Estudio bíblico: Joás y la danza con lobos - 2 Crónicas 24:1-27
Joás y la danza con lobos (2 Crónicas 24)
El sacerdote Zacarías está indignado. Una gran multitud se ha reunido frente al templo. El rey Joás con todos sus ministros está presente. Esa mañana el "Espíritu de Dios invistió a Zacarías" (2 Cr 24:20).
El rey Joás escucha con atención. Hacía mucho que conocía a Zacarías. La madre del siervo de Dios le había salvado la vida cuando la impía reina Atalía mató a toda la familia real. Zacarías había sido para él como el hermano mayor, aunque era mucho mayor que él. A Joás siempre le había impresionado la seguridad y firmeza del sacerdote Zacarías. El sumo sacerdote Joyada, padre de Zacarías, falleció luego de haber vivido una larga vida.
Hacía unos meses los "nobles" habían pedido al rey Joás más "tolerancia" y más libertad de culto.
Ese mismo rey que durante su juventud había sido un fiel defensor de la causa del Señor ahora se había "enfriado".
Toda la multitud observa a Zacarías, quien se ha puesto en un lugar alto. Cuando el hombre de Dios levanta su mano para hablar, todos se callan. El silencio es profundo. Con voz firme Zacarías dice: "Así ha dicho Dios".
Hacía mucho tiempo que no se escuchaban estas palabras tan solemnes. La mayoría de la gente había llegado a la conclusión de que Dios no estaba realmente muy interesado en los asuntos de los seres humanos. El mensaje del profeta es terminante: "¿Por qué quebrantáis los mandamientos del Señor?" (2 Cr 24:20).
No hay respuesta. Hasta se puede escuchar el zumbido de los moscardones volando. El monarca se muerde nerviosamente los labios. Con su dedo el profeta apunta en forma sucesiva al rey Joás y a todos su cortesanos. Con voz tronante continúa: "No prosperaréis; porque por haber abandonado al Señor, él también os abandonará" (2 Cr 24:20) (2 Ti 2:12).
Algunos de la multitud se sonríen entre ellos. Uno de los jefes de Judá le da un codazo a su amigo, mientras le dice:
— Otra vez. Ahí está este fanático con sus cosas.
El otro le responde:
— Es un anticuado; no sabe adaptarse a los cambios; no se da cuenta de que los tiempos han "evolucionado".
El rey Joás está iracundo. Tiene miedo de que el "optimismo" del pueblo y la moral del ejército vayan a sufrir con este atropello. Al rey le suena muy pesimista esta prédica de que: "por haber abandonado al Señor, él también os abandonará".
Unos días después de este incidente, los príncipes se presentan delante del rey. Los conspiradores exponen su causa.
— Majestad — dicen con mala fe —, ese sacerdote Zacarías se ha puesto muy impertinente predicando en contra de la "libertad de culto". No muestre ninguna "tolerancia".
El rey Joás, de la misma forma como actuó Pilato muchos años después, titubeó al escuchar esta acusación contra el profeta Zacarías, pero no lo defendió. Después de todo, Zacarías ha sido como una espina que le ha molestado continuamente. Sin embargo, no es tan fácil eliminar a Zacarías porque muchos en el pueblo lo respetan y admiran.
Zacarías es traído a juicio enfrente del mismo templo donde los había confrontado. Se han presentado nuevamente testigos falsos que tergiversan las palabras del sacerdote. Se plantea que ha cometido un grave delito contra la ley de Moisés al predicar que "Dios va a abandonar a su pueblo escogido". Zacarías no cede ni un milímetro. Se le acusa de traición a la patria, a la religión, de fanatismo y extremismo.
Se le amenaza para que se retracte. Sin embargo, el sacerdote no lo hace. El mensajero del Señor se dirige al pueblo una vez más; desde ese lugar alto reitera el mensaje de Dios para todo el pueblo. El rey Joás vacila. Zacarías es hijo de la mujer que una vez le salvó la vida y del hombre que había sido tan bueno con él (2 Cr 24:22). Observa los rostros malévolos de sus ministros. Los ojos de ellos son puñales filosos. El rey piensa que sin el apoyo de los príncipes su gobierno caerá inmediatamente. Es como si en su mente escuchara una voz que le dice: "Hay que defender el país cueste lo que cueste".
El monarca hace un gesto con su mano; las piedras pesadas del odio y la maldad empiezan a caer sobre el cuerpo de Zacarías. Los príncipes aprueban con una gran sonrisa. Antes de expirar el Sacerdote exclama en voz alta: "¡El Señor lo vea y lo demande!" (2 Cr 24:22).
El monarca da la orden:
— ¡Llévense el cuerpo y sepúltenlo! Limpien bien el piso para que no quede ninguna mancha. Aquí no ha pasado nada.
Zacarías ha caído muerto a corta distancia del lugar donde años atrás su madre, aun arriesgando su vida, ocultara a Joás, el niño príncipe, para salvarlo de la muerte.
Zacarías se ha convertido en uno de los dos mártires destacados por el Señor Jesucristo (Mt 23:35).
Ha pasado un año después de la muerte de Zacarías. El rey es informado de que un ejército enemigo viene de Siria. No es un ejército muy grande. Joás ordena que el ejército de Judá se prepare para la batalla. Y se reúne con los comandantes.
— General — pregunta el soberano —, ¿qué nos puede informar del enemigo?
— No se preocupe majestad — responde el militar —, nuestros informes nos dicen que es un ejército pequeño. No vamos a tener ningún problema en aniquilarlo.
El rey Joás se frota las manos que todavía están manchadas con la tinta indeleble del asesinato, mientras dice:
— Les vamos a dar una lección a los sirios.
Pero lo que Joás no sabe es que el Señor ya se ha apartado de él.
La batalla termina en una derrota total del ejército de Judá. El rey de Siria se dirige ahora contra Jerusalén y Joás no tiene más remedio que darle todo el oro y la plata que hay en el templo (2 R 12:18). Uno por uno los príncipes que conspiraron contra Zacarías caen al filo de la espada siria (2 Cr 24:23).
Joás recibe la penosa lección de que es el Señor el que da la victoria, y que sin su poder no se puede ser exitoso. Su salud también se ha quebrantado. Está muy enfermo (2 Cr 24:25).
Un tiempo después, dos de sus servidores lo matan cuando está en la fortaleza en Milo (2 R 12:20).
La historia bíblica y nosotros
Algunos hombres han fallecido en un lugar de vicio o pecado. Zacarías murió en un lugar santo entre el altar y el santuario. El Señor le dio el privilegio de dar el último respiro en el lugar que él más amaba.
Las vidas de Joás y Zacarías se parecen a un camino que se divide en dos sendas que se separan. Al principio tenían cosas en común pero después se separaron mucho. El camino de Zacarías fue hacia las cumbres de las montañas espirituales, el de Joás fue un deslizadero ("barranca abajo") que terminó en un precipicio mortal.
La existencia de Joás fue ensombrecida por la violencia y el puñal.
Dos veces, al principio y al fin de su vida, empuñaron el puñal contra él. La primera vez su tía le salvó la vida cuando su abuela, la impía Atalía, estaba exterminando la casa real (2 Cr 22:11).
Siendo ya rey, Joás utilizó el apedreamiento contra el sacerdote Zacarías.
¿Qué fue lo que provocó que este rey que empezó bien se desviara? Es probable que Joás no fue una persona de convicciones profundas; y, al igual como ocurre con la caña del mimbre, fue fácil de doblar (Ef 4:14).
Quizá el mal ejemplo de la negligencia de los sacerdotes le fue carcomiendo su fidelidad al Señor (2 Cr 22:5).
Joás comenzó su reinado a los siete años bajo la severa tutela del sumo sacerdote Joyada. La influencia de este hombre consagrado sobre el joven monarca fue muy positiva.
Inició su ministerio para el Señor encargando a los levitas recoger ofrendas para el templo. Cuando el rey tenía 30 años se encargó personalmente de la restauración del templo (2 R 12:6-7). El estado espiritual ha caído tan bajo que la Escritura nos dice: "Pero los levitas no pusieron diligencia" (2 Cr 24:5). La decadencia era muy grande. Se habían robado los utensilios de oro y plata del templo. "Los hijos de la malvada Atalía habían arruinado la casa de Dios, y también habían empleado para los Baales todas las cosas sagradas de la casa del Señor" (2 Cr 24:7).
Bajo los auspicios del joven rey hay un "entusiasmo" espiritual. Los cofres se empiezan a llenar rápidamente con ofrendas generosas (2 Cr 24:10). Hay fervor por las cosas de Dios.
Joás toma las ofrendas y las dirige directamente a los obreros que trabajan en la reconstrucción. Estos reciben sus salarios y hacen su trabajo con fidelidad y esmero. El fervor y la integridad de los restauradores es tal que no se "pedían cuentas a los hombres en cuyas manos era entregado el dinero... pues ellos actuaban con honestidad" (2 R 12:15).
El proyecto finaliza y "restauraron la casa de Dios a su primer estado y la reforzaron" (2 Cr 24:13).
Se llega a la cima cuando la Escritura dice: "Continuamente ofrecían holocaustos en la casa del Señor, todos los días de Joyada" (2 Cr 24:14).
La calma antes de la tormenta se presiente con las palabras: "entonces Joyada murió lleno de días" (2 Cr 24:15). Cuando Joyada estaba cerca de Joás, el Rey andaba bien. Sin embargo, cuando el Sacerdote muere, en su buena vejez, todo se desmorona. Joás es una de esas personas que no tiene en sí mismo un cimiento firme. Joás funcionó correctamente cuando tuvo cerca a Joyada, su soporte humano.
Nos damos cuenta de que las cosas no andan muy bien cuando el Rey que ahora tiene treinta años, usa términos drásticos al dirigirse al sacerdote Joyada y a los clérigos. Prácticamente los acusa de negligencia (2 R 12:6-7). Joyada es un hombre muy anciano y los efectos del paso de los años se dejan ver (2 Cr 24:15).
En relación con la muerte del sacerdote Zacarías, el texto dice: "conspiraron contra él" (2 Cr 24:21). Esto nos sugiere la premeditación en vez de una reacción inmediata a su discurso.
Nos preguntamos: ¿Por qué Dios envía a su siervo con un mensaje cuya proclamación le va a causar la muerte? Algo similar sucede en la vida del apóstol Pablo cuando está por ir a Jerusalén y le aconsejan que no vaya, y él dice: "Porque yo estoy listo no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús" (Hch 21:13).
A través de los siglos, Zacarías, Juan el Bautista y Jacobo son un ejemplo de fidelidad y cometido. Estos son héroes de la fe que perdieron su vida por mandato de distintos monarcas (Mt 10:38-39).
La tradición hebrea dice que Joás cometió siete pecados al matar a Zacarías:
Mataron a un sacerdote.
Mataron a un profeta.
Mataron a un juez.
Derramaron sangre inocente.
Contaminaron el atrio del templo.
Profanaron el sábado.
Profanaron el día de la expiación, porque según su tradición fue en ese día que esto sucedió.
El crimen no quedó sin castigo y los príncipes que se conjuraron para matarlo, un año después también son muertos (2 Cr 24:23) (Ga 6:7).
La Escritura condena a Joás no solo por el crimen que cometió, sin también por la ingratitud. No tuvo escrúpulos de matar al hijo de aquella mujer que le salvó la vida (2 Cr 24:22).
Cuando pensamos en que probablemente se criaron en la misma casa me hace recordar aquel dicho: "Los tigres, aunque se los críe desde chicos, son tigres".
Barton Payne acertadamente compara la vida de Joás con la trayectoria de Israel como nación. Al principio, Joás es fiel al Señor; pero después se descarrila; en forma progresiva mata a los profetas enviados por Dios, termina siendo destruido por sus enemigos.
El veredicto final de su vida tuvo una seria limitación: "Joás hizo lo recto ante los ojos del Señor todo el tiempo del sacerdote Joyada" (2 Cr 24:2).
Vemos una vez más la gracia de Dios que reconoce lo que Joás hizo de recto (o lo bueno o justo), que fue mucho. La gran maldad que cometió hacia el final de su vida no elimina totalmente lo recto que hizo.
Algunos quizá empezamos muy bien pero luego cambiamos el curso y caemos en serios pecados. ¡Qué precioso es saber que el Señor en su misericordia perdona a aquel que realmente arrepentido se torna a él! (Is 1:18).
Probablemente ninguno de nosotros hubiera reconocido nada de bueno en Joás después de un pecado tan despiadado y bárbaro.
Un detallado análisis de la restauración del templo se encuentra el (2 R 12).
¡Dios pesa con balanzas que son muy distintas a las nuestras, pero que siempre son perfectas por su gracia y misericordia!
Joás, que empezó como un rey que hizo lo recto, abandonó el buen camino; su nombre quedará marcado por el resto de la historia del ser humano como uno que asesina a un profeta de Dios. Ni siquiera sus huesos tuvieron el destino que debieron tener como descendiente del rey David.
Una vez más quedamos maravillados de la gracia de Dios y nos unimos a las palabras del profeta Jeremías: "Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad" (Lm 3:22-23).
La gravedad de esta historia, la de un hombre que empezó tan bien y terminó tan mal, nos hace acordar las palabras de Pablo: "El que piense estar firme, mire que no caiga" (1 Co 10:12).
Sin embargo, al final de su vida ni el mismo apóstol Pablo consideraba la derrota como una opción. Por el contrario, él nos alienta a perseverar diciendo: "He peleado la buena batalla; he acabado la carrera; he guardado la fe" (2 Ti 4:7).
Una vez más nos inclinamos en oración en agradecimiento a nuestro Padre Dios por la obra del Espíritu Santo (Jn 16:7) y por la intercesión continua del Señor Jesucristo (He 7:25).
Notas al margen
Los jefes (príncipes) se acercan al rey Joás y le ofrecen su lealtad (2 Cr 24:17). Es probable que a cambio de su apoyo ellos solicitaran que se les permitiera adorar en sus lugares de habitación. Se usaría la excusa de evitar los traslados e inconveniencias de ir a Jerusalén en forma regular. Esto que habían hecho antes sus padres y que parecería muy inofensivo les permitiría después adorar a la divinidad de su elección.
No está claro si el problema de la salud de Joás (2 Cr 24:25) es una "enfermedad natural" o si ha sido herido por los sirios. El hecho de que se refiera específicamente que esto sucede luego de que los sirios se alejan de él plantea la posibilidad de alguna enfermedad tipo epidemia, como la peste o tifus que eran muy comunes durante las campañas militares. La palabra hebrea "makjlúi" sugiere una enfermedad o dolencia, algo mucho más allá que las heridas. Las versiones Vulgata de los "setenta", y Reina Valera de 1960 utilizan la palabra hijos sugiriendo que no solamente Zacarías fue muerto, sino también sus hermanos.
Algunos expositores creen que este Zacarías es el mencionado por el Señor Jesús en (Mt 23:35). Otros no están de acuerdo. El sacerdote Zacarías citado en 2 Cónicas sería hijo de Berequías y nieto de Joyada. Otros creen que es el autor del penúltimo libro del Antiguo Testamento. La muerte de Joyada a los 130 años es muy inusual. Sin embargo, se conocen casos de personas que vivieron hasta esa edad.
El líder que hay en mí
El rey Joás fue un líder que necesitaba "apoyo" espiritual. Cuando este apoyo desaparece se produce la catástrofe. El sacerdote Zacarías se nos presenta aquí como el verdadero líder espiritual de la nación. Es uno de los ejemplos más prominentes de aquellos que dieron su vida por su fidelidad al Señor. Sin duda que él no ignoraba que esto le podía suceder, pero aun así escogió ser fiel a su Dios.
Temas para el estudio en grupo
La influencia que el buen ejemplo (Joyada) tiene en los jóvenes.
La importancia de servir bien al Señor hasta el final.
El significado de lo que es padecer oposición por mantenerse fiel al Salvador.
La ley de la siembra y la cosecha. En esta historia se cumple el principio bíblico: "todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará" (Ga 6:7).
Preguntas para reflexionar
1. ¿Cuál era la relación de "parentesco" entre el sacerdote Zacarías y el rey Joás?
2. ¿Qué mensaje del Señor trajo el sacerdote Zacarías? (2 Cr 24:20).
3. ¿Por qué Joás pierde su batalla contra los sirios? (2 Cr 24:24).
4. De acuerdo con la tradición hebrea, cuáles son los siete pecados que Joás cometió al matar a Zacarías (2 Cr 24:23).
5. ¿Qué clase de líder fue Joás?
Comentarios
Ulises Sanchez Tirado (Perú) (24/02/2021)
Excelentes estudios. Dios lo bendiga por tanto conocimiento. Al leer sus estudios me hace vivir la historia como si estuviera ahí uno y conocer eso me hace entender que Dios es tan real y que es tan bueno y misericordioso que sin El nada somos. Gracias !
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