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Estudio bíblico: Cardos altivos y cedros orgullosos - 2 Crónicas 25:1-17

Autor: Roberto Estévez
Uruguay
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Cardos altivos y cedros orgullosos (2 Crónicas 25:1-17) (2 Reyes 14:1-22)

— General — dice el rey Amasías —, necesitamos cien mil hombres más para pelear contra nuestro fuerte enemigo, el ejército de Edom.
— Majestad — responde el general —, por cien talentos de plata conseguimos regimientos extras de Israel para hacer esta campaña.
Pasan los meses y finalmente llegan los cien mil valientes pero indisciplinados soldados del Reino del Norte.
Cuando falta muy poco para salir a la guerra un profeta osadamente se presenta delante del monarca y le dice: "Oh rey, que no vaya contigo el ejército de Israel... Aunque tú fueras y te esforzaras en la batalla, Dios te haría fracasar delante del enemigo" (2 Cr 25:7-8).
— ¿Me está diciendo que cien mil aguerridos soldados más no harán ninguna diferencia en el combate?
El siervo de Dios con voz segura prosigue:
— En Dios hay poder para ayudar o para hacer fracasar.
El rey está inseguro de lo que debe hacer. Ha pagado una gran fortuna al monarca del país vecino (y enemigo potencial) por ese ejército mercenario.
— Señor profeta — cuestiona el rey —, usted me ha convencido, pero a mí no me gusta malgastar el dinero. Yo pagué 3.400 kilogramos de plata; esa es una gran inversión y no quiero perderla.
— Majestad — responde el hombre de Dios —, el Señor le puede dar mucho más que eso.
El rey despide a las tropas de Israel que se retiran descontentas y ofendidas.
Amasías sale a la batalla contra los hijos de Edom (Seir) y obtiene un contundente victoria con más de diez mil bajas del lado enemigo.
Mientras tanto, las tropas de Israel que Amasías había "despedido" aprovecharon la ausencia del ejército para saquear las ciudades y matar a más de tres mil personas.
Al volver a Jerusalén, Amasías examina cuidadosamente el despoje de guerra que ha obtenido en su acción bélica contra Edom. Se queda estupefacto al ver la hermosura artística de los dioses paganos del enemigo. Están labrados con un cuidado exquisito. Representan ídolos mitológicos con cabeza de un animal y cuerpo de otro. Cuanto más observa Amasías esas efigies, más le fascinan. Parecería que esos muñecos diabólicos tuvieran un poder hipnótico. El rey no puede apartar los ojos de ellos. En las largas noches no puede conciliar el sueño. Esas imágenes infernales que han sido adoradas por siglos y siglos aparecen vez tras vez en su mente. Finalmente, quizá en una tarde gris y lluviosa, como si una fuerza invisible e irresistible lo arrastrara, va de nuevo al lugar donde ha colocado todos esos ídolos y se arrodilla delante de ellos, y los adora. Luego les quema incienso (2 Cr 25:14).
La respuesta divina es inmediata: "El furor del Señor se encendió contra Amasías" (2 Cr 25:15).
El Señor envía otro de sus siervos con un mensaje para Amasías. El mensajero del Señor se para delante del rey Amasías y sin rodeos le dice:
— ¿Por qué has acudido a los dioses de ese pueblo que no pudieron librar a su pueblo de tu mano?
El Rey se pone furioso y con cinismo le responde:
— ¿Te hemos puesto a ti por consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar?
Luego, con voz grave y una sonrisa siniestra en su boca el rey Amasías dice:
— No me obligues a hacer lo que mi padre le hizo al sacerdote Zacarías (2 Cr 24:20-22).
El valeroso profeta no enmudece. Mira al rey Amasías con toda tranquilidad. Dirige su mano hacia él y exclama:
— Yo sé que Dios ha decidido destruirte, porque has hecho esto y no has escuchado mi consejo (2 Cr 25:16).
El mensajero del Señor repite:
— Yo no voy a ser destruido. Dado que usted ha rehusado mi consejo, usted es el que va a ser destruido.
El profeta se retira mientras que el rey Amasías enfurecido golpea repetidamente con su puño cerrado una mesa cercana. Sin embargo, no se anima a cumplir su amenaza contra el mensajero del Señor.
El triunfo contra Edom le ha dado al rey Amasías la falsa idea de que su ejército puede realmente hacer grandes proezas. Después de todo, sus capitanes han entrenado cuidadosamente al ejército. El rey Amasías ha disfrutado el halago y la lisonja barata de aquellos que lo felicitaban una y otra vez por su "brillante victoria y su perfecta estrategia".
Unos meses después, Amasías reúne a todos los comandantes. Deciden ir a la guerra contra Joás, el rey de Israel. Amasías, como un descendiente directo del rey David, trata de recuperar el territorio que perdieron en el pasado y que él cree aún le pertenece.
El mensaje de Amasías a Joás dice: "¡Ven, y veámonos cara a cara!" (2 Cr 25:17). Cuando Joás recibe el mensaje se enoja. Destroza en pedazos el manuscrito y lo tira al fuego. Después de pensarlo bien envía un emisario con una carta.
Al recibirla, Amasías ordena a su secretario que la lea. Es una especie de fábula y parábola al mismo tiempo: "El cardo que está en el Líbano mandó a decir al cedro que está en el Líbano: Da tu hija a mi hijo por mujer" (2 Cr 25:18).
— Majestad — dice el secretario —, ¡mire qué honor. El rey de Israel lo compara a usted con la fortaleza, hermosura y grandeza de un cedro!
El secretario, en su ingenuidad, había entendido al revés la comparación. Sin embargo, el rey Amasías se da cuenta del error.
El monarca se ruboriza. Nunca en su vida había sido comparado con algo de tan poco valor como un cardo.
— ¡Quién se cree que es este...! — protesta con vehemencia Amasías . ¡Cómo se atreve a compararme con un cardo y compararse a sí mismo con un cedro!
El ayudante continúa leyendo el mensaje: "Entonces pasó una fiera salvaje del Líbano y pisoteó el cardo" (2 Cr 25:18).
— ¿Quién es este insolente para que me rebaje al nivel de un cardo? — pregunta Amasías enojado —. ¡Yo soy el rey de Judá! ¡Yo tengo un gran ejército! ¡Yo soy el descendiente del rey Salomón! ¡Le voy a enseñar a este impertinente quién soy yo...!

La historia bíblica y nosotros

El profeta le enseña a Amasías que en Dios hay poder para ayudar. El apóstol Pablo desarrolla este mismo precepto al decir: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?... en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Ro 8:31,37).
La segunda parte de la enseñanza del profeta nos da una alerta muy seria. La enseñanza es que el Señor tiene poder para hacer fracasar (2 Cr 25:8).
Es triste ver el proceso de retroceso espiritual de Amasías. Cuando viene el primer profeta lo escucha y se somete al mensaje. Cuando aparece el segundo no le presta atención; se enoja y lo amenaza de muerte. El tercer "enviado" para hablar con Amasías es el mismo Joás, el rey enemigo, quien le aconseja que no se involucre en una guerra. En esta ocasión Amasías tampoco obedece. Observamos la misericordia de Dios dándole tres oportunidades para cambiar su proceder.
La expresión: "El Señor puede darte mucho más que eso" (2 Cr 25:9) tiene hoy una gran aplicación práctica. A veces, el creyente debe tomar una decisión pero duda porque se da cuenta de que hay elementos cuestionables o sospechosos que podrían interferir con su fe o su moral. A menudo, el creyente cree que si no da ese paso ahora nunca más tendrá otra oportunidad para lograr ese objetivo. Un ejemplo de esto puede ser entrar en un noviazgo o casamiento con una persona de cuestionable reputación, o aceptar una oferta de empleo en un lugar donde se realizan ciertas prácticas que son controversiales con la fe.
Amasías fue hijo del piadoso rey Joás. El texto sagrado enseña: "Él [Amasías] hizo lo recto ante los ojos del Señor, aunque no con un corazón íntegro" (2 Cr 25:2). En el alma de Amasías había una lucha constante entre el hacer o no hacer lo recto ante los ojos de Dios.
A los 25 años es coronado como rey de Judá. Al consolidarse en el poder sentencia a muerte a los asesinos de su padre. No hizo lo que otros monarcas hubieran hecho, aniquilar a todos los familiares de los criminales. Acató la ley de Dios que determina: "Los padres no morirán por culpa de los hijos, ni los hijos morirán por culpa de los padres..." (2 Cr 25:4) (Dt 24:16).
Sin embargo, como resultado de su pecado de idolatría, "el furor del Señor se encendió contra Amasías" (2 Cr 25:15).
Es entonces que viene ese valiente siervo del Señor y predice una ruina total. Tristemente, Amasías amenaza da muerte al profeta en vez de arrepentirse.
Observamos cómo Dios utiliza y coordina los eventos terrenales y las decisiones humanas para que sus propósitos se cumplan.
En su orgullo Amasías provoca a Joás, el rey de Israel, a la guerra. Olvida el principio bíblico que señala: "Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes" (1 P 5:5).
Amasías desconoce el sabio precepto: "Al hombre le es honroso apartarse de la contienda, pero todo insensato se envolverá en ella" (Pr 20:3).
El rey Joás, quien también ignora la humildad y la modestia, le responde: "El cardo que está en el Líbano mandó decir al cedro que está en el Líbano...".
Como es normal en las fábulas, el cardo y el cedro no solo tienen la virtud de hablar sino que también ambos tienen hijos que se pueden dar en casamiento a la usanza humana. Nos preguntamos: ¿Cuál es el propósito del Señor en mantener este relato tan inusual en el texto bíblico que proviene nada menos que de la boca de un impío? Sin duda es para nuestra enseñanza.
Amasías se siente ofendido y humillado. ¡Qué fácil es reaccionar mal cuando nuestro orgullo ha sido tocado! Siglos después nuestro Salvador va a enseñar: "Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino" (Mt 5:25).
Joás está tan confiado de sí mismo y se siente tan poderoso que le aconseja a su rival que se "quede en su casa".
Dos personas orgullosas se han encontrado. Amasías, que en el pasado había sido temeroso de Dios, y Joás que no lo había sido, sí manifestó respeto hacia el profeta Eliseo (2 R 13:14). Joás es el que va a ganar la batalla.
Dios utiliza la derrota en la contienda para disciplinar al rey de Judá y a su pueblo que se han dado a la apostasía: "El Señor disciplina al que ama" (He 12:6).
Una historia de fidelidad al Señor en el pasado no nos garantiza su bendición si hemos caído en desobediencia voluntaria y nos rehusamos al arrepentimiento.
¡Qué triste es ver cuando un hijo de Dios que "antes corría bien" se aparta de los caminos del Señor como lo hizo Amasías! Dé allí en adelante va a tener una catástrofe después de otra. No es que los creyentes no tengan dificultades y tragedias pero poseen la paz del Señor aun en medio de los conflictos más grandes. Dice la Escritura: "No temeremos aunque la tierra tiemble" (Sal 46:2).
Se presagia la tragedia final en la frase: "Desde el tiempo en que Amasías se apartó del Señor, hicieron una conspiración contra él en Jerusalén. Él huyó a Laquis... y lo mataron allí" (2 Cr 25:27).
Amasías, de la misma manera que su padre, es asesinado por conspiradores.
Concluye la narración con que el cardo vive 15 años más que el cedro. Al final, los dos, como en el caso del árbol del sueño de Nabucodonosor, cayeron (Dn 4:23).
Esta historia es sombría y solemne. Sin embargo, en medio de esta cerrazón hay ciertos elementos en los que hay cierta "luminosidad". Este es el caso del buen rey Uzías, hijo de Amasías. Aunque Uzías no fue irreprensible aprendió la lección del fracaso de su padre y nunca cometió idolatría.
A pesar de sus fallas y su pecado, la Escritura dice: "Amasías... hizo lo recto ante los ojos del Señor..." (2 Cr 25:1-2). Esto nos permite suponer que al final de su vida se arrepintió y se volvió al Señor. ¡Qué pena que la Escritura también agrega: "... aunque no con un corazón íntegro" (versículo 2).
Con humildad nos preguntamos cuál será el veredicto final de Dios en nuestra vida. No en cuanto a nuestra salvación que sabemos que no se puede perder (Jn 10:28), sino en cuanto a nuestra fidelidad a Señor.
Matthew Henry lo expresa claramente: "Él no era un hombre de una seria piedad o devoción... no tenía ningún celo por los ejercicios de la religión. No era un enemigo, pero si un amigo indiferente y frío. Tal es el carácter de muchos en esta edad de Laodicea".
Admiramos la fidelidad del profeta enviado por el Señor. Este, con todo valor, aun poniendo en grave peligro su propia vida, transmite con toda fidelidad el mensaje que Dios le ha encomendado (1 Co 4:2).

Notas al margen

Amasías capturó la ciudad de Sela (2 R 14:7) que se cree corresponde a la ciudad de Petra, cuyas ruinas, que se encuentran en un lugar casi inexpugnable, pueden ser vistas hoy.
Diez mil de los prisioneros fueron arrojados por un precipicio. Este tipo de práctica que nos horroriza era común en aquellos tiempos. Matthew Henry ha sugerido que "quizá hubiera sido mejor que arrojaran por ese abismo a los ídolos de los edomitas en vez de a los pobres cautivos".
Josefo señala que durante la batalla contra el rey Joás cayó un miedo y una consternación sobre el ejército de Amasías: "como la que Dios envía cuando está descontento sobre los hombres". También enseña que Amasías cae prisionero y es amenazado de muerte por Joás obligándolo a que se abran las puertas de Jerusalén. Joás roba todos los tesoros del templo de Dios y luego hace un boquete de 180 metros de largo en el muro de la ciudad, y conduce su carro a través de esa abertura llevando como prisionero a Amasías.
La decadencia militar del reino de Judá se ve en que el ejército de Amasías cuenta con trescientos mil hombres. Su antepasado el rey Josafat tenía un ejército de más de un millón de guerreros (2 Cr 17:14-18).
Las Escrituras mencionan los espinos y cardos muchas veces comenzando con la maldición después de la caída de Adán (Gn 3:18) (Is 5:6) (Os 10:8).
El hecho de que el rey enemigo le perdone la vida y le permita continuar como monarca sugiere, probablemente, que Amasías ha aceptado pagar grandes impuestos y aun cierta subordinación. Joás llevó "cautivos" a los hijos de los nobles, es decir, la parte más educada e influyente de la sociedad (2 Cr 25:24).

El líder que hay en mí

Un buen dirigente tiene que reconocer que si el camino que ha tomado es perjudicial o demasiado peligroso es más sabio reconsiderar la situación.
La acción militar contra una nación con un poderío militar muy superior no se justifica. Parecería que sus ministros y militares no demostraron su oposición al proyecto. El actuar específicamente en contra de la voluntad de Dios nunca va a prosperar.

Temas para el estudio en grupo

La importancia de obedecer a Dios.
Dios me puede dar más si confío en él.
El orgullo y la vanidad en la vida cristiana.
Peligros de estar en contacto con lo satánico.

Preguntas para reflexionar

1. ¿Qué le dice el primer profeta al rey Amasías que va a suceder si va a la guerra? (2 Cr 25:7-8).
2. ¿Cuál es el resultado de la batalla contra los hijos de Edom? (2 R 14:7).
3. ¿Cuál es el mensaje que el segundo profeta le dice al rey Amasías por haber cometido idolatría? (2 Cr 25:15-16).
4. Explique el mensaje fábula-parábola de Joás, el rey de Israel (2 Cr 25:25,18).
5. Compare "El Señor puede darte mucho más que eso" (2 Cr 25:9) con "¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!" (Fil 4:13). Señale las similitudes o las diferencias de ambas declaraciones.

Comentarios

Perú
  Richard Leonel Briones Pérez  (Perú)  (20/07/2023)

Que hermoso son estos estudios Bíblicos, escuchaba la biblia en audio y otros estudios bíblicos por aquí, hasta que decidí estudiar la serie de lo bueno y lo malo, dónde vemos el proceso de los reyes de Judá y Israel, dónde a pesar de muchos haber caminado en los caminos del Señor algunos se apartaron y no se arrepintieron y otros Si y Dios los perdonó y bendijo , espero seguir Instruyéndome mediante estos estudios Dios bendiga su palabra y al hermano que los realizó .

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