Estudio bíblico de Números 16:41-18:20
Números 16:41-18:20
Continuando nuestro estudio, en este capítulo 16 de Números. Leamos los versículos 41 y 42 de este capítulo 16, que nos relatan
La sexta murmuración
"Al día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: Vosotros habéis dado muerte al pueblo del Señor. Aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y Aarón, miraron hacia el Tabernáculo de reunión y vieron que la nube lo había cubierto, y apareció la gloria del Señor."
Encontramos ahora, que los hijos de Israel todavía se están quejando. Los rebeldes habían sido juzgados y ahora los israelitas, después de darle vueltas al asunto durante toda la noche, les echan la culpa a Moisés y a Aarón. Pero fue muy evidente que Moisés y Aarón no ejecutaron la pena, pues fue Dios mismo quien ejecutó el castigo. Observemos que, una vez más, que después de esta murmuración, la gloria del Señor volvió a aparecer.
Ahora, Dios está listo para juzgar a este pueblo murmurador. Sin embargo, el mismo hombre de quien se quejan, es quien se interpone entre el pueblo y Dios, para impedir que el juicio de Dios descienda sobre ellos. Leamos los versículos 44 al 50:
"y el Señor dijo a Moisés: ¡Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento! Ellos se postraron sobre sus rostros. Y Moisés dijo a Aarón: Toma el incensario, pon en él fuego del altar y échale incienso; vete enseguida adonde está la congregación, y haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Jehová y la mortandad ha comenzado. Aarón tomó el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; la mortandad había comenzado ya en el pueblo. Puso el incienso e hizo expiación por el pueblo. Luego se puso entre los muertos y los vivos, y cesó la mortandad. Los que murieron en aquella mortandad fueron catorce mil setecientos, sin contar los muertos por la rebelión de Coré. Después, cuando la mortandad había cesado, volvió Aarón con Moisés a la puerta del Tabernáculo de reunión."
El hombre contra quien los israelitas se habían rebelado, fue el mismo hombre que les salvó. Se interpuso entre ellos y Dios. Igualmente, el mismo a quien la humanidad llevó a morir en la cruz, Jesucristo, es el que nos salva. El se interpone entre Dios y el pecador.
Ahora, esta actitud de Moisés, que encontramos aquí en estos versículos, la encontramos reflejada también en el Apóstol Pablo. Y él dice en su carta a los Romanos, capítulo 9, versículos 1 al 5: "Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo estar bajo maldición, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley de Moisés, el culto y las promesas. A ellos también pertenecen los patriarcas, de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén." Es decir que, estos dos hombres, Moisés y Pablo, amaban tanto a este pueblo de Israel, que estaban dispuestos a morir ellos mismos, o a ser separados de Cristo, como dice el Apóstol Pablo, si eso fuera posible, por amor a sus hermanos, para que ellos pudieran ser salvos.
Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio del capítulo 16 de Números. Llegamos ahora a
Números 17
Y en este capítulo 17, encontramos que la vara de Aarón, florece. Dios confirma el sacerdocio y establece el hecho de que Aarón es el sumo sacerdote y lo demuestra mediante una resurrección, es decir, de un brote de vida en una naturaleza muerta. Leamos pues, los primeros cinco versículos, de este capítulo 17 de Números, que comienzan a relatarnos cómo
El oficio de Aarón es atestiguado por una resurrección
"Habló el Señor a Moisés y le dijo: Habla a los hijos de Israel, y toma de todos sus príncipes una vara por cada casa paterna: doce varas en total, conforme a las casas de sus padres. Tú escribirás el nombre de cada uno sobre su vara, y sobre la vara de Leví escribirás el nombre de Aarón, pues cada jefe de familia paterna tendrá una vara. Las pondrás en el Tabernáculo de reunión delante del Testimonio, donde yo me manifestaré a vosotros. Florecerá la vara del hombre que yo escoja, y así haré cesar delante de mí las quejas que murmuran los hijos de Israel contra vosotros."
Los hijos de Israel estaban murmurando contra Aarón, diciendo que él no era el único que les podía representar delante de Dios. Fue una rebelión contra él, y por lo tanto Dios, ahora, confirma su sacerdocio, de una manera extraordinaria. Tomaron esas 12 varas del desierto. Cada vara estaba tan muerta como un palo. Pusieron, pues, esas varas delante del Señor. La vara de Aarón estaba allí entre las otras, y es más que seguro, que su vara estaba tan muerta como todas las demás. Pero, ¿qué sucedió? Veamos el versículo 8:
"Y aconteció que al día siguiente fue Moisés al tabernáculo del Testimonio y vio que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, echado flores, arrojado renuevos y producido almendras."
Esta es la vida que procede de la muerte. Por eso decimos que el sacerdocio de Aarón fue confirmado por una resurrección. Esos bastones o varas estaban muertos. La vara de Aarón estaba muerta también. Pero, revivió. Floreció y dio fruto - es decir que, la vida provino de la muerte - o sea, que se produjo una resurrección. Permítanos decirle, amigo oyente, que el reflorecimiento de las plantas que han estado aletargadas durante el invierno, no ilustra que la vida provenga de la muerte. La primavera, no ilustra la resurrección de Cristo. Tampoco la ilustra el polluelo que proviene del huevo, porque ya hay un germen de vida en el huevo. ¡La resurrección es la vida que procede de la muerte! Y la ilustración perfecta de la resurrección de Cristo es la vara que floreció.
Por ello, este incidente halla su cumplimiento en el Señor Jesucristo. El sacerdocio del Señor Jesucristo se apoya en el hecho de Su resurrección. Se nos dice en la carta a los Hebreos, capítulo 8, versículos 4 al 6: que si El estuviese aquí en la tierra, no sería sacerdote. Su resurrección le hizo sacerdote. Quizás podemos leer juntos en la carta a los Hebreos, capítulo 8, versículos 4 al 6. Este pasaje dice: "Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley de Moisés. Ellos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas". Luego nos dice, que no todos los hombres llegan a ser sacerdotes. Una vez más, en Hebreos, capítulo 5, versículo 4, leemos: "Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón". Aarón fue un sacerdote llamado por Dios. La evidencia de su llamado, era esa resurrección de una materia muerta.
El Señor Jesucristo, fue levantado de los muertos y llegó a ser nuestro Sumo Sacerdote. Una vez más, en Hebreos capítulo 7, versículo 24 y 25, leemos: ". . .tiene un sacerdocio inmutable. Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos". En este mismo momento, amigo oyente, El está a la derecha de Dios. Hoy mismo, El está allí intercediendo por usted y por mí. Uno de los privilegios más grandes que tenemos, es el de poder acudir a El. Nos es posible acercarnos a El, y El intercede por nosotros. Una vez más, en Hebreos, capítulo 4, versículos 14 al 16, leemos: "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro".
Amigo oyente, ¿necesita usted misericordia? ¿Necesita ayuda, en este día? ¿Es acaso, monótona su vida, con un perfil bajo, e improductiva? Acuda entonces al Señor Jesucristo. El está allí intercediendo por usted; es su Gran Sumo Sacerdote. ¿Se siente quizá, solo? Acuda a El. ¿Es la vida una batalla que usted está perdiendo? ¿Se siente tal vez, derrotado? Acuda, entonces a El... ¿No puede tal vez, vencer alguna tentación? Acérquese a El. ¿Le parece acaso que la vida es una equivocación terrible que no se puede corregir, y necesita sabiduría porque se encuentra ante una encrucijada, por alguna decisión que tiene que tomar? Vaya a El. ¿Está su vida envuelta en tristeza y dolor? Busque a Jesucristo. El es nuestro Gran Sumo Sacerdote, debido a Su resurrección de los muertos. ¡El está vivo! ¡El está hoy a la derecha de Dios intercediendo por usted y por mí! Leamos ahora los versículos 9 y 10, de este capítulo 17 de Números:
"Entonces sacó Moisés todas las varas de delante del Señor ante todos los hijos de Israel; ellos lo vieron, y tomó cada uno su vara. Y el Señor dijo a Moisés: Vuelve a colocar la vara de Aarón delante del Testimonio, para que se guarde como señal para los hijos rebeldes. Así harás cesar sus quejas delante de mí, para que no mueran."
Como dijimos anteriormente, seguramente estas varas habían sido recogidas en el desierto. Probablemente habían sido talladas, se les habían dado ciertas formas con un cuchillo, y quizá algunas aun estaban adornadas. Lo que es seguro, es que esas varas estaban bien muertas. Ahora, la que cobró vida, fue la vara de Aarón que floreció y produjo almendras, y tuvo que ser guardada como testimonio y recuerdo para las generaciones futuras. Esta vara era una de las tres cosas que se guardaban en el arca del pacto, como dice el escritor a los Hebreos, en el capítulo 9, versículo 4: ". . . y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto".
Permítanos, amigo oyente, poner énfasis una vez más, en el hecho de que tenemos, en este día, un Cristo viviente. El vive siempre para interceder por nosotros. Nos apoyamos en un Cristo que vive desde Su resurrección. Es decir, no nos apoyamos en Su vida terrenal. El hecho es que Su vida impecable en la tierra, pone de manifiesto y condena nuestra vida pecadora. No, sino que nos apoyamos en la vida resucitada de Cristo. El vino hasta la tierra. Se identificó con nosotros y ocupó nuestro lugar en la cruz. Pero, ahora, ha ascendido al cielo, habiendo sido resucitado de los muertos, y hoy está sentado a la derecha de Dios, y allí intercede por nosotros. Eso, amigo oyente, es de la máxima importancia para nosotros mientras vivamos en este mundo.
Y así, pues, concluye nuestro estudio del capítulo 17 de Números. Llegamos, ahora, a
Números 18:1-20
En este capítulo, tenemos la confirmación del sacerdocio. Estamos estudiando una porción del libro de Números, que abarca los capítulos 16 al 19, y en el capítulo 16 vimos la rebelión de Coré y de los 250 príncipes de Israel, contra la autoridad constituida de Moisés y de Aarón. Y vimos como Dios juzgó a esos rebeldes, con un juicio muy severo, porque su rebelión realmente era contra Dios. Luego, hubo repercusiones en todo el campamento y una murmuración del pueblo, porque creían que el juicio había sido demasiado duro. Nos parece escuchar a uno de ellos decir: ". . . después de todo, éstos eran hombres de una personalidad atractiva; eran los líderes de Israel." Pero, estas personas que hablaban así, no tenían realmente ningún discernimiento espiritual y por eso culparon a Moisés. Bueno, Moisés no había sido más culpable de su muerte, que lo que sería Simón Pedro, de la muerte de Ananías y Safira. En realidad, creemos que Moisés mismo estuvo muy sorprendido por lo que sucedió.
Vimos entonces, que descendió una plaga sobre el pueblo, debido a su murmuración. Moisés, entonces, se interpuso entre los vivos y los muertos, convirtiéndose así en su verdadero intercesor. Luego, en el capítulo 17 vimos como Dios dio público testimonio del sacerdocio de Aarón mediante una resurrección, haciendo que la vara de Aarón floreciera y produjera almendras. Ahora, aquí en el capítulo 18, veremos que Dios considera que es necesario confirmar el sacerdocio. Leamos, pues, los primeros dos versículos de este capítulo 18, que comienzan el párrafo en que
Aarón y los levitas son confirmados en su posición y responsabilidad
"El Señor dijo a Aarón: Tú, tus hijos y tu casa paterna cargaréis con el pecado del santuario; y tú y tus hijos cargaréis con el pecado de vuestro sacerdocio. Haz que también tus hermanos se acerquen a ti y se reúnan contigo: la tribu de Leví, la tribu de tu padre, y te servirán. Tú y tus hijos serviréis delante del tabernáculo del Testimonio."
Dios les está diciendo a los levitas, que ellos son responsables de lo que ha ocurrido. Ahora, debemos recordar que Coré era levita. La rebelión, pues, se originó en la tribu de Leví. Dios, entonces les dice que ellos son los responsables.
Y esto es lo que Dios le está diciendo a Aarón. Aarón no puede mirar todo lo que está sucediendo entre los levitas y adoptar una actitud de ser más santo que los demás. Aarón no puede elevarse a sí mismo, para tratar de hacer notar que él es el elegido de Dios, a quien Dios ha escogido para servir como sumo sacerdote. ¡El hombre de Dios debe vivir y actuar con humildad! ¡El hombre de Dios, tiene que asumir su responsabilidad!
En los versículos 3 al 18, de este capítulo 18 de Números, Dios les explica a los levitas, con todo detalle, que ellos están a cargo del tabernáculo, de todos los enseres, del santuario, y del altar. Luego, Dios describe con gran detalle, también, la porción de las ofrendas que pertenecen al sacerdocio. Los sacerdotes debían mantenerse por su porción de las ofrendas y por todos los alimentos de la ofrenda mecida que era dada al sacerdote. La ofrenda mecida no era ofrecida como holocausto, sino entregada a los sacerdotes. Leamos entonces, el versículo 19 de este capítulo 18 de Números:
"Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas que los hijos de Israel presenten al Señor, las he dado para ti, tus hijos y tus hijas por estatuto perpetuo. Un pacto de sal perpetuo es este delante del Señor para ti y tu descendencia."
Así era como se sellaba un pacto en aquel entonces. La sal se consideraba como ingrediente necesario del alimento diario, y se utilizaba en los sacrificios presentados al Señor. Por lo tanto, se formó una relación muy íntima entre la sal y el hacer un pacto. Un pacto de sal se convirtió en un pacto de obligación permanente. Los árabes, hoy en día, todavía entienden que al participar de la hospitalidad, el haber comido algo con sal, asegura una amistad. "Hay sal entre nosotros," es una expresión que significa que ahora, hay amistad entre nosotros. Continuemos, pues con el versículo 20:
"El Señor dijo a Aarón: De la tierra de ellos no tendrás heredad ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel."
Aarón no tendría porción alguna de la tierra prometida. No tendría granjas, ni viñedos que atender, ni olivares que proteger. Dios mismo sería su herencia. Trasladando esa situación de los antiguos sacerdotes a nuestras circunstancias actuales, creemos que los creyentes deben hacerse cargo del mantenimiento económico de sus pastores o líderes espirituales, que les proporcionan alimento, consuelo y apoyo espirituales. Las personas que han recibido un llamado de Dios para dedicar todo su tiempo a estas tareas, no debieran verse obligadas a dedicar parte de su tiempo a trabajos seculares ni a preocupaciones administrativas para mantenerse a sí mismas y a sus familias. Las tremendas necesidades actuales de los responsables del ministerio pastoral, que ocasionan por sí mismas un gran desgaste emocional y espiritual a causa de la situación de los individuos y sus familias, requieren una dedicación absoluta. Si sus necesidades básicas no son cubiertas por la comunidad, la labor de esos responsables espirituales se resiente notablemente.
Por otra parte, el que decide depender del Señor, para su sostén diario, y también a la luz de la Palabra de Dios, debe vivir constantemente una experiencia de fe, que le lleva a depender de Dios, sabiendo que El provee lo necesario en el momento oportuno, lo cual es una vivencia enriquecedora. El salmista David, dijo en el Salmo 16, versículo 5: "El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú aseguras mi suerte". Es maravilloso, amigo oyente, tener a Dios como herencia, y tenerlo como aquel que provee para satisfacer todas nuestras necesidades, sabiendo que podemos acudir a El en cualquier momento.
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