Estudio bíblico de Hechos 14:8-15:2
Hechos 14:8-15:2
Continuamos hoy estudiando el capítulo 14 de los Hechos de los Apóstoles. Y consideraremos hoy los eventos en Listra. Leamos los versículos 8 al 10 de este capítulo 14:
"Cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Éste oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: ¡Levántate derecho sobre tus pies! Él saltó y anduvo."
Pablo y Bernabé tenían los dones del apóstol, es decir dones con señales milagrosas. Entraron en estos lugares sin tener en la mano el Nuevo Testamento con el mensaje del evangelio. Entonces ¿cuáles serían sus credenciales? ¿Cómo podrían probar que su mensaje provenía de Dios? Los dones de señales milagrosas acreditarían su mensaje. Hoy tenemos a nuestra disposición la totalidad de la Palabra de Dios, con todo lo que ella tiene que decir a los seres humanos ¡Ah, si sólo pudiéramos lograr que todos prestaran atención a su mensaje!
Los hombres en Listra fijaron su mirada en Pablo y a Bernabé. Leamos el versículo 11, de Hechos 12:
"Entonces la gente, al ver lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: ¡Dioses con la semejanza de hombres han descendido a nosotros!."
El hombre tuvo una verdadera fe para ser sanado. Y cuando Pablo le dijo que se levantara derecho, poniéndose derecho sobre sus pies, saltó y anduvo. Los otros hombres de esta región eran paganos. Cuando vieron lo que había hecho Pablo, empezaron a dar voces exclamando que los dioses habían bajado hasta ellos en la forma de hombres. Sus ojos estaban puestos sobre Pablo y Bernabé. En realidad, estaban muy emocionados. Continuemos con los versículos 12 y 13 de este capítulo 14 de los Hechos:
"A Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra. El sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios."
Ahora, vemos que Pablo era el líder del conjunto, el portavoz principal. Y los habitantes de esta región quisieron hacerles dioses. Trajeron guirnaldas y sacrificios y estaban listos a adorarles. Todo esto nos demuestra que eran muy volubles. Pero, ¿no nos recuerda esto algo? En todo el mundo pasa lo mismo hoy en día: veneran hoy a un deportista famoso o a una estrella de cine, y mañana a un político o un cantante famoso. Pero con el transcurso del tiempo, surgen otros personajes y los antes venerados van cayendo en el olvido. Bien, continuemos con los versículos 14 al 16 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas y se lanzaron entre la multitud, gritando y diciendo: ¿Por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay. En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos"
Pablo y Bernabé no solo están asombrados y admirados de que estos hombres les quisieran adorar, sino que se quedan completamente escandalizados. Se lanzaron entonces en medio de ellos para decirles que eran seres humanos y no dioses. Recordemos que el apóstol Pedro también tuvo que decirle lo mismo a Cornelio, cuando éste se postró para adorarle. Es que tenemos que comprender que estos hombres eran paganos.
Continuemos ahora con los versículos 17 y 18, pero leamos una vez más el 16:
"En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones. Pero aun diciendo estas cosas, difícilmente lograban impedir que la multitud les ofreciera sacrificio."
Aquí vemos que Pablo y Bernabé estaban intentando dirigir la atención de estas personas hacia el Dios vivo, hacia el Creador. Quisieron apartarles de sus ídolos paganos y de la mitología de los griegos. Pero observemos lo que ocurrió aquí en el versículo 19:
"Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la multitud; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto."
¡Cuán asombroso fue esto! ¡Qué hombres tan volubles! Un día estaban dispuestos a adorar a Pablo y a Bernabé como dioses, y al día siguiente apedrearon a Pablo.
Pues bien, estos hombres apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad creyendo que había muerto. ¿Estaba realmente muerto? Creemos que Pablo en realidad murió. Pablo mismo escribió sobre su experiencia en esta ocasión en su segunda carta a los Corintios, capítulo 12, versículos 2 al 4 donde dijo: "Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar". Ahora, ¿Quién fue ese hombre? Creemos que fue Pablo mismo. Y continuó diciendo en ese mismo pasaje, en el versículo 7: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca". No creemos que la multitud le dejara allí solo medio muerto. Creemos que lo dejó por muerto. Y creemos que Dios entonces, lo levantó de los muertos.
¿Por qué habrá Dios permitido que le apedrearan? Ahora, en su carta a los Gálatas, capítulo 6, versículo 7, el apóstol Pablo dijo: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Y Pablo segó lo que había sembrado. Él había ordenado o permitido el apedreamiento de Esteban. Ahora, quizá alguien ponga objeción diciendo que ahora Pablo era un hombre convertido. Pero, todavía es cierto, estimado oyente, que segaremos lo que hayamos sembrado. Ésta es tanto una ley de la naturaleza como una ley que opera en nuestras vidas. Saulo participó en el apedreamiento de Esteban y, años después, lo mismo le sucedió a él. Leamos ahora el versículo 20 de este capítulo 14 de los Hechos:
"Pero estando rodeado por los discípulos, se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe."
Ahora, esto fue verdaderamente milagroso. Un hombre que había sido apedreado, brutalmente herido y normalmente sufriría graves fracturas de huesos y su cuerpo estaría desfigurado. Éste fue un auténtico milagro, hubiera sido resucitado de los muertos o no. Leamos ahora los versículos 21 y 22 de los Hechos 14:
"Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que permanecieran en la fe y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios."
Si usted está siguiendo este viaje en su mapa, verá que Derbe era un punto importante del viaje. Era el final del recorrido. En este lugar iniciaron el regreso y volvieron sobre sus pasos pasando nuevamente por Listra, Iconio y Antioquia. Ahora, el versículo 23 dice:
"Constituyeron ancianos en cada iglesia y, después de orar y de ayunar, los encomendaron al Señor en quien habían creído."
Si volvemos nuevamente nuestra mirada al mapa, veremos que pasaron por Pisidia y Panfilia, y predicaron nuevamente en Perge. Luego fueron a Atalia y desde ese puerto navegaron hasta Antioquía. Y los versículos finales de este capítulo 14 de los Hechos, los versículos 26 al 28 dicen:
"De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido. Al llegar, reunieron a la iglesia y les refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos."
En otras palabras, cuando Pablo y Bernabé regresaron a Antioquía, presentan allí un informe sobre su viaje y sobre el avance de la obra, porque ésta era la misma Iglesia que les había enviado. Y en su informe revelaron que Dios había abierto la puerta del evangelio a los no judíos. Cuando el Evangelio comenzó a extenderse, las Iglesias habían estado integradas exclusivamente por los judíos. Luego, llegaron a estar parcialmente integradas parcialmente por no judíos. Y a partir de esos días, el Evangelio, de modo definitivo, se dirigió a los no judíos. Ahora, las Iglesias que estaban en Asia Menor estaban integradas totalmente por no judíos. Y aunque debe haber habido algunos judíos en esas iglesias, parece que en la mayoría de los lugares los judíos rechazaron el Evangelio, mientras que los no judíos lo recibían.
Y ahora, se presentó un gran problema en la Iglesia. Aparecieron los judaizantes, quienes insistieron en que los no judíos debieran estar bajo la ley. Más tarde, veremos que Pablo tuvo que escribir una epístola a los creyentes en Galacia, precisamente porque estos judaizantes habían ido a su país. Pero, como veremos en el capítulo siguiente, primero fue necesario tener un gran concilio en Jerusalén para tratar este asunto. Aquel concilio sería sumamente importante; pues, su decisión influiría en la vida cristiana aun en nuestros días. Leeremos acerca de esta decisión en el próximo capítulo. Llegamos entonces a
Hechos 15:1-2
El tema de este capítulo es el Concilio en Jerusalén. El primer viaje misionero de Pablo y de Bernabé ya había terminado. Habían viajado a través de la provincia de Galacia y las iglesias que establecieron allí estaban formadas mayormente por no judíos. Pero ahora veremos que la iglesia se enfrentó con su primera gran crisis.
En Judea, muchos de los creyentes judíos habían sido Fariseos o sacerdotes, que no tenían ninguna intención de renunciar al sistema legal de Moisés. Ellos creían que los no judíos debían integrarse en la iglesia a través del sistema mosaico, que incluían la asistencia al templo, el guardar el día del reposo, los ayunos, ciertos votos, etc. En realidad, creían que los no judíos no estaban salvados hasta que fueran circuncidados. Luego creían que un creyente no judío, también debía guardar la ley mosaica y seguirla. .
Así fue que las noticias sobre esta controversia llegaron hasta la iglesia de Jerusalén. Allí, los apóstoles tuvieron que enfrentar esta cuestión. ¿Qué rumbo debía seguir la iglesia? Por lo tanto se convocó un concilio de la iglesia para resolver el problema. Ahora, es interesante recordar que a través de toda su historia, la iglesia ha convocado grandes concilios para resolver ciertos problemas fundamentales, tales como la validez e infalibilidad de las Sagradas Escrituras. Otro concilio tomó una decisión con respecto a la Deidad de Cristo y el hecho de que Él fue tanto Dios como hombre. Y ha habido otros concilios importantes cuando se han presentado ciertas diferencias en la iglesia. Si se realizase otro concilio en nuestra generación, tememos que nunca se podía llegar a un acuerdo. Porque hay demasiadas iglesias hoy que niegan la verdad bíblica en cuanto a la persona de Jesucristo. Un concilio que no se pueda reunir alrededor de la persona de Jesucristo no sería realmente un concilio de la iglesia, porque la persona del Señor Jesucristo, debe ser el centro mismo de la iglesia. El punto o la cuestión principal, no son los ritos, la membresía, o las ceremonias. El tema central, es el de la relación personal de cada creyente con Jesucristo.
Lamentablemente las personas que se han alejado personal y espiritualmente de Cristo y que no gozan de un compañerismo con Él, son las que más quieren discutir en cuanto a los ritos. Jesucristo debe ocupar el centro mismo de nuestras vidas y de nuestra atención. La cuestión no consiste solamente en asistir a la iglesia los domingos, cantar y participar visiblemente de la adoración en la iglesia y, a partir del día siguiente, comenzar a vivir alejado del Señor Jesús. El Señor debe ser una parte integral de nuestra vida diaria, de todas las situaciones de la vida, de nuestros pensamientos e ilusiones, de nuestras tensiones y de nuestras ansiedades.
Enfoquemos ahora nuestra atención en este concilio en Jerusalén. Vemos que fue un grupo sobresaliente el que se reunió allí, convocado para considerar este tema importante: la Ley frente a la Gracia de Dios, o la Ley frente a la Libertad cristiana. Leamos el primer versículo de este capítulo 15 de los Hechos, que aborda ya
La cuestión de la circuncisión
"Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés no podéis ser salvos"
Aquí estaba el punto crucial del asunto. No se trataba simplemente de si uno debía ser circuncidado o no; ni si uno debía comer carne o no. La cuestión que aquí se trataba era la siguiente: ¿debía uno hacer alguna de estas cosas para ser salvo? Ahora, seguiremos y entraremos con más profundidad en este problema. Leamos el versículo 2 de este capítulo 15 de Hechos:
"Pablo y Bernabé tuvieron una discusión y contienda no pequeña con ellos. Por eso se dispuso que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión."
Nuevamente observamos aquí el uso del diminutivo. Dijo el Dr. Lucas: "Una discusión y contienda no pequeña". Y esto quería decir, que tuvieron una acalorada discusión. Tenemos que darnos cuenta que en realidad era el evangelio lo que estaba en cuestión en este concilio. Es necesario leer la epístola a los Gálatas para recibir una explicación más completa sobre este concilio. Pero ahora, tomaremos nota de que en el Nuevo Testamento, la palabra "evangelio", se usa en dos sentidos. En primer lugar, están los hechos del evangelio. Estos son categóricamente fundamentales y esenciales. El apóstol Pablo presentó estos hechos en los primeros cinco versículos de su primera carta a los Corintios, capítulo 15 y eran los siguientes: la muerte, la sepultura, y la resurrección del Señor Jesucristo. Ése es el evangelio. Dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 1 al 5: "1Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. 3Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5y que apareció a Cefas, y después a los doce."
Estos, estimado oyente, son los hechos del evangelio y todos tienen que ver directamente con la persona de Cristo. Ahora, en los versículos 15 al 17 de este capítulo 15 de la primera carta a los Corintios, dijo el apóstol Pablo:"Y somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos testificado que Dios resucitó a Cristo, al cual no resucitó si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados". Hay que enfrentarse con esta realidad, estimado oyente, si Cristo no resucitó de los muertos, entonces tampoco hay ningún evangelio. Pero gracias a Dios que, como dice el versículo 20, "pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; él es el primer fruto de la cosecha; ha sido el primero en resucitar". Estos, pues, son los hechos del evangelio: la muerte, el entierro y la resurrección de Cristo.
Ahora, el segundo sentido de la palabra evangelio, tiene que ver con la interpretación de los hechos. Esta interpretación constituye la verdad fundamental expuesta en la epístola a los Gálatas. Y esto fue también el aspecto crucial en este primer concilio en Jerusalén. Por eso, el evangelio también depende de este hecho que el apóstol Pablo declaró en su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículo 22, donde leemos:"Pero, según dice la Escritura, todos son prisioneros del pecado, para que quienes creen en Jesucristo puedan recibir lo que Dios ha prometido". Ahora, ¿qué debe hacer uno para ser salvo? Pues, nada más y nada menos que creer. Y otra vez, en la misma carta a los Gálatas, capítulo 2, versículos 15 y 16, dijo el apóstol Pablo:"Nosotros somos judíos de nacimiento, y no pecadores paganos. Sin embargo, sabemos que nadie es reconocido como justo por cumplir lo que manda la ley de Moisés, sino por la fe en Jesucristo. Por eso, también nosotros hemos creído en Jesucristo, para que Dios nos reconozca como justos por medio de la fe en Cristo y no por cumplir la ley. Porque nadie será reconocido como justo por cumplir la ley."
Aquellos judíos convertidos al cristianismo que querían imponer el cumplimiento de la ley, llamados judaizantes, eran diferentes a muchos críticos, quienes hoy niegan los hechos del Evangelio. Los críticos actuales niegan la resurrección física de Cristo. Algunos llegan más lejos y sostienen que Jesús fue solo un mito, y que nunca vivió ni murió. La mayoría, sin embargo, no tratan de forzar la historia hasta tal punto. Sin embargo, sí niegan que Jesús murió por nuestros pecados.
En el siglo primero, los judaizantes no negaron los hechos del Evangelio. Es que simplemente había demasiados testigos. San Pablo dijo que más de quinientas personas vieron en una ocasión al Cristo resucitado. Realmente, si uno trajese quinientos testigos a un tribunal, ganaría el juicio. Y también los apóstoles fueron testigos del Cristo resucitado y estuvieron allí para contarlo. Es evidente entonces, que los hechos del Evangelio no fueron puestos en duda por aquellos judaizantes.
La controversia surgió por la interpretación de los hechos ante las preguntas: ¿Qué hizo Cristo por usted en la cruz? ¿Es la obra de Cristo suficiente para salvarle? ¿Necesita usted cumplir ciertos ritos o alguna otra ordenanza para salvarse? ¿Debe uno pasar por la Ley? Éstas eran las preguntas que se estaban haciendo.
Comenzamos nuestro programa con el relato de la curación de un hombre cojo de nacimiento, que nunca en su vida había podido andar. Recordemos que el apóstol Pablo, con la autoridad y el poder de Dios, le ordenó levantarse. Y el hombre, se levantó y anduvo. Este hecho milagroso e histórico ilustra la condición de postración del ser humano y su imposibilidad total de acercarse a Dios por sus propios medios. Pero Dios se acercó a las personas enviando al Señor Jesucristo a morir por nuestros pecados. Jesucristo no quedó retenido en la tumba por la muerte, sino que resucitó y hoy vive para levantar al ser humano de su miseria espiritual, para salvarle, para dar la vida eterna a todo aquel que crea en Él. Estimado oyente, ésta puede ser hoy su experiencia.
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