Saltar al contenido

Estudio bíblico: La mujer samaritana - Juan 4:1-42

Autor: Roberto Estévez
Uruguay
Resultado:
Votos:
8
Visitas:
31143

La mujer samaritana

Un encuentro inolvidable (Jn 4:1-42)

Un grupo de hombres transita por un polvoriento camino. Hacen un alto fuera de la ciudad de Sicar. Ya es cerca del mediodía. Todos tienen ganas de comer pero los alimentos ya se acabaron.
— ¡Vamos al pueblo! — dice uno de ellos — ¡Yo también voy! — se suma otro, y uno a uno salen en grupo, menos uno: es Jesucristo.
El Mesías, como también algunos lo reconocieron, se acerca a un aljibe. Ahora ya son como la una de un día de verano y el sol está tan fuerte que parece que va a derretir las rocas de ese paisaje monótono y árido. El "Nazareno" está cansado no solamente por haber caminado un largo trecho y no haber comido mucho sino también por haber pasado, como era su costumbre, buena parte de la noche orando a Dios.
Se sienta allí al lado del manantial que los locales conocen como el pozo de Jacob. Al rato aparece una mujer avanzando lentamente con un cántaro. Parece que tiene unos treinta y pocos años.
Todavía mantenía los rasgos bellos de aquellas que con el paso de los años conservan las evidencias de la hermosura de la juventud. Al mismo tiempo tenía en su rostro los surcos de preocupación de quienes la vida no les fue fácil. En el pueblo todos la conocían, pero no por su virtud. Al parecer esta mujer "batía el récord". Se murmuraba que a lo menos había tenido dos maridos. Cuando llegó al pueblo procedente de una aldea lejana que nadie conocía dijo que había estado casada una vez y su marido la abandonó y se fue con otra. Todos creyeron la historia. Al tiempo se volvió a casar y todo parecía que iba a marchar bien hasta que el marido pidió el divorcio. Lo que se ignoraba en la villa, es que antes de llegar allí, ya había tenido cuatro maridos. Ahora todo el pueblo simplemente sabía que vivía con un hombre.
Jesucristo luego del tradicional "shalom" le dice: "dame de beber".
Ella observa al hombre que le ha hablado. Por al acento se da cuenta de que es judío, quizás galileo, pero no samaritano. Viste sencillo, pero limpio.
Ella podía haber dicho "no" a secas, y la conversación quizás nunca se hubiera entablado, pero responde:
— ¿Cómo tú siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?
A punto estuvo de agregar "¡con mucha honra!".
El Señor Jesús contesta:
— Si conocieses el don de Dios y quién es el que te dice: dame de beber...
Es como si dijera: tú me estás evaluando por mi dialecto y mis ropas como la mayoría de las personas lo hacen. Pero soy muy distinto a los otros hombres que caminan por los senderos de Samaria. Continúa:
— ... tú le pedirías y él te daría agua viva.
La mujer no entiende exactamente lo que le está diciendo. Es que en cierto sentido, los dos están hablando de cosas distintas. Ella ve delante un típico judío vestido con las ropas tradicionales y por lo tanto piensa que es un hombre común.
Pero el Cristo podría haberle contestado algo así:
— Mis vestidos no son reales, porque yo soy un rey; mis ropas tienen el polvo del desierto, pero soy más puro que el agua que surge de las más altas montañas; es verdad que estoy cansado y tengo sed pero sin embargo soy el que puede decir con autoridad "Venid a mí todos los trabajados y cansados y yo os haré descansar" (Mt 11:28).
Pero Jesús guarda silencio y luego de una pausa agrega:
— Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed.
Este argumento es incontrovertible. El hecho de que la mujer estaba allí lo demostraba. La gente en su casa tomaba el agua y después tenían más sed.
— Mas el que bebiere del agua que yo le daré — prosigue —, no tendrá sed jamás.
Sin duda la mujer está sorprendida. Aquí hay alguien que dice que hay un agua que calma la sed para siempre. Los ojos de la samaritana se abren como si no pudiera creer lo que acaba de escuchar, pero él explica:
— "El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna".
Ella no puede creer lo que escucha, pero ese judío habla con tanta seguridad que la impresiona. Mira a su rostro y sus ojos son los de un hombre piadoso y sincero. La samaritana piensa: No sé lo que significa esto de que salte para vida eterna ¡pero qué lindo suena! Después de todo, nada se pierde con preguntar. A la mujer le interesa esa oferta de algo tan práctico aquí y ahora:
— Señor, dame de esa agua, para que yo no tenga sed, ni venga aquí a sacarla.
La samaritana razona rápidamente que hay dos posibilidades. Este hombre me va a dar un recipiente pequeño que tiene entre sus ropas, o me va a decir "lo siento, no tengo el agua conmigo". De ser así me está contando un cuento.
La respuesta de Jesucristo le cae como si le hubieran tirado un balde de agua fría sobre su cabeza. Es algo completamente inesperado. La toma por sorpresa.
— Ve, llama a tu marido y ven acá.
El desconocido le está pidiendo que haga tres cosas. Primero: vuelve a tu casa; segundo: llama tu marido; y tercero: vuelve aquí. Ir y volver por ese camino a esa hora después del mediodía, con ese sol que quema los huesos no era nada atrayente. Caminar casi dos kilómetros durante lo más caluroso del día no era fácil.
Ella, que es rápida en su razonamiento, sabe que tiene dos opciones. Una es ir y traer al hombre que vive en su casa. Pero ¿qué podía hacer ella si el supuesto marido se rehusaba? Así que lo más fácil fue decidirse por la otra opción:
— No tengo marido.
En cuanto ella pronuncia estas palabras se dice a sí misma: ¡De esta me salvé; seguro que se "tragó" mi explicación!
El extranjero responde:
— Bien has dicho "no tengo marido". La mujer, por una fracción de segundo, se sonríe interiormente. Pero Jesús continúa:
— ... Porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido.
La samaritana queda petrificada. Sus ojos se abren y parece que van a salirse de las órbitas y empieza a temblar como cuando se pulsa una cuerda floja de guitarra. Un sudor frío cubre su frente, su corazón late fuerte y acelerado. En este momento ella tiene varias alternativas. Una es decir: Sí, pero usted sabe cómo son las cosas. El que ahora tengo todavía no se ha casado conmigo porque tiene que arreglar los papeles del matrimonio anterior, pero en eso andamos. En vez de ir por ese camino, opta por la otra alternativa, muy interesante, aunque no inesperada para su interlocutor.
Esta mujer, que vive en medio de una sociedad pecaminosa, sin embargo le gusta discutir temas teológicos. Así que le responde:
— Señor, me parece que tú eres profeta.
Esto es lo que ella supone, dado que probablemente nunca había conocido a un profeta.
Con habilidad y rapidez sigue hablando. En fracción de segundos decide cambiar de tema. Quizás tenga miedo de que el extranjero le siga diciendo otras cosas de su vida que ella prefiere no recordar. Si le pudo mencionar eso de los cinco más uno, ¡vaya a saber cuántas cosas más pueda citar! Su activo cerebro le da la solución. Elige uno de los temas que no le ataña a ella directamente. ¿Qué cosa mejor que discutir en términos generales sobre religión? ¿Qué cosa mejor que argumentar de nosotros, es decir, los samaritanos, y ellos, es decir, los judíos? Después de todo, esa discusión la había escuchado desde su juventud y tenía todas las respuestas preparadas.
El forastero, con una tolerancia excepcional, le permite entrar en el juego que ella pretende emprender para librarse de la acusación personal. Es así que ella prosigue:
— Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.
La respuesta de Jesucristo es inesperada y sorprendente:
— Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Ella pretendía que Jesús se pusiese de un lado de la discusión. Estaba pronta para defender su posición, pero el extranjero la desubicó: ni en este monte ni siquiera en Jerusalén.
La señora ha quedado pasmada. Ella está dispuesta a discutir y argumentar que el monte de Gerizim es mejor que Jerusalén. Ella tenía todos sus argumentos prontos, pero Jesús ha puesto punto final a esa discusión. No es un asunto geográfico. Y de inmediato Él agrega:
— Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.
La samaritana escucha esta frase y quizás piensa dentro de sí: Este es uno de esos fanáticos que creen que lo de ellos es lo mejor. Las palabras que siguen le demuestran que ese no es el caso.
El extranjero ahora prosigue:
— Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Ella interrumpe y dice:
— Sé que ha de venir el Mesías llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.
Con toda tranquilidad, y como si midiera cada palabra, el Nazareno responde:
— Yo soy, el que habla contigo.
La mujer está tan "electrizada" que vuelve a la ciudad. Ha dejado el cántaro. Llega al pueblo y empieza gritar. Las gentes salen de las casas pensando que ha pasado algo. Ella repite como un antiguo disco rayado: Vean un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?
En su fuero íntimo no tenía duda alguna, pero con humildad plantea la posibilidad que para ella era una palpable realidad. La mujer va de casa en casa diciendo ¡me ha dicho todo cuanto he hecho! Aquí el Señor Jesús ha demostrado su omnisciencia como Eterno Hijo de Dios que es.
Los que se animaron a salir corriendo y ver ellos mismos y escuchar las palabras del Mesías ahora dicen:
— Ya no creemos solamente por tus dichos, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Quizás alguno pudo haber dicho:
— A esta vecina le dijo cuántos maridos había tenido; yo no me animo a que diga delante de todos qué clase de pecados he cometido.

La historia bíblica y nosotros

De la misma manera que esta mujer al principio no reconoció al Mesías, algunos miembros de iglesias "fundamentalistas" no confiesan la divinidad de Jesucristo. Esta es parte de la tragedia de nuestros días. Se conoce al Señor Jesús solamente en forma muy parcial y limitada. Los movimientos filosóficos revolucionarios de los últimos tres siglos, han tratado de quitarle al Salvador la mayoría de sus atributos que le corresponde por su divinidad (Col 1:16-17). Se lo admira como maestro, como filósofo, pero no como lo que Él realmente es: el unigénito y eterno Hijo de Dios.
Parecería que a los discípulos no se les ocurrió que no es prudente en un grupo grande dejar a uno de los miembros solo en un ambiente desconocido. Pero lo que los hombres a veces hacen "sin pensarlo mucho", Dios lo puede utilizar para su propósito. La mujer nunca se hubiera animado a hablar sola con un grupo de trece hombres y menos siendo todos judíos.
El evangelista abrevia los detalles de la conversación al máximo como lo hacíamos nosotros en los tiempos de los telegramas en que se cobraba por cada letra del texto enviado.
Es probable que esta mujer había escuchado a esos patrañeros que venden líquidos como el Elixir del Amor, el Bálsamo de la juventud, o el Licor del Éxito. Al que compra la botellita de ese elixir se le promete que va a tener amor, juventud, salud, dinero y éxito. Pero lo que el Nazareno le ofreció era real y maravilloso.
El conocimiento de la persona de Cristo hace que cambie nuestra actitud en 180 grados. Es así como nos damos cuenta de que El realmente no pide sino que regala. Ella ve un judío sediento pidiendo agua. Cristo vio a una persona que, aunque no lo sabía, necesitaba el agua espiritual.
La samaritana le dice al Mesías: "No tienes con que sacarla, y el pozo es hondo". Todos nosotros tenemos la tendencia a enfocarnos en el obstáculo. La dificultad siempre va seguida de frases muy típicas. Algunas de ellas son: "no tengo", "me falta", "no se puede", "no es el tiempo", "si pudiera pero".
El primer argumento que la mujer presenta es que Jesucristo no dispone de recipiente ni cuerda o cadena para bajarlo. ¿Estaría dispuesto este judío al parecer muy religioso a beber agua de un utensilio que fue previamente tocado y usado por una samaritana?
En la segunda razón la mujer trata de reforzar su fundamento y dice: "el pozo es hondo". Sin duda que ella piensa que "el viajero" desconocía eso. Ella, como nosotros muchas veces, ignoraba que el Mesías le podía decir cuántos centímetros y milímetros tenía ese pozo de profundidad. Si el pozo no fuera hondo sería fácil con el hueco de la mano sacar el agua.
La samaritana tiene la tercera premisa. A ella le gusta defender bien sus razones. Su deducción es buena. Quizás fue esa tendencia a refutar y querer siempre ganar lo que le hizo perder en el pasado cinco maridos. La tesis ahora parece imbatible: ¿Eres tú mayor (o sea más importante o más poderoso) que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo? Lo que la mujer ignoraba era que el "caminante" no era solamente superior a Jacob, sino infinitamente mayor que el más grande de los seres humanos.
Cuando Jesucristo le responde "bien has dicho, no tengo marido, porque cinco maridos has tenido..." la mujer queda asombrada. ¿Cómo es posible que este extranjero conozca todos los detalles de su vida "sentimental" cuando probablemente nadie en la ciudad sabía la historia completa? Por supuesto que se rumoreaba que había estado casada antes. Pero quizás esta mujer había hecho lo mismo que aquellos que tienen lo que la policía llama "antecedentes". A menudo estas personas se trasladan a otra ciudad y tratan de empezar de nuevo diciendo "el pasado pisado". Seguramente ella había ocultado muy bien su vida anterior y nadie en la ciudad sabía que había tenido cinco maridos. ¡Ni siquiera el individuo número seis lo sabía! De lo contrario, no se hubiera quedado tan sorprendida de la respuesta del Nazareno. Quizás el primero fue toda la ilusión de su juventud hasta que después de casarse se dio cuenta de que él era muy egoísta e iracundo. El segundo también al principio parecía maravilloso, hasta que se percató que no le gustaba trabajar y tenía un problema serio con alcoholismo. No se dio por vencida hasta que vino el tercero que por un mes marchó todo bien excepto que era un hombre muy "mujeriego". El cuarto al principio parecía alguien excepcional, hasta que se dio cuenta que no le importaba nada de ella. El quinto fue una repetición, al principio todo bien y después se reparó que era ese tipo de personas que es casi imposible de llevarse bien.
La frase "la salvación viene de los judíos" simplemente significa que Jesucristo el Salvador procede de la tribu de Judá.
El Señor Jesús ha clasificado a los adoradores en dos grupos: los verdaderos y los falsos. Los verdaderos adoradores no siguen una cantidad de reglas, ritos, movimientos, vestiduras especiales. Los genuinos adoran al Padre en espíritu y en verdad. El énfasis no es en lo externo sino en lo interno. Lo importante no está en la liturgia sino en lo que es verdadero.
La frase del maestro es profunda. La mujer nunca había escuchado que el Padre está buscando adoradores, y nos preguntamos ¿por qué? Por supuesto que no es por una necesidad de su carácter de sentirse mejor cuando es adorado.
F.F. Bruce escribe: "Dios mismo es puro Espíritu, y la adoración en la cual se deleita, por lo tanto, es la adoración espiritual, el sacrificio de un espíritu de adoración que es humilde, contrito y agradecido".
Muchos sistemas religiosos y filosóficos han tratado de "adorar" a Dios de una manera "espiritualista", o del alma, o psíquica pero que no es verdadera.
A. Pink define la adoración de la siguiente manera: 1) Es la acción de la nueva naturaleza buscando de la misma manera que las chispas vuelan hacia arriba de volver a la Divina y celestial fuente de donde procede. 2) Es la actividad de la gente redimida. 3) Es la actividad de un corazón redimido ocupado con Dios expresándose en adoración y acción de gracias.
Jesús le dice a la mujer: "Él te daría agua viva". Pink nos dice: "Aquí el agua del pozo de Jacob simboliza el orden antiguo entendido para los samaritanos y los judíos, en contraste con el nuevo orden que es el don del Espíritu Santo".
El monte Gerizim tenía cierta validez histórica (Dt 27:12), pero no era el lugar que Dios había determinado para adorar. Y cuando algo que nosotros hacemos o pensamos parece mejor que lo que Dios ha determinado estamos en un terreno de arena movediza.
La frase "Dios es Espíritu" es una de las cuatro descripciones de Dios en el Nuevo Testamento. Las otras son "Dios es luz" en (1 Jn 1:5); "Dios es amor" (1 Jn 4:8,16) y "Dios es fuego consumidor" en (He 12 29).
El Señor Jesús hizo varias cosas muy inusuales para aquella cultura.
Habló con una mujer que estaba sola, es decir, no acompañada por su marido como era la ética en ese entonces.
Tuvo una conversación con una "extranjera" samaritana que en forma tradicional sería despreciada por los judíos, muy especialmente por los rabinos.
Le pidió agua a una samaritana.
Si bien el texto no lo dice, asumimos que en algún momento la mujer le dio agua y el la bebió utilizando el propio utensilio de ella. De acuerdo a las normas religiosas judías esto no se debía hacer.
Esta historia termina con una nota de triunfo como pocas en los Evangelios: "Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo".
Algunos detalles que se observan en los convertidos al Señor como en esta mujer:
1) Dejan muchas cosas que antes hacían y no las hacen más. (En un sentido simbólico: el cántaro abandonado al lado del pozo. Por supuesto, usado luego).
2) Se sienten felices de hablar del Señor Jesús y su salvación.
3) Animan a otros a conocer el poder del Salvador: "venid y ved...".

El líder que hay en nosotros

El verdadero dirigente puede apreciar el potencial de ciertas personas mientras que otros pueden creer que ese individuo "sirve para poco o nada".
Sabe cómo encauzar una conversación de una manera inteligente y cortés, evitando un choque que frecuentemente corta completamente la comunicación. Pero no pasa por alto el pecado y a su debido tiempo lo confronta con la realidad de su vida.
El Mesías no fue a esa ciudad en busca del hombre o mujer más pudiente económicamente, ni buscó entre los que tenían fama de ser muy religiosos. Fue un encuentro que algunos llamarían fortuito pero sabemos que estaba en el perfecto plan de Dios.
¿Quién hubiera elegido a esta mujer con un pasado dudoso para propagar el mensaje del Mesías en Sicar?
Cuando ella desvía la conversación tratando de discutir cuál fuese el centro correcto de la adoración, la mayoría de los predicadores la hubieran interrumpido para decirle: Señora, usted es una pecadora y debe arrepentirse de esa vida inmoral, antes de ponerse a discutir sobre temas teológicos. Pero Jesucristo no hace eso, porque no es todavía el momento oportuno para hacerlo, sino que prosigue la conversación. El Redentor en su sabiduría y gracia le deja "irse por las ramas " para alcanzarla al momento adecuado.
En la mayoría de nuestras iglesias se hubiera tenido poco interés en una mujer con ese "historial". Después de todo, ella era de otra cultura, hablaba con un acento distinto y tenía una moralidad dudosa.

Detalles técnicos

El pueblo donde los discípulos fueron a comprar alimentos es Sicar, que está a unos 900 metros del pozo de Jacobo. Este pozo tendría una profundidad de unos 20 metros.
Moisés determinó que el monte Gerizim fuera utilizado para bendecir al pueblo (Dt 27:12).
De acuerdo al historiador Josefo, los samaritanos serían descendientes de José, Efraín y Manasés. Era un pueblo en que los judíos se habían unido con otras razas paganas.
Si bien en Hollywood no es raro haber tenido cinco esposas o esposos, en aquella sociedad no era lo habitual.
Los judíos admitían el divorcio hasta tres veces; al parecer esta mujer "batía el récord".

Discusión de grupo de estudio

¿Cómo compartir el mensaje del Evangelio?
¿Cómo hablar con personas de una cultura distinta?
¿Se debe mencionar el tema del pecado en la presentación del Evangelio?
¿Aprobó el Señor Jesucristo el modo de vivir de esta mujer que no estaba legalmente casada?

Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO