Estudio bíblico de Deuteronomio 25:17-28:15
Deuteronomio 25:17 - 28:15
En Éxodo 17 tenemos el relato del ataque de Amalec sobre los israelitas, cuando ellos salieron de Egipto. Y les atacaron una vez más cuando llegaron a Cades-barnea. Los amalecitas eran nómadas en ese desierto. Leamos en primer lugar los versículos 17 al 19 de este capítulo 25 de Deuteronomio:
"Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios. Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides."
Israel había sido atacado por Amalec en Refidim. Ésa fue la batalla en la cual Moisés estaba en la cumbre del collado, y Aarón y Hur sostenían sus brazos alzados en oración a Dios. Cuando Moisés alzaba su mano, Josué y el ejército de Israel triunfaba. Pero cuando él bajaba su mano, se imponía Amalec. Por fin ganaron una victoria sobre Amalec. En aquel tiempo Dios dijo algo muy interesante. "Borraré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo."
Ya hemos mencionado que Amalec representa la naturaleza física viciada que hemos heredado de Adán. Y Dios tiene la intención de librarse de esa naturaleza controlada por las pasiones. La vieja naturaleza no puede entrar en el cielo. Usted y yo estimado oyente, tenemos una vieja naturaleza que nunca puede ser obediente a Dios. Sin duda, usted sabe que tiene esa vieja naturaleza que nunca puede ser obediente a Dios. Trataremos este asunto mas a fondo, cuando lleguemos a la carta del apóstol Pablo a los Romanos. Pero Amalec es una ilustración de dicha naturaleza caída. Mientras que estamos en esta vida, nunca acabaremos con ella.
El Señor también hizo la siguiente declaración. Leemos en Éxodo 17:16: ". . . y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono del Señor, el Señor tendrá guerra con Amalec de generación en generación". Vimos ya en el capítulo anterior que no debemos despreciar a la naturaleza antigua. No podemos vencerla siendo ascetas, ni tratando de abatirla, ni siendo religiosos o píos. Eso no lograría nada. Lo que necesitamos estimado oyente, es reconocer que hay una lucha que tiene lugar en cada uno de nosotros. Es una lucha entre el Espíritu y la naturaleza física. El apóstol Pablo dijo escribiendo a los Gálatas 5:17: "Porque los malos deseos están en contra del Espíritu, y el Espíritu está en contra de los malos deseos; el uno está en contra de los otros y por eso no podéis hacer lo que quisierais". No podemos pues vencer a esa naturaleza mediante la lucha. La única manera en que podemos vencerla es sometiéndonos al Espíritu de Dios. Sólo el Espíritu de Dios puede producir los frutos o resultados de la obra del Espíritu en nuestras vidas. El Señor dice que borraría del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Y damos gracias a Dios que algún día, Él tiene la intención de acabar con esa vieja naturaleza algún día, representada simbólicamente por Amalec.
Y así finalizamos nuestra consideración del capítulo 25 de Deuteronomio. Pasamos ahora a
Deuteronomio 26
En este capítulo 26, encontramos "las primicias o primeros frutos de la tierra y la acción de gracias". Reconociendo que todos los productos de la tierra provenían de Dios y como expresión de su agradecimiento por la bondad divina, los israelitas le trajeron una parte de los frutos que maduraron primero, como una ofrenda a Dios. Leamos los primeros cuatro versículos de este capítulo 26 de Deuteronomio:
"Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que Jehová tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que Jehová tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre. Y te presentarás al sacerdote que hubiere en aquellos días, y le dirás: Declaro hoy a Jehová tu Dios, que he entrado en la tierra que juró Jehová a nuestros padres que nos daría. Y el sacerdote tomará la canasta de tu mano, y la pondrá delante del altar de Jehová tu Dios."
Al presentar su ofrenda de los primeros frutos al Señor, Moisés pasó revista a la historia de la acción de Dios a favor del pueblo al liberarles de la opresión en Egipto y conducirles a la tierra prometida. Leamos el versículo 5:
"Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa"
Observemos aquí un detalle. Moisés se acercó a Dios primero con una actitud de confesión. El israelita confesaría su identidad diciendo: Un arameo a punto de perecer fue mi padre. ¿Cuál era la nacionalidad de Abraham? ¿Era acaso israelita? No. En realidad no era israelita. ¿E Isaac? Bueno, él tampoco era israelita. ¿Y Jacob? Técnicamente, Jacob no era un israelita. (Fue él cuyo nombre sería cambiado por el de Israel.) Bueno, todos los del grupo que descendió a Egipto, eran sirios. (Salieron del otro lado del río. Por eso les llamaron hebreos. Hebreos significa que vinieron del otro lado.) Abraham era pues sirio o arameo de nacionalidad, como dice aquí. No era más israelita que ismaelita, ya que ambos pueblos descendieron de él. Fue el padre de muchas naciones. (Por tanto, Moisés podía decir que su padre era sirio, o arameo como dice el versículo. Una familia; solamente unos pocos, descendieron a Egipto. Y allí llegaron a ser una nación grande.) Después de que Moisés les contó su historia, les dijo que cuando el Señor les trajera a la tierra prometida, entonces deberían hacer una ofrenda a Dios. Ahora, el versículo 10:
"Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová. Y lo dejarás delante de Jehová tu Dios, y adorarás delante de Jehová tu Dios."
Para el israelita sería pues un tiempo de expresar su gratitud a Dios. Ahora, la segunda parte del capítulo trata sobre la declaración de obediencia a Dios. Leamos los versículos 12 y 13:
"Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán. Y dirás delante de Jehová tu Dios: He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos."
Si Israel guardase Sus mandamientos, Dios prometió hacer de ellos Su pueblo y colocarles en un lugar especial entre todas las naciones de la tierra. Y pasamos ahora a
Deuteronomio 27
Llegamos así a una de las secciones más fundamentales del libro de Deuteronomio. Éste es el tercer discurso de Moisés. Pertenece a la sección mayor del libro que sigue a continuación, que tiene que ver con el futuro en la tierra. Ésta es la tercera sección principal del libro, y se extiende desde el capítulo 27 hasta el capítulo 30. Se relaciona con la nación de Israel y el futuro de la tierra prometida. En esta sección encontramos el llamado Pacto Palestino que Dios hizo con Israel.
Hemos llamado a los capítulos 28 al 30 de Deuteronomio, la historia de Israel en la tierra prometida escrita antes de que entraran en la tierra. La sección de Deuteronomio que comprende el capítulo 29 y se extiende hasta el 30:10 es el Pacto Palestino.
Al empezar esta nueva sección, diremos algunas palabras en cuanto a un pacto. Esta palabra ya ha aparecido varias veces. Hay diferentes clases de pactos. Encontramos que los hombres hacen pactos entre sí. Pactos de esta naturaleza se mencionan en la Biblia. Luego tenemos naciones firmando pactos entre sí y algunos de ellos se mencionan también en la Biblia. Después tenemos los pactos que Dios hizo con Su pueblo y con toda la humanidad, citados en el Antiguo Testamento. Ya hemos estudiado el pacto hecho con Adán, el pacto hecho con Noé, el pacto hecho con Abraham y el pacto hecho con Moisés. Estamos ahora en la parte de la Biblia que habla del Pacto Palestino.
Los pactos que Dios hace se dividen en dos clasificaciones diferentes: condicionales e incondicionales. Podríamos llamarlos pactos eternos y pactos provisionales o temporales. El pacto eterno es un pacto permanente y es incondicional. El pacto temporal es un pacto condicional. Es importante distinguir entre los dos.
El pacto que Dios hizo con Abraham fue un pacto incondicional. El pacto que Dios hizo con Moisés, los Diez Mandamientos, fue un pacto condicional. Dice en Éxodo 19:5: "Ahora, pues, si dais oído a mi voz, y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro...". El Pacto Palestino que hallamos en los capítulos que estamos por estudiar, es un pacto incondicional.
Este pacto tiene que ver con el futuro de Israel. Ya hemos visto que los israelitas se encontraban entonces en al lado oriental del río Jordán. Estaban preparándose para entrar en la tierra. Ahora, ésta era la nueva generación. La vieja generación, como ya vimos, había muerto en el desierto. El mismo Moisés no entraría en esa tierra. Veremos que este libro termina con una oración de bendición de Moisés. Él moriría, pero el pueblo entraría en la tierra prometida bajo un nuevo líder. Ahora, esta sección particular es profética y se relaciona con el futuro de los israelitas en la tierra a la cual estaban por entrar. Hallamos aquí algunas de las profecías más extraordinarias de toda la Palabra de Dios. Leamos los versículos 1 al 3 de este capítulo 27 de Deuteronomio.
"Ordenó Moisés, con los ancianos de Israel, al pueblo, diciendo: Guardaréis todos los mandamientos que yo os prescribo hoy. Y el día que pases el Jordán a la tierra que Jehová tu Dios te da, levantarás piedras grandes, y las revocarás con cal; y escribirás en ellas todas las palabras de esta ley, cuando hayas pasado para entrar en la tierra que Jehová tu Dios te da, tierra que fluye leche y miel, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho."
Se les mandó que cuando cruzasen el río, llegasen a la tierra prometida, y escribiesen los Diez Mandamientos en piedras grandes que serían como monumentos, expuestos ante la vista de todos para recordarles la ley. La posesión de la tierra y su morada allí, serían determinadas por su obediencia a Dios. Ése fue un convenio condicional. Pero la tierra les sería dada sin condición alguna. Dios había entregado esa tierra a Israel, y ése era un pacto incondicional. Dios traería nuevamente a Israel a esa tierra. Y es importante que veamos esto. Continuemos leyendo los versículos 4 hasta el 8 de este capítulo 27 de Deuteronomio:
"Cuando, pues, hayas pasado el Jordán, levantarás estas piedras que yo os mando hoy, en el monte Ebal, y las revocarás con cal; y edificarás allí un altar a Jehová tu Dios, altar de piedras; no alzarás sobre ellas instrumento de hierro. De piedras enteras edificarás el altar de Jehová tu Dios, y ofrecerás sobre él holocausto a Jehová tu Dios; y sacrificarás ofrendas de paz, y comerás allí, y te alegrarás delante de Jehová tu Dios. Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta ley."
La ley de Dios debía ser colocada en un lugar prominente. En realidad, debía ser expuesta ante ellos dondequiera que fuesen, incluso en las puertas de sus casas. Debían vivir en obediencia completa a Dios. Leamos ahora los versículos 9 hasta el 12:
"Y Moisés, con los sacerdotes levitas, habló a todo Israel, diciendo: Guarda silencio y escucha, oh Israel; hoy has venido a ser pueblo de Jehová tu Dios. Oirás, pues, la voz de Jehová tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos, que yo te ordeno hoy. Y mandó Moisés al pueblo en aquel día, diciendo: Cuando hayas pasado el Jordán, éstos estarán sobre el monte Gerizim para bendecir al pueblo: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín."
Cuando entraran en la tierra prometida, la bendición del pueblo debía ser pronunciada desde el monte Gerizim. Y Moisés designó a las tribus que pronunciarían la bendición. Ahora leamos el versículo 13 de este capítulo 27 de Deuteronomio:
"Y éstos estarán sobre el monte Ebal para pronunciar la maldición: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí."
Las tribus que debían pronunciar las maldiciones tenían que estar en el monte Ebal. Estos montes estaban situados en la región donde, de acuerdo con el Evangelio de Juan, la mujer samaritana vendría al pozo, en los tiempos de la vida de Jesús. Ese pozo aun se encuentra en ese lugar. Las bendiciones pues, se pronunciaron desde el monte de Gerizim y las maldiciones desde el monte Ebal.
Ahora, se presenta una lista de las maldiciones. Después de entrar en la tierra prometida, la posesión de esa tierra por parte de ellos, dependía de una condición: Podríamos compararlos con inquilinos que tenían que pagar un alquiler. Dios era el dueño de la tierra, y el alquiler sería la obediencia a Dios. Sin embargo, eran más que inquilinos porque Dios les había dado esa tierra como una posesión eterna. Ahora bien, cuando una generación no obedeciera a Dios, esa generación sería expulsada de la tierra, aunque la tierra continuase siendo suya como una heredad eterna. Es por eso que esa porción de tierra, ha sido y es el sitio más sensible en esa parte del mundo. Se da ahora una lista de doce maldiciones y no vamos a entrar en detalles porque se explican por sí mismas. Sólo vamos a leer algunos versículos. Primeramente el versículo 15 de este capítulo 27 de Deuteronomio:
"Maldito el hombre que hiciere escultura o imagen de fundición, abominación a Jehová, obra de mano de artífice, y la pusiere en oculto. Y todo el pueblo responderá y dirá: Amén."
Esta maldición se relaciona con los Diez Mandamientos, concretamente con los dos primeros. Y dice el versículo 16:
"Maldito el que deshonrare a su padre o a su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén."
Aquí se hace referencia al quinto de los Diez Mandamientos. Finalmente, leamos el versículo 26:
"Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas. Y dirá todo el pueblo: Amén."
Si usted lee todos los versículos de este capítulo verá que todos tratan el tema de quebrantar los Diez Mandamientos. Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 27 de Deuteronomio. Pasamos ahora a
Deuteronomio 28:1-15
En este capítulo se continúa hablando del futuro de Israel. Moisés pronunció la parte condicional del pacto. Las bendiciones en esa tierra estarían determinadas por la obediencia de los israelitas a Dios. Su desobediencia traería las maldiciones, que son expresadas aquí.
Luego tenemos uno de los más notables pasajes de la Escritura, que presenta anticipadamente la historia de este pueblo en la tierra, incluso antes de que entrasen en ella. Están las profecías de cuando serían desposeídos de la tierra, que han sido cumplidas en su totalidad. Y hay tres profecías de su restauración: dos de ellas ya se han cumplido. Y el tercer retorno de Israel a la tierra es aun futuro. Comencemos leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 28 de Deuteronomio:
"Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios."
Ésta es una parte condicional del pacto. Sólo serían bendecidos si obedecían a Dios. Continuemos leyendo los versículos 3 hasta el 6 de este capítulo 28 de Deuteronomio:
"Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir."
Al leer esto, quizá a usted le llame la atención el hecho de que se pronuncian doce maldiciones, pero, solamente hay seis bendiciones. Ahora, si usted quiere saber por qué es así, se lo diremos cuando lleguemos a las demás bendiciones. En el Nuevo Testamento veremos que nuestro Señor se situó en un monte y pronunció lo que conocemos como el Sermón del Monte. Ahora, ¿Cómo comenzó Él ese sermón? Usted recordará que en el evangelio de Mateo 5:3, dijo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Luego tenemos las otras bienaventuranzas que siguen. Nuestro Señor empezó Su Sermón así, de esa manera, porque de esa manera captaría la atención del israelita culto, quien escucharía hablar sobre las bendiciones que les vendrían después de una historia prolongada de altibajos, a veces favorable, a veces adversa. Ya habían conocido el cautiverio en dos ocasiones, y habían sido traídos de vuelta a la tierra prometida. Pero todavía les esperaba experimentar otro cautiverio que les dispersaría por todo el mundo.
Existía la promesa de una bendición si le obedecían. Pasemos ahora al los versículos 13 y 14:
"Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas, y si no te apartares de todas las palabras que yo te mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos y servirles."
Leamos también el versículo 15, para introducirnos al tema de que
La desobediencia traería el castigo
"Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán."
Nuevamente vemos que esto era condicional, sujeto a la actitud de obediencia que ellos deberían adoptar ante Dios. Como nuestro tiempo ha llegado a su fin, continuaremos considerando este capítulo 28 de Deuteronomio en nuestro próximo programa. Y veremos la historia de Israel en la tierra prometida escrita anticipadamente, antes de su entrada, o sea, profetizada. Sólo nos queda una breve reflexión después de haber leído tanto sobre la obediencia que Dios requiere de los seres humanos. Él es el creador y sabe que nuestro propio bien presente y futuro depende de que haya una relación de armonía con Él. Y Él ha provisto a los seres humanos el camino para llegar a Su misma presencia, al enviar a Jesucristo a morir por nosotros. Cuando una persona acepta por la fe esa obra de salvación, inicia una relación con Dios, recibe el perdón y la vida eterna y comienza a disfrutar de un proceso de transformación y de compañerismo con el Creador. De esta manera el paso transitorio por este mundo, disfrutando ya de las bendiciones que Él envía sobre Sus hijos, se convierte en un anticipo de la vida que se prolonga más allá de esta vida, es decir, de la vida eterna.
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