Estudio bíblico: Los dones en la iglesia - 1 Corintios 12:1-31
Los dones en la iglesia (1 Corintios 12:1-31)
El enlace didáctico entre las secciones
1. El desarrollo del pensamiento de Pablo
En la Introducción a este Comentario, notamos que la Primera Epístola a los Corintios nos ofrece un tema doctrinal que se desarrolla a través de todo el escrito. El propósito es práctico y didáctico, ya que Pablo tenía delante una carta de la iglesia que formulaba diversas preguntas, y, además, había recibido ciertos informes de Corinto —no muy halagüeños— por medio de hermanos como Estéfanas y otros "de la casa de Cloe". La finalidad de la carta, pues, es la de rectificar errores y adelantar los remedios apropiados, mayormente en relación con la vida interna de la iglesia. Los capítulos 11 al 14 surgen de esta misma preocupación, pero se enlazan estrechamente entre sí, hasta tal punto que, por excepción, desarrollan un tema único y fundamental, o sea, el orden y el ministerio en la iglesia. Por razones de conveniencia didáctica, los capítulos de esta sección del Comentario coinciden casi exactamente con los de nuestras versiones en castellano, pero el lector debiera recordar que el tema es uno, pese a la necesidad de considerarlo según las facetas que se disciernen en los capítulos ya tradicionales. En (1 Co 11:1-16) hemos estudiado la cuestión del uso del velo en la congregación por las hermanas, no sólo para preservar el decoro que exigían las costumbres de la sociedad corintia, sino también como símbolo de una jerarquía establecida por Dios. Llegamos a un tema más trascendental en (1 Co 11:17-34), que trataba de la necesidad de celebrar la Cena del Señor —culto medular de la iglesia local— con dignidad, orden y percepción espiritual. En (1 Co 12:1-13) Pablo habrá de insistir en la unidad del Espíritu Santo, quien reparte sus dones de forma diversa y soberana dentro del Cuerpo místico de Cristo, al cual todos los verdaderos creyentes habían sido unidos por el bautismo del Espíritu. Es evidente que llegamos aquí a la consideración de una obra divina que hacía posible un ministerio espiritual en la iglesia. Sin dejar este tema, Pablo hace resaltar que la variedad de dones no da lugar a rivalidades entre hermanos diversamente dotados, puesto que los variados aspectos de la obra del Espíritu Santo son complementarios, supliendo cada don espiritual alguna necesidad especial del "Cuerpo", con el fin de que todo el organismo reciba lo que precisa para el desarrollo equilibrado que da lugar a una actividad sana y vigorosa. Todos los dones son necesarios, tanto para el provecho de los miembros en particular como para el crecimiento del "Cuerpo" en su conjunto (1 Co 12:14-31). El tema del "camino más excelente" del amor (1 Co 12:31-13:13) no constituye un inciso poético y místico, sino que nos hace ver que los mejores dones se anulan si no se ejercen según el impulso espiritual del amor verdadero, que controla el "yo" en beneficio del hermano. Por medio de las enseñanzas ya reseñadas, Pablo ha vuelto a señalar el fundamento de un ministerio eficaz en la iglesia, pasando luego a refrenar el entusiasmo de muchos de los corintios por el ejercicio de los dones más espectaculares, sobre todo el de "las lenguas". En el capítulo 14 se describe la reunión regular de la sencilla congregación cristiana de la época apostólica, haciendo Pablo observaciones y recomendaciones prácticas con el fin de restaurar el buen orden y proveer para el provecho espiritual de todos los asistentes.
2. Las necesidades de las iglesias de aquel entonces
Al leer la lista de dones en el capítulo 12 reconocemos algunos aspectos del ministerio público que corresponden a las necesidades de una congregación cristiana de nuestros tiempos, discerniendo, además, ciertos principios fundamentales que son válidos en todo tiempo. Al mismo tiempo nos extraña algunos de "los dones" que se mencionan en (1 Co 12:8-10), lo que nos lleva a preguntar si están en operación hoy en día. Si no, cabe preguntar, además, si hemos perdido algo bíblico por descuido o por desobediencia. Examinaremos la naturaleza de estos dones al comentar el texto, pero como "fondo" necesario para el estudio hemos de recordar que las iglesias locales de aquel entonces no disponían del Nuevo Testamento, base de nuestro ministerio, aparte de alguna carta apostólica que quizá ya circulaba dentro de un círculo limitado de iglesias. Nuestro ministerio en la congregación se basa sobre los escritos inspirados del Nuevo Pacto, además de las Escrituras del Antiguo Testamento interpretadas a la luz de las enseñanzas apostólicas: norma que ya empieza a aflorar en los escritos redactados en fecha más tardía de la época apostólica (1 P 4:10-11). Antes de que circulasen las cartas apostólicas con cierta regularidad y abundancia, surgían muchísimas cuestiones que no podían ser contestadas por el examen del Antiguo Testamento, lo que hizo necesario mensajes relacionados con los dones llamados "extáticos", o sea, que no procedían del estudio de la palabra escrita, iluminada por el Espíritu Santo, sino de revelaciones directas que se concedían a los profetas del Nuevo Testamento de una forma análoga a la transmisión de los oráculos proféticos de Isaías, Jeremías, y de otros siervos de Dios del antiguo pacto. El ministerio por medio de tales dones —muy necesarios entonces— exigía también otros, como el del "discernimiento de espíritus", a fin de que el pueblo de Dios no fuese engañado por pretendidos oráculos que surgían de la carne, o de la operación de espíritus malignos. De igual forma el "don de lenguas" hacía necesario el don de "la interpretación de lenguas". Sin duda el estudiante de los pasajes que tenemos delante necesita también "discernimiento espiritual" con el fin de poder distinguir entre principios de validez permanente y aquellas manifestaciones extáticas que correspondían a las necesidades de iglesias jóvenes que aún no podían orientarse por medio de la totalidad del canon del Nuevo Testamento.
Dones, ministerios y operaciones (1 Co 12:1-11)
1. Un preludio necesario (1 Co 12:1-3)
Dones espirituales. En otras ocasiones hemos visto que Pablo suele preludiar unas enseñanzas de particular importancia por la frase: "No quiero que ignoréis". En este caso se trata de dones espirituales, base del ministerio legítimo que se desarrollaba en la iglesia local, de modo que ideas erróneas sobre este tema afectarían adversamente —quizá desastrosamente— la vida y testimonio de la congregación. "Dones espirituales" traduce una sola palabra neutra y en número plural, "pneumatika", o sea, dones o potencias que se debían a la operación del Espíritu Santo. A veces se usa el término "charismata" (como en el versículo 4), que enfatiza que la fuente del don se halla en la gracia de Dios ("charis"), sin deber nada a lo meramente humano.
Influencias antiguas y nuevas. Potencias anormales —atribuidas a la inspiración de las "divinidades"— no eran desconocidas en el mundo gentil, del cual los corintios —en su mayor parte— habían salido. Los ídolos en sí eran "mudos", dice Pablo reflejando la constante enseñanza del Antiguo Testamento, pues "teniendo boca, no hablan" (Sal 115:5); sin embargo, existían potencias espirituales y satánicas que llevaban a los paganos hacia estos ídolos como si fueran atraídos por un poderoso imán. No bastaba, pues, distinguir entre "lo humano" y "lo espiritual", siendo aún más importante reconocer las potencias espirituales que venían de Dios para rechazar aquellas otras que manejaba Satanás para la perdición de los hombres (1 Jn 4:1-6). El grito de "Jesús es anatema" —bajo la maldición de Dios— se oiría muchas veces en las sinagogas cuando los judíos llegaban a rechazar el Evangelio predicado por Pablo y sus compañeros, y es posible que hallara eco aun entre los gentiles. En cambio, "Jesús es Señor" llegaba a ser la confesión gozosa de quienes habían aceptado el Evangelio, viendo que si bien Cristo había llevado nuestra maldición en el madero, fue para satisfacer las exigencias de la justicia de Dios, librando al creyente de la maldición de la Ley quebrantada (Ga 3:13-14). El Santo Espíritu toma de las cosas de Cristo con el fin de revelarlas a las almas sumisas, y no puede por menos que glorificarle como Señor, siendo imposible que un espíritu que maldijera a Cristo tuviese relación alguna con el Espíritu de Dios. Quizá esta "piedra de toque" resulte insuficiente en nuestros tiempos, cuando el cristianismo ha acogido dentro de una mera esfera de profesión a multitudes de personas que admitirían en teoría el señorío de Cristo, evidenciando sus vidas que se hallan en rebeldía, sin intención alguna de someterse a la voluntad de Dios manifestado en Cristo el Señor. Sin embargo, siempre será verdad que el Espíritu Santo glorifica a Cristo, mientras que los espíritus enemigos le denigran, aun cuando se valen de expresiones aparentemente halagüeñas.
2. Diversidad dentro de la unidad divina (1 Co 12:4-6)
La obra del Trino Dios en la iglesia. El pensamiento esencial de Pablo es que la diversidad de dones, ministerios y operaciones que se manifiestan en la iglesia no proceden de una multitud de "espíritus", como ocurría en el espiritismo de los paganos, sino del Trino Dios. Los diversos dones (aquí el vocablo es "charismata") proceden del Espíritu único; los variados ministerios ("diakonia") se llevan a cabo bajo la dirección del mismo Señor; las múltiples "operaciones" —"energemata", obras eficaces que brotan de la energía divina— proceden del "mismo Dios", eterna fuente de potencia, "quien obra todas las cosas en todos". Según esta frase, él obra eficazmente en todos sus siervos, quienesquiera que sean. Es evidente que el apóstol eleva los pensamientos de los corintios al sublime concepto de la obra única del Trino Dios en la Iglesia, aun cuando se manifieste en una diversidad de operaciones. En contextos como éstos, "Dios" se emplea como equivalente del "Dios Padre", quien obra conjuntamente con el Hijo y el Espíritu Santo. Tan solemne preludio previene contra la ligereza con la cual los corintios se jactaban de los dones más espectaculares, olvidándose de que el primer fruto del Espíritu es el amor.
Dones, ministerios y operaciones. Los dones espirituales resultan en distintos ministerios, que muestran, a su vez, la operación de energías divinas. El párrafo anterior señaló las diferencias que existen entre los tres términos que emplea el apóstol, relacionándolos a la obra de las tres Personas de la Trinidad. Se podría escribir mucho más sobre este tema, pero nos remitimos a los versos siguientes que ilustran claramente la operación de estos principios. Basta notar que "diakonia" suele señalar tareas específicas que los siervos de Dios llevan a cabo en la energía del Espíritu Santo, aplicándose a un ministerio muy variado. El reconocimiento de algunos hermanos como "diáconos" —según (Fil 1:1) y (1 Ti 3:8-12)— no limita el sentido general de "diakonía". Tampoco impide el uso más extendido del término el reconocimiento más especializado que se deduce de los pasajes citados. "Operaciones" —"energemata"-— enfatiza la potencia divina que se evidencia en el ejercicio de los dones.
3. El individuo y los dones que recibe (1 Co 12:7-11)
"Cada uno" es depositario de algún don. Dios concede a cada creyente manifestaciones del poder del Espíritu —o sea, un don— para el provecho tanto de él mismo como de la fe en general. Esta importante declaración pone a prueba el concepto de un ministerio profesional en las iglesias, y cada ministro del Señor debiera intentar desarrollar el don de todos los creyentes. Es cierto que el "don" podrá ser algo muy diferente de la predicación, pero en este contexto se subraya sobre todo el ministerio público: el de proclamar el Evangelio, el de exhortar a los creyentes, el de enseñar la Palabra a grupos más o menos numerosos, etcétera. El hecho es que cada uno es receptor de una manifestación de la potencia del Espíritu Santo como medio para adelantar la obra del Señor, sea en la congregación o fuera de ella. Si el ejercicio de un pretendido don no es provechoso, entonces se ha de deducir que no procede de Dios, y los hermanos espirituales de la congregación han de formar su criterio sobre tan importante extremo (1 Co 14:29).
Una lista de nueve dones. Al dar gracias al Señor —en la introducción a la Epístola— por las bendiciones que los corintios habían recibido, Pablo notó que habían sido enriquecidos en Cristo "en toda palabra y en toda ciencia", anticipando así esta lista de los dones que se ejercían en la iglesia. Recordemos al lector lo que ya se ha expuesto sobre las necesidades de las iglesias locales antes de redactarse los libros del Nuevo Testamento, cuando dependían en gran parte de mensajes revelados directamente por el Espíritu Santo a los hermanos dotados para este ministerio. G. C. Findlay analiza la lista en tres grupos: a) Palabras de sabiduría y de ciencia, en las que el Espíritu Santo obra por medio de la mente —inteligencia— del ministro; b) fe, dones de sanidades, poderosas obras, profecía y discernimiento de espíritus, en los cuales el Espíritu se manifiesta conjuntamente con la inteligencia: c) géneros de lenguas e interpretación de lenguas, que prescinden de la inteligencia del hermano dotado. Seguiremos este análisis al comentar brevemente los elementos de esta lista.
a) Los ministros, bajo la inspiración del Espíritu, comunican "palabras", o sea, mensajes, o de sabiduría o de ciencia. Explicaciones de "la palabra de sabiduría" ("sophia") no son nuevas en esta Epístola, y recordamos las profundas enseñanzas de Pablo sobre la sabiduría divina, comunicada por el Espíritu de Dios en palabras que el mismo Espíritu enseña, que estudiamos en (1 Co 2:6-16). Aquí se trata de la comunicación, en el seno de la iglesia, de "lo profundo de Dios", que hallaba su Centro en Cristo —hecho para nosotros sabiduría— con referencia especial a su Obra: aquella obra de la Cruz que fue considerada como "locura" por la sabiduría del mundo. Seguramente los mensajes de sabiduría señalaban también los distintos aspectos de la vida de los cristianos, que ha de ordenarse "según Cristo" y a la luz de su Muerte y Resurrección. La "palabra de ciencia" —"gnõsis"— corresponde a enseñanzas que aumentaban los conocimientos espirituales de los oyentes. La sabiduría no prescinde de conocimientos, pero, a la vez, se mueve aquí sobre un plano más elevado, ya que explica de qué modo la ciencia ha de hallar su debida expresión en la vida y servicios de los creyentes, reflejando la sabiduría celestial que ordenó el plan de la redención.
b) Fe, sanidades, obras de poder, profecía y el discernimiento de espíritus. En los versículos 8 al 11 Pablo reitera cinco veces que los dones son manifestaciones diversas de la obra del Espíritu de Dios, del mismo Espíritu y del único Espíritu que opera en el Reino de Dios; los resultados pueden ser muy variados, pero no así el poder. Ya hemos indicado que el Espíritu utilizaba en grados diversos la inteligencia de sus siervos, en tiempos cuando aún no se había redactado mucho de la Palabra escrita del Nuevo Pacto. No llevan artículos definidos los términos que estudiamos, lo que enfatiza la calidad del don en sí más bien que su uso en casos específicos. Fe se presenta aquí como un don especial (compárese con (1 Co 13:2), pues la confianza total en el Salvador que nos unió con él, dándonos participación en su vida, puede ser desarrollada por la gracia de Dios hasta ser la "palanca" que permite la manifestación de la potencia de Dios en una variedad de grandes obras. Dones de sanidad manifestaban esta potencia en la curación de enfermedades. No todos los creyentes enfermos fueron curados milagrosamente en los tiempos apostólicos, ni aun en los círculos inmediatos a los apóstoles —véanse los casos de Pablo mismo en (2 Co 12:5-10); Trófimo en (2 Ti 4:20); Timoteo en (1 Ti 5:23); Epafrodito en (Fil 2:27)—, pero cuando así convenía a los propósitos de Dios hermanos con el don de sanidades —hombres de fe— fueron instrumentos para restaurar la salud al cuerpo. Tengamos en cuenta que si "milagros" se repiten con frecuencia llegan a ser "comunes", perdiendo así su carácter de "señales" que revelan la presencia y el poder de Dios frente a los infieles. Recordemos el caso de Esteban, quien ejercía un destacado don de sanidades; sin embargo, fue apresado por los judíos y apedreado. Toca a Dios determinar el tiempo y la sazón para la realización de esta obra tan especial. Lo que la Vers. H. A. llama "operaciones de milagros" es literalmente "operaciones de potencias", con obvia referencia a manifestaciones del poder de Dios, en la esfera material, que han de considerarse como sobrenaturales, tales como el apaciguamiento de la tempestad por el Señor (Mar 4:35-41). Ejemplos escritos de tales obras no abundan en Los Hechos y en las Epístolas, pero seguramente los siervos de Dios veían muchas veces cómo el Señor obraba por medios milagrosos para ordenar a su favor circunstancias adversas, contra toda posibilidad natural. Se trata de la fe que, figurativamente hablando, "traslada los montes".
Al principio del capítulo 14 Pablo habrá de recalcar la importancia fundamental del don de profecía, que es el anuncio público de la voluntad divina, sea en la predicción de acontecimientos futuros, sea en el análisis de las condiciones espirituales del día. Los mensajes habían de ser claros, obrando el Espíritu por medio de la inteligencia para la edificación de los creyentes (1 Co 14:1-5,12,24,25). El profeta es el portavoz de Dios, y su misión fue importantísima antes de completarse el canon del Nuevo Testamento: el don persiste aún en el sentido de que ministros de la Palabra dan a conocer la voluntad de Dios por medio de la interpretación de las Escrituras y por exhortaciones basadas sobre ellas.
Ya notamos que el discernimiento de espíritus fue un don de importancia especial cuando tanto había de ser comunicado a la congregación por medio de revelaciones directas. Es posible que todos los creyentes espirituales fuesen capaces —normalmente— de distinguir mensajes divinos de los falsos, gracias a la "unción" del Espíritu de la cual habla el apóstol Juan (1 Jn 2:26-27); pero el hermano dotado con este "charisma" hablaría con autoridad especial cuando se trataba de distinguir entre "moneda" legítima y falsa.
c) Quedan dos dones en los que no obraba la inteligencia del siervo de Dios: el de lenguas y el de su interpretación. En el capítulo 14 Pablo tratará este tema detenidamente, de modo que no necesitamos agotarlo aquí. Parece ser necesario distinguir las manifestaciones del don en la iglesia de Corinto de aquellas que se describen en Hechos capítulo 2, cuando Pedro predicaba —por supuesto, en arameo— y su mensaje fue entendido por judíos criados en muy diversos países, y que hablaban la lengua de su tierra de origen. Aquí se trata de "géneros de lenguas" que nadie entendía, y que necesitaban ser interpretados, también por medio de alguien que poseyera este carisma especial. Hubo provecho espiritual para quien así comunicaba con Dios, pero los oyentes quedaban sin la edificación que necesitaban a no ser que el mensaje —u oración— en lenguas fuese interpretado por el mismo hermano o por otro. Hay pocas referencias a este misterioso don en el Nuevo Testamento, y ninguna en las Epístolas fuera de (1 Co 12-14). Para otras referencias, véanse (Mr 16:17) (Hch 2:4-11) (Hch 10:46) (Hch 19:6). En su ejercicio la inteligencia se hallaba pasiva, pues era don "extático" por excelencia, una obra misteriosa del Espíritu Santo.
La soberanía del Espíritu Santo en el reparto de los dones. "Mas todas estas cosas las obra el mismo y único Espíritu, repartiendo particularmente a cada uno como él quiere". La última frase —"kathõs bouletai"— significa algo más que "como quiere", pues el verbo lleva implícita en sí la idea de "formar un criterio que lleva a una decisión". No hay nada caprichoso aquí sino la expresión de los propósitos de Dios para la edificación de su pueblo y la extensión del Evangelio. De nuevo Pablo insiste en la unidad y la soberanía del Espíritu de Dios al ordenar la gran diversidad de los dones, que son, a la vez, espirituales y "de gracia". Los instrumentos —"cada uno"— son hombres de distinto temperamento y preparación, pero cuando llega el momento de ministrar u obrar, es el Espíritu de Dios quien controla la manifestación de su propia potencia; esto no excluye la posibilidad de la utilización de los llamados "dones naturales", pues el Dios que crea los espíritus de todos los hombres es el mismo Dios que hace provisión para la edificación de su pueblo. Sin embargo, se excluyen radicalmente la obra y la intención del hombre caído, la "carne" entendida como la fuerza que lucha en contra de la potencia del Espíritu de Dios (Ga 5:16-17).
4. El Cuerpo y el Espíritu (1 Co 12:12-13)
La diversidad en la unidad. De todas las figuras que Pablo emplea para representar la Iglesia, quizá la más expresiva es la del Cuerpo, ya que el cuerpo humano, compuesto de muchos miembros, constituye un solo organismo vital, dentro del cual los diversos órganos dependen los unos de los otros. Muy otra cosa es una mera organización eclesiástica, con su autoridad jerárquica que establece reglamentos y ritos. En la Iglesia, considerada como "un cuerpo", existe una unidad vital, que corresponde a la totalidad del organismo, manifestándose en todos y en cada uno de los miembros, pese a su gran diversidad. En (Ef 4:12-16) el apóstol emplea esta figura para ilustrar el crecimiento de la Iglesia universal hasta que llegue a la perfección y madurez que Dios ha determinado para ella. En (Ro 12:4-5), por el uso de la misma figura, Pablo enfatiza las distintas funciones de los miembros, que han de coordinarse para la salud y bienestar de la Iglesia. Aquí, el concepto principal es el de la unidad de "todos los miembros del cuerpo", y bien que la figura en su plenitud señala la Iglesia universal, permite también que el apóstol recalque la interdependencia de todos los miembros de Cristo en la vida de la iglesia local, que viene a ser el tema de los versos siguientes.
El Cuerpo es Cristo. La última frase del versículo 12 es muy notable, pues no sólo subraya Pablo la unidad de la totalidad de los miembros del Cuerpo, sino que añade: "así también CRISTO". Es decir, la unidad vital de los muchos miembros en un solo cuerpo es la del Cristo, presente en el conjunto de sus miembros. Desde el punto de vista de (Ef 4:15), Cristo es la Cabeza que rige todas las operaciones del Cuerpo, pero aquí se insiste en una unidad vital que es la de Cristo mismo, presente por su Espíritu en todos los miembros y "hecha una cosa" con ellos.
El bautismo del Espíritu Santo. ¿Cómo y cuándo se unieron los miembros de forma tan vital los unos con los otros para constituir un solo Cuerpo? Históricamente hemos de volver nuestro pensamiento a (Hch 2:1-4), cuando el Espíritu Santo descendió sobre los ciento veinte creyentes reunidos en el aposento alto, convirtiendo los elementos separados en una sola unidad espiritual, que era la Iglesia. Por la predicación de Pedro más almas se sometieron a Cristo, siendo también unidas por el Espíritu al mismo Cuerpo (Hch 2:38-41). La experiencia de Cesárea (Hch 10:44-47) constituye la extensión de Pentecostés, a favor de creyentes gentiles. Un buen número de gentiles se hallaba reunido en la casa de Cornelio y "mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso... Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?". No se trata aquí de un nuevo bautismo del Espíritu Santo, sino de la participación de los creyentes gentiles en aquel del Día de Pentecostés, como también en el caso de los discípulos mencionados en (Hch 19:5-6).
El bautismo del Espíritu evidentemente precede al del agua, que simboliza la unión del creyente con Cristo y su entrada en la esfera de la Iglesia. El versículo 13, que estamos estudiando, generaliza las experiencias históricas que hemos notado, pues leemos: "Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, esclavos o libres". Cuando se quebranta la oposición del hombre a la Palabra de Dios, y ésta se acepta con sumisión y fe, el Espíritu es libre para efectuar la unión vital del creyente con Cristo y a la vez en todos los demás miembros del Cuerpo. No hay más "bautismo del Espíritu" que éste en la Palabra, y corresponde al momento de conversión y de regeneración, sin que tengamos que postular una experiencia posterior. Es verdad que el Espíritu en nosotros podrá ser entristecido por manifestaciones de la carne, y también es verdad que su potencia podrá volver a manifestarse con mayor abundancia según el grado de nuestra sumisión a sus divinas operaciones, pero eso no anula el hecho fundamental: "si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él" (Ro 8:9). El verso que tenemos delante enfatiza que "fuimos todos bautizados en un Cuerpo". Muchos de los creyentes en Corinto distaban mucho de manifestar en su debido grado la potencia del Espíritu Santo, pero todos habían sido bautizados por un solo Espíritu para formar parte de un solo Cuerpo espiritual: "En un solo Espíritu fuimos bautizados", "Siendo muchos son un solo Cuerpo".
Se nos dio a beber de un mismo Espíritu. No hay diferencia de momento entre el bautismo del Espíritu y el beber del Espíritu, pues todo tuvo lugar cuando nos convertimos al Señor. La primera figura enfatiza el aspecto externo del hecho de recibir el Espíritu, mientras que la segunda señala una profunda participación en su divina Persona, como cuando un hombre sediento llega a una fuente y calma su sed por medio de agua cristalina y fresca. Se nos recuerda la invitación del Señor en el último día de la fiesta de los Tabernáculos, que puede traducirse como sigue: "Si alguno tiene sed, venga a mí; y beba el que cree en mí. Como dice la Escritura (del Cristo), de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo porque Jesús no había sido aún glorificado" (Jn 7:37-39). El Señor glorificado —habiendo llevado a su consumación su obra redentora— derramó el Espíritu sobre los suyos, quienes, en cuanto a su experiencia interna, "bebieron" de tan preciosa fuente, para ser "llenos del Espíritu" (Ef 5:18).
La interdependencia de los miembros del cuerpo (1 Co 12:14-26)
1. Dios ha colocado a los miembros del cuerpo según su soberanía (1 Co 12:14-19)
La unidad del cuerpo excluye los celos. Hay un elemento de ironía —o de buen humor, quizá— en las imaginadas discusiones entre distintos miembros del cuerpo que Pablo desarrolla en los versículos 15 y 16, que quizá refleja unas actitudes que, de hecho, se producían en la iglesia de Corinto. El imagina que el pie se indigna, y muestra despecho, porque ha de andar en el polvo, sosteniendo el cuerpo, mientras que la mano puede entregarse libremente a una serie de actividades mucho más complicadas, y, aparentemente, más honrosas. Pero no por eso deja de ser el pie un miembro del cuerpo, absolutamente necesario para su buen funcionamiento, pues, ¿cómo podría trabajar la mano adecuadamente si el cuerpo estuviera postrado en el suelo? De igual manera Pablo imagina —humorísticamente— que la oreja se queja de que su función no sea tan delicada e importante como la del ojo, y que diga con despecho: "¡No soy del cuerpo!". Una actitud tan necia no cambiaría el hecho de la unidad del cuerpo, ni la necesidad del debido funcionamiento de cada uno de sus miembros. Pero ya hemos señalado la probabilidad de que, en Corinto, algunos habían caído en locura semejante, diciendo: "Fulano ha sido dotado de facultades para el ministerio público, y yo no sirvo más que para hacer visitas. No es justo, y estoy cansado de tanta diferencia. ¡Me retiro a mi rincón y que los "dotados" hagan la obra!". Por desgracia esta clase de celos se conoce hoy día, y por consiguiente todo el cuerpo sufre, ya que la visita pastoral —u otra obra aun más humilde— podrá ser tan importante (o más) que el ministerio público.
El orden divino en el cuerpo. El tema parece tan importante al apóstol que lo reitera, con distintos matices, a través de un buen número de versículos. Le corresponde a Dios, en su soberanía, distribuir los dones, colocando cada miembro en su debido sitio en el cuerpo de la iglesia local. El creyente obediente y fiel admitirá este buen orden, colaborando en lo grande, o en lo pequeño, según las oportunidades que se le presenten. El cuerpo no puede constituirse de un solo miembro, pues aun si aquel miembro fuese tan importante como la cabeza, ésta sería impotente sin el conjunto de los demás miembros. Más tarde Pablo habrá de animar a los corintios a "procurar los mejores dones", con el fin de servir a Dios eficazmente dentro de la familia espiritual, pero aquí no se trata de eso, sino de reconocer que es esencial "una diversidad dentro de la unidad", ya que son muchas las necesidades espirituales del pueblo de Dios.
2. Los miembros necesitan los unos de los otros (1 Co 12:20-26)
Todos los miembros son necesarios. Antes, Pablo hizo el diagnóstico humorístico de los celos de miembros que podrían considerarse como menos importantes que otros (1 Co 12:15-16). Aquí sale otro intercambio entre distintos miembros, por el que uno se siente tentado a decir a otro: "No te necesito". Tal actitud sería una locura, y los adelantos de la ciencia médica han enfatizado el buen sentido de las metáforas del apóstol aquí, descubriéndose pequeñas glándulas que controlan gran parte de las actividades de los miembros más visibles del cuerpo, de modo que se destaca diáfanamente la gran verdad que "los miembros del cuerpo que parecen más débiles son los más necesarios" (1 Co 12:22). A guisa de ilustración —refiriéndonos ahora a la realidad espiritual de la iglesia local— podríamos preguntar qué pasaría en una iglesia local si todos los miembros fuesen grandes predicadores, pero donde nadie tuviese la gracia de dedicarse a la oración. Tal iglesia reventaría de mera verbosidad, sin beneficio espiritual para nadie.
Los miembros más o menos "decorosos". Sin duda, el apóstol contrasta la cabeza y el rostro con los miembros escondidos, necesarios para las funciones vitales del cuerpo, notando que la hermosura de los primeros no necesita cubrirse, mientras que el hombre, por instinto natural, cubre otros órganos de importancia fundamental para el buen funcionamiento del cuerpo y para la reproducción de la vida humana. De igual modo, en la iglesia, hay funciones y obras que llevan su propio "adorno", siendo apreciadas por todos; por otro lado existe toda una serie de trabajos humildes que son del todo necesarios y que debieran recibir su honra en la medida del esfuerzo de cada cual. Dios "compuso" el cuerpo (significando el verbo "preparar una mezcla de distintos elementos") conforme a su sabiduría, y pese a las ideas humanas sobre "honra" y "deshonra". Todo ello nos lleva a los grandes principios de los versículos 25 y 26 que tantas veces se olvidan, pese a su importancia vital para el bienestar del cuerpo.
Los miembros han de preocuparse los unos por los otros. El hecho de que cada miembro necesita de la operación de todos los demás dentro del cuerpo espiritual de Cristo, recayendo el énfasis sobre la importancia de las funciones que parecen ser "menos honrosas", —todo ello dentro del orden que Dios ha establecido—, lleva a Pablo a esta conclusión: "para que no haya desavenencias en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros". Si los hermanos llegasen a apreciar esta verdad el dolor de uno sería el de todos, y la honra de uno sería la de todos. A través del estudio de los capítulos 1 a 4 de esta Epístola vimos que el apóstol tuvo que reprender las "desavenencias" de los hermanos que se formaban en partidos alrededor de los nombres de honrados siervos del Señor. Más tarde (1 Co 11:17-22) le fue preciso reprender a hermanos que se dividían en corrillos por razones sociales y materiales. ¡Poco apreciaban aquellos hermanos la gran verdad que se destaca de los versículos 25 y 26! ¿Dónde se hallaba la tierna preocupación del uno por el otro que se funda sobre el hecho de la unidad del cuerpo que Dios ha ordenado? El mismo peligro es muy evidente en nuestros días, pues nos preocupamos mucho por "los nuestros", porque entre ellos y nosotros existen afinidades naturales, pero a menudo esta preocupación degenera en mero partidismo, que mira mal a otros grupos. Hay peligro de considerar a "los nuestros" como "blancos" y a "los otros" como "negros", rompiéndose así la divina armonía del conjunto de los miembros del Cuerpo, que a veces se convierte en desavenencias de carácter alarmante, produciéndose escándalo y mal testimonio. Tales manifestaciones debieran despertarnos a la realidad de nuestra grave equivocación: no nos preocupamos por el hermano, por "quien murió Cristo", tan miembro del Cuerpo como nosotros, sino por "mi amigo", "mi partidario", a quien aprecio por razones puramente humanas y carnales. ¡Que hagamos alto para considerar de nuevo la necesidad de que todos los miembros se preocupen los unos por los otros, dentro de los lazos de la vida común del Espíritu que Dios ha ordenado en Cristo!
Destacados dones en la iglesia (1 Co 12:27-31)
1. La totalidad y las partes (1 Co 12:27-31)
Todos y cada uno. Este verso parece una repetición del tema tantas veces tratado ya: la diversidad dentro de la unidad del cuerpo. Sin embargo, el énfasis recae sobre las frases: "vosotros sois" y "cada miembro individualmente". Es decir, no se trataba sólo de una teoría, aplicable a la Iglesia en general, sino de que los corintios habían de comprender que ellos mismos componían la totalidad de la iglesia local, y de que correspondía a cada miembro su responsabilidad. Esta aplicación particular es seguida por una lista de dones que da fuerza y actualidad a todo cuanto Pablo ha venido señalando.
La lista de dones. Ya hemos visto que todos los dones son necesarios para el desarrollo del cuerpo, de modo que no hemos de enfatizar demasiado el elemento de jerarquía en la lista del versículo 28. Con todo, el orden revela el pensamiento de Pablo sobre la utilidad de los dones; la importancia relativa de algunos de ellos volverá a aparecer en el capítulo 14.
a) Apóstoles. Dios puso en la Iglesia primeramente apóstoles, ya que de su ministerio dependía todo lo demás. Recordemos la distinción que ya se ha hecho entre "apóstoles" en sentido genérico y apóstoles en sentido restrictivo y especial, con referencia muy especial a los Doce apóstoles —testigos autorizados e inspirados de la Persona y Obra de Cristo— y Pablo, quien recibió una revelación especial del Señor resucitado, amén de otras, constituyendo todas ellas el gran "depósito" de la verdad neotestamentaria sobre la Iglesia. Detrás de todo el Nuevo Testamento se halla la autoridad apostólica, directa o indirectamente, pues ellos recibieron "la fe que fue entregada una vez para siempre a los santos". Su obra fue completada al terminarse el canon del Nuevo Testamento y sigue entre nosotros a través de sus escritos.
b) Profetas. Reiteramos que el profeta era portavoz de Dios en la iglesia, recibiendo sus mensajes directamente por inspiración del Espíritu antes de redactarse los escritos del Nuevo Testamento. Su importancia relativa en el Nuevo Testamento es menor que la de los profetas que ejercían su ministerio en el pueblo de Israel, ya que los apóstoles eran los encargados de recibir las verdades fundamentales del Nuevo Pacto, mientras que los profetas "llenaban los huecos" de conocimiento y exhortación hasta que se cumpliera la plenitud del ministerio apostólico. En términos generales podemos decir que los profetas del Antiguo Testamento eran los medios empleados por el Espíritu Santo para entregar el contenido inspirado de la revelación divina a Israel, mientras que los apóstoles eran el medio para la transmisión de la verdad del Nuevo Pacto. Sin embargo, los mensajes proféticos, pronunciados en las iglesias del primer siglo, se revestían de gran importancia para la guía inmediata de las congregaciones, especialmente en la ausencia de los apóstoles. Por eso se dice que Dios puso a los profetas en la iglesia en segundo lugar, después de los apóstoles.
c) Maestros o enseñadores. En el don del enseñador entra más profundamente el elemento de estudio, de meditación y de expresión ordenada. Es de suponer que conocería bien las Escrituras del Antiguo Testamento, que recogería de la boca de los apóstoles —o de sus escritos— las verdades del Nuevo Pacto; que tomaría nota de diversos mensajes proféticos, discerniendo sus elementos de valor permanente. Así podría ser el formulador de las doctrinas y el campeón dispuesto a combatir falsas enseñanzas. El don de "doctor" es uno de los cinco fundamentales que Pablo menciona en (Ef 4:11) como esenciales para el crecimiento del Cuerpo de Cristo. En la medida en que el "depósito apostólico" del Nuevo Testamento se iba completando en forma escrita, la importancia del don de enseñador se acrecentaba, limitándose más y más la de los dones extáticos. Con todo, el profeta itinerante seguía siendo una figura conocida y respetada —si daba pruebas de fidelidad— hasta el siglo segundo (Didachê 110-120).
d) Obradores de milagros. Véanse comentarios sobre el versículo 10. El texto se limita a mencionar "dunameis", o sea, "potencias", pero se sobreentienden los hermanos que tenían el don de obrar milagros.
e) Los que ejercían dones de sanidad. Véanse notas sobre el versículo 9. La frase exacta aquí es "charismata iamatõn", o sea, los dones de gracia que servían para la sanidad del cuerpo.
f) Los ayudadores. El término es poco conocido en el Nuevo Testamento y podría representar el don de prestar ayudas prácticas de forma discreta a los hermanos en el curso normal de la vida de la iglesia. Al mismo tiempo, como elemento en una lista de dones públicos, podría corresponder a la labor de los diáconos que más tarde había de recibir reconocimiento específico (Fil 1:1) (1 Ti 3:8-13).
g) Los guías de las iglesias. El término es "kubernêseis", o sea, los pilotos de una nave. Es de suponer que corresponde este don al de los "ancianos" —también denominados "sobreveedores" o "pastores"— que guiaban y pastoreaban las congregaciones según el orden apostólico. Nos llama la atención que en esta Epístola —tan eminentemente eclesial— no hallamos referencia directa a "ancianos" aparte de este término muy especial, y algunos han deducido que su obra se hallaba en estado embrionario hasta que se precisara más hacia el fin del ministerio de Pablo, o sea, en el período reflejado en las Epístolas Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito). Sin embargo, esta teoría no es aceptable, puesto que Pablo nombraba ancianos en todas las iglesias de Frigia y de Licaonia durante su primer viaje misionero (Hch 14:23), y los ancianos o sobreveedores eran conocidos en la iglesia de Éfeso al final del segundo viaje, en una fecha próxima a la de la redacción de 1 Corintios (Hch 20:17-38). Queda la posibilidad de que el triste estado de desorden que Pablo tuvo que denunciar en Corinto surgía precisamente del fracaso de la labor de pastoreo de los ancianos frente a la rebeldía de una buena parte de la congregación. El don de gobierno (de guía o de pastoreo) sigue siendo de importancia básica para el buen funcionamiento de la iglesia local.
h) Quienes ejercen diversos géneros de lenguas. En vista de la primacía de los dones de edificación que Pablo ha de subrayar en el capítulo 14, no nos extraña que termine su lista de dones —o de personas que ejercen tales dones— con este de diversas lenguas, que elevaba el espíritu de quien hacía uso de las tales, sin que los oyentes entendiesen nada de lo que hablaba. Véase nota sobre el versículo 10 con (1 Co 14:6-19).
Unas preguntas retóricas. Pablo hacía uso frecuente de preguntas retóricas con el fin de resumir y subrayar asuntos ya expuestos. Aquí enfatiza la diversidad de los dones —y su distribución soberana por Dios mismo— por medio de una serie de tales preguntas, cada una de las cuales requiere —según la gramática griega— la contestación de un "No" enfático: "Son todos apóstoles... profetas... maestros...?", etcétera. Claro que no, pues volveríamos a las imaginadas condiciones de un cuerpo en el que abundaran ciertos miembros y faltaran otros igualmente necesarios. Que cada uno sienta su responsabilidad personal al hacer uso del don que ha recibido, sin preocuparse por la presencia o la ausencia de ciertos dones en el caso de otros hermanos. Al repetir los dones en esta serie de preguntas, Pablo omite los de "ayudas" y de "gobiernos", añadiendo, sin embargo, el de la interpretación de lenguas.
El nexo con el capítulo 13. En el versículo 31 Pablo prepara el terreno para la hermosa exposición del tema del amor, que ocupará el capítulo 13. Ha subrayado la necesidad de la utilización de todos los dones —visibles e invisibles, honrados o ignorados—, pero, frente a la predilección de los corintios por los dones más llamativos, les exhorta a desear ardientemente "los mejores dones", que luego han de definirse como aquellos que sirven directamente para la edificación del pueblo de Dios. Pero eso no es todo, pues si los dotados no caminan en la senda "más excelente" del amor, todas las gloriosas posibilidades de los dones se anularán.
Preguntas
1. Desarrolle el tema de "la diversidad en la unidad" de los dones espirituales concedidos a la iglesia, con referencia a distintas secciones del capítulo 12.
2. Analice con cuidado los versículos 12 y 13, con referencia tanto al "bautismo en un cuerpo" como al tema de "beber de un mismo Espíritu". Cítense ejemplos históricos en Los Hechos.
3. ¿Qué quiere decir el apóstol cuando habla de "los mejores dones"? ¿Cuál es la importancia de los dones mencionados en el versículo 28? Dese una breve definición de cada uno de ellos.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
Comentarios
Ana Maria (Argentina) (04/11/2022)
Bendiciones, gracias por el estudio
me es de mucha edificación
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