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Estudio bíblico: El Espíritu Santo os guiará a toda verdad - Juan 16:12-15

Autor: Luis de Miguel
España
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"El Espíritu Santo os guiará a toda verdad"(Juan 16:12-15)

A lo largo de todo el tiempo que el Señor pasó en el aposento alto con sus discípulos durante su última noche, les habló continuamente acerca del Espíritu Santo. ¿Por qué era tan importante hacerlo? Recordemos algunas de las cosas que les dijo:
El Señor se refirió a él como el "otro Consolador" que ocuparía su lugar una vez que regresara con el Padre al cielo (Jn 14:16). Una de las labores que realizaría sería la de enseñarles todas las cosas y recordarles todo lo que ya les había dicho (Jn 14:26). También daría testimonio de Cristo frente al mundo (Jn 15:26), convenciéndole de "pecado, justicia y juicio" (Jn 16:8-11).
Ahora les vuelve a hablar por última vez del Espíritu Santo, haciéndoles una nueva promesa: "Él os guiará a toda la verdad" (Jn 16:13). Como veremos a lo largo de este estudio, esto sería la forma en que él terminaría de equipar a los discípulos para la difícil labor que tenían por delante después de su partida.

"Aún tengo muchas cosas que deciros"

(Jn 16:12) "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar."
El Señor podría haber seguido hablando a los discípulos durante muchos días sobre todo lo que había oído de su Padre en el cielo, pero por el momento no tenía sentido hacerlo, porque ellos no lo podían comprender, de hecho, muchas de las cosas que ya les había comunicado, ellos no habían sido capaces de entenderlas adecuadamente. Esto nos recuerda la incapacidad natural que todos los hombres tienen para conocer la verdad de Dios. El hecho es que Dios debe tomar la iniciativa para darse a conocer, porque de otro modo, el hombre nunca llegaría a saber la verdad sobre él. Pero incluso cuando Dios toma esa iniciativa, el hombre natural sigue teniendo grandes dificultades para entenderlo, de ahí que se hace necesaria la labor permanente del Espíritu Santo.
En el caso de los discípulos, en el momento que nos ocupa, sus dificultades tenían que ver con los acontecimientos que se estaban gestando mientras Jesús les hablaba, cosas que ellos todavía no eran capaces de entender, aceptar ni obedecer. Sus mentes no eran lo suficientemente fuertes para soportarlas. Principalmente tenían que ver con los sufrimientos de Cristo en la cruz.
Pero una vez que entendieran y aceptaran ese hecho transcendental, todavía tendrían grandes retos por delante; cuestiones tales como la misión a la que eran llamados, que incluía la formación de la iglesia, el nuevo pueblo de Dios, en el que habrían de convivir judíos y gentiles en igualdad de condiciones. Ellos tendrían que salir de los estrechos límites de Israel para llevar a cabo una misión de alcance mundial. Además, tendrían que comprender y explicar los siguientes pasos en el establecimiento del Reino de Dios una vez que su Mesías hubiera ascendido al cielo.
Pero por el momento ellos seguían luchando con los repetidos anuncios que el Señor les había hecho en cuanto a su partida al Padre, y la tristeza que estos les producían no les dejaban pensar en nada más (Jn 16:6). Parece que su mente quedaba bloqueada por este hecho.
Pero todo cambiaría cuando el Señor muriera y resucitara, pero más aún cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos de manera definitiva y abriera sus mentes. El mismo evangelista ha reconocido este hecho en varias ocasiones a lo largo de su evangelio (Jn 2:22) (Jn 12:16).
Tal como el Señor les va a decir en un momento, la clave estaría en la presencia del Espíritu Santo en ellos guiándoles a toda la verdad. Él sería quien convertiría a estas personas sin letras y del vulgo (Hch 4:13), en hombres libres de las limitaciones y prejuicios del ambiente judío en el que se habían criado, llegando a ser capaces de comprender las sublimes enseñanzas que el Señor tenía reservadas para ellos. Y, por supuesto, si lo hizo con ellos, también lo puede hacer con nosotros.
Como vemos, en el proceso de aprendizaje de las cosas de Dios, mucho más importante que la capacidad intelectual de la persona, está la disposición del corazón, y sobre todo, la presencia del Espíritu Santo en él.
Por otro lado, vemos que el conocimiento de la revelación de Dios es un proceso gradual. No hay una forma rápida de aprender la Biblia; se necesita perseverancia y trabajo arduo. Al principio puede ser duro, pero cuanto más aprendemos, tanto más fácil resulta adquirir nuevos conocimientos adicionales.
Y otra lección que no debemos pasar por alto es que mientras que no aceptemos y obedezcamos lo que Dios ya nos ha enseñado, nuestro aprendizaje se obstaculizará. Recordemos que los discípulos estaban "bloqueados" porque no quisieron aceptar la enseñanza sobre la cruz.
Por parte de Dios queda clara su disposición a enseñar a todos los hombres acerca de las verdades eternas. No hay aquí un conocimiento exclusivo que sólo iba a ser compartido con un grupo selecto de discípulos. La intención de Dios es que ellos aprendieran para que pudieran enseñar también a otros.
Dios siempre nos quiere dar más de él, pero el problema está en nosotros, que como en el caso de los discípulos, por el momento hay cosas que no podemos sobrellevar. Pero Dios quiere que todos los hombres lleguen a conocerle íntimamente. ¡Cuántas cosas más no nos diría el Señor si las pudiéramos soportar y estuviéramos dispuestos a recibirlas!

"El Espíritu de verdad os guiará a toda la verdad"

(Jn 16:13) "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir."
Al estudiar este versículo debemos hacernos algunas preguntas muy importantes.
1. ¿Es la revelación de Dios progresiva?
La afirmación que encontramos en este versículo ha creado profundas divisiones en lo que genéricamente se denomina "la cristiandad". La cuestión a debate tiene que ver con si esta promesa se refiere únicamente a los Doce apóstoles del Señor más Pablo (y aquellos que estuvieron directamente bajo su supervisión mientras todavía estaban vivos), o a toda la iglesia en general en cualquier época. Dicho de otra manera: ¿Es la revelación de Dios progresiva o concluyó en la época apostólica? ¿Encontramos toda la revelación que Dios ha querido darnos en la Biblia o debemos buscar también en otras partes? ¿Debemos entender estas palabras del Señor como la promesa de que el Espíritu Santo les iba a inspirar para que pudieran escribir y enseñar infaliblemente toda la verdad del Evangelio? Y si esto es así, ¿en qué sentido obra el Espíritu Santo en el resto de los creyentes en este tiempo?
Para empezar, era evidente que cuando el Señor se fue de este mundo no había terminado de enseñar todo lo que sus discípulos necesitaban saber: "Aún tengo muchas cosas que deciros". Esto muestra claramente que era necesaria una revelación posterior. Entonces, ¿cómo, cuándo y a quién sería entregada esta parte de la revelación que todavía faltaba? Estas preguntas son mucho más importantes de lo que a primera vista podrían parecer.
A lo largo de los siglos han sido innumerables las personas que usando este versículo han reivindicado la autoridad del Espíritu Santo para introducir nuevas enseñanzas que tenían poco o ningún fundamente bíblico. Muchos de estos autoproclamados maestros y profetas han creado profundas divisiones en el cristianismo a lo largo de la historia.
Por ejemplo, los mormones sostienen que las reflexiones de José Smith en el siglo XIX fueron la revelación continua de Dios a la iglesia. Pero esta misma idea es común a todas las sectas: Testigos de Jehová, adventistas, musulmanes, o la misma Iglesia Católica Romana. En todas ellas perdura la idea de que debemos buscar la perfección doctrinal fuera de la Biblia. Los musulmanes afirman que sin el Corán los hombres siempre seguirán siendo niños. Pero la Iglesia Católica hace lo mismo. Ellos insisten en que la verdad que encontramos en la Biblia debe ser complementada con las enseñanzas transmitidas a través de los papas y concilios, quienes dicen tener el don de la infalibilidad y están protegidos divinamente de enseñar el error cuando definen asuntos relacionados con la fe y la moral (Vaticano II, Lumen Gentium, 25).
Resulta evidente que aquellos que aceptan una revelación progresiva a lo largo de los siglos, no tienen forma de determinar cuál es la verdad entre las numerosas invenciones que van surgiendo por todas partes, y que en la mayoría de las ocasiones son contradictorias entre sí. ¿Por qué el papa católico tiene la razón frente a Mahoma? ¿Por qué creer a José Smith frente a Elena White o Charles Taze Russell? Este tipo de pensamiento abre la puerta a todo tipo de engaños. Cualquier persona puede pretender una nueva revelación en nombre del Espíritu Santo. ¿Dónde están los límites?
No se puede usar este versículo para justificar las cosas más absurdas, o asuntos que claramente están en contra de la Palabra revelada. Y debemos estar en guardia porque también muchas iglesias evangélicas están siendo víctimas de abusos parecidos.
2. ¿A quiénes fueron dirigidas estas palabras?
Es cierto que Dios se ha revelado a sí mismo de forma progresiva a lo largo de todos los escritos que componen nuestra Biblia, pero creemos que lo que el Señor estaba diciendo aquí es que la revelación que el Espíritu Santo daría a los apóstoles sería complementaria a toda la anterior, pero también definitiva.
Por lo tanto, creemos que el Señor se estaba dirigiendo a sus apóstoles, y no a todas las generaciones posteriores de creyentes. Ellos son la base específica que proporciona estabilidad a la Escritura inspirada del Nuevo Testamento.
(Ef 3:3-5) "Por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu"
Después de los apóstoles nadie tiene algo que añadir o cambiar a la Palabra de Dios tal como la tenemos en este día. Notemos lo que el Señor dijo exactamente: "él os guiará a toda la verdad". El Señor afirma aquí que les guiaría a "toda la verdad", dando a entender que su labor sería completa. Por lo tanto, lo que ellos nos dejaron, fue un cuerpo bien definido de verdad doctrinal que está completo en sí mismo.
Por supuesto, se trata de la "toda la verdad" que necesitamos acerca de Dios, no la verdad absoluta y total sobre todas las áreas del saber humano. Se relaciona en primera instancia con la persona y la obra de Cristo, pero incluye también otras muchas cosas como la constitución de la iglesia, enseñanzas sobre la vida cristiana o los eventos del porvenir.
3. El Espíritu Santo ilumina a los creyentes
Dicho todo esto, debemos decir también que el Espíritu Santo cumple una labor muy importante en el día de hoy en relación con todos los creyentes. Es verdad que ya tenemos una revelación completa de todo lo que necesitamos saber acerca de Dios, aun así, sigue siendo imprescindible la iluminación del Espíritu para que entendamos correctamente lo que él mismo ha inspirado. No olvidemos que nuestras mentes han quedado oscurecidas por el pecado y necesitamos la luz del Espíritu Santo para iluminar las Escrituras a fin de que podamos entenderlas correctamente. En este sentido, la obra del Espíritu Santo contrarresta la obra de Satanás. Como el Señor Jesucristo dijo acerca de él: "No hay verdad en él; cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira" (Jn 8:44). Por el contrario, el Espíritu Santo continúa la obra del Señor en el mundo dando testimonio de la verdad.
Veamos lo que Pablo dijo al respecto:
(1 Co 2:9-12) "Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido"
El apóstol subraya aquí las dos ideas que venimos considerando en este estudio. Por un lado, que nadie llegaría a conocer los pensamientos de Dios a no ser que primero él quisiera revelárnoslos, algo que ya ha hecho. Y en segundo lugar, el Espíritu Santo que mora en nosotros, nos proporciona una percepción correcta respecto a la verdad revelada.
El apóstol Juan escribió también sobre este tema:
(1 Jn 2:26-27) "Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él."
Como vemos, Juan escribió en un ambiente en el que los creyentes estaban sufriendo los ataques de falsos maestros, y frente a ellos él se sentía confiado en que el Espíritu Santo les enseñaría la verdad y los libraría del error.
¡Qué importante es saber que el mismo Espíritu Santo que inspiró las Escrituras es el que Dios nos ha dejado para ayudarnos a entenderlas! Debemos subrayar este hecho porque la Iglesia Católica, durante siglos, ha enseñado que las personas que no han estudiado teología bajo su supervisión no pueden leer las Sagradas Escrituras sin la ayuda de esa Iglesia. Ellos afirman que el lenguaje de las Escrituras requiere interpretación, y que sólo el Magisterio de la Iglesia Católica tienen la autoridad legítima para hacerlo. Frente a estas posturas debemos recordar que Dios ha provisto a cada auténtico creyente del Espíritu Santo para ayudarle a entender la Palabra correctamente. Y no olvidar tampoco que la Escritura no es de interpretación privada, tal como señaló el apóstol Pedro:
(2 P 1:20-21) "Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo."
También debemos estar en guardia porque cada vez más se empiezan a escuchar cosas parecidas en algunos círculos evangélicos. Hay personas que afirman que nadie que no sepa hebreo y griego puede enseñar correctamente las Escrituras. Parece que tanto estas personas, como la Iglesia Católica, están buscando imponer sus propios criterios acallando las voces de aquellos que no forman parte de sus ámbitos "intelectuales".
Pero si atendemos a lo que la propia Biblia nos enseña, nuestra principal preocupación debe ser "andar en el Espíritu" (Ga 5:16,25). Sólo así podremos "sintonizar" correctamente con lo que Dios nos quiere decir.
4. "No hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere"
Así como Jesús no habló de sí mismo, sino lo que oyó y vio del Padre (Jn 14:10) (Jn 15:15), del mismo modo el Espíritu Santo sólo hablará lo que oyere del Hijo y del Padre. Por lo tanto, no se trata de una fuente de verdad independiente del Padre y del Hijo.
¡Qué gran ejemplo para todos nosotros! Si el Espíritu Santo no habla de sí mismo, sino de lo que ha oído del Padre y del Hijo, ¡cuánto más debemos hacerlo nosotros, pobres mortales! ¡Tengamos cuidado de sacar lo que predicamos de nuestras cabezas o corazones, y no de la Palabra de Dios!
5. "Y os hará saber las cosas que habrán de venir"
No parece referirse con esto a que el Espíritu Santo dará a los creyentes la capacidad para predecir el futuro, aunque, por supuesto, puede hacerlo cuando lo considere necesario (Hch 21:10-14). Parece más bien que tiene que ver con la acción reveladora del Espíritu que habría de descubrir tanto aquellas cosas que tendrían lugar después de la muerte del Señor, así como las que ocurrirán al final de los tiempos. Esto incluye la muerte, resurrección y glorificación de Jesús, su regreso triunfante para reinar en este mundo, así como la formación de la iglesia con la entrada en igualdad de condiciones de judíos y gentiles.

El Espíritu Santo glorifica al Hijo

(Jn 16:14-15) "El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber."
El objetivo principal del Espíritu Santo al revelar la verdad es glorificar al Hijo. Por lo tanto, el resultado de esta labor será una apreciación más profunda de Jesús, un sentido cada vez mayor de asombro y admiración por su persona y obra.
Notemos que el ministerio del Espíritu Santo no es exaltarse a sí mismo. Esto quiere decir que cuando en la iglesia empezamos a enfatizar desmedidamente la persona del Espíritu, estamos haciendo algo que él no está buscando ni pretende. El Espíritu Santo ilumina la gloria de Cristo, pero sería un error quedarse mirando la luz.
Y del mismo modo, cualquier enseñanza que no tienda a exaltar a Cristo, no puede provenir del Espíritu Santo. Esta es la prueba para detectar si un predicador, una iglesia o un ministerio están bajo la influencia del Espíritu.
Como ya hemos tenido ocasión de considerar, existe una relación eterna de amor entre las tres personas de la Trinidad, en la que cada una de ellas trabaja por la gloria y el honor de las otras (Jn 14:13) (Jn 16:14) (Jn 17:4-5). Con esto, una vez más se nos muestra la armoniosa unidad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la revelación de la verdad eterna de Dios al hombre. Y al mismo tiempo, se recalca la divinidad de cada una de las Personas.
Por otra parte, cuando el Señor hizo este anuncio, estaba asumiendo una posición de suprema importancia. El Espíritu Santo sería enviado con la misión de glorificarle. Al decir esto, quiere que todos los seres humanos entendamos la grandeza y la gloria de su propia persona divina. Como él mismo dijo en otra ocasión: "para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió" (Jn 5:23).
En cuanto al contenido del testimonio del Espíritu Santo, el Señor mismo nos lo dice: "tomará de lo mío, y os lo hará saber", y aclara: "Todo lo que tiene el Padre es mío; por esto dije que tomará de lo mío y os lo hará saber".
El Espíritu Santo nos enriquece con todas las riquezas de Cristo. ¡Qué increíble privilegio!

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