Estudio bíblico: La libertad cristiana y sus limitaciones - 1 Corintios 8:1-9:27
La libertad cristiana y sus limitaciones - 1 Corintios 8:1-9:27
Consideraciones generales
1. Temas y tendencias
Como advertimos en la Introducción a esta Epístola, el apóstol no desarrolla en ella las distintas fases de un solo tema doctrinal, sino que recoge las preguntas que los corintios le habían hecho por carta, además de los asuntos que surgían de sus conversaciones con los hermanos de Corinto que le habían visitado en Éfeso. Estamos preparados, pues, para un cambio de tema después de las sugerencias y mandatos que Pablo acababa de dar sobre el matrimonio y el celibato en las circunstancias especiales que regían en Corinto. En efecto, pasamos aquí a la consideración de un tema más de la serie, que surge esta vez de la carta de los corintios: ¿cuál debería ser la actitud de los creyentes frente a las viandas que habían sido ofrecidos a los ídolos de los paganos? Con todo, el nuevo tema no se halla completamente aislado de la enseñanza que lo precede, pues la forma de presentar la pregunta mantiene una relación esencial con las discusiones sobre la sabiduría divina y humana, como también con las consideraciones anteriores del apóstol sobre el andar carnal y el espiritual. El tema es diferente, pero el ambiente es igual, de modo que la falta de continuidad no es tan marcada como podríamos pensar a primera vista.
2. El análisis del texto
La inclusión de los capítulos 8 y 9 en este capítulo del comentario obedece a dos consideraciones: a) El título, "La libertad cristiana y sus limitaciones" es aplicable a ambos, bien que en el capítulo 8 se trata del problema de los hermanos corintios ante las "eidõlothuta" ("viandas ofrecidas a ídolos"), mientras que en el importante capítulo 9 se trata de la libertad del apóstol Pablo en su ministerio y frente a la iglesia en Corinto. Hay marcados contrastes entre los dos casos, pero no salimos del tema sugerido. b) En segundo término, nos vemos enfrentados con la necesidad de redactar capítulos que no sean ni muy cortos ni muy largos, y aun reconociendo que también hay enlaces conceptuales entre los capítulos 9 y 10, preferimos no extender esta sección más allá de estos límites prudenciales en vista de la finalidad docente de este comentario. No es siempre posible la perfección lógica al determinar los límites de los capítulos, y preferimos atenernos a las necesidades prácticas del lector.
Ciencia, libertad, amor y sacrificio (1 Co 8:1-13)
1. "Lo sacrificado a los ídolos"
El problema que mencionaron los corintios ha dejado de tener vigencia para la Iglesia —por lo menos en el Occidente—, pero no así los principios que Pablo adujo para su solución, que permanecen intangibles. De ahí la necesidad de comprender bien el problema transitorio para poder meditar después en las normas permanentes que han de aplicarse a situaciones más o menos análogas en nuestros días.
La vida de una sociedad pagana giraba alrededor de los templos —"hogar" de multitud de ídolos—, hasta tal punto que aun el incrédulo en lo religioso —por ejemplo, los filósofos de cierta altura— se reclinaba con los demás en los divanes de los comedores de los templos para poder alternar con sus familiares y amistades en el ambiente conocido desde su niñez. El que no se sentaba (literalmente, "reclinaba") a comer en los templos para la celebración de las festividades mayores, se exponía a ser considerado como un ser antisocial, enemigo del linaje humano.
No sólo eso, sino que había viandas ofrecidas a los ídolos a la venta en las carnicerías, sin que se hiciera clara distinción entre viandas que habían sido ofrecidas en sacrificio y otras que venían directamente del matadero. Los animales que se ofrecían en sacrificio proveían carne para los sacerdotes del templo en cuestión, y, en ciertos casos, para los adeptos que participaban en el acto. Lo sobrante se vendía en las carnicerías en provecho de los sacerdotes. Claro está, la dificultad surgía de la asociación de esta carne con los ídolos, que, según el concepto de los paganos, representaban "dioses". ¿Quiénes tenían razón, los "fuertes" —según los términos de Romanos capítulo 14—, que comían de todo, comprendiendo que el ídolo no era nada, o los "débiles", que aún tenían conciencia del ídolo como imagen de un dios falso? Diferencias de apreciación en tales cuestiones pueden dividir iglesias, no hallando solución ni por las burlas de los fuertes ni por los legalismos de los débiles, sino por la ciencia divina aplicada con sabiduría y amor.
2. Ciencia y amor (1 Co 8:1-3)
No se conoció el uso del "encomillado" en el griego helenístico; si hubiese existido, quizá se aclararía que Pablo cita aquí una frase de la carta que tiene delante: "Sabemos que todos tenemos ciencia". Como don especial, la "ciencia" abundaba en la iglesia de Corinto (1 Co 1:5), pero aquí se trata de la comprensión de la doctrina de un solo Dios y de la falsedad de los ídolos que era común a todo creyente que había bebido siquiera un poco en las fuentes del Antiguo Testamento; en ese sentido "todos tenían ciencia". Con todo, el problema de las viandas que habían sido ofrecidas a ídolos no podía solucionarse sólo por la ciencia (o conocimiento), pues aun entre cristianos la mera comprensión intelectual tiende al engreimiento, algo muy distante de la humildad que surge de la operación del Espíritu Santo. En cambio, el amor— ágape— "edifica", o sea, da solidez y eficacia a la vida y al testimonio de los creyentes. Más adelante veremos de qué modo opera el amor en este caso, pero aquí hemos de seguir el pensamiento de Pablo sobre los "conocimientos". El que llega a creer que "sabe algo" desconoce lo mucho que le falta por aprender, y en este contexto se trata especialmente de verdades reveladas en las Escrituras. Siempre será poco lo que sabemos comparado con lo mucho que nos falta por aprender: pensamiento que debiera fomentar la humildad en todos nosotros. Pablo ensalza el amor de Dios como algo mucho más eficaz, escribiendo: "Mas si alguno ama a Dios, el tal es conocido de él". Algunos textos indican lo siguiente, que parece ser un desarrollo más lógico de la primera proposición: "Si alguno ama a Dios el tal ha llegado a la perfección del conocimiento" (1 Co 13:4-11). La mirada penetrante del amor cala más hondo que el escarbar del mero conocimiento. Dejando esta traducción como una hermosa posibilidad no probada, hacemos ver que el texto —tal como lo tenemos en nuestra versión— también da buen sentido, pues para el creyente el ser conocido por Dios es más importante que "conocer". Hemos de estar en su presencia, obrando según su voluntad, y de este modo seremos más sabios que los antiguos (Ga 4:9).
3. La doctrina de un solo Dios (1 Co 8:4-6)
El testimonio de Israel y de la Iglesia. Israel fue llamado por Dios para testificar de la verdad de un solo Dios frente a la locura del politeísmo y de la idolatría. "Oye, Israel —decía la Ley—, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es" (Dt 6:4), mientras que los profetas y salmistas no cesaban de denunciar la locura de exaltar como dioses las obras de las manos de los hombres: ídolos que teniendo ojos no ven, y teniendo oídos no oyen (Sal 115:3-8) (Is 44:9-20).
Por la revelación del Hijo y del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento, la Iglesia llegó a comprender —por la fuerza de la experiencia— que el solo Dios es un Trino Dios: misterio que no afecta la verdad fundamental del monoteísmo. Por eso —como cristianos— "sabemos que un ídolo no es nada en el mundo y que no hay más que un solo Dios", a pesar de la abundancia de llamados "dioses" y "señores" que llenaban los templos y santuarios del primer siglo.
La doctrina del Dios Padre y del Señor Jesucristo. Según su costumbre, Pablo no deja de colocar las piedras fundamentales de la doctrina mientras esboza la solución del problema práctico de las viandas ofrecidas a los ídolos. "Para nosotros" —enseñados tanto por el Antiguo Testamento como por las revelaciones del Nuevo Pacto— "hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y nosotros para él". Cuando las Escrituras emplean términos humanos como "Padre", "Hijo", etc., para expresar los insondables misterios de "lo profundo de Dios", hemos de tener mucho cuidado de no razonar sobre la base de premisas humanas en el vano intento de determinar aquello que es totalmente diferente en categoría y esencia de los factores que nosotros conocemos como hombres. Bástenos los usos bíblicos que presentan al Padre como Fuente y Origen de todas las cosas, sin que ello implique limitación alguna en cuanto al Hijo y al Espíritu Santo. No sólo proceden todas las cosas de él, sino que vuelven hacía él como Meta de todo lo creado (Ro 11:36). Al Hijo aquí se le aplican los títulos de su servicio y misión; el Señor Jesucristo es el divino Agente, "por medio de quien son todas las cosas y nosotros también por medio de él". Hay varios pasajes bíblicos que enfatizan la obra creadora del Hijo como Agente que cumple en todo los propósitos del Padre, sea en la primera creación, sea en la magna obra de la redención y restauración de los salvos, que surge de la Obra de la Cruz (Jn 1:1-4) (Col 1:15-20) (He 1:1-3). Al Hijo le fue encomendada la misión de la redención de los hombres desde la eternidad (Ef 1:3-10), pero esto no afecta su unidad de esencia con el Padre y con el Espíritu, bien que le coloca en una posición de "subordinación" a la voluntad de Dios —expresada por el Padre— a los efectos de su misión. Así, Pablo subraya que todas las cosas y personas —incluso nosotros los redimidos— existen por medio del único Señor Jesucristo. Gracias a Dios por el Dios-Hombre, instrumento para realizar no sólo la obra de la creación, sino también la de la redención.
4. La costumbre y la conciencia (1 Co 8:7-8)
La "costumbre" de los ídolos. Por nuestra experiencia de hoy sabemos que la inteligencia de los hermanos frente a las verdades reveladas varía mucho; además, unos manifiestan una comprensión excelente de ciertos aspectos de la verdad al par que quedan confusos frente a otros. Así también en la iglesia de Corinto. La unicidad y soberanía de Dios se destacaban diáfanamente en la enseñanza cristiana, pero, pese a ello, algunos cristianos, criados en el paganismo, no podían librarse de la idea del "dios falso", enemigo del Dios verdadero, representado por medio del ídolo. En cuanto a ciertas asociaciones idolátricas, el mismo apóstol tendrá más que decir en (1 Co 10:20-22) pero aquí se trata del hermano que, frente a las viandas sacrificadas a los ídolos, no podía librarse de la impresión de que pertenecían aún a un dios falso, de forma que el comer de ellos comprometía tanto su testimonio como su conciencia.
La conciencia débil. La conciencia es la facultad interna que desempeña la función de distinguir entre el bien y el mal, y sin ella el hombre perdería su categoría de ser moral, con libertad de escoger entre la voluntad de Dios y manifestaciones satánicas o meramente humanas. El pecado dificulta sus funciones de tal modo que la costumbre deja una impresión profunda en el aprecio de lo que es aceptable y lo que es condenable delante de Dios. Por eso la conciencia necesita instruirse por medio de la Palabra con el fin de que el bien y el mal se determinen exactamente a la luz de la revelación divina. Pero el hombre, como ser responsable en la esfera moral, no ha de obrar en contra de su conciencia, pues aquello equivaldría a pecar contra la luz que tiene. Por eso, si la "costumbre del ídolo", arrastrado de los días de su paganismo, impedía a un hermano comprender la nulidad del ídolo, era peligroso en extremo forzar su conciencia en la cuestión de las viandas. Si comía en esas condiciones, "su conciencia, siendo débil, se contaminaba".
La insignificancia de las "viandas" en sí. Pese a nuestras traducciones en castellano, los mejores especialistas en el texto griego nos aseguran que el verbo del verso 8 es "presentar" y no "recomendar", lo que da el sentido siguiente: "Ahora bien, las viandas no nos colocan en la presencia de Dios, pues no perdemos nada si no comemos ni ganamos méritos si comemos". Es decir, delante de Dios, tales asuntos son menudencias que carecen de consecuencias morales. Quizá el hermano "fuerte" creyera que exhibía buena comprensión espiritual al comer de todo, pero el apóstol no admite que ganara méritos por ello. En sí, el comer y beber, con la debida moderación, no es asunto ni meritorio ni condenable, pues tiene que ver únicamente con el mecanismo corporal. Ahora bien, la función de la conciencia puede introducir un factor moral aun en este asunto meramente material.
5. El amor y la conciencia limitan la libertad (1 Co 8:9-13)
El sentido general del pasaje. Aprovechamos la paráfrasis de este pasaje que F. F. Bruce presenta en su "Expanded Paraphrase of the Epistles of Paul", con el fin de enfatizar su sentido general y asumiendo la responsabilidad por la traducción. Cita: "Tened cuidado que esta libertad vuestra no resulte ser obstáculo para quienes tienen una conciencia delicada en la materia. Tú tienes ciencia y puedes sentarte a la mesa en un templo de ídolos, estando cierto de que el ídolo no tiene existencia real. Pero si alguien te ve allí —teniendo él una conciencia escrupulosa en tales asuntos— quizá sea animado a seguir tu ejemplo, llegando a comer viandas con asociaciones idolátricas contra el dictamen de su propia conciencia. Así, por exhibir tu ciencia superior, harás daño irreparable a tu hermano, cuya conciencia es más débil que la tuya: aquel hermano por quien Cristo entregó su vida. Cuando pecas contra el hermano de esta forma, violentando su conciencia tierna, pecas contra Cristo mismo. Por lo tanto, si la comida llega a ser una piedra de tropiezo para mi hermano, yo me abstendré de comer carne durante toda mi vida, antes de colocar piedras de tropiezo delante de mi hermano en el desarrollo de su vida espiritual".
Un caso concreto. Creemos que la paráfrasis anterior destaca claramente el sentido general del pasaje. Al pasar al detalle, recordemos lo que antes hacíamos constar sobre las costumbres sociales de las ciudades griegas, en las cuales el "templo del ídolo" no sólo servía para el culto idolátrico de los secuaces del dios falso, sino también de lugar de refrigerio y de trato social. El hermano "fuerte" podría pensar que no necesitaba romper una costumbre amena, ya que no reconocía el ídolo como "deidad" en sentido alguno, y quizá le convenía mantener sus contactos sociales allí. Como individuo se hallaba en libertad para ello, pero como miembro de una comunidad cristiana —aún más, como hermano en una familia espiritual— le correspondía relacionar su "libertad" con las necesidades de los demás miembros de la familia. Obviamente, muchos de ellos no habían llegado al "conocimiento" del hermano "fuerte", mirando con horror el templo de los ídolos. Sin embargo, si viesen allá a un hermano destacado —quizá uno que ministraba según su don espiritual en la congregación— podrían llegar a decir: "Si lo hace aquél lo puedo hacer yo"; sin embargo, no se le quitaba la idea en su fuero interno que, al entrar en el templo para comer, se asociaban con el dios falso. En tal caso pecaba contra su propia conciencia.
El daño hecho al hermano "débil". Nos parece muy fuerte el lenguaje que emplea Pablo aquí: "por tu ciencia se pierde el débil, el hermano por quien Cristo murió", (1 Co 8:11). El verbo "apollumai" se usa a menudo para la perdición futura de los rebeldes, pero aquí hallamos el tiempo presente —"tu hermano se está perdiendo"—, y, como siempre en casos de dificultad, hemos de apelar tanto al contexto como a la doctrina general de las Escrituras para determinar el sentido. Hermanos que caen en pecado han de ser restaurados por los espirituales con espíritu de mansedumbre (Ga 6:1), sin que hallemos indicios de la perdición final por tal causa. El hermano que pecara contra su conciencia débil cometería un pecado, y si persistiera en su error —envalentonado por el ejemplo de los "fuertes"— perdería su comunión con el Señor, convirtiendo en ruinas tanto su testimonio como su servicio. El apóstol estimaba tal posibilidad como un daño gravísimo, como una especie de "perdición" del testimonio del hermano y la negación de su vocación, pues fue llamado para cumplir la voluntad de Dios en su vida. El orgulloso y descuidado "hermano fuerte" cometería un pecado también, y de mucha gravedad, ya que ofendería contra el hermano "por quien Cristo murió", que viene a ser igual que pecar contra Cristo mismo. No nos es lícito exclamar como Caín: "¿Soy yo guardador de mi hermano?"; pues sabemos que lo somos. Si Cristo dio su vida de valor infinito para salvar y restaurar a un alma, nosotros los hermanos hemos de situarnos dentro de la misma perspectiva, buscando medios para que la obra espiritual en cuanto al hermano sea la más completa posible. Jactarnos de la mera "ciencia" que podamos tener, al par que descuidamos la ley del amor, viene a ser un pecado dirigido directamente contra Cristo en la persona de uno de sus pequeñitos (Mt 25:40,45) (Hch 9:6).
La determinación de Pablo. Pablo da fin a estas consideraciones por medio de un testimonio personal. "En cuanto a mí —dice en efecto—, si el hecho, tan insignificante en sí, de comer ciertas viandas, llega a ser tropiezo para mi hermano —aquel por quien murió Cristo—, nunca más comeré carne. Sean cuales sean mis gustos personales y mi "ciencia", todo lo sacrifico con tal de no ser obstáculo para el debido desarrollo de la vida espiritual de un miembro de la familia". Claro está, Pablo no se vería muy a menudo en tal trance, pero expresa su determinación de anteponer el provecho del pueblo de Dios a toda consideración personal, aun cuando se trate de su legítima libertad como "emancipado" en Cristo. La lección queda clara para todos nosotros.
El apostolado y la libertad de Pablo (1 Co 9:1-27)
1. Una modificación de tema
Es evidente que la porción que tenemos delante continúa el tema de la libertad cristiana, limitada por ciertas exigencias de la obra del Señor, de modo que existe un enlace conceptual entre la exposición de este capítulo y el testimonio que Pablo dio al fin del capítulo 8: mejor le sería sacrificar para siempre sus derechos normales como cristiano libre y "fuerte" antes de escandalizar al hermano "débil". Con todo, la "libertad" del capítulo 9 tiene matices propios, y es probable que las consideraciones del apóstol surjan de informes recibidos de Corinto, sean personales o epistolares (2 Co 10-12).
La segunda Epístola revela la presencia en Corinto de un grupo de personas —influenciadas por los judaizantes— que negaban el apostolado de Pablo, alegando que no había sido comisionado por el Señor durante su ministerio terrenal. Quitaban importancia al encuentro de Pablo con Jesús en el camino a Damasco, razonando, quizá, que la entrega de una comisión apostólica había de ser pública y no secreta, desechando a la vez el testimonio de Ananías de Damasco. "¿No es extraño —decían— que Pablo no quiera recibir ayuda económica de la iglesia a la manera de los Doce? ¿Por qué no le vemos viajar en compañía de una esposa, como lo hace Pedro y otros? ¿No indica todo ello una misión inferior y subordinada?". Es probable que el primer versículo recoja algunas de las alegaciones difundidas por los detractores del apóstol, pues el sentido viene a ser el siguiente: "Así que, ¿no soy libre? y ¿no soy apóstol?". De todas formas el capítulo viene a ser una "apología" de Pablo, quien defiende tanto su apostolado como su libertad en el Señor. Si no aceptaba ayuda económica de la iglesia, fue porque razones muy poderosas se lo impedían. Revela algunas de éstas en el capítulo que tenemos delante, callando otras por delicadeza frente a una iglesia —en gran parte— suspicaz e ingrata.
Como siempre, las explicaciones que Pablo explaya frente a cierta situación creada en Corinto, cobran valor muy por encima de una mera discusión anecdótica o histórica, ya que dan lugar a la exposición inspirada de las normas para la manutención de los siervos de Dios que dejan sus medios normales de vida a causa de las exigencias de su ministerio. Lo que habría podido ser una mera polémica se convierte en una mina de ricas enseñanzas, en normas de valor permanente, en "mandamientos apostólicos" del Nuevo Pacto, que conservan su validez hasta el fin de esta dispensación.
2. Pablo contesta a los críticos (1 Co 9:1-6)
El apostolado de Pablo. La explicación que hemos adelantado de los problemas que surgen del estudio de este capítulo se justifica por el versículo 3, en el cual Pablo dice expresamente que está contestando a "los que me critican", o sea, a quienes someten su conducta a un examen desfavorable. Las primeras preguntas del versículo 1 recogen críticas que afectan tanto su libertad como su apostolado, pero en primer lugar trata de la negación de su apostolado. Presenta dos claras pruebas de su comisión específica: a) "He visto a Jesús nuestro Señor"; b) "Vosotros sois el sello de mi apostolado en el Señor".
No es posible concebir el "apostolado" de los encargados del contenido doctrinal del Nuevo Pacto sin suponer un contacto muy especial entre ellos y el Señor, que les comisionó. Los "Doce" habían estado con Jesús desde el bautismo de Juan hasta la Ascensión, y en un momento de gran importancia para su ministerio fueron llamados, escogidos y comisionados por el Señor (Mr 3:13-19) (Hch 1:21-22). Pablo no podía ser "testigo de la Resurrección", pero sí del Señor resucitado y glorificado, quien le comisionó al presentarse a él en el camino de Damasco, confirmando el llamamiento en detalle por medio de Ananías de Damasco. Es muy importante que Pablo pueda decir: "Yo he visto a Jesús nuestro Señor". Más tarde declara: "Jesús... apareció a Jacobo, y luego a todos los apóstoles y, finalmente, como el abortivo, me apareció a mí también" (1 Co 15:7-9). En la segunda cita la manifestación del Señor a Pablo se relaciona con la que concedió a "todos los apóstoles", pues no fue una mera visión, sino un encuentro —que se puede denominar "oficial"— con el fin de sumar a Pablo al cuerpo apostólico, si bien con una misión algo diferente. Lo importante es que todos eran depositarios de la verdad del Nuevo Pacto, habiendo sido investidos para ello por el mismo Señor. Pablo rara vez emplea el nombre de "Jesús" sin añadir "Cristo", pero en el verso primero dice que ha visto a "Jesús, nuestro Señor", lo que relaciona su apostolado al de los Doce, escogidos por Jesús durante su ministerio terrenal.
El llamamiento de Pablo al apostolado se había llevado a cabo durante una entrevista secreta entre el Maestro y su nuevo siervo, bien que Ananías también podía dar fe de la verdad de lo sucedido. Sin embargo, la realidad de la comisión llegó a patentizarse mediante "las señales de un apóstol" (2 Co 12:12), que fueron reconocidas por destacados apóstoles de entre los "Doce" (Ga 2:7-9). Aquí, Pablo recuerda a los corintios que ellos mismos eran "el sello de su apostolado", pues su obra especial había dado fruto abundante en Corinto, de modo que la existencia de la iglesia, fundada y edificada por la enseñanza directa del apóstol inspirado, constituía el sello que garantizaba su comisión como genuina. Claro está, misioneros que no eran apóstoles en el sentido restringido de la palabra, también podían predicar a Cristo y recoger a los convertidos en una iglesia local, de modo que la mera existencia de la iglesia no constituía el "sello", pero sí la obra especial que llevaba las "señales de un apóstol" (2 Co 12:12), apoyada por milagros y establecida por enseñanzas autoritativas, de la cual los corintios eran fruto.
La libertad de Pablo. ¿Podría ser que Pablo no pasara de ser un mero subordinado de los Doce, ya que no recibía ayuda financiera de la iglesia de Corinto, ni llevaba consigo a una esposa cristiana en sus viajes? Tales suposiciones nos extrañan, pero cosas más peregrinas se han dicho cuando se despierta un espíritu de crítica capciosa. Pablo había explicado el porqué de no casarse y viajar con una esposa en el capítulo 7, y más adelante va a tratar de su negativa de recibir ayuda de los corintios, pero le fue preciso, en primer término, establecer su derecho de hacer ambas cosas, insistiendo que no obedecía a inferioridad alguna con respecto a sus colegas en el apostolado. Tenía sus razones, pero surgían de lo que creía conveniente para la realización de su servicio especial y en ninguna manera de una necesidad impuesta por otros. Los críticos sacaban de ello las falsas deducciones que hemos notado ya, pero Pablo insiste en su libertad en todo lo legítimo. Podía comer y beber a expensas de las iglesias —que es lo que indica el versículo 4— y más tarde hará ver que esto es lo que el Señor ha ordenado para todos sus siervos. Recalca el mismo pensamiento en el versículo 6, asociando consigo a su antiguo compañero Bernabé: "¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de dejar el trabajo manual?". Parece ser que Bernabé también —durante el primer viaje de evangelización— ejercía algún oficio que, con el de Pablo, proveía fondos para la obra. Lo hacían porque les parecía necesario dar este ejemplo a los creyentes, pero no por obligación alguna (2 Ts 3:7-9). Con entero derecho y buena conciencia habrían podido aceptar la "comunión práctica" de los hermanos y de todas las iglesias. Si no lo hacían en Corinto, sus normas se determinaban libremente y no obedecían a imposición alguna.
Literalmente, el versículo 5 reza como sigue: "¿No tenemos derecho de llevar con nosotros a una hermana mujer como los demás apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?". Todos los expositores están de acuerdo en que se trata de "una esposa (que es) creyente", viéndose que los apóstoles en general —con referencia especial a Pedro— no sólo tenían esposas creyentes, sino que solían llevarlas consigo durante sus extensos viajes. Pablo no critica la costumbre, a pesar de que su vocación era otra, y si la menciona es con el fin de enfatizar la libertad de los siervos del Señor, siendo la suya igual a la de los demás. De paso, es interesante ver esta referencia a los "hermanos del Señor" en asociación con los apóstoles. No llegaron a ser "apóstoles" automáticamente por ser "hermanos del Señor", pero se comprende que algunos se dedicaban a servicios tan destacados en la órbita de la Iglesia que parecía natural nombrarles juntamente con los apóstoles. Los hermanos que conocemos mejor, por otros pasajes bíblicos, son Santiago de Jerusalén, y Judas, autor de la Epístola que lleva su nombre.
3. Quienes predican el Evangelio han de vivir del Evangelio (1 Co 9:7-14)
Un principio fundamental. En vista de que esta sección consiste mayormente en una serie de ejemplos ilustrando el principio fundamental que se subraya en el versículo 14, creemos que nuestra exposición ganará en claridad si señalamos primeramente la norma, para considerar después las ilustraciones que Pablo adelanta en su apoyo. Con referencia inmediata al hecho de que los sacerdotes en el Templo comían de las ofrendas, Pablo declara: "Así también ordenó el Señor a los que predican el Evangelio que vivan del Evangelio". Es evidente que Pablo estaba muy familiarizado con los "dichos" del Señor Jesucristo, gozándose cuando le fue posible expresar los principios fundamentales del Nuevo Pacto en las mismas palabras del Maestro. Aquí Pablo hace referencia a las instrucciones que Jesús dio a los Doce cuando les envió a predicar por los pueblos de Galilea, entre las que se destaca la de (Mt 10:10) y (Lc 10:7): "el obrero digno es de su salario (o recompensa)". Pablo ejercía un oficio (el de hacer tiendas de campaña) que no le impedía movimientos libres; normalmente, sin embargo, el que va de un lugar a otro con el mensaje del Señor no puede ganar su sostén por sus trabajos en un taller, una oficina o por medio de negocios, de modo que los oyentes e iglesias, que reciben bendiciones espirituales por medio de los siervos del Señor, debieran sentir su responsabilidad en cuanto a su sostén material. Nada se dice en cuanto a la organización de este sostén; el término "misthos" —traducido por "salario" en (Lc 10:7)— puede significar el pago regular de un sueldo o, más frecuentemente, una "recompensa" —aun una "retribución"— de modo que lleva implícito en sí la idea de algo que corresponda al trabajo realizado. Pablo recibía ayuda económica de las iglesias en Macedonia —por lo menos—, sin que podamos distinguir compromiso alguno de parte de los donantes, sino sólo el deseo de "comunicar" con el siervo de Dios en su gran obra (Fil 1:5,7) (Fil 2:25-30) (Fil 4:10-20). Por su parte, Pablo estaba enseñado por su Maestro a "estar saciado como a tener hambre, a tener abundancia como a padecer necesidad" (Fil 4:12).
Respecto a los siervos de Dios, discernimos la obediencia, la libertad de movimiento y la fe en Dios. Por parte de los creyentes y de las iglesias locales, se destaca la obligación de considerar las necesidades materiales de los siervos de Dios según los principios iluminados por las ilustraciones siguientes de esta sección (Ga 6:6).
La paga del soldado. Pablo vuelve brevemente a su figura predilecta del siervo de Dios como soldado. En (2 Ti 2:4) el militar ha de estar libre para agradar en todo a su capitán, pero aquí aprendemos que su sostén material es la responsabilidad de sus superiores, pues el cumplimiento de su servicio no admitía otra norma.
El propietario y el fruto de la viña. Aquí no se trata del bracero que cava en una viña, sino del mismo propietario, quien tiene derecho de comer del fruto de sus afanes. El siervo del Señor se ha dedicado plenamente a proyectos y trabajos propios de su vocación, de modo que tiene derecho inapelable de participar en lo material de la "viña". Ninguna de estas figuras es completa en sí, pero cada una complementa la otra. Se sobreentiende en esta de la viña que no sólo existen aspectos espirituales en la obra, sino también materiales; el siervo de Dios se dedica enteramente a lo espiritual, pero por eso mismo otros han de cuidar de que coma del fruto material.
El pastor y la leche del rebaño. El pastor oriental de los tiempos apostólicos solía recibir una parte de la leche del rebaño como recompensa por sus trabajos de pastoreo. No se podía imaginar un trabajo en relación con ovejas que no se recompensara precisamente por el resultado natural de los cuidados del pastor. El soldado era hombre bajo disciplina militar, a las órdenes de su capitán; el propietario disponía de lo que era suyo; el pastor sería un esclavo de otro, pero, pese a ello, no le faltaban derechos según su clase de trabajo. No se trata de hacer una aplicación detallada de todas estas facetas de servicio, sino de notar que son muy variadas, sin que falte en ninguno el elemento de "recompensa exacta" en relación con el trabajo efectuado.
El buey que trilla ha de comer. Pablo estaba acostumbrado a apelar a los principios del Antiguo Testamento tanto a causa de la autoridad de los escritos reconocidos como inspirados como con el fin de manifestar la continuidad de los principios bíblicos, a pesar del cambio de dispensación. Las "eras" de los campos de España van desapareciendo frente al avance de la mecanización de las operaciones agrícolas, pero la gran mayoría de los españoles tendrán aún cierta idea de lo que es "trillar en la era". Los animales de hoy suelen ser mulas o burros, pero los orientales empleaban más frecuentemente el buey para machacar la parva, sacudiendo el grano de las espigas. Según (Dt 25:4), el buey que así trabajara no tenía que llevar bozal, con el fin de que comiera lo que necesitara de la paja y del grano en el curso de sus vueltas sobre la era. La pregunta retórica: "¿Se cuida Dios de los bueyes?" parece requerir una contestación negativa que no estaría de acuerdo con el sentido del original en Deuteronomio, ni tampoco con otras lecciones sobre el cuidado providencial que ejerce Dios sobre todo cuanto ha creado (Mt 10:29); aquí hemos de comprender que el aspecto menor del caso queda absorbido por el mayor. Dios establece un principio general en (Dt 25:4), que si bien no excluye el humilde buey, con mucha mayor razón ha de aplicarse a los siervos del Señor, pues: "el que ara, con esperanza debe arar; y el que trilla, con esperanza de participar del fruto". A la lista anterior de figuras se añaden dos más en el versículo 10: el labrador que ara y el que trilla (Jn 4:36-38).
Una aplicación de las figuras. Aquí se aumenta la riqueza del simbolismo por las figuras de sembrar y cosechar, operaciones que Pablo aplica inmediatamente a sí mismo y a sus colaboradores al decir: "Si nosotros hemos sembrado para vosotros lo espiritual, ¿será mucho que cosechemos de lo vuestro material? Si otros participan de este derecho, ¿no con más razón nosotros?". ¿Quién podía poner en duda los grandes trabajos de Pablo como sembrador de la semilla espiritual de la Palabra en Corinto? Otros —que habían realizado esfuerzos muchos menos importantes— recibían ayuda económica o material, de modo que nadie podía negar los derechos del mismo apóstol. Notemos una vez más cómo Pablo se afana por establecer el principio general del sostén del obrero, distinguiéndole de su propio caso en Corinto: sin duda por amor a los siervos de Dios que trabajaban entonces y que habían de continuar laborando en la inmensa "viña".
La figura de los sacerdotes. No es fácil el análisis del argumento del apóstol en este punto, puesto que, después de llegar a hacer una aplicación parcial del significado de las variadas figuras, añade una más que, por su carácter sagrado, tendría mayor peso ejemplar que los precedentes. "¿No sabéis —escribe— que los que desempeñan las funciones sagradas comen de las cosas del templo? ¿Y que los que sirven al altar, con el altar participan?". Los corintios se habían instruido en cuanto al culto levítico y tendrían algunas nociones sobre el hermoso simbolismo que más tarde había de explicarse en Hebreos. Sabían bien, pues, que los sacerdotes que ministraban en el Templo comían de ciertos sacrificios y ofrendas, aun tratándose de lo más sagrado: lo inmolado al lado del altar de holocaustos. Es decir, en el ministerio ordenado por Dios mismo para la antigua dispensación, el sostén material de los sacerdotes y levitas surgía del ministerio que realizaban. Aquí subimos a un nivel más elevado que el de ilustraciones sacadas de la esfera de la agricultura o del servicio militar, pues Pablo señala el ministerio sagrado ordenado por Dios mismo en preparación para la manifestación del Nuevo Pacto. La forma del ministerio había cambiado totalmente, pero no estos principios básicos que determinaban la relación entre el servicio espiritual y el sostén material. Ya hemos notado que Pablo procede directamente de esta solemne ilustración a la enunciación del principio básico, fundado también sobre las instrucciones del Maestro: "Así también ordenó el Señor a los que predican el Evangelio que vivan del Evangelio".
El cúmulo de ilustraciones y ejemplos subraya la importancia de la norma, que en manera alguna podrá alterarse por la gran excepción del servicio de Pablo en Corinto, que explica a continuación.
4. Pablo no quería recibir ayuda material en Corinto (1 Co 9:15-18)
Una excepción a la regla. "Mas yo de nada de esto me he aprovechado, ni escribo estas cosas para que se haga así conmigo", dice Pablo, y no es posible entender las palabras sino en el sentido de que se había determinado no recibir ayuda económica de la iglesia en Corinto. La excepción se destaca con mayor claridad en (2 Co 11:8-9): "A otras iglesias despojé, recibiendo subsidio, para serviros a vosotros; y cuando estaba con vosotros y me faltaron recursos, no fui carga para nadie, porque suplieron con abundancia mi escasez los hermanos cuando vinieron de Macedonia". El apóstol siente tanto esta necesidad de no depender de los corintios en lo económico que su emoción afecta la hilación gramatical de los versos que estamos considerando. Los más de los escriturarios creen que la cláusula: "porque mejor me sería morir" queda sin terminar. Había de añadir algo como: "que cambiar esta norma". Sin embargo, interrumpe la secuencia normal del pensamiento para exclamar: "¡Esta gloria mía nadie la hará vana!". Sin duda la base de tan extraña determinación se halla en la mentalidad de los corintios, cuyas tendencias partidistas y cuyo engreimiento frente a su "padre en Cristo" ya hemos tenido ocasión de estudiar. Pablo percibía un espíritu de suspicacia, dispuesto a interpretar mal sus acciones más inocentes; de envidia que no podía soportar que nadie se destacara aparte de los predilectos de cada sector. El hecho de recibir ayuda de los macedonios mientras laboraba en Corinto enfatiza que el apóstol sentía la necesidad de evitar de todos modos la entrega a los díscolos de un arma que habrían podido emplear contra su ministerio apostólico. Al mismo tiempo, una decisión tan firme no podía por menos que entristecer a buenos siervos de Dios en Corinto, como Estéfanas. Las amplias simpatías de los hermanos en Macedonia nos sirven de hermoso ejemplo, ya que se les ve libres de todo localismo en su comunión en el Evangelio.
El "gloriarse" y el galardón. De nuevo la emoción de Pablo afecta la claridad de la redacción de estas cláusulas, y hemos de contentarnos con el intento de sacar el significado general de la porción, que no está dudoso. Pablo emplea a menudo el verbo traducido por "gloriarse" o "jactarse" en relación con su propio servicio, pero jamás en el sentido de jactancias carnales, pues mejor que nadie sabe que él no es nada delante del Señor y que cuanto tiene y administra brota de la gracia de Dios. Pero a veces es permisible que un santo "se gloríe" al contemplar lo que el Señor ha hecho y va realizando. Para Pablo el predicar el Evangelio era una necesidad impuesta por la comisión que había recibido del Cielo, por lo cual exclama: "¡Ay de mí si no predicare el Evangelio!". En el caso puramente hipotético de que lo hiciera de mala gana, no esperaría galardón alguno, pero aun así no le quedaría más remedio que ejercer la mayordomía que le había sido encomendada (1 Co 9:17). Sufriría una pérdida terrible si no cumpliera su comisión, y no recibiría recompensa si lo hiciera a la fuerza. Entreverado con este pensamiento se halla el que nos ocupa: que en Corinto predicaba el Evangelio de balde. Predicaba de buena voluntad, de modo que recibiría el galardón (1 Co 9:27) y, a la vez, hallaría otra "recompensa": el haber prescindido de sus derechos en Corinto, sirviendo a la iglesia sin serle carga (1 Co 9:18). Habría podido aducir otras razones, no muy halagüeñas para los corintios, pero prefiere subrayar el privilegio de predicar el Evangelio de balde entre ellos.
5. Pablo lo subordina todo a su misión en el Evangelio (1 Co 9:19-23)
El servicio del hombre libre. F. F. BRUCE da el sentido general de este versículo como sigue: "No soy esclavo de nadie, pero me he hecho esclavo de todos a fin de ganar más para Cristo". Recordemos la pregunta retórica de (1 Co 9:1): "¿No soy libre? ¿No soy apóstol?". No sería posible apreciar el significado de la actitud de Pablo si no se destacara contra este fondo de su libertad como hombre y de su autoridad como apóstol, siendo igual en todo ello a los Doce. Pablo es el hombre "libre de los hombres" que se somete a los hombres para ganar a algunos.
Es el apóstol comisionado por el Señor —con pleno derecho de vivir del Evangelio—, quien hace trabajos manuales en Corinto para no ser carga a la iglesia. Los versículos siguientes recogen de nuevo el tema de las diversas actitudes de los "débiles" y de los "fuertes", pero la determinación de Pablo —de subordinar todo lo humano, por legítimo que sea en sí— a sus obligaciones en el Evangelio, da unidad al pensamiento de todo el capítulo, enlazándolo con el anterior.
Pablo frente a los judíos. Pablo había sido comisionado de modo especial para llevar el Evangelio al mundo grecorromano de su día, pero sin excluir a "los hijos de Israel" (Hch 9:15). De hecho, se consideraba bajo obligación de dirigirse "al judío primero", siempre que hallara colonias hebreas, con sus sinagogas, en el curso de sus viajes. Para entender el versículo 20 es preciso recordar que los judíos ordenaban su vida personal, social y cúltica según "las costumbres" de su raza, muy especialmente en asuntos como purificaciones, comidas y fiestas a guardar. Pablo indica que estando entre judíos, y con el fin de ganar a algunos para Cristo, no le importa adaptarse a aquellas costumbres, que eran las suyas por raza y crianza. He aquí el significado de la declaración "como sujeto a la ley (no estando yo sujeto a la ley)". En Cristo, según sus propias y reiteradas enseñanzas, no estaba bajo ley, sino bajo gracia; pero le habría sido totalmente imposible acercarse a los judíos si dejara de situarse dentro del marco de sus costumbres, de modo que estaba dispuesto a someterse a ellas, como judío que era de raza. No volvía a ponerse bajo la ley como medio de salvación —algo totalmente imposible a la luz de las enseñanzas de Gálatas— y quedaba con su bendita libertad en Cristo; sin embargo, estaba dispuesto a limitar su libertad personal con tal de poder acercarse a los judíos. Siguiendo este criterio, hizo circuncidar a Timoteo (Hch 16:3), no porque la circuncisión añadiera nada a Timoteo, sino para darle categoría de israelita entre los israelitas en vista de que su madre lo era, con el fin de hacer posible que colaborara con Pablo en su testimonio en las sinagogas. A la luz de estas aclaraciones, la aparente contradicción del versículo 20 no presenta dificultades: "A los que están sujetos a la ley, como sujeto a la ley (no estando yo sujeto a la ley) para ganar a los que están sujetos a la ley".
Pablo frente a los gentiles. Pablo llama a los gentiles "aquellos que están sin ley" (1 Co 9:21). No quiere decir que las naciones gentiles vivían en una pura anarquía, pues los romanos eran muy amantes de la "justicia" según la entendían ellos, y buena parte de la legislación de las naciones occidentales de hoy halla sus raíces en las leyes del imperio romano. Pablo escribe en términos religiosos, de modo que su concepto de "ley" se arraiga en el Decálogo, los estatutos que lo aplicaban, con las derivaciones tradicionales de éstos, de modo que, desde este punto de vista, los gentiles "no tienen ley" (Ro 2:14). Regulaban su vida religiosa y social según su propio criterio, gustos y conveniencia, lo que los distinguía totalmente de los judíos, cuya vida religiosa y social fue determinada en todos sus detalles por "la ley". A la luz de estas aclaraciones nos es posible vislumbrar el sentido del versículo 21: "A los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley —no estando sin ley de Dios, mas en la ley de Cristo— para ganar a los que están sin ley". Hay un juego de palabras en el original, imposible de traducir literalmente, basado en los términos "anomos" —una persona "sin ley"— y "ennomos" —una persona "en ley"—, tratándose ya de la ley de Cristo. Pablo aborrecía la anarquía, y hallándose "en Cristo" estaba sujeto a la voluntad de Cristo por las operaciones del Espíritu de Dios. Sólo estuvo "sin ley" en el sentido de que prescindía de las costumbres de los judíos cuando se hallaba en un ambiente gentil, pues "lo externo" le era indiferente con tal de poder ayudar a las personas que componían las diferentes comunidades con el fin de llevarles a Cristo. Su modo de portarse entre judíos y gentiles, adaptándose a las costumbres sociales de las dos razas, ilustra su norma de hacerse todas las cosas a todos los hombres con tal de ganar a algunos. Su conducta se prestaba a interpretaciones maliciosas, pero no daba importancia a ellas.
Pablo frente a los "débiles" y a los "fuertes". Normalmente los "débiles" y los "fuertes" se hallaban dentro de la comunidad cristiana, de modo que eran ya "ganados" para Cristo.
Al mismo tiempo, las tensiones producidas en la iglesia por la presencia de estos hermanos (véase el comentario sobre los capítulos 8 y 10) exigía una profunda comprensión de las dificultades de cada sector que sólo podía surgir del amor al hermano y de la entrega del siervo de Dios a Cristo. Pablo estaba dispuesto a compartir la vida de los "débiles" con tal de serles de ayuda, sin descuidar tampoco a los "fuertes", quienes también necesitaban comprensión.
El principio fundamental. Si hemos comprendido bien el contexto del pasaje total, como también el ambiente religioso en que Pablo se movía, no vamos a sacar consecuencias desafortunadas de la declaración: "A todos me he hecho todo para que de todos modos salve a algunos". El apóstol no tenía la menor intención de meterse entre mundanos, como uno de ellos, con tal de ganar a los mundanos, pues en todo momento era un soldado de Jesucristo que desechaba las obras de las tinieblas para vestirse de las armas de luz (Ro 13:12). Lo que subraya en estos notables versículos es su determinación de hacer caso omiso de sus propias predilecciones en cuanto a cosas secundarias, como el comer, el beber, las costumbres del hogar o de la sociedad —siempre dentro de la moralidad y del buen orden— con tal de acercarse a las almas con amor, en un serio intento de ganarlas para Cristo. Es otro ejemplo de su sumisión a la Ley de Cristo, que es la ley del amor (Ga 6:2). Reconoce su llamamiento a declarar el Evangelio tanto en público como en privado y lamenta la tragedia que supone perder una sola oportunidad de cumplir su misión. Este es el sentido del versículo 23, que podríamos leer como sigue: "Hago todo esto por amor al Evangelio con el fin de comunicar sus bendiciones a otros". Según las leyes espirituales, el caudal de gracia contenido en el Evangelio se aumenta en la medida en que lo participamos con otros.
6. Una ilustración de la entrega total de Pablo a su ministerio (1 Co 9:24-27)
Los Juegos Olímpicos. Como en otras ocasiones, Pablo se vale de una ilustración sacada de los Juegos Olímpicos o Ismianos, que tanto entusiasmaban a los griegos, y que han sido reavivados en nuestros días a escala internacional. El uso de esta ilustración no significa que Pablo aprobara o desaprobara los juegos; no pasa de ser una ilustración gráfica de las verdades que acaba de presentar mediante el empleo de ejemplos conocidos por todos los griegos. Todos sabían lo que pasaba en el estadio, pues se comentaban entonces como se comentan ahora los partidos de los grandes equipos de fútbol.
El esfuerzo del atleta. No hemos de deducir del ejemplo que sólo un siervo del Señor será premiado, como en el caso del único ganador de una carrera a pie en los juegos olímpicos. La lección estriba en el esfuerzo realizado por los atletas, ya que sabían que sólo uno había de ser coronado. ¡Esforzaos hasta el punto máximo —enseña Pablo— como si todo dependiera de esta determinación vuestra de ganar almas y adelantar el Evangelio! Por fin cada uno obtendrá la recompensa que corresponda a su esfuerzo y al móvil de amor y de obediencia que lo origina.
La preparación del atleta. Escritos de la época nos hacen saber que los competidores en los juegos olímpicos debían someterse a un período de entrenamiento de diez meses, durante los cuales habían de abstenerse de todo cuanto pudiera perjudicar las posibilidades de una victoria. Estaban muy dispuestos a someterse a este prolongado período de disciplina con tal de ganar aquella guirnalda trenzada de pino o de perejil. Pablo saca la consecuencia lógica de su ilustración, pues si los atletas están dispuestos a tales sacrificios con tal de ganar una corona corruptible —indicio del favor en un momento pasajero de una multitud de hombres—, ¡cuánto más el siervo de Dios, que recibirá una corona incorruptible de las manos de su Dios!
La disciplina del atleta. "Correr a la ventura" es correr con incertidumbre, en "zigzag", como si el atleta no se hubiera fijado en la meta. "Esto no lo haré yo —exclama Pablo—, sino que sujetaré todo mi ser a la finalidad de mantener un curso recto, rápido y eficaz". En la segunda cláusula del versículo 26 la metáfora cambia, pues Pablo pasa a pensar en el boxeo, en el que el boxeador ha de calcular bien todos sus golpes con el fin de conseguir el resultado máximo. Un "golpe en el aire" representa un esfuerzo realizado sin dirección espiritual y sin efectos positivos en el reino de Dios.
Sería muy fácil interpretar equivocadamente los términos del versículo 27, y, en efecto, se han utilizado para justificar la clase de ascetismo que Pablo condena expresamente en (Col 2:20-23). En el proceso de interpretación es preciso quedar dentro de los límites de la ilustración; aquí se trata del sacrificio del atleta que prescinde de ciertas comidas que tienden a engordar, y del gusto de horas extra en la cama, para lanzarse a difíciles carreras por las montañas, o a arduos ejercicios gimnásticos que desarrollan músculos y preparan el cuerpo para el gran día de la carrera. Pablo no tenía necesidad de aplicar "disciplinas" a su cuerpo, pues ya lo trataba "severamente" en el curso de su obra apostólica. Recordemos las listas de sus sufrimientos en (1 Co 4:9-13) (2 Co 6:4-10) (2 Co 11:23-27) , por las que comprendemos que el apóstol estaba dispuesto a aceptar toda suerte de padecimiento físico con tal de cumplir su misión en el Nombre del Señor. Su cuerpo estaba sujeto a "servidumbre", no en aras de unas ideas filosóficas que enseñaban la pobreza de lo material, sino como elemento esencial del trabajo del "esclavo de Jesucristo".
Tampoco se aparta la última cláusula del versículo 27 de los términos de la ilustración, y ha de ser interpretada en conformidad con ella. La Vers. H. A. usa correctamente el término "heraldo" con referencia al oficial que anunciaba la apertura de los Juegos Olímpicos, leyendo las reglas que habían de observarse. Si algún competidor no guardaba tales reglas quedaba desaprobado, como ocurre en los acontecimientos deportivos organizados hoy en día. Pablo había actuado como "heraldo de los juegos" al predicar el Evangelio y enseñar las normas de la vida cristiana. ¡Qué triste sería si después, por descuidar la disciplina cristiana y la sujeción del cuerpo, él mismo fuese desaprobado! La antigua Vers. R. V., por su traducción "reprobado", da una idea equivocada del término griego "adokimos" en este contexto. No se trata de la condenación eterna, sino de la posibilidad de que un siervo de Dios, después de predicar a otros, quedara inhabilitado en su propia carrera de servicio por descuidar las normas de la vida cristiana. Es decir, que sufriera su testimonio frente a las personas que había enseñado, perdiendo la recompensa que Dios había de entregarle. Literalmente, la frase "trato mi cuerpo severamente" quiere decir que le da golpes severos; pero reiteramos que no se trata de las disciplinas imaginadas por hombres en el vano intento de "sujetar la carne" para ganar méritos delante de Dios, sino de los sufrimientos físicos a los cuales Pablo se sometía constantemente en el curso de sus arduos trabajos.
Temas para recapacitar y meditar
1. Explique el significado de "lo sacrificado a ídolos", detallando los problemas que causaban en la iglesia de Corinto la venta de estas viandas.
2. Discurra sobre los términos: ciencia, conciencia y amor, según las enseñanzas e ilustraciones del capítulo 8.
3. ¿Cuál es la norma para el sostén de obreros del Señor que dejan sus medios normales de vida? Examine lo que Pablo escribe sobre la norma básica, y también las ilustraciones que la apoyan en (1 Co 9:6-14). ¿Invalida el principio su propio proceder excepcional en Corinto?
4. Discurra sobre la declaración de Pablo en (1 Co 9:22). "A todos me he hecho todo para que de todos modos salve a algunos".
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