Estudio bíblico de 1 Corintios 2:1-16
1 Corintios 2:1-16
Llegamos hoy al capítulo 2 de esta Primera Epístola a los Corintios. Hemos visto que en el primer capítulo se enfatiza la centralidad de Cristo crucificado y que ello es lo que corrige las divisiones. Aquí, en el capítulo 2 veremos que la claridad del Espíritu Santo corrige la sabiduría humana. Dijo el apóstol Pablo en el versículo 1:
"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría"
Aquí tenemos dos cosas a las cuales quisiera dirigir su atención; la primera de ellas es que el apóstol Pablo no usó un método filosófico para su predicación. Pablo no era un predicador textual o un predicador de tópicos, él era un expositor de la palabra de Dios. Y creemos personalmente que ése es el método de Dios y, por cierto, fue el método utilizado por nuestro Señor. Tampoco utilizó Pablo un lenguaje florido ni un estilo oratorio.
En segundo lugar, Pablo no se presentó exponiendo la sabiduría del mundo, al anunciar el testimonio o el misterio de Dios, como traducen aquí algunos manuscritos. ¿Qué es lo que quería decir Pablo al usar la palabra misterio? En la epístola nos encontraremos con esta palabra una y otra vez. Pero aquí simplemente quiere decir "aquello que no ha sido revelado con anterioridad". El misterio de Dios que Pablo predicó es el hecho de que Jesucristo había sido crucificado, y eso fue algo que no había sido predicado antes pero en ese tiempo fue revelado. En el Antiguo Testamento la crucifixión de Cristo fue revelada sólo en tipos o figuras y en la profecía. El evento mismo era algo nuevo, algo no revelado previamente. Entonces, dijo el apóstol Pablo en el versículo 2, de este capítulo 2 de la Primera Epístola a los Corintios:
"pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino de Jesucristo, y más exactamente, de Jesucristo crucificado".
En otras palabras, Pablo no quiso entrar en discusiones filosóficas que provocaran divisiones, sino que se mantuvo firme en su misión específica de presentar la predicación de la cruz de Cristo, el Salvador crucificado. Uno que había muerto por los pecados del mundo. Éste es el tipo de misterio que se necesita desesperadamente entre nosotros en este día. Y ahora, leamos el versículo 3:
"Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor"
Pablo estaba abriendo aquí su propio corazón y nos permitió observar sus pensamientos más profundos y la manera de pensar suya cuando estuvo entre ellos. Pablo, como lo expresó aquí con toda claridad, estaba inquieto entre ellos y se sentía débil y con miedo. No nos sorprende entonces que pudiera decir que Dios había elegido a las personas que este mundo consideraba débiles. Pablo no tenía un concepto muy alto de sí mismo. Y, aun así, él era un hombre de gran intelecto y una gran personalidad en muchas maneras. Obviamente él nunca se consideró un gran hombre. Y continuó diciendo en el versículo 4 de este capítulo 2 de la Primera Epístola a los Corintios:
"y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder"
Hoy nosotros escuchamos muchas palabras que exponen la sabiduría humana. Tenemos mucha predicación, pero muy poco se presenta "con demostración del Espíritu y de poder". Hay quienes piensan hoy, que lo que necesitamos es el método correcto, el sermón apropiado, y expresado en el estilo adecuado. Sin embargo, necesitamos el poder del Espíritu Santo en nuestra predicación "con demostración del Espíritu y de poder", como dice el versículo 5 de este capítulo 2 de la Primera Epístola a los Corintios, que leemos ahora:
"para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios".
En otras palabras, si se utiliza la sabiduría humana para ganar a un hombre, entonces su fe descansará en esa sabiduría; pero si una persona llega a la fe por medio del poder de Dios, entonces su fe descansará en Dios. Ésa es la razón por la cual, para presentar el mensaje de salvación a las personas, cuestionamos sinceramente la predicación apologética actual, que tiene por objeto defender la verdad de la religión cristiana y la defensa de la fe. Esta presentación apologética, trata de probar que la Biblia es la palabra de Dios, que el primer capítulo de Génesis es algo científico, y que el diluvio fue un evento histórico. Ahora, estimado oyente, no queremos ser mal interpretados. Porque hay un momento apropiado para la defensa de esas verdades Bíblicas, y damos gracias a Dios por las personas que se han especializado en esas áreas. Pero entendemos que la aceptación de la salvación no depende de que podamos probar, por ejemplo, la inspiración de las Sagradas Escrituras, aunque ciertamente creemos que podemos probarla. La pregunta básica es: ¿En qué se apoya su fe? La predicación apologética llamará la atención de la gente hacia la Palabra de Dios, pero creemos que nuestra fe deberá apoyarse en el poder de Dios. Por tanto, el apóstol Pablo continuó diciendo en el versículo 6:
"Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez en la fe; no la sabiduría de este mundo ni de los poderosos de este mundo, que perecen".
Pablo dijo que él no utilizaba los métodos propios del sistema del mundo. Y dijo además en el versículo 7:
"Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria".
Aquí volvemos a tener otra vez esta palabra misterio. Debemos ser bien claros en indicar que aquí no se trata de uno de esos misterios que popularmente hablando son como, por ejemplo, los enigmas, de una novela de suspenso. No se trata de algo de carácter o cualidad reservada, que se hace en secreto, en privado. La palabra misterio, tal como es usada en la Biblia, se refiere a algo que en el pasado no había sido conocido, pero fue posteriormente revelado. Esta palabra "misterio", aparece unas 27 veces en el Nuevo Testamento. Nuestro Señor la usó cuando dijo, en Mateo 13:11, "Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos". Y las parábolas que siguen a continuación en ese capítulo 13 de Mateo son las llamadas "parábolas del misterio". Y, ¿por qué se las llama así a estas parábolas? Porque en ellas Jesús explicó el curso o dirección que el reino iba a tomar en el intervalo comprendido entre los días del rechazo del Rey, y el momento en el que Él venga a establecer Su reino. Ese segmento de la historia no fue realmente revelado en el Antiguo Testamento. Dios no lo había revelado aún a los hombres. Cuando Jesús pronunció esas parábolas del misterio de Mateo 13, estaba revelando esta verdad por primera vez. Lo que había permanecido oculto previamente, Jesús lo reveló en aquella ocasión.
Aquí en la epístola a los Corintios, Pablo habló de la "sabiduría de Dios en misterio". Eso es algo interesante porque se trata de una palabra que proviene de las escuelas griegas de filosofía, de lo oculto y de la ciencia y Pablo, apropiándose de ella, dijo: "hablamos sabiduría de Dios en misterio". Pero él le dio un significado completamente nuevo. Misterio viene de una palabra cuyo significado es boca, y quiere decir tener la boca cerrada, porque hay algo secreto que esconder. Pero el apóstol Pablo nunca la usó de esa manera. Más bien indicó que aquello que había permanecido en silencio, en ese momento se convirtió en una expresión vocal, con sonidos audibles. Aquello que no había sido conocido y que no podía haber sido conocido por medio de las investigaciones humanas, en ese momento pasaba a ser conocido. Y el misterio en el Nuevo Testamento siempre quiere decir algo que no se puede descubrir por medio de la actividad del intelecto humano, sino que es revelado para que el intelecto humano lo pueda entender.
Cuando Pablo dijo "hablamos sabiduría de Dios", estaba diciendo "nosotros tenemos una filosofía". Ahora, no es de este siglo, de esta época, ni de este mundo, sino que es la sabiduría de Dios y que está relacionada con la cruz de Cristo. Y luego, continuó diciendo, en los versículos 7, que leemos nuevamente, y en el 8:
"Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la cual ninguno de los poderosos de este mundo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria".
Aquí vemos como se enfatiza el hecho de que los gobernantes de este mundo no habían conocido la nueva verdad revelada. Y continuó diciendo el apóstol en el versículo 9 de este capítulo 2, de la Primera carta a los Corintios:
"Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman".
Aquí tenemos un versículo que muchas veces se ha entendido mal, aplicándolo en un entierro a aquel que ha partido a la presencia del Señor, y que en su vida aquí tenía un conocimiento limitado, pero que ahora está en la gloria celestial y comprende todas las cosas. Esto no es lo que Pablo quiso explicar aquí. Lo que Pablo estaba diciendo aquí en este pasaje, era que hay ciertas cosas que el ojo no ha visto. Hay ciertas cosas que uno no puede percibir por medio del ojo humano. Nosotros percibimos mucha información a través de nuestros ojos. Aprendemos más a través de ellos que de cualquier otra forma. Otra manera de recibir conocimientos humanos y aprender es por medio del oído. Y aun así, Pablo dijo que hay ciertas cosas que uno no puede comprender por medio del oído. Después dijo, "Ni han subido al corazón del hombre". Es decir, por medio de la meditación, de la reflexión, del pensamiento, el razonar. Hay ciertas cosas que uno nunca puede obtener por medios humanos. Ahora, las cosas que Dios ha preparado para aquellos que le aman no se consiguen a través del ojo ni el oído físico, ni por medio de los recursos de la mente humana. Entonces, ¿cómo las podemos recibir? Bueno, veamos el versículo 10, de este capítulo 2 de la Primera carta a los Corintios, que dice:
"Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo examina, aun lo profundo de Dios"
Ahora, lo que Pablo está diciendo aquí, sencillamente es que lo que uno no puede recibir por medio del ojo, o del oído, el Espíritu de Dios se lo puede enseñar. Hay ciertas cosas en la Biblia que usted puede aprender estudiando el texto, como por ejemplo la historia y poesía Bíblicas, pero usted no puede percibir de esa manera las verdades espirituales. ¿Por qué? Porque Dios nos las ha manifestado por medio del Espíritu. Hay ciertas cosas que sólo el Espíritu de Dios nos puede revelar. Luego, continuó Pablo diciendo aquí en el versículo 11:
"Porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios".
Usted y yo, estimado oyente, nos podemos entender el uno al otro porque tenemos el espíritu de hombre. Yo, por ejemplo, puedo saber cómo se siente uno cuando se cae en la vía pública. Se siente vergüenza, ¿verdad? En cierta ocasión, un señor salía de una tienda de alimentación y saliendo a la calle, se resbaló aparatosamente y cayó al suelo, desparramándose por el suelo todo lo que llevaba en sus manos. Se dio un buen golpe. Después, él se levantó rápidamente y miró en todas direcciones para ver si alguien lo estaba observando. ¿Por qué hizo eso? Yo sí sabía por qué lo había hecho. Porque le había dado vergüenza, pensó que había hecho el ridículo y quería saber si alguien lo estaba viendo y riéndose de él. Y yo entiendo ese sentimiento, porque yo tengo el mismo espíritu humano que él tiene. Sin embargo, yo no sé ni entiendo cómo se siente Dios. Y si yo voy a comprender algo acerca de Dios, Él será quien tenga que revelármelo. Ahora, el apóstol Pablo nos dijo en el versículo 12 de este capítulo 2 de la Primera Epístola a los Corintios:
"Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido".
Hay cosas que nosotros podemos comprender, solamente si el Espíritu de Dios nos las revela. Y lo hace libremente. Él quiere ser nuestro maestro. Y el versículo 13 nos dice:
"De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual".
El hace esta declaración bastante profunda aquí, que es un axioma de las Escrituras, es decir un principio que no necesita explicación. Esto de "acomodamos lo espiritual a lo espiritual", se expresa así en otra traducción: "explicamos las cosas espirituales con términos espirituales". Y otra versión traduce de esta manera: "combinamos pensamientos espirituales con palabras espirituales". Sigue el versículo 14:
"Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente".
El hombre natural, se refiere al hombre que no ha sido salvo, y así es como todos nosotros nacemos en este mundo, muertos en nuestros delitos y pecados, sin ninguna capacidad para comunicarnos ni recibir ninguna comunicación de Dios, siendo enemigos de Dios. Así es el hombre natural. Y Pablo dice que "el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios". ¿Y por qué? Porque para esa persona las verdades Bíblicas son una tontería, una necedad. Si usted, estimado oyente, no es cristiano, puede que lo que estoy diciendo le parezca una insensatez. Eso es lo que pensaban en el tiempo de Pablo al oír sobre la predicación del mensaje de la cruz de Cristo para la salvación. Para el no creyente, este mensaje y sus implicaciones no tienen sentido.
A veces, cuando uno ha recibido algunos estudios, piensa que, por su preparación, puede entender cualquier cosa que se haya escrito. Bueno, esto no es así. Nosotros, estimado oyente, no vamos a conocer la Palabra de Dios, hasta que el Espíritu de Dios abra nuestras mentes y nuestros corazones para que entendamos. Esa Palabra debe entenderse y juzgarse espiritualmente. Solo el Espíritu de Dios puede tomar las cosas de Cristo y enseñárnoslas. El Señor Jesucristo se estaba refiriendo a esta realidad cuando dijo, en el evangelio según San Juan, capítulo 16, versículos 13 y 14: "13Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber".
Estimado oyente, estamos seguros que hasta que el Espíritu de Dios le muestre a usted las cosas de Cristo, esta carta a los Corintios que estamos considerando, no significará mucho para usted. Veamos ahora lo que dicen los versículos 15 y 16, de este capítulo 2 de la Primera carta a los Corintios:
"En cambio el espiritual juzga todas las cosas, sin que él sea juzgado por nadie. ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo".
Aquí el "espiritual" es el que tiene el Espíritu Santo dentro de sí mismo, es un creyente, un hijo de Dios.
Esto de que "juzga todas las cosas" significa que comprende estas cosas, Sin embargo, como continúa diciendo aquí, nadie puede juzgarlo a él, y significa que él no es comprendido. El hombre espiritual, o que tiene el Espíritu aparece aquí en contraste con el hombre natural, apartado de Dios. Esta persona en la que habita el Espíritu, entiende la verdad divina, pero es a su vez incomprendido por la persona llamada "natural", es decir el no creyente.
Y el versículo 16 dice: "¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Ahora, ¿quién puede instruir a Dios? ¿Quién entiende la mente del Señor? No podemos enseñarle nada a Dios, pero Él sí puede revelarnos cosas espirituales. Sin embargo, el Espíritu de Dios no puede revelarnos las cosas espirituales hasta que tengamos la mente de Cristo. Si usted, estimado oyente, no es salvo, ¿no piensa, realmente, que la predicación sobre la cruz es una insensatez? ¿No cree usted que un hombre muriendo en una cruz ha sido completamente derrotado? ¿No tiene la sensación de que es una insensatez, antes que el verdadero camino de salvación? Sin embargo Dios dice que Su método y Su sabiduría consistieron en entregar a Su Hijo para morir por nosotros en la cruz, para que pudiéramos ser salvos, y en que debemos depositar nuestra confianza en Él. Si usted es sincero, y esperamos que lo sea, admitirá que, desde un punto de vista humano normal, todo esto suena como una especulación sin sentido.
Usted recordará que, al principio de este programa dijimos que este capítulo afirma que la claridad del Espíritu corrige la sabiduría humana. Y resumiendo, diremos que Pablo ha presentado dos clases de seres humanos: el ser natural y el espiritual. El hombre natural es el descendiente de Adán, nacido en este mundo con una naturaleza pecaminosa, con una propensión, una inclinación natural a hacer el mal. Y eso es lo que puede lograr, incluso cuando creemos que hacemos el bien, suelen aparecer motivaciones mixtas o dudosas. No podemos esperar mucho de ese hombre natural, quien probablemente nos diría: "Yo vivo y actúo lo mejor que puedo ". Y probablemente nos estaría diciendo la verdad.
Luego está el otro tipo de persona, llamado "el hombre espiritual", o sea, el que tiene el Espíritu de Dios, al ser un hijo suyo. Él comprende todas las cosas, tiene un discernimiento, una percepción espiritual. Ese criterio espiritual hace que resulte incomprendido por los que están dominados por la forma de pensar del sistema del mundo. Porque el hombre normal y natural sencillamente no puede entender ni sus creencias ni sus actitudes. Ésa es, pues, la diferencia entre el hombre que tiene el Espíritu de Dios, por ser un hijo Suyo, y el que no lo tiene, por no tener una relación con Dios.
Estimado oyente. ¿No querrá usted iniciar esa relación con Dios al creer en el Señor Jesucristo como su Salvador, depositando por la fe su confianza en Él y en la eficacia de Su sacrificio en la cruz? Entonces, sus pecados serán perdonados y su natural inclinación al mal recibirá la poderosa influencia del Espíritu Santo, quien le irá transformando progresivamente en la persona apta para cumplir aquí en la tierra la voluntad de Dios, viviendo de esta manera una vida de auténtica calidad espiritual y humana, que anticipará el estado perfecto de la vida eterna.
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