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Estudio bíblico: Introducción a la epístola a los Efesios - Introducción

Autor: Ernestro Trenchard
Reino Unido
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Introducción a la epístola a los Efesios

Observaciones preliminares

Iniciamos el estudio de uno de los escritos más sublimes de la revelación bíblica. Por la amplitud de sus horizontes, que abarcan tiempo, espacio y eternidad, por el fluir sereno y sosegado de su argumento, por su enfoque armonioso y magistral, tanto en la parte doctrinal como en la que se refiere a la praxis de la fe cristiana, es único. Alguien llamó a Efesios "la reina de las epístolas"; el poeta y filósofo cristiano Samuel Coleridge escribió que era "la más divina composición humana", y el insigne hispanista Juan Mackay afirma que "bien podríamos hablar de (Efesios) como de la esencia destilada de la religión cristiana, el compendio más autorizado y más consumado de nuestra fe cristiana". Otros también, en distintas épocas de la historia del cristianismo, no han quedado atrás en calificarlo en los términos más elevados.
Pero su importancia, claro está, va mucho más allá de su excelencia literaria o moral; estriba en el valor actual y perenne de su mensaje. Para la joven Iglesia apostólica, braceando fuertemente entre las traicioneras corrientes del paganismo decadente y las religiones esotéricas orientales, en contra del gnosticismo incipiente y sufriendo los últimos coletazos de un judaísmo palestino moribundo, la epístola sirvió como norte y horizonte donde mirar y orientarse. Le proporcionaba, además, una visión certera de qué era y cómo habría de seguir adelante con la comisión que su Señor y Maestro le había dejado. Porque en sus inspiradas páginas quedaban descritos magistralmente —completando la enseñanza recibida anteriormente en 1 Corintios, Gálatas, Romanos y Colosenses, el lugar tan especial asignado al nuevo pueblo de Dios juntó al Mesías enviado, las consecuencias de tal identificación y la naturaleza de la unidad espiritual conseguida sobre la base costosa de la Obra expiatoria y reconciliadora de Cristo. Es la epístola eclesiológica por excelencia, y por eso, siempre ha de ocupar un lugar prominente en la ideología de la Iglesia. Aquí percibimos la idiosincrasia universal, cósmica, del cristianismo, porque plasma lo más granado de su razón de ser, como la nueva humanidad en torno a Cristo, el Verbo encarnado.
El valor peculiar de Efesios se necesita más que nunca en nuestros días, cuando, por una parte, la problemática ecuménica —hablamos del ecumenismo bíblico, no el humano— sigue siendo, pese a algunos esfuerzos por resolverlo, piedra de escándalo a muchos millones de personas en el mundo entero, y, por otra, las influencias inmorales malsanas de la decadente sociedad occidental amenazan con comprometer seriamente la misión de la Iglesia. La insistencia de esta epístola sobre la puesta en práctica de lo que se cree, en diversas relaciones humanas, viene a ser el correctivo ideal a una de las amenazas más peligrosas del cristianismo contemporáneo: esa dicotomía trágica que existe entre la doctrina y la práctica. Independientemente de las cuestiones controvertidas acerca de si Pablo fue o no su autor, la fecha de su redacción y la identidad exacta de sus destinatarios, de las que nos ocuparemos a continuación, Efesios merece ese "lugar de honor" entre los demás escritos del Nuevo Testamento que generaciones de creyentes le han otorgado desde los tiempos apostólicos.

La paternidad literaria de la epístola

Los autores de esta exposición aceptamos la opinión tradicional de que Pablo, el apóstol, fue el autor. A pesar de muchos argumentos modernos en sentido contrario, una apreciación objetiva de las pruebas encuentra difícil el rechazarla. La evidencia externa de los primeros siglos, de los llamados "Padres de la Iglesia", como Ignacio, Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano, que o la citan, o hacen alusiones a ella y reconocen que Pablo fue su autor, es, en las palabras del delectísimo expositor Handley Moule, "abundante y absolutamente unánime" (op. cit., pág. 13). El mismo sigue diciendo que "en toda la literatura patrística, quizá ningún libro del Nuevo Testamento se cita más". Aun el hereje Marción la colocó entre los demás escritos del apóstol en su canon abreviado, aunque la llamó "la epístola a los laodicenses" (véase abajo, "Los destinatarios"). No fue hasta el siglo XIX que se comenzó a poner en tela de duda su paternidad literaria paulina por los críticos liberales alemanes y holandeses, y aunque otros, más ortodoxos, también les han seguido, la gran mayoría de los eruditos reconoce que la evidencia externa a favor de la opinión tradicional es aplastante.
En cuanto a la evidencia interna, todos los argumentos —aunque algunos suscitan problemas no fáciles de resolver— topan con la afirmación rotunda de que el autor es "Pablo, apóstol de Jesucristo". Las frecuentes referencias personales a sus circunstancias y ministerio, la estructura, la temática y el enfoque del escrito, todo lleva la clara impronta paulina. A menos que estemos dispuestos a admitir la validez de escritos seudónimos en las Escrituras, idea que ha sido combatida desde siempre tanto por judíos como por cristianos, esta evidencia es de mucho peso. Porque la personificación e imitación de un personaje de la talla de Pablo (en un escrito cuyo valor descansa sobre la autoridad apostólica suya), junto con la posibilidad de que tal engaño "piadoso" fuese aceptado —o pasase desapercibido— por dieciocho siglos, es inconcebible. Además, como han observado eruditos como Scott y Bruce, la epístola lleva tales trazos de la mente y mano de Pablo, que si se aceptase que otro la escribió, habríamos de postular la existencia en el primer siglo de otro "Pablo"; es más, uno que no sólo igualara al apóstol en capacidad mental y discernimiento espiritual, sino que le sobrepasara, puesto que indudablemente Efesios es la cúspide del imponente edificio constituido por los escritos del de Tarso. Sin ella la labor literaria suya habría quedado incompleta; ¿es razonable, pues, creer que otro que no fuera él mismo pudiese ponerle el toque final tan bien? Bruce observa con su humor lacónico habitual: "La historia cristiana primitiva no sabe nada de un segundo Pablo de tamaño calibre" (op. cit., pág. 12), mientras que Guthrie añade que, de existir tal gigante espiritual, tendría que ser, amén de todo lo demás que era Pablo, "un extraordinario artista literario" (op. cit., pág. 112), para poder llevar a cabo una imitación de esta envergadura, ¡y eso es pedir demasiado! Es más fácil creer que Pablo mismo lo escribió que no recurrir a expedientes desesperados de este tipo.
Consideraremos más abajo la cuestión de la fecha de redacción, que algunos críticos han esgrimido en contra de la opinión tradicional, pero es necesario antes examinar brevemente algunos otros argumentos que se han empleado.
Se dice que el vocabulario y el estilo de Efesios difieren notablemente de los demás escritos de Pablo, acercándose más a otros escritos de fecha tardía, tanto canónicos como patrísticos. Pero tales argumentos, basados sobre supuestos cambios de estilo o vocabulario, son siempre sospechosos. Un autor puede variar mucho en estilo y lenguaje según el tema y la ocasión, y, de hecho, basta una comparación entre dos cualesquiera de las epístolas paulinas para constatar las mismas, o mayores, diferencias entre ellas que las que se alegan en el caso de Efesios. Dejando aparte las Pastorales, cuya paternidad literaria paulina —para la mayoría de los eruditos hoy en día, incluso algunos evangélicos— es aún más discutible, se advierten diferencias lingüístico-estilísticas considerables entre 1 Corintios y Colosenses, o 1 Tesalonicenses y Gálatas, pero nadie duda de que Pablo las escribió. ¿Por qué no se ha de aplicar entonces el mismo criterio a Efesios?
Podemos comprobar lo que acabamos de afirmar por ejemplos modernos de la literatura en general. No puede haber diferencias más grandes en estilo, vocabulario y enfoque que las que existen entre "Los Cuentos de Narnia", "Cartas del diablo a su sobrino", "Cristianismo Esencial", una trilogía de cienciaficción "Out of the Silent: Planet", "Perelandra", "That Hideous Strength" y los libros de texto de literatura inglesa medieval y renacentista (todos estos últimos todavía no traducidos al castellano, desgraciadamente). Pero todos fueron escritos por un mismo autor, C. S. Lewis, y llevan la impronta inconfundible de su pensamiento incisivo y clarividente. Otro tanto se puede decir de los distintos géneros literarios cultivados por Unamuno —teatro, poesía y ensayo—, o los artículos profesionales médico-científicos, obras histórico-biográficas, y ensayos sociológicos, etc., de Marañón. Siempre que encontramos "gigantes literarios" que son, a la vez, polifacéticos en su cultura e intereses (no todos los "grandes" de la literatura son así, ni mucho menos), observaremos el mismo fenómeno, por lo que no es pedir demasiado aceptar que el gran apóstol pudiese cambiar de estilo, lenguaje y enfoque literario, según la ocasión y la época.

Los destinatarios de la carta

La gran mayoría de los manuscritos griegos hacen constar que Pablo dirigió Efesios a "los santos y fieles en Cristo, Jesús que están en Éfeso" (Ef 1:1), pero ciertos textos de gran antigüedad, entre ellos el papiro Chester Beatty del siglo III y los códices Vaticano y Sinaítico del IV, omiten las palabras "en Éfeso", lo que deja el destino en duda. Quizá esta evidencia, por sí sola, no habría bastado en contra de la de los otros muchos textos que las contienen, pero algunos de los Padres, entre ellos Orígenes y Tertuliano (siglos II y III), y Basilio y Jerónimo (siglo IV), dan a entender que conocían copias más antiguas en las que no constaban. Por supuesto, con esta omisión la construcción gramatical del original queda floja e incompleta, de modo que Pablo tenía que haber dictado algún nombre.
El arzobispo anglicano Ussher en el siglo XVII y el obispo Lightfoot en el XIX ofrecieron una solución al problema que procura tomar en cuenta los factores principales: postularon que la carta original sí que se dirigió a los efesios en primer lugar, pero a la vez Pablo pensaba en un amplio círculo de iglesias en la provincia de Asia, de la que Éfeso era la iglesia principal, de modo que el original llevaría "en Éfeso" mientras otras copias —quizá hechas por escribanos efesios creyentes (Moule)— dejarían el espacio en blanco para la inserción del nombre de la iglesia que fuese. Una lectura cuidadosa de la epístola apoya esta hipótesis, pues si Pablo se hubiese dirigido únicamente a la iglesia en Éfeso —con la cual había forjado lazos tan íntimos de comunión— habría dirigido más saludos personales a hermanos destacados de la congregación, pero aparte de decir que Tíquico les daría noticias más detalladas, no se hallan tales saludos personales al final del capítulo 6, ni tampoco en el encabezamiento del escrito donde a menudo Pablo solía colocarlos. Al mismo tiempo, no es una "epístola general", pues Pablo a veces se dirige a sus lectores en términos que indican un conocimiento de sus personas y circunstancias, como en (Ef 1:15-16) (Ef 3:3-4), etc.
Las referencias paralelas de (Ef 6:21) con (Col 4:7), indican con toda probabilidad que Tíquico llevó las dos cartas —posiblemente con la de Filemón también— en el mismo viaje, lo cual corroboraría un destino por lo menos en la misma área geográfica de la provincia de Asia. Hasta se ha sugerido por algunos que esta epístola es la que se mandó a Laodicea (Col 4:16), cosa que podría, acaso, encontrar cierta confirmación en el hecho de que Marción la denominó así. Pero no puede haber una seguridad absoluta sobre esto, porque el hereje solía "arrimar las ascuas a su sardina" en lo que concernía a los libros bíblicos, y esta referencia podía ser una pista falsa.

El origen y el propósito de la epístola

Las circunstancias y fecha probable de su redacción. La mayoría de los escriturarios creen que Pablo redactó la carta a los colosenses antes que ésta a los efesios, si bien por la misma época, a juzgar por la coincidencia de muchos conceptos y hasta expresiones verbales (véase abajo "Efesios y Colosenses"). La carta contiene varias referencias a su encarcelamiento (Ef 3:1) (Ef 4:1) y (Ef 6:20) y es casi seguro que tiene que ver con el período que se ha dado en llamar su primer "cautiverio" romano, en las circunstancias que se describen al final de Los Hechos y en Filipenses. Era "preso del Imperio", esperando la vista de su causa, pero bien tratado y habitando su propia casa alquilada. La cadena que le sujetaba a su guardia no le impedía recibir mensajeros de las iglesias de las provincias donde había iniciado testimonio cristiano, y, libre de sus constantes viajes, podía dedicarse con más libertad de espíritu a la meditación de los sagrados misterios de la fe, de los cuales era mayordomo y enseñador, por comisión especial del Señor. La relación estrecha entre Efesios y Colosenses (con Filemón), que ya hemos notado, indica que estas tres "epístolas del cautiverio" (se incluye Filipenses en el mismo grupo, pero probablemente se escribió bastante antes que las otras tres) fueron escritas alrededor del año 60 a 61 (quizás 62) d. C., siendo Efesios la última de todas sus epístolas dirigidas a iglesias.
Otra faceta de la evidencia interna, que avala una fecha anterior al año 70 d. C., es la ausencia de referencias a la caída de Jerusalén. En la mayoría de los casos, el "argumento desde el silencio" es sumamente arriesgado, por no decir contraproducente, pero en este caso, en vista de lo que Pablo escribe en (Ef 2:14-22) acerca del derrumbamiento de la "pared intermedia de separación", habría sido poco menos que obligado hacer referencia a la catástrofe que finiquitó definitivamente el testimonio visible de la religión judía centrado en el Templo de Jerusalén, si la carta hubiese sido escrita después, como afirman algunos que niegan que Pablo fuese el autor. Igualmente, la referencia a Tíquico en (Ef 6:21), paralela a (Col 4:7), carecería por completo de verosimilitud si se produjese muchos años después. De paso, se puede decir que estos y otros argumentos que pueden aducirse sirven para dar más relieve aún a la ridiculez de una hipótesis que pretende postular seriamente una labor de imitación y personificación, tratándose de Efesios y el apóstol Pablo.
En Colosenses su visión se remonta a la Persona del Hijo, quien en todo tenía el primado, tanto en la primera creación como en la Nueva, surgiendo ésta de la Obra de la Cruz y de la Resurrección. Enfatizaba esta supremacía de Cristo frente a ciertos errores que se infiltraban en la iglesia de Colosas, y, a la vez, no dejaba de hacer la aplicación del señorío del único Mediador a varios aspectos de la vida cristiana. Podemos suponer que su pensamiento seguía desarrollándose sobre este sublime nivel, pero, al redactar Efesios, no se hallaba frente a errores determinados, pudiendo contemplar el eterno consejo de Dios, centrado en el Hijo. El propósito eterno abarcaba toda la obra redentora de Dios que tenía por Meta la reunión y la coordinación de todas las cosas en Cristo en el cumplimiento de los tiempos (Ef 1:10). En Efesios, esta visión cósmica —que se contempla también en Colosenses— se relaciona en primer término con Cristo, pero también con la naturaleza y destino de la Iglesia, que, de algún modo, llega a ser el meollo de todos los propósitos de Dios. De ahí que esta epístola elabore como ninguna el tema de la Iglesia universal que halla su verdadera esfera en "los lugares celestiales en Cristo Jesús". La semejanza de los temas de Colosenses y de Efesios, con estos distintos matices, explica tanto la coincidencia de los conceptos y expresiones verbales, como las claras diferencias que caracterizan a cada carta (véase "Efesios y Colosenses", abajo).
Es posible que la iglesia de Éfeso —y otras de la provincia de Asia— necesitara las instrucciones prácticas de esta carta, dado el alto grado de decadencia moral al que había llegado la sociedad grecorromana, pero la ausencia de doctrinas erróneas específicas permitió que el apóstol Pablo desarrollara su sublime tema sin preocupaciones que limitaran el alto vuelo de su pensamiento. El origen, pues, se halla en el pensamiento inspirado de Pablo, unido a ciertas necesidades prácticas de los creyentes que habían de recibir la carta (véase más abajo consideraciones sobre el medio ambiente degenerado de Éfeso).

El propósito principal

Esta discusión sobre el origen probable de la carta subraya a su vez el propósito principal, ya que entraña el hondo deseo de Pablo de hacer a otros hermanos partícipes de su amplia visión del gran plan de Dios para todos los siglos, que hallaba su Centro en Cristo y su Iglesia. El desorden y la rebeldía que han surgido del mal en todas sus diversas manifestaciones no han de durar para siempre, pues cederán ante la obra de Dios, dando lugar a una perfecta armonía de todo lo creado según el plan eterno de Dios en Cristo. La base ya está puesta, porque en Cristo "tenemos redención por su sangre, la remisión de nuestros pecados" (Ef 1:7). La unidad final se verá "en el cumplimiento de los tiempos" (Ef 1:10), y entre la Cruz y la consumación se extienden los siglos del testimonio de la Iglesia en el mundo, bien que, en cuanto a su esencia espiritual, se sitúa ya "en los lugares celestiales en Cristo". Del propósito eterno surgen multitud de preciosas doctrinas, y éstas exigen frutos de justicia, de pureza y de amor, que son propios de los "hijos de luz", los bendecidos según el beneplácito divino. El detalle de todo esto se hallará en nuestro estudio del texto.

Efesios y Colosenses

Ya hemos anticipado ciertos detalles de este tema, pero es necesario volver a tratarlo aquí, aunque por razones de espacio no podemos hacer un exhaustivo estudio comparativo de las dos epístolas. La cuestión no carece de importancia, sin embargo, porque guarda una relación estrecha con el tema de la autenticidad paulina de la carta.
Los pasajes paralelos y conceptos similares. Uno de los argumentos empleados por los que niegan que Pablo fue el autor se basa en el supuesto de que el autor desconocido citase de memoria muchas partes de Colosenses para imitar al apóstol, lo que se dice explica los pasajes paralelos y las semejanzas entre las dos cartas. Pero un minucioso estudio comparativo, colocando los pasajes paralelos en dos columnas, nos lleva a unas conclusiones bien diferentes de esta tesis superficial. Es verdad que casi las dos terceras partes de Colosenses, o sea, aproximadamente 60-75 versículos, tienen algún grado de paralelismo con nuestra carta, lo cual podría interpretarse, a primera vista, como que Efesios no es más que una ampliación de ciertas partes de Colosenses. Pero la ampliación no es la que se esperaría de un imitador, puesto que éste habría sido más literal, a fin de evitar ser descubierto por un tratamiento demasiado "libre" del texto, mientras que el autor de Efesios se toma unas libertades muy grandes con él, aun tratándose de estos pasajes similares.
A menudo hasta emplea las mismas ideas y las expresiones de forma distinta. Los críticos alegan que Pablo no haría tal cosa, pero es aun más improbable que lo hiciera un imitador.
Ejemplos de pasajes que se tratan así son: el uso de la palabra "misterio" (Col 1:27) y (Ef 3:3,6), el concepto de la "reconciliación" (Col 1:20) y (Ef 2:16), y la figura de Cristo como "Cabeza" (Col 2:10) y (Ef 4:15), y la palabra "oikonomia" ("dispensación o mayordomía") (Col 1:25) con (Ef 1:10) y (Ef 3:2), aunque en este caso la diferencia es poca. Tratándose de un apóstol inspirado, y no un falsificador, estos distintos matices de las mismas ideas encuentran una fácil explicación, si tenemos en cuenta el enfoque distinto de las dos cartas.
Las diferencias entre las dos cartas. Existen grandes diferencias entre ellas. Colosenses, escrita para salir al paso de doctrinas erróneas que amenazaban la iglesia allí, tiene un tono polémico; la iglesia corría peligro. En cambio, Efesios es reposada, libre de una argumentación apologética incisiva, abundando en oraciones y doxologías. Hay también mucho en ambas epístolas que no halla ningún paralelo en la otra: por ejemplo, la primera parte de Efesios 1, la segunda parte de Colosenses 1, los capítulos 3, 5:25-33 y 6:10-20 de Efesios. En cuanto a temática, hay notables diferencias también, unas de énfasis solamente, pero otras de mayor envergadura. En Colosenses se enfatizan más las glorias de la Persona y la Obra de Cristo, mientras Efesios subraya la íntima identificación de la Iglesia con Cristo, en el centro de los propósitos de Dios. Luego, Efesios abunda en referencias al Espíritu Santo; Colosenses sólo tiene una.
Ciertos temas de Colosenses hallan un mayor desarrollo en Efesios. Ya hemos mencionado el de la Persona de Cristo en relación con todo lo creado como Centro del Plan de Dios para los siglos, y es evidente que las exhortaciones prácticas, relativamente escuetas en la primera epístola, son ampliadas notablemente en Efesios. Pero quizá el caso más destacado, que pasa de una sola referencia en Colosenses a ser un tema clave de la otra epístola, es el de la reconciliación. De hecho, el versículo clave de Efesios es (Ef 1:10), donde se ve el gran propósito de Dios de "reunir todas las cosas en Cristo". En Colosenses los redimidos no son más que algunos de los destinatarios, entre otras criaturas, de esta reconciliación (Col 1:20), pero en Efesios se presenta la Iglesia con un papel esencial que jugar en la proclamación de la reconciliación. El tema encuentra su exposición práctica en (Ef 2:11-22), donde se manifiesta la unidad de las dos grandes divisiones de la raza humana —judío y gentil— en la Iglesia, el cuerpo místico de Cristo, la nueva humanidad o "nuevo hombre". Pero para poder proclamar este mensaje reconciliador con eficacia, es esencial que la Iglesia practique su vivencia en su propio seno primero, y eso a todos los niveles, de suerte que la segunda parte de la epístola, a partir de (Ef 4:1), se ocupa de las diversas facetas prácticas de la reconciliación. Es en la Iglesia donde la unidad entre los distintos miembros ha de ser guardada y fomentada, en amor, perdón y santidad, y de acuerdo también con las diversas relaciones sociales y familiares en que se encuentran los creyentes.
Podemos decir, pues, para cerrar esta sección, que la relación entre las dos cartas es estrecha; se parecen mucho, pero hay diferencias muy considerables que obedecen al propósito distinto que informó la redacción de ambas, aun perteneciendo a la misma época. Sobre todo, Efesios lleva el tema principal de Colosenses un paso más allá, pasando del triunfo del Cristo cósmico al triunfo conjunto de éste y de la Iglesia, su Cuerpo, como centro y motor del gran Plan de Dios para los siglos, cuya meta es la reconciliación y reunión de todas las cosas "en Cristo".
Para un estudio más detallado de este interesante tema, como asimismo de la cuestión de la autenticidad paulina y la identidad de los destinatarios de la carta, recomendamos especialmente los libros de Hendriksen, Guthrie y Foulkes.

La ciudad de Éfeso

Su importancia comercial. La costa de lo que nosotros llamamos Asia Menor, o Turquía, pertenece al área jónica de la civilización griega. Los orígenes de la ciudad de Éfeso se pierden en las leyendas de la raza, pero por la época de la obra misionera de Pablo había llegado a ser la ciudad principal de la provincia romana de Asia, bien que Pérgamo era la capital oficial. Se situaba en las riberas del río Caistro, a cinco kilómetros de la costa, provisto de un puerto artificial que permitía la entrada de los barcos mayores de la época. Por el valle del Caistro pasaban rutas al interior, y de allí al Oriente, de modo que la ciudad había llegado a ser un gran emporio, notable por su variado comercio y por su ambiente cosmopolita.
El Templo de Diana. Los romanos identificaban su diosa Diana con la diosa griega Artemisa, que se representaba en las leyendas griegas como una cazadora joven de gran hermosura. La diosa de Éfeso —cuya imagen, según la leyenda local, había caído del cielo— era muy diferente de la Artemisa de la mitología griega, a pesar de la coincidencia de los nombres, y debía sus orígenes a los cultos paganos orientales, siendo, de hecho, la diosa "madre", la de la fertilidad. Los efesios se adherían fanáticamente al culto de su "diosa", considerándola como algo propio. A través de los siglos, habían levantado un templo en su honor en las afueras de la ciudad, que se consideraba como una de las siete maravillas del mundo de entonces. Los sacerdotes del culto habían adquirido una posición prepotente en lo económico, pues el templo servía de banco para los habitantes de extensos territorios. Controlaban mucho terreno, sacaban todo el provecho posible de los peregrinos —especialmente en la venta de los templecillos de la diosa—, y coleccionaban valiosas obras de arte. El templo y sus alrededores constituían una "ciudad de refugio" para criminales sentenciados a diversas penas. A causa de la naturaleza del culto, ciertas fiestas degeneraban en francas orgías inmorales. Fue una verdadera "fortaleza" del paganismo, en sus formas más poderosas y crudas, que es algo que hemos de recordar al leer la historia de la fundación de la iglesia cristiana en Éfeso.
La magia en Éfeso. Pablo no siempre obraba milagros, pero, al atacar la fortaleza satánica de Éfeso, Dios le concedió la autoridad de llevar a cabo abundantes obras de poder (Hch 19:11-20). Era necesario demostrar el poder divino frente a la falsa potencia diabólica de la magia, que hallaba su centro en Éfeso, complementando la nefasta influencia del Templo de Diana. Es difícil para nosotros comprender cómo la mente humana puede llegar a someterse a las fórmulas de la magia, pero la historia muestra que donde las almas no se someten a la revelación de Dios, buscan la ayuda de otras potencias consideradas como sobrenaturales. La magia negra tenía su buena parte de engaños y de pura farsa, pero, como en el caso del espiritismo de nuestros tiempos, hemos de suponer que los demonios se aprovechaban de la ceguera humana con el fin de esclavizar la personalidad de los incautos que se dejaban llevar por tales caminos. La quema de los libros de magia que celebraron ciertos "magos" convertidos en Éfeso señala un momento de triunfo real: el de la Palabra verdadera sobre los falsos escritos y fórmulas del "arte" maléfico.

La fundación de la Iglesia en Éfeso

Después de su gran obra en Corinto, Pablo pasó por Éfeso, dejando allí a sus buenos amigos Aquila y Priscila antes de seguir él por el camino a Jerusalén. Apenas llegó a ser una visita de exploración, pero ya expresó su intención de volver a una ciudad de tanta importancia estratégica para la extensión del Evangelio.
La sinagoga y la escuela de Tirano. La historia de la evangelización de la ciudad y de la provincia se describe en (Hch 19:8-20:1), y conocemos más de las experiencias personales de Pablo en el curso de sus trabajos en Éfeso por medio de su discurso en Mileto a los ancianos de Éfeso que se resume en (Hch 20:17-38). Según su costumbre, empezó su ministerio en la sinagoga, con el fin de testificar a los judíos y sacar de entre ellos a los "temerosos de Dios" —gentiles que asistían a la sinagoga— el núcleo de una iglesia cristiana. Después de tres meses de discusión en la sinagoga —se trataba de probar por las Escrituras que Jesús era el Mesías— se produjo la inevitable escisión, después de la cual Pablo y sus colegas utilizaban las casas particulares para su obra, conjuntamente con la llamada "escuela de Tirano", que sería una especie de "club" dedicado a ejercicios gimnásticos, concurso social, aulas para conferencias, etc. Es probable que Pablo trabajara en su oficio por las mañanas, cuando la "escuela" estaba en uso, y que, sobre las once de la mañana, diera sus "conferencias" en las aulas. No hemos de imaginar que se tratara de una "capilla" o "local de cultos", sino de un lugar alquilado para un período de testimonio público todos los días. Los creyentes se reunían en casas amplias que pertenecían a convertidos pudientes (Hch 20:20).
El éxito del testimonio. Casi nos parece imposible la comprensión literal de la declaración de (Hch 19:10), que en el curso de dos años de ministerio todos los habitantes de la provincia de Asia, judíos y gentiles, habían oído la Palabra, pero el sentido mínimo ha de ser que la predicación fue tan extensa que el Evangelio se ponía al alcance de todos. Hemos de notar la extensión de la provincia en los mapas. Distaba mucho de ser nuestro vasto continente del mismo nombre, pero se consideraba como una de las provincias más pobladas y prósperas del Imperio de Roma a la sazón. Tengamos en cuenta los métodos de Pablo, quien predicaba en los grandes centros, esperando que no sólo sus colegas, sino también los convertidos, llevasen el mensaje a los rincones de la región.
Lucas nos da la historia del gran éxito espiritual de la obra, pero el referido mensaje a los ancianos, juntamente con versículos como (1 Co 15:32), nos hacen ver que la vida de Pablo peligraba muchas veces por las asechanzas de los judíos, y que por aquella época llevaba pesadas cargas debidas a su preocupación por todas las iglesias.
El alboroto sobre "Diana de los efesios". Un poco antes de la salida de Pablo de Éfeso ocurrió el alboroto que Lucas narra en (Hch 19:23-40). Seguramente la intención de Lucas, como historiador de la extensión del Evangelio hacia el Oeste, es la de señalar los graves obstáculos que el diablo ponía en el camino de los siervos de Dios. Después de la información anterior sobre el Templo de Diana, no nos sorprende la reacción del gremio de plateros, típico de los muchos "intereses creados" que hallaban su centro en el Templo. Tantas personas se habían convertido que se notaba la disminución de la venta de los templecillos de Diana, pero, a la vez, la multitud podía ser movida fácilmente a una demostración violenta y prolongada de su fanatismo si se tocaba el resorte de su celo por la diosa local. Cuando Pablo pasa a las exhortaciones prácticas de su Epístola empieza diciendo: "Esto, pues, digo y encargo solemnemente en el Señor: que vosotros no andéis más como también los gentiles andan, en la vanidad de su mente, ofuscado su entendimiento, extraños a la vida de Dios por la ignorancia obstinada que hay en ellos..." (Ef 4:17-18). Los frutos de este entendimiento ofuscado, y de la perversa ignorancia de lo que Dios quería revelar, proliferaban en todos los estamentos de la vida social, familiar y religiosa en Éfeso, de modo que Pablo hablaba de peligros reales, que acechaban constantemente a los creyentes que vivían en Éfeso. Por la gracia de Dios se edificó en Éfeso un Templo espiritual, donde habitaba Dios por el Espíritu, reflejo de la Iglesia universal. En cambio, en el transcurso de los siglos, el Templo de Diana cayó en ruinas, y hoy en día no pasa de ser un mero lugar de interés turístico o arqueológico, sin tener el menor impacto religioso sobre los habitantes de la región.

Análisis de la Epístola

Tema general: Cristo y su Iglesia en el centro del plan de Dios para los siglos
1. Salutaciones (Ef 1:1-2)
2. La parte doctrinal: El propósito eterno de Dios en Cristo (Ef 1:3-4:16)
El plan divino para los siglos (Ef 1:3-14)
La primera oración de Pablo en vista del plan (Ef 1:15-19)
La preeminencia del Cristo glorificado (Ef 1:20-23)
La historia de los redimidos: de la muerte a la vida, por Cristo (Ef 2:1-10)
La reconciliación y unión de judíos y gentiles en un cuerpo, la Iglesia (Ef 2:11-22)
La revelación del plan al apóstol de los gentiles (Ef 3:1-13)
La segunda oración del apóstol (Ef 3:14-21)
La unidad y plenitud de la Iglesia según el plan (Ef 4:1-16)
3. La parte práctica: La conducta de los ciudadanos del cielo en el mundo (Ef 4:17-6:20)
El viejo andar y el nuevo (Ef 4:17-5:21)
Casos concretos del nuevo andar (Ef 5:22-6:9)
La lucha para la realización del plan (Ef 6:10-20)
4. Saludos finales (Ef 6:21-24)

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra libremente sobre las circunstancias históricas y espirituales que motivaron la redacción de Efesios.
2. Por medio de dos columnas paralelas, haga un estudio comparativo de Efesios y Colosenses, comentando luego tanto las similitudes como las diferencias entre las dos.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

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