Estudio bíblico de Hebreos 6:6-20
Hebreos 6:6-20
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por este capítulo 6, de la epístola a los Hebreos. En nuestro programa anterior afirmamos que el escritor de la carta a los Hebreos estaba hablando del "fruto" de la salvación, y no sobre la "raíz" de la salvación. Observemos otra vez lo que dice el versículo 9: "9Pero en cuanto a vosotros, amados, estamos persuadidos de cosas mejores, pertenecientes a la salvación, aunque hablamos así". El autor no había estado discutiendo o argumentando en cuanto a la salvación, sino en cuanto a los elementos que acompañan la salvación. Él estaba hablando del fruto de la vida del cristiano, y de la recompensa que él recibe como resultado. Todo el pensamiento que inspira este pasaje expresa una advertencia contra la posibilidad de que sus lectores perdieran su recompensa. Y entonces, leímos las palabras de Pablo en 1 Corintios 3:11-15.
Ahora observemos que el escritor estaba ilustrando el fruto de la vida del cristiano, en los versículos 7 y 8 de este capítulo 6 de Hebreos: "7La tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida y su fin es ser quemada". Si la vida del creyente produce fruto, recibirá la bendición de Dios; si produce espinas y abrojos, es rechazada.
Cuando Pablo le escribió a Tito, un joven predicador, le dijo en el capítulo 3 de la epístola a Tito, versículo 5: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia". Al leer estas palabras uno se sentiría inclinado a pensar que el apóstol Pablo no le estaba dando mucha importancia a las buenas obras. Pero cuando uno lee el versículo 8 de este mismo capítulo 3, de la epístola a Tito, puede apreciar la imagen completa del pensamiento del apóstol. Allí dijo Pablo: "y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras". Las buenas obras no entran en el asunto de la salvación, pero cuando uno se convierte en un hijo de Dios a través de la fe en Cristo, entonces, las buenas obras adquieren una suprema importancia. Estimado oyente, si usted es creyente, es importante que viva la vida cristiana en su experiencia diaria de la lucha por la vida.
Antes de que uno nazca espiritualmente, las obras no entran en consideración. Porque uno no puede presentarlas ante Dios. El no las aceptará. La Biblia, concretamente el profeta Isaías en 64:6, puede compararse a trapos sucios. Usted no puede esperar que Dios acepte un montón de ropa sucia. Él está aceptando a pecadores, pero Él nos acepta en base a la redención que tenemos en Cristo. Cuando recibimos a Cristo como Salvador, nacemos de nuevo, esta vez espiritualmente, y nos convertimos en hijos de Dios. Cuando esto sucede, somos, como dijo el apóstol Pedro en su primera carta, 2:9: "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable". Bueno, una vez que usted ha sido salvo, tiene que demostrar por medio de sus buenas obras y ante el mundo, que ha sido redimido por Dios. En consecuencia, el creyente tiene ahora algo que demostrar, y que será juzgado. Si él va a continuar siendo espiritualmente como un niño, o siendo nada más que un causante de problemas, alejando a las personas de Cristo, en vez de acercarlas a Él, seguramente no recibirá una recompensa. En realidad, se va a sentir avergonzado cuando Cristo venga.
Ahora, en los versículos 4 al 6 de este capítulo 6 de la epístola a los Hebreos, leemos: "4Es imposible que los que una vez fueron iluminados, gustaron del don celestial, fueron hechos partícipes del Espíritu Santo 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla". Estos versículos nos llevan al mismo centro de nuestro estudio.
Con respecto a la palabra "y recayeron", es un término interesante en el Griego. Corresponde a la palabra "parapipto" y significa simplemente "tropezar" o "caerse". Sería imposible asignarle a esta palabra el significado de "apostatar". Fue la misma palabra usada de nuestro Señor cuando fue al jardín de Getsemaní, "cayó sobre su rostro y oró" (como vemos en Mateo 26:39).
Hay muchos ejemplos en la Biblia de hombres que "cayeron". El apóstol Pedro cayó, pero no se perdió. Como vemos en Lucas 22:32, el Señor le dijo: "Yo he rogado por ti, para que tu fe no falte". Pedro sufrió una pérdida, pero no se perdió. En Juan Marcos tenemos otro ejemplo. Él fracasó tan rotundamente en el primer viaje misionero del apóstol Pablo, que cuando su tío Bernabé sugirió que Juan Marcos continuase en el segundo viaje misionero, el apóstol Pablo no lo aceptó. En vista del fracaso de aquel joven, el apóstol consideró que su trato con él había terminado, como podemos ver en el relato de aquel incidente, en Los Hechos 15:37-39. Pero podemos dar gracias a Dios que aunque él tropezó y cayó, Dios no había terminado con él. Incluso el apóstol Pablo, antes de morir, reconoció que había juzgado mal a Juan Marcos. En su última epístola, en su segunda carta a Timoteo 4:11, el apóstol escribió: "Toma a Marcos y tráelo contigo, porque me es útil para el ministerio". Ahora bien, ni el apóstol Pedro ni Juan Marcos perdieron su salvación, pero seguramente fracasaron y en consecuencia, se perdieron la bendición de Dios
Si observamos lo que dice el primer versículo de este capítulo 6 de la epístola carta a los Hebreos, podremos ver que Pablo estaba hablando a la gente en cuanto al arrepentimiento de obras malas o muertas. No estaba hablando de salvación, sino de arrepentimiento. Recordemos que Juan el Bautista predicó este mismo mensaje a la gente, diciéndole: "Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento" (como podemos ver en Lucas 3:8). Él se estaba refiriendo a todo aquello que es una evidencia de arrepentimiento. El arrepentimiento, en nuestro tiempo, no significa el derramar unas cuantas lágrimas; significa un cambio de dirección en su vida, en su forma de vivir.
Muchos de aquellos creyentes judíos estaban regresando a los sacrificios del templo de aquella época, y el escritor a los Hebreos les estaba advirtiendo del peligro de aquella conducta. Antes de que Cristo viniera, cada sacrificio era una figura de Él y señalaba hacia Su venida. Pero después que Cristo vino y murió en la cruz, aquello que Dios había mandado a hacer en el Antiguo Testamento, en la nueva época, se convirtió en pecado.
Es que aquellas personas se encontraban en un momento estratégico de la historia. El día anterior a la crucifixión de Jesús ellos habían ido al templo para presentar sacrificios, en obediencia al mandato de Dios. Pero en la nueva época, esa práctica constituía un error hacerlo así. ¿Por qué? Porque Jesús se había convertido en aquel sacrificio, de una vez por todas. Si hoy usted ofreciera un sacrificio de sangre, estaría sacrificando otra vez al Señor Jesús, porque estaría insinuando que cuando Él murió hace más de dos mil años, su sacrificio fue inútil, y que usted aun necesita un sacrificio para cubrir su pecado. Querría decir que usted no tendría fe en la expiación de Cristo, en Su muerte, en Su redención. Como alguien ha dicho, nosotros, o crucificamos o coronamos al Señor Jesucristo por medio de nuestras vidas. Hoy exhibimos, o una vida de fe, o una vida por medio de la cual le crucificamos a Él otra vez, especialmente cuando pensamos que tenemos que colocarnos nuevamente bajo el sistema de la ley de Moisés, e intentar cumplir la ley para salvarnos. El regresar a un sistema legal o legalista constituye un asunto grave.
Observemos nuevamente el versículo 6: "y recayeron, es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento". ¿Por qué sería imposible que fueran renovados otra vez para arrepentimiento? Recordemos que estamos hablando sobre el fruto de la salvación. Es un asunto serio haber aceptado a Cristo como Salvador y después vivir en el pecado, anulando lo que usted hace por ser un niño espiritualmente hablando, sin crecer nunca, sin hacer otra cosa en el mundo que acumular un montón de madera, heno y paja. Pablo dijo lo mismo con diferentes palabras en 1 Corintios 3:11; "11Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo". Estimado oyente, su salvación es un fundamento. Usted se apoya en él, pero también edifica sobre él. Usted puede edificar con seis diferentes clases de materiales: madero, heno, paja, oro, plata y piedras preciosas. ¿Qué clase de materiales está usted utilizando hoy? ¿Está usted edificando con mucha madera, heno o paja? Hay mucho trabajo cristiano que no es otra cosa que dichos materiales. Puede haber mucha organización y comités coordinadores, pero, ¿tienen nuestras vidas realmente valor para Dios? ¿Habrá gente en el cielo que podrá señalarle a usted y decirle: "yo estoy aquí a causa de su vida y testimonio" o "yo estoy aquí porque usted me presentó la Palabra de Dios"? Tengamos sumo cuidado de no edificar con materiales como madero, heno o paja.
Por cierto, ¿qué diferencia hay entre un montón de paja y un anillo de diamantes? Y usted puede perder un anillo en un pajar, debido al tamaño reducido del anillo. Nos tememos que hay muchas personas que están construyendo un montón de paja, para causar una cierta impresión a los demás. Algunas están presionadas porque tienen que presentar informes sobre sus actividades, informes de actividades cristianas que superen a informes anteriores en rendimiento y efectividad. ¡Ah, si tales personas pasaran más tiempo en la presencia de Dios! Entonces estarían enseñando a otros la Palabra de Dios, y muchos se volverían a Cristo y estarían creciendo espiritualmente en su relación con Él. Recordemos que las obras de cada cristiano serán sometidas a prueba por el fuego. ¿Y qué le hará el fuego a la madera, al heno y a la paja? Bueno, que se reducirán a una columna de humo que se desvanecerá en el aire. No quedará nada, sólo cenizas. Esto es de lo que el escritor de los Hebreos estaba hablando.
En Juan 15 el Señor Jesús habló del hecho de que Él es la vida, la vid verdadera, y nosotros somos las ramas, los pámpanos, los sarmientos. Y tenemos que producir fruto. Dicen los versículos 7 y 8 del citado capítulo 15 de Juan: "7Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho. 8En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos". Él quiere que demos mucho fruto. Y cuando hay una rama que no produce fruto, ¿qué hace Dios? Dice el versículo 6 de este capítulo de Juan: "6El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, los echan en el fuego y arden". O sea que Dios la retirará, la removerá del lugar donde tiene lugar la producción del fruto; esto es lo que el Señor Jesús estaba diciendo.
Tenemos que tener mucho cuidado, amigo oyente, en cuanto a nuestra vida cristiana. No podemos vivirla por nuestras propias fuerzas. Necesitamos recordar que Jesucristo es la Vid. Si tenemos vida, es porque proviene de Él. Y si hay algún fruto en nuestras vidas, es que viene de Él. Somos una especie de varas que conectan, así como las ramas se conectan con la vid y entonces producen fruto. Cristo dijo, en Juan 15:4, "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí".
Recordemos otra vez la frase: "y recayeron" es imposible que "sean otra vez renovados para arrepentimiento". Ellos podrán derramar todas las lágrimas que quieran, pero habrán perdido su testimonio. Por ejemplo, un creyente vino a contarnos su situación. Se trasladó a una nueva área e intentó establecer un ministerio cristiano, pero fracasó. Había dado lugar al pecado en su vida y había perdido la eficacia de su testimonio. Entendemos entonces la frase "es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento". No cuestionamos la salvación de aquel creyente: era un cristiano con muchos dones que hubiera podido ser usado poderosamente por Dios, pero no ocurrió así. Y el versículo 6 continúa diciendo que tales personas estaban "crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla". Estimado oyente, en cualquier momento en que usted, como alguien que ha nacido de nuevo espiritualmente como un hijo de Dios, vive como uno de los hijos del Diablo, es como si usted estuviera crucificando al Hijo de Dios, porque Él vino para darle a usted una redención perfecta, y para capacitarlo por el Espíritu Santo que mora en usted, para que pueda estar lleno, controlado por el Espíritu y viva para Él.
Recordemos el versículo 7, que ya hemos leído anteriormente y que dice: "7La tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios". Los productos del jardín constituyen una bendición para las personas. Pero dice el versículo 8 de este sexto capítulo de Hebreos: "8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida y su fin es ser quemada". La palabra "reprobada" corresponde a la palabra griega "adokimos". Y es la misma palabra que usó Pablo cuando escribiendo a los creyentes de Corinto, en su primera carta 9:27, les dijo: "27sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado". Esta última palabra, "eliminado", corresponde también a la palabra griega "adokimos", que significa "no aprobado". En realidad, Pablo estaba diciendo: "Cuando yo llegue a Su Presencia no quiero ser desaprobado. No quiero que el Señor Jesús me tenga que decir: Has fracasado. Tu vida debería haber sido un testimonio pero no lo fue". Estimado oyente, usted va a escuchar esas palabras si no está viviendo para Él.
Ahora observemos la clave de este capítulo que se encuentra en el versículo 9, que dice. "9Pero en cuanto a vosotros, amados, estamos persuadidos de cosas mejores, pertenecientes a la salvación, aunque hablamos así". El escritor a los creyentes hebreos estaba diciendo: "Estoy persuadido que vosotros vais a vivir para Dios, y que no vais a permanecer, espiritualmente hablando, siendo niños en Cristo; sino que creceréis hacia la madurez". Continuemos entonces leyendo el versículo 10 de este sexto capítulo de Hebreos:
"Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndolos aún."
Aquí destacamos que "la obra y el trabajo de amor" no le salvará, pero si usted ha sido salvado, esas obras serán el motivo de su recompensa. Aquí es donde entran las buenas obras. Aunque no tienen nada que ver con su salvación, con toda seguridad desempeñan una parte muy importante en la vida del creyente. Continuemos leyendo el versículo 11:
"Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza"
Realmente necesitamos esta plena seguridad de la esperanza hasta el fin. Y añade el versículo 12:
"A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas."
Dios nos ha dejado numerosas promesas, que serán una realidad si somos fieles a Él. Dice el versículo 13 de este sexto capítulo de Hebreos:
"Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo."
Sabemos que cuando alguien jura, lo hace por algo o alguien que sea mayor que Él. Y ya que no hay nadie más grande que Dios, juró por Sí mismo. Y continúa diciendo el versículo 14:
"Diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente."
Dios le había hecho esta promesa a Abraham, como podemos leer en Génesis 22:15-18, y Hebreos 11:19. Y dice además el versículo 15,
"Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa."
Aquí tenemos algo que es verdaderamente extraordinario. Abraham resistió pacientemente, y recibió una nueva certeza por creer en Dios. Cuando usted confía en Dios, crece en la gracia y en el conocimiento de Él, por medio del estudio de Su Palabra. Esta actitud lo coloca a usted en un lugar de seguridad que nadie puede negar ni poner en duda. Y en el versículo 16, leemos:
"Los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación."
Cuando las personas confirman una declaración con un juramento, se pone fin a toda disputa. Dice el versículo 17 de Hebreos 6:
"Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento"
Cuando Dios hace algo como esto, no necesita pronunciar un juramento, pero lo hace para dejar claro cuan sumamente importante es Su Palabra y sus promesas. Continuemos leyendo el versículo 18:
"Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros."
¿Cuáles son estas dos cosas inmutables? El Señor le prometió a Abraham descendientes tan innumerables como las estrellas de los cielos (Génesis 15:4-5), y después confirmó Su promesa con un juramento (Génesis 22:16-18). Dios confirmó Su Palabra inmutable de promesa por un segundo elemento inalterable, Su juramento. Estas dos cosas inmutables le dieron a Abraham estímulo y seguridad.
Ahora, ¿cuáles son los dos elementos inmutables hoy para nosotros? No sólo tenemos la promesa dada a Abraham para nuestro estímulo, sino que tenemos una mucho más rica revelación del amor de Dios, es decir, el don de Su Hijo. Estos dos elementos inmutables son (1) la muerte y resurrección de Cristo y (2) Su ascensión e intercesión por nosotros en el cielo.
Estos cuatro grandes hechos nos proporcionan certeza, seguridad, y nos proveen un refugio al cual podemos aferrarnos.
El versículo 18 continúa diciendo: "los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros". Esto nos recuerda las ciudades de refugio que Dios había provisto para los israelitas (como vemos en Números 35, Deuteronomio 19, y Josué 20-21), Aquellas ciudades de refugio servían como figuras de Cristo protegiendo al pecador de la muerte. En aquellos tiempos eran una oportuna provisión para el hombre que había matado accidentalmente a alguien. Podía darse el caso que el que había matado tuviera un hermano impulsivo que exigía venganza. Así, el fugitivo podía escapar a una ciudad refugio, donde estaría protegido, y recibiría un proceso justo. Si resultaba absuelto de la acusación de muerte intencional, debía permanecer dentro de la ciudad hasta la muerte del sumo sacerdote.
¡Qué imagen tenemos aquí para nosotros hoy! Nos revela a Cristo como nuestro refugio. Estimado oyente, cada uno de nosotros ha sido llevado ante un tribunal y en el proceso ha sido hallado culpable. Cada individuo es un pecador. El castigo que se ha pedido contra nosotros era la muerte, y la pena ha sido ejecutada. Cristo sufrió ese castigo por mí y por usted, porque Él murió en lugar nuestro. Por lo tanto yo soy libre, he sido librado del castigo del pecado; nunca tendré que responder nuevamente por el pecado. Ahora soy libre para salir a servirle. Y ahora tengo un Sumo Sacerdote, un Salvador resucitado, a quien puedo acudir. ¡Qué hermosa figura de mi Salvador me muestra este pasaje Bíblico! El apóstol Pablo escribió a los Corintios en su primera carta, 10:11, "11Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales". Estos "ejemplos" son tipos, figuras, así como Melquisedec fue un tipo o figura de Cristo. Millones de eventos y detalles podían haber quedado registrados, pero Dios escogió registrar sólo estas cosas porque ellas nos permiten crecer en nuestra comprensión de Él, y en nuestra relación con Él. Finalmente por hoy, leamos los versículos 19 y 20 del sexto capítulo de Hebreos:
"La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec."
Cuando Cristo ascendió al cielo, asumió el oficio de Sumo Sacerdote. Dice aquí que "penetró hasta dentro del velo". Cristo, como Sumo Sacerdote entró en el templo del cielo (que constituyó un modelo para el tabernáculo terrenal o tienda de reunión, como vemos en Hebreos 8:5). Él cruzó el velo hacia el Lugar Santísimo, hacia la presencia de Dios, y allí presentó Su sangre. Y entonces se sentó a la derecha de la más alta Majestad.
Ahora una diferencia entre el sumo sacerdote Aarón y el Señor Jesús (y lo decimos con la debida reverencia) fue que el pobre anciano Aarón nunca se sentó. No había asientos en el tabernáculo. Estaba el propiciatorio o tapa del arca, pero éste prefiguraba al trono de Dios. Aarón sólo pudo apresurarse a salir o a entrar en aquel lugar, pero usted y yo tenemos un Sumo Sacerdote superior. Él ha ido al santuario celestial y se ha sentado. Él ha terminado la obra de la redención.
Jesucristo es el "precursor", lo cual implica que otros seguirán después de Él. Y dice el versículo 19, "como segura y firme ancla del alma". Nosotros tenemos un estímulo incluso más fuerte que el que tuvo Abraham en su tiempo, porque nuestro Sumo Sacerdote ha entrado con antelación en la presencia de Dios por nosotros, y Él se encuentra hoy allí intercediendo por nosotros. Y aquí, vamos a detenernos por hoy. Estimado oyente, nos despedimos hasta nuestro próximo programa.
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