Estudio bíblico de Génesis 47:1-31
Génesis 47
En el capítulo anterior hemos visto cómo Jacob y toda su familia llegaron al país de Egipto. El llevarlos a la tierra de Gosén fue una acción estratégica de José. Porque esa tierra era, en realidad, la más fértil de aquella época. Aunque, como estaban pasando por un período de hambre, la tierra no tenía mucho valor para sus propietarios.
Descubriremos que este capítulo presenta la mejor imagen de la vida de Jacob hasta este momento. Cuando nos encontramos con Jacob por primera vez en las Sagradas Escrituras, no parecía, precisamente, una figura brillante. En efecto, hasta que le vimos hacer su viaje a Egipto, no comenzamos a comprobar que se había convertido en un hombre de fe. Este capítulo, más que ningún otro, revela esa nueva forma de ser.
El período de hambre se hacía más severo en sus efectos, a medida que se acercaba a su final. Aunque todo el mundo entonces conocido fue afectado, solo se mencionan aquí las regiones de Canaán y Egipto por ser las zonas específicas donde se desarrolla la historia que nos relata la Biblia.
Leamos los versículos 1 al 3, que comienzan con el encuentro en que
José presentó a su padre y a sus hermanos a Faraón
"Entonces José vino e informó a Faraón, y dijo: Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas, sus vacas y todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán; y he aquí, están en la tierra de Gosén. Y tomó cinco hombres de entre sus hermanos, y los presentó delante de Faraón. Entonces Faraón dijo a sus hermanos: ¿Cuál es vuestra ocupación? Y ellos respondieron a Faraón: Tus siervos son pastores de ovejas, tanto nosotros como nuestros padres."
José instaló a su padre y hermanos en la tierra de Gosén antes de pedir permiso al Faraón. Su estrategia era comprensible ya que, si ellos ya se encontraban allí, Faraón se sentiría más inclinado a entregarles dicha tierra. Después de todo, ya estaban instalados en aquel lugar, donde habían desembalado sus efectos personales y equipos.
En aquellos días los pastores y los ganaderos no tenían buenas relaciones. Los egipcios no se preocupaban de los pastores ni se interesaban por aquel oficio. Esa situación les dio a los hijos de Israel la oportunidad de ocuparse en actividades en las que los egipcios no querían trabajar.
Leamos los versículos 4 al 6:
"Dijeron también a Faraón: Hemos venido a residir en esta tierra, porque no hay pasto para los rebaños de tus siervos, pues el hambre es severa en la tierra de Canaán. Ahora pues, permite que tus siervos habiten en la tierra de Gosén. Y Faraón dijo a José: Tu padre y tus hermanos han venido a ti; la tierra de Egipto está a tu disposición. En lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; que habiten en la tierra de Gosén, y si sabes que hay hombres capaces entre ellos, ponlos a cargo de mi ganado."
Ya que, como hemos dicho, el pastoreo no era popular entre los egipcios, el Faraón necesitaba personal para hacerse cargo del cuidado de su ganado y propuso contar con gente de la familia de José para dicho trabajo.
Luego llegó la ocasión para que José presentase a su padre Jacob al Faraón. Fue éste un evento notable y en él vemos a Jacob en el mejor momento y mostrando la imagen más positiva que hayamos podido ver en nuestro estudio sobre su vida, desde un punto de vista espiritual. Leamos el versículo 7:
"José trajo a su padre Jacob y lo presentó a Faraón; y Jacob bendijo a Faraón."
Observemos que fue Jacob el que bendijo al Faraón. Estaba comenzando a vivir en coherencia con el nuevo nombre que había recibido. Estaba actuando como un testigo de Dios. El menor era siempre bendecido por el mayor y Jacob bendijo a Faraón como un testimonio a la grandeza de Dios.
Leamos el versículo 8:
"Y Faraón dijo a Jacob: ¿Cuántos años tienes?"
En aquel instante, si Jacob hubiera estado viviendo impulsado por los deseos e impulsos carnales que, al principio de su vida, controlaban su carácter, habría respondido: "Bien, Faraón, He llegado a los 130 años de edad y me agradaría contarle cómo logré, cuando era joven, aventajar a mi hermano en inteligencia y en todo; y luego, cómo conseguí hacerme rico al superar en ingenio a mi suegro". Y después, podría haber haberse jactado de su familia diciendo, "Tengo 12 hijos. . ." Y así podría haber continuado pues, ciertamente, tenía mucho que contar. Y no solo de su familia, sino también de sus experiencias espirituales extraordinarias. Ni siquiera el hecho de ser padre de José, segundo hombre del reino, había estimulado su orgullo. Es que Jacob era ahora un hombre diferente. Escuchémosle hablar, en el versículo 9;
"Entonces Jacob respondió a Faraón: Los años de mi peregrinación son ciento treinta años; pocos y malos han sido los años de mi vida, y no han alcanzado a los años que mis padres vivieron en los días de su peregrinación."
Tomemos nota de que él tenía 130 años de edad cuando llegó a la tierra de Egipto, y que tendría 147 años al morir. Por lo tanto, habría de pasar 17 años en Egipto. Imagino que al llegar a este país estaba a punto de morir. Pero la alegría de encontrar vivo a José y de poder estar con él prolongó su vida 17 años más.
Y quiero resaltar otra vez que esta audiencia con un personaje tan importante como Faraón, fue una ocasión única para que el anciano patriarca pudiese presumir que era un gran personaje en la tierra de Canaán. Sin embargo podemos observar hasta que punto había cambiado. Le dijo al Faraón que tenía 130 años y que, a estas alturas, no tenía nada de lo cual jactarse; al decir, "pocos y malos han sido los años de mi vida", expresó todo lo contrario. Cuando recordamos cómo engañó a su anciano padre, vemos el contraste ahora, al reconocer ante el soberano que no estuvo a la altura de sus padres. ¿No es éste un hombre transformado? Estaba reconociendo a Dios todo el mérito, ya que él mismo no se jactaba de ningún logro. Sólo era un pecador salvado por la gracia de Dios. Con esa actitud de humildad, dijo al Faraón lo imprescindible y, después de bendecirle, se retiró, como así lo expresa el versículo 10;
"Y Jacob bendijo a Faraón, y salió de su presencia."
Continuemos con los versículos 11 al 13;
"Así, pues, José estableció allí a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de Egipto, en lo mejor de la tierra, en la tierra de Ramsés, como Faraón había mandado. Y proveyó José de alimentos a su padre, a sus hermanos y a toda la casa de su padre, según el número de sus hijos. No había alimento en toda la tierra, de modo que el hambre era muy severa, y la tierra de Egipto y la tierra de Canaán languidecían a causa del hambre."
La tierra de Ramsés es una referencia a la tierra de Gosén. Ya hemos aclarado que se continúan mencionando la tierra de Canaán y al país de Egipto por ser el ámbito geográfico de esta historia. Si Jacob y su familia hubieran permanecido en Canaán, habrían perecido. El grano había sido almacenado en Egipto, pero la tierra ya no lo producía más. Evidentemente el hambre se había extendido por toda África, porque el río Nilo no se desbordó, y esas aguas eran un factor necesario para la producción de la cosecha.
Leamos el versículo 14;
"Y José recogió todo el dinero que había en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán a cambio del grano que le compraban, y José trajo el dinero a la casa de Faraón."
Aquí llegamos a un punto en el cuan José ha sido criticado. Se ha dicho que él se aprovechó de la pobreza para comprar la tierra. En otras palabras, que registró las hipotecas y de esta manera adquirió la tierra. Creo que la crítica es injusta, porque José era el administrador de Faraón. Por lo tanto, nada de lo que se estaba acumulando era para sí mismo, ni estaba realizando ningún esfuerzo para enriquecerse él personalmente. No obtuvo ganancias personales de aquel período de escasez. Lo que esto sí demuestra, es que fue un honesto y hábil administrador de Faraón y lo que hizo, fue comprar la tierra para el Faraón, haciendo posible que el pueblo viviese, abasteciéndose de comida según su necesidad. En este sentido, creo que José se mantuvo dentro de los límites de la ley de la oferta y la demanda.
Leamos ahora el párrafo formado por los versículos 15 al 20:
"Cuando se acabó el dinero en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, todos los egipcios vinieron a José, diciendo: Danos alimento, pues ¿por qué hemos de morir delante de ti?, ya que nuestro dinero se ha acabado. Entonces José dijo: Entregad vuestros ganados y yo os daré pan por vuestros ganados, puesto que vuestro dinero se ha acabado. Trajeron, pues, sus ganados a José, y José les dio pan a cambio de los caballos, las ovejas, las vacas y los asnos; aquel año les proveyó de pan a cambio de todos sus ganados. Y terminado aquel año, vinieron a él el segundo año, y le dijeron: No encubriremos a mi señor que el dinero se ha acabado, y que el ganado pertenece a mi señor. No queda nada para mi señor, excepto nuestros cuerpos y nuestras tierras. ¿Por qué hemos de morir delante de tus ojos, tanto nosotros como nuestra tierra? Cómpranos a nosotros y a nuestra tierra a cambio de pan, y nosotros y nuestra tierra seremos siervos de Faraón. Danos, pues, semilla para que vivamos y no muramos, y no quede la tierra desolada. Así compró José toda la tierra de Egipto para Faraón, pues los egipcios vendieron cada uno su campo, porque el hambre era severa sobre ellos; y la tierra vino a ser de Faraón."
No nos queda duda de que aquel período de hambre y escasez, fue especialmente severo. Observemos a qué extremos de gravedad llegó; leamos el versículo 21:
"En cuanto a la gente, la hizo pasar a las ciudades, desde un extremo de la frontera de Egipto hasta el otro."
Es decir, que José ordenó una gran emigración hacia las zonas urbanas, para que la gente estuviese cerca de los centros de suministro, donde se guardaban los alimentos. Recordemos que, en los años de abundancia, previsoramente, había hecho almacenar el grano en todas las ciudades de Egipto.
Prosigamos leyendo los versículos 22 al 26;
"Solamente la tierra de los sacerdotes no compró, pues los sacerdotes tenían ración de parte de Faraón, y vivían de la ración que Faraón les daba. Por tanto no vendieron su tierra. Y José dijo al pueblo: He aquí, hoy os he comprado a vosotros y a vuestras tierras para Faraón; ahora, aquí hay semilla para vosotros; id y sembrad la tierra. Al tiempo de la cosecha daréis la quinta parte a Faraón, y cuatro partes serán vuestras para sembrar la tierra y para vuestro mantenimiento, para los de vuestras casas y para alimento de vuestros pequeños. Y ellos dijeron: Nos has salvado la vida. Hallemos gracia ante los ojos de Faraón mi señor, y seremos siervos de Faraón. Entonces José puso una ley respecto a la tierra de Egipto, en vigor hasta hoy: que Faraón debía recibir el quinto; sólo la tierra de los sacerdotes no llegó a ser de Faraón."
Como José sabía que el período de hambre y escasez terminaría el año siguiente, aconsejó al pueblo que sembrase el grano.
Leamos los versículos 27 al 31, y veremos que ha pedido de su padre,
José prometió a Jacob que le enterraría en Canaán
"E Israel habitó en la tierra de Egipto, en Gosén; y adquirieron allí propiedades y fueron fecundos y se multiplicaron en gran manera. Y Jacob vivió en la tierra de Egipto diecisiete años; así que los días de Jacob, los años de su vida, fueron ciento cuarenta y siete años. Cuando a Israel se le acercó el tiempo de morir, llamó a su hijo José y le dijo: Si he hallado gracia ante tus ojos, por favor, pon ahora tu mano debajo de mi muslo y trátame con misericordia y fidelidad: Por favor, no me sepultes en Egipto. Cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. Y José respondió: Haré según tu palabra. Y Jacob dijo: Júramelo. Y se lo juró. Entonces Israel se inclinó en adoración en la cabecera de la cama."
Creo que hubo varios factores que influyeron para que Jacob le pidiese a José que, al morir, le enterrase en Canaán. No olvidemos que tenía 147 años de edad y le preocupaba la posibilidad de morir en Egipto. Por otra parte, el éxito que había tenido José al adquirir toda la tierra para el Faraón, le hacía creer que su familia podría llegar a sentirse tan cómoda en Egipto que nunca desearía regresar a Canaán. Su propia edad le indicaba que moriría dentro de poco tiempo.
Tenemos que considerar ese pedido como una evidencia de la fe de Jacob en el pacto que Dios había establecido con sus padres. Tomemos nota de este factor, porque surgirá frecuentemente en nuestro recorrido por la Biblia. La esperanza del Antiguo Testamento es, en realidad, una esperanza terrenal. Abraham creyó que él sería resucitado de los muertos en aquella tierra y, por consiguiente, quería ser enterrado allí. Isaac había creído lo mismo. Y ahora, Jacob, estaba expresando la misma fe. Podemos, ver que la esperanza expresada en el Antiguo Testamento no era la misma que surgiría en el Nuevo Testamento.
Así, pues, esa esperanza que animaba a las personas del Antiguo Testamento estaba basada en las promesas de Dios mismo, referentes a una numerosa descendencia y a una tierra prometida. Esa esperanza se centró en la venida del Mesías quien, de acuerdo con las expectativas del pueblo, debía liberar a Israel y establecer su reino sobre las naciones. Es por eso que Jacob no quería ser sepultado en Egipto. Si él no hubiese tenido fe o esperanza en lo que Dios le había prometido, ¿por qué le importaba tanto el lugar donde lo fueran a sepultar?
En cambio, la esperanza que caracteriza al Nuevo Testamento y que constituye una certeza para todos los creyentes, está fundamentada en el retorno del Cristo, que reunirá a los creyentes con El en el lugar que la Biblia llama la "Nueva Jerusalén", la ciudad celestial.
La Biblia, en efecto, dice que un día la iglesia, formada por todos los que han creído en Cristo, los que vivan en ese momento y los que hayan muerto, y que en ese momento resucitarán, será arrebatada para ser transportada a su nueva morada, que será permanente y eterna. Es por eso que a los creyentes, no les preocupa una sepultara ni sus propios restos mortales. Porque su esperanza no es terrenal, sino celestial.
Terminamos nuestro programa de hoy evocando a Jacob, con su esperanza terrenal, que deseaba ser sepultado en su tierra. De esa manera expresaba también su fe en la resurrección, ya que quería se resucitado en la tierra de la promesa. Aquel Jacob había llegado a convertirse en un hombre de fe.
Estimado oyente, vivimos en los tiempos del Nuevo Testamento y, además, en momentos decisivos de la historia. Tiempos de progreso humano y, al mismo tiempo, de grandes crisis y carencias de valores espirituales. Los creyentes vivimos sustentados por esa fe, y estimulados por esa esperanza. ¿Tienes tú esa fe, tienes esa esperanza?
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