Estudio bíblico de 2 Crónicas 34:3-36:23
2 Crónicas 34:3 - 36:23
Continuamos hoy nuestro estudio del Segundo Libro de Crónicas y esperamos poder terminar este libro, en este día. Hablábamos en nuestro programa anterior, acerca del rey Josías y vimos que Dios lo usó de una manera extraordinaria. Vimos en los primeros dos versículos del capítulo 34, que tenía 8 años cuando comenzó a reinar y reinó 31 años en Jerusalén. El versículo 2, recalcó que sus hechos fueron rectos a los ojos del Señor.
Con frecuencia oímos opiniones o preguntas sobre lo que está bien, y lo que está mal. Y a veces escuchamos extrañas respuestas. El rey Josías actuó de manera que sus hechos fueron rectos a los ojos del Señor. Está bien y es bueno lo que Dios define como bueno y correcto. Y está mal y es malo, lo que para Dios está mal y equivocado.
Recordemos que fue Dios quien separó la luz de las tinieblas. Usted y yo no podemos hacer tal cosa. Podemos entrar en una habitación oscura y encender la luz, y la oscuridad desaparecerá. Pero no somos capaces de dividirlas. No podemos trazar una línea media y asignar una parte a la luz y otra a la oscuridad. Dios sí puede hacerlo, tal como puede decir lo que es bueno y lo que es malo.
Leamos nuevamente el versículo 3 de este capítulo 34 de 2 Crónicas:
"A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David, su padre; y a los doce años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de Asera, esculturas e imágenes fundidas".
Aquí se nos dice, "A los ocho años de su reinado". O sea que, él tenía 16 años de edad, cuando comenzó a buscar a Dios. Comenzó a estudiar la Palabra de Dios y eso sí fue algo fuera de lo común. Cuando llegó a la edad de 20 años, este rey, comenzó a llevar a cabo una reforma en toda la nación. Pensando en nuestra época, resulta significativo que el movimiento de renovación espiritual y el retorno a la Palabra de Dios, tiene lugar principalmente entre los jóvenes. Aunque ciertamente no está limitado a los jóvenes, éstos son realmente la mayoría y esto es una realidad visible en todos los países del mundo, en donde se observa un renovado interés por la Palabra de Dios. Por ello cabe destacar que el rey Josías tenía sólo 16 años cuando comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. Y tenía 20 años de edad cuando comenzó a realizar las reformas en el reino de Judá o del sur. Es que hay que reconocer que, inevitablemente, una renovación espiritual conduce siempre a una auténtica reforma.
Como ya hemos mencionado anteriormente en relación con aquel incidente en el que Jesús sanó a un paralítico, cuando los pecados de una persona son perdonados, porque esa persona, ha profesado aceptar por la fe la obra de Jesucristo a favor de ella en la cruz, espiritualmente hablando, es como si esa persona tomase su camilla y comenzase a caminar. Y se alejará de sus pecados, si se ha convertido realmente. Si una renovación espiritual sacudiera a las personas de nuestro tiempo, transformándolas por la obra de la Palabra y el Espíritu de Dios, desaparecerían muchos de los problemas que afectan al equilibrio emocional y espiritual de las personas, a la estabilidad de las familias, a las relaciones matrimoniales, a las de los demás miembros de la familia entre sí, y a los miembros de la sociedad en general que también experimenta graves problemas de convivencia que se expresan en una gran agresividad y a la falta de solidaridad. Un cambio tremendo tendría lugar. Sólo Dios puede lograr una transformación semejante. Por lo tanto, el estudio de este período histórico registrado en la Palabra de Dios puede resultarnos de estímulo y dar lugar a la esperanza.
El rey Josías fue, pues, un gran reformador, audaz y valiente. Tuvo el valor de ocuparse de la purificación espiritual eliminando las imágenes de Asera, la diosa cananea considerada como madre de los dioses, los santuarios construidos en los lugares altos, los ídolos y las estatuas de metal fundido. Y una vez que finalizó la tarea de erradicación de la idolatría en el reino de Judá, la continuó en las tribus de Israel que estaban en el norte.
Vamos a ver lo que se nos dice en el versículo 8 de este capítulo 34, del Segundo Libro de Crónicas, pero antes queremos recordar que Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar. Y leemos entonces, el versículo 8:
"A los dieciocho años de su reinado, después de haber limpiado la tierra y la Casa, envió a Safán hijo de Azalía, a Maasías, gobernador de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, el canciller, para que repararan la casa del Señor, su Dios".
O sea que tenía 26 años cuando comenzó a reparar el templo, que había quedado deteriorado durante el reinado de Manasés, su abuelo, y después, Amón, su padre. Y continuamos con el versículo 9, que dice:
"Éstos se presentaron ante el sumo sacerdote Hilcías y le entregaron el dinero que había sido traído a la casa del Señor, que los levitas que guardaban la puerta habían recibido de Manasés, de Efraín y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén".
Esto aquí se refiere a las tribus de Manasés y Efraín que eran, por supuesto, tribus de Israel. En ese tiempo, algunas de estas tribus habían sido llevadas a la cautividad que les impuso Asiria. Sólo un remanente había quedado en su tierra y a las que actualmente se les suelen llamar las "tribus perdidas". Aquí no estaban muy perdidas porque vemos que estaban enviando dinero para la reparación del templo. Ahora, se nos informa que la casa de Dios había sido reparada y veremos que hicieron un descubrimiento extraordinario. Leamos el versículo 14, de este capítulo 34, del Segundo Libro de Crónicas, que nos cuenta que
La ley de Moisés fue descubierta
"Al sacar el dinero que había sido traído a la casa del Señor, el sacerdote Hilcías halló el libro de la ley del Señor, dada por medio de Moisés".
Es que no había muchas copias del libro en esa época. Quizá había algunas otras más por otros lugares. Pero la palabra de Dios había estado perdida por algún tiempo. Leamos ahora los versículos siguientes, los versículos 15 al 17 este capítulo 34 del Segundo Libro de Crónicas:
"Entonces Hilcías dijo al escriba Safán: He hallado el libro de la Ley en la casa del Señor.Y dio Hilcías el libro a Safán. Safán lo llevó al rey y le contó el asunto diciendo: Tus siervos han cumplido todo lo que les fue encomendado. Han reunido el dinero que se halló en la casa del Señor y lo han entregado a los encargados y a los que hacen la obra".
Ahora, leamos los versículos 18 y 19 de este capítulo 34 del Segundo Libro de Crónicas:
"Además de esto, el escriba Safán anunció al rey: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y leyó Safán en él ante el rey. Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó su ropa".
El rasgar la ropa indicaba una emoción muy fuerte, como la pena, el pesar. El rey quedó consternado cuando escuchó la Palabra de Dios directamente por primera vez, porque él y su pueblo se habían alejado tanto de los mandamientos de Dios. Continuemos con el relato de los versículos 20 y 21.
"y ordenó a Hilcías y a Ahicam hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaía, a Safán, el escriba, y a Asaías, siervo del rey: ¡Id!, consultad al Señor por mí y por el resto de Israel y de Judá acerca de las palabras del libro que se ha hallado; porque grande es la ira del Señor que ha caído sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no han guardado la palabra del Señor haciendo conforme a todo lo que está escrito en este libro".
Podemos ver que el regreso a la palabra de Dios es lo que trae una renovación. Ninguna otra cosa lo puede hacer. ¿Por qué en nuestros días no experimentamos una renovación de tanto alcance como ésta? Por la sencilla razón de que la Palabra de Dios ha sido descuidada. Hemos tratado de implicarnos en muchas actividades, y tratado de aplicar una gran variedad de métodos. Pero una auténtica renovación no se produce de esa manera. Quizás nos ha faltado una confrontación directa con la Palabra de Dios. Solamente llega cuando el Espíritu de Dios llega de una manera soberana, cuando el pueblo regresa a la Palabra de Dios y escucha lo que Dios tiene que decir. Y eso es lo que necesitamos desesperadamente en nuestros días. Ahora, ellos estaban leyendo el libro que se había perdido. Y el rey, conmovido por el impacto recibido, quiso saber lo que Dios iba a hacer. Notemos ahora lo que dicen los versículos 22 y 23, de este capítulo 34 del Segundo Libro de Crónicas:
"Entonces Hilcías y los hombres del rey fueron a Hulda, la profetisa, mujer de Salum hijo de Ticva hijo de Harhas, encargado de las vestiduras, la cual vivía en el segundo barrio de Jerusalén, y le hablaron del asunto. Entonces ella respondió: El Señor, Dios de Israel, ha dicho así: Decid al hombre que os ha enviado a mí, que así ha dicho el Señor"
Ahora, aquí tenemos el mensaje de Dios para el rey Josías. Leamos los versículos 24 y 25:
"Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, es decir, todas las maldiciones que están escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá; por cuanto me han dejado y han ofrecido sacrificios a dioses ajenos, provocándome a ira con todas las obras de sus manos; por tanto, se derramará mi ira sobre este lugar y no se apagará".
Dios iba a enviar su juicio tal como había prometido. Sin embargo, Él tenía un mensaje personal para el rey Josías. Y la profetisa dijo en los versículos 26 al 28 lo siguiente.
"Pero al rey de Judá, que os ha enviado a consultar al Señor, le diréis así: El Señor, el Dios de Israel, ha dicho así: Por cuanto oíste las palabras del libro y tu corazón se conmovió, te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus habitantes, y te humillaste delante de mí, rasgaste tus vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice el Señor. Yo te recogeré con tus padres, y serás recogido en tu sepulcro en paz, tus ojos no verán todo el mal que yo traigo sobre este lugar y sobre los que habitan en él. Y ellos refirieron al rey la respuesta".
Dios iba a juzgar a ese pueblo, pero no lo haría hasta que el rey Josías ya no estuviera en el trono. Y dicen los versículos 29 al 31:
"Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Subió el rey a la casa del Señor, y con él todos los hombres de Judá, y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el mayor hasta el más pequeño; y leyó a oídos de ellos todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa del Señor. Y puesto en pie el rey en su sitio, hizo delante del Señor pacto de caminar en pos del Señor y de guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo su corazón y con toda su alma, poniendo por obra las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro".
Ahora, estimado oyente, quisiéramos hablar de una manera muy directa. Creemos que en el día de hoy podemos tener una renovación. Pero en primer lugar la gente tiene que regresar a la Palabra de Dios para averiguar lo que Dios quiere que nosotros hagamos. Luego, creemos que habrá y debe haber una entrega total, comprometida, por parte del pueblo de Dios hacia Dios. No podemos continuar haciendo las cosas a medias como a veces suele ocurrir. No se puede contemporizar con los sistemas del mundo, aceptándolos sin contrastarlos con la Palabra de Dios, y al mismo tiempo pretender recorrer el camino en una relación de compañerismo con Dios. Tiene que haber una dedicación clara, bien definida, del corazón y de la vida a Dios. Y cuando eso ocurre, creemos que el Espíritu de Dios tiene libertad para actuar. Ahora pasando a
2 Crónicas 35
Vemos que celebraron la Pascua. Fue una nueva experiencia para esa generación y es interesante ver que Josías siguió cuidadosamente el procedimiento establecido en la ley de Moisés. Leamos los versículos 16 al 19;
"Así se organizó aquel día todo el servicio de Jehová, para celebrar la Pascua y para sacrificar los holocaustos sobre el altar de Jehová, conforme al mandamiento del rey Josías. Los hijos de Israel que estaban allí celebraron en ese tiempo la Pascua y la fiesta solemne de los Panes sin levadura por siete días. No se había celebrado una Pascua como esta en Israel desde los días del profeta Samuel; ni ningún rey de Israel celebró la Pascua tal como la que celebró el rey Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, junto con los habitantes de Jerusalén. Esta Pascua fue celebrada en el año dieciocho del rey Josías".
La Pascua era simbólica de la muerte de Cristo. La nación había recuperado el conocimiento de que tenía que haber una redención por los pecados. Es que habían aprendido lo concerniente a la Pascua porque habían descubierto la ley de Moisés. Y fue una gran y memorable ocasión. Y vemos que en el relato Dios destacó que nunca se había celebrado en Israel una Pascua como ésta desde la época del profeta Samuel. Y Josías fue el responsable de este retorno a la Palabra de Dios. Ahora nos aproximamos al momento de su muerte. Y debemos destacar que incluso las personas piadosas como este rey cometen errores ¿Qué fue lo que sucedió? Se nos dice en este capítulo 35, versículos 20 y 21, que comienzan un párrafo que culmina con
La muerte de Josías
"Después de todas estas cosas, luego de haber reparado Josías la casa del Señor, Necao, rey de Egipto, subió para hacer guerra en Carquemis junto al Éufrates; y salió Josías contra él. Pero Necao le envió mensajeros a decirle: ¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá? No vengo hoy contra ti, sino contra la casa que me hace la guerra; y Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya".
Josías debía haberse quedado en su palacio. No tenía ningún interés comprometido en esa guerra. Dice el versículo 22:
"Pero Josías no se retiró, sino que se disfrazó para darle batalla, y no atendió a las palabras de Necao, que venían de la boca de Dios. Así que fue a presentarle batalla en el campo de Meguido"
El rey se negó a retirarse de la lucha. Veamos que sucedió, leyendo los versículos 23 al 25:
"Y los arqueros tiraron contra el rey Josías. Entonces dijo el rey a sus siervos: Sacadme de aquí, porque estoy gravemente herido. Sus siervos lo sacaron de aquel carro, lo pusieron en un segundo carro que tenía y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías. Jeremías compuso un poema fúnebre en memoria de Josías. Todos los cantores y cantoras recitan esas lamentaciones sobre Josías hasta el día de hoy; y las tomaron por norma en Israel. Están escritas en el libro de Lamentos".
Josías había sido un buen rey, un gran rey. Había conducido una gran renovación, un importante retorno a Dios. Pero su muerte puso fin a esa renovación. Entonces, el juicio de Dios caería sobre el reino del sur o de Judá. Y llegamos ahora a
2 Crónicas 36
El tema de este capítulo es la cautividad del reino de Judá. Este reino del sur tenía los días contados. Josías había sido el último buen rey de la nación. Todos los reyes que le siguieron en el trono fueron malvados. Sus malos reinados apresuraron el juicio y castigo de Dios sobre el reino de Judá. El relato sólo nos ha dejado una breve reseña sobre la actitud de ellos hacia Dios y alguna información sobre los principales acontecimientos que precipitaron la ruina de la nación. Leamos entonces los versículos 1 al 3, que nos hablan sobre
El reinado de Joacaz
"Entonces el pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo de Josías y lo proclamó rey en lugar de su padre en Jerusalén. Veintitrés años tenía Joacaz cuando comenzó a reinar, y tres meses reinó en Jerusalén. El rey de Egipto lo destituyó en Jerusalén, e impuso al país un tributo de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro".
Al fin, el hijo de Josías fue depuesto por el rey de Egipto. Fue un malvado y duró en el trono sólo por 3 meses. En este período los acontecimientos comenzaron a sucederse rápidamente. Los versículos 5 al 7 nos describen
El reinado de Joacim
"Cuando comenzó a reinar Joacim tenía veinticinco años, y reinó once años en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos del Señor, su Dios. Subió contra él Nabucodonosor, rey de Babilonia, y lo llevó a Babilonia atado con cadenas. También llevó Nabucodonosor a Babilonia parte de los utensilios de la casa de Jehová, y los puso en su templo en Babilonia".
Aquí vemos que durante su reinado el rey de Babilonia atacó a la nación. El versículo 9 nos menciona
El reinado de Joaquín
"Ocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos del Señor".
De este reinado destacamos la desaprobación de Dios y su brevedad. Leeremos a continuación los versículos 11 al 14, que nos hablan sobre
El reinado de Sedequías
"Veintiún años tenía Sedequías cuando comenzó a reinar, y once años reinó en Jerusalén. Hizo lo malo ante los ojos del Señor, su Dios, y no se humilló delante del profeta Jeremías, que le hablaba de parte del Señor. Se rebeló asimismo contra Nabucodonosor, al cual había jurado fidelidad delante de Dios. Fue obstinado y se empeñó en no volverse al Señor el Dios de Israel. También todos los principales sacerdotes y el pueblo aumentaron la iniquidad, siguiendo todas las abominaciones de las naciones y contaminando la casa del Señor, la cual él había santificado en Jerusalén".
Éste fue el último rey de Judá. El penúltimo párrafo nos habla ya sobre
La cautividad
Entonces Nabucodonosor, rey de Babilonia, estaba llamado a las puertas. Derribó la muralla de Jerusalén, incendió la ciudad de Jerusalén y llevó cautivos a Babilonia a los supervivientes de la matanza. Leamos los versículos 15 y 16, que contienen la explicación de Dios sobre lo sucedido
"El Señor, el Dios de sus padres, les envió constantemente avisos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su morada. Pero ellos se mofaban de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo, y no hubo ya remedio".
Ahora, el versículo 21 citó otro motivo para el juicio de Dios. Dice así.
"para que se cumpliera la palabra del Señor, dada por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos".
Dios había cumplido un propósito doble. En primer lugar ellos habían rechazado a los profetas y estaban viviendo como en un tiempo prestado, Dios habría actuado con justicia si los hubiera enviado a la cautividad unos cien años antes. En segundo lugar, por 490 años ellos no habían observado el año sabático. Estaban quebrantando la ley que Dios había establecido para que descansara la tierra, ley dada aun antes de que tomaran posesión de aquel territorio. En Levítico 25:3 al 5, Dios había dicho: "Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para el Señor. 3Seis años sembrarás tu tierra, seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. 4Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para el Señor; no sembrarás tu tierra ni podarás tu viña. 5No segarás lo que de por sí nazca en tu tierra segada, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra". A causa de su codicia, no habían dejado que la tierra tuviera los períodos de reposo necesarios, es decir, cada 7 años. Y así había sucedido por esos 490 años hasta que Dios resolvió expulsarles de la tierra por 70 años para que la tierra tuviera el descanso que no había tenido. Esto es interesante porque nos explica la duración de la cautividad.
Usted puede ver, estimado oyente, que Dios no permite que el hombre se burle de Él. En su carta a los Gálatas, capítulo 6, versículo 7, nos dice el apóstol Pablo: "No os engañéis, Dios no puede ser burlado. Pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Y el último párrafo de 2 Crónicas, trata sobre
El decreto para reedificar el templo
Y así, este libro concluye con una brillante esperanza para el futuro. Leamos los versículos 22 y 23, de este capítulo 36:
"En el primer año de Ciro, rey de los persas, para que se cumpliera la palabra del Señor, dada por boca de Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, este decreto: Así dice Ciro, rey de los persas: el Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique Casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, que sea el Señor, su Dios, con él, y suba allá".
Esto está repetido en la introducción al libro de Esdras, que continúa el relato histórico a partir de este punto. Es conveniente destacar que aunque Dios permitió que Su pueblo fuera llevado cautivo, no lo había olvidado. Porque Él es un Dios de amor y de misericordia. Y hoy también, a pesar de que Dios ha sido dejado de lado en la vida de tantas personas, que en su vida personal y en sociedad notan las consecuencias de su alejamiento o del rechazo hacia Su Creador, el mensaje del Evangelio llega a todo el mundo proclamando que hay salvación, hay esperanza para quien crea en el Señor Jesucristo como su Salvador. Como bien dijo el apóstol Pablo, "Dios, nuestro Salvador, quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad".
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