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Estudio bíblico: Separados de mí nada podéis hacer - Juan 15:4-5

Autor: Luis de Miguel
España
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"Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:4-5)

"Permaneced en mí, y yo en vosotros"

(Jn 15:4) "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí."
El Señor no está hablando aquí de su venida a los discípulos para vivir en ellos, tal como había hecho en el capítulo anterior. Aquí ya se da por realizada esa unión, de tal manera que la exhortación ahora es a permanecer en ella. Por lo tanto, no vamos a encontrar aquí ninguna explicación de cómo se llega a realizar esta unión inicial con Cristo cuando nos convertimos en pámpanos de la vid, lo que vamos a ver no trata sobre la salvación eterna del alma, sino sobre el secreto para una vida espiritual fructífera.
Ahora bien, está claro que la exhortación a permanecer en él implica una responsabilidad por nuestra parte; no todo lo hace el Señor. Así que encontramos aquí un llamamiento a la vigilancia, para que en ningún momento la experiencia de comunión con el Señor se vea interrumpida, porque sólo si permanecemos en él, su poder espiritual fluirá a través de nosotros haciendo la maravilla de producir fruto en nosotros.
1. ¿Qué significa permanecer en Cristo?
En una ocasión anterior el Señor había hablado en unos términos parecidos:
(Jn 8:31-32) "Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres."
Probablemente no nos equivocamos si decimos que "permanecer en Cristo" es equivalente a "permanecer en su Palabra".
(1 Jn 3:24) "Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado."
Ahora bien, permanecer en la Palabra de Cristo implica mucho más que la mera aceptación intelectual de ciertas doctrinas cristianas; implica también el cumplimiento práctico de sus demandas, confiar en sus promesas, adoptar su visión del propósito de la vida humana en las decisiones que tomamos, depender de él y confiar en que suplirá todo lo que necesitemos para dar fruto para su gloria. Implica ser sostenidos por él para lograr sus propósitos, ser leales y fieles a sus principios, ser fervientes en la comunión con el Señor por medio de la oración, participar con devoción en la adoración y el trabajo en la Iglesia de Cristo junto a los otros miembros?
Y no olvidemos que esto no es presentado aquí como una opción, sino como un mandato.
2. "Y yo en vosotros"
Por parte de Cristo hay un compromiso inalterable de estar con los creyentes. La comunión con él nunca se verá rota por su lado. Pero no sólo eso, él quiere llegar a tener una comunión más profunda e íntima de la que había tenido con sus discípulos, como luego va a explicar. Quería ir más allá de la relación entre un maestro y su discípulo, para compartir su vida y amistad.
Esta permanencia de su parte implica el suministro del constante flujo de su gracia que nos proporciona todo lo necesario para nuestro alimento espiritual y la capacidad para producir fruto.
3. ¿Cómo permanecer en Cristo?
Una vez que estamos unidos a la Vid, sólo necesitamos seguir disfrutando de toda su vitalidad por medio de la permanencia en ella. No debemos movernos de allí. Eso implica renunciar constantemente a todo mérito propio, a toda sabiduría propia, a toda voluntad y fuerzas propias, con el fin de apropiarnos de Cristo, la fuente inagotable de vida espiritual.
Para mantener una auténtica vida espiritual en el mundo, los creyentes han de permanecer unidos íntimamente a Cristo. Esto requerirá una fe activa que se manifestará por medio de la meditación en la Palabra, la oración, la limpieza constante por medio de la confesión, el testimonio a otros, la comunión con los hermanos? Esto implica un esfuerzo por nuestra parte, porque de otro modo, la corriente de este mundo nos arrastrará en la dirección contraria.

"El pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid"

Resulta obvio que un pámpano no puede producir uvas si no está bien conectado a la vid, y de la misma manera, tampoco el creyente puede llevar fruto si no está vitalmente unido a Cristo. De esta estrecha unión depende la vida, la fuerza, el vigor, la lozanía y la fertilidad del creyente. De otro modo, separados de Cristo los creyentes se marchitan y se secan, puesto que no tienen en sí mismos los recursos necesarios para vivir, y mucho menos para producir fruto. Por lo tanto, nuestra dependencia de Cristo debe ser total y absoluta.
Ahora bien, en la experiencia cristiana sabemos que es difícil permanecer en Cristo. Somos tentados constantemente a abandonar esta unión y dependencia de él. Algunas veces nuestro necio corazón nos engaña haciéndonos creer que por nosotros mismos podemos hacer las cosas. En otras ocasiones, el diablo nos tienta sugiriéndonos que Cristo y su Palabra no son suficientes para garantizar nuestro progreso espiritual.
Encontramos un caso muy claro de esto último en la iglesia de Colosas. Pablo les escribió una carta en la que comenzó recordándoles cómo la palabra verdadera del Evangelio había llegado hasta ellos y llevaba fruto y crecía también en ellos (Col 1:5-6). Pero después de eso, habían entrado en la iglesia algunas personas que les enseñaban que Cristo y su Evangelio podían ser suficientes como comienzo de su experiencia espiritual, pero que si deseaban progresar espiritualmente, necesitarían otras prácticas mas avanzadas. Evidentemente, el apóstol estaba muy preocupado por estas corrientes de pensamiento que estaban entrando en la iglesia en Colosas, porque sabía que no eran verdades reveladas por Dios, sino simplemente "filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo" (Col 2:8).
¿En qué consistían estas "técnicas avanzadas" que promovían los falsos enseñadores en Colosas y contra las que el apóstol les advirtió tan seriamente?
Algunos abogaban por leyes relacionadas con la comida, las ceremonias religiosas, días especiales del año y los días de reposo (Col 2:16).
Otros enfatizaban una serie de técnicas para inducir visiones y experiencias extracorporales, con la promesa de que por estos medios podrían contactar con ángeles, e incluso lograr una visión directa de Dios (Col 2:18-19).
Entre las recetas propuestas para avanzar en la vida espiritual estaba también el ascetismo y los esfuerzos por someter los malos deseos mediante la auto imposición de castigos severos y dolorosos (Col 2:20-23).
Pablo les dijo que no necesitaban de ninguna de estas cosas para alcanzar la plenitud de la vida espiritual, y les señaló nuevamente a Cristo, donde "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Col 2:3), "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad" (Col 2:9-10).
Pero todas estas cosas que los falsos maestros estaban intentando introducir en la iglesia en Colosas, no sólo eran innecesarias, sino que también eran técnicas peligrosas que les llevarían a la pobreza, e incluso a un desastre espiritual en sus vidas. Así que la exhortación del apóstol fue: "Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias" (Col 2:6-7). O lo que es lo mismo, en palabras del Señor Jesucristo: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí" (Jn 15:4).
Muchas veces los cristianos viven vidas estériles, y buscan fórmulas para solucionar ese problema. Con frecuencia vuelven a aplicar los viejos métodos que el apóstol Pablo condenó, en lugar de rastrear la razón de su esterilidad hasta la fuente correcta: la falta de una comunión adecuada con Cristo a la luz de la Palabra.
Cuando el creyente permanece en Cristo, como el pámpano que permanece en la vid, entonces se cumplirá lo dicho por el salmista:
(Sal 92:12-15) "El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia."

"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos"

(Jn 15:5) "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer."
Hasta ahora hemos entendido la alegoría del Señor asumiendo que los pámpanos que llevan fruto son los creyentes. Aquí vemos confirmada esta identidad: "Yo soy la vida, vosotros los pámpanos".
Esta es una importante afirmación. Recordemos que en el pasado Israel había sido la vid de Dios, pero ahora se introduce un cambio significativo, de tal manera que el lugar que los creyentes ocupamos es el de pámpanos. Esto implica que no podemos vivir, pensar o actuar de manera independiente de la Vid, ni tampoco pensar que es en conexión a nosotros en donde se encuentra la vida. Cada persona deberá estar en Cristo si desea disfrutar de esa vida, no en alguna iglesia.

"El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto"

Cuando se cumplen todas las condiciones expresadas anteriormente (permanencia en Cristo y limpieza por la Palabra), entonces la vida del creyente no puede dejar de ser productiva. Sólo tenemos que reflexionar en quién es la Vid de la que se nos está hablando: el gran Yo soy Todopoderoso.
La otra cara de esta verdad es que cuando no hay fruto del Espíritu, entonces hay que cuestionar seriamente que el pámpano esté unido a la vid, porque la verdadera gracia de Dios nunca está inactiva. Nunca se adormece ni está ociosa, sino que "lleva mucho fruto".
Pero para esto es necesario que haya una unión vital con Cristo: "el que permanece en mí y yo en él". Este tipo de unión quedó bien explicada por el Señor en:
(Jn 6:56) "El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él."
Algunos han interpretado que esto se refiere a participar del pan y del vino en la santa cena, pero si observamos con atención el contexto de ese pasaje, veremos que el Señor no estaba instaurando allí ninguna ceremonia, sino que estaba hablando de la estrecha unión que se produce entre Cristo y el creyente por medio de la fe. En ese caso usa una ilustración que todos entendemos con facilidad: de la misma manera que cuando comemos o bebemos algo, a las pocas horas se ha producido un proceso de asimilación que hace que eso forme parte inseparable de nuestro organismo, así debe ser también nuestra unión con Cristo cuando creemos en él.

"Porque separados de mí nada podéis hacer"

Un pámpano separado de la vid no sirve para nada. Como madera, carece de valor por ser muy ligera y porosa. Cualquier cosa que se intentara construir con ella pronto se rompería, porque es una madera con muchos nudos y retorcida, que una vez cortada sólo sirve para arder, aunque ni siquiera para eso es buena, porque se quema rápidamente. El profeta Ezequiel lo describió perfectamente:
(Ez 15:1-4) "Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, ¿qué es la madera de la vid más que cualquier otra madera? ¿Qué es el sarmiento entre los árboles del bosque? ¿Tomarán de ella madera para hacer alguna obra? ¿Tomarán de ella una estaca para colgar en ella alguna cosa? He aquí, es puesta en el fuego para ser consumida; sus dos extremos consumió el fuego, y la parte de en medio se quemó; ¿servirá para obra alguna?"
Del mismo modo que los pámpanos no tienen vida propia una vez que están apartados de la vid, así ocurre también con los creyentes. Toda su vida, fuerza y valor se encuentran en su unión con Cristo. Es una ilusión pensar que el creyente puede tener vida propia.
Por lo tanto, separados de Cristo seremos incapaces de llevar algún fruto digno de Dios. Podremos esforzarnos en hacer muchas cosas para el Señor, pero no tendrán valor, y finalmente serán quemadas el día del juicio en el Tribunal de Cristo. Recordemos las palabras del apóstol Pablo:
(1 Co 3:11-15) "Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego."
La "madera, el heno y la hojarasca" serán quemadas y no perdurarán, porque no fueron producidas como resultado de la relación con Jesucristo. De esto se deduce que sí podemos hacer muchas cosas sin Cristo, pero ninguna que le agrade. Puede haber mucho activismo e idealismo, pero si no se deriva y se dirige a Cristo, no provienen de la nueva vida que él nos da, y por lo tanto, no perdurará.
Claro que podemos hacer muchas cosas sin Cristo. Una persona puede ser un inventor que haga cosas para que la vida humana sea más fácil o segura; puede ser un escritor que ilumine o entretenga a la gente; puede ser un trabajador social que se ocupe de proyectos que ayuden a personas necesitadas; podemos crear una familia y preparar hijos para que tengan un futuro en la vida; podemos recaudar grandes cantidades de dinero para promover causas justas en este mundo? podemos hacer muchas cosas sin ser cristianos, pero ninguna de ellas será un fruto espiritual agradable a Dios. Y es triste decirlo, pero ninguna de esas cosas se perpetuará en la eternidad. Cristo es el fundamento que hace que cualquier esfuerzo humano, por pequeño que sea, llegue a ser permanente y glorifique a Dios.
Este versículo nos debe llevar a la desconfianza en nuestras propias capacidades y a confiar por completo en la suficiencia del Señor. Como diría el apóstol: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil 4:13). Puedo hacer todas las cosas en Cristo, pero separado de él no puedo hacer nada.
Encontramos una bella ilustración práctica de este principio en el último capítulo de este evangelio (Jn 21:1-8). Los discípulos, desanimados después de todo lo que había pasado, volvieron a su antigua ocupación de pescadores, pero después de una dura noche de trabajo, "no pescaron nada". Fue entonces cuando Jesús se apareció a ellos y les dio instrucciones. Ellos le obedecieron, y en poco tiempo había ciento cincuenta y tres grandes peces en sus redes. Fue una experiencia que nunca olvidarían: "sin mí nada podéis hacer".
Del mismo modo que Cristo es el que nos salva por su gracia, cuando se trata de dar fruto para su gloria una vez que ya somos creyentes, el principio sigue siendo el mismo; tiene que ser una obra de él en nosotros. Aunque haya otros que puedan cooperar externamente, sólo Dios puede hacer crecer el fruto en nosotros. Como reconocía Pablo: "Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios" (1 Co 3:6).
En todo esto Cristo se presenta una vez más como nuestro ejemplo supremo. Recordemos cuando él decía: "No puedo yo hacer nada por mí mismo" (Jn 5:30); "el Padre que mora en mí, él hace las obras" (Jn 14:10). ¡Qué gran ejemplo nos ha dado Cristo!
Claro está que esto puede ser mal interpretado. Quizá algunos piensen que puesto que Cristo va a producir la santidad en nosotros, podemos usar esto como una excusa para la indolencia o el descuido en la vida espiritual. Pero debemos recordar que hay una parte que cada creyente debe hacer: "permanecer en él". Esa es nuestra responsabilidad.
Y esta dependencia la necesitaremos durante toda nuestra vida. Nunca llegará el día cuando hayamos recibido tanto conocimiento, tanta fuerza, tanta gracia, que ya podamos actuar eficazmente por nuestra cuenta, prescindiendo de Cristo. Aunque lamentablemente, con demasiada frecuencia parece que vivimos así. ¡Hay de aquellos creyentes que "viven de las rentas" de lo que hicieron en el pasado!
Los creyentes que llevan mucho tiempo en los caminos del Señor siempre están expuestos al peligro de pararse a considerar el fruto que Cristo ha conseguido a través de ellos en algún momento, y en lugar de darle la gloria al Señor, caer en la tentación de admirar el fruto producido, quedarse con la gloria que sólo le corresponde a él, y pensar que ya han hecho suficiente.
Notemos también la forma en la que Cristo se presenta aquí: "Separados de mí, nada podéis hacer". Queda claro que él no es una opción entre otras muchas. Cristo es la única fuente de fuerza espiritual.
Y por último, una aclaración. Agustín de Hipona deducía de este pasaje la entera incapacidad moral del hombre para el bien, pero esta conclusión no responde al tema que Cristo está tratando en estos versículos. Él no aborda aquí la cuestión de la capacidad moral del hombre natural para hacer el bien, sino de la fecundidad del creyente cuando es dejado a sus propias fuerzas. Por lo tanto, este "nada podéis hacer", se refiere a todo lo que tiene que ver con la extensión del reino de Dios y su glorificación.

Comentarios

Chile
  Claudia Montenegro  (Chile)  (13/04/2024)

Encuentro de tremenda ayuda para mi caminar en Cristo Jesús. Me ayuda a meditar mejor, a entender mejor lo que Jesús me quiere decir y así poder comprometerme más con El. Muchas gracias.

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