Estudio bíblico: Visión de Daniel junto al río - Daniel 10:1-21
Visión de Daniel junto al río (Daniel 10:1-21)
Introducción
En el capítulo anterior Dios le mostró a Daniel un resumen general de su plan para la plena restauración de Israel. Ahora los capítulos 10 al 12 contienen la visión final que el profeta recibió y en la que encontramos detalles específicos del plan de Dios en relación con su pueblo Israel. En esta ocasión su predicción abarca el período que transcurre entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, con referencia especial a los imperios medo persa y griego. Pero finalmente, Daniel recibe también información sobre los sucesos relacionados con el tiempo de la tribulación escatológica que Israel experimentará cuando el anticristo aparezca en la escena.
En los primeros seis capítulos del libro ya vimos diversos ejemplos históricos que sirvieron para demostrar que Dios controla los sucesos políticos de todas las naciones. En el resto de los capítulos él sigue anunciando los eventos que han de suceder en el futuro. Todo cuanto ocurre es conocido de antemano por Dios, y él tiene la última palabra. Esto ofrecía un fuerte consuelo y motivación al pueblo de Dios que en aquellos días atravesaba por momentos difíciles.
Todos los cristianos necesitamos recordar estas grandes verdades porque nos encontramos dentro de una intensa lucha espiritual, aunque no siempre somos conscientes de ello.
El capítulo 10 contiene el relato de la forma en la que Dios preparó al profeta para recibir una nueva visión que le descubriría la verdadera naturaleza espiritual del conflicto en la que se encontraba el pueblo de Dios. Y Daniel necesitaba de esta preparación porque la profecía asustaría a cualquier persona.
Ocasión de la visión y la respuesta de Daniel
(Dn 10:1-3) "En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión. En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas."
Como en ocasiones anteriores, Daniel fija históricamente el tiempo de su visión: "En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar". Esto nos sitúa en el año 536 a.C. Dos años antes Ciro había decretado que los judíos que lo desearan podían volver a Jerusalén, y más de cuarenta y dos mil emprendieron el camino de regreso (Esd 2:64). En este momento los exiliados ya habían comenzado la reconstrucción del templo. Quizá Daniel, por su avanzada edad (tendría más de ochenta años), no regresó junto a los otros exiliados, aunque también pudo ser que sus deberes en el gobierno se lo impidieran.
El capítulo comienza con la descripción del conflicto que la nueva revelación produjo en Daniel: "La palabra era verdadera, y el conflicto grande". Tal como ya le había ocurrido anteriormente, los sucesos anunciados le afligieron y le dejaron preocupado. Según veremos, este "conflicto grande" puede referirse al hecho de que el mismo Satanás se opuso a que el profeta recibiese la comunicación divina, o también a los graves acontecimientos por los que el pueblo de Israel tendría que pasar y que la profecía anunciaba.
En cuanto al contenido de la profecía se nos dice que Daniel "comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión". Aun así, como luego veremos, todavía necesitaba a un intérprete angelical para que le aclarara algunos detalles.
Al entender las graves dificultades por las que su pueblo habría de pasar, Daniel estuvo "afligido por espacio de tres semanas". Fue un tiempo que él dedicó a la oración y el ayuno: "No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas". Suponemos que fue un tiempo de intensa oración a favor de su pueblo y también pidiendo entender plenamente la palabra recibida.
Un mensajero celestial se presenta a Daniel
(Dn 10:4-12) "Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel. Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando."
Las tres semanas en las que Daniel se entregó enteramente a la oración y el ayuno concluyeron "el día veinticuatro del mes primero". Recordemos que el mes primero era cuando los israelitas tenían la obligación de celebrar la pascua y los siete días de la fiesta de los panes sin levadura (Lv 23:5-6). Y puesto que Daniel ha dicho: "No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino", debemos entender que en esta ocasión él no celebró la pascua. ¿Por qué no comió el cordero pascual? Todo parece indicar que el profeta había quedado muy afectado por la revelación recibida.
En cuanto a la localización exacta, el texto nos dice que estaba "a la orilla del gran río Hidekel", es decir, el río Tigris, a unos 55 kilómetros de Babilonia. No se nos dice cuál fue la razón para su estancia en ese lugar, tal vez se encontraba allí por algún asunto relacionado con el gobierno.
Fue en ese contexto cuando Dios contestó a las oraciones de Daniel enviándole un mensajero celestial: "Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud".
Toda la descripción que se hace de este "varón" es superlativa, intentando reflejar los rasgos extraordinarios de este personaje celestial.
Estaba "vestido de lino fino", lo que simboliza su pureza (Ap 15:6) (Ap 19:14).
Tenía "ceñidos sus lomos con oro de Ufaz". Ufaz era un conocido como un lugar productor de buen oro (Jer 10:9). Y el hecho de que este varón llevara un cinturón de este oro indica su alta dignidad.
"Su cuerpo era como de berilio". El berilio era una piedra preciosa, lo que daba un bello aspecto a este varón.
"Su rostro parecía un relámpago". La idea puede ser que era muy brillante.
"Sus ojos como antorcha de fuego", que sobresalían en el resplandor de su rostro.
"Sus brazos y pies como de color bronce bruñido". Una vez más se enfatiza el brillo y resplandor de este ser angelical.
"Y el sonido de sus palabras como estruendo de una multitud". A su aspecto físico hay que añadir su potente y autoritaria voz.
En cuanto a la identificación de este personaje celestial se ha debatido mucho. Algunos lo asocian con la descripción de Cristo exaltado que encontramos en (Ap 1:13-16). Pero quizá sea más apropiado pensar que toda su descripción tiene la intención de mostrarnos su origen celestial; alguien muy próximo al trono de Dios. Esto debe ser así, porque si se tratara realmente del Hijo de Dios no habría explicación para que necesitara ser ayudado por el ángel Miguel cuando el príncipe de Persia se le opuso (Dn 10:13).
Su poder y gloria eran tan impresionantes que los hombres que estaban con Daniel, una vez que sintieron la presencia de este ser sobrenatural huyeron, dejando solo al profeta: "Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión".
En cuanto a Daniel, la visión también le dejó sin fuerzas: "y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno".
Parece que cuando comenzó a oír el sonido de sus palabras cayó en un profundo sueño sin llegar a recibir la revelación que venía a entregarle: "Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra".
Fue entonces cuando el ángel le despertó para que pudiera recibir la revelación: "Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos". En todo caso, parece que Daniel quedó postrado de rodillas apoyado sobre sus manos.
Después el ángel le animó a ponerse en pie: "Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando".
Notemos la forma en la que el ángel se dirige a Daniel: "varón muy amado". Es evidente que su vida de dedicación a Dios y la fidelidad con que le había servido le habían hecho merecedor de este título. Y a continuación se le pide que se incorpore para recibir una nueva revelación a la que debería estar muy atento.
La explicación del mensajero celestial
(Dn 10:12-14) "Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días."
El ángel sigue animando a Daniel, y lo hace diciéndole que su presencia está relacionada con la contestación de Dios a sus oraciones: "Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido".
Aquí vemos que Daniel había sido escuchado el primer día de su oración. Esto se debía a que como ya se le había dicho antes, el profeta era "varón muy amado" por Dios. Pero además, había dispuesto su corazón "a entender y a humillarse". Esto indica el anhelo ferviente que Daniel tenía por conocer la voluntad de Dios y cumplirla. Cuando esto se cumple, no hay duda de que Dios se revelará a tal persona.
No obstante, Daniel podía preguntarse por qué el mensajero celestial se había demorado tanto en contestar a su oración. Recordemos que el profeta había estado "afligido por espacio de tres semanas" (Dn 10:2). Y aunque Daniel no manifestó esta inquietud, el ángel se dispuso a contestarle: "Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia".
El mensajero divino había salido el primer día de las tres semanas para contestar sus ruegos, sin embargo tuvo que luchar durante veintiún días contra "el príncipe del reino de Persia". Entendemos que este "príncipe" debe haber sido un adversario satánico, un ángel maligno que estaba asociado al reino de Persia. Tal vez podamos sacar de aquí la conclusión de que existe cierta organización en el mundo de los ángeles caídos orientada a intervenir en el mundo de los hombres, asignando a algunos de sus ángeles principales a los más importantes gobiernos de este mundo. Aunque debemos ser prudentes y no ir más allá de lo que el texto nos dice.
Satanás mismo y sus ejércitos se involucraron activamente en este conflicto a fin de intentar impedir los planes de Dios. Aquí tenemos una pequeña prueba de la guerra que se libra en las regiones celestiales entre los ángeles de Dios y los demonios.
Por lo tanto, habían sido las fuerzas de Satanás las que habían ocasionado el retraso en contestar la oración de Daniel. Lo cierto es que nunca pensamos que esta pueda ser la causa del retraso en ser contestadas nuestras oraciones. Y por otro lado, esto nos lleva también a pensar que aunque la oración de Daniel podría parecer insignificante, tuvo repercusiones cósmicas. En realidad, la oración siempre consiste en implicarse en una batalla espiritual. Este pasaje nos revela que existe un mundo de maldad que permanece invisible para nosotros pero que está en permanente conflicto a fin de que la voluntad de Dios no se lleve a cabo en el mundo de los hombres. Esto conflicto entre las fuerzas satánicas y las celestiales es descrita también por el apóstol Pablo:
(Ef 6:12) "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes."
Parece que este ángel tuvo dificultades con el ángel satánico del príncipe del reino de Persia y tuvo que ser ayudado por "Miguel, uno de los principales príncipes". Su nombre significa "quién como Jehová", y es llamado "arcángel" en (Jud 1:9). También lo encontramos conduciendo un ejército angelical contra el dragón y sus ángeles en (Ap 12:7-9). Ahora vuelve a aparecer aquí para despejar el camino a fin de que el mensajero celestial pudiera llegar hasta Daniel y le diera la información relativa a los reinos de Persia y Grecia que encontramos en el capítulo siguiente. Evidentemente Satanás no quería que esta información llegara a Daniel y a los hombres.
En este punto no deja de sorprendernos que Satanás tenga tanto interés en que la Biblia no llegara a los hombres y que los hombres tengan tan poco interés en conocerla. No obstante, los esfuerzos de Satanás en esta dirección no han cesado y él sigue trabajando activamente para desacreditar el mensaje bíblico o para que los hombres no se acerquen a él.
Debemos notar que aunque el "príncipe de Persia" logró estorbar por "tres semanas" la entrega del mensaje, finalmente no pudieron impedirlo. Esto nos muestra que aunque Satanás y sus seguidores tienen poder, se trata de un poder limitado.
También nos llama la atención el hecho de que aunque Dios podría haber intervenido para zanjar el asunto inmediatamente, sin embargo no lo hizo. El asunto parece que se resolvió entre los mismos ángeles. Es curioso ver cómo el conflicto en el reino de los hombres repercute de alguna manera en el conflicto entre los seres angelicales.
En todo caso, puesto que la información proporcionada aquí es muy escasa, debemos evitar ir más allá de lo que se nos dice. Y decimos esto porque más tarde en el judaísmo empezaron a clasificar a los ángeles en jerarquías y a asignarles papeles especiales. De este modo, llegaron a pensar que era más conveniente acudir a ellos en lugar de hacerlo directamente a Dios. Siglos más tarde esta idea pasó al gnosticismo y también al cristianismo, donde se introdujo la figura de otros mediadores entre Dios y los hombres.
En cuanto al contenido del mensaje que Daniel iba a recibir, el ángel dice lo siguiente: "He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días".
En primer lugar notamos que la profecía que será ampliamente expuesta en los capítulos siguientes tiene que ver con "tu pueblo", es decir, con Israel. Y tiene que ver con un período que se describe aquí como "los postreros días". Este término es usado de varias formas en la Biblia para referirse al futuro, frecuentemente entendido desde la perspectiva del mismo profeta (Gn 49:1) (Nm 24:14) (Dt 4:30) (Dt 31:29) (Jer 30:24) (Is 2:2) (Ez 38:8) (Os 3:5) (Ez 38:16) (Jer 48:47) (Jer 49:39). Cuando estudiemos la profecía en los siguientes capítulos, veremos que este tiempo futuro se extiende tanto a la época de Antíoco Epífanes como a los tiempos finales cuando el anticristo perseguirá a la nación de Israel antes de ser librada por la venida de Cristo.
El profeta recibe fortaleza
(Dn 10:15-11:1) "Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza. ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento. Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido. El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá. Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe. Y yo mismo, en el año primero de Darío el medo, estuve para animarlo y fortalecerlo."
Cuando Daniel supo algunos de los detalles de este conflicto entre los ángeles, y que ésta había sido la razón por la que se había retrasado la respuesta a su oración, él quedó fuertemente impresionado y sin palabras: "Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido". Una vez más la grandeza de estas revelaciones hicieron sentir al profeta su indignidad y debilidad.
Fue entonces necesario que Daniel fuera fortalecido de manera sobrenatural para poder seguir aprendiendo lo que Dios le quería transmitir: "Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios". En cuanto a la identidad concreta de este personaje "con semejanza de hijo de hombre", no es fácil de determinar, pudiéndose referir tanto a un ángel como al mismo Hijo de Dios. En todo caso, tanto la magnitud de la profecía recibida como la presencia de este ser especial, hicieron sentirse a Daniel totalmente indigno de seguir hablando con él sobre estos temas.
Pero este ser "tocó sus labios", lo que es un gesto simbólico que servía para fortalecerle y hacerle sentir libre de su indignidad. En este sentido, es muy interesante ver también el caso de Isaías cuando fue llamado al ministerio profético (Is 6:7).
Después de esto el profeta recobró de nuevo las fuerzas y pudo seguir hablando: "Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza".
Lo primero que expresó es cómo estas revelaciones sobrenaturales le habían abrumado en extremo, al punto de quedar completamente debilitado: "¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento".
Tal era el estado de asombro en el que Daniel se encontraba que fue necesario que nuevamente este personaje celestial volviera a animarle: "Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate". A Daniel se le habían abierto las puertas de un ámbito espiritual que le habían dejado muy impresionado, de tal modo que necesitó palabras de aliento para vencer el fuerte sentido de indignidad que sentía.
Después de esto recobró el ánimo y pudo seguir recibiendo la revelación de Dios: "Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido". Aunque no se nos dice con frecuencia, ésta debió de ser la misma experiencia que tuvieron muchos de los hombres que fueron usados por Dios para transmitirnos su Palabra. Aunque probablemente lo sea también para aquellos que la estudian y meditan en ella con seriedad.
Después de esto Daniel pudo comenzar a recibir los detalles del mensaje divino: "El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá".
El ser espiritual que hablaba con Daniel debía volver nuevamente a la batalla; primero con el "príncipe de Persia" y luego con "el príncipe de Grecia". Parece que no sólo los hombres estamos en un permanente conflicto con las fuerzas del mal. Según vemos, este conflicto involucra poderes mundiales, imperios, pero también seres espirituales. Vemos también que la voluntad de Dios es segura, pero no se establece sin oposición.
La referencia a Persia y Grecia son necesarias porque el pueblo de Dios iba a ser afectado por ambas naciones. La batalla continuaba. La sucesión de reinos en este mundo no serviría para que el pueblo de Dios estuviera libre de conflictos. No debemos esperar que estos cambios nos favorezcan, porque todo este mundo está bajo el control del Maligno.
En esta lucha espiritual los hombres no están solos. Aquí vemos que el mensajero celestial que hablaba con Daniel había sido ayudado por "Miguel vuestro príncipe", y él mismo estuvo en el año primero de Darío el medo para animar y fortalecer a Miguel. Deducimos por lo tanto que hay reciprocidad y ayuda mutua entre los ángeles de Dios.
En todo caso, las maquinaciones de los hombres o de los ángeles, no causan sorpresa a Dios, quien es eterno y conoce el fin desde el principio. Por esa razón el mensajero celestial le dice a Daniel: "Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad".
Preguntas
¿Por qué Daniel estuvo ayunando?
1. ¿Qué nos dice la condición física de Daniel después de su encuentro con el mundo angelical?
2. ¿Cómo el conflicto angelical y la oposición afecta la voluntad de Dios?
3. ¿Qué nos enseña en cuanto a la guerra espiritual? ¿Cómo debe afectarnos?
Comentarios
Martha Judith (México) (18/09/2022)
Si fuera el varon celestial un angel y no Jesucristo mismo no le hubieta permitido a Daniel
Que le dijera Señor... Daniel 10:16 como pues, podra el siervo de mi Señor hablar con mi Señor?...
recordemos que Daniel es siervo de Jehova Dios y siervo tambien de Jesucristo por eso repite la palabra Señor...igual que David
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