Estudio bíblico: Primer viaje misionero de Pablo y Bernabé - Hechos 13:1-52
La primera expedición misionera de Pablo con Bernabé (Hechos 13:1-52)
La estrategia misionera de Pablo
Hemos visto cómo las olas sucesivas de la proclamación del Evangelio llegaron hasta la gran ciudad gentil de Antioquía, dando por resultado la formación de la primera iglesia cristiana de carácter predominantemente gentil. De la manera en que Jerusalén había servido de base para la evangelización de Israel y Siria, Antioquía había de cumplir la misma función en la primera etapa de extender la proclamación hacia el Occidente. Pero la palabra "base" ha de entenderse a la luz de la historia que sigue, y no hemos de pensar en términos del esfuerzo misionero organizado de nuestros tiempos, puesto que mucho menos dependía de la "base" geográfica o eclesiástica en la labor apostólica. La verdadera "base" era el Cielo, la Diestra del Trono de Dios, donde se hallaba el "Director" de la obra; por lo tanto, al formarse cada nueva iglesia local, ésta tenía que servir de "base" para extender el Evangelio por la región inmediata. El epígrafe de este párrafo es "la estrategia misionera de Pablo", pero hemos de entender más bien "la estrategia del Espíritu Santo" quien apartó a Pablo y a sus compañeros como instrumentos idóneos a fin de que cumplieran en la tierra lo que había dispuesto la divina sabiduría del Cielo. El Espíritu Santo "apartó" a dos hombres, uno apóstol ya, y el otro participante destacado de los trabajos apostólicos desde el principio, y los "envió" para el servicio de llevar el Evangelio de una forma ordenada a las ciudades gentiles. Llegamos aquí a la última etapa del programa de (Hch 1:8), por la que el Evangelio se lleva a los extremos de la tierra. El "método" consistía en dirigirse a los grandes centros de comunicación de las provincias romanas que ocupaban las regiones que ahora denominamos Asia Menor y Grecia. Como primer paso en la evangelización de una ciudad, Pablo y Bernabé se presentaban en la sinagoga de los judíos, aprovechando allí su privilegio de rabinos para anunciar a Jesús como Mesías, después de la lectura de la Ley y de los profetas. Así eran fieles al orden divino, "al judío primeramente y también al griego (gentil)" (Ro 1:16) y al mismo tiempo los primeros convertidos eran hombres conocedores del Antiguo Testamento y de vida piadosa, fuesen judíos de raza, prosélitos o "temerosos de Dios" que asistían a la sinagoga sin llegar a la circuncisión. La presencia de tales convertidos ayudaba mucho a dar estabilidad espiritual y moral a las primeras iglesias entre los gentiles. El testimonio de la sinagoga duraba más o menos tiempo, según la violencia de la reacción contraria de los judíos endurecidos; pero cuando se producía la inevitable separación ya se había formado una iglesia local, agregándose muchos convertidos gentiles al núcleo original de judíos y prosélitos.
Pablo y sus compañeros se esforzaban por dar toda la enseñanza posible a la naciente iglesia local, pero no era posible ni era necesario que quedasen allí más allá del tiempo preciso para la fundación de la iglesia, ya que el Espíritu Santo moraba en el nuevo "templo" (1 Co 3:10-17), capacitando a sus nuevos siervos tanto para la obra interna de ministerio (1 Co 12-14) (Ro 12:3-8) como para la extensión del Evangelio por el distrito inmediato (Hch 13:49) (1 Ts 1:8). Los recién convertidos, pues, adelantándose rápidamente en el conocimiento del Señor y de la Palabra, llegaban a ser también "misioneros" en la región donde habían recibido la luz.
Mientras tanto, Pablo y sus colegas pasaban a otros grandes centros, y si bien el impulso inmediato que daba lugar a la evangelización de los gentiles partía generalmente de la oposición que levantaban los judíos incrédulos, el movimiento constante formaba parte del plan que habían recibido del Señor. Después de una década de trabajos muy intensos, siguiendo siempre el plan que luego veremos en operación, Pablo pudo escribir a los cristianos en Roma: "Desde Jerusalén y por los alrededores hasta Ilírico (ahora Albania) todo lo he llenado del Evangelio de Cristo" (Ro 15:19).
El esfuerzo misionero mundial de los dos últimos siglos, que ha partido mayormente de la Gran Bretaña (y naciones asociadas con ella), los Estados Unidos y de algunos países de Europa, es digno de todo encomio; pero ¡cuánto más no habrían conseguido los siervos de Dios si hubiesen seguido los métodos de Los Hechos de los Apóstoles (modelo permanente) que no aquellos otros que idearon, de formar sociedades misioneras en los respectivos países, que luego enviaran misioneros allende los mares, fundando éstos "estaciones misioneras" en las regiones adonde iban, de las que luego dependía la extensión del Evangelio por zonas muy limitadas! En las recientes campañas de alfabetización, el renombrado Dr. Laubach ha conseguido sus mejores éxitos por el principio de: "El que aprende, enseñe a otro", multiplicando así el número de profesores; pero ¡tantas veces el esfuerzo misionero se ha limitado a los misioneros mismos, a algunos obreros entrenados por ellos muy tardíamente, y a las instituciones (escuelas, hospitales, etcétera) que han fundado!. De este modo, al principio mismo del viaje, "la nave evangelista" echa ancla en determinado puerto en lugar de proseguir adelante, impulsada por los vientos del Espíritu. Hemos de volver a aprender que cada creyente es un testigo en quien reside el Espíritu Santo y cada iglesia local debe ser "base de operaciones" para extender el Evangelio.
El apartamiento de Bernabé y de Saulo para la evangelización de los gentiles (Hch 13:1-4)
1. Los "profetas y doctores" de la iglesia en Antioquía (Hch 13:1)
De este pasaje se han recogido muchas ideas superficiales que no descansan sobre una buena exégesis de lo que verdaderamente dice. El énfasis aquí recae sobre varios "profetas y doctores" (enseñadores de la Palabra) que ejercían su ministerio en la gran iglesia en Antioquía, no sólo por medio de la enseñanza pública, sino también por darse a la oración con ayuno. Sabían que lo más importante no era la tarea en sí, sino estar en contacto con Dios, con el fin de dejarse llevar por el Espíritu Santo y recibir su potencia. Este compás de espera antes de la iniciación de la evangelización sistemática de los gentiles, nos recuerda el prólogo de Los Hechos, cuando los apóstoles y los fieles esperaban en el aposento alto hasta que fuesen revestidos de poder para dar principio a su testimonio en Jerusalén (Hch 1:4,5,8,12-14). Hemos de entender, sin duda, que tanto Saulo como Bernabé y los demás de los guías y ministros de la Palabra que se nombran, sentían ya el peso de "la carga" de la evangelización de los gentiles y, comprendiendo que había llegado otro momento crucial en el curso de la extensión de la proclamación del Reino, deseaban conocer claramente la voluntad del Señor en cuanto a ella. No nos olvidemos de que, antes de formarse el canon del Nuevo Testamento, los "profetas" recibían comunicaciones directas de Dios, reconociéndose éstas como palabra del Señor por los espirituales de las iglesias.
Los nombres que se mencionan ilustran la universalidad de la Iglesia y la ausencia absoluta de toda idea "nacional" o "regional" en el ministerio de la Palabra durante aquellos felices días de la plenitud del Espíritu. Simón, que llevaba el apodo de "Niger" (negro), sería un judío de la Dispersión, a juzgar por el nombre hebreo de "Simón", y habría adquirido su apodo a causa de su tez morena. Algunos han conjeturado que podría ser el "Simón de Cirene... padre de Alejandro y de Rufo", que llevó la cruz del Señor (Mr 15:21), toda vez que Marcos le menciona a él y a sus hijos como si fuesen conocidos en la Iglesia a la época de la redacción del Evangelio. Lucio era un nombre muy corriente, equivalente a Lucas, pero no hay por qué procurar establecer la identidad de este ministro de la Palabra con Lucas el autor de Los Hechos. Era natural de Cirene, importante provincia del norte de África. Manaén (del nombre hebreo Manahem = Consolador) se había criado juntamente con Herodes Antipas, el reyezuelo de triste fama que dio la muerte a Juan el Bautista. "Suntrophos" no necesita tomarse literalmente como "hermano de leche". Procedía, pues, de la aristocracia de Galilea y del ambiente herodiano, que no deja de ser origen extraño para uno de los "profetas y doctores" de la Iglesia en Antioquía, pero Dios talla las piedras de su Iglesia después de haberlas sacado, según sus providencias, de cualquier cantera humana (Jn 1:42).
Ya hemos tenido ocasión de ver que Bernabé, sin ser "apóstol" en el sentido restringido de la Palabra, había sido compañero de trabajos de los apóstoles y delegado suyo desde el principio. Saulo había sido comisionado por el Señor hacía trece o catorce años y, además de la labor que le hemos visto llevar a cabo en Damasco y en la iglesia de Antioquía, se había entregado sin duda a amplios trabajos en la provincia de Cilicia antes de ser llamado por Bernabé.
Para la debida comprensión de lo que sigue, es esencial que nos acordemos de la categoría de Saulo y de Bernabé, puesto que eran ya dos de los siervos de Dios más destacados de la Iglesia de aquella época, entregados desde hacía mucho tiempo a la obra de Dios sobre un plano muy elevado. Nada podían "recibir", pues, de sus colegas en la Iglesia de Antioquía en el sentido de "ordenación" o de "encomendación a la obra" en sentido general, de modo que cuanto leemos se relaciona con el cometido especial y vital de su misión a los gentiles.
2. La voz del Espíritu (Hch 13:2)
En cierta ocasión, mientras que los profetas y enseñadores de la Palabra ayunaban, lo que implica también la oración y la espera en la presencia del Señor, el Espíritu Santo dijo: "Apartadme ahora a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado". Sin duda el Espíritu Santo hablaría por medio de uno de los profetas; pero, siendo todos llenos del Espíritu, tuvieron perfecta conciencia de que se trataba de un mandato divino. Según entendemos, todos sentían preocupación en cuanto a la continuación y la extensión de la obra entre los gentiles, indicando la voz del Espíritu de forma incontrovertible que los instrumentos para ella habían de ser Bernabé y Saulo. La salida de estos siervos de Dios suponía una grave pérdida para la iglesia —recordemos la reseña de su ministerio en (Hch 11:22-26)—, pero los guías espirituales de la grey no pensaban sino en cumplir el mandato del Señor.
3. La imposición de las manos y la despedida (Hch 13:3)
El versículo 4 nos hace saber que Saulo y Bernabé salieron "enviados por el Espíritu Santo", pero tocaba a los guías espirituales imponerles las manos y despedirles. Nada se dice aquí de la iglesia en general; pero, por el hecho de que, al regresar, dieron cuenta a toda la congregación del cumplimiento de la misión para la cual habían sido encomendados (Hch 14:26-27), podemos deducir que los guías comunicaron a la compañía de los fieles el hecho del apartamiento de Bernabé y de Pablo para su labor especial y que la imposición de manos se hiciera delante de todos, participando éstos por su presencia y comunión. Pero si de verdad deseamos percibir la operación del Espíritu en aquellos días, es importante fijarnos en el hecho de que eran los hombres que se dedicaban a un ministerio de oración y de enseñanza quienes recibieron la orden del Espíritu y la pusieron por obra. Nada de esto podía ser de la competencia de los carnales, ni aun de los hermanos sencillos cuyas mentes y corazones estaban embargados de los negocios de esta vida. La iluminación y la autoridad proceden desde arriba, del Trino Dios, quien hace saber su voluntad a quienes se ponen en condiciones para averiguarla. La iglesia en general puede y debe reconocer lo que Dios hace por medio de tales guías.
El sentido fundamental de la imposición de manos es el de la identificación. El profesor F. F. Bruce escribe: "Es evidente que la imposición de manos en este caso no impartió calificaciones a Bernabé y a Saulo que no poseían ya, pero por ese medio la iglesia de Antioquía, a través de sus guías, expresó su comunión con Bernabé y Saulo, reconociéndoles como sus delegados". Quizá "delegados" es una palabra demasiado fuerte aquí, ya que salieron como apóstoles del Señor y no de los hombres; la iglesia no pudo hacer más que reconocer lo que Dios hacía, asociándose con el plan divino en un espíritu de estrecha comunión.
4. Oración y ayuno en la Iglesia apostólica (Hch 13:2-3)
El Señor no creía propio que los suyos ayunasen mientras que tuviesen consigo "al esposo", pero predijo que vendrían días, los días de su ausencia, en que de verdad ayunarían (Mr 2:19-20). Por lo demás, y frente al falso ayuno de los fariseos, inculcaba el "ayuno verdadero" de quien esté dispuesto a subordinarlo todo a la voluntad del Padre (Mt 6:16-18) (Lc 18:12). Es Indudable que los guías de la Iglesia apostólica ayunaban, por lo menos en ciertas circunstancias, como medio para poder darse mejor a la oración y recibir mensajes proféticos; pero no se nos dice si el ayuno fuese total o parcial. Además de los versículos que comentamos, donde hallamos la indicación más clara de esta costumbre, podemos notar (Hch 14:23), que señala "oración con ayunos" en la ocasión del nombramiento de los ancianos de la iglesia de Antioquía en Pisidia. No se sabe si los ayunos que menciona Pablo, como parte de sus sufrimientos en el ministerio del Evangelio, fuesen voluntarios o forzosos debido a la falta de alimento (2 Co 6:5) (2 Co 11:27). Guiados por el invariable sentido del Nuevo Testamento podemos estar seguros de que los ayunos en las iglesias eran completamente voluntarios, sin revestirse de "mérito" alguno, considerándose solamente como medio para orar mejor. Lo vital es la oración real y verdadera en el Espíritu (Jud 1:20).
Bernabé y Saulo en Chipre (Hch 13:4-12)
1. Enviados por el Espíritu Santo (Hch 13:4)
Por su gran importancia recalcamos otra vez que el "Director" de la misión era el Espíritu Santo, quien sólo pudo habilitar a sus siervos con el fin de enviarles a su nueva esfera de servicio, bien que el mandato se reveló también a los guías de la iglesia local donde servían y fue reconocido por la iglesia. Tendremos muchas ocasiones de comprobar la dirección clara y efectiva del Espíritu durante las grandes expediciones misioneras de Pablo.
2. Seleucia, Salamina y Chipre (Hch 13:4-5)
Seleucia era el puerto de Antioquía, situado unos ocho kilómetros al norte de la desembocadura del río Orontes. Allí se embarcaron Bernabé y Saulo para pasar a Salamina, puerto e importante centro comercial al Este de la isla de Chipre. Bernabé era chipriota, y quizá se les ofrecía una puerta abierta de testimonio entre sus conocidos. Nada se nos dice de los resultados de sus trabajos, pero sí notamos que proclamaron el Evangelio en las sinagogas de los judíos, iniciando así el método de dar comienzo a su testimonio entre los judíos de la Dispersión que Pablo había de continuar en todas las ciudades que visitara. El carácter de la misión de Bernabé y Saulo nos lleva a suponer que hubo también repercusiones entre los gentiles, pero el silencio de Lucas hace imposible que dogmaticemos sobre el particular.
La célebre isla de Chipre ("Kittim" en el Antiguo Testamento) era provincia proconsular romana a la sazón, aunque había sido antes incorporada a la provincia de Cilicia. Como siempre, Lucas da el título correcto al "procónsul Sergio Paulo" (Hch 13:7).
3. Pafos (Hch 13:6-12)
Lucas no nos da indicio alguno de tiempo, pero suponemos que los apóstoles se trasladaron bastante pronto al otro extremo de la isla, donde se hallaba la capital, Pafos, ciudad que se hallaba a unos doce kilómetros de la antigua "Pafos", célebre en los mitos y leyendas de Grecia como centro cúltico de una diosa siria que luego se identificara con la Afrodita de los griegos. El mismo culto inmundo continuaba en la ciudad nueva donde los siervos de Dios proclamaron a Cristo.
4. El testimonio ante el procónsul Sergio Paulo (Hch 13:6-12)
Los eruditos nos dicen que Sergio Paulo había sido uno de los procuradores del río Tíber durante el reinado de Claudio, siendo adelantado al proconsulado de Chipre después. No sabemos cómo llegara a interesarse en el mensaje de los apóstoles, pero el hecho de que escuchara al mago Elimas nos hace pensar que le sugestionaban las cuestiones religiosas, atrayéndole quizá los cultos esotéricos del Oriente. Sea ello como fuere, se enteró de la predicación de Bernabé y Saulo (quien ya se llama Pablo) y tomó la iniciativa en llamarles. Quizá se había producido un choque anterior entre los heraldos de la Luz y el emisario del reino de las tinieblas, pues el primer hecho que se nota, al llegar ellos a Pafos, es que "hallaron a cierto mago, falso profeta judío, llamado Barjesús" (Hch 13:6).
Normalmente los embajadores de Cristo se hallan ante gobernadores como reos acusados de fomentar tumultos, o de enseñar una religión no autorizada en el Imperio de Roma, pero en este caso son los invitados del representante de Roma.
En vista de la faceta apologética de Los Hechos, que se nota en la Introducción, es natural que Lucas se preocupara en narrar este encuentro entre Pablo y el procónsul, subrayando el efecto favorable producido en éste. De aquí en adelante el interés se habrá de centrar en la evangelización de las masas y en la formación de iglesias locales, hasta que Pablo vuelva a dar su testimonio ante concilios y gobernantes desde el capítulo 22 en adelante.
5. Barjesús o Elimas
"Elimas" no traduce el nombre "Bar-Jesús" ("hijo de Jesús") sino que equivale a "mago", siendo una especie de título oficial que adoptó en el ejercicio de su tenebrosa profesión. Los "magos" eran originalmente una casta sacerdotal de Media (Mt 2:1), pero el término había sufrido un proceso degenerativo, llegando a aplicarse a personas como Simón el mago, o a este Elimas, que se dedicaban a embaucar a la gente por sus subterfugios y pretendidas revelaciones (Hch 8:9-11). Pablo le denuncia como "hijo del diablo" (Hch 13:10), que nos da a entender que se dejaba llevar por espíritus satánicos al querer prestigiarse frente a los crédulos y buscar la manera fácil de llenar sus bolsillos de dinero.
En el palacio del procónsul se libra una lucha dramática entre el Reino de Luz y el de las tinieblas. Pablo, "lleno del Espíritu Santo" (Hch 13:9), percibe claramente el carácter y la obra del emisario de Satanás y al ver que quiere estorbar que Sergio Paulo escuche la Palabra de Dios, le denuncia en términos tajantes (Hch 13:10). El falso obrador de "señales" recibió una "señal de juicio" en su propia persona, y aquel que quería vendar los ojos espirituales de quienes buscaban la Luz, quedó él mismo sin luz, buscando por todos lados quién le llevase por la mano. El juicio fue "por algún tiempo", pero su naturaleza sobrenatural, como señal de la intervención divina en juicio, fue patente a todos. Es el único milagro de juicio de que tenemos noticia en el ministerio de Pablo, y el pasaje puede compararse con (Hch 5:1-11) en el ministerio de Pedro y con (2 R 2:23-24) en el de Eliseo. Los únicos milagros de juicio del mismo Señor no cayeron sobre personas, sino sobre los cerdos de Gadara y la higuera estéril y simbólica. Pocos son los milagros de juicio, y muchísimos los de gracia y de misericordia, pero aquellos pocos son de gran importancia, puesto que nos recuerdan el triunfo final de la justicia de Dios sobre todas las fuerzas del mal. Nótese que los salvos en el Cielo alaban a Dios por sus juicios en la tierra (Ap 19:1-3).
6. La fe del procónsul (Hch 13:12)
Muchos expositores expresan la opinión de que Sergio Paulo sólo llegó a admitir la superioridad de la doctrina y del poder de Pablo frente a los engaños de Elimas, pero a quien escribe le parece evidente que Lucas se ocupa en reseñar uno de los triunfos del Evangelio durante esta primera etapa de la misión especial de Pablo y de Bernabé. Una "fe a medias" no merecería destacarse. Se dice que Sergio "creyó", y es significativo que no quedase maravillado sólo ante el milagro, sino "de la doctrina del Señor" (Hch 13:12), lo que demuestra una buena comprensión de lo fundamental del testimonio apostólico. No sólo eso, sino que Pablo reprendió a Elimas porque "procuraba apartar de la fe al procónsul" (Hch 13:8), frase que tendría poco sentido si no hubiera entonces el principio de una verdadera obra espiritual en el corazón de Sergio Paulo: obra que fue confirmada por la señal realizada precisamente con tal fin.
Como apoyo al hecho de una verdadera conversión, podemos notar que Sir William Ramsay halló inscripciones que le convencieron de que varios miembros de la familia de Sergio Paulo eran cristianos ("Bearing of Recent Discoveries on the Trustworthiness of the N.T.", pp. 150 y ss.).
7. "Sergio Paulo" y "Pablo"
"Pablo" es la forma española de "Paulus", de modo que se nota este nombre del apóstol por primera vez precisamente cuando daba su testimonio ante un romano distinguido que se llamaba también "Paulus" (Hch 13:9). Lo más probable, sin embargo, es que se trate de una coincidencia, ya que el apóstol, como ciudadano romano, habría tenido siempre una apelación triple, compuesta del "praenomen", "nomen gentile" y "cognomen". Tanto en su caso, como en el de Sergio, "Paulus" es el "cognomen", que se prestaba bien para su trato con los gentiles. "Sergio" es el "nomen gentile", o de la estirpe del gobernador.
El viaje de Pafos a Antioquía de Pisidia (Hch 13:13-16)
1. Pablo y su compañía (Hch 13:13)
La frase traducida por "Pablo y sus compañeros" se empleaba con frecuencia para un jefe y el bando de hombres que le seguía e indica que Pablo había pasado a ejercer un verdadero liderato espiritual con respecto a esta compañía de siervos de Dios. Va sin decir que él no ambicionaba el puesto de caudillo, sino que el Espíritu Santo iba señalando el hecho por sus poderosas operaciones en su siervo, reconociendo los espirituales la visión, llamamiento, dones y capacidades del apóstol. Evidentemente, el mismo Bernabé, con la gracia y la sabiduría que le caracterizaban, comprendía que su amigo y colega había de llevar a cabo la misión para la cual Cristo le había comisionado, pasando él mismo a un segundo lugar de servicio con gracia y humildad. Quizá los músicos que más agraden al Maestro son los que saben tocar el "segundo violín", ¡y cuánto escasean en la orquesta del ministerio de la Iglesia!
2. El viaje a Antioquía de Pisidia (Hch 13:13-14)
Por un mapa, el lector verá que los siervos de Dios tuvieron que embarcar en Pafos para cruzar el mar en dirección a la provincia de Panfilia. Se menciona "Perge de Panfilia", pero probablemente tuvieron que desembarcar en Atalia, ya que Perge se hallaba a unos kilómetros tierra adentro sobre el río Cestro. Panfilia era una de las provincias costeras de lo que ahora llamamos Asia Menor o Turquía, pero los misioneros fueron guiados a seguir adelante, en dirección norte, hasta llegar a Antioquía de Pisidia. En el interior de Asia Menor se halla una extensa meseta (a la manera de España), de la cual la agreste sierra del Tauro forma el límite sur. El texto dice escuetamente: "Atravesando (la región) desde Perge, llegaron a Antioquía"; pero para ello tuvieron que atravesar una cordillera difícil y empinada, dejando las buenas condiciones de la costa para internarse en una región agreste y atrasada. Antioquía de Pisidia era una población considerable, punto estratégico sobre la gran ruta romana que atravesaba Asia Menor desde el Oriente hasta la provincia de Asia. Era colonia romana y el centro administrativo y militar más importante de la región. Pablo se siente atraído a esta ciudad por ser centro de movimiento, sabiendo que, según su plan estratégico en el avance del Evangelio, un testimonio vivo en Antioquía sería el medio no sólo de evangelizar el distrito inmediato, sino también de extender las Buenas Nuevas a puntos muy distantes. Todo parece indicar que el viaje a Antioquía de Pisidia es la "puesta en marcha" del plan estratégico revelado a Pablo, y que no obedeciera a las exigencias imprevistas de una enfermedad, como en el comienzo de la obra entre las iglesias de Galacia (Ga 4:13).
El atento lector no confundirá esta ciudad, Antioquía de Pisidia, de relativa importancia, con la gran urbe que era Antioquía en Siria, de donde habían sido encomendados los apóstoles a su labor especial. Abundaban las ciudades y pueblos con este mismo nombre debido a que varios de los reyes de Siria (del período postalejandrino) se llamaban Antíoco. Siempre se llama "Antioquía de Pisidia" ("frente de Pisidia") aunque, en la época que tratamos, no se incluía en la provincia de Pisidia, sino en la región étnica de Frigia y en Galacia como provincia administrativa de Roma. El viaje de Pablo ha de llevarle por varias regiones pobladas por gentes diferenciadas por su raza e idioma (tales como Frigia, Pisidia, Licaonia e Isauria), pero incluidas todas en la provincia romana de Galacia, una creación administrativa que hacía caso omiso de consideraciones étnicas. Los verdaderos gálatas, descendientes de los galos, vivían en el norte de la provincia.
3. El abandono de Juan Marcos (Hch 13:13)
En Perge "Juan (Marcos)" se apartó de ellos y volvió a Jerusalén. La referencia aquí es escueta, pero no cabe duda de que la partida del joven pariente de Bernabé constituyera un verdadero acto de deserción de la causa, ya que se contrasta con el propósito de los misioneros de seguir adelante hasta el corazón de Asia Menor. Además, se ha de entender a la luz de la triste separación posterior de Pablo y Bernabé, motivada precisamente por las consecuencias de esta defección (Hch 15:36-40), siendo imposible que el apóstol pusiera en entredicho a Juan Marcos si les hubiese dejado sólo por legítimas razones de salud o de familia. Nada se dice de sus motivos, pero podemos suponer que se había desilusionado por no corresponderle más que un servicio humilde, o que había esperado ver mayores resultados y como joven que era, se impacientaba. Podría ser también que se disgustara al ver que su venerado pariente había llegado a ser socio de segunda categoría, comparado con Pablo, en la empresa misionera. Probablemente se había criado con esmero y con una sobra de atenciones de parte de su madre, María, dueña de la gran casa de Jerusalén, y que su entusiasmo por la obra del Señor se había enfriado al tener que pasar por circunstancias difíciles, viéndose privado de las comodidades de su hogar. Delante se alzaba la áspera sierra del Tauro y el nuevo líder proyectaba un arduo viaje al interior de un país que prometía poco. No entendía todo eso y faltándole humildad, comprensión y denuedo, se embarcó para Siria en camino a su amado hogar en Jerusalén. Con todo, Juan Marcos no desaparece de la historia bíblica y llega a ser el ejemplo por excelencia de un siervo de Dios que puede claudicar por un momento y todavía volver a tomar el difícil camino del retorno, del humilde y renovado esfuerzo, hasta dar buena prueba de sí delante del mismo apóstol Pablo, siendo también escogido por Dios para presentar una de las facetas de la Vida del Dios-Hombre en el Evangelio que lleva su nombre (Col 4:10) (2 Ti 4:11) (Flm 1:24) (Hch 12:12).
En la sinagoga de Antioquía de Pisidia (Hch 13:14-43)
1. La importancia de la Dispersión
En Salamina los apóstoles habían aprovechado los cultos de las sinagogas para proclamar la Palabra de Dios, pero no se detallan sus métodos y no sabemos nada de los resultados. Por primera vez, en esta ciudad romana de Antioquía se nos permite ver la manera en que Pablo se acercaba a su pueblo y cómo procuraba presentar su mensaje a sus compañeros de raza y de religión. El discurso en la sinagoga puede tomarse como modelo de tantos otros que pronunciara en muchas otras sinagogas, antes y después de esta fecha.
Es muy notable la manera en que los israelitas tenían que cumplir su misión nacional, tanto si querían como si no. Bajo la guía de hombres de Dios como Moisés, Josué, Josafat, etcétera, daban un testimonio directo al mundo de lo que era el culto del solo Dios y de la naturaleza de su Reino. Al ser castigados por su rebeldía fueron diseminados por todo el mundo, pero, llevando consigo las Escrituras y reuniéndose para la lectura de ellas en las sinagogas, dieron testimonio de la existencia de una revelación divina de justicia y de santidad muy por encima de las religiones contemporáneas. No sólo eso, sino que, al extenderse el Evangelio que como nación habían rechazado, no podían impedir que las sinagogas fuesen puntos de partida para la proclamación del mensaje. Es probable que una buena proporción de los convertidos de estas expediciones de Pablo saliesen de las filas de los "temerosos de Dios", los gentiles del tipo de Cornelio, que sin circuncidarse, escuchaban y estudiaban las Escrituras, ofreciendo sus corazones terreno abonado para la siembra de las Buenas Nuevas del Mesías Salvador, sin el estorbo de los fuertes prejuicios raciales de los judíos.
2. El culto en la sinagoga
Las sinagogas eran los lugares de reunión en cualquier localidad donde había una colonia de judíos, hallándose su origen en la necesidad de congregarse para escuchar la Ley durante el cautiverio babilónico. La institución llegó a ser imprescindible y abundaban las sinagogas aún en Jerusalén bajo la sombra del Templo, al uso de diferentes comunidades. Una plataforma con un atril facilitaba la lectura de las Escrituras, y había bancos provistos para el auditorio. Probablemente había una galería especial donde las mujeres podían escuchar detrás de celosías. Los ancianos de las sinagogas eran figuras destacadas de la colonia, y de entre ellos se nombraban los "presidentes" (mejor que "príncipes"), los encargados de mantener el buen orden y señalar al predicador. El "servidor" de la sinagoga cuidaba de la limpieza, y quizá hacía de maestro de escuela elemental para los niños durante la semana. La parte más importante del culto consistía en la lectura de la Ley (el Pentateuco) que se dividía en 154 porciones, escogidas según un programa trienal, añadiéndose un pasaje apropiado de los profetas. Era normal que hubiera un discurso después de la lectura.
Pablo y Bernabé asistieron al culto en la sinagoga el primer sábado después de su llegada a Antioquía de Pisidia, y los presidentes, viendo a dos forasteros presentes, de aspecto digno, les invitaron cortésmente a que dieran alguna palabra de exhortación al pueblo (Hch 13:15). No tenían idea alguna de lo revolucionario que sería la "palabra de exhortación" de Pablo.
El discurso de Pablo en la sinagoga (Hch 13:16-41)
El mensaje de Pablo tiene por finalidad la presentación de la Persona y la Obra de Jesucristo como la consumación preordinada por Dios de su obra a través de la historia de Israel. Es muy rico en matices y en temas, tanto que no podemos hacer más que bosquejar su contenido, esperando que el lector estudioso "siga las pistas" que se van señalando.
1. La historia de Israel hasta el tiempo de David (Hch 13:17-22)
En las notas sobre la defensa de Esteban (Hch 7) notamos el por qué de las reseñas de la historia de Israel frente a auditorios judíos, como introducción a la Proclamación y solamente reiteramos aquí que fue el mejor método posible para captar la atención de la congregación de la sinagoga. Las referencias eran conocidas y amadas, y no sólo eso, sino que los judíos estaban acostumbrados a la idea de que Dios se revelara a través de la historia de su pueblo.
Notamos que Pablo no menciona ni el pacto abrahámico ni la entrega de la Ley —quizá para no verse envuelto en seguida en una serie de cuestiones delicadas que no tenía tiempo a resolver—, sino que recuerda la manera en que Dios iba obrando según un propósito antes determinado. Así Dios escogió y ensalzó al pueblo a pesar de hallarse como extranjeros en Egipto. Lo único que cuenta del Desierto es que Dios los soportó, antes de destruir en su favor siete naciones, para darles la tierra en posesión. Es probable que los 450 años que se mencionan en (Hch 13:19) abarcan, además de la época de los jueces, el período de las peregrinaciones de Israel antes de que fuese instalado en la tierra por el reparto de Josué. Los jueces (caudillos) también eran un don de Dios a favor de su pueblo, pero este resumen apunta hacia algo más elevado y permanente, ya que por medio de Samuel (factor positivo en la elección del rey verdadero) y a través del reinado de Saúl (factor negativo y de contraste) se llega a David, rey conforme al corazón de Dios, en quien pudo cumplir sus designios de establecer tanto un reino como el Templo como centro de adoración en la tierra.
2. La persona y obra de David (Hch 13:22-23)
Las referencias a David constituyen el eje del primer movimiento del discurso, ya que enlaza las obras anteriores de Dios con el levantamiento del Hijo de David. Notemos: a) Su levantamiento fue obra de Dios "para cumplir todos sus deseos" o designios (Hch 13:22). b) A pesar de sus fallos personales, Dios halló en David aquella actitud de sumisión a su voluntad que faltaba tan trágicamente en la actuación de Saúl (Hch 13:22) (1 S 13:14). c) No lo menciona Pablo aquí, pero (Hch 13:34) todo oyente judío se acordaría de que Dios confirmó con David un pacto que estableció un reino eterno, cuyas características más fundamentales solamente podrían cumplirse por medio del Mesías, Rey eterno (2 S 7:11-17) (Sal 89:19-37). Tal siervo fue levantado y aprobado por Dios, sirviendo a su generación según la voluntad de Dios (Hch 13:36).
3. La primera mención de Jesús el Salvador (Hch 13:23)
Dios sigue obrando, y Pablo llega a la estupenda declaración de que había traído a Israel un Salvador, llamado Jesús, del linaje de David. Todo ojo en la sinagoga se abriría desmesuradamente y todo oído prestaría la máxima atención... ¿nuevas de maravilloso gozo para la nación?... ¿la herejía nazarena?... ¿un arrebato de locura?... ¿qué significaba un anuncio tan inaudito?... Persiste el tema de un Dios que obra a favor de su pueblo, ya que el que levantó a David, también trajo (o levantó) a este Mesías Salvador, hijo de David. Quizá Pablo insinuaba una analogía entre la obra de este Salvador y la de David, quien salvó a Israel de la anarquía de los tiempos de los últimos jueces, librando la nación de la opresión de los pueblos circundantes y llegando a ser el instrumento para realizar el ideal de un Reino de Dios en la tierra de Canaán. El hermoso título mesiánico de Salvador concuerda bien con el tema de las benditas operaciones de Dios a favor del pueblo.
4. El testimonio de Juan el Bautista (Hch 13:24-25)
Pablo no pasa a detallar la obra del Mesías Salvador sin antes hacer mención especial de la proclamación de su precursor, Juan el Bautista. Si nos situamos en el lugar de Pablo al llegar a este punto de su presentación del Mesías ya venido, comprenderemos el porqué del énfasis sobre el testimonio de Juan. El apóstol Pedro, al proclamar el mensaje al pueblo en el Día de Pentecostés y en ocasiones sucesivas, podía apelar a lo que sus oyentes mismos sabían de la Persona y la obra de Jesús de Nazaret, pues en Israel nadie podía negar su poderosa obra sanadora que, juntamente con sus enseñanzas y los extraños sucesos de su Muerte y Resurrección, había dejado honda huella a pesar de la propaganda contraria de los líderes del judaísmo. Los judíos en Antioquia de Pisidia nada sabían de aquella evidencia inmediata y contundente, pues sólo habrían penetrado en su región unos rumores sobre un pretendido Mesías crucificado por Poncio Pilato. La aportación del testimonio de Juan el Bautista, pues, se revestía de gran valor, puesto que el pueblo en general le había aceptado como profeta y su buena fama habría llegado a las sinagogas de la Dispersión. Es implícita la analogía con Samuel, pues como el profeta-levita discernió y ungió al verdadero rey David por revelación divina, de igual modo el profeta-sacerdote Juan había señalado al Mesías Salvador: un hecho evidencial de valor considerable, a pesar del rechazamiento de Jesús por el Sanedrín.
En breves palabras Pablo subraya los varios rasgos del ministerio de Juan: a) Juan pregonó a todo el pueblo y era notorio que había sido reconocido como profeta. b) Su mensaje llamaba al pueblo al arrepentimiento, según el significado de su bautismo. El pueblo, pues, se hallaba en un estado de pecado nacional, y necesitaba el Mesías Salvador (Hch 13:25). c) Juan había declarado que él no era el Mesías, sino que éste, era tan glorioso que el precursor no era digno de desatar el calzado de sus pies, venía "en pos de él", o sea, Juan esperaba la manifestación inminente del Mesías (Hch 13:25). d) "Mas cuando Juan terminara (cumpliera) su carrera..." no quiere decir que diese este testimonio un poco antes de morir, sino al llegar al momento culminante de su misión, cuando había de señalar al Rey, cuya venida había pregonado.
5. El cumplimiento de las Escrituras mesiánicas en Jerusalén (Hch 13:26-30)
Pablo llega ahora al punto más difícil de su mensaje, pues ha de demostrar cómo el Crucificado podía ser el Mesías Salvador. ¿Se habría equivocado Juan? ¿Vendría otro para cumplir las profecías del precursor?. El apóstol hace un alto, y vuelve a dirigirse solemnemente a su auditorio, usando la fórmula de: "Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios". Quería que le prestaran toda su atención tanto los judíos de raza como los gentiles, temerosos de Dios, pues la Palabra de esta salvación había sido enviada a todos ellos. Sigue el énfasis sobre la obra salvadora de Dios. Tiene que continuar con el difícil tema del rechazamiento de Jesús por los judíos de Jerusalén, bajo la guía de sus jefes. La condenación de éstos es rotunda, pero se insinúa la "disculpa de la ignorancia" a la manera de Pedro en (Hch 3:17) y se mantiene el respeto posible ante el prestigioso Sanedrín (Hch 13:27). La culpabilidad de los jefes en Jerusalén era manifiesta: a) Porque no querían "conocerle a él", a pesar de la gloria de su Persona y Obra, y contra el claro testimonio de Juan el Bautista. b) Porque no entendían "las voces de los profetas", a pesar de la lectura de sus escritos cada sábado. c) Por haber condenado al Mesías Salvador, a quien Dios había levantado a la manera de sus siervos del Antiguo Testamento, sin hallar en él causa de muerte. d) Por utilizar a un gobernador gentil para la consecución de sus viles designios, pidiendo a Pilato que le matase.
Pero Pablo no quiere poner de relieve la culpabilidad de los príncipes, sino el hecho del cumplimiento de las Escrituras por medio de tan trágico rechazamiento: "al condenarle —dice—, las cumplieron", dando realidad al gran tema profético del Siervo-Mesías que había de sufrir vicariamente a favor de su pueblo.
El tema es tan importante que Pablo, tras la mención de la entrega de Jesús por los jefes judíos a Pilato, vuelve a decir: "Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero lo pusieron en el sepulcro". Los consejeros del Sanedrín, como consecuencia de su misma ceguera y malicia, habían sido los ejecutores de la voluntad de Dios, revelada en la Palabra profética, en cuanto a la Muerte expiatoria del Cordero de Dios. La consonancia de la doctrina de Pablo y de Pedro es exacta, ya que éste había declarado: "A éste (Jesucristo), entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos (los romanos) crucificándole" (Hch 2:23). Es el ejemplo supremo del gran principio de que Dios, en sus providencias, aprovecha hasta la maldad de los impíos para el adelanto de sus designios de bendición a favor de los sumisos.
6. La sepultura (Hch 13:29)
Pablo resume la historia de la Muerte, el descendimiento de la cruz y la sepultura del Señor en (Hch 13:29), y no tiene por qué detenerse en descripciones detalladas de lo que hiciera José de Arimatea y Nicodemo al bajar el sagrado Cuerpo del madero con el fin de darle honorable sepultura. Se engloba el Acontecimiento total, siendo responsables los jefes judíos de todo el acto. El significado de la mención especial de la sepultura es que señala la realidad del hecho de la Muerte preparando el terreno para la proclamación del hecho triunfal de la Resurrección. Nos recuerda el resumen del Evangelio que dio Pablo en la Epístola a los Corintios: "Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1 Co 15:3-4). En el fondo de todos estos pasajes se halla el gran documento profético, la última canción del Siervo de (Is 52:13) y (Is 53:12), en la que se destaca una referencia específica a la sepultura del Siervo que sufrió (Is 53:9).
7. La Obra de Dios en la Resurrección del Mesías (Hch 13:30-37)
En dramático contraste con la maliciosa y criminal entrega del Cristo a Pilato por los judíos de Jerusalén, Pablo enfatiza: "Mas Dios le levantó de los muertos" (Hch 13:30). Recordemos que el tema predominante de Pablo en este discurso, el hilo que da continuidad y unidad a todo él, es el de la obra salvadora de Dios a favor de su pueblo. Con la declaración que acabamos de citar, el apóstol llega al punto culminante de esta divina obra, ya que, a fin de cuentas, toda obra secundaria se confirma y recibe validez por la del Resucitado.
En relación con el gran hecho de la Resurrección, que cambió la aparente derrota en victoria y demostró cómo el Crucificado podía ser el Mesías esperado, Pablo recalca los puntos siguientes:
a) El testimonio apostólico de los Doce garantiza el hecho, ya que personas conocidas y dignas de toda confianza vieron a Cristo en muchas ocasiones después de su Resurrección. Su testimonio ante el pueblo continuaba (Hch 13:31). Aquí Pablo distingue entre su propio ministerio y el de los Doce como testigos éstos de la Resurrección.
b) El testimonio se extendió por la proclamación de Pablo y Bernabé a los judíos de Antioquía (Hch 13:32).
c) La Resurrección del Mesías está íntimamente relacionada con "la promesa hecha a nuestros padres", puesto que la antigua promesa quedaría sin cumplimiento si no se hubiese realizado la Muerte expiatoria y la Resurrección del Mesías según las Escrituras (Hch 13:32). Este tema es prominente en la defensa de Pablo ante Agripa, años más tarde (Hch 26:6).
d) La prueba profética de la Resurrección se adelanta en (Hch 13:33-36) y notamos que, además del Salmo 16 que Pedro utilizó en el Día de Pentecostés (Hch 2:25-28), Pablo cita brevemente del Salmo 2 y de (Is 55:3).
La prueba profética no podía faltar en la proclamación del Evangelio ante auditorios judíos y ya hemos comentado la gran importancia del Salmo 2 como reseña profética de la oposición de las fuerzas mundanas contra Dios y su Cristo, con el cumplimiento de la obra total del Ungido a pesar de "amotinarse las gentes" (Hch 4:25-28). Los judíos conocerían bien todo el salmo y quizá no hallarían tan difícil como nosotros la expresión "Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy". El tema es la unción del Rey y, en el pensamiento de los orientales, este acto (nos referimos por el momento a las costumbres de las gentes en general) determinó una nueva relación entre el monarca y los dioses, pudiendo decirse que el rey "nació" como tal por el acto de la unción. "Yo te he engendrado hoy" no tiene que relacionarse, por lo tanto, ni a la Encarnación, ni a la Resurrección, sino al acto declarativo de Dios que coloca a su Hijo-Siervo en el Trono, en despecho de toda la oposición y la malignidad de los hombres inspirados por Satanás.
Debemos leer todo el contexto de (Is 55), de donde se saca la breve cita de (Hch 13:34), para ver cómo Dios promete abundantes dones a su pueblo sobre una base de pura gracia, que pueden resumirse en las "santas y fieles promesas a David", es decir, en el pacto del Reino que ya hemos notado. De nuevo el pensamiento fundamental es que tales bendiciones no podían ser derramadas sobre el pueblo aparte de la obra de expiación a favor del pueblo pecador, seguida por la Resurrección del Mesías, que sólo garantiza "la promesa hecha a Israel".
Del Salmo 16, ya comentado en (Hch 2:25-28), sólo haremos constar que el tratamiento que Pablo le da es igual a la explicación de Pedro. Ambos hacen ver que el pleno cumplimiento no corresponde a David, ya que éste murió y vio corrupción, mientras que el Santo salió de la tumba en la plenitud de una vida de resurrección. He aquí, pues, el cumplimiento final.
Es probable que la frase con la cual Pablo termina su prueba profética, "mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción", no sea meramente la reiteración del hecho de la Resurrección del Señor de entre los muertos, sino la continuación del pensamiento que Jesucristo es el último y el mayor de todos los instrumentos de salvación que Dios había levantado en el curso de la historia de Israel, siendo eterno su ministerio a favor de su pueblo (He 7:23-27).
8. La obra de Jesucristo, el Mesías (Hch 13:38-39)
Hasta este punto Pablo ha venido expresando la Obra de Jesucristo en términos de salvación, pero ahora, después de presentar el gran hecho redentor de la Muerte y de la Resurrección del Cristo, detalla más las bendiciones de "la palabra de esta salvación" : a) En Cristo se anuncia la bendita nueva de la remisión de pecados (Hch 13:38) que tanto necesitaba el pueblo, cuyo estado espiritual Juan el Bautista había diagnosticado tan exactamente. "Remitir" es "enviar lejos", sin que sean tomados en cuenta los pecados, puesto que el Cordero de Dios los ha llevado y quitado. b) Mediante Cristo los creyentes podían ser justificados: cosa imposible a la Ley de Moisés, que exigía lo recto sin proveer el poder para cumplir sus ordenanzas. El versículo 38 no quiere decir que la Ley de Moisés justificaba de ciertas cosas y que la fe en Cristo fuera medio de justificar al creyente de las restantes, pues el giro algo extraño no significa más que la incapacidad total de la Ley como medio de justificación en contraste con la suficiencia absoluta de Cristo de hacerlo, ya que él ofreció al Trono de Dios una perfecta satisfacción en cuanto a todos los pecados. Esta perfecta apropiación hace posible la justificación de quienes acuden con fe sencilla a Cristo con el fin de apropiarse lo que él realizó por medio de la Obra cumbre de todos los siglos. He aquí, pues, un pequeño resumen de la gran doctrina de la justificación por la fe que Pablo habrá de exponer en detalle en Gálatas capítulos 2 y 3 y en Romanos capítulos 3 y 4. Hemos notado la coincidencia entre la Proclamación, fuese por la boca de Pedro o de Pablo, pero se entrevé aquí una doctrina fundamental que formaba parte principal de la temática de Pablo al cumplir su misión como "mayordomo de los misterios".
9. El solemne aviso frente a los menospreciadores (Hch 13:40-41)
Habacuc amonestaba a los rebeldes de su día por anunciar una obra de juicio nacional (Hab 1:5). Pablo recoge sus palabras, y tras haber señalado con tanta claridad y poder la gran obra salvadora de Dios, que llegó a su consumación en Cristo, termina por dar un solemne aviso sobre una obra de juicio que alcanzará a los menospreciadores de la gracia de Dios. Los hombres quisieran jugar con las ofertas de misericordia del Omnipotente, suponiendo que por fin no será muy duro con ellos; pero han de aprender que la obra de juicio que alcanzará a los menospreciadores tan real como la obra de salvación que éstos despreciaron: Dios no puede ser burlado.
Los resultados del sermón (Hch 13:42-52)
1. Una ola de interés (Hch 13:42-43)
El poderoso testimonio de Pablo puede calificarse de "sensacional", en el verdadero sentido de la palabra. Podemos imaginar el revuelo después de que uno de los presidentes hubiese dado fin al culto como tal, viéndose los apóstoles rodeados por muchas personas interesadas, mientras que otros miembros del auditorio formaban corros para comentar de diversos modos el anuncio de la venida del Mesías y de las bendiciones que se ofrecían en su Nombre. Hay mención de "muchos de los judíos", que significaba, sin duda, la minoría de los fieles que, cual Simeón y Ana, esperaban la consolación de Israel y, por ende, reconocieron el mensaje apostólico como Palabra de Dios. La frase "piadosos prosélitos" es un poco especial y podría significar verdaderos prosélitos, ya circuncidados y judíos de religión, que guardaban aún su sencillez y cuyo corazón se abría ante el mensaje de vida; o podía ser un modo algo diferente para designar a los "temerosos de Dios" que no se habían circuncidado, a quienes Pablo se había dirigido expresamente dos veces durante su mensaje (Hch 13:16,26). Es evidente que la Palabra del Evangelio se recibía con gozo especial por los gentiles que asistían a las reuniones de las sinagogas buscando algo más elevado que las supersticiones e inmundicias de los sistemas paganos de religión, y que los tales, en muchos lugares, llegaban a formar el núcleo de las nacientes iglesias cristianas. Los sencillos de corazón "siguieron" a los apóstoles, y fueron exhortados a perseverar en la gracia de Dios. Así se iban colocando las primeras "piedras vivas" sobre el fundamento de Cristo.
2. La oposición inevitable (Hch 13:44-52)
La noticia de la extraordinaria reunión celebrada en la sinagoga el sábado cundió por todos los estratos sociales de la ciudad, despertando vivo interés en los forasteros y su mensaje, hasta tal punto que el sábado siguiente, "casi toda la ciudad" se juntó para oír la Palabra de Dios. La sinagoga, por amplia que fuese, resultaría insuficiente para tal multitud; la mayoría de los judíos, cegados por su sistema, se llenaron de celos, y —quizá por boca de algunos de los presidentes de la sinagoga— contradecían a los apóstoles, blasfemando, lo que indica que lanzaban insultos contra el precioso Nombre. El Maestro había predicho las consecuencias de la proclamación de su mensaje en el mundo, con referencia especial a los judíos (Mt 10:16-42) (Mt 24:9-10) (Lc 12:49-53), pero la amarga separación, causa de tanto dolor de corazón y de tribulación para algunos, motivó la formación del núcleo de una nueva iglesia local, agregándose luego los gentiles en la medida en que el Evangelio se daba a conocer entre ellos.
Hay evidencia de que el judaísmo en Frigia no mantenía "las costumbres de los padres" en toda su pureza, pero eso no impedía la reacción hostil al Evangelio, motivada no sólo por el fanatismo, sino también por los celos y los intereses creados.
3. El testimonio a los gentiles (Hch 13:46-49 )
Pablo y Bernabé no se acobardaron frente a las olas de oposición, sino que analizaron públicamente la situación así creada. Era necesario proclamar el mensaje primeramente a los judíos, pero, al rechazar ellos la voz de Dios, los mensajeros se hallaron libres para dirigirse positivamente a los gentiles (Hch 13:46-47). Los incrédulos habían evidenciado que no eran dignos de la vida eterna al oponerse al testimonio que los apóstoles dieron con la manifiesta potencia del Espíritu Santo, firmando, por decirlo así, su propia sentencia de muerte eterna (Hch 13:46).
Los misioneros citaron (Is 49:6), versículo que se halla en una de las "canciones del Siervo", en el que el Siervo-Mesías recoge la antorcha del testimonio de las manos paralizadas del Siervo-Israel, asegurándole Dios que no sólo había de levantar de nuevo a las tribus de Jacob sino que llegaría a ser luz también para los gentiles y medio de salvación hasta los fines de la tierra. Había de cumplir una doble misión: la de restaurar a Israel y la de extender la luz y la salvación entre todas las naciones. El rechazamiento del Evangelio por los judíos de Antioquía enfatizó la necesidad y la conveniencia de "volver a los gentiles", sin que por eso Pablo se olvidara jamás en otros lugares de su obligación de presentar a Cristo en primer lugar al pueblo escogido.
Los judíos se escandalizaron porque los predicadores ofrecieron la bendición del Evangelio en igualdad de condiciones a gentiles y a judíos, pero lo que fue motivo de resentimiento entre los últimos fue ocasión de gran gozo para los primeros, pues "los gentiles oyendo esto se regocijaban, y glorificaban la palabra del Señor" (Hch 13:48).
4. El rollo de la vida (Hch 13:48 )
La declaración de que "creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna" ha llenado a algunos lectores de perplejidad, y aún de dudas, al pensar si quizás ellos se hallasen o no entre los "preordinados" para la salvación. Este no es el lugar para desarrollar el tema de la predestinación, pero sí podemos traducir más exactamente el texto, ya que el participio "tetagmenoi" se emplea en los papiros para indicar "los inscritos" en algún libro o registro. Todos cuantos se hallan "en Cristo" son escogidos "en él" desde antes de la fundación del mundo (Ef 1:4), y la misma verdad se expresa por la figura de un rollo, o libro de vida, en el que se hallan inscritos los salvos (Lc 10:20) (Fil 4:3) (Ap 13:8). No estamos autorizados para deducir del hecho de la preordinación de los creyentes en Cristo que exista otra preordinación individual para la condenación; nos toca a todos escuchar el Evangelio que ofrece la vida eterna a "todo aquel que cree" y ninguna alma sumisa necesita temblar ante los sabios, justos y misericordiosos designios del Omnipotente.
5. La difusión del Evangelio (Hch 13:49)
"La palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia", que señala el éxito de los métodos de los apóstoles. No necesitaban ellos mismos gastar tiempo en infinidad de viajes por los llanos y las sierras en busca de aldeas y caseríos. Los mismos convertidos se encargaron de ello, y seguramente gran parte de esta extensa labor evangelizadora se realizaba en el curso de los movimientos normales de los cristianos, quienes "charlaban el Evangelio" mientras seguían sus ocupaciones normales. Véase el primer párrafo de esta sección, "La estrategia misionera de Pablo".
6. Persecución y salida de Antioquía (Hch 13:50-52)
Sir William Ramsay nos informa que las mujeres de esta región de Frigia-Pisidia solían destacarse en los asuntos públicos de la ciudad, ejerciendo una influencia sobre ellos que era desconocida en las ciudades de Grecia. Es probable que algunas de las mujeres distinguidas de Antioquía solían asistir a los cultos de la sinagoga y por eso prestarían oído a lo que los presidentes incrédulos les dijeran sobre las peligrosas herejías de los visitantes. Por medio de las mujeres, los jefes de los judíos ganaron el oído de sus maridos, los dirigentes de la vida civil de la colonia romana, lo que no excluye la posibilidad de influencias más directas, ya que los judíos desde siempre han manejado los asuntos financieros de las regiones donde residen. Fuese por un medio, fuese por otro, los elementos oficiales de la ciudad se pusieron de parte de los judíos y ordenaron la expulsión de los misioneros (Hch 13:50). El gesto de los apóstoles al sacudir el polvo de la ciudad de sus pies puso de manifiesto la grave responsabilidad de quienes rechazaban el Reino; era, sin duda, una señal bien conocida de condenación y de separación, habiendo sido recomendado por el mismo Señor a los Doce en el caso de que cualquier ciudad rechazase tanto a ellos como el celestial mensaje que proclamaban (Mt 10:14).
7. El camino a Iconio (Hch 13:51-52)
Fuese por el impulso de la persecución, fuese por verse cumplida su misión en Antioquía, los apóstoles no habrían tardado en tomar la ruta romana que salía al Este en dirección a Iconio, pues ya hemos visto que les tocaba a ellos fundar las iglesias y equipar las bases de testimonio, pasando luego a otros puntos estratégicos.
Los nuevos discípulos habían aprendido mucho en poco tiempo, y en lugar de amedrentarse, o pasar el tiempo lamentando la pérdida de sus amados maestros, "estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo": muy animados, pues, para el cumplimiento de su propia obra como testigos en la localidad. De estos versículos, juntamente con (Hch 14:22-23), sacamos la impresión de iglesias de buen temple espiritual, bien forjadas en el horno de aflicción, dotadas de buenos guías que el apóstol pudo nombrar en el curso del viaje de regreso; en vivo contraste, la impresión que sacamos de la Epístola a los Gálatas sobre las iglesias que "tan pronto", o "tan súbitamente" se habían apartado de la sana doctrina por la influencia de unos indignos enseñadores judaizantes es muy diferente, lo que no deja de ser una consideración que hemos de tener en cuenta al estudiar la cuestión de si la Epístola se dirigiera a estas mismas iglesias del sur de la provincia romana de Galacia o a otras fundadas en la Galacia étnica durante el segundo viaje de Pablo.
Temas para meditar y recapacitar
1. Discurra sobre el verdadero significado y la importancia de la "separación" de Bernabé y Saulo para una misión especial según se describe en (Hch 13:1-4).
2. Hágase un resumen de la Obra efectuada por los misioneros en la isla de Chipre (Hch 13:4-12).
3. Dé un resumen del discurso de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, notando su importancia como modelo de la presentación del Evangelio frente a los judíos de la Dispersión.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
Comentarios
Francisco José Ortiz Rivero (Venezuela) (06/09/2024)
Muchas bendiciones, que La Gracia de Nuestro Señor Jesucristo ÉL AMOR de Dios y la COMUNIÓN del Espíritu Santo, les Colme de Muchísimos Entendimiento para las Enseñanzas de la palabra de Dios, Bendiciones para todos.
Pablo Esteban González (Argentina) (17/07/2021)
Realmente un maestro de la Palabra don Ernesto Trenchard. Su comentario de los Hechos de los Apóstoles fue mi primer libro cristiano que compré, cuando tenía 15 años. Era una edición en tela y la pague en 3 meses con el dinero que me daban de propinas por hacer algunos trabajos... Fue de mucha bendición para mi vida su estudio.
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