Estudio bíblico de Juan 19:17-20:2
Juan 19:17-20:2
Terminábamos nuestro programa anterior considerando la muerte de Jesús desde el punto de vista de Dios, del Señor Jesucristo, de los creyentes, de Satanás y del mundo. Y dijimos que desde el punto de vista del mundo, la cruz fue solo un asesinato cruel, porque solo ven a Jesús nazareno como hombre que sufrió una gran injusticia. Pero vamos a recordar lo que Pedro predicó en Hechos, el capítulo 3, "Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diera un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios resucitó de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos."
Por tanto, le llevaron para ser crucificado. Comencemos nuestra lectura de hoy con los versículos 17 y 18 de este capítulo 19 de Juan:
"Él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio."
Juan no nos dio una descripción minuciosa de la crucifixión. Hizo mención del lugar y dio muy pocos detalles. Algunos investigadores, nunca satisfechos con la identificación del lugar de las murallas de la ciudad que se señala como Gólgota, se decidieron a favor de una formación rocosa parecida a una calavera, fuera de las murallas de la ciudad, y creemos que ese es el verdadero lugar del Gólgota.
Por el Antiguo Testamento, usted recordará que las ofrendas por el pecado eran llevadas y quemadas fuera del campamento, o sea, fuera del recinto sagrado a un lugar limpio (Levítico 4:12), para que no contaminaran más al pueblo, ya que el pecado del pueblo había sido traspasado simbólicamente a tales ofrendas. Así como el Señor Jesús cumplió la profecía tocante a Él, también cumplió las figuras que en el Antiguo testamento señalaban a Su Persona y Su Obra. Nuestra ofrenda por el pecado, el Señor Jesucristo, fue llevado fuera de la ciudad de Jerusalén El escritor a los Hebreos puso énfasis en el hecho de que nuestro Señor "padeció fuera de la puerta" (Hebreos 13:12), es decir, fuera de la puerta y de las murallas de la ciudad. Continuemos leyendo el versículo 19 de este capítulo 19 de Juan:
"Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: Jesús Nazareno, Rey de los judíos."
Usted habrá notado que no hemos hecho ningún esfuerzo por armonizar los otros evangelios con el Evangelio de Juan. Cada evangelio es diferente y está escrito con un propósito específico. Es necesario unir los cuatro Evangelios para encontrar el título completo que pusieron en la cruz. Continuemos leyendo los versículos 20 al 22:
"Muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos, sino: Éste dijo: Soy rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito."
Fue escrito en hebreo, el lenguaje de la religión; en griego, el lenguaje de la cultura y la educación. Y también fue escrito en latín, el lenguaje de la ley y el orden. Así, fue escrito para que todo el mundo viera que murió por todos. Éste es el evangelio que ha de ser predicado al mundo. Y ésta es la única esperanza del mundo. Continuemos con los versículos 23 y 24 de este capítulo 19 de Juan:
"Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados."
Observemos la frase "Cuando hubieron crucificado a Jesús". Ningún escritor de los Evangelios describió la muerte de Cristo. Hay cosas en cuanto a la cruz y la crucifixión que nos están vedadas. Fue como si Dios hubiera hecho descender un velo sobre muchos de los detalles. Las tinieblas cubrieron la tierra para que los hombres no pudieran ver. En primer lugar, Dios no nos daría los detalles morbosos, simplemente para satisfacer nuestra curiosidad. En segundo lugar, allí se realizó una transacción por los pecados del mundo, que va más allá de nuestra comprensión. Lo único que podemos hacer es aceptar por fe, el perdón que se nos concede mediante la muerte de Cristo en la cruz. Estimado oyente, ésa es la única manera en que usted y nosotros penetraremos en aquellas tinieblas.
Al parecer, Su ropa era de campesino, pero buena, pues seguramente alguien se la había preparado. Y los soldados echaron suertes sobre ella al pie de la cruz. Estos romanos no lo sabían, pero estaban cumpliendo las Escrituras, concretamente el Salmo 22:18, que dice. "Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes". Leamos ahora los versículos 25 al 27 de este capítulo 19 de Juan:
"Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa."
Jesús llamó a María "Mujer", así como la había llamado en las bodas de Caná, incidente relatado en Juan 2. Su hora había llegado. Debía morir, pero resucitaría. Sería glorificado. Su relación con ella se cortaría, y para ella, igual que para nosotros, Él sería el Cristo glorificado. Su resurrección aclararía el honor y la dignidad de ella para siempre; es decir, que su reputación quedaría reivindicada. Pero tendría que venir a Cristo por la fe, así como todos los demás creyentes. Y mientras Él moría por los pecados del mundo, no la abandonaría. Sabemos que María oraría con los discípulos en el aposento alto, después de Su resurrección, según el relato de Los Hechos 1:14, y después de eso ella desaparecería de la escena. Mientras viviera, Juan la tendría en su casa y la cuidaría, así como el Señor le pidió que hiciera. Continuemos con la lectura de los versículos 28 al 30 de este capítulo 19 de Juan:
"Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliera: ¡Tengo sed! Había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja y, poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu."
Juan destacó cuidadosamente que la Escritura se estaba cumpliendo. Hay algunos capítulos en el Antiguo Testamento que tienen que ver especialmente con la crucifixión. Podemos mencionar aquí el Salmo 22, Génesis 22, Isaías 53, y Levítico 16. Hubo 28 profecías que se cumplieron mientras Él colgaba en la cruz. La frase "Tengo Sed" fue el cumplimiento del Salmo 69:21. Y en cuanto a las palabras "Consumado es", o "Todo está cumplido", ¿Qué fue consumado? ¿Qué se había cumplido? La redención suya y la de cada uno de nosotros, fue consumada. En Su informe al Padre en Juan 17:4, El había dicho: ". . .he acabado la obra que me diste que hiciese". Por eso dijo: "Consumado es". Y dicen los versículos 31 al 37:
"Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, a fin de que los cuerpos no quedaran en la cruz el sábado (pues aquel sábado era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas y fueran quitados de allí. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas al primero y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Pero cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis, pues estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron."
La primera profecía que Juan mencionó, se cumplió. Decía: "El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado" (Salmo 34:20). La segunda profecía todavía tiene que cumplirse, ". . .Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito" (Zacarías12:10). ¡Había sido traspasado! Esa parte ya se había cumplido. Pero Zacarías dijo que Él vendrá de nuevo, y que cuando venga, mirarán a Él a quien traspasaron, y llorarán. Comenzaremos ahora el párrafo titulado
Su sepultura en la tumba de José
Estamos tratando con los hechos, los grandes hechos históricos del evangelio. ¿Qué es el evangelio? Pablo nos lo explicó en 1 Corintios 15:3 y 4, "Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras". Éstos son los hechos centrales del evangelio. Nuestra salvación se basa en nuestra relación con aquellos hechos y con la persona de Jesucristo. ¿Confía usted en Él? ¿Confía en lo que Él hizo por usted cuando murió en la cruz? ¿Cree que murió una muerte vicaria, substitutiva y redentora por usted? Leamos los versículos 38 al 40 de este capítulo 19 de Juan:
"Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiera llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces fue y se llevó el cuerpo de Jesús. Vino también Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como treinta kilos. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según la costumbre judía de sepultar."
Los dos hombres que tocaron el cuerpo de Jesús eran hombres eminentes. José de Arimatea era rico, y Nicodemo era príncipe de los judíos, el que había venido a Jesús de noche. Los dos eran discípulos secretos y ahora, por primera vez se identificaron abiertamente. Por lo tanto, no debiéramos ser críticos por la actitud anterior de estos dos hombres. Se habían quedado en un segundo plano, pero ahora que los discípulos del Señor se habían dispersado como ovejas y permanecían escondidos, estos dos se presentaron públicamente.
Como los hijos de Israel habían vivido en Egipto, algunos creen que ellos fueron los que perfeccionaron el método de embalsamamiento de los egipcios. El hijo de Dios, el creyente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, siempre ha creído que el cuerpo resucitará. "Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. . .se siembra en debilidad, resucitará en poder" (1 Corintios 15:42,43). Será un cuerpo glorificado. Por esa razón, el hijo de Dios el creyente, ha tenido siempre una reverencia y un cuidado especial con el cuerpo.
Así es que en aquella época preparaban el cuerpo frotándolo con perfume de mirra y áloes y después lo envolvían con cintas de lienzos. De esta manera, el cuerpo quedaba cerrado herméticamente, manteniendo el aire fuera. Comenzaban con un dedo y los envolvían todos de esa forma, luego la mano, el brazo y todo el cuerpo. En otras palabras, envolvieron el cuerpo del Señor Jesús como una momia. Ahora, Juan hizo mención especial de que envolvieron el cuerpo en los lienzos, usando las especias, porque este era un detalle muy importante para él. Usted recordará que por la mañana del día de resurrección, cuando Juan llegó al sepulcro, vio los lienzos allí sin el cuerpo, y entonces comprendió que había tenido lugar la resurrección y creyó. Leamos los versículos finales de este capítulo 19, el 41 y el 42:
"En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no se había puesto a nadie. Allí, pues, por causa de la preparación de la Pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús."
Tuvieron que apresurarse debido a la llegada de la pascua y, aparentemente no pudieron terminar por completo el proceso de embalsamamiento. Esto explicaría por qué las mujeres trajeron más especias e hicieron planes para ocuparse del cuerpo del Señor después del día de la fiesta. Este detalle nos lleva al capítulo siguiente, el
Juan 20:1-2
Este es el capítulo de la resurrección, tal como ésta se encuentra registrada en el evangelio de Juan. La resurrección de Jesucristo es el mismo corazón de la fe cristiana. Es tan importante que alguien ha dicho que "nunca podríamos dar demasiada importancia a la muerte de Cristo, pero sí podríamos restar importancia a la resurrección de Cristo". Esto es lo que sucede en la actualidad, reflejado en los libros de teología, en la música cristiana y en los sermones, que dedican extensas secciones a la muerte de Cristo. Con demasiada frecuencia la resurrección de Cristo se celebra solamente en Semana Santa. Por ello enfatizamos que los sermones en el Nuevo Testamento, comenzando con en el día de Pentecostés, tenían como Tema principal la resurrección de Jesucristo. Leamos ahora el versículo 1 de este capítulo 20, que inicia el párrafo dedicado a
La resurrección de Jesús
"El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro, y vio quitada la piedra del sepulcro."
"El primer día de la semana", es decir el domingo. ¿Cuándo se cambió el día de reposo de sábado a domingo? Cuando Jesucristo resucitó de los muertos. Estuvo muerto durante el sábado. Resucitó el domingo. De allí en adelante, los creyentes se han estado reuniendo en el primer día de la semana.
El sábado pertenece a la vieja creación. Después de que Dios creó todo, reposó el sábado. Ahora, hemos llegado a la nueva creación en Cristo Jesús. Y el día de Pentecostés fue el domingo, el primer día de la semana. Es interesante que Juan, el último de los escritores del evangelio, puso énfasis en que fue el primer día de la semana cuando Jesús resucitó de los muertos.
María Magdalena era la mujer de quien Jesús había echado siete demonios. Llegó a la tumba antes que las otras mujeres. Algunos estudiosos de la Biblia creen que ella era la mujer pecadora que secó los pies de Jesús con sus cabellos. Ésta es una conjetura que no se puede comprobar. Creemos que ella era una persona con una gran personalidad, que quedó eternamente agradecida al Señor por haberla sanado. Cuando vio que el cuerpo de Jesús no estaba allí en el sepulcro, inmediatamente corrió para contárselo a Juan y a Pedro. Leamos el versículo 2 de este capítulo 20:
"Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel a quien amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto."
El discípulo al que amaba Jesús era Juan. Y éste siempre se refirió a sí mismo de esa manera, antes que por su nombre. Cualquiera de los discípulos, excepto Judas Iscariote, podría haber utilizado este título para sí mismo. Y si usted, estimado oyente, es un creyente, puede apropiárselo también. Judas 21 dice: "...conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna". Consérvese en el amor de Dios porque usted sabe que Él le ama. Usted no puede evitar que Él le ame. Es maravilloso adoptar para uno mismo, la posición que asumió Juan, "El discípulo, a quien amaba Jesús."
En este incidente hallamos juntos a Simón Pedro y a Juan. Aparentemente, Juan había reanudado su trato con él. Nos preguntamos si algunos de los otros discípulos, cuando oyeron de la negación de Pedro, le excluyeron de su círculo íntimo. Pero, gracias a Dios que Juan le acompañó en un momento en que Pedro necesitaba desesperadamente que alguien le tratara como un amigo. Juan, que fue llamado el hijo del trueno, había llegado a ser el apóstol del amor. ¡Qué cambio tan maravilloso fue operado en su carácter!
María Magdalena no esperaba la resurrección. Ella pensaba que habían robado el cuerpo del Señor. Resulta interesante observar que las autoridades religiosas acusarían más tarde a los discípulos de robar el cuerpo del Señor, y que el primer pensamiento de María fue que las autoridades religiosas habían robado el cuerpo del Señor. Creemos que los dirigentes religiosos habrían dado cualquier cosa por presentar el cuerpo de Jesús en aquel primer domingo.
Como veremos en nuestro próximo programa, Simón Pedro y Juan tampoco esperaban la resurrección. Probablemente habrán pensado que María no observó bien la escena en la oscuridad. Porque como ella vio la piedra quitada, se asustó y corrió. O quizás creyeron que ella había ido a otra tumba. Por tanto, se precipitaron a ir al cementerio. ¡Qué frágil fue la memoria de aquellos dos hombres! ¡Qué lejanas y olvidadas estaban aquellas palabras que el Señor les había dicho en Juan 14:19! "Porque yo vivo, vosotros también viviréis."
Estimado oyente, en estos tiempos en que predomina el escepticismo ante todo lo sobrenatural, lo que carece de una explicación natural porque escapa a la razón humana, ¿qué piensa usted sobre la resurrección de Jesucristo, hecho fundamental de la fe cristiana? ¿Podría usted, por la fe, hacer suya la afirmación de que Jesucristo resucitó y que, por lo tanto, vive hoy? Con la autoridad de las Sagradas Escrituras podemos asegurarle que si usted cree en el Señor Jesucristo como Su Salvador, Él mismo se encargará de demostrarle que vive, que está dispuesto a transformar su vida, y que puede darle la vida eterna.
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