Cuando el endemoniado se acercó al principio a Jesús, le suplicó que le dejara. Cristo no atendió esta petición porque el hombre no actuaba con libertad, sino bajo la poderosa influencia de los demonios.
Más tarde los gadarenos le rogaron que se fuera de sus contornos. Cristo accedió a irse, ya que esta petición era expresión de su libre voluntad, hecha con los ojos abiertos y a la plena luz de toda la evidencia. Cristo respeta la elección de los hombres.
Cuando Jesús se iba, el que había estado endemoniado le rogó que le dejara ir con él. Cristo no le dejó, puesto que ahora estaba a sus órdenes, pertenecía a su Reino y por lo tanto estaba a su servicio.