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Estudio bíblico de 2 Crónicas 27:1-28:27

2 Crónicas 27:1 - 28:27

Continuando con nuestro estudio en el Segundo Libro de Crónicas, en nuestro programa anterior, estuvimos comentando un aspecto del funeral del rey Uzías. Y se puede decir que, teniendo en cuenta las circunstancias de su enfermedad, y de su relación con Dios, su partida debió dejar una sensación de alivio y paz en sus seres queridos. En realidad, como habíamos dicho, la muerte para un creyente no debe producir ningún temor. El creyente puede exclamar, como el apóstol Pablo en primera de Corintios 15:55, "¿Dónde está, muerte, tu aguijón?" Recuerde también lo que Pablo les dijo a los tesalonicenses; "Tampoco queremos hermanos, que ignoréis acerca de los que mueren, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza".

Ahora, el funeral de Uzías no fue triste. ¿Por qué? Él era un leproso. Él había sido un buen rey y Dios había tenido en cuenta su pecado. El, impulsado por su orgullo, se había entrometido en las funciones del sacerdote, y ésa fue la mancha negra de su vida, ésa fue la naturaleza de su pecado, el engreimiento, la soberbia. El rey trató de presentarse ante Dios a su manera y Dios le juzgó por ello. Así también hoy muchos están tratando de llegar a Dios por medio de sus propios medios humanos, los caminos del hombre, en lugar de hacerlo por el camino que Dios ha establecido. Dios invita hoy a todos a acercarse a Él para establecer una relación con Él. Y el Señor Jesucristo mismo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí".

Y así fue que este rey, al tratar de entrar en la presencia de Dios de esa manera, fue castigado y convertido en un leproso. Y ésa es una enfermedad terrible. Es terrible física y psicológicamente y provoca mucho sufrimiento al enfermo. De modo que, la muerte para él fue algo agradable, en realidad. De una vida en cuarentena, aislado de su corte real y del pueblo, la muerte significó para él una liberación. Y como él pertenecía a Dios, aun cuando había pecado y había sido juzgado por ello, pasó ese mismo día a disfrutar para siempre de la presencia de Dios.

Ahora, hay una gran cantidad de creyentes que nos están escuchando en el día de hoy, que están sin esperanza, y sin esperanza en un cuerpo débil, enfermizo y frágil. Pero un día, al partir de este mundo, serán liberados de sus limitaciones, incapacidades y sufrimientos. Y mientras permanecen aquí en la tierra les anima, les sostiene la esperanza, la expectativa feliz de la resurrección de los muertos, el reencuentro con sus seres queridos creyentes y la manifestación gloriosa del Señor Jesucristo. Y ésa fue la muerte que tuvo este rey Uzías. Y no creemos que Jotam su hijo, haya sentido una tristeza inconsolable en ese día, aunque seguramente amaba a su padre; pero él sabía que éste había sido salvo. Es que "El ir para estar con Cristo es mucho mejor", que cualquier experiencia humana, estimado oyente. Bueno, leamos ahora lo que dicen los primeros dos versículos de este capítulo 27 del Segundo Libro de Crónicas, sobre

El reino de Jotam

"Veinticinco años tenía Jotam cuando comenzó a reinar, y dieciséis años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre era Jerusa, hija de Sadoc. E hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había hecho Uzías, su padre, salvo que no entró en el santuario del Señor. Pero el pueblo continuaba corrompiéndose".

Tenemos que decir que él fue un buen rey. Ya hemos visto tres reyes consecutivos que fueron buenos y esto fue algo un poco fuera de lo común. Y de este rey se dijo algo que fue extraño e interesante: que no fue al templo. Ahora, tenemos algunos antecedentes que explican esta actitud. Su padre había ido al templo de forma indebida, entrometiéndose en el lugar santo y había sido convertido en un leproso. Pero él había ido por el camino equivocado. El rey Jotam hizo lo correcto ante los ojos del Señor, sin embargo, se mantuvo a cierta distancia del templo. Humanamente hablando, uno no puede menos que simpatizar con él, pero desde un punto de vista espiritual, él había dado un mal ejemplo a la nación, y como resultado, dice aquí: "El pueblo continuaba corrompiéndose". Ellos no se volvieron a Dios, no acudieron a Dios. Y aquí tenemos a un hombre, nada menos que el rey, con una tremenda oportunidad para guiar al pueblo de regreso a Dios, pero él tenía un complejo y el recuerdo de su padre leproso le quitó el deseo de entrar al templo.

Hay muchas personas en el día de hoy que mantienen actitudes parecidas. Se apartan de la casa de Dios por diversos motivos como, por ejemplo, prejuicios o a causa del resentimiento por el recuerdo de experiencias con personas que profesaban ser cristianas. Ésta fue la actitud de este rey, por antecedentes hasta cierto punto comprensibles. Este joven rey Jotam, pues, hizo algunas cosas que debemos señalar. Leamos los versículos 3 y 4 de este capítulo 27 del Segundo Libro de Crónicas:

"Fue él quien edificó la puerta mayor de la casa del Señor, y también muchas otras edificaciones sobre el muro de Ofel. Además edificó ciudades en las montañas de Judá, y construyó fortalezas y torres en los bosques".

En esos días la tierra estaba llena de bosques. Hoy las montañas están mayormente despobladas de vegetación. La gente está plantando árboles nuevamente. Pero en aquellos días, esa era una tierra rica en agricultura y ganadería. Este rey, edificó fortalezas, palacios en las montañas entre los árboles. Como podemos ver era un gran constructor. También vemos en la primera parte del versículo 5 que: "También tuvo él guerra con el rey de los hijos de Amón, a los cuales venció". Él también era un buen general, como su padre. Y ahora, el versículo 6 nos dice:

"Así que Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante del Señor, su Dios, es decir, su conducta fue recta delante de Dios".

Este rey, igual que su padre, mantuvo a su nación militarmente fuerte. Leamos los versículos 8 y 9:

"Cuando comenzó a reinar tenía veinticinco años, y dieciséis años reinó en Jerusalén. Durmió Jotam con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Acaz".

Ahora, aquí tenemos a un joven, a quien se le dedicó un solo capítulo para hablar de su reinado. Pero un complejo, o un prejuicio, impidió que llegara a ser un gran rey, y que hiciera grandes cosas para Dios. Ahora, llegamos a

2 Crónicas 28 - El reinado de Acaz

Ya sabíamos que, tarde o temprano, Judá tendría un mal rey y éste fue el caso con este rey. En este momento, el reino del norte, o de Israel, se encontraba a punto de entrar en el cautiverio; y el reino del sur, o de Judá, se encontraba en un nivel espiritual muy bajo por los pecados de Acaz, como pronto comprobaremos. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 28, del Segundo Libro de Crónicas:

"Veinte años tenía Acaz cuando comenzó a reinar, y dieciséis años reinó en Jerusalén: pero no hizo lo recto ante los ojos del Señor, a diferencia de su padre David. Antes anduvo en los caminos de los reyes de Israel, y además hizo imágenes fundidas a los baales".

O sea, que fue un mal rey porque siguió los pasos de los reyes de Israel, lo cual implicaba una mala conducta en todos los aspectos. Como acabamos de leer, el rey David fue la norma humana con la cual estos reyes fueron comparados y este rey, se distanció mucho de aquel modelo. En consecuencia, comenzamos a vislumbrar el triste futuro del reino del sur. El reino del norte sería llevado cautivo por los asirios. Dios daría muchas advertencias al reino del sur pero ellos, serían llevados igualmente más tarde en cautiverio por Babilonia. Y dice el versículo 3:

"Quemó también incienso en el valle de los hijos de Hinom, e hizo pasar a sus hijos por fuego, conforme a las prácticas infames de las naciones que el Señor había arrojado de la presencia de los hijos de Israel".

Esto significa que hizo quemar a sus hijos en sacrificio en un altar que era calentado al rojo vivo para realizar sacrificios humanos. Y añade el versículo 4:

"Asimismo sacrificó y quemó incienso en los lugares altos, en los collados y debajo de todo árbol frondoso".

Acaz, pues, se entregó completamente a la idolatría y también arrastró al reino del sur a la idolatría. Continuemos leyendo el versículo 5, que nos habla de

La invasión llevada a cabo por Siria e Israel

"Por lo cual el Señor, su Dios, lo entregó en manos del rey de los sirios, los cuales lo derrotaron, y le tomaron gran número de prisioneros que llevaron a Damasco. Fue también entregado en manos del rey de Israel, el cual le causó una gran mortandad".

Vemos, pues aquí, que todo sucedió como si Dios hubiera abierto las puertas de Su nación para permitir que el enemigo entrara por ellas. Siria llegó y, por primera vez, se abrió una brecha en las defensas del reino del sur. Muchos fueron apresados y lo más triste fue que el reino del norte se unió a Siria en llevar a cabo este ataque y, en consecuencia vemos que muchos de los cautivos tomados al reino del sur o de Judá, realmente se convirtieron en prisioneros del reino del norte o de Israel. Prosigamos ahora, leyendo el versículo 6, de este capítulo 28 del Segundo Libro de Crónicas:

"Y Peka hijo de Remalías mató en Judá en un día a ciento veinte mil hombres valientes, por cuanto habían abandonado al Señor, el Dios de sus padres.

Aquí vemos que Dios expuso claramente las razones de esta derrota del reino de Judá. Continúan diciendo los versículos 7 y 8:

"Asimismo Zicri, hombre poderoso de Efraín, mató a Maasías, hijo del rey, a Azricam, su mayordomo, y a Elcana, segundo después del rey. También los hijos de Israel tomaron cautivos de sus hermanos a doscientos mil, entre mujeres, muchachos y muchachas, además de haber tomado de ellos mucho botín que llevaron a Samaria".

Ésta fue una situación grave y triste para el reino del sur. Dios permitió que eso ocurriera por causa del pecado de Acaz, y porque el pueblo también se había entregado a la idolatría de una manera total, abandonando su relación con Dios. Entonces Dios envió un profeta para hablar al reino de Israel debido a la extrema crueldad que habían mostrado para con sus hermanos. Leamos los versículos 9 y 10:

"Había entonces allí un profeta del Señor que se llamaba Obed, el cual salió delante del ejército cuando entraba en Samaria y les dijo: el Señor, el Dios de vuestros padres, por el enojo contra Judá, los ha entregado en vuestras manos; y vosotros los habéis matado con tal ira que ha llegado hasta el cielo. Y ahora habéis determinado sujetar a vosotros a Judá y a Jerusalén como siervos y siervas; pero ¿no habéis pecado vosotros contra el Señor, vuestro Dios?"

Recordemos que Dios, en realidad, había prohibido expresamente, en Levítico 25:39 y 40, que ellos colocaran a sus propios hermanos de raza bajo la esclavitud. Continuemos con los versículos 11 y 12:

"Oídme, pues, ahora, y devolved a los cautivos que habéis tomado de vuestros hermanos; porque el Señor está airado contra vosotros. Entonces se levantaron algunos hombres de los principales de los hijos de Efraín, Azarías hijo de Johanán, Berequías hijo de Mesilemot, Ezequías hijo de Salum, y Amasa hijo de Hadlai, contra los que venían de la guerra".

Se mencionan varios nombres, pero lo que vemos es que un grupo de líderes del reino del norte se opusieron a que se esclavizara a sus hermanos del reino del sur. Sigamos adelante ahora con los versículos 13 hasta el 15, de este capítulo 28 del Segundo Libro de Crónicas: Y les dijeron: No traigáis aquí a los cautivos, porque el pecado contra el Señor estará sobre nosotros. Vosotros tratáis de añadir sobre nuestros pecados y sobre nuestras culpas, siendo muy grande nuestro delito, y el ardor de la ira contra Israel. Entonces el ejército dejó los cautivos y el botín delante de los príncipes y de toda la multitud. Y se levantaron los hombres nombrados, tomaron a los cautivos, y del botín vistieron a los que de ellos estaban desnudos; los vistieron, los calzaron, les dieron de comer y de beber, los ungieron y condujeron en asnos a todos los débiles, y los llevaron hasta Jericó, ciudad de las palmeras, cerca de sus hermanos; y ellos volvieron a Samaria".

Y así, los citados jefes pudieron asegurar la liberación de los prisioneros y el retorno a sus hogares. Esta situación dramática nos muestra la lamentable y desesperada situación en que se encontraba el reino del sur en aquel momento de su historia. Si no hubiera sido por la intervención de Dios, ellos habrían dejado de existir como nación. Y esta derrota les debilitó considerablemente, dejándoles en una condición vulnerable para resistir una próxima invasión. Así que lo que tenemos en el resto de este capítulo es lo que leemos los versículos 16 al 18, que nos describen

La invasion de Edom y de los filisteos

"En aquel tiempo envió el rey Acaz a pedir ayuda a los reyes de Asiria. Porque también los edomitas habían venido y atacado a los de Judá, y habían llevado cautivos. Asimismo los filisteos se habían extendido por las ciudades de la llanura y del Neguev de Judá, y habían tomado Bet-semes, Ajalón, Gederot, Soco, Timna y Gimzo, con sus respectivas aldeas; y habitaban en ellas".

Como podemos ver, cuando Dios retiró Su protección fue como si se abrieran las compuertas de un dique para producir una inundación y entonces, el enemigo pudo invadir con la mayor facilidad. Esta guerra fue, por supuesto, el resultado del pecado. Es que las guerras son la consecuencia directa del pecado. En el Nuevo Testamento, el apóstol Santiago formuló en su carta, (4:1 y 2) una pregunta y ofreció la respuesta a la misma: "¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis y ardéis de envidia y nada podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís". Y, estimado oyente, mientras haya pecado en el corazón del hombre, él no puede tener paz; no puede tener ninguna clase de paz, la paz con Dios, la paz en su propio corazón y la paz con su prójimo. Para alcanzar la paz, primero debe arreglarse esta cuestión del pecado. En aquel período de la historia, el pecado de aquel pueblo le impedía alcanzar la paz.

El rey Acaz, cometió otra gran equivocación. En lugar de volverse hacia Dios, recurrió a Asiria para obtener protección. Leamos los versículos 20 y 21:

"También vino contra él Tiglat-pileser, rey de los asirios, quien lo sitió en vez de ayudarlo. Aunque Acaz despojó la casa del Señor, la casa real y las casas de los príncipes, y lo dio todo al rey de los asirios, éste no lo ayudó".

Aquí vemos que el rey Acaz depositó su confianza en el rey de Asiria. Le envió un generoso regalo procedente de las riquezas del templo y del palacio. El rey de Asiria lo aceptó, pero nunca le envió ayuda al rey Acaz. Es que no tenía por qué hacerlo; era un rey poderoso y, por el contrario, el pobre rey Acaz, era un rey demasiado débil. Así que Acaz se apartó de Dios y confió en Asiria, y Asiria le abandonó, no respetando el acuerdo que había entre ellos. En realidad, las naciones hoy no tienen mayores garantías que los tratados que han firmado vayan a ser respetados. ¿Por qué? La razón es simple. Mientras los seres humanos sean pecadores, es decir, que estén controlados por la maldad, alejados de Dios, mentirán con la mayor naturalidad y, por lo tanto, serán indignos de confianza. La Biblia nos aconseja no depositar nuestra confianza en el hombre. Es que debemos depositar nuestra confianza en Dios. Leamos a continuación los versículos 22 y 23 de este capítulo 28 de 2 Crónicas.

"Además el rey Acaz, en el tiempo que aquél lo apuraba, añadió mayor pecado contra el Señor; porque ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, y dijo: Puesto que los dioses de los reyes de Siria les ayudan, yo también ofreceré sacrificios a ellos para que me ayuden. Pero éstos fueron la causa de su ruina y la de todo Israel".

Y así fue como, después de haber destrozado los utensilios del templo del Señor y cerrado sus puertas, construyó altares dedicados a los dioses paganos por todo Jerusalén, y en todas las ciudades del reino de Judá, esperando que esos dioses falsos le ayudaran. Y concluye el versículo 27 diciendo:

"Durmió Acaz con sus padres y lo sepultaron en la ciudad de Jerusalén, pero no lo metieron en los sepulcros de los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Ezequías".

Y así terminó este reinado tan triste y trágico de Acaz. Pero teniendo en cuenta su rebelión y abandono de Dios, y la forma en que adoptó totalmente la idolatría y costumbres paganas, no nos sorprende la ruina que él sufrió y a la que arrastró a su pueblo. Y estas condiciones que se repiten en las vidas de estos reyes cuyas vidas estamos considerando, son las mismas que las personas de nuestro tiempo están soportando a causa de la maldad humana en todas las órdenes. En el ámbito individual, en el familiar y en el social. Se trata de un callejón sórdido, sin salida y que conduce a una sola dirección: La destrucción, la desolación, en las vidas de las personas, en la quiebra de la unidad familiar, y en el deterioro de la convivencia social. Sólo una intervención de Dios en el corazón humano puede remediar esta situación. Sólo una enorme fuerza que no sea humana, puede transformar al corazón humano y la vida misma en esta tierra, proyectándola hacia la vida eterna. Sólo existe una fuerza de esas características en todo el universo y es el poder de Dios. Por eso, estimado oyente, le invitamos a recibir al Señor Jesucristo por la fe, le invitamos a someterse a la acción del Espíritu de Dios para que efectúe esa transformación en su vida. Recuerde usted, las palabras del apóstol Pablo en Romanos 1:16, donde dijo: "No me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree".

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