Estudio bíblico de Daniel 10:11-21
Daniel 10:10-21
Este capítulo 10 que estamos considerando puede dividirse para su estudio en las siguientes secciones o párrafos. En los versículos 1 al 4 tenemos "El tiempo, el lugar y la preparación de Daniel para la visión". En los versículos 5 y 6, se desarrolló la sección dedicada a "La visión de Cristo glorificado". Después, entre los versículos 7 y 9, vimos el párrafo titulado "El efecto transformador sobre Daniel". Hoy, en los versículos 10 al 14, desarrollaremos el párrafo titulado "El mensaje de un mensajero celestial no identificado". Después, en los versículos 15 al 21 examinaremos como, "Daniel recibió seguridad y fue fortalecido."
El contexto inmediato del pasaje de hoy proviene de "La visión del Cristo glorificado", que vimos a partir del versículo 5: Creemos que Daniel vio la transfiguración del Señor antes de que Moisés y Elías lo vieran. Es que siempre ha habido tres representantes: Moisés representó la ley. Elías representó a los profetas, pero Daniel representó a ese grupo muy particular de aquellos que habían estado en el exilio, y en este momento a él le fue dada una visión del Cristo glorificado antes del tiempo, para proporcionarle estímulo.
¡Que sorprendente similitud hay entre esta visión y la visión de Cristo después de Su ascensión a la gloria, tal como fue visto por Juan en el Apocalipsis! Veamos lo que él dijo en Apocalipsis, capítulo 1, versículos 12 al 16: "Me volví para ver la voz que hablaba conmigo. Y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y tenía el pecho ceñido con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos, como llama de fuego. Sus pies eran semejantes al bronce pulido, refulgente como en un horno; y su voz como el estruendo de muchas aguas. En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos y su rostro era como el sol cuando resplandece con toda su fuerza". Ésta fue una visión de Cristo, y nosotros creemos que Daniel vio a Cristo, no antes de Su encarnación, sino que le vio después de Su encarnación, ocupando Su cargo como intercesor sacerdotal, como Juez, y como el gran Pastor de las ovejas. Después de todo, tanto Israel como la iglesia son llamados Sus ovejas. Resulta interesante recordar que Moisés y Elías estuvieron presentes en la transfiguración de Jesús, tal como quedó registrado en el relato de los Evangelios. Pero Daniel no estaba presente. ¿Por qué? Bueno, quizás porque él ya había sido testigo de la transfiguración de Jesús, y este pasaje que estudiamos hoy es el relato de aquel evento.
A partir del versículo 7 consideramos el efecto transformador de esa visión sobre Daniel. Aunque había otros que estaban allí con Daniel, sólo él contempló la visión. Es evidente en los muchos incidentes relatados que sólo el Espíritu Santo puede identificar al Señor Jesucristo ante los hombres, y esto es lo que estaba haciendo por Daniel. Recordemos que el Señor Jesucristo dijo en Juan, capítulo 16, versículo 14, con respecto al Espíritu Santo: "Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os lo hará saber". El apóstol Pablo tuvo una experiencia similar en el camino a Damasco. En Los Hechos capítulo 9, versículos 7 y 8 leemos: "Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie. Entonces Saulo se levantó del suelo, y abriendo los ojos no veía a nadie. Así que, llevándolo de la mano, lo metieron en Damasco". Pablo había quedado ciego. Él había visto al Cristo glorificado.
En el caso de Daniel, el se quedó solo. Ésta fue la maravillosa experiencia de muchos siervos de Dios que luego han compartido gozosamente con otros. En nuestro programa anterior mencionamos a Abraham, a Moisés, a Elías, a Jeremías, a Juan el Bautista, y al apóstol Juan.
En este pasaje que tenemos ante nosotros Daniel, al encontrarse solo con Dios, y tener esta visión del Señor Jesucristo, sintió que desfallecía. Y entonces dijo: "no quedaron fuerzas en mí". La visión le causó un gran impacto, un efecto tremendo. Aparentemente quedó inconsciente. No sabemos cuánto tiempo estuvo allí. El Señor Jesucristo le dejó, y cuando él recobró el sentido, vio que un ángel había venido para ayudarle.
Pero pasemos al siguiente párrafo, donde comenzamos a escuchar:
El mensaje de un mensajero celestial no identificado
Daniel aparentemente estaba postrado en tierra boca abajo. Y entonces una mano lo tocó. Leamos entonces el versículo 10 de este décimo capítulo:
"Y una mano me tocó e hizo que me pusiera sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos."
Este mensajero celestial fue enviado por el Cristo glorificado para responder a la petición de Daniel. ¿Quién puede haber sido? Sugerimos el nombre de Gabriel. Ya que Gabriel fue enviado a Daniel en otras ocasiones sin embargo, puede haber sido otro ángel.
Leamos ahora el versículo 11:
"Me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que he de decirte y ponte en pie, porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando."
Ya hemos destacado que Daniel estaba postrado en tierra. Después fue puesto apoyado sobre sus rodillas y las palmas de sus manos. Y a continuación recibió órdenes de ponerse en pie.
Se le recordó el hecho de que era un "hombre muy amado" por Dios. Por cierto, esa era una muy buena reputación para tener en el cielo. Y entonces, Daniel se puso en pie temblando. Leamos ahora los versículos 12 y 13, de este capítulo 10 de Daniel:
"Entonces me dijo: Daniel, no temas, porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia."
Por primera vez, aquí se levantó temporalmente un velo, y se reveló que se estaba llevando a cabo una guerra en los ámbitos celestiales. Este pasaje nos revela que hay mucho más en cuanto a este universo de lo que conocemos en la actualidad. Se nos ha revelado muy poco sobre ese tema, y no deberíamos tratar de conocer más de lo que ha sido revelado sobre el mundo invisible.
Este pasaje nos revela que en el mundo que permanece invisible para nosotros se está desarrollando un conflicto, un conflicto entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas, Dios y Satanás. Aquí se revela que hay fuerzas satánicas y fuerzas celestiales.
Se le dijo aquí a Daniel "desde el primer día. . . fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido". El ángel le estaba diciendo a Daniel que su oración había sido oída inmediatamente y que él fue enviado como un mensajero con una respuesta. Pero en su camino hacia él fue obstaculizado, y no pudo llegar hasta Daniel. Esta es una declaración sorprendente, que arroja luz sobre lo que escribió Pablo a los creyentes de Éfeso en el capítulo 6, versículos 11 y 12: "Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra seres humanos, sino contra principados, (aquí están nuevamente estos principados, estos diferentes grados de los demonios), contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".
Aquí vemos otra vez los grados y el rango de las fuerzas de Satanás. Su poder puede explicar la razón por la que su oración y la mía todavía no han recibido respuesta. En realidad, la oración consiste en implicarse siempre en una batalla espiritual. Pablo dejó en claro que la oración para él la oración era una batalla espiritual. Por ello escribió lo siguiente en Romanos 15:30, "Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios". Otra versión dice "Que os esforcéis juntamente conmigo en vuestras oraciones a Dios por mi". Este "esforzarse juntamente" corresponde a la palabra griega "sunagonizom" de cuya raíz proviene nuestra palabra agonizar. Usted y yo tendríamos que agonizar en oración, es decir, desear vivamente algo y luchar intensamente a través de la oración para recibir la respuesta.
La oración se ha convertido hoy en algo ligero, sin mayor trascendencia. A veces escuchamos oraciones que, o tienen un lenguaje florido, elaborado, o son muy teológicas, y creemos que podríamos arreglarnos bien sin ellas. La oración verdadera consiste en agonizar. Es como traspasar todas las barreras para permitir actuar libremente al poder espiritual. No se trata de entretener al Señor con un lenguaje atractivo, ni de ser muy profundos teológicamente. Estimado oyente, no olvidemos que estamos implicados en una batalla espiritual.
Y el ángel le dijo a Daniel: "Cuando tú comenzaste a orar, Dios me envió a responder a tu oración, pero no pude llegar hasta ti porque en el camino, el príncipe del reino de Persia se me opuso por veintiún días". ¿Y quién era él? Ningún príncipe humano podría haber hecho tal cosa. Este era evidentemente un enviado de Satanás, uno de los demonios. Sabemos que Dios tiene a sus ángeles organizados, y aparentemente Satanás también tiene a sus demonios organizados como un ejército. Están los generales y los coroneles. Tenientes, sargentos, etc. Aparentemente este ángel fue superado en rango por el ángel satánico que era el príncipe del reino de Persia, y de esa manera, él no pudo continuar su misión y tuvo que pedir refuerzos. En realidad, Miguel, el arcángel, tuvo que venir para despejarle el camino.
¿Por qué estaría bloqueado el camino? Bueno, Daniel iba a recibir información sobre el reino de Persia y sobre el reino de Grecia (veremos esto cuando lleguemos al capítulo siguiente, el capítulo 11). Y naturalmente, Satanás no quería que esa información trascendiera. Era una información secreta que él no quería que se facilitara a la familia humana. Pero Dios quiso que la información llegara a Daniel.
Continúa diciendo el versículo 13: "Pero Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia". Aparentemente allí se estaba desarrollando algún conflicto que implicaba a los reyes de Persia (recordemos que Daniel estaba en Persia) y eran necesarias algunas fuerzas celestiales para proporcionar ayuda. Esto ocurrió aproximadamente en el tiempo en que Daniel tuvo la experiencia de ser puesto en el foso de los leones. Es que el Señor estaba activo a favor de Daniel sin que éste supiera nada al respecto.
Nosotros como creyentes, estimado oyente, debemos reconocer que estamos comprometidos en una lucha espiritual, y es sorprendente cuántas veces el diablo pone en cortocircuito, interrumpe, nuestra vida de oración.
Una de las razones por las cuales las reuniones públicas de oración son tan muertas desde un punto de vista espiritual es que aquellos que van allí se limitan a expresar algunas hermosas y breves oraciones sin ser conscientes de que se está desarrollando una batalla espiritual. Hay una guerra que debe ser luchada, y ganada. Pablo mencionó este asunto nuevamente en su Segunda epístola a los Corintios, capítulo 10, versículos 3 al 5; dijo el apóstol: "Aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, destruyendo especulaciones, y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo".
Amigo oyente, la vida cristiana es una tarea mucho más grande de lo que nosotros hemos imaginado que sería. Usted y yo debemos reconocer que necesitamos el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas, y cuánto necesitamos la presencia de Cristo. Necesitamos ser más conscientes del hecho de que estamos implicados en una guerra espiritual. Ahora, volviendo al capítulo 10 de Daniel que estamos considerando, leemos aquí en el versículo 14:
"He venido para hacerte saber lo que ha de sucederle a tu pueblo en los últimos días, porque la visión es para esos días."
Esta es la llave que abre la puerta del entendimiento al resto del libro de Daniel. Hay tres elementos que caracterizan a esta visión final:
1. La visión concierne, en palabras del texto, "a tu pueblo". Creemos que podemos identificar dogmática y categóricamente la profecía como teniendo a Israel como su sujeto. Si alguien tratara de interpretar este hecho de alguna otra manera, entonces la semántica y la sintaxis no tienen sentido. La expresión "tu pueblo" significa Israel.
2. La visión será cumplida "en los últimos días". El profesor McGee cree que esta afirmación coloca el cumplimiento final en el período de la semana setenta, que corresponde al período de la Gran Tribulación. Los "últimos días" sitúan el cumplimiento al final de dicho período.
3. Otra versión traduce la última parte del versículo 14: "porque la visión es para días aún lejanos". Esto enfatiza el hecho de que se espera el transcurso de un prolongado período de tiempo, no sólo en cuanto al cumplimiento, sino también hasta que la visión sea completada.
Así es que ahora nos encontramos con las dos partes de la visión: la parte histórica (es decir, que fue profética cuando fue revelada, pero ya ha sido cumplida) y la parte profética que todavía no se ha cumplido.
Leamos ahora, los versículos 15 y 16 de este capítulo 10 de Daniel, que nos relatan como:
Daniel recibió seguridad y fue fortalecido
"Mientras me decía estas palabras, yo tenía los ojos puestos en tierra y había enmudecido. Pero uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí la boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores y no me quedan fuerzas."
Como podemos comprobar, esta gran experiencia había causado un efecto tremendo físico sobre Daniel. Y continuó diciendo en los versículos 17 y 18:
"¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltaron las fuerzas, y no me quedó aliento. Aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, me fortaleció"
Cuando uno escucha a la gente decir que ha tenido la visión de un ángel, y no parece haberles afectado mucho, entonces nos damos cuenta que no han visto a un ángel, porque esta experiencia de ver un ángel, sin duda alguna, le causó un gran impacto a Daniel. Ahora, el mensajero divino habló y dijo en los versículos 19 y 20 de este capítulo 10:
"Y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y cobra aliento. Mientras él me hablaba, recobré las fuerzas y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido. Él me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá."
O sea, que otro ángel que representaba a Grecia vendría, que sería otro principado satánico. El ángel que estaba hablando con Daniel tenía que regresar a la batalla que estaba teniendo lugar. Y en el versículo 21 dijo:
"Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad: nadie me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe."
Destacamos la frase "lo que está escrito en el libro de la verdad". El ángel dirigió a Daniel a la Palabra de Dios. Aquí dice: "escrito", esto indica que ha sido anotado, registrado. En otras palabras, Daniel no oiría ni vería nada que estuviera en contradicción con la Palabra de Dios.
Estimado oyente, la Palabra de Dios es la única arma disponible para el hijo de Dios para un uso efectivo en la guerra espiritual. Ha sido llamada "la espada del Espíritu", y nos preguntamos si realmente sabemos como usar nuestras espadas. Y estimado oyente, en este proceso de saber utilizar con eficacia la Palabra de Dios, le invitamos a acompañarnos en el estudio del capítulo 11 y le sugerimos lea anticipadamente este capítulo para estar familiarizado con su contenido y poder así, juntos, continuar analizando la continuación de esta visión.
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