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Folletos cristianos

Una de tres


Folletos cristianosLa luz de la tarde recortaba la silueta de la ciudad de Cesarea de Filipo, alzándose con su fortaleza y sus murallas en medio del verdor de los manantiales del río Jordán, y al pie del imponente monte Hermón. Los doce discípulos habían venido acompañando a su Maestro desde el mar de Galilea, atravesando olivares, viñas y arroyos flanqueados de cañas, hasta la fértil llanura de Cesarea. Por allí, los caminos, bordeados de higueras y moreras, les conducían de una a otra de las aldea de la región.

En un recodo del camino Jesús se paró, y vuelto hacia ellos, les preguntó: - "¿Quién dicen los hombres que soy yo?". Ellos, mirándose unos a otros, contestaron: "Unos dicen que Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". Jesús, no conforme con la respuesta, volvió a preguntar: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (1). Pedro, como portavoz de los doce, contestó: "Tú eres el Mesías; el Hijo del Dios viviente" (2).

Y tú, ¿te has parado a pensar en quién era Jesucristo? ¿Qué contestarías a esa pregunta?

Hay muchos que contestarían que Jesucristo fue un revolucionario, o un gran maestro o un profeta de Dios. También muchos de los que le conocieron lo pensaban: Que si era Elías o alguno de los profetas... Y sin embargo, Jesús no se conformó con eso. Piénsalo bien: Jesús no se conformaba con que le tuvieran por profeta, sino que esperaba que le vieran como el Mesías prometido y el mismo Hijo de Dios. Así que no vale decir que él fue un gran maestro. En realidad sólo quedan 3 alternativas: O estaba mintiendo, y entonces era un farsante. O se lo creía, y por lo tanto estaba loco. O es que de verdad era lo que decía ser. Una de tres.

¿Era un farsante?

Se hace cuesta arriba pensar que alguien que enseñaba a sus discípulos a decir la verdad a cualquier precio, y arremetía contra la hipocresía de los sacerdotes fuera él mismo un embustero. Eso lo convertiría en el más hipócrita de todos. Pero lo que ya es imposible es que un mentiroso se deje quitar la vida por mantener a sabiendas su propia mentira. Cuando le juzgaron, tras muchas acusaciones y falsos testimonios, el sacerdote por fin le preguntó: "¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?" Y Jesús contestó: "Yo soy" (3). No hizo falta más; le acusaron de blasfemia y le condenaron a muerte. ¿Puedes creer que ese hombre fuera un mentiroso? ¿No será que se ganó tantos enemigos y terminó sentenciado precisamente por no callarse la verdad?

¿Estaba loco?

Si no mentía, entonces podría ser un lunático que creía ser el Mesías, como por otra parte ha habido muchos en la historia. Pero entonces, ¿cómo pudo enfrentar los problemas y la persecución a que se vio sometido con la calma y la sabiduría que demostró respondiendo las preguntas capciosas de sus adversarios? Nunca se salió de sus casillas, ni dijo una palabra más alta que otra, ni perdió jamás el equilibrio en su trato con la gente. Ni siquiera los que han querido negar que fuera el Mesías se han atrevido a sostener que estuviera "mal de la cabeza".

¿Sería el Hijo de Dios?

Si descartamos que fuera un mentiroso o que estuviera loco, ¿es difícil creer que fuera el Hijo de Dios? Pues mira: Cumplió decenas de profecías del Antiguo Testamento y él mismo predijo cosas que se cumplieron, como su muerte en la cruz y la destrucción de Jerusalén. Hizo milagros que ningún otro ser humano ha hecho jamás, a la vista de miles de testigos. Vivió una vida tan impecable que ni los que le querían mal pudieron echarle en cara la más pequeña falta. Demostró un poder asombroso sobre los elementos de la naturaleza. Enseñó con una autoridad y una sabiduría que dejó pasmada a la gente. Y muchos lo vieron resucitado. ¿Te parece poco? Algunos de sus familiares pensaron que estaba loco. Los mandamás de los judíos lo condenaron por farsante. Pero muchos otros reconocieron en él al Mesías y al Hijo de Dios. Recuerda a los doce en Cesarea: "Tú eres el Mesías; el Hijo del Dios viviente" (2). ¿Y tú qué piensas de él?

(1). Evangelio según Marcos 8.27-29.
(2). Evangelio según Mateo 16.16.
(3). Evangelio según Marcos 14.61-62.