Estudio bíblico de 1 Corintios 6:3-20
1 Corintios 6:3 - 7:1
Continuamos nuestro estudio del capítulo 6 de esta Primera Epístola del apóstol San Pablo a los Corintios, que apenas logramos comenzar en nuestro programa anterior. Pablo no estaba diciendo que los creyentes no tenían que recurrir a la ley. Si ellos no aprovecharan los beneficios de la ley, sufrirían graves pérdidas en manos de los no creyentes. Pero aquí quiere decir que los cristianos no debieran ir a la ley, ante los tribunales de justicia, unos contra otros, es decir, cristianos contra cristianos. Las diferencias y desacuerdos entre creyentes no debieran llevarse ante un tribunal secular. Esas diferencias deberían resolverse entre los mismos creyentes implicados en un problema. Esto es algo que iglesias y creyentes, generalmente no tienen hoy en cuenta. Los problemas y las diferencias que ocurren dentro de la iglesia, nunca tendrían que ser presentados ante los no creyentes. Las diferencias que pueden aparecer individualmente tienen que ser juzgadas entre los mismos creyentes.
¿Por qué, entonces, debe un creyente dejar que sean sus hermanos en la fe los que juzguen, en vez de presentar el caso ante un mundo perdido? Reiteramos que esto no le prohíbe al creyente que vaya ante los tribunales cuando sus problemas y diferencias son con un no creyente. Entonces, ¿por qué debieran dos creyentes exponer sus diferencias para que éstas sean resueltas por otros creyentes? Pablo nos dio aquí tres razones por las cuales él consideró
La capacidad de los creyentes para juzgar
Notemos lo que dice el versículo 2, de este capítulo 6 de la Primera carta a los Corintios:
"¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿no sois competentes para juzgar los casos más triviales?"
Estimado oyente, si usted es un creyente en Cristo, entonces usted tendrá parte en el gobierno que Jesucristo ejercerá algún día sobre la tierra. Aquí no estamos hablando del juicio del gran trono blanco, que será el juicio en al cual los que no son salvos comparecerán ante Cristo. No. Pero debemos comprender que esto tiene que ver con juzgar los asuntos de este mundo hasta la eternidad, por lo menos así pensamos nosotros. Así que vemos.
1. La primera razón en relación con la capacidad de los creyentes para juzgar, es que el pueblo santo ha de juzgar al mundo.
Creemos que esto tiene que ver con lo que Pablo le dijo al joven predicador Timoteo, en su Segunda carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 12: "Si sufrimos, también reinaremos con Él;" Esto significa que cuando Cristo reine, nosotros juzgaremos, pronunciaremos sentencias en los asuntos de este mundo.
Y así era en realidad; y él continuó diciendo en el versículo 3 lo siguiente:
"¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?"
Vemos que el apóstol comenzó a presentar, a partir del versículo 2, allí una serie de preguntas "¿O no sabéis?" Cuando Pablo usó esta expresión, podemos estar seguros de que los creyentes no sabían. Era una manera muy delicada de decir que los hermanos ignoraban esas cosas.
2. La segunda razón relacionada con la capacidad de los creyentes para juzgar era que El pueblo santo juzgará a los ángeles. Pablo entró aquí en otra área que presentaba otro aspecto de la verdad. Debemos confesar que aquí no entendemos claramente lo que realmente quiso decir; resulta difícil de comprender. Todo lo que sabemos es que el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles y por medio de la redención, el hombre fue elevado a un lugar de comunión con Dios, a una posición superior a los ángeles. Dios permitió que el hombre cayera y Él nunca lo hubiera permitido si no hubiera pensado que eso iba a obrar para bien. Permitió que el hombre llegara así a una posición más elevada. Así que ese dicho popular que dice que "el ave con el ala rota nunca podrá volver a volar tan alto", pues no es verdad, no es aplicable en este caso. Porque aquí vemos que el hombre puede volar mucho más alto. Nosotros, los seres humanos, vamos a estar sobre los ángeles, vamos a juzgarlos, los vamos a tener bajo nuestras órdenes. Ahora, reiteramos, esta afirmación va más allá de nuestra comprensión, pero igualmente lo creemos. Bien, aquí se nos dio otra razón y para verla, tenemos que pasar al versículo 9, donde el apóstol Pablo nos presentó otro de sus "O no sabéis". Pasemos a la primera parte del versículo 9 de este capítulo 6 de la Primera Epístola a los Corintios, que dice ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? Por lo tanto,
3. Tenemos aquí, la tercera razón relacionada con la capacidad de los creyentes para juzgar: Que los injustos, los malvados, no estarán en el reino. Ahora, deseamos que usted preste mucha atención a lo que vamos a decir, porque es importante. Ningún juez o jurado secular está equipado para hacer decisiones espirituales, porque ellos no comprenden los principios espirituales. Y esa es la razón por la cual, pleitos que conciernen a las iglesias y a los creyentes, nunca reciben una solución apropiada cuando llegan a los estrados jurídicos seculares. ¿Por qué? Porque el juez puede conocer muy bien el material de los libros jurídicos, pero no sabe nada sobre las decisiones espirituales, porque no tiene discernimiento en esos asuntos.
Y los creyentes en la actualidad no parecen estar confiando en los demás creyentes que sí tienen discernimiento espiritual, para solucionar problemas, como debieran hacerlo. Ahora, continuemos con los versículos 5 y 6 de este capítulo 6, de la Primera carta a los Corintios, donde el apóstol Pablo dijo:
"Para avergonzaros lo digo. Pues qué, ¿no hay entre vosotros ni uno solo que sea sabio para poder juzgar entre sus hermanos? Un hermano pleitea contra otro hermano, ¡y lo hace ante los incrédulos!"
Debemos añadir que, por supuesto, no todos los creyentes tendrían capacidad para juzgar. Y el apóstol Pablo estaba diciendo aquí, "para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio?" Cuando uno va a un tribunal secular, con su actitud está diciendo que ninguno de los creyentes es capaz de solucionar el problema. Y conocemos a muchos que sí pueden hacerlo. Conocemos algunos creyentes que merecen toda nuestra confianza, a los cuales con mucho gusto confiaríamos nuestra vida y cualquier problema. Sabemos que ellos emitirían un veredicto justo.
Ahora, ¿Por qué tiene el creyente la capacidad para juzgar? Bueno, el apóstol Pablo hablaría sobre esto. Veamos ahora lo que él dijo en el versículo 11, de este capítulo 6:
"Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios".
Comenzó diciendo, en primer lugar: habéis sido lavados. Y en su carta a Tito, capítulo 3, versículo 5, dijo el apóstol: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo". En primer lugar, hemos nacido de nuevo, esta vez espiritualmente. Hemos sido lavados. Y como la misericordia de Dios ha descendido sobre nosotros y nos ha tocado, tendríamos que saber cómo extender nuestra misericordia. Nosotros podemos ser misericordiosos porque hemos experimentado misericordia. Y en el día de hoy nosotros debiéramos reconocer que hay muchos creyentes extraordinarios que han sido lavados, regenerados, y en los cuales nosotros podemos confiar.
En segundo lugar, Pablo dijo "santificados". Ahora, la santificación aquí, en las cartas a los Corintios, es de dos clases, pero creemos que aquí es presentada en cuanto a nuestra posición, que es estar en Cristo o unidos a Cristo. Quiere decir que Cristo está de nuestro lado y que todos los creyentes son hermanos en Cristo. O sea, que si un creyente me tiene que juzgar, quiere decir que uno de mis hermanos me estará juzgando. Entonces yo tengo que estar dispuesto a poner mi confianza en el veredicto de un hermano.
Una niña pequeña andaba por la calle cargando con un niño bastante pesado en sus brazos. Alguien que la observaba le dijo: "Oye niña, ¿no es ese niño demasiado pesado para ti?" "No", respondió ella, "es mi hermanito". Y eso, estimado oyente, constituía toda la diferencia. Un hermano no resulta demasiado pesado. Ambos estamos unidos a Cristo. Así que, yo tendría que estar dispuesto a fiarme de mi hermano.
Ahora, en tercer lugar, dijo: habéis sido justificados. El tercer motivo por el cual mi hermano en la fe es capaz de juzgarme es que sus pecados ya han sido perdonados, como los míos han sido perdonados. Mi hermano ha sido declarado justo ante el trono de Dios, tal como yo lo he sido. En su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículo 33, dijo el apóstol Pablo: "¿Quién acusará a los escogidos de Dios?" Y en el capítulo 4, versículo 5, añadió: "Pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia". Un compañero cristiano sabe esto y creo que puede defender mi caso mejor que nadie más. Notemos ahora lo que dijo aquí el apóstol en el versículo 12, de este capítulo 6 de su epístola a los Corintios, iniciando el siguiente tema, que se titula,
El cuerpo del creyente es el templo del Espíritu Santo
"Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna".
Hay muchas cosas que el creyente puede hacer, pero no todas son convenientes. Yo podría mencionar muchas de ellas, y el apóstol Pablo mencionó una aquí. Leamos el versículo 13:
"Los alimentos son para el estómago, y el estómago para los alimentos; pero tanto al uno como a los otros destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo".
Los alimentos serán destruidos algún día. Nuestros estómagos también lo serán. Y hay libertad cristiana en lo que comemos.
En contraste, nuestros cuerpos no han de ser usados para la inmoralidad sexual. Nuestros cuerpos pertenecen al Señor. Continuemos leyendo los versículos 14 y 15:
"Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ninguna manera!"
Algunos jóvenes en nuestros días piensan que pueden vivir juntos sin haberse casado. Pero Dios no aprueba esa práctica. Dios ha ordenado en Su Palabra que tal convivencia esté basada en el matrimonio, que constituirá el principio del desarrollo de una familia. Continuemos ahora con nuestra lectura. Y dijo el apóstol Pablo en los versículos 16 al 18 de este capítulo 6 de su Primera carta a los Corintios:
"¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella?, porque ¿no dice la Escritura: Los dos serán una sola persona? Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que practica la inmoralidad sexual, contra su propio cuerpo peca".
Estimado oyente, nadie puede estar viviendo en la inmoralidad sexual y, al mismo tiempo, servir a Cristo. Desgraciadamente, la opinión pública generalmente acepta a personas que viven en la inmoralidad, pero Dios no las acepta. Luego, continuó el apóstol Pablo diciendo en los versículos 19 y 20:
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios".
Y aquí tenemos una declaración notable, que muchos creyentes aún no han interiorizado, llevándolas hasta las últimas consecuencias. Nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo. Como nuestros cuerpos le pertenecen a Dios, no pueden implicarse de ninguna manera en la inmoralidad sexual. Este tema nos conduce a una consideración del matrimonio, que es el tema del próximo capítulo. Llegamos así a
1 Corintios 7
El tema general es, pues el matrimonio, que incluye también el tema del sexo. Creemos que trataremos dicho tema en una forma más digna de lo que se suele tratar, porque estaremos siguiendo la línea de razonamiento de Pablo.
En el capítulo anterior Pablo les había expuesto las verdades espirituales que, por la aplicación al problema del matrimonio, pueden resolver los asuntos relacionados con el sexo en la pareja matrimonial. Recordemos que el apóstol enfatizó que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo. Nuestros cuerpos han de ser usados para la gloria de Dios, una verdad destacada que muchos creyentes no quieren hoy en día aceptar.
En realidad, el tema que tomamos aquí, es el de los problemas que existen en el matrimonio hoy en día. Pablo les dio a los creyentes de Corinto un conocimiento espiritual, por medio del cual ellos podían resolver los problemas que estaban relacionados con el sexo en el matrimonio. Leamos el primer versículo de este capítulo 7 de la Primera Epístola a los Corintios:
"Acerca de lo que me habéis preguntado por escrito, digo: Bueno le sería al hombre no tocar mujer".
Ahora, es evidente que ellos habían escrito a Pablo sobre este asunto. No tenemos la pregunta, pero sí tenemos la respuesta de Pablo. El apóstol había demorado mucho tiempo en llegar a este punto. Primero habló sobre las divisiones y los escándalos producidos entre ellos. Sin embargo, no fue con desgana que abordó este tema del matrimonio, y escribió valerosa y francamente. Antes de referirnos al texto mismo, consideraremos dos asuntos introductorios.
En primer lugar, surge una pregunta. ¿Estaba Pablo casado? Si Pablo nunca se casó, entonces en su explicación estaba hablando teóricamente. No estaba hablando desde la experiencia. Sin embargo, Pablo no hizo esto. Pablo siempre habló desde la perspectiva de la experiencia. No era el método del Espíritu Santo elegir a un hombre que no supiera nada sobre el tema acerca del cual el Espíritu quería que escribiera.
Se ha supuesto siempre que el apóstol no estaba casado en base al versículo 7, donde dijo: "Quisiera más bien que todos los hombres fueran como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro". Si vamos a dar por sentado que Pablo no estaba casado, tendríamos que prestar atención al versículo que sigue: "Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les sería quedarse como yo". Y alguien quizá diga aquí entonces, que él estaba diciendo que era soltero. De acuerdo. Sabemos que no estaba casado. Pero observemos que él estaba mencionando aquí dos clases de personas: los solteros y las viudas o viudos, así que podía haber sido cualquiera de los dos.
Es difícil pensar que Pablo siempre fuera soltero por ser quien era y por sus antecedentes. Pablo era miembro del Sanedrín. En Hechos 26:10, Pablo dijo: "Lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto". O sea que él había votado en el Sanedrín, lo cual indica que él era un miembro del Sanedrín, que era el supremo tribunal religioso de los judíos. Y ya que él era un miembro del Sanedrín, debió haber estado casado, porque el matrimonio era una de las condiciones de membresía.
Siempre hubo mucha insistencia para que los jóvenes judíos se casaran. En la "Mishna", que era una colección de leyes, se dice que los jóvenes lo hacían a la edad de 18 años. Y también hallamos en "Yebamo" que es un comentario sobre Génesis, capítulo 5, versículo 2, que dice que "Un judío que no tiene esposa no es un hombre". Por lo tanto, es ineludible concluir que durante un tiempo, Pablo había estado casado. Sin duda fue un viudo que no se volvió a casar. En el capítulo 9:5, leemos que dijo: "¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una esposa creyente, como hacen también los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?" Creemos que lo que Pablo estaba diciendo aquí era: "Yo me podría casar nuevamente, si así lo quisiera; tengo derecho a hacerlo, pero no lo hago por la sencilla razón de que yo no le pediría a una mujer que me siguiera por todas partes por el tipo de ministerio que Dios me ha encomendado".
Pensamos, pues, que el apóstol Pablo había amado a alguna mujer en el pasado y que ella había correspondido a ese amor, porque habló con tanta ternura de la relación matrimonial. El dijo, en Efesios 5:25:"Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella". Nosotros debemos regresar a eso. Permítanos incluir ahora el comentario que hizo el escritor F. W. Farrar en su libro "La vida y la obra de San Pablo". Este autor dijo lo siguiente: "La otra pregunta que surge es, ¿estuvo casado Saulo? ¿Tuvo él el apoyo de un corazón amante durante las apasionadas luchas de su juventud? Entre el ir y venir de las luchas del espíritu, que eran el resultado de una creencia imperfecta e insatisfactoria, ¿había en el turbado mar de su vida alguna pequeña isla que fuera su hogar, donde él pudiera encontrar refugio de sus incesantes pensamientos? Aunque poco conocemos de sus relaciones domésticas, y aunque fue poco lo que él quiso mezclar de sus meros intereses privados con las grandes verdades espirituales que ocupaban su alma, me parece que debemos contestar esa pregunta en forma afirmativa". Hasta aquí, el comentario del autor F. W. Farrar.
Y podemos agregar que esa es la posición que toman muchos de los expositores de las Escrituras: que el apóstol Pablo, había estado casado, y que su esposa probablemente había fallecido. Pablo nunca hizo referencia alguna a ella. Pero sí habló en forma tan tierna de la relación matrimonial, que nos hace pensar que él había estado casado.
El segundo asunto introductorio no es una pregunta, sino una declaración. Y es que nosotros debemos comprender cómo era Corinto en esa época. Porque si no lo hacemos, entonces caeremos en la trampa de decir que Pablo estaba recomendando la condición de soltero sobre la de casado. Uno tiene que comprender la situación local en Corinto en esos días para saber de que estaba hablando Pablo aquí.
Estimado oyente, hemos considerado toda una serie de llamados a la pureza, expresada en las más variadas acciones y relaciones de la vida. Desde la antigua edad de los patriarcas nos llega la voz de Job con su gran pregunta y su tajante respuesta: ¿Quién hará puro lo inmundo? ¡Nadie! Y su conclusión es realista, también para nuestro tiempo, al mirar a la naturaleza humana controlada por el pecado, y a nuestro entorno social, donde tantas pasiones rivalizan en demostrar la contaminación individual y social. Y desde el Nuevo Testamento, Dios continuó hablando y el apóstol Juan en su primera carta, 1:7, nos recordó que la sangre de Jesús, Su Hijo, nos limpia de todo pecado.
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