Estudio bíblico de Mateo 18:1-35
Mateo 18
Tema: un niño, la oveja perdida, la conducta en la futura iglesia y la parábola sobre el perdón.
Aunque los próximos capítulos no parecen avanzar en la dirección del movimiento de los acontecimientos en este Evangelio, aunque iluminan y completan muchos de los rincones oscuros que surgen por la repentina falta de continuidad en el reino de los cielos, a causa del rechazo del Rey. El capítulo 13, con las parábolas del misterio nos ha presentado un bosquejo global del reino de los cielos en esta época. Pero aun quedaban preguntas sin respuesta y la lectura de estos capítulos será de utilidad para contestar muchas de ellas.
Podemos ahora ver que el nuevo nacimiento constituye algo esencial para entrar en el reino. Comencemos leyendo el versículo 1, donde encontramos que
Un niño se convirtió en una lección objetiva
En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos?
No sé si habrás detectado en esta pregunta una cierta ambición material. Parece como si estos hombres hubiesen estado hablando sobre este Tema y tal vez algunos de ellos creyeron que podrían razonablemente considerarse los más importantes del reino de los cielos. Así que el Señor adoptó una actitud que debió causar una gran sensación. Leamos el versículo 2:
"Y El, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos"
¿Qué nos enseña esto? Nos muestra que el niño se acercó al Señor sin titubear. En el Evangelio según Marcos 10:14, leemos que el Señor dijo: "Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis". El problema no consistía en que los niños viniesen a Él, sino en evitar que los adultos les estorbasen cuando los pequeños se acercaban al Señor. Tenemos aquí una hermosa imagen de Jesús, colocando a un niño en medio de ellos. Y entonces, les dijo, como expresa el versículo 3:
"y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos."
Se ha abusado de este versículo y se lo ha interpretado mal. Recordemos que el Señor estaba hablando de la conversión y no de una reversión. Algunos piensan que estas palabras significan que uno debe, de alguna manera extraordinaria, volver a la infancia, o que hay que comportarse de una forma infantil o juvenil para entrar en el reino de los cielos. El Señor no estaba hablando de regresar a la pasada niñez sino más bien de pasar a una vida nueva. Le proporciona lógica al pensamiento de los discípulos, al desviar su atención del Tema de tener una posición elevada en el reino hacia otro asunto de importancia fundamental como es el de asegurarse la entrada en ese reino. Esta fue una afirmación tan radical como la de Jesús en el Evangelio de Juan 3.3, cuando dijo: "En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios". Lo importante que se enfatizó en este versículo es el nuevo nacimiento. Tienes que convertirte en un niño en el sentido de que tienes que nacer otra vez. Cuando naces de nuevo, comienzas a vivir espiritualmente como un niño. El versículo 4 añade:
"Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos."
Cuando recalcamos la entrada en el reino, es decir, el nuevo nacimiento, encontramos que el que se humilla a sí mismo como un niño, es el mayor en el reino. Los versículos 5 y 6 continúan diciendo
"Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar."
El hacer "tropezar" aquí, significa hacer pecar. Jesús advirtió contra esta acción en un lenguaje duro. Parece que en esta sección lo que estaba haciendo era convertir la evangelización de los niños en un imperativo divino. Para Él, alcanzar a los niños para Cristo constituía una prioridad alta, que debiera mantener su gran importancia también en la actualidad. Continuemos leyendo los versículos 7 al 9:
"¡Ay del mundo por sus piedras de tropiezo! Porque es inevitable que vengan piedras de tropiezo; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! Y si tu mano o tú pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego."
Aquí se afirma que el juicio de Dios caería sobre los que causasen las citadas ofensas. Jesús no estaba enseñando la necesidad de auto mutilarse, como cortarse una mano, un pie, o sacarse un ojo. Porque hacerlo no erradicaría la fuente de la ofensa, que es el corazón, como veíamos en el capítulo 15, versículos 18 y 19. Jesús estaba enseñando la necesidad de quitar todo lo que ofendiese a otros. Y prosiguió recordando a sus discípulos el valor que para El tenían los niños. Leamos el versículo 10:
"Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeñitos, porque os digo que sus ángeles en los cielos contemplan siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos."
El Señor dijo que no debíamos menospreciar a los niños. Cuando uno de ellos muere, su espíritu va inmediatamente a la presencia de Dios. Estimado oyente, si has perdido a un niño, esta verdad te será de gran consuelo. Ellos van al cielo, no por ser inocentes o porque te hayan pertenecido, sino porque Jesús murió por ellos. Es como si Jesús estuviese diciendo: "No les causéis ningún daño, no les hagáis caer en el pecado ni les menospreciéis. Dejadles acercarse a mí. Y aun si muriesen, sus espíritus irían a la misma presencia de Mi Padre".
El rey David supo bien lo que era pasar por esta experiencia. Cuando el hijo que había tenido con Betsabé cayó enfermo, se preocupó muchísimo por la vida del niño. El episodio se relata en el segundo libro de Samuel 12:15-23. El rey ayunó, lloró y estuvo toda la noche acostado en el suelo. Pero cuando, finalmente, el niño murió se levantó, se lavó, cambió sus ropas, fue a la casa de Dios y adoró. Sus siervos quedaron desconcertados por su actitud, y la explicación de David fue la siguiente: "Mientras el niño aun vivía, yo ayunaba y lloraba, pues me decía: ¿Quién sabe si el Señor tendrá compasión de mí y el niño viva? Pero ahora que ha muerto, ¿por qué he de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré a él, pero él no volverá a mí". El tenía confianza en que un día estaría otra vez con él. Esta es una hermosa verdad, especialmente para todos aquellos que hayan pasado por la dolorosa experiencia de perder a un niño.
Es importante destacar estos sentimientos del Señor por los niños, particularmente en la época en que vivimos. Casi todas las semanas, las noticias nos recuerdan los abusos, violencia y explotación que sufren los niños, sorprendentemente, ¡en las sociedades más avanzadas! Por todo ello, el Señor utilizó en este pasaje Bíblico, el lenguaje más duro posible para advertir sobre estos graves problemas que ha enfrentado la infancia en todos los tiempos.
Pasemos ahora al párrafo siguiente, leyendo el versículo 11, en que comienza la admirable
Parábola de la oveja perdida
"Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido."
Esta parábola es diferente a la de la oveja perdida incluida en el Evangelio según Lucas 15. La palabra clave de esta parábola es "salvar". En Lucas 15, el énfasis recae sobre el hecho de encontrar lo perdido y aquí, en Mateo 18, en salvar lo que se ha perdido. Leamos los versículos 12, 13 y 14:
"¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada? Y si sucede que la halla, en verdad os digo que se regocija más por ésta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos."
Observemos cómo finaliza el Señor esta parábola, teniendo en cuenta a los "pequeñitos". Aparte el cuidado divino, los padres tienen la responsabilidad de conducirles a Cristo. Me temo que algunos sisTemas escolares estén utilizando a los niños como conejillos de Indias de filosofías humanísticas contrarias al cristianismo. Tenemos una gran responsabilidad, delante de Dios, por estos aspectos fundamentales de su educación.
En el párrafo siguiente se nos presenta
Un modelo para la conducta en la iglesia
Leamos el versículo 15:
"Y si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano."
Aquí se aclara que si él peca contra ti, tú tienes que dirigirte a él. Se refiere a un pecado cometido por un creyente. La obligación se impone al que ha sido perjudicado, para que se acerque a su hermano en la fe que le ha ofendido, y no al revés. Y continúan diciendo los versículos 16 y 17:
"Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos. Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuesto."
Hay personas a quienes agrada echar tierra sobre los problemas y ocultarlos; ésa no es la manera de tratar tales situaciones. Si surge un conflicto entre dos creyentes, debería resolverse de una forma afable, pacífica y tranquila. Y si las personas implicadas no pueden solucionarlo, habría que pedir la ayuda de un grupo y si éste no pudiese lograr un acuerdo, el último recurso sería someter el problema a la iglesia, como autoridad final. En conclusión, y como leemos en el versículo 18, dice el Señor, en relación con este Tema:
En verdad os digo: todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
Ya hemos estudiado el contenido de este versículo en Mateo 16:19, donde vimos que si callamos u ocultamos la Palabra de Dios, es como si "atásemos en la tierra"; y si comunicamos la Palabra a otros, es como si "desatásemos en la tierra". Continuando con esta idea, dicen los versículos 19 y 20:
"Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."
¿Quiere decir que poniéndonos de acuerdo en cualquier cosa, El nos oirá? Sí, pero tomemos nota de la condición que Jesús expresa de estar "dos o tres reunidos en mi nombre". El escuchará cualquier pedido hecho en el nombre de Cristo, es decir, un pedido que Cristo mismo hubiera hecho. O, también podríamos decir que pedir en Su nombre, es pedir de acuerdo con Su Voluntad.
La frase que dice "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" constituye la forma más simple para expresar el gobierno de la iglesia. Así como el versículo 19 presenta la nueva base para la oración, el versículo 20 ofrece la nueva base para la iglesia visible. La iglesia de los primeros tiempos comenzó de esa manera. Dice de los cristianos el libro de los Hechos de los Apóstoles 2:42: "Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración".
Leamos el versículo 21, que inicia el último párrafo del capítulos, sobre
La nueva condición de Jesús para el perdón
Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?
Pedro debió pensar que estaba siendo magnánimo cuando formuló aquella pregunta, porque de acuerdo con la enseñanza de los rabinos, eso era todo lo que había que perdonar. Simón Pedro estaba dispuesto a perdonar hasta siete veces. Pero la generosidad del apóstol resultó escasa en comparación con la opinión de Jesús. Leamos el versículo 22:
"Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete."
¡O sea, 490 veces! Para ese entonces, el problema ya debería estar bien solucionado. En caso contrario, ambas partes habrían llegado a una edad avanzada, hasta un punto en que el conflicto, en cualquier caso, ya no tendría tanta importancia. Aquí, el perdonar 490 veces es llegar hasta el límite, y éste es el punto sobre el cual Jesús quiso llamar la atención. Continuemos leyendo los versículos
"Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y que se le pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré. Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda."
Probablemente el siervo estaba ofreciéndose a pagar la deuda a plazos. Creo que el Señor estaba utilizando deliberadamente una ilustración extrema o ridícula para enseñar una lección. La cantidad de dinero que el siervo debía a su señor ascendía aproximadamente a ¡12 millones de euros! ¡No es una suma de dinero como para perdonar a cualquiera! En contraste, leamos el versículo 28:
"Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: Paga lo que debes."
Aquí la cantidad debida era de unos 17 euros. ¡Comparémosla con la suma millonaria anterior! Veamos lo que sucedió, leyendo hasta el versículo 35:
"Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: Ten paciencia conmigo y te pagaré. Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le dijo: Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. ¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti? Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano."
Esta parábola del siervo que habiendo sido perdonado se negó a perdonar a otro en su misma situación, ilustra el principio del perdón. Este fue un nuevo principio presentado en este pasaje, aunque no constituye totalmente la base del perdón para los creyentes expuesta en la carta a los Efesios 4:32; "Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo". Debido a que Dios nos ha perdonado, tenemos que perdonarnos unos a otros. Si Dios hubiese perdonado nuestros pecados de la misma manera en que perdonamos a otros, ninguno de nosotros habría sido perdonado. Pero, después de habernos convertido en hijos de Dios y porque hemos sido perdonados, tenemos que perdonar. ¡Que Dios nos dé la fuerza necesaria para poder cumplir este principio básico de la conducta cristiana, para apartar todo obstáculo en nuestra relación con El, y para disfrutar de una convivencia en paz con nuestros hermanos!
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