Estudio bíblico de 2 Crónicas 25:15-26:23
2 Crónicas 25:15 - 26:23
Continuamos hoy estudiando el capítulo 25 del Segundo Libro de Crónicas. Y en nuestro programa anterior, vimos cómo Amasías había reunido a Judá y había organizado las familias y les había puesto jefes de millares y de centenas. O sea que, se estaba preparando para la guerra. También dijimos que había tomado a sueldo un ejército procedente del reino de Israel. Luego, vimos que, un varón de Dios vino y le dijo que no incluyera en sus fuerzas al ejército de Israel, porque el Señor no estaba con Israel ni con todos los hijos de Efraín, porque si luchaba con esos aliados, Dios entonces le haría caer delante de sus enemigos, porque en Dios, le dijo, está el poder, para ayudar o para derribar. Amasías, debía pues, confiar en Dios.
Él tenía el ejemplo de lo que sucedió en el pasado con los reyes Josafat y Asa. Sin embargo, vimos que Amasías preguntó al varón de Dios, "¿qué, pues, se hará de los mil trescientos kilos de plata que he dado al ejército de Israel? Y el varón de Dios respondió: El Señor puede darte mucho más que esto". Luego, vimos que Amasías apartó de su ejército a la gente que había venido a él de Efraín, para que se fueran a sus casas y ellos, claro se enojaron mucho contra Judá y se retiraron. Amasías entonces se armó de valor y llevó a su ejército al valle de la Sal y mató a diez mil hombres de Seir.
Ese lugar queda situado, dijimos, al lado del Mar Muerto. Luego, más adelante vimos que volviendo Amasías de la matanza de los edomitas, trajo también con él los dioses de los hijos de Seir y los puso ante sí por dioses y los adoró y les quemó incienso. Fue verdaderamente sorprendente que este hombre llegara a hacer algo así. Pero, revela, estimado oyente, la maldad y tendencia a la idolatría que existe en el corazón humano. Continuemos hoy, leyendo los versículos 15 y 16 de este capítulo 25 del Segundo Libro de Crónicas:
"Por esto se encendió la ira del Señor contra Amasías, y le envió un profeta que le dijo: ¿Por qué has buscado los dioses de una nación que no han podido librar a su pueblo de tus manos? Mientras el profeta hablaba estas cosas, él lo interrumpió: ¿Acaso te han nombrado consejero del rey? Déjate de eso. ¿O es que quieres que te maten? El profeta concluyó diciendo: Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque has hecho esto y no obedeciste mi consejo".
Vemos ahora, que nuevamente comenzó una guerra civil. Sigamos avanzando, ahora con el versículo 17:
"Pero Amasías, rey de Judá, después de tomar consejo, envió a decir a Joás hijo de Joacaz hijo de Jehú, rey de Israel: Ven y veámonos cara a cara".
Él estaba desafiando a Israel a salir a la guerra. Y el rey Joás, le respondió con una parábola. Leamos los versículos 18 y 19:
"Entonces Joás, rey de Israel, envió a decir a Amasías, rey de Judá: El cardo que estaba en el Líbano le mandó a decir al cedro que estaba en el Líbano: Da tu hija a mi hijo por mujer. Pero las fieras que estaban en el Líbano pasaron y pisotearon el cardo. Tú dices: He derrotado a Edom. Por eso se enaltece y gloría tu corazón. Pero mejor quédate ahora en tu casa. ¿Para qué provocas un mal en que puedas caer tú y Judá contigo?"
En otras palabras, le estaba desafiando de forma insultante, diciéndole que si se quedaba en casa ocupándose de sus propios asuntos, no sufriría ningún daño. Y continúa el versículo 20, diciendo:
"Pero Amasías no quiso oír; pues era la voluntad de Dios entregarlos en manos de sus enemigos, por cuanto habían buscado a los dioses de Edom".
Vemos que Amasías no quiso oír y Dios le juzgó. Leamos los versículos 23 y 24:
"Joás, rey de Israel, apresó en Bet-semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás hijo de Joacaz, y lo llevó a Jerusalén, en cuyo muro hizo una brecha desde la puerta de Efraín hasta la puerta del Ángulo, un tramo de cuatrocientos codos. Asimismo tomó todo el oro y la plata, y todos los utensilios que se hallaron en la casa de Dios en casa de Obed-edom, los tesoros de la casa del rey y los hijos de los nobles como rehenes; después volvió a Samaria".
Ésta fue una victoria fácil para Israel y un cumplimiento para la advertencia que le había hecho el profeta, al decirle "Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque has hecho esto y no obedeciste mi consejo". Leamos ahora los versículos 27 y 28:
"Desde el tiempo en que Amasías se apartó del Señor, empezaron a conspirar contra él en Jerusalén; y habiendo huido a Laquis, lo persiguieron hasta esa ciudad y allá lo mataron; lo trajeron en caballos y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de Judá".
Llegamos a
2 Crónicas 26
Que comienza con un párrafo titulado
El reino de Uzías
Entonces, el hijo de Amasías, Uzías, accedió al trono siendo aún un adolescente. Leamos los versículos 1 al 3:
"Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Uzías, el cual tenía dieciséis años de edad, y lo pusieron por rey en lugar de Amasías, su padre. Uzías reconstruyó a Elot y la restituyó a Judá después que el rey Amasías durmió con sus padres. De dieciséis años era Uzías cuando comenzó a reinar, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre era Jecolías, de Jerusalén".
Uzías fue un buen rey pero no fue un rey sobresaliente. No hubo una renovación durante su reinado. Por cierto, fue durante este período, que el profeta Isaías comenzó su ministerio. Él fue encomendado a su obra, a la muerte de Uzías, como el mismo Isaías dijo en el primer versículo del capítulo 6 de su profecía: "En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y el borde de su manto llenaba el templo". Ahora, volviendo al libro de Crónicas y como ya hemos visto, el reino del norte o de Israel, no tuvo ningún buen rey. Ya hemos dicho que en el reino del sur, o de Judá, hubo algunos reyes buenos, de los cuales 5, pudieron ser considerados como excepcionales porque durante su reinado se produjeron reformas y una renovación. En el reino de Uzías no se produjo una renovación, pero él fue un buen rey.
Leamos ahora los versículos 4 y 5, de este capítulo 26 de 2 Crónicas:
"Él hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había hecho Amasías, su padre. Persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, el cual era entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó al Señor, él le prosperó".
Leamos ahora el versículo 6, para considerar
Los éxitos de Uzías
"Salió y peleó contra los filisteos, derribó los muros de Gat, de Jabnia, y de Asdod; edificó ciudades en Asdod y en la tierra de los filisteos".
Debemos recordar que Gat era uno de los lugares más fortificados que tenían los filisteos. Si uno visita la ciudad de Asdod en el día de hoy, podrá notar que es una ciudad de una gran actividad comercial. En la actualidad, sus habitantes han construido un puerto. En la antigüedad los barcos llegaban a la ciudad de Cesarea, pero nunca podían llegar hasta Asdod. Ahora, como ya hemos dicho, se ha construido un hermoso puerto en ese lugar y creemos que está recibiendo en la actualidad la mayoría de la mercancía que entra y sale de Israel. También es el lugar donde llegan los oleoductos de las refinerías de petróleo que están por el Mar Rojo. El petróleo se carga a bordo de buques tanques y trasladado a otros lugares. Se está edificando por todas partes. Ésta fue, pues, la zona que tomó bajo su control el rey Uzías, que era territorio filisteo. Pero esto no fue todo. Leamos ahora, los versículos 8 hasta el 10, de este capítulo 26, del Segundo Libro de Crónicas:
"Dieron los amonitas presentes a Uzías y se divulgó su fama hasta la frontera de Egipto; porque se había hecho altamente poderoso. Edificó también Uzías torres en Jerusalén, junto a la puerta del ángulo, junto a la puerta del valle y junto a las esquinas; y las fortificó. Asimismo edificó torres en el desierto y abrió muchas cisternas; porque tuvo muchos ganados, así en la Sefela como en las vegas, y viñas y labranzas, así en los montes como en los llanos fértiles; porque era amigo de la agricultura".
El rey Uzías fue en realidad un gobernante muy destacado, y a quién le gustaban la agricultura y la ganadería. Esa zona, desde Asdod hasta Ascalón y hasta Gat, hasta llegar a Beerseba, es una tierra de pastores muy rica. Es en el día de hoy un lugar muy bueno para la cría de ganado y de ovejas, y eso fue lo que el rey hizo. Luego, yendo hacia el Carmelo, uno llega al valle de Esdraelón, y esa es una zona muy fértil, de árboles frutales y viñedos. Este rey también se dedicó a estas actividades. Se nos dice aquí que "era amigo de la agricultura". Veamos ahora, los versículos 11 al 13:
"Tuvo también Uzías un ejército de guerreros, los cuales salían a la guerra en divisiones, de acuerdo con la lista hecha bajo la dirección de Jeiel, el escriba, de Maasías, el gobernador, y de Hananías, uno de los jefes del rey. El número total de los jefes de familia, valientes y esforzados, era de dos mil seiscientos. Y bajo las órdenes de éstos estaba el ejército de guerra, de trescientos siete mil quinientos guerreros poderosos y fuertes, para ayudar al rey contra los enemigos".
Aquí vemos que el reino del sur o de Judá, en aquella época, era fuerte militarmente. Y vemos también los versículos 14 y 15:
"Uzías preparó para todo el ejército escudos, lanzas, yelmos, corazas, arcos y hondas para tirar piedras. E hizo en Jerusalén máquinas inventadas por ingenieros, para que estuvieran en las torres y en los baluartes, para arrojar flechas y grandes piedras. Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso".
En la antigüedad, en las guerras de entonces, había cierta clase de artefactos por medio de los cuales se podían lanzar rocas. Ellos también podían instalar arcos y lanzar flechas sin tener que utilizar la fuerza de un hombre. Y podían construir arcos de gran tamaño que arrojaban flechas a una gran distancia. Es interesante observar que este rey Uzías fue el responsable de la utilización de estos métodos y armas de guerra, como lo detalla el versículo 15.
Ahora el rey Uzías, tal como hemos visto en todos los reyes, incluso en los reyes buenos, tenía su punto débil. Tanto en las vidas de los grandes reyes, como de los menos notables, cada uno tuvo su área débil, su talón de Aquiles. Así sucede hoy también con todos los seres humanos. Indiferentemente de quienes sean, cada uno de ellos tiene un punto débil y vulnerable.
Pasamos ahora a considerar un nuevo párrafo, que podríamos titular
La debilidad de Uzías
Con frecuencia, el éxito es lo peor que nos puede suceder a cualquiera de nosotros, porque entonces nos controla el orgullo. Y fue precisamente el orgullo la causa de la caída de este rey. Leamos el versículo 16:
"Pero cuando se hizo fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra el Señor, su Dios, entrando en el templo del Señor para quemar incienso sobre el altar del incienso".
Así fue que entró en el templo del Señor para quemar incienso en el altar del incienso. ¿Acaso eso no estaba bien? No. Por parte de él, estuvo muy mal. ¿Por qué? Bueno, leamos los versículos 17 y 18:
"Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes del Señor, hombres valientes, que se opusieron al rey Uzías y le dijeron: No te corresponde a ti, rey Uzías, el quemar incienso al Señor, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has pecado, y tú no tienes derecho a la gloria que viene del Señor Dios".
En otras palabras, los sacerdotes podían resistir al rey, ya que el rey estaba usurpando la función del sacerdote y haciendo lo que estaba estrictamente prohibido, excepto a los hijos de Aarón. Y en lo que concierne al incienso, sólo los sacerdotes de la línea de Aarón, estaban autorizados para ministrar en el lugar santo, donde se encontraban el altar del incienso y el candelero de oro. Aarón mismo había tenido a su cargo el candelero de oro, y eso llegó a ser el privilegio del sumo sacerdote desde ese día en adelante. Notemos ahora lo que le sucedió a este hombre. Leamos el versículo 19:
"Entonces Uzías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira contra los sacerdotes. En ese momento le brotó lepra en la frente, delante de los sacerdotes en la casa del Señor, junto al altar del incienso".
Éste fue un juicio directo de Dios sobre el rey Uzías. Continuemos leyendo los versículos 20 y 21:
"Cuando el sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes lo miraron, se dieron cuenta de que tenía lepra en su frente. Entonces lo hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa en salir, porque el Señor lo había herido. Así el rey Uzías quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa del Señor; y Jotam, su hijo, se hizo cargo de la casa real, gobernando al pueblo de la tierra".
De paso podemos decir, que cuando lleguemos al Libro de Isaías, en sus profecías él cubre este mismo terreno, y veremos que él comenzó su ministerio durante el reinado de Uzías, o dicho mejor, a la muerte de Uzías. Y aquí vemos que el hijo de Uzías tuvo que hacerse cargo de los asuntos del estado, porque Uzías tuvo que permanecer en cuarentena por el resto de su vida. Avancemos un poco más, ahora con el versículo 23, de este capítulo 26 del Segundo Libro de Crónicas:
"Durmió Uzías con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros reales; porque dijeron: Leproso es. Y reinó su hijo Jotam en su lugar".
Ahora, observemos de cerca este hombre y su funeral. Se puede decir que casi podría haber sido considerado un funeral feliz. El apóstol Pablo pudo decirles a los Tesalonicenses en su primera carta 4:13, "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que mueren, para que no os entristezcáis, como los otros que no tienen esperanza". Porque los creyentes que mueren, van a estar con Cristo, lo cual es una experiencia superior a cualquier experiencia o estado humano. También a los cristianos de Corinto el apóstol les escribió en su primera carta 15:55, "¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?" Los funerales, dependiendo del punto de vista en que se miren, no dejan una sensación de tristeza irremediable y sin esperanza. Porque para los creyentes la muerte, más que una salida de esta vida, constituya la entrada en una vida eterna en la presencia de Jesucristo. El funeral de Uzías, no fue triste. ¿Por qué? Porque era un leproso. Había sido un buen rey, pero Dios tuvo en cuenta también su pecado. Él se había entrometido en la cámara del sumo sacerdote. Y esa fue la mancha negra de su vida. Cayó en el pecado de la presunción. Y hay personas en la actualidad que, dominadas por el orgullo, cometen ese pecado. Tratan de aproximarse a la presencia de Dios por medios humanos, a su manera, y no por el camino trazado por Dios. Dios nos ha dicho que debemos acercarnos a Él a través del camino que Él ha establecido. Jesucristo dijo en Juan 14:6, "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". El rey Uzías había tratado de presentarse ante Dios a su manera, y fue castigado convirtiéndose en un leproso. Ésta era una terrible enfermedad desde un punto de vista físico, sicológico, y desde cualquier punto de vista, que causaba un gran sufrimiento. Para el rey Uzías, la muerte fue una dulce liberación. Él era un hombre de Dios, a pesar de su pecado, por el cual Dios le juzgó. Recordemos que el apóstol Pablo escribió a los creyentes en su primera carta a los Corintios, 11:31, "Si, pues, nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados". Así que, aunque Uzías fue juzgado por Dios aquí en la tierra, al haber sido un hombre de Dios, estará en el paraíso.
Hay en este mundo multitudes de creyentes que se encuentran incapacitados físicamente y en un estado de desesperanza, en sus cuerpos frágiles y débiles. Uno de estos días ellos experimentarán también esa dulce liberación de sus limitaciones y sufrimientos. Porque serán trasladados a la presencia de Cristo. En esos casos, salvo la lógica tristeza de la separación física y momentánea de sus seres queridos, no habrá nada que lamentar. Imaginamos que Jotam, el hijo del rey Uzías, no se habrá sentido desesperado en el funeral de su padre. Aunque le amaba, sabía que su padre era un hombre salvo por la relación que había tenido con Dios.
Estimado oyente, frecuentemente vemos la presencia de la muerte cerca nuestro, a nuestro alrededor. Y algunas veces, pasa casi rozándonos, para arrebatarnos a un ser querido. En esas ocasiones, sentimos el dolor profundo de la separación, el tremendo vacío de la ausencia física, la tristeza irremediable de una despedida dolorosa e irreversible. Pero quisiéramos recordarle las palabras de consuelo que hemos leído en el transcurso de este programa. Las palabras que hemos leído en las cartas del apóstol Pablo a los Tesalonicenses y a los Corintios, más que un alivio, para los que han creído en el Señor Jesucristo como su Salvador, por la obra que Él realizó en la cruz, se transforman por la obra del Espíritu Santo, el gran Consolador divino, en una esperanza tan firme, que es capaz de sobrellevar las tristes circunstancias y las consecuencias que la muerte deja en la familia humana, transformándolas en un sereno y calmado compás de tiempo, en el cual los redimidos esperamos el día feliz de la resurrección de los muertos y la manifestación gloriosa del Señor Jesucristo. Estimado oyente, ¿tiene usted también esa esperanza?
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