Algunas veces pasamos por situaciones en la vida en las que nos preguntamos si es posible que lo que Dios nos pide es demasiado. En este estudio consideramos uno de esos momentos; cuando Dios mandó a Abraham que ofreciera a su hijo Isaac.
José fue un joven que supo decir no a la tentación sexual. Y hoy sigue siendo necesario que los jóvenes sean fieles al Señor y estén dispuestos a decir no cuando corresponde. Para José lo fácil habría sido ceder y echar la culpa a las circunstancias, pero no lo hizo. Un buen ejemplo para todos nosotros.
Pablo y Silas habían sido encarcelados injustamente después de haber sido azotados cruelmente. En esa situación no se quejaban, sino que alababan a Dios con sus cánticos y oraciones. Entonces Dios intervino por medio de un terremoto, impresionando de tal modo al carcelero que hizo una de las preguntas más importantes que encontramos en la Biblia: ¿Qué debo hacer para ser salvo?
El Señor Jesucristo es digno de que cada uno de nosotros le demos lo mejor de nuestras vidas. Al fin y al cabo, todo lo que somos y tenemos se lo debemos a él. No obstante, ¡qué pocas personas reconocen esto! En este estudio recordamos dos hermosos ejemplos bíblicos de dos personas que honraron al Señor con lo que tenían.
El libro de Job despierta muchas preguntas: ¿Por qué Dios permite que los creyentes sufran? ¿Qué debe hacer el creyente frente a la tribulación? ¿Cómo deben conducirse los amigos del creyente para ayudarlo durante la prueba?
En la historia de la llegada del evangelio a Filipos, primer lugar de Europa donde fue predicado, encontramos a tres personas que fueron alcanzadas por el apóstol Pablo: Lidia, una comerciante de púrpura, una joven endemoniada y un centurión romano. Todos ellos eran muy diferentes entre sí, pero sus vidas fueron transformadas por el poder de Dios.
David sufrió un amargo golpe de estado protagonizado por su propio hijo Absalón. Ante esa situación tuvo que huir de Jerusalén. Fueron momentos muy duros para David, pero sirvió para descubrir cuáles de sus siervos eran auténticamente fieles. El pasaje guarda un interesante paralelismo con lo que le ocurrió a Cristo...
Tres días después de que el Señor Jesucristo muriera en la cruz, las noticias acerca de su resurrección se repetían por todas partes. Los de Emaús fueron dos de esas personas que tuvieron la ocasión de ver al Señor resucitado y recibir de su parte una hermosa exposición bíblica.
Josué tuvo que enfrentar una crisis inesperada por causa del pecado de Acán. Aquí vemos que el pecado encubierto les impidió disfrutar de la bendición de Dios y de avanzar en su conquista de la tierra prometida. En esos casos, sólo la aplicación de una disciplina correcta y la confesión total son la única solución para tales problemas.
