Estudio bíblico: Rescatados del horno de fuego - Daniel 3:1-30
Rescatados del horno de fuego - Daniel 3:1-30
Introducción
Los dos primeros capítulos del libro se han centrado en mostrarnos la fe de Daniel, mientras que sus tres compañeros han quedado en un segundo plano, en cambio, en este capítulo tendremos ocasión de comprobar que la fe de Ananías, Misael y Azarías brillaba del mismo modo que la de su amigo Daniel.
De todos modos, este pasaje guarda una estrecha relación con el anterior. Parece evidente que la revelación que Nabucodonosor había tenido no fue bien recibida. Aparentemente el monarca había quedado impresionado por el Dios del cielo al que Daniel representaba, pero no estaba dispuesto a rendirse a él. Lo que hizo en este episodio lo confirma con claridad.
Nabucodonosor levanta una estatua de oro
(Dn 3:1-7) "El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia. Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Fueron, pues, reunidos los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor. Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado."
Dios le había comunicado a Nabucodonosor los acontecimientos más significativos que iban a tener lugar en el gobierno de la historia de los gentiles a partir de sus días. Él mismo y su reino iban a tener un papel destacado. Según le había dicho Daniel, Nabucodonosor sería la cabeza de oro en aquella gran imagen que había visto en su sueño, pero el rey no parecía conformarse con eso y mandó construir una estatua entera de oro.
No sabemos con exactitud cuándo ocurrieron estos eventos. En principio, parece claro que fue después de lo narrado en el capítulo 2, puesto que los tres amigos de Daniel ya ocupaban los puestos de autoridad que les habían sido otorgados entonces (Dn 2:49). Y quizás no sea descabellado pensar que no habría pasado demasiado tiempo desde aquel momento.
Parece también que a Nabucodonosor no le había agradado lo que Dios había dicho de él en la revelación de su sueño: "después de ti se levantará otro reino" (Dn 2:39). No es fácil saber cuáles eran sus pensamientos en cuanto a esto, pero podemos pensar en lo siguiente:
Cabe la posibilidad de que estuviera manifestando su rechazo de lo que Dios le había dicho y decidiera ingenuamente cambiar el curso del futuro. En ese caso, él no sólo sería la cabeza de oro, sino que su reino habría de extenderse hasta los pies. Incluso pretendería que fuera eterno y ocupara el lugar de aquella roca que se extendía por todo el mundo. No sería de extrañar que pensamientos de este tipo pasaran por su mente, ya que en el pasado el reino de Babel había soñado con algo parecido cuando acometieron la construcción de una torre cuya cúspide había de llegar hasta el cielo, y decidieron hacerse un nombre que los mantuviera unidos (Gn 11:4).
Pero existe también la posibilidad de que Nabucodonosor sólo quisiera perpetuarse en el tiempo haciendo una imagen que recordara a las generaciones venideras la grandeza y esplendor de su reino. Algo similar a lo que los faraones de Egipto lograron con sus imponentes pirámides.
En todo caso, aunque la revelación que Nabucodonosor había recibido le llevó a hacer algunas declaraciones sobresalientes acerca del Dios de Judá, esto no llegó a cambiar la inclinación de su malvado corazón. A él le gustaba el reconocimiento y la adulación de las multitudes, y no estaba dispuesto a cedérselas al Dios del cielo. En realidad, quería usurpar el lugar de Dios y competir con él, algo que todos los seres humanos caídos también hacemos con frecuencia.
En cuanto al lugar en el que la imagen fue levantada, se nos dice que fue "en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia". Y aunque no se sabe con seguridad nada acerca de su ubicación concreta, en unas excavaciones arqueológicas llevadas a cabo a unos diez kilómetros de la antigua Babilonia, cerca del río Dura, donde éste se une con el Eufrates, descubrieron una plataforma de unos seis metros de alto y quince metros cuadrados de superficie, que bien podría haber servido como base de la estatua que Nabucodonosor levantó.
Sobre la imagen, el texto dice que tenía sesenta codos de altura y seis de ancho. Esto equivale a unos veintisiete metros de alto y un poco más de dos y medio de ancho. Algunos han argumentado que esta proporción de 10 a 1 no coincide con una imagen humana, pues sería demasiado delgada, así que sugieren que lo que Nabucodonosor levantó sería un obelisco semejante a los egipcios. Pero también pudiera ser que la imagen no respetara la proporciones adecuadas, o que sí lo hiciera, pero que estuviera colocada sobre un pedestal para hacerla más imponente. En todo caso, puesto que este relato guarda una clara relación con el anterior, lo más correcto es interpretar que se trataba de una imagen con forma humana.
De cualquier modo, lo cierto es que tuvo que ser un monumento impresionante, no sólo por su altura, sino porque estaba hecha de oro (seguramente no de oro macizo, sino recubierta de él). Al haber sido colocada en una llanura, y quizá elevada sobre un enorme pedestal, la estatua se podría ver brillar desde varios kilómetros de distancia.
Una vez terminada, Nabucodonosor organizó importantes eventos para su dedicación. Notamos que mandó que se reuniesen ocho rangos diferentes de oficiales: "sátrapas, magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias". No es fácil saber con exactitud a quién se refiere cada uno de estos títulos, pero podemos estar seguros de que incluirían a las personas más importantes de todos los estamentos de la sociedad caldea: príncipes, representantes destacados del rey, gobernadores, oficiales militares, funcionaros de alto rango, consejeros, sabios, tesoreros y jueces. Su asistencia obligada servía para enfatizar las implicaciones políticas de este suceso. Ellos debían ser los primeros en dar ejemplo a todos los demás. Y por supuesto, debían estar allí si querían seguir conservando sus puestos.
Pero debemos notar que no sólo se exigió su presencia, o que hicieran algún acto de reverencia pública, lo que expresamente se demandó de ellos fue que adoraran la imagen que Nabucodonosor había levantado. Esto indica que el acto tenía importancia tanto política como religiosa. Por lo tanto, era considerado como una demostración de su lealtad y sumisión al poder absoluto del rey en ambos aspectos. Y puesto que ellos eran considerados como representantes de los pueblos sobre los que Babilonia gobernaba, el acto de obediencia de estos oficiales indicaba no sólo su propia sumisión, sino también la de todos aquellos sobre quienes gobernaban.
El asunto es de tremenda importancia, porque Nabucodonosor no estaba exigiendo que adoraran a un dios concreto que ellos ya conocían en Babilonia, sino a un dios que él mismo acababa de inventar. Los dioses de Babilonia tenían un carácter local y él buscaba crear una religión universal que mantuviera unido a su reino. Así lo habían hecho los faraones en Egipto y más tarde los césares en Roma. Por lo tanto, se trataba de un acto religioso y político con el que se reconocía la autoridad del estado, pero sobre todo, de la persona del rey. Nabucodonosor estaba reemplazando a Dios y exigiendo la adoración divina hacia su propia persona.
Debió ser impactante ver a tantos oficiales venidos de todos los "pueblos, naciones y lenguas" jurar lealtad a Nabucodonosor delante de su imagen. Para ellos esto no suponía un problema. Al fin y al cabo, no se les obligaba a renunciar a sus otros dioses, pero para un hebreo monoteísta, esto sí que era un gran problema, porque Jehová exigía una lealtad exclusiva.
Con el fin de que la dedicación de la estatua fuera una ocasión muy atractiva desde todas las perspectivas, se añadió acompañamiento musical: "bocina, flauta, tamboril, arpa, salterio, zampoña y todo instrumento de música". Tenemos descrita aquí una gran orquesta compuesta por instrumentos de viento, cuerda y percusión. Hoy diríamos que se trataba de la "orquesta nacional de Babilonia".
La música iba a tener un lugar muy importante en aquel evento. A Nabucodonosor no le interesaba que las personas pensaran demasiado en lo que estaba pasando, simplemente les animaba a que se dejaran llevar. Y desde luego, aquel acompañamiento musical del más alto nivel terminaría por impresionarles y cumplir su propósito.
En este contexto, el papel primordial de la música tenía como objetivo producir "sentimientos religiosos". Todo debía funcionar al nivel de las emociones, dejando el cerebro en un segundo plano, como si estuviera apagado. Los cantantes y músicos modernos son conocedores del increíble poder que ejercen sobre las multitudes que los escuchan. Estas pueden gritar enloquecidas mientras los escuchan. No necesitan letras sofisticadas para convencerlos de su mensaje. Lo triste del asunto es que este mismo fenómeno parece estar invadiendo también ciertas áreas del cristianismo. Creyentes que gritan y lloran con delirante entusiasmo sin ningún tipo de reflexión previa.
Ya sabemos que a los manipuladores les conviene una religión estrictamente emocional que deje fuera el pensamiento. Nabucodonosor conocía bien todo esto, y no se molestó en hacer ninguna demostración de sus argumentos a favor de lo razonable de adorar a su nuevo dios.
Pero si esto no funcionaba como él esperaba, había otro argumento que terminaría por convencer a los más reticentes. Ordenó que todo aquel que no adorara su imagen fuera muerto inmediatamente: "cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo". Las convicciones no eran relevantes. Así que, nada más que escucharon la orquesta, todos los súbditos de Nabucodonosor se postraron y adoraron su imagen. Bueno, todos no, porque frente a la cobardía y servilismo de aquellos funcionarios reales, contrasta la valentía y fidelidad de tres jóvenes judíos.
Acusación contra los judíos
(Dn 3:8-12) "Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos. Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive. Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y adore la estatua de oro; y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado."
Parece que los únicos que no se postraron ante la imagen de Nabucodonosor y la adoraron fueron tres jóvenes judíos que habían sido puestos sobre los negocios de la provincia de Babilonia. Estos fueron acusados maliciosamente por "algunos varones caldeos". Realmente no sabemos cómo entre tantas personas se hizo evidente que estos tres jóvenes no adoraban la imagen del rey. Quizá en el momento en que sonó la música ellos fueron los únicos en permanecer de pie. En todo caso, su negativa no pasó desapercibida, lo que les llevó a quedar muy solos en medio de toda aquella multitud.
La palabra que se traduce "acusaron maliciosamente", tiene el sentido de "romper en pedazos", "comer la carne de alguien", "calumniar" y demuestra el odio con el que presentaron sus acusaciones. Al fin y al cabo, detrás de cualquier forma de calumnia hay un deseo latente de dar muerte al rival.
En cuanto a la forma en la que estos caldeos presentaron su denuncia, parece que estaban dando a entender que estos jóvenes hebreos eran unos desagradecidos. Después de que el rey los había honrado poniéndolos sobre puestos de alta responsabilidad en la provincia de Babilonia, ellos se negaban a participar en los actos organizados por él.
En todo caso, no había duda de que sus verdaderas intenciones eran destruir a los acusados. Las razones aparentes fueron que no obedecían las ordenes del rey, pero en su lenguaje se perciben ciertos prejuicios raciales, ya que se menciona el origen judío de todos ellos y el hecho de que los acusadores eran caldeos. Seguramente lo que realmente les movía era la envidia. No podían aceptar que unos cautivos judíos hubieran llegado a ocupar puestos de tanta dignidad. Normalmente, gente como ellos era relegada a puestos de servidumbre, pero nunca de tanta autoridad. Esos puestos se reservaban para los caldeos. Por lo tanto, la verdadera razón de sus acusaciones estaba en que sentían celos de estos judíos que habían llegado a ocupar los puestos que ellos deseaban.
Por supuesto, los caldeos pensaron que al hacer su acusación estaban demostrando su celo por la honra del rey, lo que sin duda esperarían que les traería el favor real, y quién sabe si quizá les llevaría a quedarse con los puestos que hasta ese momento ocupaban los jóvenes judíos.
Sus acusaciones contra ellos fueron dos: No respetan al rey y se niegan a adorar la imagen que él había hecho.
Muchos se han preguntado dónde estaría Daniel en estos momentos. Y lo cierto es que no lo sabemos. Quizá estaba presente, pero los caldeos no se atrevieron a acusarle debido a la alta posición en la que el mismo Nabucodonosor le había colocado. No olvidemos que en el pasaje anterior, el mismo rey se había postrado ante él (Dn 2:46). En ese caso es probable que Daniel estuviera exento de postrarse ante la imagen. Pero de cualquier modo, podemos estar seguros de que si hubiera sido obligado a hacerlo, él habría actuado del mismo modo que sus amigos.
La fe de los acusados
(Dn 3:13-18) "Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado."
Cuando todo este asunto llegó a conocimiento de Nabucodonosor, él se encendió en ira contra los tres atrevidos judíos. Los reyes de la antigüedad no estaban acostumbrados a que nadie desobedeciera sus órdenes, y el que lo hiciera, podía estar seguro de la suerte que correría.
Pero curiosamente el rey no mandó ejecutarles inmediatamente, sino que primero los interrogó personalmente para comprobar si eran ciertas las acusaciones. Incluso parece que les ofrece una segunda oportunidad en el caso de que estuvieran dispuestos a reconsiderar su actitud. Como decimos, ésta no era la forma en la que ese tipo de reyes se comportaban. Quizá pesó en sus decisiones el respeto que tenía por Daniel.
Cuando los tres jóvenes fueron presentados ante Nabucodonosor, todos ellos se reafirmaron en su decisión y dejaron clara su negativa a adorar a su imagen. Esto no hizo sino intensificar el enojo del rey. ¡Qué difícil tuvo que ser para ellos mantenerse firmes en sus convicciones ante la ira del rey! Lo más lógico habría sido claudicar ante sus amenazas y la evidente presión de grupo a la que estaban siendo sometidos. Pero ellos, en ningún momento se plantearon acomodarse a la situación a fin de obtener ventajas personales, aunque su misma vida estuviera en peligro. En el fondo de todo el asunto estaba el hecho de que estos tres jóvenes tenían un auténtico temor del Dios del cielo, y para ellos era infinitamente más grave ofenderle a él que a Nabucodonosor. Ellos iban a obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5:29), porque si algo temían, era la ira de Dios, no la del rey.
En este punto, el asunto se convirtió en un conflicto personal entre el Dios del cielo y Nabucodonosor. Fijémonos en las palabras del rey: "¿Qué dios será aquel que os libre de mis manos?". Evidentemente, él se consideraba superior a todos los dioses. Creía que tenía toda la autoridad tanto en la esfera política como en la religiosa, y por esa razón no dudaba en desafiar a cualquier divinidad. Su actitud era similar a la del rey de Asiria cuando envió a sus súbditos para que invitaran a Israel a rendirse: "¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de la mano del rey de Asiria?" (2 R 18:33) (2 R 19:12). Pero el orgullo de ambos reyes resultó vano.
Los amigos de Daniel lo sabían perfectamente y así se lo declararon al rey: "No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado". En toda su vida Nabucodonosor no había recibido una respuesta como esta. Lo que le dijeron es que él no se podía comparar en ninguna manera con su Dios, y aunque estaban a su servicio en su corte, sin embargo, su lealtad primera era al Dios del cielo. No iban a permitir que nada se interpusiera en esto.
Así que los tres mostraron su absoluta confianza en su Dios, y así se lo declararon al rey. En todo caso, ellos contemplaban con realismo la posibilidad de que su Dios no quisiera librarlos de la mano de Nabucodonosor, aunque tenían claro que de ser así, no sería por falta de poder en su Dios. Así que ellos se sometían a los planes soberanos de Dios sin discutirle nada, algo que evidentemente no estaban dispuestos a hacer con Nabucodonosor. Si fuera la voluntad del Dios del cielo al que servían que ellos murieran, lo acatarían con gusto. Estaban dispuestos a lo que hiciera falta antes que negar su fe. Así que, aunque Dios escogiera no librarles, ellos de igual modo seguirían siendo fieles a él. En ningún momento le iban a exigir un milagro o le iban a imponer cómo debería actuar. Estaban dispuestos a aceptar cualquier decisión de su parte, aunque fuera diferente a la que a ellos les gustara. Nada de todo eso les haría cambiar de opinión.
Su calculada respuesta implica que ellos ya habían sopesado cuidadosamente las consecuencias de negarse a obedecer la orden del rey, y sin embargo, habían decidido no hacerlo. Aunque imaginamos que llegar a esa decisión no tuvo que resultarles fácil. En estos casos siempre existe la tentación de esconder la fe. Podrían haber pensado que tampoco era tan grave arrodillarse durante unos minutos ante la imagen, al fin y al cabo, Dios ya sabía que no lo estaban haciendo de corazón. ¿Y qué beneficio podría haber en sus muertes? ¿No sería infinitamente mejor que siguieran vivos para así poder hablar a otros del Dios del cielo? Estos y otros razonamientos pudieron pasárseles por la mente, pero se negaron a escucharlos.
En nuestro mundo moderno se considera una virtud ser tolerante con cualquier opinión, aunque se trate de las más descabelladas. Y hay muchas personas que no tienen dificultades en esto. Pero observamos que es muy fácil ser tolerante cuando no se tienen convicciones arraigadas. Este no era el caso de estos jóvenes judíos. Ellos tenían fuertes convicciones arraigadas en la Palabra de Dios y no estaban dispuestos a sonreír las locuras de Nabucodonosor.
Por eso notamos que en su respuesta no hay ningún tipo de ambigüedad, no están cuidando su lenguaje a fin de buscar alguna forma de librarse. No, nada de todo eso. Lo que buscaban no era su propio bienestar, sino la honra de su Dios. Y su Dios había hablado con claridad al respecto:
(Ex 20:3-6) "No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos."
El rey se había quedado sin argumentos, así que en este punto insistió nuevamente en el castigo que sufrirían por su rebelión. Era su último argumento, y sabía de su efectividad porque la había contrastado en otras muchas ocasiones.
Sadrac, Mesac y Abed-nego son echados al horno de fuego
(Dn 3:19-23) "Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo."
Viendo la firmeza y resolución de los jóvenes, Nabucodonosor "se lleno de ira", al punto de que "se demudó el aspecto de su rostro". Su orgullo y vanidad habían sido heridos, así que, en un arrebato de ira incontrolada ordenó calentar el horno "siete veces más de lo acostumbrado" y ejecutar inmediatamente a aquellos atrevidos judíos. Quería que su castigo sirviera de lección para cualquier otro que considerara la posibilidad de rebelarse contra su poder religioso y político. Todo el mundo debía saber que su poder y gloria no podían ser cuestionados ni desafiados.
De este "horno de fuego ardiendo" sabemos por los descubrimientos arqueológicos y la descripción que de él tenemos en este pasaje, que debía estar construido en forma de huevo, con una apertura arriba que serviría de chimenea. También tendría una puerta en la parte de abajo, desde donde se pondría el carbón, se sacarían la cenizas y se podría ver el interior del horno.
El rey mandó a hombres muy vigorosos que atasen a los tres judíos y que los echaran dentro del horno de fuego ardiendo desde la parte de arriba. Pero el horno había sido calentado tanto que las llamas que salían por la abertura superior mató a aquellos que se acercaron a tirarlos.
El autor dice que fueron echados "atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos". Estas eran sus vestiduras oficiales, y Nabucodonosor quería que fueran identificados por todos y humillados. Como si fuera un acto de degradación militar.
Sadrac, Mesac y Abed-nego son librados del horno de fuego
(Dn 3:24-27) "Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses. Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían."
Nabucodonosor se quedó esperando ver cómo los tres hebreos eran consumidos por el fuego, pero para su sorpresa, lo que vio fue a cuatro varones que "se paseaban en medio del fuego sin sufrir ningún daño". No podía dar crédito a lo que sus ojos veían, así que mandó a sus consejeros que le confirmasen lo que había visto. Ellos se acercaron y también vieron lo mismo.
Varias cosas le sorprendieron. En primer lugar es que los tres varones estaban intactos, pero no sólo eso, ¡se estaban "paseando por el horno"!. Esta era una forma de expresar que Dios se burla del poder humano. Pero aún hubo algo que le sorprendió todavía más. Él había mandado echar a tres varones, pero allí había cuatro. Además notó que "el aspecto del cuarto era semejante a hijo de los dioses". Desde su perspectiva pagana, lo que vino a decir es que su apariencia era sobrenatural, divina. Sobre la identidad de este personaje se ha discutido mucho. Algunos piensan que se trata de un ángel, aunque también podría ser una manifestación de Cristo preencarnado, lo que los teólogos llaman una "teofanía", algo que ocurrió en otras ocasiones en el Antiguo Testamento (Gn 16:7-13) (Gn 18).
Nos atrae especialmente esta última opción, porque el Señor, o nos libra de las tribulaciones, o está con nosotros cuando las atravesamos. No olvidemos que él ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28:20). Dios conforta con su presencia a sus hijos cuando pasan por las pruebas. Por esta razón, cuando Nabucodonosor se acercó para ver a los jóvenes, no los vio angustiados o dando gritos pidiendo socorro. Ellos estaban experimentando la paz que Dios da y el mundo no puede entender (Jn 14:27).
Entonces Nabucodonosor se acercó todo lo que pudo para mandar a los tres jóvenes que salieran del horno. Al hacerlo se dirigió a ellos como "siervos del Dios Altísimo". De ese modo estaba reconociendo que el Dios al que ellos servían con fidelidad era el verdadero Dios. Y como en el capítulo anterior, nuevamente volvió a reconocer la grandeza de Jehová (Dn 2:47). Pero ahora lo que más le asombra de él no era que podía revelar los misterios, sino que también tenía poder para librar a los que confían en él. Sin embargo, como ya comentamos en el capítulo anterior, esto no significaba que Nabucodonosor lo estuviera reconociendo como su Dios personal y estuviera dispuesto a desechar a todas sus otras divinidades. Todo se limitaba a reconocer que el Dios de los judíos estaba por encima de sus dioses babilonios.
El milagro era innegable. Una vez que los tres jóvenes salieron de en medio del horno de fuego, los oficiales de Nabucodonosor los examinaron cuidadosamente y no vieron que sus cuerpos hubieran sufrido daño alguno; incluso su ropa estaba intacta y ni siquiera tenía olor de humo. Así que, en presencia de todos su principales oficiales, Nabucodonosor tuvo que reconocer por segunda vez al Dios de Judá. Había sido derrotado por él y tenía que reconocerlo; sí que había un Dios que podía librar a los que confían en él, y ese Dios era el Dios de los judíos.
La reacción de Nabucodonosor
(Dn 3:28-30) "Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia."
Aunque Nabucodonosor había sido humillado públicamente por medio de este gran milagro, en ningún momento llegó a expresar arrepentimiento por haber maltratado a los jóvenes judíos o por haber hablado mal de su Dios. No obstante, sí que es cierto que declaró que ese gran milagro había sido obra del Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego. Por lo tanto, la historia termina con la exaltación de Dios y de los tres jóvenes que habían sido fieles a él sin temer el castigo del rey. Y como resultado, el rey decretó que el Dios de los judíos debía ser honrado y que cualquiera que no lo hiciera perdería su vida. Y también que Sadrac, Mesac y Abed-nego fueran engrandecidos ascendiendo a puestos de mayor poder y honor en su reino. De alguna manera, este decreto autorizaba y legalizaba la religión de los judíos.
Es cierto que podemos quedar asombrados por lo convincente de los argumentos de Nabucodonosor cuando exaltaba a Dios, pero no nos debemos confundir, porque tal como él mismo dice, no se trataba de su propio Dios, sino del "Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego". ¿Qué necesitaba para que también fuera su Dios en un sentido absoluto?
Conclusiones y reflexiones
¡Quién iba a imaginar que el imponente festival pagano de dedicación de la imagen de Nabucodonosor iba a terminar de ese modo! Pero la fidelidad lo cambia todo.
En este sentido, la fe de Sadrac, Mesac y Abed-nego son un ejemplo para todos nosotros. Ellos nos enseñan que el martirio es preferible a la apostasía. Y este asunto confronta inmediatamente nuestra propia fe. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sufrir por defender nuestras convicciones cristianas frente a un mundo incrédulo? Lo cierto es que muchos de nosotros vivimos una situación de paz que está muy lejos de la dura oposición que sufrieron nuestros hermanos en el pasado, o que en nuestros días padecen muchos cristianos en ciertas partes del mundo. Como mucho, lo máximo que llegamos a sufrir es un poco de presión social por parte de nuestros amigos, familiares o compañeros de trabajo inconversos. Y aun así, ¡qué fácilmente cambiamos nuestras convicciones para adaptarnos al mundo y así no ser considerados por ellos como "bichos raros"! La fidelidad que estos tres jóvenes demostraron al pasar por el horno de fuego sin ceder a sus convicciones es ejemplar. Pero no podemos leer estas historias sólo para admirar el ejemplo de otros, necesariamente debemos preguntarnos si nosotros estaríamos dispuestos a hacer lo mismo si nos tocara pasar por días de tribulación? Mucho nos tememos que la iglesia del siglo XXI ha sido contagiada por el hedonismo del mundo, y que con él rinde culto al placer, por lo que cuando llegue el momento de enfrentar la inevitable persecución por causa de nuestra fe, a muchos tal vez les sorprenda, y rechacen todo pensamiento de sufrimiento por esta causa. Pero aun así, para aquellos que quieran ser fieles a Dios, el pasaje nos va a enseñar que él proporciona las fuerzas necesarias a todos aquellos que toman la decisión de servirle con fidelidad. La victoria final pertenece a los fieles.
Es muy importante que recordemos estas lecciones, porque los hechos registrados en este capítulo constituyen un incidente histórico, pero también son una figura profética que prefiguran el período de la Gran Tribulación. Nabucodonosor nos recuerda al anticristo, ese último gobernante mundial que exigirá que todos los hombres adoren su imagen (2 Ts 2:4) (Ap 13:8).
Preguntas
1. ¿Por qué los caldeos acusaron a los jóvenes hebreos?
2. ¿Cuáles eran las implicaciones políticas y religiosas de adorar la imagen hecha por Nabucodonosor?
3. ¿Quién era la cuarta persona en las llamas?
4. A la luz de este capítulos, ¿cuál debe ser la actitud del creyente frente a poderes que piden sumisión ciega y control sin límites de las conciencias?
5. ¿Hay algún sentido en el que este capítulo le parezca que contiene un mensaje profético?
Comentarios
Patricia Erribarren (Perú) (14/01/2021)
Gran enseñanza de una verdadera historia.
Dios les bendiga grandemente por el esfuerzo en poner estudios para el conocimiento del pueblo de Dios.
Valeriaaaaaaaa (Puerto Rico) (25/09/2020)
Me parece genial porque me ayuda en mi tarea de religión.
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