En muchos países el 25 de diciembre es un día festivo en el que millones de personas celebran el nacimiento de Jesucristo en Belén hace dos mil años. Bueno, al menos esto es la teoría, porque en la práctica, parece que Jesucristo es el gran ausente de nuestras celebraciones de estos días. Todo se reduce a unas cuantas tradiciones navideñas que poco o nada tienen que ver con el nacimiento de Jesús tal como lo encontramos en los relatos bíblicos, y por el contrario, todo indica que la hemos convertido en otra fiesta más en la que se da culto al consumismo. Tal vez ha llegado el momento en el que cada uno de nosotros nos preguntemos honestamente si nuestra forma de celebrar la Navidad honra al Hijo de Dios que vino a este mundo a salvarnos, o por el contrario todo se centra en nosotros mismos.
Cristo, siendo el Creador de todas las cosas, asumió la naturaleza humana que él mismo había creado y vino a nuestro encuentro para enriquecernos con su gracia. Él se propuso sacarnos de nuestras miserias, pecado y desaliento para hacernos hijos y herederos de Dios. Entró en nuestra atmósfera contaminada por el pecado a fin de llevar sobre sí nuestra propia condenación y así podernos justificar.
Aquí encontramos a un padre que tenía un hijo con serios problemas espirituales. Tan grave era la situación que absorbía toda su vida. Ningún hombre pudo ayudarle. Sólo el Señor pudo hacerlo. Seguramente muchos de nosotros tenemos hijos que quebrantan nuestros corazones... Sigamos el ejemplo de este hombre y llevémoselos al Señor en oración...
El Señor Jesucristo es digno de que cada uno de nosotros le demos lo mejor de nuestras vidas. Al fin y al cabo, todo lo que somos y tenemos se lo debemos a él. No obstante, ¡qué pocas personas reconocen esto! En este estudio recordamos dos hermosos ejemplos bíblicos de dos personas que honraron al Señor con lo que tenían.
Este es un pasaje muy intenso en el que un padre angustiado busca desesperadamente a Jesús porque su hija se está muriendo. El Señor le acompaña, pero atiende otros asuntos en el camino y la niña muere. Esto da lugar a que finalmente haga un milagro de resurrección y enseñe a todos que la muerte es como un sueño del que el Señor nos despertará...
¡Qué consuelo es saber que nuestro Señor sabe cuándo andamos en medio de las dificultades! Y no sólo eso, sino que como este pasaje nos enseña, él mismo viene a nuestro encuentro para estar a nuestro lado...
En esta breve historia podemos ver la omnisciencia y el poder que nuestro Señor Jesucristo tiene sobre la creación, y cómo lo usa para el beneficio de sus hijos...
El Señor nos llama a seguirle, y esto no siempre es fácil. A veces nos llevará por caminos conocidos y seguros, pero otras muchas veces tendremos que atravesar por terribles tormentas en las que podemos sentirnos inseguros y temerosos. Sea la situación que sea, es importante notar que el Señor siempre está a nuestro lado...
Este es el único milagro de juicio que el Señor Jesús llevó a cabo en su primera venida y lo hizo sobre un árbol, no sobre algún hombre. Aquí el problema era que esta higuera aparentaba que tenía algo que en realidad no tenía, y al mandar que se secara, el Señor nos quiere enseñar que él aborrece la hipocresía y la falta de honestidad. Ese era exactamente el problema de su pueblo Israel, y fácilmente puede ser también el nuestro.
Una mujer enferma había gastado todo lo que tenía en médicos pero su situación no había mejorado ni sentido alivio. Entonces escuchó hablar de Jesús y decidió ir a él. La forma en la que lo hizo no fue totalmente correcta, pero aun así el Señor la trató con respeto y ternura, dándole una completa sanidad. ¡Qué importante es buscar la solución de nuestros problemas en el lugar correcto!