Estudio bíblico de Job 32:4-33:30
Job 32:4 - 33:30
Continuamos hoy, amigo oyente, estudiando el capítulo 32, de este Libro de Job, que comenzamos en nuestro programa anterior. Y vimos que los tres amigos de Job habían finalizado su actuación. Francamente, dimos un suspiro de alivio ya que ellos ya no tenían ninguna respuesta que dar a Job y éste se había justificado a sí mismo. Finalmente tenemos a este joven Eliú que se presentó aquí; él había esperado respetuosamente que los amigos de Job terminaran, antes de disponerse a intervenir. Y entonces dijo en el versículo 4, de este capítulo 32:
"Eliú había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él".
Esa actitud de Eliú fue diferente a lo que normalmente vemos hoy. Un joven de nuestra época no habría esperado tanto para introducirse en la conversación. Los más jóvenes hoy suelen ocupar el lugar más preponderante, y también los niños, especialmente los más pequeños de la familia, que ocupan ese primer plano porque nosotros así se lo permitimos. Aunque no estamos seguros de que ésta sea una actitud inteligente.
Pero aquí nos damos cuenta que este joven Eliú había esperado respetuosamente un momento oportuno para intervenir. Leamos ahora el versículo 5 de este capítulo 32 de Job:
"Pero viendo Eliú que no había respuesta en la boca de aquellos tres varones, se encendió en ira".
Eliú había esperado con gran consideración. Pensó que estos hombres mayores aportarían algún consejo muy sabio. Pero hay que reconocer que, aun en nuestro tiempo, la cantidad de años vividos por una persona no está necesariamente en relación con la madurez que le haya dejado su experiencia, la profundidad de su conocimiento y su buen criterio. Y escuchemos lo que dijo este joven llamado Eliú en los versículos 6 y 7:
"Respondió Eliú hijo de Baraquel, el buzita, y dijo: Yo soy joven y vosotros ancianos: por eso he tenido miedo. He temido declararos mi opinión. Yo decía: Los días hablarán, los muchos años declararán sabiduría".
Evidentemente hay jóvenes que alcanzan una gran madurez, que les permite actuar con oportunidad y moderación. Escuchemos su interesante comentario en el versículo 8:
"Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente lo hace que entienda".
Algo muy importante aquí es destacar que él no tenía la misma posición que nosotros tenemos hoy en cuanto al Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento, aparentemente, el Espíritu Santo no moraba en los creyentes. El Espíritu Santo venía sobre ciertas personas para que realizaran ciertas actividades o cumplieran funciones específicas. Bezaleel, por ejemplo, fue una de las personas sobre las cuales descendió el Espíritu de Dios, como vemos en Éxodo 31:2 y 3. El Espíritu le llenó y le dio la destreza y sabiduría para fabricar los elementos del mobiliario del tabernáculo o tienda de reunión. Era un hombre con una capacidad extraordinaria para labrar oro, y otros materiales preciosos, y madera. Y vimos que el Espíritu de Dios vino sobre muchos otros en el Antiguo Testamento. En el Salmo 51:11 vemos que el rey David oró pidiendo lo siguiente: no quites de mí tu santo espíritu Y el Espíritu Santo descendió sobre grandes hombres; por eso David podía orar de la siguiente manera: No quites de mí tu santo Espíritu. Esta oración podría indicar que el Espíritu Santo podía apartarse de un creyente, en la época del Antiguo Testamento. No tenemos ninguna enseñanza en el Antiguo Testamento que establezca que el Espíritu de Dios morara continuamente en los hombres. Eliú reconoció que sólo la inspiración del Todopoderoso puede dar comprensión al ser humano. Esto significa que hay una sola autoridad segura, y ésta es la Palabra de Dios. Ahora, leamos en el versículo 9, lo que dijo Eliú:
"Pero no son los más sabios los que tienen mucha edad, ni los ancianos los que entienden el derecho".
En el versículo 8 vemos que dijo; el soplo del Omnipotente lo hace que entienda. O sea, que reconoció que solo Dios podía proveer una respuesta en el caso de Job.
Eliú estaba preparando el camino para que Dios respondiera. Aunque él mismo, en realidad, no tenía la respuesta, reconoció que estos otros hombres, los amigos de Job, tampoco tenían una respuesta. Notemos ahora lo que dijo Eliú al continuar su discurso, en los versículos 10 al 12:
"Por tanto, yo dije: Escuchadme, declararé yo también mi sabiduría. Yo he esperado a vuestras razones, he escuchado vuestros argumentos, en tanto que buscabais palabras. Os he prestado atención, y no hubo entre vosotros quien refutara a Job y respondiera a sus razones".
Y esta afirmación, por supuesto, era absolutamente cierta. Luego, en el versículo 13, él añadió:
"Para que no digáis: Nosotros hemos hallado sabiduría. Es Dios quien lo vence, no el hombre".
Y eso le molestó a Eliú porque él pensaba que estos hombres deberían haber sido capaces de darle una respuesta a Job. Y le preocupó porque Job se había sentido justificado, reivindicado, y en esa posición se encontraba muy creído y autosuficiente.
La palabra "contrito" en su significado literal, quiere decir "magullado". Y eso es algo que le ocurrió a Job. Ahora, era cierto que él había sido golpeado, magullado. Utilizando la ilustración de un combate de boxeo, diremos que él se había enfrentado en el cuadrilátero con Satanás, y había tenido tres asaltos con sus amigos. Y que este hombre Job estaba saliendo de esa lucha golpeado, magullado; no había duda alguna. La contrición, el arrepentimiento sale desde el interior del ser humano, Es un dolor, remordimiento, arrepentimiento por el pecado.
El rey David entendió este sentimiento y dijo en el Salmo 51:17, "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios". Job había sido severamente golpeado, pero aun no tenía ese sentimiento de arrepentimiento. Sin embargo, Dios aún no había acabado con él.
Solamente Dios puede dar la respuesta a quién está controlado por la justificación propia, el orgullo y la arrogancia. De vez en cuando llega alguna carta que dice: "Tengo un hijo que ha ido a la universidad, y se cree que lo sabe todo". ¿Cómo le responde usted a una persona así? Pues bien, solamente Dios puede tratar con una persona así que cree que lo sabe todo hasta tal punto, que no acepta consejos de nadie.
En el momento en que usted y yo nos justificamos a nosotros mismos, estimado oyente, podemos estar seguros de una cosa: podemos entrar al cuadrilátero con Dios, y Él va a golpearnos. Él tiene que tratarnos de esa manera, porque parece que se requiere un proceso severo y duro para llevarnos a una comprensión de nuestro pecado y a un espíritu de humildad. Tenemos el ejemplo de un espíritu así demostrado en la vida de Juan Wesley. Se cuenta que en cierta ocasión Wesley se encontraba cruzando un puente muy angosto, y se encontró con un enemigo suyo en el centro del mismo puente. No había lugar para poder pasar, y su enemigo se irguió en toda su altura plantándose en medio del puente y le dijo: "Yo nunca le doy paso a un burro". Wesley lo miró por un momento y luego le dijo: "Bueno, yo siempre se lo doy". Y retrocedió hasta el comienzo del puente y permitió que el otro pasara. Siempre hemos pensado, estimado oyente, que esa es la mejor respuesta que uno puede dar en un caso así. No hay muchas personas que estén dispuestas a retroceder, a dar un paso atrás. Pero Wesley estaba dispuesto a hacerlo.
Ahora veremos que Eliú había esperado que los amigos de Job continuaran el debate. Leamos los versículos 16 y 17 de este capítulo 32 de Job:
"Yo, pues, he esperado, pero ellos no hablaban; antes bien, callaron y no volvieron a responder. Por eso yo también responderé mi parte; también yo declararé mi juicio".
Tenemos aquí la sugerencia de que este joven Eliú pudiera haber sido el autor de este Libro. Observemos que él estaba usando el pronombre personal "yo" en un sentido en el que podría dar a entender que él estuviera escribiendo el libro. Continuemos con el versículo 18:
"Porque estoy repleto de palabras y por dentro me apremia el espíritu".
Aquí estaba diciendo que se sentía obligado a decir más. A él le hubiera agradado decir más, pero no lo haría. Aparentemente el Espíritu de Dios le impidió que lo hiciera.
Desgraciadamente muchos de nosotros podemos llegar a ser altivos. Somos muy susceptibles y tenaces. Nos irritamos fácilmente. Estamos siempre dispuestos a vindicarnos, a justificarnos a nosotros mismos, y no queremos que nadie nos reprenda. No hay suavidad de tono, ni ese toque delicado. No hay nada que sea tierno ni consolador; no arrojamos aceite sobre las aguas turbulentas. No tenemos un corazón contrito; ni ojos llenos de lágrimas. Hacemos ostentación de nuestra propia experiencia como Elifaz. Nos complacemos en tener un espíritu legalista, como Zofar. Y luego, introducimos la autoridad humana, como hizo Bildad. Pero, no hay nada en nosotros de ese espíritu y de la mente de Cristo.
Recordemos lo que dice Proverbios 15:1: "La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego". La mayoría de nosotros tiene la tendencia a olvidar esa verdad. Y llegamos así a
Job 33
Aquí Eliú continuó este discurso que fue el más prolongado de todos. Entramos en un párrafo que hemos colocado bajo el título
El Creador instruye por medio de la disciplina
Y en primeros dos versículos del capítulo 33, leemos:
"Por tanto, Job, oye ahora mis razones, escucha todas mis palabras. Yo abriré ahora mi boca y mi lengua hablará en mi garganta".
Eliú iba a insistir en varias grandes verdades. Y dijo en los versículos 3 y 4:
"Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, y lo que saben mis labios, lo dirán con sinceridad. El espíritu de Dios me hizo y el soplo del Omnipotente me dio vida".
Ésta es una gran verdad, estimado oyente. Dios es mi Creador.
Eliú iba a hablar por el espíritu de Dios. Dijo que los otros hombres no habían podido darle una respuesta a Job y entonces, él iba a intentarlo. El apóstol Pedro en su primera carta 4:11 escribió: "El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios". Por supuesto que hay tal cosa como la ignorancia dogmática. Lo importante es que cuando alguien esté citando a la Biblia, si no está seguro de que es la Palabra de Dios, entonces no tiene nada que decir. La incredulidad es siempre muda. No tiene nada que decir. No quiero decir que no hable, porque suele hablar mucho, pero cualquier ministerio o servicio cristiano es impotente, sin valor e infructuoso, inútil, a menos que la persona que realiza ese servicio esté expresando las palabras mismas de Dios. Luego, Eliú dijo en los versículos 5 y 6, de este capítulo 33:
"Respóndeme, si puedes; ordena tus palabras, ponte en pie. Heme aquí a mí, en presencia de Dios, lo mismo que tú: del barro fui yo también formado".
Job había estado deseando tener a un hombre que le representara ante Dios. Este joven Eliú estaba dispuesto a hacerlo. Él dijo: "lo mismo que tú: del barro fui yo formado". Él quería actuar como mediador entre Job y Dios. Obviamente, él no era ese hombre, pero revelaba la gran necesidad de la encarnación de nuestro Señor. Él tenía que ser el mediador, así que debía ser Dios, pero también debía estar formado del mismo barro con que nosotros hemos sido formados. Y en los versículos 7 al 9, nos dijo:
"Por eso, mi terror no te espantará ni mi mano pesará sobre ti. De cierto tú has dicho a oídos míos y yo oí la voz de tus palabras que decían: Yo soy puro y sin defecto; soy inocente y no hay maldad en mí".
Eliú había estado escuchando a toda la conversación previa y había oído que Job se consideraba inocente y que la falla estaba en Dios. Entonces le dijo a Job que Dios era mayor que el ser humano, y no era responsable ante nadie. Escuchemos lo que dijo Eliú cuando continuó hablando en los versículos 10 hasta el 12 de lo que Job había dicho:
"Dios ha buscado reproches contra mí y me tiene por su enemigo. Ha puesto mis pies en el cepo y vigila todas mis sendas. Pues bien, en esto no has hablado con razón, y yo te respondo que Dios es mayor que el hombre".
Aquí pronunció la gran declaración de que Dios es mayor que el ser humano. Es una verdad sencilla, sin embargo, es grande porque muchas personas pretenden ocupar el lugar de Dios. Muchos cristianos se atreven a decir por qué ciertas cosas ocurren. Algunos hablan como si tuvieran una línea directa con el cielo. Sinceramente, lo dudamos. Hay muchos misterios que no podemos desentrañar. Dios no es responsable ante nadie. Y continuemos ahora con el versículo 13:
"¿Por qué contiendes contra él, si él no da cuenta de ninguna de sus razones?"
Job tenía que entender que Dios no tenía necesidad de presentar un informe a nadie. Él no es responsable ante ningún grupo ni ante la opinión pública.
Estimado oyente, Dios no es responsable ante usted tampoco, ni ante mí. Él no tiene por qué darnos una respuesta. Él no tiene que dar ninguna razón, ninguna explicación por lo que hace. Algunas personas dicen: "¿Por qué permite Dios que esto me ocurra a mí?" Bueno, yo no sé por qué, estimado oyente, porque Dios no es responsable ante usted. Él no tiene por qué decirle a usted o a mí, el motivo por el cual hizo algo. Dios nos ha pedido que confiemos en Él. Él nunca ha prometido que nos apartaría de la oscuridad, pero dijo que pusiéramos nuestra mano en la Suya, y que Él nos guiaría a través de la oscuridad. Él no nos ha prometido explicarnos todo. Nos ha pedido que confiemos que depositemos nuestra confianza en Él. Leamos ahora los versículos 14 y 15:
"Aunque lo cierto es que de una u otra manera habla Dios, pero el hombre no lo entiende. Por sueños, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se duermen en el lecho"
Ésa es la forma en que Dios habla, creemos nosotros, aún en este día. Pensamos que cuando uno va a lugares donde el evangelio no ha llegado aún, donde la Palabra de Dios no ha llegado, usted encontrará que Dios todavía usa este método. Y los versículos 16 y 17 dicen:
"Entonces se revela él al oído del hombre y le confirma su instrucción, para separar al hombre de su obra y apartar del varón la soberbia"
El problema de Job era la mala enfermedad que tenía, que era como un cáncer espiritual: y era el orgullo. ¡Ah, el orgullo humano! Cada uno de nosotros, pensando con sinceridad, puede percibirlo en su propia vida. Por eso Eliú dijo que Dios instruye a las personas por medio de la disciplina.
El falso razonamiento de Job era sencillo de explicar. Él no entendía el carácter de Dios; así que entonces no entendía la forma en que Dios le trataba. Pero Dios estaba realmente trabajando en la vida de Job y estaba tratando, como dice el versículo 17, de apartar de su vida la soberbia. Job era un buen hombre. Era una gran persona. Pero era un pecador rastrero y bajo, tal como usted y yo somos. Debido a que somos pecadores, el orgullo se desliza sigilosamente en nuestra vida. Por ejemplo, nos enfadamos mucho cuando alguien se atreve a criticarnos. Como dirá Job 36:7, Dios no aparta sus ojos de los justos. Estamos en sus manos y estamos continuamente bajo Su mirada. Somos objeto de Su amor profundo, tierno e inmutable, pero también somos súbditos de su gobierno sabio y moral. Dios no quiere tener hijos mimados. Finalmente por hoy, leamos los versículos 29 y 30:
"Todas estas cosas hace Dios dos y tres veces con el hombre, para apartar su alma del sepulcro y para iluminarlo con la luz de los vivientes".
Con frecuencia, Dios usa la disciplina para instruir al ser humano. Aunque la enfermedad parezca conducir a la muerte (vv. 21,22) Dios la usa para librarle de la muerte (vv. 24, 28, 30) y para darle una vida más fructífera.
Hace poco hablamos del amor de Dios. Estimado oyente, cuando usted recuerde que Jesús descendió del cielo para ir a la cruz, y pagar allí la deuda, el castigo de nuestros pecados, sepa que lo hizo por usted y por mí. Si usted le acepta hoy al Señor Jesucristo como su Salvador, entonces podrá experimentar ese amor en su propia vida, y afirmar como el apóstol Pablo en Romanos 8:38 y 39: "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro".
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