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Estudio bíblico de Hebreos 12:1-2

Hebreos 12:1-2

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por la epístola a los Hebreos. En nuestro programa anterior dedicamos el último párrafo del capítulo 11 a considerar la fe de otros héroes famosos de la fe, que lograron resonantes victorias y obtuvieron el cumplimiento de promesas de Dios y evitaron la muerte en el cumplimiento de su misión. Pero también consideramos a otro grupo de héroes anónimos, que no obtuvieron grandes victorias en el campo de batalla, y que no protagonizaron actos de heroísmo ante grandes públicos, sino que soportaron las más grandes pérdidas familiares y materiales, sufrieron la burla y el desprecio, los más crueles castigos y torturas, y las muertes más dolorosas.

Al finalizar, dijimos que hay multitudes de cristianos por todo el mundo que estarían de acuerdo en afirmar que la fe en Dios funciona, porque lo han comprobado en sus vidas. A través de las más variadas circunstancias, incluyendo dificultades económicas, problemas laborales, distanciamientos familiares o entre amigos, enfermedades propias o de seres queridos, en fin, a través de todas las experiencias de la vida, muchos seguidores de Cristo han comprobado que Dios actúa, y que la fe, la confianza en Dios, opera, funciona, que es real, que es genuina. Estimado oyente, esperamos que estos ejemplos humanos sobre la forma en que Dios valoró la fe de sus mensajeros, nos trasladen del ámbito de la imaginación o la fantasía y nos introduzcan en el ámbito de la realidad. Es cierto que el calendario nuestro no está fijado necesariamente en conformidad con el calendario divino, pero a su debido tiempo, en el momento en que Dios lo considera oportuno y beneficioso para nosotros, el actúa y responde a nuestra oración. Y su respuesta puede o no coincidir con nuestros deseos. Pero, estimado oyente, esa respuesta será lo mejor que nos podría ocurrir. Y al comprender esto, nuestra fe resultará reforzada, porque aprenderemos la lección de que muchas veces consideramos a algo, o a alguien, como lo mejor para nosotros y entonces, Dios se complace en demostrarnos que Él tiene algo mucho mejor.

Los discípulos le dijeron en una ocasión al Señor "Señor, auméntanos la fe". Que éste sea también hoy nuestro ruego. La fe de aquellos héroes, tanto la de los famosos, de los más conocidos en las páginas de la Biblia, así como la de aquellos que fueron denominados anónimamente como "los otros", se reforzó cuando aprendieron a ver la realidad de este mundo, y la dimensión de todos las cosas, de la misma forma en que Dios las ve.

Y así es que ante nosotros tenemos otro gran capítulo en esta epístola, en este interesante libro que estamos estudiando. Nos encontramos en una sección muy práctica de esta carta apostólica y en ella veremos que Cristo nos trae mejores beneficios y obligaciones, o responsabilidades. El capítulo 11, ha sido llamado el "capítulo de la fe de la Biblia", y eso es cierto. Nosotros llamaríamos al capítulo 12, el capítulo de la esperanza de la Biblia. Y al capítulo 13, lo llamaríamos el capítulo del amor de la Biblia.

Así que al encontrarnos en el capítulo 12, lo dividiremos para nuestro estudio de la siguiente manera: en primer lugar consideraremos "la carrera cristiana", en los dos primeros versículos. Después veremos, que "los creyentes se encuentran ahora en luchas y conflictos", entre los versículos 3 al 14. Luego, comenzando con el versículo 15 y hasta el final del capítulo, tenemos la sexta señal de peligro en este libro, o sea que encontramos una advertencia contra el peligro de la negación. Bien, entonces, comencemos nuestra lectura en este capítulo 12 de la epístola a los Hebreos, y en los dos primeros versículos, que ahora leeremos, encontraremos una maravillosa declaración sobre:

La carrera cristiana

"Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios."

En la primera parte de la epístola a los Hebreos, leímos acerca del peligro de deslizarnos, es decir, de simplemente ser oidores y andar vagando y sin hacer nada en cuanto a la salvación de Dios. Ahora, en la última parte de esta epístola, el escritor estaba hablando a los creyentes en un estado estacionario, inmóviles. Sus consejos podrían expresarse de la siguiente manera: "¡Participemos en la carrera! ¡Pongámonos en movimiento, en vez de permanecer quietos! ¡Avancemos, somos corredores!" Diríamos que uno de los mayores peligros de la vida cristiana es el de simplemente permanecer inmóvil, vagando y sin hacer nada.

Cuando uno se pierde en aquellos lugares del extremo norte, o del extremo sur del mundo, debido a las bajas temperaturas, existe el grave peligro de congelarse hasta la muerte. El primer paso de ese proceso es quedarse dormido. Una persona en esas circunstancias tiene que luchar contra el sueño, y debe mantenerse en movimiento, porque de otra manera, quedará congelada y morirá. Ahora, nosotros diríamos que en un sentido espiritual, para nosotros los creyentes existe ese mismo peligro. Tenemos que obligarnos a permanecer despiertos y a mantenernos en movimiento, avanzando en nuestra relación con Cristo. De otra forma, sencillamente, nos quedaremos dormidos.

Examinemos la condición de muchos creyentes en el presente. Ellos también se jactan diciendo que el Señor ha llenado su vida, el día en que creyeron en el Señor Jesucristo como Salvador y recibieron la vida eterna. Pero esta vida nunca ha rebosado, manifestando una vida abundante. Ellos se han quedado tal y como estaban en el principio de su vida cristiana, y en sus copas han aparecido gran cantidad de elementos extraños.

Por tanto, se nos dice, que debemos avanzar, debemos vivir por la fe. ¿Por qué? Bueno, en primer lugar, debemos decir que "por tanto" es otra de esas pequeñas frases o palabras que unen este capítulo con lo que ha sido dicho anteriormente, y eso es lo que sucede aquí; dice: "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos".

Por mucho tiempo hemos pensado que esos "testigos" de que aquí se habla, eran los creyentes del Antiguo Testamento, muchos de los cuales son mencionados en este capítulo 11, y que ellos estaban sentados en las tribunas, observándonos a nosotros correr hoy en esta carrera de la vida. Bueno, personalmente, no podríamos pensar en una ocupación más aburrida para ellos que vernos correr la carrera cristiana aquí en la tierra, de la manera que algunos de nosotros la estamos corriendo. Así que ya no creemos que esto sea lo que este versículo significa.

Cuando nuestra comprensión de este versículo cambió, nos costó renunciar a una historia algo sentimental, que tiene sentido en relación con esta interpretación del versículo. Había un director técnico de un equipo de fútbol, quien, según la persona que contaba la historia, tenía un jugador que era famoso por dos cosas. La primera de ellas por la que se destacaba era su fidelidad en las prácticas del equipo. Él era el primero en salir al campo, y el último en retirarse, pero nunca llegó a formar parte del equipo principal. No era lo suficientemente bueno como para ocupar ese puesto. La segunda cosa por la cual él era famoso, era que su padre le visitaba con frecuencia en el campus, y la gente podía observar al padre y al hijo caminando, con los brazos entrelazados el uno con el otro, muy absortos en su conversación. Por supuesto, todos se fijaban en ese detalle, y pensaban que ambos ofrecían una hermosa imagen. En una ocasión, el director técnico del equipo recibió un telegrama diciendo que el padre de este muchacho había fallecido, y dicho director técnico fue el elegido para comunicarle al joven la triste noticia. Así que lo llamó y le dijo lo que había sucedido, y por supuesto, el joven se conmovió profundamente y tuvo que regresar a casa para el funeral. Pero él volvió y estuvo presente en el próximo partido, sentado allí en el banquillo entre los jugadores que no participaban en el encuentro. Al llegar el director técnico, este joven le dijo: "Profesor, este es mi cuarto y último año aquí, y nunca he podido jugar un sólo partido. Me estaba preguntando si hoy no podría usted colocarme en el equipo y permitirme jugar solo por unos pocos minutos". El director técnico accedió a su pedido, teniendo en cuenta que su padre acababa de fallecer. Para su sorpresa, el joven resultó ser una verdadera estrella en el campo de juego, y entonces le dejó en el campo todo el partido. Cuando el encuentro terminó, el director técnico llamó al joven y le dijo: "Escucha, nunca he visto a nadie jugar como tú lo has hecho hoy. Hasta ahora eras uno de los peores jugadores que he visto. Quisiera que me explicaras esto". Y el muchacho le contestó: "Bueno, señor entrenador, es que mi padre era ciego, y este fue el primer día que en que él me ha visto jugar al fútbol".

Si este pasaje de la Biblia significa que los creyentes del Antiguo Testamento que han partido antes que nosotros están como situados en una tribuna observándonos correr la carrera, entonces esta historia sería una buena ilustración. Sin embargo, esta interpretación no es correcta en absoluto. Los testigos no se encuentran sentados en la tribuna, sino que son los que ya han corrido la carrera antes y aquí en la tierra. Son los que estaban en el circuito de carreras mientras usted y yo estábamos en la tribuna mirándolos correr la carrera de la vida, en el capítulo 11 de esta carta a los Hebreos. Y ellos la corrieron por la fe. Aquellos que serían considerados por el mundo como un éxito clamoroso, corrieron la carrera por la fe. Y aquellos que sufrieron lo que el mundo consideraría una miserable derrota, también corrieron la carrera por la fe. Aunque sufrieron y fueron muertos por la espada, fueron tan héroes como los anteriores. Todos ellos testificaron para nosotros. Los pudimos observar al recorrer el capítulo 11, y hubo muchos más en el Antiguo Testamento, como el mismo escritor nos advirtió en esa ocasión, al decirnos que el tiempo le faltaría para contarnos de todos los demás. Ellos nos dieron a nosotros su testimonio, y nos estimularon a correr esa carrera por la fe y a vivir por fe.

Por lo tanto, la vida cristiana es aquí comparada con una carrera Griega. El Señor Jesucristo es el camino hacia Dios, y a lo largo del camino, el creyente, como soldado que es, debe mantenerse firme, como creyente debe andar, pero como atleta, tiene que correr la carrera. Y un día, estimado oyente, vamos a volar, y eso ocurrirá en el arrebatamiento de la iglesia. Será como un viaje a través del espacio hacia la nueva Jerusalén.

Repasemos nuevamente este primer versículo de este capítulo 12. Dice: "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante". Aquí tenemos más verbos en el modo imperativo. Ahora ésta no es, en absoluto, una señal de peligro que ha sido colocada aquí, pero constituye un desafío para nosotros. Así que salgamos de la tribuna, y descendamos a la pista de carreras de la vida, y hagamos lo que Dios nos ha llamado a hacer, dondequiera que Él nos ha llamado a vivir, a actuar y a desarrollar nuestra existencia. Corramos la carrera cristiana, y pongámonos en movimiento para Dios. Ésta es aquí la idea total de este versículo.

Se nos ha desafiado a correr con paciencia, como dice otra versión, "despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante". Dios nos ha salvado del pecado. En un sentido espiritual, nos ha trasladado al cielo, en realidad, al lugar santo, y nos ha hecho sentar en los lugares celestiales. Nos ha dado el Espíritu Santo. Pero, a pesar de todo lo que nos ha provisto, el cristiano medio tropieza, se cae, y anda vagando, deambulando con rumbo incierto, como alguien que se encuentra perdido en la oscuridad. ¿Qué es lo que funciona mal en la manera de vivir la vida cristiana en la actualidad? Bueno, volvemos a reiterar lo que siempre decimos, porque pensamos que ésa es en realidad la respuesta: el problema es que los creyentes no viven de acuerdo con Dios. Son salvos, dan testimonio de su salvación, y eso es todo lo que llegan a alcanzar. Nunca mantienen un estudio serio de la Palabra de Dios, el cual es esencial para el crecimiento espiritual. Debemos continuar hacia adelante, estimado oyente, porque estamos participando en una carrera.

La vida cristiana, repetimos, es una carrera que se puede ganar o perder, pero es la única carrera en la que todos pueden ganar. El apóstol Pablo lo expresó de la siguiente manera, en su primera carta a los Corintios, capítulo 9, versículo 24: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren?" Vemos que todos corren para obtener un premio. Luego, Pablo continuó diciendo en el versículo 26: "Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura". Y, nuevamente, en su carta a los Gálatas capítulo 5, versículo 7, el apóstol reprendió a algunos de sus seguidores diciéndoles: "vosotros conocíais bien, ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?"

Nosotros somos estimulados por estos testigos. Ellos no son sencillamente espectadores, sino que están testificando para nosotros. Nos están alentando, animándonos a correr la vida cristiana. El patriarca Abraham podría decirnos a usted y a mí que nos pongamos en movimiento, que salgamos a correr esa carrera impulsados por la fe, y lo mismo nos dirían el gran legislador Moisés y el profeta Daniel.

Ahora, tienen que cumplirse dos condiciones: "Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia". ¿Qué quiso decir el escritor con esto de despojarnos de todo peso? Bueno, sencillamente que todo peso es algo innecesario en una carrera; en realidad, el peso es un estorbo, un obstáculo. No deberíamos estar llevando peso.

En cierta ocasión, había un corredor muy famoso, quien también era un buen creyente. Antes de comenzar la carrera, él daba dos o tres vueltas utilizando el calzado deportivo adecuado. Luego, se detenía se los quitaba y se ponía otros más livianos. Un joven que lo estaba observando le preguntó por qué se cambiaba de calzado. Y este corredor sencillamente tomó una de las primeras zapatillas, y luego tomó la otra más liviana y se las lanzó al que había hecho la pregunta, para que comprobara el peso de ambos. En realidad, la diferencia entre el peso de las dos zapatillas deportivas no era mucha, pero justo lo suficiente, como el corredor mismo dijo, como para hacerle perder la carrera.

Amigo oyente, debemos decir, que en la vida cristiana hay muchas cosas que, en sí mismas, no son malas, pero los creyentes no deberían andar cargando con esos pesos. ¿Por qué? Porque así no podrán ganar la carrera. Usted tiene que determinar por sí mismo lo que puede hacer como hijo de Dios, y yo tengo que determinar por mí mismo lo que yo puedo hacer como hijo de Dios. El caso es que no se trata de determinar entre lo correcto y lo incorrecto, porque se da por sentado que un cristiano en su conducta optará por hacer lo que es bueno y correcto. La pregunta entonces es: ¿dañará mi testimonio cristiano? ¿Impedirá esto que yo gane la carrera? ¿Será esto un peso, una carga en mi vida? Hay muchos creyentes que se encuentran hoy llevando un peso que no deberían estar llevando. No vamos a argumentar a favor o en contra de cosas que algunos consideran que no deberían hacerse si uno es cristiano. O sea, que no estamos diciendo que usted no pueda hacer tales cosas. Todo lo que estamos diciendo es: ¿Está usted participando en una carrera? ¿Tiene usted el deseo de ganarla? ¿Tiene usted sus ojos puestos en Cristo Jesús? La respuesta a estas preguntas nos orientará hacia lo que es realmente importante, hacia lo que es correcto hacer y lo que no es correcto hacer.

El versículo 1 de este capítulo 12 de Hebreos advierte que nos despojemos, además, del pecado que nos asedia. ¿A qué pecado se refiere? No se está refiriendo al pecado en general; está hablando del pecado en concreto. Nuevamente, debemos regresar al capítulo anterior por medio de las palabras "Por tanto" que inician este capítulo 12. ¿Cuál era el gran pecado en el capítulo anterior, en el capítulo 11? Era la incredulidad. La incredulidad es el pecado concreto al que se aludió aquí, y no hay nada que pueda contener, estorbar o refrenar su avance en la carrera cristiana como la incredulidad. Es como tratar de correr una carrera con un saco de harina a las espaldas, o con sus pies introducidos en un saco vacío. Usted nunca será capaz de hacerlo en una carrera deportiva, y tampoco podrá hacerlo en la carrera cristiana. La incredulidad es lo que nos retiene a muchos, y algunos tendríamos que confesar que ha refrenado nuestro avance, más que ningún otro factor, en la vida cristiana.

Bien, estimado oyente, vamos a continuar con este mismo asunto, Dios mediante, en nuestro próximo programa y avanzaremos un poco más en este interesante capítulo 12, de la epístola a los Hebreos, por lo cual le sugerimos que se anticipe a leer el resto de este capítulo para familiarizarse con su contenido y con el tema que trataremos en nuestro próximo programa. Esperamos, pues, contar con su compañía en nuestro próximo encuentro.

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