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Estudio bíblico: La supremacía del amor - 1 Corintios 13:1-13

Autor: Ernestro Trenchard
Reino Unido
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La supremacía del amor - 1 Corintios 13

El enlace con el contexto

1. El factor esencial
El célebre erudito bíblico Harnack declaró que este capítulo 13 de 1 Corintios constituye la porción "más majestuosa, más potente y más profunda de cuantas escribiera el apóstol Pablo", y de acuerdo con él, todos los comentaristas la describen como un sublime cántico al amor divino, al "agapê". A nadie se le ocurriría discrepar de estas opiniones, pues sería difícil hallar palabras adecuadas para elogiar debidamente las maravillas del pensamiento y de la expresión de Pablo al redactar el pasaje que tenemos delante. Desde el punto de vista de la exégesis, sin embargo, surge un peligro de su misma sublimidad, pues existe la tendencia de aislarlo de su contexto, mientras que, de hecho, constituye un movimiento integrado perfectamente en el tema de los dones que el Espíritu Santo concede a los miembros del Cuerpo de Cristo a los fines de su debida edificación, y esencial para su buena comprensión. Se trata del amor como móvil imprescindible y único que es capaz de poner en marcha todo ministerio cristiano que Dios pueda reconocer.
Si quitáramos unas hermosas y floridas plantas de un invernadero bien iluminado y ambientado para su desarrollo, y las trasladáramos a un sótano sin luz ni aire, muy pronto perderían su lozanía y por fin morirían. La estructura de las plantas no ha cambiado, pero, faltándoles luz y aire, les es imposible crecer o vivir. La "luz" que se necesita para el desarrollo de los dones y del ministerio es el amor, de modo que Pablo procede a señalar la absoluta nulidad de todo cansina, y de toda obra llamada cristiana, por hermosa que parezca, si el móvil no es el amor. Después de negar toda eficacia aun al ejercicio de los "mayores dones" si falta esta condición previa, presenta una lista de las manifestaciones del amor. No llega a ser una definición formal del "agapê", pero su naturaleza se descubre por medio de una serie de declaraciones que nos hacen ver lo que es el "amor en acción".
Después pasa a enfatizar la permanencia del amor. Como ya vimos al estudiar el capítulo anterior, la utilidad de ciertos dones varía según el momento de revelación, pero el amor nunca pierde su valor, ni en este siglo ni en el venidero.
2. Lo que es el amor
Cuando se hacían las primeras traducciones del griego del Nuevo Testamento al latín, no era posible emplear el vocablo amor como equivalente de "agapê", pues se había degradado tanto que los traductores preferían usar "caritas", de donde viene —a través de la Vulgata— el vocablo caridad en nuestras versiones antiguas. De hecho, lo que se significa por "agapê" en el Nuevo Testamento es algo que surge de la revelación de Dios en Cristo, de modo que los escritores inspirados tenían que dar un valor mucho más elevado a los términos usados anteriormente. Los autores clásicos podían llegar a comprender que el hombre había de amar "lo mejor" y despreciar lo vil —bien que pocas veces llegaban en la práctica aun a eso—, pero no habían vislumbrado jamás el amor que ama al mundo rebelde hasta el punto de entregar al mayor Tesoro del Cielo para su salvación (Jn 3:16), ni les era posible comprender el subido valor del amor que se describe en (Ro 5:6-8), que lleva a Cristo a morir por sus enemigos, los pecadores (1 Jn 5:10) (1 Jn 4:9-10). Como dice León Morris en su comentario (L V. F., in loc.: "Este amor halla tus raíces en la naturaleza del Amante y no en mérito alguno que se encuentre en la persona amada" (nuestra traducción).
Este es el amor que ha de ser reflejado en la vida y la obra del creyente por las operaciones del Espíritu de Cristo, quien es el único que puede producirlo en nosotros (Ga 5:22-23). Se ha dicho también que el capítulo es "un retrato de Cristo" y todos comprenderemos que este amor, en su plena manifestación, sólo se ha visto en la vida del Maestro. Pero no constituye un mero ideal irrealizable, pues el apóstol enfatiza la nulidad de todo aquello —en cuanto al cristiano y su servicio— que no surge de la profunda raíz del amor. El amor ha de anular el YO: aquel triste engendro de la Caída que se coloca en medio de lo que imagina ser "su territorio" para defender su "dignidad", para recoger "sus cosas" y para luchar encarnizadamente contra todo aquel que —a su parecer— perjudica en algo su persona o sus intereses. Como "ley" básica de su Reino, el Señor ya había hecho constar el principio de refrenar el YO, enunciando la llamada "regla de oro": "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la Ley y los profetas" (Mt 7:12). En lenguaje de hoy, quizá podamos dar a entender el principio básico de la ley del amor al sugerir que cada uno intente seriamente enfocar los asuntos que surgen del devenir diario, no sólo desde su propio punto de vista, sino también desde el del "semejante". La totalidad del "agapê", tal como se manifiesta en la Cruz, es mucho más que eso, pero, ¡cuánta diferencia habría en la vida, en el testimonio y en la obra de las iglesias locales si muchos hermanos empezaran siquiera a ajustar el enfoque de las cuestiones del día en el sentido indicado!

El camino más excelente (1 Co 12:31-13:13)

1. Los "mayores dones" y el amor (1 Co 12:31)
Este versículo enlaza la descripción de los dones de la sección anterior con la consideración del "camino más excelente". Los hermanos harían bien en anhelar —con santo celo, según el sentido del original— aquellos "mayores dones", que de verdad servían para la edificación de la Iglesia, pero, aun si los consiguieran, de nada les serviría si no anduviesen en el camino del amor que el apóstol les presenta a continuación.
2. Los "mayores dones" pueden perder su valor (1 Co 13:1-3)
Lenguas de hombres y de ángeles. Sin duda fue la preocupación de los corintios por los dones espectaculares lo que llevó a Pablo a mencionar, en primer término, aquellos que resultaban en la mayor elocuencia que la mente humana puede concebir: lenguas de hombres y hasta lenguas de ángeles. La elocuencia que presenta conceptos dignos, revestidos de expresiones y vocablos a la altura de los temas, es algo que nos entusiasma y excita nuestra admiración, constituyendo uno de los dones más apreciados que surgen de la inteligencia humana. Al hablar de "lenguas de los ángeles" quizá Pablo pensaba en aquellas que una vez escuchó, en estado de éxtasis, según la referencia de (2 Co 12:2-4): "Conozco al tal hombre —sin duda el hombre es Pablo mismo— que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables, que no es dado al hombre expresar". Todas las armonías producidas por los genios musicales de los últimos siglos no pasarían de ser notas desafinadas comparadas con lo que Pablo oyera en el paraíso, pero veremos que el valor de tales "lenguas de ángeles" quedaría anulado si no fuesen impulsadas por el amor.
No sabemos cuál sería la experiencia de los hermanos que hablaban las lenguas misteriosas que el apóstol menciona en (1 Co 14:2,14,18), o si se pueden clasificar como "lenguas angelicales", pero su intención en el versículo 1 es claramente la de señalar primeramente las mayores excelencias de expresión, para llegar luego a la conclusión de que, aun subiendo a estas alturas, "si no tengo amor vengo a ser metal que resuena y címbalo que retiñe". Sin duda, emplea la primera persona singular; con el fin de no herir los sentimientos de otros hermanos. Las traducciones nuestras no expresan claramente lo desagradable del sonido de "lenguas sin amor" que hallamos en el griego, y quizá se nos permitirá hacer uso de la paráfrasis siguiente: "vengo a ser como pedazo de bronce que resuena al ser golpeado, y como un címbalo que emite sonidos metálicos y desapacibles". No se trata sólo del sonido, sino de la persona de quien ejerce el don de lenguas sin amor: "Yo he venido a ser un instrumento que no hace más que ofender el oído por medio de ruidos sin sentido".
Profecía, misterios, ciencia y fe. Los dones mencionados aquí son de gran categoría, muy apreciados por el apóstol. La profecía comprende y anuncia claramente el mensaje de Dios que se necesita en cualquier momento. Los misterios son los del plan de la redención, que se revelaban por medio de los apóstoles. La ciencia es la capacidad espiritual para profundizar en tales revelaciones, acumulando conocimientos en la escuela de Dios. El don de la fe opera tan poderosamente que puede trasladar montes: expresión que hace eco de las palabras del Maestro en (Mr 11:23). Quizá Pablo habla hiperbólicamente aquí, pues es difícil pensar que el Espíritu Santo pudiese dotar a un hermano de "toda la fe" —además de la profecía, del conocimiento de misterios y de la ciencia— sin que, por el mismo impulso, despertara el amor en el corazón del siervo que utilizara los dones. El Maestro tampoco desdeñaba el uso de la hipérbole, pues; en sus enseñanzas no dudaba a veces en llegar a los extremos de la paradoja con tal de fijar la atención del oyente en la lección principal. Hemos de entender que si fuera posible ejercer tan excelsos dones sin tener amor, el ministro quedaría reducido a nada: "si no tengo amor, nada soy". Es posible que Dios, en su providencia soberana, utilice manifestaciones del Espíritu en hermanos que no muestren el amor en su grado debido, pero si el móvil no es el amor, se anulan a sí mismos delante de Dios, y no quedará nada de valor espiritual para el Día de Cristo (1 Co 3:13-15).
La caridad y el martirio. Es posible que un hermano aprenda que las posesiones materiales carecen en sí de todo valor intrínseco, y que llegue al punto de "vender lo que tiene para dar a los pobres". La expresión indica que lo va distribuyendo "en porciones", como una obra de "caridad". Otro se deja impresionar por el poco valor del cuerpo, ya que es temporal y ha de fenecer pronto de todas las maneras. Como algunos de los mártires de los siglos segundo y tercero, testifica de forma violenta delante de los enemigos del Evangelio, hasta el punto de excitar una reacción contraria, con el resultado de que echan su cuerpo a la hoguera. Los dos casos son impresionantes, pero, ¿cuál ha sido el móvil del sacrificio máximo, sea de las posesiones, sea de la vida misma? Si no ha sido el amor, hemos de pensar que el impulso surgió de alguna forma de orgullo personal y que brotó del YO que quiere ser "algo", aun por medio del sacrificio de todo lo material y hasta del cuerpo mismo, que normalmente tanto cuidamos y regalamos. Comenta el apóstol: "Aun sí llego a estos extremos, mas no tengo amor, de nada me aprovecha".
Volviendo sobre los tres apartados, vemos que los mayores dones de elocuencia, aun siendo producidos por el Espíritu, no significan nada sin el amor. El ejercicio de los mayores dones de profecía, ciencia y fe, si no obra el amor, no hace sino reducir el "ministro" a nada personalmente. Los sacrificios máximos de bienes y de vida sin el móvil del amor no aprovechan nada a quien los realiza. El amor busca el bien y el provecho del hermano, o del prójimo, a expensas de los deseos —y aparente provecho— del YO.
3. Lo que busca y lo que evita el amor (1 Co 13:4-7)
Una serie de negaciones. Pablo ha enfatizado la inutilidad de todo pretendido servicio, de todo ejercicio de dones carismáticos, si no se impulsan por el amor. Organiza lo que resta de su "canto" en tres secciones principales: a) manifestaciones positivas y negativas que surgen del amor, predominando las últimas (1 Co 13:4-6); b) manifestaciones típicas del amor, esta vez enteramente positivas (1 Co 13:6-7); c) la permanencia del amor (1 Co 13:8-13). Hemos de considerar cada movimiento por separado, notando primeramente la serie en que predominan la mención de manifestaciones que no pueden tener su raíz en el amor, deduciéndose, pues, que son obras de la carne. En forma más elocuente y poética el apóstol enseña las mismas lecciones aquí que presenta en (Ga 5:19-23), donde contrasta las obras de la carne con el fruto del Espíritu Santo.
La forma poética de este párrafo (1 Co 13:4-7). La poesía depende principalmente de secuencias de cláusulas rítmicas y equilibrada, aun cuando falten las "rimas" que popularmente se asocian con obras poéticas. Es evidente por la lectura del original que Pablo no desdeña esta construcción en este lugar, sino que cuida primorosamente la construcción literaria de los movimientos de su poema. Esto contrasta con el descuido de la redacción en otros pasajes, ya que el apóstol se preocupa normalmente por el concepto mismo, que presenta con gran fuerza expresiva, utilizando todos los medios para destacarlo, pero sin pretensiones estilísticas. Pablo era hombre muy dotado, polifacético en el mejor sentido de la palabra, de modo que no debiera extrañamos que eleve esta canción al amor a alturas poéticas, siguiendo patrones hebraicos que también utilizara el Maestro. Intentamos dar al lector esta impresión rítmica, sin perder el sentido de las profundas cláusulas de esta estrofa del poema:
1) El amor es sufrido, es benigno;
2) No tiene celos ni se vanagloria.
3) Tampoco se hincha, ni se porta indecorosamente.
4) Nunca busca lo suyo, ni se irrita.
5) Tampoco es suspicaz, ni se goza en pecados ajenos;
6) Antes se goza juntamente con todo lo verdadero,
7) Soportándolo todo, creyéndolo todo, esperándolo todo y sufriéndolo todo.
El significado básico de la estrofa de los versículos 4 al 7. La poesía hebraica solía hacer alguna declaración, que luego se repite en forma modificada, a veces subrayando el concepto del primer verso, o, alternativamente, expresando una verdad que se contrasta con la primera.
a) Los versos 1 y 7 del poema (tal como se escribe en el párrafo anterior). Este paralelismo es evidente en la estrofa citada, que empieza y termina con varias afirmaciones, desarrollando el último verso el contenido básico del primero: el amor es sufrido (o tiene largura de ánimo), y benigno (cariñoso y cortés). Así, según el desarrollo del último verso, tiene "aguante", cree lo mejor posible en todas las circunstancias, espera en Dios y en el cumplimiento de sus propósitos, sufriendo con toda paciencia los inconvenientes que surgen del servicio de Dios en un mundo de maldad. Al escribir "todo lo cree, todo lo espera" Pablo no piensa en una credulidad blanda que hace caso omiso de las obras de la carne en el hombre, sino que enfatiza la fe y la esperanza que hallan su razón de ser en Dios y en el desarrollo de sus propósitos. Sin embargo, como es evidente por otros elementos de la estrofa, el amor verdadero destierra toda suspicacia y no juzga los móviles de las acciones de otros hermanos.
b) Los versos 2 y 3 del poema. Los cuatro elementos de estos versos subrayan la anulación del orgullo y del amor propio que es la esencia misma del "agapê". La envidia —o celos— surge de los movimientos del "yo", que no aguanta que otro sea más que él, o que tenga más que él; tal fue el pecado de Caín que le llevó por fin a matar a su hermano Abel (1 Jn 3:11-12). El mismo impulso carnal da lugar a jactancias —disfrazadas u obvias— y a la hinchazón que concede una extremada importancia a lo que cada uno cree que ha realizado. El amor se interesa en Dios primero y en el hermano después, de modo que estimará cuanto realiza como poca cosa, diciendo sin sombra de hipocresía: "Siervo inútil soy; lo que debía hacer, he hecho". El amor amortigua los movimientos psicológicos poco discretos y fuera de tono, despertando una delicadeza instintiva en el corazón del creyente, quien, por eso, "no se porta indecorosamente".
c) El verso 4 del poema. El primer elemento del verso manifiesta la indiferencia del amor frente a las posesiones materiales y el poco aprecio que tiene de "sus derechos" cuando se trata de posiciones que podrían corresponder a su labor. Por centrar su interés en "el otro", puede vencer los instintos egoístas del viejo hombre, que busca con afán todo el bien material como los honores de los cargos. Manifestándose un verdadero altruismo, el amor no se irrita, ni manifiesta la violenta reacción del enojo, que suele hallar su origen en el despecho de quien se cree postergado personalmente o lesionado en sus intereses. El verbo es "paroxunõ" y el sustantivo correspondiente se emplea para describir la "contención" que se produjo entre Pablo mismo y Bernabé sobre el tema del servicio de Juan Marcos (Hch 15:39) y que resultó en la separación de los campos de servicio del apóstol y Bernabé. ¿Hemos de deducir que Pablo era inconsecuente, y que no practicaba el amor que predicaba? En manera alguna, pues no encontraban para nada los afanes egoístas en su disputa con Bernabé, sino sólo la preocupación por el bien de la Obra. Por (Ef 4:26) sabemos que la ira frente al mal es a veces una virtud —"Airaos y no pequéis"—, pero aun la ira justa ha de limitarse. "No se ponga el sol sobre vuestro enojo". En nuestro "himno" se trata de la irritación exacerbada que surge de los celos y del afán por guardar "nuestras cosas" y "nuestros privilegios". El control de estos movimientos —que surgen de los hondos estratos de la naturaleza caída del hombre— es obra del Espíritu Santo, cuyo fruto es el control de uno mismo (Ga 5:22-25).
d) Los versos 5 y 6 del poema. Notamos en seguida el fuerte eslabón que une los conceptos expresados en estos versos del poema, pues todos reflejan la actitud del hermano que ama a todos los que le rodean. De nuevo insistimos en que el hermano espiritual, en quien se manifiesta el amor, no llega a ser una criatura blanda, sin comprensión ni criterio, pues ya se ha dicho de él en (1 Co 2:15): "El (hermano) espiritual juzga todas las cosas, pero él no es juzgado por nadie (del mundo de los hombres naturales)". Sabe de sobra la maldad que existe en el mundo, y llora sobre las múltiples manifestaciones de la carne aun dentro de las iglesias y en las esferas del servicio cristiano. A veces le es preciso formar un criterio sobre el valor de ciertos actos de servicio y aun sobre la actuación de algún hermano.
Pero no quiere saber nada de las críticas ligeras y caprichosas que tantas veces se formulan sin la debida investigación, y casi siempre a espaldas del hermano criticado. A veces no hay manera de evitar el juicio sobre el valor de tal o cuál actuación de un hermano, pero el amor no va a sacar la consecuencia de que la obra defectuosa se realizó por móviles indignos, pues sólo al Señor le compete juzgar los intentos y los consejos del corazón (1 Co 4:3-5).
El amor, pues, no es suspicaz, o según otra traducción, "no imputa móviles indignos". Por las mismas razones llora sobre los pecados ajenos, aun si se trata de la caída de alguien que le ha tratado mal. Positivamente "se goza con la verdad", o, en otras palabras, se alegra de toda manifestación de la verdad. La verdad, en su expresión última, es el Evangelio que encierra los designios de Dios, y el siervo de Dios que no se goza al enterarse de cómo Dios adelanta su Reino por los esfuerzos y sacrificios de otros obreros no es digno él mismo de poner la mano al arado.
Ya hemos visto que el verso 7 del poema vuelve a desarrollar la manifestación fundamental del amor, que nos ayuda a "aguantar" todas las cargas que Dios permite que soportemos, mirando nosotros con afectuoso interés al hermano y al prójimo, sinceramente deseosos de que prospere y que sea bendecido.
La reiteración de la paciencia y la esperanza del amor. Este versículo constituye el último movimiento del poema que estamos analizando, y produce el mismo efecto que el de los últimos versos de un soneto, subrayando y repitiendo el concepto principal de la poesía. La forma es la que los griegos llamaban "chiasmos", que coloca los conceptos en forma de cruz: o sea, el último corresponde al primero, viéndose también una ilación entre los dos elementos que median entre los extremos. Todos los conceptos llevan el adverbio "todo". Así:
"Todo lo soporta" (1) corresponde a "todo lo sufre" (4).
"Todo lo cree" (2) corresponde a "todo lo espera" (3).
Hemos considerado ya estos conceptos fundamentales que distinguen el amor netamente de las impaciencias de la carne, de la frustración y de la desesperación de quienes no ven la perspectiva de la esperanza que Dios nos ha abierto delante de nosotros por medio de su revelación. Volveremos sobre el tema de la esperanza al considerar el versículo 13, que pone fin a este "cántico al amor".
4. Lo que se esfuma y lo que permanece (1 Co 13:8-10)
El amor permanente y los dones que cesan de ser útiles. "El amor nunca fenece", reza la Vers. H. A., mientras que la Vers. R. V. (60) traduce "el amor nunca deja de ser". Ninguna de estas traducciones da el sentido exacto de "oudepote piptei", que significa—en este contexto—"el amor nunca falla", o sea, nunca deja de tener su pleno valor. Es el reflejo de la misma naturaleza de Dios y obrará eficazmente durante todas las etapas de la revelación y aun por los siglos de los siglos. En cambio, "las profecías acabaran", si y en este caso el verbo es "katargeõ" —"quedar fuera de uso"—, que se emplea también en cuanto a la ciencia, en cuanto a lo parcial (1 Co 13:10) y al referirse Pablo a lo que corresponde a "niños" (1 Co 13:11). Es el verbo típico de este pasaje, y no indica que ciertos dones han de ser abolidos, sino que perderán su valor en el ministerio público de la iglesia. Es preciso recordar lo que subrayamos en la introducción a este capítulo: que el precioso "cántico del amor" no se halla aislado del contexto de los capítulos 12 y 14, sino que constituye el meollo del argumento del apóstol.
"Las lenguas cesarán", continúa el apóstol, y en este caso la traducción es literal. "La ciencia caerá en desuso", y aquí se repite el verbo "katargeõ". Por el momento sólo hacemos constar el significado exacto de este versículo 8, pues su debida interpretación depende del contexto inmediato y del desarrollo total del argumento del apóstol.
Lo que es parcial y lo que es perfecto (1 Co 13:9-10). En estos dos versos Pablo explica por qué la profecía y la ciencia quedarán fuera de uso, y por qué cesarán las lenguas. Será porque solamente "en parte" conocemos y profetizamos. Habla por sí mismo y por los corintios de aquella época, y quizá sea digno de notar que "conocemos" traduce el verbo "ginõskõ", que es "conocimiento experimental", y no la instintiva y profunda del verbo "oída". El sentido, pues, viene a ser que había mucho que aprender aún, y que la profecía no podía hacer más que suplir parcialmente lo que no se había revelado y puesto por escrito todavía. Por eso, al criterio de quien escribe, "lo perfecto" —"to teleion"—, que se contrasta con "lo parcial", quiere decir, en primer término, la revelación del Nuevo Pacto que se había de completar por medio del ministerio de los apóstoles, cuajándose por fin en las páginas del Nuevo Testamento. Mientras tanto las iglesias habían de mantener y aumentar su testimonio por medio de los dones que habían recibido, y que se describieron en el capítulo 12, sabiendo, sin embargo, que la ayuda limitada que recibían del ministerio carismático había de apoyarse totalmente en el amor: la virtud permanente que sólo podía dar valor a todos sus aspectos y que seguiría siendo indispensable cuando llegare "lo perfecto" de la revelación celestial. Pero insistimos en la continuidad del argumento, que no deja de relacionarse con el ministerio en la iglesia de Corinto, sobre la base de los variados dones que habían recibido los creyentes por la operación del Espíritu de Dios. Ahora bien, es muy natural —inevitable quizá— que Pablo, al contrastar lo parcial del ministerio de aquel momento y lugar con la plenitud de la revelación cristiana, alzara también sus ojos al cielo, gozándose al meditar en la plenitud de todo conocimiento cuando la Iglesia se hallase en su lugar, estableciéndose una "comunicación" perfecta y espiritual entre los santos glorificados y su Dios, "conociendo cabalmente como también fui conocido" (1 Co 13:12). Esta perspectiva—dentro de la cual se hallan dos vertientes de un solo tema— es normal en el desarrollo del pensamiento de Pablo, pero precisamente por eso hemos de ir por partes, considerando primeramente lo inmediato y temporal, y después lo eterno y permanente. El amor es el factor válido e inconmovible a través de todas las etapas del camino y no cambiará cuando lleguemos a la meta final.
Según la interpretación básica, pues, la frase "entonces lo que es en parte quedará fuera de uso" —que termina el versículo 10— quiere decir que las manifestaciones parciales de la revelación de Dios por medio de un ministerio extático no serían necesarias en un tiempo futuro, cuando llegaría a ser posible apelar al conjunto de la Palabra, ya completada y transmitida en forma total y permanente. Desde luego, es una verdad evidente que cuando llegue "lo perfecto" de los "siglos de los siglos", todo conocimiento parcial de esta tierra cesará de tener importancia alguna, pero, en primer término, Pablo sigue orientando a los corintios que no habían comprendido bien que se iba preparando, por la gracia de Dios, un cuerpo de doctrina y de practicas que había de reemplazar a algunos de los ministerios parciales de los cuales se jactaban.
5. Conocimientos incompletos y el conocimiento perfecto (1 Co 13:11-12)
Las razones infantiles y las del hombre maduro. En (1 Co 14:20) Pablo vuelve a recordar a los corintios que se estaban portando como "niños", —el término empleado es diferente, pero se destaca igualmente la falta de madurez en los dos casos—, ya que mostraban una marcada preferencia por los dones extáticos, en especial por "lenguas", que les parecían ser extraordinarias manifestaciones de la potencia del Espíritu Santo. En el referido verso, contrasta la falta de madurez de los niños con la inteligencia bien desarrollada de los hombres ya formados. Aquí se pone a sí mismo como ejemplo, recordando que en su niñez "hablaba, pensaba y razonaba" según las condiciones del niño —"infante" aquí—. Las razones de la niñez son adecuadas para aquel estado del desarrollo humano, y muy graciosas, pero si persistieran más allá de la adolescencia, la "gracia" se trocaría en tragedia, siendo prueba de un grave defecto en el desarrollo de la personalidad de un ser humano. Dice Pablo: "ahora que soy hombre he dejado fuera de uso lo que era de niño". Quiso poner de relieve que las actitudes algo infantiles de los corintios debían ser abandonadas con el fin de que mostrasen la madurez espiritual de "hombres en Cristo", capaces para formar criterios inteligentes y de alto vuelo al meditar en el tema del ministerio en la iglesia. En esta ilustración personal se hallan implícitas tanto una reprensión como una exhortación, ya que, por una parte los corintios se portaban como niños, y por otra deberían manifestar ya la madurez espiritual que correspondía a su estatura espiritual. Ni la reprensión ni la exhortación pueden aplicarse a la plena vida del creyente después de la resurrección. De hecho, las implicaciones exhortatorias se desarrollan ampliamente en la sección siguiente (el capítulo 14), que hace la aplicación práctica de estos principios al ministerio de la iglesia en sus reuniones oficiales.
El reflejo en el espejo y la visión completa (1 Co 13:12). Es en este versículo donde se percibe más claramente el "salto" que lleva el pensamiento de Pablo al perfecto conocimiento del Cielo, pero aun así es posible ver una primera aplicación a la situación que se estudia, y más por relacionarse con la ilustración que acaba de presentar sobre las razones del niño contrastadas con las de una persona mayor. Nuestros espejos se fabrican por medio de cristal azogado en su parte posterior, con el fin de que reflejen perfectamente los rayos de faz, dando una imagen nítida de la realidad. Nos dice que la ciudad de Corinto tenía fama en aquellos tiempos de fabricar los mejores espejos, pero se trataba de láminas de metal bruñidas, que en el mejor de los casos no podían dar más que una impresión borrosa de la realidad. Por eso dice el apóstol que nuestro conocimiento actual de las realidades espirituales puede compararse a tal reflejo imperfecto de la verdad, ya que "vemos por medio de un espejo como si tratásemos de solucionar un enigma" ("en ainigmati"). Lo opuesto a esta imagen indirecta, imperfecta y borrosa es ver una persona "cara a cara", y es natural que pensemos en el día cuando veamos a Cristo "tal como El es". Con todo, no es preciso suponer un cambio total del tema, pues "lo parcial" que ya hemos considerado —el ministerio por medio de dones, algunos de los cuales dejarán de ser necesarios—, fue como una visión borrosa y preliminar de lo que Dios había de revelar por su Espíritu, a través de los apóstoles, después de consumarse la obra redentora, y no hay nada extravagante en comparar la plena manifestación de la "verdad en Cristo" con la claridad de ver a una persona directamente, "cara a cara", en lugar de percibir una imagen borrosa de ella por medio de una placa de bronce bruñido.
Continúan las dos vertientes de "lo parcial" y "lo completo" en las últimas expresiones del versículo 12: "Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré (completamente) como fui conocido". El verbo "conozco" es "ginõskõ", que como ya hemos visto es la expresión del conocimiento que se va adquiriendo, pero "conoceré" y "fui conocido" traducen "epiginõskõ". El adverbio "cabalmente" o "completamente" no se halla en el original, pero algunos traductores lo entienden como algo implícito en el verbo "epiginõskõ", que es el mismo verbo "ginõskõ" con el prefijo "epi". Normalmente señala que los conocimientos adquiridos se dirigen hacia un objeto concreto, mientras que, en ocasiones, parece indicar una mayor plenitud de conocimiento: sentido que no viene mal aquí, ya que se añade la frase "como también fui conocido". Admitiendo una perspectiva que abarca lo inmediato y lo lejano, Pablo sigue enfatizando la necesidad de progresar en los conocimientos del Nuevo Pacto hasta llegar a la plena revelación de esta dispensación, y recordamos lo que ya hemos visto: que la sabiduría que ahora se revela en Cristo por medio del Espíritu da a entender "cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni surgieron en corazón humano, son las que Dios preparó para los que le aman" (1 Co 2:8-9). Con todo, el conocimiento cabal, que abarca la sabiduría del Cielo, que aprende secretos celestiales —hasta donde sea permitido al hombre glorificado hacerlo—, espera el día cuando "conoceré como también fui conocido", pues no dudamos que se han de conceder a los ciudadanos del cielo unos medios de comunicación espiritual que aún desconocemos.
6. Las columnas inconmovibles del testimonio cristiano (1 Co 13:13)
Fe, esperanza, amor. Algunas veces se entiende este versículo como si Pablo dijera: "Ahora necesitamos fe, esperanza y amor, pero en el Cielo solamente permanecerá el amor", pero eso no es lo que está escrito. Fijémonos en que "ahora permanecen fe, esperanza y amor (sin artículos definidos); más el mayor de ellos es el amor". El apóstol ha insistido mucho en el amor como factor imprescindible que valoriza todo ministerio espiritual, pero no quiere que los corintios se olviden del sagrado "trío", cuyos componentes son igualmente necesarios para el desarrollo de la vida cristiana en todos los aspectos. Seguramente la fe y la esperanza se matizarán por la gloria del Estado Eterno, pero no por eso dejarán de existir como algo esencial para las relaciones que existan entre la criatura y Dios por el transcurso de los siglos de los siglos. En nuestra era son de todo punto esenciales. El vocablo "ahora", que inicia la declaración del versículo 13 significa no tanto "en este tiempo", sino indica que Pablo hace un resumen de la situación y corresponde a nuestra frase "ahora bien". Enfatiza que, después de todo lo discutido, quedamos con estos tres principios básicos, fe, esperanza y amor.
La fe. En esta combinación de conceptos. Pablo no presenta "la fe" como un don especial del Espíritu Santo a la manera del versículo 2, sino que viene a ser la comprensión de la flaqueza de todo lo personal, la incertidumbre frente a circunstancias fluctuantes, y la ineficacia de todo esfuerzo humano. Todo ello nos lleva a desconfiar de lo terrenal para descansar completamente en la Persona y Obra de Dios mismo. La fe abre el corazón del creyente ante Dios, permitiendo que el poder divino le transforme, le anime y le fortalezca frente a cuanto significa la vida cristiana, sea en la experiencia íntima de cada uno, sea en su testimonio frente al mundo, sea en su servicio en la Iglesia. Tal es la "fe que obra por el amor" de (Ga 5:6). Evidentemente, es preciso que permanezca, pues sin esta fe es imposible agradar a Dios (He 11:6) ni llevar a cabo cosa alguna en el ámbito de su Reino.
La esperanza. "Esperanza" en el Nuevo Testamento se ha de distinguir de las vagas e inciertas expectaciones humanas que tantas veces se ven defraudadas al enfrentarse con las crudas realidades de la vida humana en un mundo de pecado. Podemos definir el término de este modo: "La esperanza es la certeza, creada en nosotros por el Espíritu Santo, de que se cumplirá todo cuanto Dios ha propuesto y prometido en relación con su pueblo". Sólo la esperanza abre delante del alma la perspectiva de un porvenir de bendición y de consumación: por eso Pablo declara: "En esperanza fuimos salvos" (Ro 8:24). El Evangelio no sólo proclama la salvación en Cristo, sino también señala la meta de la vida nueva, que es la bendición, consumación y glorificación de la personalidad del hombre redimido, adaptada perfectamente a las condiciones de "los siglos de los siglos".
En el devenir diario la esperanza nos hace saber que Dios obra en todas las cosas para bien de aquellos que le aman (Ro 8:28); en cuanto a nuestro servicio, nos asegura que todo cuanto se siembra espiritualmente se segará en el día de la cosecha, pese a que nosotros, por lo pronto, quizá no percibamos la germinación de la semilla. ¿Cómo podríamos seguir adelante sin la esperanza? Es el gran remedio que Dios provee contra toda tentación que nos lleve al cansancio, a la frustración y a la desesperación.
El amor. No hace falta que volvamos a definir el amor, que ha sido el tema sublime de todo este pasaje. Lo nuevo en el versículo 13 es que Pablo lo coloca "jerárquicamente" a la cabeza de los otros dos principios "maestros" de la vida y del servicio de los cristianos, pues "el mayor de ellos es el amor". Insinúa aquí que esta preeminencia del amor surge del hecho de que nosotros mismos necesitamos la fe y la esperanza para poder vivir y para seguir andando en los caminos del Señor. Hasta cierto punto, pues, hay un elemento personal y "egoísta" —no en mal sentido— al aprovechar la fe y la esperanza. Ahora bien, el amor es el reflejo de la naturaleza de Dios, quien no precisa ni de fe ni de esperanza, siendo suficiente por sí mismo, además de ser la Roca que sustenta toda nuestra confianza. Con todo, Dios es amor, y cuando el creyente ama, y obra impulsado por el amor, se olvida de sí mismo y llega a ser cauce y canal por donde fluyen bendiciones espirituales —y materiales— para otros, manifestando en ello su semejanza a Aquel que le recreó en Cristo Jesús. Hemos dicho que los conceptos de fe y de esperanza quedarán matizados por la perfección del Cielo, pero el amor florecerá más abundantemente allí, llegando a su consumación, por hallarse en su propio ambiente.

Preguntas

1. Discurra sobre la preeminencia del amor en relación con el ministerio de los dones en la iglesia local, analizando el pasaje (1 Co 13:1-7).
2. Discurra sobre la permanencia del amor, con referencia especial a (1 Co 13:8-13). Nota: Al contestar la pregunta no se olvide de relacionar el capítulo 13 con los temas de los capítulos 12 y 14, ya que en el original no existen las divisiones en capítulos.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

El Salvador
  Yolanda Beatríz Santamaria  (El Salvador)  (30/09/2021)

Bendiciones, empiezo a leer sus enseñanzas y ha sido de bendición en mi vida, estoy aprendiendo mucho y entiendo muy bien su explicación a la palabra de Dios. Los felicito por muy buena enseñanza.

Colombia
  Regina Vibanque Villadiego  (Colombia)  (05/05/2020)

DIOS LE BENDIGA FUE MUY EDIFICANTE Y VALIOSO : ME PERMITEN COMPLEMENTAR : EL AMOR SE RECIBE PORQUE DIOS NOS AMO PRIMERO , EL NOS CREO A SU MAGEN Y SEMEJANZA Y CUANDO LOGRAMOS ENTRAR EN ESE ENTENDIMIENTO O PROCESO DE FORMACION QUE DIOS NO QUIERE DAR, EMPESAMOS A SENTIR O EXPERIMENTA EL AMAR , Y ESTE SE PERFECCIONA CUANDO NOS VAMOS SOMETIENDO, HUMILLANDO, Y SU ESPIRITU VA PRODUCIENDO EN NOSOTROS ESTE CONTENIDO.EL AMOR ES PARTE DE LA CONSTITUCION DE DIOS Y SU IGLESIA ESTA CONSTITUIDA EN EL , ES DECIR QUE EL VERDADERO HIJO DE DIOS POR REGLA TIENE QUE TENER AMOR DE LO CONTRARIO ESTA LEJOS DE SERLO.

Puerto Rico
  Angel Luis Pérez Rodriguez  (Puerto Rico)  (30/04/2020)

He venido siguiendo Escuela Bíblica y realmente no he encontrado un mejor recurso en la internet. Quiero felicitarlos y darles las gracias por el esfuerzo que se toman para ofrecernos el mejor estudio de la Palabra de Dios a través de este recurso tan valioso para todos aquellos que al igual que yo les gusta el alimento sólido de la Palabra de Dios. Ojalá y todos los que se nutren de este recurso pudiera expresarse y dar por sentado lo que están viviendo al leer cada uno de estos temas tan excelentes. Dios los bendice, los capacite cada día más para beneficio de todos.

Colombia
  Edgar Francisco Montaño Pezzoti  (Colombia)  (19/04/2020)

Gracias por la enseñanza, desearía crecer y madurar espiritualmente. Bendiciones.

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