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Estudio bíblico de Isaías 65:1-66:24

Isaías 65:3 - 66:24

Nos encontramos, amigo oyente, en la última parte de este libro y en esta última sección que finaliza este libro con el resplandor de la gloria. En nuestro bosquejo general, esta sección lleva el título "La gloria del Señor que viene por medio del Siervo sufriente". En nuestro programa anterior comenzamos a examinar el párrafo en el que el Redentor explicó la razón para rechazar a la nación, párrafo que abarca los primeros siete versículos y con el cual continuamos. Desde el versículo 8 hasta el 16 leeremos el párrafo titulado "La reserva de un remanente" y finalmente, desde el versículo 17 al 25 consideraremos el párrafo final, titulado "Revelación de los cielos nuevos y la tierra nueva". Leamos pues, este versículo 3, del capítulo 65 de Isaías:

"Un pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira, sacrificando en huertos y quemando incienso sobre ladrillos"

Estas eran las razones por las cuales las bendiciones eran negadas a Israel; ellos estaban continuamente cayendo en la idolatría y rebelándose contra Dios. Luego, en los versículos 4 y 5, leemos:

"Que se sientan en los sepulcros y en lugares escondidos pasan la noche; que comen carne de cerdo y en sus ollas hay caldo de cosas inmundas; que dicen: Quédate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú. Esos son humo en mi nariz, un fuego que arde todo el día."

Ésta fue sólo una lista parcial de las razones para el rechazo de Israel. Ellos estaban quebrantando los mandamientos que Dios les había dado. Y en los versículos 6 y 7, leemos:

"He aquí que está escrito delante de mí, y no callaré, sino que les daré su merecido; les daré el pago en su propio seno. Por vuestras iniquidades, dice el Señor, y por las iniquidades de vuestros padres juntamente, los cuales quemaron incienso sobre los montes y me afrentaron sobre los collados; por tanto, yo echaré en su propio seno la medida de sus acciones de antaño."

Los israelitas estaban manifestando orgullo en su vida. Practicaban los ritos externos de la religión que Dios les había dado, pero sus corazones estaban lejos de Dios. Ellos practicaban la maldad tan fácilmente como practicaban los ritos de la religión. Y al hacerlo así, blasfemaban a Dios.

Llegamos ahora al segundo párrafo de este capítulo 65, titulado:

La reserva de un remanente

Se reservaría un remanente del pueblo a través del cual todas las promesas de Dios serían cumplidas. Dios siempre ha tenido un remanente. Leamos el versículo 8:

"Así ha dicho el Señor: Como si alguno hallara mosto en un racimo y dijera: No lo desperdicies, porque bendición hay en él, así haré yo por mis siervos, pues no lo destruiré todo."

A pesar de sus pecados, Dios no los exterminaría totalmente por causa del remanente creyente. El remanente fue comparado a un racimo de hermosas uvas que se ha dejado reservado en la viña. Luego, en el versículo 9, leemos:

"Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá, el heredero de mis montes; mis escogidos poseerán por heredad la tierra, y mis siervos habitarán allí."

Ahora, "la descendencia desde Jacob" se puede referir al Señor Jesucristo, y en un sentido creemos que así es. Pero de una forma más particular, se refiere al remanente de Israel que será salvo. Por amor al remanente Dios cumplirá Sus promesas. Ahora, en el versículo 10, leemos:

"Será el Sarón redil de ovejas y el valle de Acor majada de vacas, para mi pueblo que me buscó."

Es que tenía que haber un lugar, un lugar seguro para la pequeña majada, es decir, para el remanente. Luego, los versículos 11 y 12, dicen:

"Pero vosotros, los que dejáis al Señor, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna y ofrecéis libaciones al Destino, yo también os destinaré a la espada y todos vosotros os arrodillaréis para el degüello. Porque llamé y no respondisteis, hablé y no escuchasteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos y escogisteis lo que no me agrada."

Pero para el resto de la nación que se apartó precipitadamente sin prestar atención a la Palabra de Dios, no quedaba otra cosa que el castigo. No sabemos como personas inteligentes que creen en la existencia de Dios no se dan cuenta que finalmente tiene que haber un juicio y rectificación de las cosas. Si ellos continúan en pecado, serán juzgados tan inexorablemente como Dios juzgó a la mayoría de la nación de Israel. Es necesario que notemos la diferencia que existe entre la nación y el remanente. Ahora, el versículo 14, dice:

"Mis siervos cantarán con júbilo en el corazón y vosotros clamaréis con dolor en el corazón y gemiréis por el quebrantamiento del espíritu."

Así como Dios hizo una distinción entre nación en su conjunto y el remanente creyente, Él hizo la misma distinción en la iglesia contemporánea. La iglesia o el conjunto de las iglesias constituyen una vasta organización con una cifra enormemente abultada de membresía. Surge la pregunta de si la iglesia pasará por el período de la gran tribulación. Bien, habrá una parte de la iglesia que pasará por la gran tribulación. En Apocalipsis 17 fue llamada la gran ramera. Será una organización que no pertenecerá a Cristo. No será aquella que fue llamada por el apóstol Pablo la esposa de Cristo. Los verdaderos cristianos, los creyentes del cuerpo de Cristo, serán apartados antes de la gran tribulación. Necesitamos reconocer que debe hacerse una distinción entre aquello que es meramente externo, y lo que es genuino.

Ahora, comenzando con el versículo 17, tenemos el párrafo titulado:

Revelación de los cielos nuevos y la tierra nueva

"Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra. De lo pasado no habrá memoria ni vendrá al pensamiento."

Aquí la creación de los cielos nuevos y la tierra nueva parecen preceder cronológicamente al establecimiento del Reino. Pero si lo examinamos más de cerca, encontramos que el remanente ya habría entrado al reino. Los otros habrían sido juzgados y no entrarían al Reino. El Señor Jesucristo lo aclaró muy bien en Mateo, capítulo 25, versículo 34, donde dijo: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". Y los otros serían echados a las tinieblas, y no entrarían al Reino.

Ahora, al final del Reino, es decir, al final de los mil años del reino de Cristo, después de la rebelión final, tendrá lugar la creación de los cielos nuevos y de la nueva tierra. Durante el Reino tendrán lugar cambios tremendos en la tierra. El desierto florecerá como la rosa. Pero cuando usted llegue a los nuevos cielos y a la nueva tierra, no habrá allí mar ni desierto. Será una tierra completamente nueva.

El apóstol Pedro en el capítulo 3, de su Segunda Epístola, trató este tema. Habló de tres mundos. Tenemos al mundo que fue, y que fue arrasado por el diluvio en tiempos de Noé. Ahora está este mundo en el cual usted y yo vivimos, que será destruido por fuego. Y finalmente comenzarán a existir los nuevos cielos y la nueva tierra. Ahora, en el versículo 18, leemos:

"Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado, porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría y a su pueblo gozo."

Aquí Isaías estaba hablando definitivamente de las bendiciones del Reino, así como también de las bendiciones eternas. El Reino milenario será una fase del Reino eterno, pero también será un tiempo de juicio. No creemos que se pueda traer un nuevo cielo y una nueva tierra, hasta que el programa del juicio de Dios, se haya completado. Cuando el juicio finalice, entonces estaremos preparados para que todas las cosas sean hechas nuevas. Creemos que después del milenio habrá algo aún más hermoso, preparado para el hijo de Dios. El potencial humano será grandemente aumentado. Jerusalén será una ciudad alegre, lo cual no es el caso hoy. Tiene un Muro de los Lamentos y muy poca gente que sonría. Pero llegará el día en que Dios la convertirá en una ciudad alegre. Dice el versículo 19:

"Yo me alegraré con Jerusalén y me gozaré con mi pueblo, y nunca más se oirán en ella voz de lloro ni voz de clamor"

¡Qué cambio se hará realidad en Jerusalén! Y añade el versículo 20:

"No habrá más allí niño que muera de pocos días ni viejo que sus días no cumpla, sino que el niño morirá de cien años y el pecador de cien años será considerado maldito."

La longevidad que precedió a los patriarcas del Antiguo Testamento será una de las características del Reino. La gente vivirá una larga vida, y todos serán jóvenes. Y ahora, el versículo 21, dice:

"Edificarán casas y morarán en ellas; plantarán viñas y comerán el fruto de ellas."

La prosperidad será otra característica del Reino. Será una época de verdadera bendición. Después, en el versículo 22, leemos:

"No edificarán para que otro habite ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos."

Habrá además otras características, como permanencia y estabilidad. Y el versículo 25 de Isaías 65 dice

"El lobo y el cordero serán apacentados juntos; el león comerá paja como el buey y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán ni harán mal en todo mi santo monte. El Señor lo ha dicho."

Esto no ocurre en nuestros días, porque al lobo le gusta comerse a las ovejas. También el león va a comer paja. En ese entonces los colmillos afilados y las garras sangrientas ya no regirán en la vida animal. La ley de la jungla será cambiada para adaptarse al gobierno del Rey. No habrá nada que haga daño o que cause temor en todo el mundo. Estimado oyente, entonces será un nuevo mundo. Y así llegamos al:

Capítulo 66

El tema se expresa en los siguientes títulos: El Creador, Gobernador, Redentor, Juez, Regenerador y Galardonador (vv. 1-17); y El Señor decide el destino de los que se salvan y los que se pierden (vv. 18-24).

Nuestra oración hoy es la de Mateo 6:10: "Venga tu reino". Aquí en Isaías 66, el reino ha llegado. Leamos el versículo 1 de Isaías 66 que encabeza el párrafo que nos habla de Cristo como:

El Creador, Gobernador, Redentor, Juez, Regenerador y Galardonador

"El Señor ha dicho: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde está la casa que me habréis de edificar? ¿Dónde el lugar de mi reposo?"

Veamos la frase "la tierra el estrado de mis pies". Esta pequeña tierra en la que usted y yo vivimos no es muy importante; es sólo el estrado de los pies de Dios.

Y también dice: "¿Dónde está la casa que me habréis de edificar? ¿Dónde el lugar de mi reposo?" Ningún templo aquí en la tierra podría contenerlo. El rey Salomón así lo reconoció. En su oración de dedicación del primer templo dijo, en 1 Reyes 8:27: "Pero ¿es verdad que Dios habitará sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta Casa que yo he edificado?" Por lo tanto, nos parece que el carácter eterno del Reino será la presencia misma de Dios. Nadie necesitará allí un templo. Creemos que la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21) será un lugar al cual la gente de la tierra acudirá para adorar y para visitar.

Escuchemos al Dios de la creación, al Dios que es alto, elevado y santo. Dice aquí en el versículo 2:

"Mi mano hizo todas estas cosas, así todas ellas llegaron a ser, dice el Señor. Pero yo miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra."

El Dios que creó este vasto universo, quien está sobre él y más allá de él, condescenderá a morar con aquel que es pobre y humilde de espíritu. ¡Qué condescendencia por parte de Dios! Ése será el día en que los humildes heredarán la tierra; en realidad, ellos heredarán todas las cosas. Ahora, en el versículo 3, de este capítulo 66, leemos:

"El que sacrifica buey es como si matara a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollara a un perro; el que hace ofrenda de cereal, como si ofreciera sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijera a un ídolo. Pues porque escogieron sus propios caminos y su alma amó sus abominaciones"

Aparentemente, se prescindirá del sistema de sacrificios después del reino milenario. El ofrecer un buey sin comprensión espiritual es lo mismo que un asesinato. Es decir, que en la eternidad, todo señalará a Cristo; de otra manera, lo que en el pasado fue ordenado se convertirá en pecado. Continuemos con en el versículo 5, de este capítulo 66 de Isaías:

"Oíd palabra del Señor, vosotros los que tembláis a su palabra: Vuestros hermanos que os aborrecen y os echan fuera por causa de mi nombre, dijeron: ¡Sea el Señor glorificado y veamos nosotros vuestra alegría! Pero ellos serán avergonzados."

Es decir, que Dios establecerá una diferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo que es real y verdadero, y aquello que no lo es. Cristo dijo que se debía permitir que la cizaña y el trigo crecieran juntos, que llegado el momento Él los separaría. Entonces el tiempo habrá llegado. El fariseo que era tan meticuloso en su práctica religiosa será echado. Y el publicano que se situó en un lugar alejado y clamó a Dios arrepentido, será recibido. Y Ahora en el versículo 6, leemos:

"¡Voz de alboroto de la ciudad, voz del Templo, voz del Señor que da el pago a sus enemigos!"

Dios tratará finalmente con los enemigos de Israel; aquellos que eran también Sus enemigos. Y ahora leamos el versículo 7:

"¡Antes que estuviera de parto, dio a luz; antes que le vinieran dolores, dio a luz un hijo!"

La Gran Tribulación será un tiempo de dolores como de parto. Israel pasará por ese período, pero después de que Cristo naciera en Belén, nacimiento que tuvo lugar más de 2.000 años antes; dice aquí "antes que le vinieran los dolores, dio a luz un hijo". Éste es un versículo notable. Después, el versículo 9, dice:

"Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer?, dice el Señor. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios."

Dios se asegurará de que todo lo que Él ha prometido se cumpla. Los 144.000 judíos que serán sellados al comienzo de la Gran Tribulación, pasarán por ella hasta el final. Cada uno de ellos estará allí cuando termine ese período. Y ahora el versículo 10, nos dice:

"Alegraos con Jerusalén, gozaos con ella todos los que la amáis; llenaos de alegría con ella todos los que os enlutáis por ella, Aquí vemos que se describen experiencias de gran bendición."

Ahora leamos el versículo 18, de este capítulo 66, que encabeza el último párrafo de este capítulo y del libro de Isaías, y que se titula:

El Señor decide el destino de los que se salvan y de los que se pierden

"Porque yo conozco sus obras y sus pensamientos; tiempo vendrá para juntar a todas las naciones y lenguas: vendrán y verán mi gloria."

Todas las naciones deberán presentarse ante Él. El Señor Jesucristo mencionó esto en el evangelio según San Mateo, capítulo 25, versículos 31 y 32, donde dijo: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; entonces apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos". En aquel tiempo, una enorme cantidad de no judíos se van a salvar, así como muchos de Israel. Las naciones vendrán a adorar a Jerusalén. Ahora, pasando al versículo 22, leemos:

"Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice el Señor, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre."

Los propósitos y las promesas de Dios a Israel son eternas como los nuevos cielos y la nueva tierra. Después, el versículo 23, dice:

"Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dice el Señor."

Es decir, que los redimidos de todas las edades adorarán a Dios por toda la eternidad. Ésa será la ocupación más atractiva e importante de la eternidad. Leamos, finalmente el último versículo de Isaías, versículo 24:

"Saldrán y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá ni su fuego se apagará. Y serán repulsivos para todo ser humano."

En otras palabras: "No hay paz para los impíos, ha dicho mi Dios" como leíamos en Isaías 57:21. Ésa va a ser su condición por toda la eternidad; no tendrán paz, ni descanso, ni satisfacción, ni tendrán a Dios. Y el libro de Isaías concluye con la advertencia de que no hay paz para los malvados. Estimado oyente sólo podemos añadir las palabras del Señor Jesucristo en Mateo 11:15: "El que tiene oídos para oír, oiga". (Mateo 11:15).

Y así, estimado oyente, llegamos al final de nuestro estudio de este libro de Isaías, y confiamos que haya sido para usted una grata experiencia espiritual. En nuestro próximo programa, Dios mediante, volveremos al Nuevo Testamento para comenzar nuestro estudio de la Primera Epístola del apóstol Pablo a los Tesalonicenses. Hasta entonces, pues esperamos contar con su compañía.

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