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Estudio bíblico: David y Jonatán - 1 Samuel 23:1-29

Autor: Roberto Estévez
Uruguay
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David y Jonatán (1 Samuel 23)

Amigos, traidores y oportunistas

Es el atardecer de una jornada muy calurosa. El sol se está poniendo detrás de las montañas del desierto de Judá. Unos días atrás David había orado al Señor pidiendo su dirección específicamente para saber si debía ir a pelear y defender a Keila. Esa ciudad había sido sitiada por los filisteos. Él no tenía la obligación de hacerlo. Después de todo, es un fugitivo a quien su suegro el rey buscaba para matarlo. El Señor le había dado la respuesta: "ataca a los filisteos y libra a Keila".
Sus guerreros están ansiosos. Expresan sus temores a su jefe y le dicen: "nosotros aquí en Judá estamos con miedo, cuanto más si fuéramos a Keila contra el ejército de los filisteos" (1 S 23:3). Somos solamente seiscientos hombres y ellos son miles.
El futuro rey no se impone sino que con humildad les responde: Vamos a consultar nuevamente a Jehová. La respuesta es terminante: "Desciende ahora pues yo entregaré en tus manos a los filisteos".
David sabía muy bien qué significa estar en una situación de peligro, pero cuando Dios le dice que ese es el lugar en que hay que estar, tiene que obedecer.
— ¡Amigos! — dice el capitán — Jehová me ha confirmado que Él entregará en nuestros manos al filisteo.
La batalla, si así se puede llamar, no dura mucho. Los hombres de David alentados por su jefe atacaron con toda valentía a un gran número de filisteos que huyen despavoridos como si un temor repentino les hubiera entrado. La promesa del Señor se cumple y David obtiene una rotunda victoria.
Esa noche hay grandes festejos en la ciudad. David y sus cuadrillas son recibidos como héroes y una gran fiesta se hace para celebrar el triunfo y agradecer a los salvadores.
Pasan unos días. La memoria del triunfo y la ayuda de David parece que se va evaporando. Los de Keila perciben que estos hombres parecen seres "comunes" no muy distintos a ellos. No se dan cuenta de que si bien es verdad que son individuos similares a ellos, tienen como líder a una persona que pelea las batallas del Señor.
Lo que los guerreros del futuro Pastor de Israel temían, se cumple. Hay rumores de que el rey se está preparando con un ejército con soldados de experiencia para venir y atacar la población y matar a David. Los de la ciudad se preguntan por qué Saúl no vino cuando lo necesitamos y ahora viene con este ejército para atacar a su yerno. Pero nadie puede dar una respuesta.
La ciudad está bien protegida con altos muros y puertas con cerrojos. No va a ser nada fácil tomarla.
En Keila, el vencedor de Goliat se arrodilla y levanta sus brazos al cielo. Tiene unos veinte y pocos años. Su indumentaria muestra que es un guerrero. Junto al capitán está el sacerdote Abiatar. Este acaba de llegar en forma providencial huyendo del rey que ha asesinado a toda su familia (1 S 22:18-19). David necesita tomar una decisión y pregunta:
— ¿Me entregarán los vecinos de Keila en las manos de Saúl? ¿Descenderá Saúl como ha oído tu siervo?
Abiatar consulta al Señor. Los hombres alrededor miran y se codean diciendo: Saúl está muy lejos y tiene muchas cosas más importantes que hacer que estar buscando a su yerno. El levita responde: "Jehová dijo: Sí descenderá".
David se da cuenta de que la respuesta no incluye la primera parte de la pregunta así que insiste.
— Señor, ¿me entregarán los vecinos de Keila en las manos del rey Saúl?
Los hombres alrededor escuchan con mucha atención:
— ¡Por supuesto que no! — se dice uno al otro — Cuando los filisteos la tenían rodeada, nadie los fue a ayudar. Saúl no se preocupó en socorrerlos. Estamos seguros que estas gentes van a estar agradecidas con nosotros porque les salvamos la vida y sus posesiones. ¿Cómo nos van a traicionar después que les libramos de esa terrible situación?
Se hace de nuevo un silencio. Se escucha la voz del sacerdote informando la respuesta dada por el efod: "Jehová ha dicho que os entregarán" (1 S 23:12).
Los que están escuchando ponen cara de sorpresa. ¿Será posible que sean tan desagradecidos?
Mientras tanto un grupo de ciudadanos se ha reunido en un lugar secreto. Se discute la situación. Los habitantes de Keila están muy nerviosos porque saben que viene el rey con el propósito de sitiar y destruir la ciudad. Uno de los más ancianos se levanta y dice:
— Yo personalmente le tengo mucha simpatía a David, pero él tiene solo 600 hombres y el rey viene con muchos miles. No hay posibilidad que David pueda ganar. Está perdido. Se aclara la garganta con una pequeña tos, tal como hacen los políticos profesionales y agrega:
— Por lo tanto, aconsejo que sigamos la ley del "sálvese quien pueda" y la única manera de salvarnos es informar al rey que cuando lleguen sus tropas les abriremos las puertas y no haremos nada para defenderlo.
El hombre se sienta. Hay un largo silencio y uno a uno los ancianos dicen con un gesto "estoy de acuerdo" (esta reunión no está en el texto bíblico).
Ese día David y sus hombres abandonan la ciudad con una profunda tristeza mientras se dicen a sí mismos: ¡Qué pronto se olvidan las gentes de aquellos que les han ayudado en el momento de gran necesidad! David huye a un monte en la zona del desierto de Zif. Saúl envía numerosas patrullas bien equipadas pero no lo encuentran porque "Dios no lo entregó en sus manos" (1 S 23:14).
Es allí en Hores que recibe una visita inusual.
— Capitán — dice uno de los sargentos — el hijo del rey quiere verlo. Nosotros no sabíamos qué hacer porque pensamos que era una treta de Saúl, pero él insiste en que quiere hablar con usted. Jonatán, al hacerlo, está poniendo en peligro su propia vida.
El encuentro es emocionante. El príncipe viste ropas de guerra pero de inmediato se puede percibir que no es un soldado común sino que es una persona de la nobleza.
Tan pronto como divisa a David se dirige a él y los dos se confunden en un fuerte abrazo. Los guerreros de David miran como si no pudieran comprender. ¡Cómo es posible que aquel que todos estaban seguros de que iba a ser heredero y sucesor del monarca de Israel está abrazando al enemigo principal de su padre!
Los dos hombres entran en una tienda de campaña y hablan por largas horas. Jonatán lo alienta e insiste en las verdades profundas de la soberanía y la misericordia divina. El príncipe le pide al Señor que fortalezca la mano de su amigo, que le dé fuerzas para cumplir la misión que el Eterno le ha encomendado. Luego viene la conmovedora despedida. Jonatán va a volver al palacio real y David retorna a los escondites por las montañas y los bosques.
Jonatán se aleja lentamente. Siente en su corazón una opresión. Cada paso que da le hace sentir que la distancia de su amigo se alarga cada vez más. David por un momento se emociona. Pero es un militar que no puede llorar en frente de sus soldados. Presiente que es la última vez que verá a su camarada de muchos años.
Pasan los meses y David sigue huyendo. Uno a uno se suceden nombres de desiertos y montañas casi desconocidos para nosotros. Mientras tanto los moradores de Zif quieren obtener algún provecho de esta situación. Ellos saben exactamente dónde se esconde David y sus hombres. Los principales se han reunido y están de acuerdo de que en esta lucha Saúl va a ser el ganador. Hoy dirían algunos en ciertas partes: "en una carrera hípica hay que apostar al caballo del comisario". Se envía entonces un mensaje al rey delatando el lugar donde se encuentra el fugitivo. Le informan al monarca no solamente dónde está, sino que agregan: "nosotros lo entregaremos en manos del rey". Se felicitan entre sí diciendo que "así al final vamos a salir bien". Sin duda que su majestad nos va a dar una buena recompensa.
El futuro regente una vez más se apresura a levantar el campamento y esta vez huyen en dirección al desierto de Maón en el sur de Arabá. Allí se levanta esa montaña tras la cual esperaban encontrar refugio, pero se dan cuenta de que se están aproximando las tropas del rey. Huir al desierto, sin las provisiones, es la muerte segura. Subir a la cumbre es colocarse en un lugar donde al final no pueden esconderse más. No hay mucha agua en una elevación en el desierto. Saúl ordena que sus regimientos se dividan: unos que rodeen el monte en una dirección y los otros en la trayectoria opuesta. Es una maniobra "en pinza" como si un alacrán gigante los fueran a "triturar". Esas tenazas venenosas y crueles se van a cerrar sobre el fugitivo y sus tropas que están extenuados. Los animales cansados y sedientos aflojan la velocidad.
David y los suyos saben que los destacamentos del rey están bien armados, tienen alimentos en abundancia y están avanzando rápidamente. Llegan así a una montaña. Tratar de subirla es cometer suicidio. Los guerreros divisan detrás de ellos una nube de polvo que indica la proximidad del enemigo. Los sargentos se dirigen a su jefe: Capitán, ¿qué hacemos? El rostro de David muestra que la situación es realmente muy seria, pero a su vez revela la paz que solo Dios puede dar.
Del otro lado, delante de ellos en la distancia, se ve otra nube de polvo que va aumentando de tamaño. Se dan cuenta de que el enemigo ha dividido sus brigadas: una hacia un lado de la montaña y la otra hacia el otro. Van a atacar a David por la vanguardia y por la retaguardia. Todo parece estar perdido. La nube va creciendo más y más sin duda por el gran ejército que se aproxima. Ya se ve más cerca el nubarrón de polvo de las tropas realistas.
Pero el odio y maldad contenido en ese destacamento y en su jefe es mayor que la nube que han levantado.
¡Vamos a pelear hasta que el último hombre que quede en pie y no se olviden: contigo desbarataré ejércitos y con mi Dios asaltaré muros! (Sal 18:29).
Parecería que la velocidad de los acontecimientos se enlentece como si fuera una "película de cine". David se acuerda de esas palabras que ha cantado tantas veces desde su juventud "Jehová es mi luz y mi fortaleza ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida" (Sal 27:1).
David, ante el estupor de sus lugartenientes, da la orden de detenerse. Los soldados se maravillan al notar que el "nubarrón" que estaba adelante y se iba alargando, deja de crecer. La otra también ha quedado como paralizada. En los minutos que siguen las dos "nubes" empiezan a hacerse cada vez más pequeñas hasta que desaparecen sobre el horizonte.
¡Están huyendo! ¡Están huyendo!, gritan los soldados. Risas nerviosas y gritos de triunfo se repiten entre los soldados. El capitán dice entonces: "He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor está con los que sostienen mi vida" (Sal 54:4).
Ya cuando faltan pocos minutos para alcanzar y destruir a David y a sus hombres, el rey recibe la noticia urgente de que los filisteos han invadido el país y avanzan sin que nadie los detenga. La persecución se detiene y Saúl da la orden de volver para luchar contra los invasores.

La historia bíblica y nosotros

La mayoría de los reyes descienden de familias cuyos antepasados habían logrado alguna hazaña militar. En general, saben muy poco de lo que es la vida diaria del hombre común. No así David. El comienza "desde abajo". Va a llegar al puesto máximo en la nación habiendo pasado desde la vida muy sencilla de un pastor, hasta las penurias de alguien que está huyendo continuamente de Saúl quien lo quiere matar. Es por eso que los salmos de este hombre nos siguen hablando hoy. David no especula sobre problemas sociales que ha aprendido leyendo un libro, sino que describe lo que ha pasado en las experiencias de crisis en su vida.
Una de los varios elementos interesantes de esta historia es que se plantean las posibilidades de cómo actuarían ciertas personas en situaciones que al final nunca se realizan. A la pregunta de si los hombres de Keila van a entregar a David y a sus escuadrones, la respuesta es "Sí, lo entregarán". Dios, que es omnisciente, sabe exactamente cuál será nuestra acción aún en los escenarios que al final no acontecen.
Cuando la ciudad de Keila es atacada, sus moradores no le piden ayuda a Saúl sino a David. Si bien es cierto que quizás él estuviera más cerca, ellos no ignoran que el rey está ocupado con muchas cosas y esa ciudad no es lo suficientemente importante para librar una batalla. No es así el caso con el vencedor de Goliat. Ellos saben muy bien que David no le tiene miedo a los filisteos.
El "Salmista" tiene un humilde espíritu y está dispuesto a la insistencia de sus hombres de volver a consultar al Omnipotente para estar seguro de que esa es su voluntad para ellos (1 S 23:3-4).
Él no se plantea si está dentro de sus obligaciones defender la ciudad. Él podría haberse justificado y no involucrarse diciendo: "Yo ya tengo bastantes problemas, después de todo soy un fugitivo".
El éxito del futuro rey es el resultado de la obediencia a la voluntad divina. Observamos la secuencia de palabras claves: Fue, peleó, llevó, causó y libró (1 S 23:5).
El hecho que David le pregunta al Señor si los hombres lo van a entregar, sugiere que si estos no lo traicionan, él podría resistirse dentro de la ciudad. De lo contrario, obviamente de primera hubiera hecho la decisión de huir al desierto.
La doctrina de la soberanía de Dios se percibe aquí de una manera muy especial. El Todopoderoso no sólo sabe y permite lo que va a suceder, sino también conoce lo que podría suceder con todas sus variantes. El Omnisciente no se lleva sorpresas con las decisiones y actuaciones de los seres humanos. Por supuesto que si los hombres de Keila hubiesen entregado a David esto no significaría que Dios tiene sus manos atadas y que no puede hacer nada más. El Señor siempre va a cumplir su propósito.
Al considerar la visita de Jonatán pensamos cuánto bien nos hace cuando un buen amigo se acerca a nosotros en tiempo de dificultad.
¿Qué hubiera pasado si Jonatán se hubiera quedado con David en vez de volver con su padre? Muy probablemente hubiera llegado a ser el segundo en el reino. La promesa de David de darle el segundo lugar en el mando era una proposición verdadera que el futuro rey sin duda la hubiera cumplido (1 S 23:17-18).
Creemos que Jonatán perdió la oportunidad de ser el segundo en el reino al volver al palacio real. El lugar que en aquel momento parecía más peligroso junto al fugitivo David, era en realidad más seguro que la fortaleza de Saúl.
Quizás nosotros a veces tenemos que hacer una decisión como Jonatán y no nos damos cuenta de que el lugar más inamovible para estar exactamente es en el lugar que Dios quiere que estemos.
Su padre era un hombre con crisis agresivas, incontrolables y en cierto momento trató de matar a su propio hijo.
Al pensar en la decisión que tuvo que hacer Jonatán nos acordamos de las palabras del Señor Jesús cuando invitó a un hombre a seguirle y él le respondió: "Señor, déjame primero que vaya y entierre a mi padre". Jesús le contestó: "deja a los muertos que entierren a sus muertos y tu ve y anuncia el reino de Dios" (Lc 9:59-60).
¡Cuánto bien le hace a David escuchar de Jonatán que él estaba convencido que el fugitivo de hoy va a ser el próximo rey de Israel! Jonatán aparece en el momento apropiado para confortar a David. Lo hace sin duda en base a los atributos de Dios y a las promesas fieles del Señor.
Entendemos bien algunas de las razones por la cuales le sería muy difícil a Jonatán abandonar a su padre. En este momento la vida de David no ofrece más que penurias, persecución y dificultades.
Hay cierta relación y semejanza de lo que se llama tipo entre David y el Señor Jesucristo. También entre Jonatán y nosotros. Nuestro Salvador enseñó: "Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna" (Mt 20:29).
En cuanto a los moradores de Zif que estaban prontos a delatar dónde estaba David escondido, Matthew Henry con su habitual lucidez declara: "Miserables son las gentes cuyo príncipe es un tirano, porque, mientras que algunos sufren por su tiranía, otros (lo cual es peor) son hechos siervos e instrumentos de ella".
La manera en que David es librado es increíble. Cuando todo parece perdido y en cuestión de pocas horas o menos va a ser apresado, el Eterno actúa de una manera providencial y el Salmista y sus hombres se salvan. La Escritura nos transmite la angustia del momento: "más Saúl y sus hombres habían encerrado a David y a su gente para capturarlos". Pero ese momento no llegó porque el plan de Dios era preservar a su siervo. No nos cabe duda de que David oró al Señor pidiendo su ayuda.
La personalidad doble y maliciosa de Saúl se ve en la frase: "Id, pues, ahora, aseguraos más, conoced y ved el lugar de su escondite, y quién lo haya visto allí; porque se me ha dicho que él es astuto en gran manera" (1 S 23:22). Por supuesto el rey conocía muy bien a David, quien había sido su yerno y no necesitaba decir que alguien le había dicho. Este tipo de lenguaje es típico del malévolo que "tira la piedra y esconde la mano".

Detalles técnicos de la historia

El efod era como un chaleco del vestido de los sacerdotes que se extendía hasta la cintura. En la parte del pecho tenía dos objetos que eran el Urim y el Tumim. Estos daban la respuesta de sí o no cuando eran interrogados. No se sabe exactamente cómo actuaba. Se han traducido estos nombres como revelación y verdad, y también como luces y perfecciones.
Abiatar había huido después de que Saúl asesinó a 85 sacerdotes, incluso a sus padres, mujeres y niños. Creemos que al hacer esto el rey ignoró que estaba firmando su propia sentencia de muerte. Por su parte, David le hizo una promesa al sacerdote Abiatar: "Quédate conmigo, no temas, quien buscare mi vida, buscará también la tuya, pues conmigo estarás a salvo" (1 S 22:23).
La próxima vez que se menciona el nombre de Jonatán es para anunciar que ha sido muerto en la batalla contra los filisteos (1 S 33:2).
Es durante el tiempo cuando Saúl es notificado de que David está escondido en la tierra de Zif que se escribe el Salmo 54. Vemos ahí la intensidad de la plegaria del futuro monarca: "Oh, Dios, escucha mi oración, atiende las palabras de mi boca, porque los extraños se han levantado contra mí y los violentos buscan mi vida" (Sal 54:2). Pero termina este salmo en una nota de triunfo: "Voluntariamente te ofreceré sacrificios, daré gracias a tu nombre, oh Señor, porque eres bueno, porque me has librado de toda angustia, mis ojos han visto la derrota de mis enemigos" (Sal 54:6).

El líder que hay en cada uno

El líder funciona como tal aunque a veces no ha sido reconocido oficialmente por todos. Pero cuando hay una necesidad y nadie aparece para solucionarla, él trata de hacerlo. Esto no significa que se entromete con la autoridad de los responsables de la iglesia local.
Saúl no queda agradecido por la ayuda prestada por David al pueblo de Keila. Le correspondería felicitarlo y reconocerlo por haber arriesgado su vida para salvar esa ciudad. Por el contrario, el rey ve este triunfo como una razón más para tratar de eliminar a su enemigo. El hombre carnal frecuentemente no reconoce las buenas acciones del espiritual y a menudo le trata de atribuir motivos secundarios como ganancia económica, prestigio o poder.
El Rey siempre actúa de acuerdo a las informaciones que los hombres le dan. David no descarta la información humana pero sus decisiones se basan en lo que el Señor le muestra.
Hemos visto que Jonatán se conforma con ser él segundo en el futuro reino. Es mejor ser segundo o tercero que no estar en ningún lugar de la lista. Muchas veces es provechoso por lo que se puede aprender estando en el segundo o tercer lugar por un tiempo antes de llegar al primero. La promesa de David a su amigo de tener el segundo lugar de más importancia en el reino fue sincera. El Salmista lo hubiera hecho si al ser coronado, su amigo todavía estuviera vivo. Creemos que es por esa indecisión de Jonatán al no haber optado por quedarse con David, lo que permite la cadena de hechos que incluye una batalla que termina en su muerte.
David utiliza el sacerdote Abiatar para conocer la voluntad divina. Nosotros tenemos todo el canon de las Escrituras que no poseía David y la guía del Espíritu Santo.
Los líderes de Keila hicieron la decisión equivocada. Su determinación la efectuaron en base a la sabiduría humana y no en la búsqueda de cuál era la voluntad divina. Ellos llegaron a la conclusión de que David en algún momento iba a caer. No son tan sabios como Abigail quien dijo: "yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa, pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová y mal no se ha hallado en tus días" (1 S 25:28).

¿Qué podemos aprender de esa visita de Jonatán?

1) Fue de mucha ayuda en un momento muy especial de la vida de David. Lo confortó y esforzó su mano en el Señor (1 S 23:16-17).
2) Lo hizo no deseándole buena suerte, o "que te vaya bien", o con una actitud positiva. Sin duda le recordó la fidelidad de Dios en muchos episodios de su vida como cuando tuvo que luchar contra el gigante Goliat.
3) Lo efectuó a pesar de estar en contra de su propio futuro. Todo el mundo creía que él iba a ser el futuro rey.
4) El líder honesto no aplasta al joven o compañero que tiene obvios dones y que puede llegar a ser su "contrincante" potencial. Por el contrario, lo ayuda y lo anima aunque esto le resulte ventajoso.
5) Fue el último encuentro. Nunca tuvo otra oportunidad de estar con su amigo David.

Similitudes entre Jonatán y el joven rico que fue a ver a Jesús (Mr 10:17-22)

Uno fue a ver a David y el otro al Hijo de David.
David amaba a Jonatán y el Señor "le amó" al joven rico.
Ambos eran ricos.
Ambos se fueron tristes tras despedirse.
Nunca más se volvieron a ver después de este encuentro.
Uno tuvo que elegir entre el palacio o el desierto y el otro entre el Señor y sus riquezas.
Jonatán nunca llegó a ser el segundo en el reino y el joven no llego a ser un discípulo.

Discusión para grupo de estudio

¿Hizo bien David siendo el líder en considerar las sugerencias de sus subalternos?
¿Por qué cree que Jonatán no se quedó con David en vez de volver al palacio?
¿Cuáles son las razones que tienen los de Zif para denunciar al rey la presencia de David y sus hombres en su territorio?
¿Por qué Dios no permitió que Saúl apresara a David?

Comentarios

Ecuador
  Jesús Eleuterio Godoy Chamba  (Ecuador)  (16/05/2019)

Para mi son de gran ayuda estos comentarios ya que me ayudan para compartir la palabra de Dios de una manera muy positiva a otras personas, Dios bendiga sobre abundantemente a la persona, autor de estos estudios y continúe ayudando a quienes lo necesitan, Gloria a Dios a él sea la alabanza y la adoración.

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