Estudio bíblico de Ezequiel 38-39 (II)
Ezequiel 38 y 39
En este momento nos encontramos, amigo oyente, en la última división principal en la profecía de Ezequiel. Tenemos algo aquí que confiamos usted haya descubierto ya, que es importante, y que lo hemos visto en los libros de Isaías y Jeremías, y ahora en el libro de Ezequiel. Y es que estos libros no fueron escritos sin guardar un debido orden; queremos decir que los materiales utilizados en su redacción no fueron acumulados de una forma aleatoria; no fueron presentados de una manera confusa, sino que su contenido revela que existió un plan y un propósito definido en cada uno de ellos. Hubo un propósito didáctico y hemos podido comprobar esta finalidad en el libro del profeta Ezequiel. En primer lugar, vimos a Ezequiel viviendo y hablando a los cautivos, en los canales que salían del río Éufrates en la tierra de Babilonia. Recordemos que los profetas falsos, habían animado a la gente a creer que Jerusalén no había sido destruida cuando Nabucodonosor se dirigió contra ella dos veces; y decían que semejante desgracia nunca podría ocurrir porque Dios no lo permitiría. Así fue como los profetas falsos estuvieron actuando como si hablaran de parte de Dios, como si hablaran en Su nombre. Sin embargo, Dios no los había llamado y sus especulaciones interesadas, expresadas por motivos puramente humanos, les condujeron al error y al engaño.
Una y otra vez Ezequiel había profetizado que Dios iba a permitir a Nabucodonosor que destruyera la ciudad. Era una ciudad llena de sangre, una ciudad donde predominaba la maldad, una ciudad pecaminosa, y aunque era la ciudad de Dios, iba a ser destruida. Las predicciones expresadas por el profeta de parte de Dios se cumplieron y la desgracia se consumó con la destrucción de la ciudad.
Ahora, en el momento en que la ciudad fue destruida, aún antes de recibir información o confirmación de esa tragedia, Ezequiel ya no tuvo nada más que decir en cuanto a este tema. Entonces el profeta comenzó a hablar a la gente de otros asuntos; o sea, que intentó animarles para cuando recibieran las malas noticias. No hubo nunca un profeta tan iluminado por la misma presencia de la gloria de Dios, como Ezequiel. Él miraba hacia el futuro, hacia un reino venidero, cuando la gloria de Dios aparecería nuevamente sobre esta tierra. Y comunicó entonces ese mensaje de ánimo, de esperanza, a un pueblo que creyó que su existencia como nación había llegado a su fin.
Ahora, en los capítulos 38 y 39, que se proyectan hacia el futuro, vimos que aparecerá otro enemigo cuando ellos regresen a esa tierra, y creemos que habrá una paz falsa; los israelitas regresarán a la tierra bajo el anticristo, y el anticristo les hará creer que la paz en ese momento ha llegado al mundo y que todos los problemas de la tierra se han solucionado y que están entrando en el milenio. Pero esta será una afirmación falsa, porque en medio del período de la Gran Tribulación, es decir, en ese período de siete años, del norte bajarán ejércitos enemigos. Y Ezequiel habló de estos enemigos en los capítulos 38 y 39 que hemos estado considerando últimamente. Serán enemigos que tendrán planes concretos para invadir la tierra y destruirlos.
En aquel día futuro en que Israel esté viviendo en paz y el Anticristo haya engañado a todos, Dios será la única fuente de ayuda para Israel. El mismo se encargará de sus enemigos que procedan del norte. Entonces estallará la guerra. Comenzará la llamada "gran tribulación", que durará los últimos 3 años y medio del período de la tribulación. Esta "gran tribulación" comenzará con una furia frenética. Toda la tierra se convertirá en una especie de holocausto. Los juicios caerán una tras otro sobre la tierra. Predominará la guerra. En Mateo 24:22, Cristo dijo de este breve período: Y si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
Amigo oyente, permítanos decirlo de una manera muy directa y muy breve. Todo el infierno se desatará sobre la tierra durante ese período que se ha llamado "la gran tribulación". Será un período verdaderamente terrible y aterrador. Es por eso que, aunque respetamos las opiniones de aquellos que, como nosotros, ansían la venida del Señor, no estamos de acuerdo con su punto de vista de que los redimidos por Dios, a quienes llamamos la iglesia, pasarán por esa gran tribulación. Creemos que la Biblia deja en claro que aquellos que estarán dando testimonio público de su fe en la tierra, durante ese período serán los 144.000 judíos.
Dios habiendo juzgado a este enemigo que habrá descendido a la tierra de Israel desde el norte, permitirá que el Anticristo sea el gobernante mundial durante el resto del período de la tribulación. Después, el Señor Jesucristo vendrá a esta tierra a establecer Su reino; y tenemos una imagen de esa escena en el capítulo 19 del libro de Apocalipsis. Y después en el siguiente capítulo de ese último libro de la Biblia, el capítulo 20, comenzará el reino de los mil años.
Ahora, recordando estos tremendos eventos, haríamos bien en tener una pausa para considerar el material que hemos estudiado hasta este momento. Después de examinar detenidamente tres de los cuatro profetas mayores; Isaías, Jeremías, y Ezequiel, surgen ciertos grandes principios que el cuarto profeta, Daniel, confirmará. Estos grandes principios tienen una aplicación para todas las épocas, una aplicación permanente, para las naciones en el mundo y para los creyentes que en esta tierra viven su vida cristiana a la luz de su relación con Dios. Y cuando decimos creyentes, estamos hablando de aquellos que han confiado ya en el Señor Jesucristo, como su Salvador y creen que la Biblia es la Palabra de Dios. En este libro de Ezequiel hemos visto a Dios tratando con Israel. Estimado oyente, cuando Dios dijo Israel, quiso decir Israel; no se refirió a la iglesia. Deberíamos reconocer que ya que El así lo indicó, en estas profecías ha estado hablando literalmente sobre el pueblo de Israel. Esa es la interpretación natural, normal y correcta. Sin embargo, hay una aplicación que podemos efectuar, teniendo en cuenta que los tratos de Dios con Israel son como un microcosmos de sus tratos con el mundo en el cual vivimos. Los principios que Dios ha usado en sus relaciones con Su propio pueblo Israel son eternos, porque están unidos al carácter y atributos de Dios. Hemos expresado algunos de ellos en los libros de Isaías y Jeremías, y ahora estamos dispuestos a extraer ciertas conclusiones de Ezequiel.
Ninguno de los profetas enfatizó la gloria y la santidad de Dios más que Ezequiel. Él vio la gloria de Dios. Esa fue la gran visión que él tuvo y que se mencionó al principio de su libro. Él nunca la olvidó y la contemplación de esa visión marcaría su vida y su ministerio para el resto de su vida. Y nosotros tampoco deberíamos olvidarla. Por lo tanto, su énfasis recayó sobre el juicio de Dios. Dios es paciente y no quiere que ninguno perezca, y por ello advirtió a Su pueblo una y otra vez que si no se volvían a Él, castigaría a Jerusalén. Dios utilizó a este profeta Ezequiel para comunicar sus advertencias de una manera muy gráfica, muy didáctica, para que todos pudieran entenderlo. Pero el pueblo no prestó la atención debida al mensaje de Dios. Entonces Jerusalén fue destruida, y Ezequiel ofreció al pueblo ánimo, aliento, a medida que miraban hacia el futuro. Pero les dijo que otro enemigo vendría. Recordemos que cuando el Señor Jesucristo estuvo en la tierra, lloró sobre la ciudad de Jerusalén, porque Él sabía que el general romano Tito llegaría dentro de unos años para destruir la ciudad, tal como el rey Nabucodonosor había hecho en el pasado.
Las cosas andaban mal por Jerusalén, y si esa ciudad iba a disfrutar de las bendiciones de Dios, los errores tenían que ser corregidos. Los mentirosos debían dejar de mentir. Los ladrones debían dejar de robar. Los que burlaban ley debían obedecerla, y la justicia debía prevalecer en la ciudad. Solo cuando Dios fuera reconocido y respetado en el país Su bendición podría venir sobre Jerusalén. Es que la justicia debe reinar antes que cualquier nación o individuo pueda experimentar el amor, la misericordia y bondad de Dios. Jerusalén estaba equivocada y el pueblo tenía sus pensamientos dominados por el mal, y estaban actuando mal. Estaban controlados por el pecado, y Dios estaba actuando con justicia al juzgarlos. Dios nunca bendice aquello que está mal.
Esto se pone en evidencia cuando contrastamos a Ezequiel y a Jeremías. Queremos destacar nuevamente este contraste de personalidades entre ambos profetas porque lo consideramos importante para un mejor conocimiento del carácter y la forma de actuar de Dios. Jeremías reveló el corazón de Dios. Dios no quiere juzgar. Como El le dijo a Isaías, el juicio era Su obra extraña. Él prefiere salvar, y eso es lo Él quiere hacer. Él no quiere que alguien perezca; y Él está muy implicado con la raza humana. La gran declaración del evangelio según San Juan, capítulo 1, versículo 14, fue que el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Esto nos revela Su amor y preocupación por nosotros. Cuando Jerusalén fue destruida, se quebrantó Su corazón. Jesús lloró sobre la ciudad tal como Jeremías había llorado siglos antes.
Ahora, en Ezequiel tenemos algo completamente diferente. En el mismo momento en que Jerusalén estaba siendo destruida, murió la esposa de Ezequiel, y Dios le prohibió a él que se lamentara, o que hiciera un duelo que demostrara tristeza por ella. El profeta tuvo que actuar como si nada hubiera ocurrido. Dios lloró sobre Jerusalén, pero no lamentó haberlo permitido. No se arrepintió por lo que había hecho, porque había actuado con justicia. Dios, con lágrimas en Sus ojos, castigó a Jerusalén y destruyó la ciudad, pero El estaba haciendo algo que estaba de acuerdo con Su carácter. El hizo lo justo, lo correcto, por que El siempre actúa con justicia. El Apóstol Pablo hizo la pregunta en Romanos 9:14: ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera! ¿Hay alguna injusticia en Dios? Por supuesto que no hay injusticia en Dios. Todo lo que Dios hace es justo. De modo que Su gloria se manifiesta en juicio. Su gracia se manifiesta en redención. Si Él no hubiera provisto esa redención para nosotros, entonces no habría ninguna clase de salvación para el hombre.
En los capítulos 38 y 39, de este libro de Ezequiel, vimos que un reino del norte que va a invadir a Israel en el futuro, será destruido. Y surge la pregunta: ¿Por qué destruirá Dios a ese enemigo? Leamos ese versículo 16 del capítulo 38 nuevamente: y subirás contra mi pueblo Israel como un nublado que cubra la tierra. Así será al cabo de los días: yo te traeré sobre mi tierra, para que las naciones me conozcan cuando sea santificado en ti, Gog, delante de sus ojos. ¿Qué va a hacer Dios? El va a destruir a ese enemigo. Alguien podría dudarlo y aun preguntar: ¿Dice usted que Dios realmente hará semejante cosa? Por cierto que lo hará. Bueno, continuemos leyendo los versículos 6 y 7 de este versículo 39:
"Y enviaré fuego sobre Magog y sobre los que habitan seguros en las costas. Y sabrán que yo soy el Señor. Haré notorio mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel y nunca más dejaré profanar mi santo nombre; y sabrán las naciones que yo soy el Señor, el Santo en Israel."
Y reiteramos la pregunta: ¿va Dios a destruir a los enemigos? Aquí dice que enviará fuego sobre Magog y sobre los que habitan seguros en las costas. La pregunta es: ¿dónde está Dios hoy? ¿Por qué no actúa en defensa de Su pueblo en la actualidad? Por todas partes podemos ver injusticias. Los creyentes son perseguidos en muchas naciones y no hay ningún respeto hoy para Dios ni para los que proclaman Su nombre. Hay muchos que opinan que Dios no es más que un anciano que cierra Sus ojos a la injusticia en este mundo, y no interviene en los asuntos humanos, ¿Por qué pues, no actúa Dios hoy contra las situaciones de injusticia que provocan tantos sufrimientos en personas inocentes? Estimado oyente, Él va a actuar cuando llegue el momento oportuno. Él va a vindicar Su gloria, pero no lo hará de una manera vengativa, con irritación. El juzgará y cuando lo haga, habrá respeto y reverencia hacia Dios en este mundo, y el ser humano, en su pequeñez, se postrará ante El.
Veamos qué dice la Biblia en cuanto a esto. En su epístola a los Romanos capítulo 2, versículo 3, el Apóstol Pablo dijo: 3Y tú, hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas y haces lo mismo, ¿piensas que escaparás del juicio de Dios? El ser humano no va a escapar al juicio. El piensa que va a salirse con la suya y evitar el castigo de su pecado, pero no lo logrará. En Hebreos 2:3 leemos: ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, Estimado oyente, ¿se da usted cuenta de que esta es una pregunta que ni siquiera Dios puede responder? ¿Cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande? Bueno, no podemos escapar. No hay respuesta para esa pregunta.
Permítanos usar un término pasado de moda que ha desaparecido del vocabulario de algunos críticos e incluso de algunos cristianos que están intentando hacer que el mundo sea un lugar mejor para vivir, para la gente que está camino del infierno. Y la expresión es la siguiente: el infierno, estimado oyente, es una terrible realidad. Usted puede interpretar esto de la manera que quiera, pero se trata de un lugar donde un Dios santo coloca a aquellos que se encuentran en rebelión contra El; que rechazan Su obra de salvación y la vida eterna que el Señor Jesucristo les ofrece; aquellos que pecan con impunidad, que blasfeman contra Dios y su Santo nombre a voluntad, o que viven como animales salvajes en nombre de la libertad, porque ello les permite complacerse en la peor inmoralidad. Estimado oyente, el Santo nombre de Dios va a ser vindicado.
¿Y cómo será vindicado el santo nombre de Dios? ¿En amor? Dios está demostrando Su amor hoy, habiendo entregado a Su Hijo a morir en una cruz. Aquellos de nosotros que pronunciamos Su nombre necesitamos aprender una lección. Necesitamos aprender que no podemos actuar con El con ligereza, con frivolidad, con poca seriedad. Por una parte, no podemos actuar ante Él con una mal entendida familiaridad. Y por otra parte, nos vamos al otro extremo, recurriendo a Él cuando nos vemos impotentes ante las situaciones límite de la vida. No podemos vivir como se nos antoje y después hacer alarde de nuestra amistad con El. Nuestro Dios es un Dios Santo y no podemos presumir ante El. No podemos pecar y después creer que podremos evitar las consecuencias de nuestro pecado. Si todo ello fuera posible, entonces Dios no sería mejor que nosotros. El ser humano es solamente una criatura. La voluntad de Dios prevalecerá y nuestra posición adecuada es inclinarnos ante El. Nuestra única libertad, en realidad, nuestra verdadera libertad hoy consiste en hacer la voluntad de Dios. EL recuerda que somos polvo, los que hemos confiando en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador, cada uno de nosotros, como pecador perdonado por la gracia de Dios puede repetir como una experiencia personal las palabras del apóstol Pablo. Este recordaba sus pecados, sus rebeliones pasadas, y en su primera carta a Timoteo, dice en el capítulo 1 versículo 13: se me mostró misericordia. Porque estas palabras expresan como el amor de Dios nos alcanzó y transformó nuestra vida. Estimado oyente, no trate usted de desafiarle. Piense que El en su grandeza y omnipotencia, podría pisotearle si así lo deseara. Pero Él le ha amado hasta el punto de entregar a Su Hijo por usted. Pero, si rechaza Su misericordia, Su gracia, y Su compasión, El le rechazará a usted. Este es Su universo, y esta es su tierra, y El está dirigiendo todo lo creado de acuerdo con Su plan perfecto. Debemos andar en el camino de la vida llevando Su paso, al ritmo que El marque. Debemos pasar de una vida de rebelión y desorden, lejos de Dios, a una vida de amistad con El, de armonía con Su Voluntad, y podemos hacerlo dando el paso de fe de confiar en el Señor Jesucristo, aceptando la obra de la redención que realizó a favor nuestro en la cruz. Y podemos apropiarnos de la victoria de Su resurrección, porque entonces podremos llevar esa victoria a nuestra vida práctica aquí en la tierra, mientras nos preparamos anticipadamente para disfrutar de la vida eterna.
Y aquí vamos a detenernos por hoy. Dios mediante en nuestro próximo programa, continuaremos con este tema y vamos a finalizar nuestro estudio de este libro de Ezequiel. Le invitamos pues, a acompañarnos en nuestro próximo programa para finalizar con nosotros el recorrido por este libro. Mientras tanto, le sugerimos que lea usted los 8 capítulos restantes antes de nuestro próximo encuentro, es decir, los capítulos 40 al 48 de este libro, para que se familiarice con su contenido. Los capítulos 40 al 48 constituyen la sección final de esta obra, y en ellos encontraremos una descripción del templo del reino de los mil años, y de la adoración que tendrá lugar en ese templo. También leeremos acerca de una visión de la tierra en esa época futura.
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