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Estudio bíblico de Mateo 21:18-22:14

Mateo 21:18-22:14

Terminamos nuestro programa anterior con el episodio de la segunda limpieza del templo, que fue seguida de milagros de sanidad. Las obras de Jesús provocaron la admiración y aclamaciones de grupos de jóvenes y el resentimiento de los principales sacerdotes y escribas. Continuamos, pues, con el relato del incidente que se produjo ante

La higuera estéril

Leamos, en el capítulo 21, los versículos 18 y 19:

"Por la mañana, cuando regresaba a la ciudad, tuvo hambre. Y al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no halló nada en ella sino sólo hojas, y le dijo: Nunca jamás brote fruto de ti. Y al instante se secó la higuera."

Ha habido muchas dificultades al intentar interpretar este incidente de la higuera. He oído toda clase de ideas sobre lo que podría representar la higuera. Creo que la higuera representa simbólicamente a Israel, tal como en Mateo 24, como veremos más adelante. Por lo menos, podemos decir con confianza que cuando nuestro Señor vino al mundo, no había fruto evidente en la nación de Israel. Exteriormente, había solamente las hojas de una religión ritualista y sin vida, que es lo que el Señor condenó. Esa nación había adoptado una forma religiosa, pero sin energía espiritual. Habían convertido la revelación que Dios les había entregado en un ritual sin ninguna vitalidad ni madurez, que ya no llevaba a cabo el propósito de Dios. En mi opinión, Dios tratará de la misma manera a la iglesia organizada que haya vuelto la espalda a la persona de Jesucristo.

Reitero, pues, que su maldición de la higuera tiene un carácter simbólico. Desde luego, El condenó a la nación de Israel, que sufriría un juicio devastador en el año 70 de nuestra era.

Continuemos leyendo los versículos 20 al 22:

"Al ver esto, los discípulos se maravillaron y decían: ¿Cómo es que la higuera se secó al instante? Respondiendo Jesús, les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que aun si decís a este monte: Quítate y échate al mar, así sucederá. Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis"

Nuestro Señor les estaba dando una lección sobre la oración, concretamente, acerca de la fe en la oración. Se asombraron de los efectos de la maldición de la higuera y El les dijo que el problema de ellos es que no tenían fe para creer que Dios podía actuar de una forma tan milagrosa.

Evidentemente, no se espera de nosotros que andemos por ahí maldiciendo higueras ni intentando remover literalmente montañas. En el Salmo 121:1, el salmista dice: "Alzaré mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi socorro?" No creo que estuviese dando a entender que su ayuda vendría de las montañas, porque añadió a continuación, en el v.2: "Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra". Pienso que hay cosas más importantes que realizar que intentar trasladar montañas o hacer que se sequen higueras. Me refiero a proclamar el Evangelio de Cristo y difundir la Palabra de Dios para que el Espíritu de Dios puede utilizarla: esto sí que es un verdadero milagro. Cuando estos labios de barro expresan algo que El Espíritu de Dios puede usar para transformar una vida, ello implica la clase de fe que yo deseo poseer. Lo que necesitamos es fe para creer que Dios puede utilizar Su Palabra, y que así lo hará.

Continuemos leyendo el versículo 23, que nos lleva al párrafo sobre

La pregunta penetrante

donde vemos que Jesús fue desafiado otra vez por las autoridades religiosas:

"Cuando llegó Jesús al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se le acercaron mientras enseñaba, diciendo: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?"

Esta claro que los dirigentes religiosos se estaban volviendo cada vez más ofensivos. Resulta significativo que no cuestionaban lo que Jesús estaba haciendo. No tenían ninguna base para poder negar la realidad de los hechos milagrosos que El realizaba. Solo estaban poniendo en duda su autoridad. Continuemos leyendo los versículos 24 al 26:

"Y respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, que si me la contestáis, yo también os diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde era el bautismo de Juan?, ¿del cielo o de los hombres? Y ellos discurrían entre sí, diciendo: Si decimos: Del cielo, El nos dirá: Entonces, ¿por qué no le creísteis? Y si decimos: De los hombres, tememos a la multitud; porque todos tienen a Juan por profeta."

Es que los dirigentes estaban intentando de hacerle caer en una trampa, poniéndole entre la espada y la pared. Vemos cómo Jesús se ofreció a responder a la pregunta de ellos, si ellos respondían a la suya. Pero no respondieron, porque nunca aceptarían que la autoridad de Juan era divina; por lo tanto, tampoco aceptarían la autoridad de Jesús. Así que, en el versículo 27 vemos cómo finalizó la conversación:

"Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. El a su vez les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas."

Creo que podemos percibir en esta situación, cómo se estaba incrementando la tensión. El Señor estaba a punto de pronunciar una parábola que contenía una denuncia cáustica de los líderes religiosos y la acusación de Jesús no podía ser ignorada. Leamos pues, desde el versículo 28 hasta el 31,

La parábola de los dos hijos

"Pero, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero, le dijo: Hijo, ve, trabaja hoy en la viña. Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y llegándose al otro, le dijo lo mismo; pero él respondió y dijo: Yo iré, señor; y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Ellos dijeron: El primero. Jesús les dijo: En verdad os digo que los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios antes que vosotros."

Esta parábola fue un insulto tremendo para aquellos jefes religiosos. Jesús les había comparado con aquel "otro" hijo, que dijo que iría a trabajar para su padre, y no fue. Y además colocó a los recaudadores y a las rameras en un nivel más alto que a los líderes religiosos.

Esta parábola tiene aplicación hoy. Porque muchas personas se hacen miembros de una iglesia, aparentan cierta religiosidad y piensan que ya son cristianas cuando, en realidad, no lo son. Pueden cumplir con los rituales de esa iglesia y declaran su asentimiento a sus doctrinas. Pero no son creyentes genuinos, a menos que haya tenido lugar una transformación en sus vidas. En su carta a los Corintios 5:17, el apóstol Pablo dice: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosa viejas pasaron, he aquí, son hechas nuevas". Aquellos recaudadores de impuestos y prostitutas reconocieron su pecado y culpabilidad delante de Dios y acudieron a Cristo para recibir la salvación. Vinieron tarde, porque en un principio le dijeron que no a Dios; pero se arrepintieron, vinieron a El, y El les recibió. Dice el versículo 32;

"Porque Juan vino a vosotros en camino de justicia y no le creísteis, pero los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, ni siquiera os arrepentisteis después para creerle."

Aquellos guías religiosos tenían una religión que consistía en una decoración exterior, sin ningún contenido real en su interior. Cuando una persona acepta a Jesucristo como Salvador, su parte interior no experimenta solo un cambio de decoración, sino que es hecha nueva.

Luego, antes de que se alejaran y dejasen de oírle, nuestro Señor pronunció otra parábola. Leamos a partir del versículo 33, hasta el 38,

La parábola del hacendado y su viña

"Escuchad otra parábola. Había una vez un hacendado que planto una viña y la cerco con un muro, y cavo en ella un lagar y edifico una torre, la arrendó a unos labradores y se fue de viaje. Y cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. Volvió a mandar otro grupo de siervos, mayor que el primero; y les hicieron lo mismo. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: Respetarán a mi hijo. Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémoslo y apoderémonos de su heredad."

Esta fue la parábola más directa e intencionada que nuestro Señor había presentado hasta ese momento. Fue su advertencia final a los líderes religiosos. Cuando les dijo la frase: "Finalmente les envió a su hijo", El mismo, el Hijo, estaba ante ellos, pronunciando estas palabras. ¿Qué iban a hacer ellos con el Hijo de Dios? Porque en ese preciso instante les estaba diciendo lo que había en sus corazones. Dicen los versículos 39 al 41:

"Y echándole mano, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará a esos labradores? Ellos le dijeron: Llevará a esos miserables a un fin lamentable, y arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo."

Después dirigió la atención de sus oyentes al Antiguo Testamento, para citar la analogía de la "piedra" con su Persona, como podemos ver en los versículos 42 y 43:

"Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido; esto fue hecho de parte del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca sus frutos."

Hay un detalle interesante. El Señor cambió la expresión "reino de los cielos" a "reino de Dios". Creo que estaba utilizando el término más amplio porque El se preparaba para incluir a los no judíos, a la gente de las otras naciones, a todos los que viniesen a El.

Y la frase final, de que el reino de Dios les sería quitado y entregado a una nación que produjese frutos, significaba que el reino les sería quitado a los judíos y dado a la iglesia. Dice el apóstol Pedro en su primera carta 2:9,

"Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable"

La iglesia es, por lo tanto, esa "nación santa". Leamos el versículo 44:

"Y el que caiga sobre esta piedra será hecho pedazos; pero sobre quien ella caiga, lo esparcirá como polvo."

Estas palabras se refieren a la primera venida de Cristo. El es la Roca sobre la cual está edificada la iglesia. El apóstol Pablo reafirma esta verdad en su primera carta a los Corintios 3:11, cuando dice: "Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo". Caer sobre esa Piedra, equivale a venir a Cristo para recibir la salvación, en esta época en que opera el don de la gracia de Dios. Rechazar a Cristo es hacer que la Piedra caiga más tarde como un juicio, del cual profetizó Daniel en su libro, 2:34, 44 y 45, y que se refiere a la segunda venida de Cristo.

Este capítulo finaliza con los versículos 45 y 46. Dice el versículo 45:

"Al oír sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, comprendieron que hablaba de ellos."

Ellos supieron de qué estaba hablando Jesús. En nuestro tiempo, desgraciadamente, muchas personas no ven que esta parábola incluye también una aplicación para ellas, especialmente para quienes nos hemos referido anteriormente por su vinculación meramente formal con una iglesia. Y el versículo 46, nos relata el desenlace de este episodio:

"Y cuando procuraron prenderle, tuvieron miedo de la multitud, porque le tenían por profeta."

Mateo 22:1-14

Tema: Jesús pronunció la parábola del banquete de bodas del hijo del rey: Jesús respondió e hizo callar a los Herodianos, a los Saduceos y a los Fariseos.

Este capítulo continúa con el conflicto verbal que el Señor estaba manteniendo con sus adversarios. Su respuesta prosigue con

La parábola del banquete de boda

Y que es una de las principales parábolas que el Señor pronunció para la época en que tú y yo vivimos. Leamos los versículos 1 al 3:

"Tomando Jesús la palabra, les habló otra vez en parábolas, diciendo: El reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete de bodas para su hijo. Y envió a sus siervos a llamar a los que habían sido invitados a las bodas, pero no quisieron venir."

Evidentemente, el "rey" representa a Dios el Padre y "su hijo" al Señor Jesucristo. Observemos que recurre nuevamente a la expresión "reino de los cielos", en vez de "reino de Dios," utilizada en las dos parábolas anteriores. Esta parábola es análoga a las parábolas de Mateo 13, aunque el énfasis aquí recae sobre el cómo y el por qué comenzó esta época, más que sobre la conclusión del período, que era el acento destacado en Mateo 13. ¿Quiénes habían sido invitados a las bodas? Recordemos el capítulo 10. Las ovejas perdidas de la nación de Israel, a quienes el Señor había enviado Sus apóstoles. Y en los tiempos del Antiguo Testamento, los mensajeros habían sido los profetas. Leamos los versículos 4 al 6:

"De nuevo envió otros siervos, diciendo: Decid a los que han sido invitados: Ved, ya he preparado mi banquete; he matado mis novillos y animales cebados, y todo está aparejado; venid a las bodas. Pero ellos no hicieron caso y se fueron: uno a su campo, otro a sus negocios, y los demás, echando mano a los siervos, los maltrataron y los mataron."

Esta fue la respuesta de Israel; su rechazo a la invitación de Dios. Mataron a Sus mensajeros, incluyendo al Señor Jesús mismo. El versículo 7, dice:

"Entonces el rey se enfureció, y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos asesinos e incendió su ciudad."

Sin duda, estas palabras se referían a la destrucción de Jerusalén por parte del general romano Tito, en el año 70 de nuestra era. Veamos el versículo 8

"Luego dijo a sus siervos: La boda está preparada, pero los que fueron invitados no eran dignos."

Aquí observamos un cambio definido en el método y la forma de la invitación, que se dirige al tiempo en que vivimos. Leamos los versículos 9 y 10:

"Id, por tanto, a las salidas de los caminos, e invitad a las bodas a cuantos encontréis. Y aquellos siervos salieron por los caminos, y reunieron a todos los que encontraron, tanto malos como buenos; y el salón de bodas se llenó de comensales."

Sin embargo, el versículo 11 nos relata qué sucedió entonces:

"Pero cuando el rey entró a ver a los comensales, vio allí a uno que no estaba vestido con traje de boda,"

¿Cuál era ese vestido de boda? La invitación del Rey era para todos, pero existía el peligro de acudir sin cumplir las exigencias del soberano. Aquel vestido de boda representaba a la justicia de Cristo, que es absolutamente esencial para la salvación, y que se provee a todo aquel que cree. El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos 3:21 y 22, habló de esa justicia de Cristo atribuida a todos los que creen.

"Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción;"

Y así fue que en la fiesta de la parábola todos debían llevar su vestido de bodas. Para finalizar nuestro programa de hoy, leamos los versículos 12 al 14, en que el rey le preguntó al invitado que no había llevado la ropa adecuada:

"y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda? Y él enmudeció. Entonces el rey dijo a los sirvientes: Atadle las manos y los pies, y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos."

Si aceptas o no el traje o vestido de bodas, es decir, esa justicia de Cristo que puede cubrirte ante Dios, es asunto tuyo; pero recuerda que Cristo te lo proporciona. La invitación ha sido extendida a todos, pero tú deberás acudir cumpliendo las condiciones del Rey. La invitación permanece vigente y se expresa hoy en las buenas noticias del Evangelio. Tu respuesta individual, personal, es importante. Ahora, tú tienes la palabra.

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