Estudio bíblico: ¡Has actuado locamente! - 2 Crónicas 16:1-14
¡Has actuado locamente! (2 Crónicas 16)
— Alteza — dice el mensajero —, acaba de llegar un correo del rey de Siria.
— ¡Que pase inmediatamente! — ordena el rey Asa.
El monarca toma el documento de manos del mensajero. Se lo entrega a uno de los secretarios y le ordena que lo lea:
"Estimado amigo y muy estimado rey Asa". Sigue un largo saludo protocolar aludiendo a la amistad y tratados que hubo entre su padres. Luego, continúa diciendo: "Con mucho gusto acepto su propuesta con todos los detalles que previamente habíamos estipulado. Ya he ordenado que mis generales ataquen el territorio de Israel". Después de una extensa despedida a su majestad, firma: "Benhadad, rey de Siria".
Baasa, rey del reino del norte (Israel), al verse atacado por Benhadad, abandona las construcciones y preparaciones militares en Ramá y otras partes de Judá. De inmediato moviliza sus ejércitos para defender el territorio del norte que está siendo atacado por los sirios.
Mientras tanto, la ciudad de Jerusalén tiene grandes festejos: "¡Viva el rey Asa! ¡Viva nuestro libertador!".
En los días siguientes todo Judá se dirige a Ramá para deshacer las estructuras que Baasa estaba construyendo. Con los mismos materiales reedifican Geba y Mizpa (2 Cr 16:5).
Todo el pueblo alaba la habilidad militar del rey Asa, ya que sin derramar una sola gota de sangre ha salvado al país. Sin embargo, los ancianos no están contentos. Saben que un gran precio se ha pagado por ello.
El monarca está en su palacio haciendo una gran fiesta por la "victoria". Nuevamente los ministros, generales y cortesanos están presentes para esta gran festividad. El general de la "brillante idea" está que no puede contener su orgullo.
— Yo fui el de la idea — murmura a oídos de sus amigos —, y el rey sirio la aceptó.
Al día siguiente, el rey se levanta con dolor de cabeza por los efectos de la recepción y sus libaciones.
— Su alteza. Acaba de llegar el profeta Hanani y quiere hablar con usted.
— Dígale que no me siento bien, que me duele la cabeza y que venga mañana.
Vuelve el criado y le dice:
— Mi rey, ya le informé al profeta lo que usted expresó, pero él insiste en que quiere verlo; dice que tiene un mensaje urgente de Dios.
— Está bien. Dígale que pase — dice el rey —; pero avísele que deberá ser breve pues estoy muy ocupado.
Hanani camina lentamente pero con seguridad. Tiene como unos sesenta y tantos años. Sus cabellos y barba ya son canosos. Sus ojos son negros y chispeantes.
— Majestad, tengo un comunicado del Señor.
— ¡Hable! — Responde el rey.
— Por haberte apoyado en el rey de Siria y no haberte apoyado en el Señor tu Dios, el ejército del rey de Siria se ha escapado de tu mano.
El rey escucha con inquietud. Su rostro se mantiene inexpresivo pero sus manos muestran un ligero temblor. Se da cuenta de que ha perdido la oportunidad de obtener una victoria histórica.
El profeta continúa:
— ¿No eran los etíopes y los libios un ejército numerosísimo con muchos carros y jinetes?
La cara del rey se ha tornado roja como un tomate maduro. Se produce un tenso silencio. Hanani espera una respuesta pero el rey ha enmudecido. El profeta prosigue con voz grave e implacable. Cada frase parece una estocada al corazón de Asa:
— Con todo, porque te apoyaste en el Señor, él los entregó en tu mano. Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a los que tienen un corazón íntegro para con él.
Ahora, Hanani recorre con sus ojos uno por uno a cada ministro y militar de alto rango. Muchos bajan sus ojos ante esa mirada escudriñadora.
Los cortesanos se ponen nerviosos. Los ministros se observan los unos a los otros. El monarca ahora ha empalidecido. Su frente está fruncida. Sus ojos parecen los chorros de fuego de un soplete de plomero.
— ¡Y usted! ¿Quién cree que soy yo para que me hable así? ¡Yo soy el rey! — Vocifera Asa —. ¡En mi vida, nunca nadie me había hablado de manera tan insolente! Yo he sido un ejemplo de fidelidad al Señor. Yo limpié la tierra, yo deshice los ídolos, yo rompí los lugares altos, yo... yo....
El monarca cierra sus manos con fuerza. Espera que el profeta le ofrezca una disculpa, pero no la obtiene.
Hanani levanta su mano y señalando al rey y con voz fuerte y clara le dice:
— Locamente has actuado en esto, y de ahora en adelante habrá guerras contra ti.
El rey se levanta y sentencia:
— ¡A la cárcel! Por "desacato y ofensa a la autoridad". ¡Al calabozo más sucio y oscuro, a pan y agua!
El profeta de Dios saluda como si no hubiera pasado nada. Dos fuertes soldados se lanzan contra él como toros al ruedo. Antes de que se dé cuenta lo están sacando en vilo de la sala.
El rey se seca el sudor de la frente. Sale a caminar por los jardines del palacio. Cuando ha recorrido unos 100 metros siente como un calambre en las pantorrillas que lo obliga a detenerse. Después de unos minutos se recobra y empieza a caminar de nuevo. A la misma distancia le vuelve una contracción dolorosa que lo obliga a parar la marcha.
Mientras tanto allí en la mazmorra el vidente no puede caminar porque el lugar es muy reducido. Sin embargo, una sonrisa de gratitud se esboza en sus labios. Al igual que lo hicieron otros fieles hombres alaba a Dios con su canto (Hch 16:25).
A la otra mañana el rey llama a sus ministros y les dice:
— Decreto que cualquiera que critique o dé un comentario negativo a lo que yo he hecho o digo sea arrestado de inmediato. Especialmente debemos callar las voces de los sacerdotes que públicamente han criticado mis "acciones de emergencia".
— Majestad, no se preocupe — dice uno de los capitanes —, ninguno de esos, que los conocemos muy bien, lo va a desprestigiar de nuevo.
Dice la Escritura que el rey Asa "en aquel tiempo también maltrató a algunos del pueblo" (2 Cr 16:10).
Los meses van pasando. El rey observa que ahora puede caminar solo unos 50 metros antes de que se le acalambren las piernas. Los cortesanos que lo atienden se dan cuenta de que el monarca tiene un serio problema.
— Majestad. Con todo respeto nosotros creemos que usted tiene que hacer algo para mejorar de este problema de los pies.
— No es nada serio. Estoy seguro de que va a pasar.
En las sucesivas semanas la situación empeora. Los mismos cortesanos vuelven a sugerirle que busque ayuda. El rey responde:
— Tráiganme a los mejores médicos de todo el país para ver qué dicen, y si es necesario háganlos venir de Egipto.
Uno de los viejos criados que teme al Señor le susurra a otro:
— ¿Por qué el rey no busca al Señor? Él es el "que sana todas tus dolencias" (Sal 103:3).
Unos meses después solo puede caminar 20 metros y le viene un "calambre" terrible en las pantorrillas. De noche no puede dormir por el dolor en las piernas. Las tiene que colgar fuera de su cama para tener un poco de alivio. Los dedos de sus pies se han tornado de color violáceo. Ha consultado a los mejores médicos egipcios. Le han dado remedios y ungüentos que no le han hecho ningún bien.
En los meses posteriores sigue el deterioro de su salud. Sus piernas y sus pies están fríos como un mármol. El dolor es insoportable aun en reposo.
Unos días después las trompetas y flautas hacen sonar sus tristes notas haciendo saber que el rey ha muerto: "Lo recostaron en un féretro, el cual llenaron de especias aromáticas y de todo tipo de ungüentos y mezclas de ungüentos, e hicieron una gran hoguera en su honor" (2 Cr 16:14).
La historia bíblica y nosotros
Cuando el Juez de toda la tierra mira en su totalidad la vida de Asa no resalta los negros nubarrones de su falta de fe ni de su ira contra Hanani, el siervo de Dios. El dictamen divino fue: "Asa hizo lo recto ante los ojos del Señor..." (1 R 14:11). Sabemos, sin embargo, que hubo solo uno en este mundo que fue "santo, inocente, puro" (He 7:26).
La ayuda del rey de Siria, Benhadad, no era necesaria. El profeta Hanani le dice claramente al rey Asa que con la ayuda de Dios él podría haber vencido a Baasa (rey de Israel) así como a su importuno aliado el rey Benhadad de Siria.
Asa, como nosotros, no creyó que Dios podría darle la victoria contra un enemigo que él veía tan grande. ¡Cuánto menos contra dos enemigos! Quizá había algo en su vida que lo hacía suponer que Dios no lo iba a escuchar.
Dios está continuamente observando nuestras vidas (2 Cr 16:9). Si tenemos un corazón íntegro él nos va a fortalecer.
Asa, al ordenar la cárcel para Hanani, tiene la triste distinción de ser el primer rey de Judá que encarcela a un siervo del Señor. Saúl había matado a los sacerdotes de Nob (1 S 22:18).
Tampoco en su enfermedad Asa busca la ayuda del Señor. ¿Pensaría que los médicos de Egipto eran mejores o más eficaces? ¿Creía que por su pecado de encarcelar a Hanani Dios no lo escucharía? Uno de sus descendientes, el rey Ezequías, cuando se encuentra muy enfermo ora al Señor y Dios le prolonga la vida. Tiempo después Jeremías lo expresa de una manera que se ha hecho célebre: "¿Acaso no hay bálsamo en Galaad? ¿Acaso no hay allí médico?" (Jer 8:22).
El Señor no nos condena por ir a ver un médico cuando estamos enfermos. Él mismo dijo: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos" (Mr 2:17). Pero el creyente pone su confianza en el Señor y ruega a Dios que le dé sabiduría y utilice a ese profesional que va a consultar.
Nos preguntamos por qué este hombre que empezó tan bien no terminó de la misma manera.
No debemos olvidar que este rey gobernó por 41 años. Durante todo este tiempo cualquiera de nuestros presidentes o nosotros mismos sin duda hubiéramos cometido muchos errores. Por eso, la advertencia que Pablo hiciera: "el que piensa que está firme, mire que no caiga" (1 Co 10:12), sigue vigente.
Algunos estudiosos como Jamiesson, Fausset y Brown sugieren que hacia el final de su vida Asa volvió al Señor con todo su corazón. El hecho de que su hijo Josafat fuera un buen rey y temeroso del Señor está a favor de esa hipótesis.
Dios mira y evalúa nuestra vida desde una perspectiva diferente; él usa una regla de medir muy distinta a la que nosotros usamos.
Los grandes honores que se describen sugieren que Asa era un rey muy querido por su pueblo. El hecho de que su cuerpo fuera preparado cuidadosamente, utilizando "especias aromáticas, y de todo tipo de ungüentos y mezclas de ungüentos" (2 Cr 16:14) apunta a que fue preparado para que una multitud le rindiera los últimos honores. El cuerpo fue sepultado en el sepulcro que él mismo había cavado en Jerusalén. En las Escrituras este hecho es, en general, una señal de aprobación divina. Me adhiero a la posición de que Asa retornó al Señor. El monarca en el pasado había sido un conductor brillante en lo espiritual y en lo militar, a pesar de los cinco errores que comete cuando decide pedir la ayuda de Benhadad, el monarca de Siria:
1) Muestra falta de confianza en que el Señor puede darle la victoria.
2) Toma los tesoros que le pertenecen al Señor y se los entrega a una nación que ha sido su enemigo y que lo seguirá siendo.
3) Se une en un "yugo desigual" con un incrédulo (2 Co 6:14).
4) Da mal ejemplo a todo el pueblo con su falta de confianza en aquel que ha prometido responder cuando clamamos a él: "Clama a mí, y te responderé; y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces" (Jer 33:3).
5) Induce al rey de Siria a romper una promesa (2 Cr 16:3).
Las Escrituras claramente nos enseñan que debemos cumplir nuestras promesas (Ec 5:4), aun cuando estas sean en nuestro perjuicio (Sal 15:4). El creyente no debe actuar incitando o promoviendo las rupturas de promesas hechas por terceros. Esto es lo que ha hecho el rey Asa.
El profeta Hanani, aun en la mazmorra oscura y nauseabunda, es el dirigente espiritual de una nación (2 Ti 3:12). El tenebroso calabozo es el lugar de donde emana la luz espiritual para el pueblo. Por el contrario, el rey sentado en su trono de oro y adorno de plata ha perdido la posición de líder espiritual del país. A pesar de todos los candelabros que hay en el palacio real la tristeza de la oscuridad espiritual se puede palpar con los dedos. Pero creemos que todo no terminó aquí. Como se ha dicho antes suponemos que Asa retorna al Señor.
Mathew Henry, con su profundidad habitual, nos enseña: "La piedad eminente y las bondades de algunos hombres deben de ser recordadas para su alabanza, aunque también hayan tenido sus faltas. Dejemos que sus faltas sean enterradas en sus tumbas, mientras que sus (buenos) servicios sean recordados sobre sus sepulcros".
Alabamos al Señor por su promesa que "el que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús" (Fil 1:6).
A pesar de los altos y los bajos, de las oraciones de fe y los precipicios tenebrosos de la duda, de los triunfos y las derrotas, el veredicto final sobre la totalidad de la vida de Asa es: "Asa hizo lo recto ante los ojos del Señor" (1 R 15:11).
¡Asa aprobó el último examen!
Usted y yo también podemos aprobar nuestra "prueba de fin de curso". En las palabras del apóstol Pablo: "olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Fil 3:13-14).
Notas al margen
El padecimiento del rey no era gota como dicen muchos de los comentarios. La gota de por sí no provoca la muerte como en este caso. El diagnóstico que planteamos lo consideramos altamente probable. La enfermedad que tenía el rey Asa desgraciadamente no es rara. Se llama enfermedad arterial periférica o arteriosclerosis de las extremidades inferiores. Del mismo modo que las cañerías de las casas se pueden tapar debido al uso, el proceso de arteriosclerosis de las arterias que van a las piernas y los pies las van tapando por colesterol y otros materiales.
Podemos imaginar exactamente cuál fue la evolución clínica del rey Asa. La arteriosclerosis si no se interviene con cirugía de "puentes" (by pass) o angioplastia puede llevar primero a la gangrena de los dedos de los pies, que se tornan negros, y luego continuar a los mismos pies. Luego se puede extender hasta abarcar las piernas. Cuando se llega a esta situación muchas veces la única solución es la amputación. El hecho de que se utilizaran tantos perfumes y ungüentos estaría de acuerdo con lo descrito, dado que en esta condición, cuando se produce la gangrena (necrosis o muerte de los tejidos de los pies y piernas), el mal olor es muy intenso. "Su enfermedad fue muy grave" (2 Cr 16:12) puede traducirse mejor "se extendió hacia arriba".
El cuerpo de Asa no fue cremado sino que se hizo una gran hoguera en su honor. Este acto de encender una hoguera se parece a lo que ocurre actualmente en ciertas universidades de los EE. UU. de A., donde se encienden enormes hogueras para celebrar eventos deportivos. También podría ser una versión simplificada de lo que nosotros hacemos hoy con los fuegos artificiales.
El líder que hay en mí
De ninguna forma se justifica el uso incorrecto (profano) del oro y la plata que había sido consagrado al Señor. Si bien el mismo rey Asa (y su padre Abías) había dado oro y plata para el templo de Dios, el principio que se manifiesta es que lo que ha sido dado para el Señor ya no es más nuestro. Los líderes tienen que ser muy cuidadosos con el dinero que ha sido ofrendado para la obra de Dios. Muchas veces las personas dan con sacrificio para el avance del reino del Señor, y ese dinero nunca debe utilizarse para uso personal.
Aquí tenemos el caso de los peligros que suceden cuando los líderes se equivocan y se tornan autoritarios. A veces pueden llegar a auto convencerse de que son infalibles.
Debemos notar que el éxito "diplomático" de su acción en cuanto a librarse de Baasa no fue una victoria verdadera. A la larga fue una acción muy costosa.
¿Qué hacer cuando los líderes toman malas decisiones? Bueno, el dirigente maduro escuchará con humildad las correcciones y sugerencias de los hermanos espirituales y de experiencia, y actuará de acuerdo con esas sugerencias. El líder que no tiene autoridad ante quienes debe ser responsable, es como una bomba de tiempo que en algún momento va a estallar y a hacer mucho daño.
En realidad, el verdadero líder en esta historia es el profeta Hanani. Sin duda hay muchos que lo siguen y por eso el rey empieza a "maltratar a algunos del pueblo". Para hacer lo que hizo Hanani se requiere tener todas las características de un líder con mucho valor. Hanani es un hombre que no tiene miedo a las represalias, pero además que tiene una fidelidad completa al Señor.
Los que actuaron locamente en las Escrituras
Asa - Cuando pactó con Benhadad - (2 Cr 16:9)
Jacob - Cuando actuó imprudentemente - (Gn 31:28)
María - Cuando quedó leprosa - (Nm 12:9-12)
Saúl - Cuando actuó en desobediencia - (1 S 13:13)
David - Cuando realizó el censo - (1 Cr 21:8)
Temas para el estudio en grupos
Razones por las que el rey Asa estuvo equivocado en buscar la ayuda de Benhadad.
¿Por qué siempre es arriesgado pedir ayuda a uno que es enemigo?
Puso en la cárcel a un siervo del Señor.
Maltrató (abusó) de los hermanos.
Buscó a los médicos en vez de buscar al Señor.
Preguntas para reflexionar
1. ¿Cuál es el mensaje del profeta Hanani para el rey Asa?
2. ¿Cómo reacciona el rey ante el mensaje de Hanani?
3. ¿Qué hizo Asa cuando se enfermó de los pies? (2 Cr 16:12).
4. ¿Qué elementos sugieren que al final de su vida Asa volvió a los caminos del Señor?
5. ¿Quién es el verdadero líder espiritual en esta historia? ¿El rey Asa o el profeta Hanani?
6. ¿Qué debemos hacer cuando los líderes toman malas decisiones?
7. ¿Cuáles fueron los cuatro grandes errores (o "locuras") que cometió el rey Asa?
8. ¿Por qué Asa hizo mal en consultar a los médicos?
9. ¿Deben los cristianos consultar a los médicos?
Comentarios
Edward Ventura (Estados Unidos) (16/09/2020)
Aprovecho la oportunidad para bendecir a este escritor que con tanta habilidad presenta la palabra de Dios; muy bueno y excelente escrito.
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