Estudio bíblico de Mateo 19:14-20:23
Mateo 19:16-20:23
Terminábamos nuestro programa anterior al considerar el incidente en que Jesús recibió a los niños, puso sus manos sobre ellos y, ante todos los que le escuchaban, les puso como ejemplo por su actitud de fe para entrar en el reino de los cielos.
Comencemos hoy nuestra lectura con el capítulo 19:16 Y 17 que presenta un nuevo encuentro de Jesús, con
El joven rico
"Y he aquí se le acercó uno y dijo: Maestro, ¿qué bien haré para obtener la vida eterna? Y El le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Sólo Uno es bueno; pero si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos."
Observemos de qué manera se dirigió este joven al Señor Jesús. No preguntó cómo podía obtener la salvación sino, más bien, cómo podía asegurar su entrada al reino mesiánico. Quería saber que obra buena mostraría que él era justo, calificándole así para ingresar al reino. Al no recibir respuesta, Jesús le respondió que uno podía tener entrada a la vida, es decir, al reino de Dios, sólo si daba evidencias de que era justo. Dado que la norma oficial de justicia era la ley de Moisés, Jesús le indicó que guardase los mandamientos. Continuemos leyendo los versículos 18 al 20:
"El le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús respondió: No mataras; no cometeras adulterio; no hurtaras; no daras falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre; y amaras a tu projimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado; ¿qué me falta todavía?"
El joven pudo reconocer que había cumplido esos mandamientos, pero sin embargo reconoció que faltaba algo en su vida. Los mandamientos citados por el Señor componían la última sección de los 10 mandamientos, que tenían que ver con las relaciones con las otras personas, mientras que los primeros mandamientos se referían a las relaciones del hombre con Dios y no fueron utilizados por el Señor porque El estaba guiando de manera especial los pensamientos del joven. Sin embargo, a partir de ese momento Jesús dirigió la atención de aquel hombre hacia su relación con Dios. Leamos el versículo 21:
"Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme."
Aquí "perfecto" quiere decir completo. Seguir a Jesús le habría ayudado a ver que no estaba obedeciendo aquellos primeros mandamientos que aludían a la relación del hombre con Dios. El Señor Jesús se estaba encaminando hacia la cruz; así que, si este joven le siguiese, tendría que hacerlo hasta el pie de una cruz. No obstante, algo le estaba impidiendo seguir al Señor. Sus riquezas constituían para él un obstáculo. A ti y a mí, quizás nos lo impediría alguna otra cosa diferente. El versículo 22 nos muestra su reacción:
"Pero al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes"
Fue, pues, su dinero lo que le mantuvo alejado del Señor Jesucristo. En la actualidad existen muchos motivos que impiden a las personas acercarse al Señor Jesús. Las riquezas son uno de los factores factores, pues hay muchos otros. En realidad, una membresía o vinculación meramente externa con una iglesia, está manteniendo a muchas personas alejadas de una relación real con Cristo, porque están como colocadas dentro de una bolsa de celofán que las protege de enfrentarse con sus pecados. Se sienten seguras porque participan de algunas ceremonias o han hecho ciertas confesiones y, sin embargo, son tan no creyentes como cualquier miembro de una tribu nómada del lugar más remoto del mundo. ¿Hay algo que te está separando hoy de Cristo? ¿Hay algo en el camino de tu vida que impide que te acerques a El? Leamos los versículos 23 y 24:
"Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Y otra vez os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios."
Esto nos recuerda una aparente realidad de hoy en día, sobre los ricos, nobles, o poderosos de este mundo que sean cristianos. Algunas personas pierden el sentido del humor que nuestro Señor utilizó y este pasaje constituye un ejemplo de ello. Piensan que esta frase del camello se refería a que había una puerta en Jerusalén que se llamaba "el ojo de la aguja", para pasar por la cual un camello tenía que arrodillarse, y sostienen que el Señor estaba diciendo que una persona tenía que convertirse en un ser humilde para entrar en el reino de los cielos. Esta explicación muestra que no se ha comprendido en absoluto la lección. Porque el Señor estaba hablando de un camello verdadero que pasase por el ojo de una aguja real, lo cual ya sabemos que es humanamente imposible. Dios no se ocuparía de algo así, pero solo El podría hacerlo. Y solamente Dios puede regenerar a un ser humano. Y esto es lo importante que el quiere destacar aquí. Era más fácil que un camello, uno de los animales más grandes usados por los judíos, pasase por la abertura extremadamente pequeña de una aguja de coser, que una persona que confiase más en sus riquezas que en el Señor, entrase en el reino de Dios.
Muchas personas piensan hoy que se van a salvar por ser quienes son, o por lo que poseen. Tú serás verdaderamente salvo cuando te des cuenta de que eres un pecador, un mendigo con sus manos vacías ante Dios, sin nada que poder ofrecerle por tu salvación. Mientras una persona crea que puede hacer algo o pagar a Dios por su salvación le será tan imposible salvarse como para el camello introducirse por el ojo de la aguja. Leamos los versículos 25 y 26, que terminan con la respuesta de Jesús:
"Al oír esto, los discípulos estaban llenos de asombro, y decían: Entonces, ¿quién podrá salvarse? Pero Jesús, mirándolos, les dijo: Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible."
Leamos los versículos 27 al 30, en los que vemos que
Jesús recompensó al apóstol
"Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, recibiremos? Y Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros."
Aquí nos resultaría fácil pensar que Simón Pedro nos está revelando una faceta muy egoísta de su carácter. Pero el Señor no le reprendió. En cambio, le mostró cuál sería su gran recompensa. Igualmente nosotros, en la actualidad, deberíamos estar trabajando pensando en el premio. Habrá una recompensa para aquellos que Dios ha salvado y que se han sacrificado por Jesús. Muchos santos desconocidos, de quienes el mundo jamás ha oído hablar, recibirán un día el honor del primer lugar en Su Presencia. Y en aquel día, creo que un gran número de destacados líderes cristianos que hoy reciben grandes aplausos serán ignorados, mientras que muchos anónimos santos de Dios serán recompensados. Pasemos ahora a
Mateo 20:1-23
Tema: Parábola de los obreros de la viña; Jesús anunció la cercanía de su muerte por cuarta y quinta vez, mientras la madre de Jacobo y Juan le pedía para sus hijos un lugar a su derecha y otro a su izquierda. Jesús sanó a dos ciegos que estaban sentados junto al camino.
El capítulo se inicia con la
Parábola de los obreros de la viña
que es una continuación de la declaración de Jesús sobre las recompensas. El capítulo finaliza una sección que parece señalar un punto de inflexión en la acción del Evangelio de Mateo. A partir de este capítulo, el ritmo del libro aumenta, y el Señor se dirige directamente hacia la cruz. El capítulo también contribuye a iluminar algunos puntos oscuros sobre el estado actual del reino de los cielos. Esta parábola establece el principio de la entrega de recompensas; la fidelidad hacia la tarea, más que la cantidad del trabajo realizado, o que su naturaleza espectacular, rigen la entrega de los premios.
"Porque el reino de los cielos es semejante a un hacendado que salió muy de mañana para contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Y salió como a las nueve de la mañana, y vio parados en la plaza a otros que estaban sin trabajo; y a éstos les dijo: Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Y saliendo como a las cinco de la tarde, encontró a otros parados, y les dijo: ¿Por qué habéis estado aquí parados todo el día sin trabajar? Ellos le dijeron: Porque nadie nos contrató. El les dijo: Id también vosotros a la viña. Y al atardecer, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta los primeros. Cuando llegaron los que habían sido contratados como a las cinco de la tarde, cada uno recibió un denario. Y cuando llegaron los que fueron contratados primero, pensaban que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y al recibirlo, murmuraban contra el hacendado, diciendo: Estos últimos han trabajado sólo una hora, pero los has hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor abrasador del día. Pero respondiendo él, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno? Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos."
Como ya hemos anticipado, aquí se ilustra una verdad importante: no son la cantidad de tiempo de tu servicio ni la prominencia ni importancia de tu posición los factores que determinan tu recompensa. Más bien, serás recompensado por tu fidelidad a la tarea que Dios te ha encomendado, sin tener en cuenta cuán pequeña o insignificante haya podido parecer.
Leamos los versículos 17 al 19. que incluyen
Cuarto y quinto anuncio de la muerte y resurrección de Jesús
"Cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y por el camino les dijo: He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para burlarse de El, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará."
Observemos el movimiento físico y geográfico de esta sección. Jesús y Sus discípulos se dirigieron fuera del valle del Jordán, aproximándose a Jerusalén, donde El iba a morir en una cruz. Nuestro Señor no lo pudo explicar con mayor claridad. Por cuarta vez, y en este momento crítico de forma detallada, les estaba diciendo exactamente lo que le iba a suceder. Por alguna razón, los discípulos no lo comprendieron porque, simplemente, no encajaba en su esquema. Sin embargo, como tú y yo lo interpretamos ahora, vemos claramente que la intención declarada de Cristo era dirigirse a Jerusalén para morir. Reflexionemos sobre el significado de este hecho. Fue allí deliberadamente, para morir por ti y por mí. Esto debiera hacernos pensar. ¡Y los discípulos de Jesús, sencillamente no podían creerlo!
Los versículos 20 al 23, registran
El pedido de la madre de Jacobo y Juan
en el momento del significativo anuncio de Jesús sobre su muerte inminente. Leamos los versículos 20 y 21:
"Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante El y pidiéndole algo. Y El le dijo: ¿Qué deseas? Ella le dijo: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda."
En cualquier otro momento u ocasión, este pedido de una madre que ambiciona lo mejor para sus hijos, habría resultado natural. Sin embargo, en este caso, ella no percibió el ambiente ni comprendió verdaderamente lo que estaba sucediendo en aquel instante. Continuemos leyendo los versículos 23 y 24;
"Pero respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos le dijeron: Podemos. El les dijo: Mi copa ciertamente beberéis, pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado por mi Padre."
Estimado oyente, no perdamos de vista el significado de estas palabras, muy importante para los cristianos en la actualidad. Nuestro Señor no estaba diciendo que no hubiese un lugar para alguien a su derecha o a su izquierda. Estaba afirmando que El no otorgaría arbitrariamente esa posición a Jacobo, a Juan o a cualquier otra persona. Más bien, aquellos lugares de honor serían para aquellos que se preparasen para ocuparlos.
Tomemos nota de lo siguiente. Tú no tienes que hacer nada, nada, para la salvación. Eres salvo por la fe en Cristo, por la gracia maravillosa de Dios, por ese don que El te concede. No obstante, tu posición, tu recompensa en el cielo estará determinada por lo que hagas aquí en la tierra. Esto tiene gran importancia y los cristianos parecen haber perdido de vista esta verdad. ¿Para qué clase de lugar te estás preparando? Personalmente, no ambiciono los lugares a la derecha o izquierda de Cristo, que seguramente ya habré perdido. Pero estoy trabajando por un lugar y todos debiéramos estar haciendo lo mismo. En su carta a los Filipenses 3:14, el apóstol Pablo se veía a sí mismo con el entusiasmo y persistencia de un corredor de los antiguos juegos griegos corriendo, según sus propias palabras, "en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto".
Como reflexión final de nuestro programa de hoy diré que el problema de nuestro tiempo es que, demasiados pocos cristianos están tratando de ganar siquiera algo. Tenemos que reconocer que la salvación es un don gratuito de Dios; pero necesitamos vivir como el atleta en la pista de carreras, corriendo de manera tal, que podamos recibir un premio.
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