Estudio bíblico: Revelación e inspiración -
Revelación e inspiración - Capítulo 1
La necesidad de una revelación
Esta serie de estudios doctrinales empieza con el tema de "la revelación", por la sencilla razón de que si Dios no se ha revelado a los hombres no tenemos ninguna "doctrina" que exponer. O la luz sobre toda cuestión fundamental en cuanto al hombre y Dios se alcanza por las investigaciones y los razonamientos de los hombres, en cuyo caso sobra una "revelación", o hemos de reconocer los estrechos límites y los obvios defectos del pensar humano en este terreno, para esperar que Dios se manifieste.
1. Los conocimientos humanos
"Creo lo que veo, lo que oigo y lo que palpo, pero nada más", asevera el hombre de "sentido común", creyendo que así afirma su propia personalidad y se salva de caer en la credulidad o en la superstición. De hecho solamente una pequeña parte de los hechos que nos afectan en la vida puede ser comprobada por nuestros cinco sentidos o elaborados por nuestro propio raciocinio. Cada día se extiende más el área de los conocimientos humanos; de modo que aun hombres inteligentes, con sólida formación cultural, necesitan consultar al especialista en multitud de materias que les interesan. El geógrafo pasa su vida estudiando los accidentes de nuestro globo terráqueo y su atmósfera, pero sólo es especialista en temas determinados que afectan una mínima parte del campo total de los estudios geográficos, y así con el astrónomo, el químico, el físico, el médico, etc. ¿Y podemos estar seguros aun de lo que vemos y oímos? Los sentidos operan con notoria incertidumbre, y necesitan la ayuda de toda clase de instrumentos si han de acumular datos firmes y comprobados. Diferentes personas aprecian los mismos hechos de distinta manera, hasta el punto de que el filósofo idealista llega a pensar que lo único cierto es la impresión que se produce en la mente del observador, dudando de la realidad objetiva. Tan complicado es el tema, que la epistemología, la teoría de la base y de los métodos del conocimiento, llega a ser un extenso ramo de la filosofía.
2. El método científico
Nosotros vivimos en la era científica, en la que conocimientos sobre nuestro medio ambiente se han acumulado, se han interpretado y se han aplicado en sentido práctico como en ninguna época anterior de la historia del hombre. Los resultados del método científico afectan las vidas de los hombres en todo pueblo civilizado, aunque en mayor grado en los países superdesarrollados, pero el método se conoce y se aplica únicamente por una minoría muy reducida de la raza, y aun así el especialista en estas materias puede ser un ignorante en otras de mayor importancia humana. ¿En qué consiste este método de acumular y utilizar conocimientos? No hay misterio alguno en el método, que consiste en acumular datos que se van comprobando hasta el límite de lo posible y que se clasifican. El cuidadoso escrutinio de estos datos, con la ayuda de aparatos cada vez más complicados y exactos, revela analogías y combinaciones que desembocan a menudo a maravillosas aplicaciones prácticas, bien que el científico genuino busca primeramente la verdad, y sólo en segundo término la aplicación provechosa. Las explicaciones de los fenómenos estudiados se presentan en forma de hipótesis, que ofrecen nuevas posibilidades de estudio hasta comprobarse o desecharse a la luz de nuevos descubrimientos. La ciencia es internacional, de modo que muchos miles de científicos trabajan en su materia en miles de laboratorios o campos de experimentación, y al notar los resultados, los comunican a colegas de la misma especialidad por medio de libros, tesis e informes muy diversos. Las matemáticas constituyen el alma del método, pues es imprescindible emprender complicados cálculos sobre toda suerte de masa y movimiento, pasando desde partículas infinitamente pequeñas a los gigantescos e innumerables cuerpos celestes. A veces sale a luz un factor vital que permite la utilización de una multitud de conocimientos anteriores, y entonces el mundo se da cuenta repentinamente de destacados inventos, como son los del motor de combustión interna, del avión reactor, de los rayos láser, de la bomba atómica, etc.
Nos hemos extendido algo en estas consideraciones porque la ciencia ha llegado a ser la "diosa" de nuestro siglo y es necesario que la apreciemos juntamente con sus frutos dentro de una perspectiva exacta. Para bien y para mal afecta nuestras vidas en muchos aspectos y necesitamos saber lo que es, pues muchas veces se presenta, por sabios y por ignorantes, como rival serio a la revelación de la Biblia.
3. Limitaciones de la ciencia
No hemos escatimado nuestra admiración ante la perspicacia, la tenacidad y la habilidad de los científicos y de los ingenieros que colaboran en la producción de tantos ingenios, a cual más asombroso. Pero antes de pensar con los materialistas que estos conocimientos son los únicos de base sólida y de verdadera utilidad, debemos meditar en los hechos siguientes:
a) Cuanto más se investiga tanto mayor es el campo sin explorar que se va descubriendo. En el siglo XVIII un estudiante de buena formación cultural, de privilegiada memoria, de discernimiento y constante en sus lecturas y estudios, podría dominar una buena parte de los conocimientos científicos y filosóficos de su tiempo, llegando a creer que estaba bien situado para orientarse en la vida. Así eran los célebres enciclopedistas de aquel siglo. Todo eso ha cambiado radicalmente, y Sir James Jeans (científico y filósofo) declaró que lo que saben los científicos no es más que una pequeña isla en el océano de lo que ignoran. Ya hemos visto que el especialista en una pequeña subdivisión de su campo, bien puede ser ignorante en las humanidades, y aun en materias científicas ajenas a la suya. El ingente cúmulo de datos, experimentos, hipótesis, combinaciones y aplicaciones llega a ser una montaña que no deja de crecer y que ningún ser humano es capaz de escalar. El hombre es muy limitado en su inteligencia y tan pequeño moralmente como hace siglos. ¿Será capaz de controlar las enormes fuerzas que ha evocado y la "máquina" que ha creado? Hay muchos pensadores que no son creyentes evangélicos que creen que no.
b) Los resultados de la ciencia son asombrosos en su aspecto informativo y utilitarios, pero el profano en la materia no se da cuenta de que el científico es tan ignorante de la razón fundamental de las cosas como "el hombre de la calle". Una cosa es nombrar, describir y relacionar los fenómenos, y otra comprenderlos. La electricidad se describe como una forma de energía, y se utiliza de mil maneras, pero nadie sabe lo que realmente es. Se conocen exactamente todas las etapas del desarrollo del feto en el seno de la madre, pero nadie sabe por qué y cómo la célula fertilizada se divide y se multiplica millones de veces, imponiéndose un plan especializado en los miles de órganos embrionarios, hasta que el nuevo ser esté listo para ver la luz en un espacio de nueve meses. Los procesos de los más complejos polígonos industriales son sencillos en comparación con aquellos que se llevan a cabo durante la gestación, sin pensar en los asombrosos factores psíquicos que son inseparables del desarrollo físico del nuevo ser. Biólogos y fisiólogos sinceros confesarán lo mismo que David en cuanto a la razón íntima de la maravilla que aceptamos sin cuestión por ser parte de la experiencia común de la raza (Sal 139:13-16). No nos dejemos deslumbrar, pues, por la gloria pasajera y limitada de la "diosa" ciencia, porque dista mucho de ser omnisciente y omnipotente aun en el plano inferior que le corresponde.
c) La ciencia está sujeta a la "ley de frustración" que se describe en Eclesiastés y en (Ro 8:19-24). Dios ha determinado que el hombre no ha de prosperar en su pecado, ni le es permitido hallar soluciones finales que prescinden de Dios. Así el descubrimiento de la energía nuclear podrá suplir la falta de otras fuentes de energía cuando éstas se agoten (carbón, petróleo, etc.), pero a la vez, por medio de las bombas nucleares, coloca a la humanidad sobre el borde del precipicio de una guerra nuclear, capaz de destrozar nuestra civilización y matar o mutilar la mayoría de la raza. Las máquinas, y aún estamos en los principios de la era electrónica, pueden acrecentar el ritmo de la producción, pero la "explosión demográfica", resultado de los beneficios de la ciencia médica, aumenta hasta tal punto el número de bocas a alimentar, que dos terceras partes de nuestros semejantes no comen bastante, una tercera parte come demasiado, y la situación tiende a empeorar. Son ejemplos de la acción "boomerang" de la ciencia, que tiende a quitar con una mano lo que entrega con la otra, solucionando ciertos problemas y creando otros peores.
d) La ciencia no trae solución a los problemas psíquicos y espirituales del hombre. Hay más psicólogos y psiquiatras que nunca, pero el número de enfermos mentales aumenta sin cesar a causa del ritmo acelerado de la vida de nuestros tiempos, en los que lo artificial reemplaza con grado creciente lo natural. Damos por descontado que el hombre tiene alma, o vida interior, muy enlazado con el hombre físico y el proceso fisiológico, pero diferenciada de ellos y superior a ellos. Allí en lo íntimo brotan anhelos y se formulan plegarias que la "diosa ciencia" no entiende ni puede de modo alguno satisfacer. Reconocemos, pues, el valor relativo de la ciencia, como exploración de lo que Dios ha creado y como utilización de energías que él ha ordenado, pero como hombres, hechos a imagen y semejanza de Dios, esperamos una voz mucho más elocuente y poderosa; voz que proceda de Dios y que llegue a nuestras almas y espíritus con el poder del Espíritu de Dios.
Como bien indicó Zofar (Job 11:7), el hombre es incapaz de penetrar en el secreto de la realidad de la vida espiritual, que se esconde detrás de las apariencias al alcance de los sentidos, sin el auxilio del Dios que le creó en su imagen y semejanza. Menos aún podrá comprender el Dios que le creó, aparte de la iniciativa del mismo Creador, quien levanta el velo para descubrir lo que el hombre, limitado por las condiciones de su creación, y más aún por el pecado, es incapaz de percibir. Esta iniciativa de Dios, que se realiza mediante los medios que hemos de notar, se llama revelación, o sea, el "descorrer de un velo". No sólo creemos que Dios existe, sino estamos seguros de que puede y quiere revelarse al hombre que ha creado, habiendo ordenado los medios más apropiados para darse a conocer.
Los medios por los cuales Dios se revela
1. Por las obras suyas en la naturaleza
Por "la naturaleza" entendemos el "conjunto de las cosas, fenómenos y fuerzas que componen el universo". Muchos de los Salmos, con una buena parte del Libro de Job, glorifican a Dios por la infinita sabiduría y potencia ilimitada manifestadas en las obras suyas de la naturaleza. No podemos creer que los incontables miles de maravillas que se hallan en el mundo inanimado, en el vegetal, y en el animal, se hayan producido por un proceso de evolución ciega. Lo que hacen los científicos materialistas (hay muchos otros que son creyentes y disciernen la mano de Dios) es quitar al Dios Creador, conocido por la revelación bíblica, sustituyéndole por una "diosa" que se llama "evolución", que planea procesos complejísimos, llevándolos a su realización y culminación. ¿Cómo lo hace? Esto no se explica, pues pocos creen ahora que pueda surgir sólo de la supervivencia de los más aptos, según la idea de Darwin. Alguna "Mente" tiene que haber que ponga en marcha tantísimos complicados y eficaces procesos, y parece mucho más lógico relacionar la obra con el Dios revelado por medio de Cristo, figura histórica, que no con una fuerza hipotética que no tiene base ni en la revelación ni en la filosofía. La revelación de Dios a través de sus obras, con las deducciones que lógicamente surgen de ella, se llama "teología natural", y, si nos dejamos guiar por la Biblia, ni hemos de exagerar su importancia ni excluirla tampoco. Pablo expresa el valor de este principio de revelación en las claras palabras de (Ro 1:19-20): "Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosa hechas, de modo que (los idólatras) no tienen excusa". En el (Sal 19:1-6), declara que la naturaleza tiene "voz" que llega a los oídos de los sumisos capaces de percibirla, y Dios mismo convence a Job de su pequeñez y sus limitaciones haciendo que considere las maravillas de la creación (Job capítulos 38 y 39).
Esta faceta de la revelación de Dios puede ser un principio de luz para los "niños" que desean conocerle (Mt 11:25-26), pero no echa luz sobre los problemas internos del hombre pecador que se siente culpable y necesita el perdón. Tampoco revela de una forma clara el amor de Dios. Las obras de la naturaleza nos convencen de la sabiduría infinita de Dios, de su potencia, de que es fuente de la hermosura, de que es Dios de orden, pero quedamos esperando mayor luz de la que la creación en sí nos puede suministrar.
2. Dios se revela en la historia en general
La historia nos provee de ciertas lecciones, unidas con enigmas que somos incapaces de descifrar. Ayudados por la Palabra escrita sabemos que en un mundo de pecado, Dios, en su providencia, ha determinado que las naciones y las civilizaciones no podrán llegar a una consumación estable mientras se obstinan en su rebeldía en contra de su Creador. Esto reduce la vida humana "debajo del sol" a la "vanidad", o a la frustración, según el agudo análisis del Libro de Eclesiastés, iluminado por las declaraciones de Pablo en (Ro 8:18-25). Estas nos enseñan que Dios sujetó al mundo a esta "vanidad", no porque desee que los hombres sufran, sino por la necesidad de que aprendan la imposibilidad de prosperar en el pecado. La historia de las civilizaciones señala sus comienzos, bajo el impulso de alguna fuerza religiosa, o algún ideal colectivo, su crecimiento en el que intervienen inevitablemente las codicias y las violencias que caracterizan a los hombres, para llegar a un momento de culminación, dentro de lo posible, tratándose de la raza caída. Después se inicia un proceso de decadencia que lleva aquella civilización a la ruina, para ser reemplazada por otra más cruda, quizá, en sus principios, pero más pujante. A veces los juicios de Dios se manifiestan rápidamente en contra de hombres que se "deifican", entregándose sin escrúpulos a realizar sus locas ambiciones, como en el caso del régimen nazi bajo la dirección de Hitler, y el del fascismo italiano que glorificó a Mussolini.
3. Dios se revela sobre todo en la historia de Israel
Aun después de la dura lección del Diluvio, los descendientes de Noé imitaron a sus predecesores antediluvianos, entregándose más y más a la idolatría. El capítulo 12 de Génesis señala el principio de un nuevo método de revelación, puesto que Dios escogió a Abraham, le sometió a diversas disciplinas, prometiéndole que sus descendientes habían de constituir un pueblo numeroso, hecho bendición para todas las familias de la tierra. Así formó Dios un "vaso", la nación de Israel, capaz de recibir, guardar y transmitir su Palabra revelada en medio de la corrupción de la idolatría que contaminaba a toda la raza. El Pentateuco narra la formación de este pueblo, "siervo de Dios" para la obra de revelación, la cual no depende sólo de mensajes proféticos, sino que se discierne en las intervenciones de Dios en la historia, sea en obras de gracia, sea por la aplicación de sus justos juicios. El Éxodo llegó a ser el ejemplo más destacado de cómo Dios administraba sus juicios y cumplía sus promesas, siendo tema de muchos de los salmos que habían de alabar a Dios en tiempos posteriores. Como ejemplo, el estudiante debiera leer con cuidado los salmos 105 y 106, el primero de los cuales enaltece la obra de gracia de Dios a favor de su pueblo en la época del Éxodo y de las peregrinaciones, mientras que el segundo analiza las reacciones del pueblo de Israel, tan dado a la ingratitud y la rebeldía. Esta revelación que Dios da de sí mismo por medio de sus obras es rasgo característico de la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, y enlaza los mensajes divinos con la historia humana de una forma desconocida en las supuestas fuentes de revelación de otras religiones.
4. Dios se reveló por medio de mensajeros divinamente inspirados
Estos son los profetas del Antiguo Testamento y los Apóstoles del Nuevo. De su misión e inspiración trataremos más adelante.
5. Dios se reveló de una forma completa en su Hijo
La culminación del proceso de revelación en Cristo se expresa maravillosamente en (He 1:1): "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo". La frase traducida por "por el Hijo" es, escuetamente, "en Hijo" en el griego, y condensa la idea de que Dios se dio a conocer ya por medio del Hijo suyo, complementando la declaración de Juan: "El Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Jn 1:14). "Carne" en este contexto equivale a la esencia de la humanidad, y el Verbo que siempre había dado a conocer el misterio de la Deidad como Agente de la creación, se encarnó, recabando la Humanidad que había creado y llegando a ser el Postrer Adán. Por este medio tan sublime, Dios revela tanto su corazón como su mente a los hombres en las condiciones de una vida humana (sin pecado) y en el contexto de la sociedad de los hombres. El estudio de los Evangelios es de importancia fundamental, pues sólo a través de las obras, palabras y actitudes del Dios-Hombre podemos conocerle a él, y por medio de él a Dios, pues "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14:9).
Los Evangelios son documentos históricos. No negamos que existan problemas en cuanto a la transmisión de estos escritos fundamentales de la fe cristiana, pero las variantes en detalle entre las narraciones de los cuatro escritos, que surgen del proceso de transmisión, de la necesidad de resumir ciertos relatos y de la finalidad del autor, no hacen más que confirmarlos como historia, redactados según el proceso que Lucas nota al principio de su Evangelio. Este evangelista señala la existencia de documentos desde el principio (Lc 1:1-4). Directa o indirectamente todos llevan el marchamo de la autorización apostólica, además del valor netamente histórico que ya hemos discernido.
6. Dios se revela por medio de la Biblia, Libro inspirado
Notamos aquí el excelso valor de la Palabra escrita como medio por el cual Dios se revela a los hombres, pero siquiera un esbozo de este tema requiere un tratamiento aparte, que reservamos para la segunda parte de este estudio y el siguiente.
La revelación subjetiva
1. La revelación externa
Hasta aquí hemos considerado la revelación que Dios ha dado a los hombres por medios objetivos, o sea, externos al hombre que la recibe. Es muy importante comprender que la revelación no puede surgir del inmundo pozo del subconsciente del hombre, ni ordenarse por su razón. Jamás tal cosa habría sido posible, aun si el hombre hubiese guardado su inocencia, pues él es criatura y no Creador, con las limitaciones de su finitud. Una vez que el hombre había caído en el pecado, su maravillosa inteligencia quedó ofuscada, por la ignorancia pertinaz que brota de su rebeldía en contra de su Creador (véase un diagnóstico muy claro en (Ef 4:17-19), de modo que su razón es incapaz de coordinar e interpretar con exactitud lo que observa muy parcialmente por sus sentidos. De ahí la necesidad de una revelación externa y objetiva. Desde luego, hombres inteligentes y estudiosos son capaces de analizar y explayar con mucho éxito temas importantes, y algo de verdad se encuentra en casi todos los sistemas filosóficos, pero siempre dentro de los límites que hemos señalado.
2. La revelación interna
Es el hombre mismo quien tiene que recibir la revelación, y este hecho evidente nos lleva al tema de la revelación interna o subjetiva. Para la escuela bartiana la esencia de la revelación consiste en el "encuentro con Dios", al recibir luz a través de la Palabra el que la busca, aun cuando no considere que la Biblia sea en su totalidad la Palabra inspirada y autoritativa de Dios. Se trata de la posición tan conocida de que la Biblia contiene la Palabra, sin que sea la Palabra en su conjunto, y que la revelación es personal y subjetiva, y no proposicional y objetiva. Discrepamos de esta posición, que remueve la base firme de la revelación objetiva e inspirada, garantizada por el mismo Verbo encarnado; sin embargo, admitimos la necesidad del "encuentro personal con Dios" por medio de la Palabra. El hombre que busca, halla, según el dictamen del Maestro, y por eso Jesús exclamó: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a sabios y entendidos y las revelaste a niños" (Mt 11:25-26). Los "niños" son las almas sencillas que se someten a Dios, siendo la Palabra tanto el medio que produce la fe como la base en la cual descansa (Ro 10:17). Es imprescindible la obra del Espíritu Santo en esta revelación subjetiva, ya que "nadie conoció las cosas de Dios sino el Espíritu de Dios" y "estas cosas son enseñadas por el Espíritu"; "El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender porque se han de discernir espiritualmente" (1 Co 2:11-16). El que se deja llevar por el Espíritu, quien ilumina e interpreta la revelación objetiva, puede exclamar con el apóstol Pablo: "Agradó a Dios revelar a su Hijo en mí" (Ga 1:16).
La inspiración de las Sagradas Escrituras
1. Definición
Existe una estrecha relación entre los términos revelación, inspiración e iluminación, pero es importante que no se confundan. Como hemos visto en la sección anterior, revelación señala todo el proceso por el cual Dios, según su propia iniciativa y propósito, "descorre el velo" que esconde las verdades con respecto a sí mismo, al hombre y a las relaciones que existen entre ambos. Inspiración es uno de los medios para la realización del propósito de la revelación, indicando el modo en que Dios, por el soplo divino, puede valerse de un siervo suyo, convirtiéndole en "portavoz" de su mensaje. Iluminación viene a coincidir con la "revelación subjetiva" que analizamos al fin de la sección anterior, ya que el Espíritu Santo no sólo inspira al mensajero escogido a fin de que dé el mensaje divino con exactitud y poder, sino que también esclarece el entendimiento del oyente, o lector, para que entienda espiritualmente lo que fue dado por el mismo medio. A veces esta iluminación se llama "el testimonio interno del Espíritu Santo" (1 Co 3:10-16). A continuación citamos los pasajes clásicos del Nuevo Testamento que definen el proceso de la inspiración de los profetas del Antiguo Testamento:
(2 Ti 3: 16-17) "Toda la Escritura (la referencia al Antiguo Testamento no se presta a duda) es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (que muestre madurez espiritual), enteramente preparado para toda buena obra."
(1 P 1:10-12) "Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles."
(2 P 1:19-21) "Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo."
En la primera cita (2 Ti 3:16) la frase determinativa es "toda la Escritura es inspirada de (por) Dios" (pasa graph theopneustos), que puede traducirse por la expresión "toda Escritura (del Antiguo Testamento) tiene el soplo de Dios", tanto al recibir el profeta el mensaje como al declararlo, siendo todo ello obra del Espíritu Santo. Ya notaremos la parte del instrumento humano, pero ninguna consideración sobre las condiciones del siervo puede anular el claro sentido de esta declaración de Pablo, que expresa lo que pensaban tanto judíos como cristianos en cuanto a la Palabra del Antiguo Testamento.
La segunda cita (1 P 1:10-12) surge del deseo de Pedro de hacer ver que los profetas del Antiguo Testamento dieron su testimonio anticipado en cuanto a Cristo. El Espíritu Santo en ellos señalaba los padecimientos del Cristo y las glorias que habían de manifestarse en él después. El Espíritu no obraba aparte de los profetas (véase la frase "en ellos"), pero les llevaba a la expresión de verdades que ellos mismos no podían comprender aún en su plenitud. Se recalca la obra del Espíritu al valerse de los mensajeros como portavoces de Dios, aun con referencia a acontecimientos futuros en la fecha del oráculo.
La tercera cita (2 P 1:19-21) corrobora el testimonio de las dos primeras, excluyendo una obra meramente personal de parte de los profetas, que no podían sacar sus mensajes de su propia intención y voluntad. La frase "inspirados por el Espíritu Santo" indica que fueron "llevados adelante", de la forma en que el viento impulsa un velero, para dar a conocer el mensaje que les había venido de parte de Dios.
Las tres citas plasman con maravillosa claridad la doctrina apostólica de la inspiración, que se confirma por las referencias del mismo Señor y de los Apóstoles al texto del Antiguo Testamento, siempre considerado como autoritativo, puesto que se originó en "el soplo de Dios". Quien no acepta esta doctrina se ha apartado de la doctrina apostólica y "la Fe que ha sido una vez dada a los santos" (Jud 1:3).
2. El proceso de inspiración en el Antiguo Testamento
De Isaías a Jeremías
Empezamos con estos escritos del Antiguo Testamento, ya que se revela más claramente en ellos el proceso de inspiración que fue enseñado por los apóstoles Pablo y Pedro. Estos profetas ejercían su función en los días de la decadencia del testimonio de Israel, antes del cautiverio babilónico. Sus oráculos denunciaban el pecado del pueblo rebelde, dieron ánimos a los hombres piadosos del "Resto Fiel" y vislumbraban la victoria final de la gracia de Dios en Cristo. Isaías introduce sus oráculos de distintos modos, pero indicando siempre que la Palabra es de Dios y no la suya: "En aquel tiempo habló Jehová por medio de Isaías diciéndole: Ve y quita el cilicio de tus lomos..." (Is 20:2). "Profecía sobre Tiro..." (Is 23:1). Típico de Jeremías es la frase: "Palabra de Dios que vino al profeta Jeremías..." (Jer 46:1). Ezequiel suele preludiar sus oráculos con frases como la siguiente: "Y fue a mí palabra de Jehová...". Amós dice repetidamente: "Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros..." (Am 3:1). En todos los casos se percibe la honda convicción del profeta de que hablaba en nombre de Dios al dirigir sus oráculos al pueblo. Los mensajes de los portavoces de Jehová a veces excitaron la hostilidad de las personas fustigadas, pero, en general, nadie dudaba de la realidad de la misión y función de los profetas, aun cuando los perseguían (Jeremías capítulos 37 y 38).
El Pentateuco
Los cinco libros de Moisés constituyen una amalgama de distintos "géneros literarios"; o sea, hay porciones históricas, biográficas, poéticas, legales, tipológicas, etcétera. Tales antologías ya se conocen fuera de Israel en bibliotecas como la de Ras Shamra. En este caso, ¿cuál es el proceso de inspiración? Hemos de reconocer la obra del Espíritu Santo no sólo en lo que manifiestamente constituye un "oráculo", un mensaje dado en el nombre del Señor y en la potencia del Espíritu, sino también al seleccionar y redactar datos pertinentes con referencia a la revelación que Dios va dando de sí mismo. Ya hemos visto que él se revela no sólo por mensajes, sino también a través de sus obras, que llegan a formar parte de la historia del pueblo. El Señor Jesucristo reconocía la plena inspiración de estos libros, y hemos de ver en ellos una combinación de inspiración directa de la inteligencia iluminada al considerar escritos anteriores de los patriarcas y de una sabiduría espiritual al redactar el material existente en una secuencia que obedece a su significado espiritual. La providencia de Dios ordenaba las circunstancias y el Espíritu de Dios, obrando a través de Moisés, garantizaba la veracidad de las expresiones verbales.
La teoría documental de Wellhausen y sus sucesores (que arranca de los años setenta del siglo XX) supone la necesidad de postular distintos autores, o equipos de autores, determinados por razones estilísticas y sobre todo por los títulos que emplean para Dios. El descubrimiento de amalgamas de distintos géneros en una sola obra en las bibliotecas ya mencionadas hace innecesario e inútiles tales análisis subjetivos, en los que diferentes escuelas de eruditos se hallan en desacuerdo en cuanto al detalle.
Los libros históricos, desde Josué a 2 Crónicas
Son libros anónimos, excepto la parte principal que tuviera Josué en el libro que lleva su nombre, y la que podemos atribuir fácilmente a Samuel en los primeros capítulos de 1 Samuel. La inspiración se ve en la selección del material histórico de tal forma que Dios sigue revelándose, dando a conocer también el desarrollo del plan de la redención. Detrás de los libros que llamamos Samuel y Reyes, una historia continua, hemos de suponer grupos de hombres proféticos capaces de responder a la guía del Espíritu Santo al seleccionar lo que revelaba los pensamientos y propósitos de Dios en la historia de Israel. Detrás de 1 y 2 de Crónicas es probable que los autores no sólo tuviesen dones proféticos, sino que fuesen mayormente sacerdotes, ya que siempre ven al Templo en relación con el Trono de David. Hay mención de esta influencia profética en textos como (1 S 10:35) y (1 Cr 29:29).
Los libros poéticos y de sabiduría
El mismo Señor atribuyó el Salmo 110 a David, escribiendo bajo la guía del Espíritu (Mt 22:43-44), y reconoció el carácter inspirado de toda esta sección de las Escrituras (Job hasta el Cantar) que se llamaba "Los Salmos" por el título del libro más importante de la sección (Lc 24:44). Los Salmos surgen de la honda experiencia interna de hombres piadosos, pero la parte humana "se sublima", o sea, se eleva a alturas de verdades divinas, por medio de la obra inspiradora del Espíritu Santo, dando a conocer experiencias internas del Señor en los salmos mesiánicos. Los Proverbios recogían la sabiduría práctica del pueblo, plasmada en sentencias breves y tajantes, pero tanto salmos como proverbios se citan en el Nuevo Testamento como Palabra inspirada de Dios. El proceso es diferente, pero es el mismo Espíritu Santo quien garantiza la verdad que se pone por escrito. Hasta los ritos levíticos, y el orden del Tabernáculo y del Templo, se revisten de carácter "profético", ya que, de distintos modos, dan a conocer la voluntad de Dios y aun prefiguran aspectos de la Persona y Obra del Cristo.
3. El proceso de Inspiración en el Nuevo Testamento
Los Apóstoles y sus colegas
Los Doce fueron escogidos por el mismo Señor "para que estuviesen con él y para enviarles a predicar" (Mr 3:14). Durante las últimas instrucciones del Maestro a sus discípulos en el Cenáculo, señaló la obra posterior que habían de realizar como depositarios de la verdad total en cuanto a su Persona, ministerio y obra, prometiéndoles el auxilio del Espíritu Santo al ser guiados "a toda verdad", y al recibir "las cosas del Hijo" para darlas a conocer a otros (Jn 14:26) (Jn 15:26-27) (Jn 16:7-15) (Hch 1:21-22). Después Pablo fue llamado expresamente por el Señor resucitado (Hch 9) (Hch 26:12-18) para testificar de su Persona glorificada, juntamente con enseñanzas completas sobre la naturaleza de la Iglesia. Así los Apóstoles recibieron plena autoridad para declarar las verdades del Nuevo Pacto en palabras inspiradas, complementando así todo lo revelado en el Antiguo Testamento. No todos los libros del Nuevo Testamento se escribieron directamente por estos Apóstoles inspirados; sin embargo, bajo la guía de la providencia de Dios, los escritores que no eran Apóstoles en este sentido especial trabajaban dentro del círculo apostólico, de modo que es legítimo subrayar la autoridad apostólica de todo el Nuevo Testamento, igual que el carácter profético de todo el Antiguo Testamento.
Los Evangelios
Es imposible exagerar la importancia de estos cuatro escritos, ya que contienen todo lo que Dios ha querido revelarnos sobre la Persona y obra del Hijo encarnado durante su ministerio sobre la tierra, incluyendo las circunstancias de su nacimiento. No son biografías completas, pero, en su conjunto, explayan tal selección de los hechos y palabras de Cristo que podemos "verle", y, viéndole a él, vemos también al Padre. Mateo y Juan eran Apóstoles, testigos oculares de todo, en quienes se cumplieron directamente las promesas del auxilio del Espíritu Santo que hemos notado en Juan capítulos 14 a 16. Eusebio, el historiador eclesiástico del siglo cuatro, recogió tradiciones fidedignas en cuanto a la influencia de Pedro en el Evangelio según Marcos, siendo éste el colaborador que recogió su testimonio. Lucas era compañero de Pablo, y según su introducción al Evangelio (Lc 1:1-4), utilizó cuidadosos métodos de investigación histórica al redactar este escrito. Dios hizo provisión para que la historicidad esencial de los Evangelios fuese manifiesta, con tal de atenernos a criterios literarios o históricos normales. Quienes la niegan lo hacen movidos por móviles humanos, deseando desarraigar todo elemento sobrenatural de las Escrituras, y desafiando a la vez conocidísimas normas de redacción literaria.
Los Hechos de los Apóstoles
Como en el caso de los libros históricos del Antiguo Testamento, el Espiritu Santo inspiró al autor al seleccionar los datos históricos a su alcance, y que se conformaban con el plan divino de revelación, asegurando una historia perfectamente adaptada a la necesidad de vincular los Evangelios con las Epístolas, y proveyendo el fondo de las Epístolas. El libro nos ofrece la doble garantía de la minuciosa investigación de Lucas, confirmada por la guía y el auxilio del Espíritu Santo.
Las Epístolas
La mayoría de las cartas apostólicas surgen directamente de la mente iluminada de los Apóstoles, escogidos por Cristo para plasmar por escrito las verdades del Nuevo Testamento. Como en el caso de los profetas posteriores del Antiguo Testamento, la evidencia de la inspiración de estos escritos es clarísima e innegable para todo creyente fiel, clasificando Pedro las cartas de Pablo como "las otras Escrituras" (2 P 3:16). Hebreos no fue escrito por Pablo, según suponía una tradición tardía, pero surgió del círculo apostólico.
Apocalipsis
El Apocalipsis continúa la obra reveladora de Daniel en el Antiguo Testamento, y da evidencia de la inspiración del Espíritu Santo a través de Juan, pese a la dificultad del lenguaje simbólico que lo caracteriza.
4. Los elementos divinos y humanos de los escritos Inspirados
La actitud de los judíos
Los israelitas cumplieron fielmente su cometido de guardar y transmitir los escritos sagrados, y en los tiempos de Cristo los escribas reconocían la inspiración del tesoro que habían conservado. Sin embargo, no superaban el concepto de métodos mecánicos de inspiración e interpretaban el texto por medio de complicadas referencias a los criterios de sus predecesores, llegando a veces a utilizar "razones" que torcían el sentido histórico-gramatical de los pasajes en cuestión. De ahí los conflictos con el Señor, quien apelaba directamente al sentido original e íntimo del texto.
¿Inspiración mecánica o vital?
El error de los judíos no sólo halla eco en los escritos de algunos de los llamados "Padres de la Iglesia", sino también en el pensamiento de escriturarios que pertenecían a ciertas "escuelas" protestantes posteriores a la Reforma. Les parecía tan importante enaltecer el valor divino de la Palabra, que llegaron a reducir el instrumento humano al nivel de una máquina, sin parte personal alguna en el mensaje inspirado. Se ha empleado la figura de un músico que toca una flauta, y, modernamente, la del mecanógrafo que escribe lo que le dictan en su máquina de escribir sin participación personal en la redacción. En este caso, los autores inspirados no pasarían de ser instrumentos pasivos, al modo de la flauta y la máquina de escribir. No es posible justificar este concepto por el estudio de la Palabra misma, ya que los profetas y Apóstoles meditan y aprenden antes de hablar, y se distinguen por su temperamento y su preparación, manifestándose rasgos de su personalidad en sus escritos. El Espíritu se vale de personas humanas, obrando a través de sus dones y su experiencia, pero de tal forma que el mensaje que resulta tiene "soplo de Dios". Escriturarios de las muchas "escuelas liberales" han exagerado este elemento vital y humano hasta el punto de reducir la "inspiración" a una visión especial del autor, comparable a la de eminentes escritores como Shakespeare o Cervantes. Esto es la negación de la doctrina apostólica que examinamos al principio de esta sección, y es imprescindible examinar todos los datos personales, históricos, estilísticos, etcétera, sin perder de vista ni por un momento que los autores humanos son "llevados adelante" por el Espíritu Santo, hasta el punto, a veces, de ser constreñidos a declarar verdades que pasaban más allá de su comprensión en el momento de declarar o escribir el oráculo.
5. Los libros apócrifos
¿Por qué creemos que los escritos que hemos mencionado son inspirados, y que no lo sean los de la Apócrifa, escritos en griego, mayormente, durante el intervalo entre los dos Testamentos? Ya sabemos que se incluyen en Biblias editadas por editoriales católico romanas. La posición evangélica se basa en los siguientes hechos: a) Los judíos no reconocieron el valor inspirado de los libros apócrifos en el tiempo del Señor. b) El Señor y los Apóstoles citan muchísimos pasajes sacados de casi todos los libros del Antiguo Testamento, pero no de los apócrifos. c) La Iglesia en los primeros siglos de su historia empleaba la traducción griega del Antiguo Testamento (la LXX o "alejandrina"), usando normalmente rollos que se guardaban en arcas. Fue fácil que los rollos de libros apócrifos se mezclaran con los canónicos, y de allí vino la confusión que tiene su fruto en la inclusión de los referidos libros en las Biblias "católicas". d) Al leer estos libros hallamos narraciones que no se ajustan a la historia, y algunas fábulas fantásticas. Los mismos autores, aun tratándose de libros didácticos (es decir, de enseñanza), no reclaman "inspiración divina", sino que presentan sus propias ideas. Ya hemos visto que, en los casos posibles, los profetas del Antiguo Testamento manifiestan que son muy conscientes de ser portavoces de Dios. e) San Jerónimo, el mayor erudito bíblico de su día, clasificaba los libros apócrifos como "deuterocanónicos", o de segundo rango, y muchos escriturarios católicos de hoy hacen la misma distinción. Buena parte de los libros apócrifos tiene valor real, siendo importante históricamente 1 Macabeos y hallándose pasajes edificantes en Eclesiástico, etcétera. Pero ni pretenden tener, ni tienen, el "soplo divino" de la inspiración.
Temas para meditar y recapacitar
1. Desarrolle ampliamente el tema de la "Revelación divina" con referencia a lo que ha aprendido en este estudio.
2. Dé una clara definición de lo que queremos decir por "inspiración" en relación con los escritos bíblicos y justifique su definición por referencias a la doctrina de los Apóstoles y a frases empleadas por los profetas del Antiguo Testamento.
3. ¿Por qué creemos que los libros históricos del Antiguo Testamento son inspirados? En este caso, ¿en qué consiste la inspiración?
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
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