugar del santuario, porque la ofrenda por la culpa, lo mismo que la ofrenda por el pecado, pertenece al sacerdote; es cosa santísima. Entonces el sacerdote tomará de la sangre de la ofrenda por la culpa, y la pondrá el sacerdote sobre el lóbulo de la oreja derecha del que ha de ser purificado, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho. El sacerdote tomará también del aceite, y lo derramará en la palma de su mano izquierda; después el sacerdote mojará el dedo de su mano derecha en el aceite que está en la palma de su mano izquierda, y con el dedo rociará del aceite siete veces delante del Señor. Y de lo que quede del aceite que está en su mano, el sacerdote pondrá un poco sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se ha de purificar, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho, encima de la sangre de la ofrenda por la culpa; y lo que quede del aceite que está en la mano del sacerdote, lo pondrá sobre la cabeza del que ha de ser purificado. Así el sacerdote hará expiación para el perdón de su pecado delante del Señor. Después el sacerdote ofrecerá el sacrificio por el pecado y hará expiación por el que se ha de purificar. Y después, sacrificará el animal que se va a ofrecer en holocausto. Y el sacerdote ofrecerá sobre el altar el holocausto y la ofrenda de cereal. Así obtendrá el sacerdote el perdón de esa persona, y quedará purificada."
El cordero de la ofrenda por la culpa le recordaría al israelita que aun era un pecador necesitado de la purificación de la sangre de Cristo aplicada por el Espíritu Santo a su vida. El otro cordero era para una ofrenda por el pecado, porque el leproso purificado aun tenía su naturaleza pecaminosa. La cordera sacrificada era para un holocausto que presentaba a la persona de Cristo tal como Dios le veía. La harina amasada con aceite hablaba de la ofrenda de cereal que exponía la belleza de la humanidad de Cristo. La sangre colocada en el lóbulo de la oreja derecha indicaba que él podría entonces escuchar la voz del hijo de Dios diciendo: "Tu fe te ha salvado". La sangre en el pulgar derecho indicaba que ya podía servir al Señor con las manos limpias. La sangre en el pulgar de su pie derecho indicaba que el leproso purificado podía entonces caminar o vivir en los caminos de Dios. Y el aceite sobre su cabeza le distinguía como dedicado totalmente a Dios. Y así, todas estas ofrendas hablaban de Cristo, por medio del cual el leproso purificado era aceptado en la presencia de Dios, junto al resto de la comunidad. Sin embargo, estaba allí como un pecador que necesitaba una limpieza constante ante Dios. (En Juan 13:8, Pedro protestó porque el Señor iba a lavarle los pies. Y Jesús le respondió que si no le lavaba, no tendría compañerismo con El como uno de los suyos.)
Los versículos 21 al 32 explican la ofrenda prevista para el caso en que el leproso purificado fuese pobre. El proceso era el mismo que el que se acaba de describir, solo que las 2 tórtolas (o los 2 pichones) ocupaban el lugar de los corderos en las ofrendas por el pecado y el holocausto, y se reducía la cantidad de harina.
Leamos ahora los versículos 33 al 36, que inician el Tema de
La purificación ceremonial de una casa donde hubo lepra
"Habló también el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando entréis en la tierra de Canaán, que os doy en posesión, y ponga yo una plaga de lepra sobre una casa en la tierra de vuestra posesión, el dueño de la casa irá y le avisará al sacerdote: Algo así como la plaga de la lepra ha aparecido en mi casa. El sacerdote entonces ordenará que desocupen la casa antes de que él entre para examinar la plaga, a fin de que nada se contamine en la casa; y después el sacerdote entrará y examinará la casa."
Es difícil explicar a qué tipo de plaga se refería. Quizás se trataba de hongos o de algún tipo de putrefacción en los materiales de la casa. El sacerdote examinaría las manchas, volviendo a inspeccionarlas a los 7 días para ver si la plaga se extendía. La lección es que vivimos en un mundo contaminado por el pecado, en la vieja casa de nuestro cuerpo que, espiritualmente hablando, se ha contaminado con la plaga del pecado. Había 3 fases en la ceremonia de purificación. 1), la casa era abandonada por sus ocupantes y el mobiliario retirado. 2) El sacerdote la inspeccionaba y la cerraba por 7 días, antes de efectuar otro examen. 3) Si entonces encontraba alguna señal de lepra, removía el yeso de la parte afectada y las piedras manchadas. Los procedimientos del diagnóstico, tratamiento y limpieza de casas permanentes eran similares a los que se seguían con personas o prendas, incluyendo los períodos de cuarentena (v. 38). En su tratamiento, las partes infectadas de la casa eran quitadas y reemplazadas (vv. 39 al 42). Si la plaga volviese, la casa entera debía ser destruida (vv. 43 al 45). Pero si el tratamiento tenía éxito, la casa era purificada con el ritual de las 2 aves, similar al que se efectuaba por una persona curada (vv. 48 al 53). Algún día Dios demolerá esta tierra contaminada, la purificará y establecerá una nueva tierra libre de la plaga del pecado.
Finalmente, los versículos 54 al 57, nos hablan sobre
La ley ceremonial para la limpieza de la lepra y problemas cutáneos
"Esta es la ley acerca de toda infección de lepra, o de tiña; y para la ropa o la casa con lepra, para una hinchazón, una erupción o una mancha blanca lustrosa, para enseñar cuándo son impuras y cuándo son limpias. Esta es la ley sobre la lepra."
Aquí vemos un énfasis sobre la aplicación de la citada ley. Observemos que el propósito principal del ritual era enseñar. La gran lección espiritual es que tú y yo padecemos de una lepra espiritual. En nuestro estado de impureza, no seríamos admitidos en el cielo a menos que entrásemos con Jesucristo. Estimado amigo, ¿en qué condición te encuentras? ¿Eres como el leproso que acudió a Jesús y fue limpio, o no?
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