Estudio bíblico de Job 29:1-30:31
Job 29:1 - 30:31
Al llegar hoy a nuestro estudio en el libro de Job, nos encontramos en una sección donde Job estaba pronunciando su último discurso. Zofar no contestó por tercera vez; los otros dos amigos de Job lo habían hecho tres veces. Job se encontraba aún pronunciando su octavo discurso; él se dio cuenta que Zofar no iba a contestar; por lo tanto, continuó hablando.
Esta sección es la más extensa de todas, ya que fue el discurso más largo que había pronunciado Job, donde podemos apreciar que definitivamente no había recibido ayuda alguna de parte de sus amigos; tenemos pues, que en esta sección Job expresó su fe en Dios, el Creador. No sucumbió bajo el ataque de sus consoladores molestos, como él los llamó.
Los amigos de Job no fueron capaces de investigar la raíz del problema de este hombre. Veremos su pecado secreto revelado, pero no tenía nada que ver con lo que sospecharon sus amigos.
Job sufría de un caso grave de ego muy desarrollado. Es una mala enfermedad, en la que el pronombre personal "yo" adquiere mucha importancia. Job estaba lleno de orgullo. Y ello nos muestra que incluso un hombre bueno tiene que arrepentirse. En este capítulo Job se refirió a sí mismo en 52 ocasiones. Estaba como absorto en sí mismo. Ése era su gran problema. Y veremos en que forma afectó a su vida. Afecta la vida de cualquiera que se encierre de esa manera en sí mismo.
Este capítulo no contiene ninguna forma de confesión por parte de Job. Todo gira alrededor de su jactancia. No vemos un quebrantamiento de espíritu ni un corazón contrito, ninguna admisión de culpa, ninguna confesión, ningún sentimiento de culpa o fracaso.
Sus amigos no habían sido capaces de ayudarle. No pudieron percibir su verdadero problema. No conocían a Job, no se conocían a sí mismos y ciertamente, no conocían a Dios. Creyeron que Dios envió aquel sufrimiento a Job sólo como un castigo, y pensaron que Job estaba simplemente resistiendo. Actuaron con mucha dureza con él y en vez de consolarle, le entristecieron. Cada uno de ellos usó un enfoque diferente y, sin embargo, todos llegaron a la misma conclusión.
Podemos resumir los métodos de sus amigos. Elifaz fue la voz de la experiencia. Usó lo que hoy llamaríamos un enfoque psicológico. Éste es el enfoque del poder del pensamiento positivo. Adoptó una actitud alegre, jovial. Bildad fue el tradicionalista, y uso un enfoque filosófico, que no puede resultar de ayuda en situaciones como ésta. Y Zofar fue el dogmatista religioso, que creía que lo sabía todo acerca de Dios. Parecía como un fundamentalista que tiene todas las respuestas. Quizás todos nosotros caemos en una de esas categorías representadas por aquellos tres hombres. Como hemos visto, ninguno de estos amigos pudo ayudarle.
Ahora, a favor de Job queremos destacar, al llegar a este nuevo capítulo, que él era un hombre "perfecto" de acuerdo con la norma que Dios había establecido, que era la de ofrecer un sacrificio. Era un hombre rico. Tenía todo lo necesario para que su vida fuera agradable, placentera. Reunía todos los requisitos para ser un hombre importante. Hemos visto que era un hombre religioso. Tenía un temor reverente de Dios. Se preocupaba por sus hijos. No llevaba una vida de apariencias. Podía haber sido evaluado desde el punto de vista de Dios, y no habría sido considerado un hipócrita. Así que las insinuaciones de sus amigos eran viles. Era un auténtico santo de Dios, un alma sensible, un hijo de Dios. Su copa terrenal de felicidad había estado llena y rebosando. Pero entonces, ¿por qué tenía que sufrir este hombre?
En realidad, el sufrimiento fue sólo incidental, aunque Job nunca nos habría dicho esto. El sufrimiento de Job es casi tan importante como el pez en el libro de Jonás, en el que el verdadero problema estaba entre Jonás y Dios. Aquí, el verdadero problema se encontraba entre Job y Dios. Incluso Satanás, el enemigo, fue secundario.
Pero el problema real era Job. No se conocía a sí mismo ni conocía verdaderamente a Dios. Sócrates dijo: "conócete a ti mismo". Y ello es importante. Estaba convencido de su propia justicia y se consideraba autosuficiente, seguro de sí mismo. Recibía de la gente toda clase de cumplidos y había en él una especie de tendencia a la adulación propia. En la vida de este hombre había una egolatría espiritual. Lo veremos con mayor claridad cuando Dios le hizo frente y comenzó a tratar directamente con él.
Job mismo iba a hablarnos de sí mismo, y de su pasado. El capítulo 29 es, pues, una descripción de su vida. Escuchemos pues lo que dijo en los primeros dos versículos de este capítulo 29:
"Volvió Job a reanudar su discurso y dijo: ¡Quién me volviera como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba, cuando hacía resplandecer su lámpara sobre mi cabeza y a su luz caminaba yo en la oscuridad!"
La frase "en los meses pasados" sugería que su enfermedad habría durado por lo menos algunos meses. Y recordaba los momentos especiales de su relación con Dios, cuando disfrutaba de su favor y guía. Aquellos eran sus buenos tiempos. Y dijo en el versículo 4:
"¡Así fue en los días de mi juventud, cuando el favor de Dios protegía mi morada"
Aquí tenemos a un hombre que servía a Dios desde su juventud. Continuemos con los versículos 5 al 7:
"Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente y mis hijos me rodeaban; cuando yo lavaba mis pies con leche y la piedra me derramaba ríos de aceite! Entonces yo salía a la puerta, a juicio, y en la plaza hacía preparar mi asiento".
Él era una persona muy próspera. Todo lo que tocaba parecía convertirse en oro. No sólo tenía grandes recursos sino que también era un hombre de influencia. Dicen los versículos 8 al 10:
"Al verme, los jóvenes se escondían, los ancianos se levantaban y permanecían en pie, los príncipes dejaban de hablar y se tapaban la boca con la mano, y la voz de los principales se apagaba y se les pegaba la lengua al paladar".
Los jóvenes y los niños huían de él porque les imponía respeto y temor la grandeza de su persona. Y no sólo eso, sino que los mismos ancianos, cuando lo veían acercarse, se ponían de pie, se quitaban sus sombreros y se inclinaban ante él. Cuando él llegaba a un lugar, todos los presentes dejaban de hablar y los príncipes y otros hombres importantes guardaban silencio. Esperaban a que primero hablara Job. Nadie hablaba en su presencia a menos que él se lo pidiera expresamente. Y dijo en el versículo 11:
"Entonces los que me oían me llamaban bienaventurado, y los que me veían testimoniaban a favor mío"
Evidentemente Job era el ciudadano más valioso en la tierra de Uz, en Caldea. Era el ciudadano más sobresaliente de la ciudad. Dijo además en el versículo 12:
"Porque yo libraba al pobre que clamaba y al huérfano que carecía de ayudador".
Por otra parte vemos que desarrollaba una amplia labor social, proporcionando pensiones a los mayores de edad, ayudaba a los pobres y a los huérfanos desamparados. Y el versículo 13 dice:
"La bendición del que estaba a punto de perecer venía sobre mí, y al corazón de la viuda yo procuraba alegría".
Vemos que se ocupaba también de los que estaban en la ruina, los desahuciados, y de las viudas. Realmente era un hombre muy considerado, muy atento, sensible a las necesidades de los demás. Y en el versículo 14 leemos.
"Iba yo vestido de justicia, cubierto con ella; como manto y diadema era mi rectitud".
En otras palabras, él estaba adornado con buenas obras. Y la gente se acercaba a él para solicitar su consejo en cualquier materia. Y luego en el versículo 15, dijo:
"Yo era ojos para el ciego, pies para el cojo".
Vemos que su obra social abarcaba también a los discapacitados de una manera especial. Especialmente se ocupaba de los ciegos y de los lisiados. Al ver su proyección en aquella comunidad realmente destacamos que era un ciudadano ejemplar. Ahora, notemos lo que dijo en el versículo 16:
"y padre para los necesitados. De la causa que no entendía, me informaba con diligencia"
Se ve que antes de contribuir para una determinada causa, efectuaba una cuidadosa investigación. Y sólo apoyaba aquella obra que consideraba una causa buena y digna. Veamos ahora lo que dijo en el versículo 17:
"y quebrantaba los colmillos del impío; de sus dientes le hacía soltar la presa".
O sea que estaba a favor de la justicia civil, y creía en la ley y el orden. Y seguramente tenía mucha influencia, como para hacer cumplir la ley. Escuchemos ahora, lo que dijo en los versículos 18 al 20, de este capítulo 29:
"Decía yo: En mi nido moriré. Como arena multiplicaré mis días. Mi raíz estaba abierta junto a las aguas, en mis ramas permanecía el rocío, mi honra se renovaba en mí y mi arco se fortalecía en mi mano".
Este hombre se decía a sí mismo: "Bueno, ya he hecho todo lo que pude. Tengo todo lo que deseo para poder jubilarme. Me voy a morir en mi propia casa. Así como la arena, multiplicaré mis días. Voy a vivir hasta una edad madura". Ciertamente él pensaba que ya había logrado todo. Tenía una hermosa familia y gozaba de buena salud. Realmente, uno no puede imaginar algo que Job no tuviera. Luego, en los versículos 21 al 23, continuó diciendo:
"Los que me escuchaban, esperaban callados mi consejo; tras mi palabra no replicaban, pues mi razón destilaba sobre ellos. Me esperaban como a la lluvia; abrían su boca como a la lluvia tardía".
En otras palabras, todo el grupo buscaba su consejo. Antes de tomar alguna decisión se ponían en contacto con él para oír su consejo. El gobernador de la provincia y la "Corte Suprema" discutían los asuntos con Job antes de tomar una decisión. Estaban pendientes de cada palabra que él decía. Y en los versículos 24 y 25 dijo Job:
"Si me reía con ellos, no se lo creían; pero no dejaban apagar la luz de mi rostro. Yo les indicaba su camino y me sentaba entre ellos como el jefe. Vivía como un rey en medio de su ejército, o como el que consuela a los que lloran".
En otras palabras, Job ocupaba el lugar más prominente en esa época de su vida, era como el protector de su comunidad. Él disfrutaba del honor, la abundancia y la influencia. Él era un plutócrata, un magnate con mucha influencia. Él era el hombre ideal, el objetivo hacia el cual la humanidad está dirigiéndose en la actualidad. Él vivía una buena vida. Él sabía lo que era tener realmente una vida abundante.
Pero él tenía una felicidad ilusoria. Era uno de esos mundos como los que conocemos en las historias o cuentos de hadas. Estaba como en el mundo en el que habitaba la Cenicienta; y cuando el reloj marcara la medianoche; su carroza se convertiría en una calabaza. Él tenía una seguridad falsa. Recordemos lo que dijo en el capítulo 3:25, 26, "Porque me ha venido aquello que me espantaba, me ha acontecido lo que yo temí. ¡No he tenido paz, tranquilidad ni reposo, sino solo turbación!" Fue como si una bomba cayera sobre su hogar. Él había temido algo como aquello. O sea que, él temía que toda esta abundancia material desapareciera y le fuera arrebatada en un momento, y así fue. No le quedó nada en que apoyarse ahora. Ni siquiera sus propios amigos amortiguaron su caída. En realidad, le hicieron caer con gran estrépito.
Y este hombre aquí estaba presentando su propia justicia. Escuchemos otra vez lo que dijo en el versículo 14: "Iba yo vestido de justicia, cubierto con ella; como manto y diadema era mi rectitud". Aquí en este capítulo él habló en primera persona o se refirió a sí mismo más de 50 veces. No hizo ninguna confesión, ni vemos ninguna admisión de fracaso. No vemos en Job nada que se parezca a un espíritu arrepentido o quebrantado. Llegamos así a
Job 30
Que continúa su descripción de su lamentable condición y sufrimiento y aún está teniendo el mismo problema. Leamos el primer versículo del capítulo 30:
"Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo, a cuyos padres yo desdeñaba poner junto a los perros de mi ganado"
Él está diciendo: "Así eran las cosas antes, pero ahora estos pícaros vienen a burlarse y arrojarme piedras. Yo ya no les sirvo para nada". Y también dijo: "A los padres de estos muchachos yo ni siquiera los habría contratado para que cuidaran mi ganado". Y luego en los versículos 2 y 3 dijo:
"Pues ¿de qué me hubiera servido ni aun la fuerza de sus manos, si no tienen fuerza alguna? A causa de la pobreza y del hambre andaban solitarios, huían a la soledad, a lugares tenebrosos, desolados y desiertos".
Entonces comenzó a ridiculizar a aquellos sinvergüenzas que en ese momento ya no le necesitaban. Vamos a leer los versículos más destacados de este capítulo 30, como los versículos 9 y 10, por ejemplo, donde dijo:
"¡Y ahora yo soy objeto de su burla y les sirvo de refrán! Me abominan, se alejan de mí y no dejan de escupirme en el rostro".
Aquí vemos que le ridiculizaba por medio de chistes, refranes y canciones. Job supo lo que era verse como objeto de burla por parte aquellos jóvenes matones.
Produce cierto cansancio escuchar a Job. Primero se jactaba de haber sido un hombre tan destacado. Y en este momento, estaba implorando compasión y diciendo "Yo era un hombre muy importante y ahora, mirad la condición en que me encuentro". ¿Y a quién le echó la culpa? Pues nada menos que a Dios.
Hay muchos creyentes en la actualidad que están en la misma posición de Job. Es posible estar culpando a Dios, pero de una manera piadosa. Ellos lo hacen de una manera muy piadosa, diciendo: "Ah, yo tenía todas esas cosas, hice esto y aquello, pero miren mi condición ahora". Estimado oyente, que sea lo sea lo que le haya ocurrido, ha sido porque Dios es bueno, y nunca por que no lo sea. Si ha ocurrido algo es porque Dios está trabajando en usted para lograr algo beneficioso en su vida como creyente. Así fue que Job finalmente dijo en el versículo 31, de este capítulo 30:
"Mi arpa se ha cambiado por luto, y mi flauta por voz de lamentadores".
Su arpa era como su voz de cantor. Él dijo: "Ahora yo no puedo cantar nada sino canciones tristes". "Y mi flauta, dijo; es decir su voz, se había cambiado en voz de lamentadores o en un llanto de dolor. O sea, lo único que puedo hacer ahora es llorar. Ésa es la condición en la que me encuentro ahora". Job realmente estaba buscando la compasión de ellos. Y verdaderamente, era digno de compasión.
Sin embargo, no vemos en él ningún espíritu quebrantado. En realidad podemos observar que Dios había sido colocado en una posición desventajosa en la vida de este hombre. Todo lo que esto reveló es que este hombre era una persona muy orgullosa. Job se justificó a sí mismo en lugar de justificar a Dios. En realidad, culpó a Dios. ¿Cuál era entonces el problema de Job? Era el orgullo. Fue la misma causa que hizo caer a Satanás. Fue también el pecado del huerto del Edén. Es algo horrible que consume como un cáncer en el corazón humano. Ese terrible pecado del orgullo está presente en los corazones y vidas de todos nosotros.
Hoy hemos examinado el orgullo de los seres humanos. Aquellos que se acerquen a Dios deberán hacerlo con un corazón humilde, reconociendo su pecado y alejamiento de Dios. Nadie podrá acercarse a la cruz para contemplar la humillación de Cristo al morir en nuestro lugar, con un corazón altivo, lleno de si mismo, haciendo alarde de su propia justicia. El rey David, en el Salmo 51:15 dijo: al corazón arrepentido y humillado no despreciarás tú, oh Dios. Estimado oyente, si usted realmente desea convertirse en un hijo de Dios, si realmente siente que quiere dar ese paso de fe de recibir al Señor Jesucristo como su Salvador, le invitamos a decírselo en oración ahora mismo, con sus propias palabras.
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