Estudio bíblico: La hipocresía, el pecado de los piadosos - 2 Reyes 5:20-27

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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La hipocresía, el pecado de los piadosos (2 Reyes 5:20-27)

(2 R 5:20-27) "Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa. Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien? Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos. Dijo Naamán: Te ruego que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante de él. Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los hombres que se fuesen. Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte. El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve."
Naamán, tan ricamente bendecido, se encontraba en su camino de regreso con su caravana. Sus riquezas materiales no había podido dejarlas en Israel con el hombre de Dios. Pero eso no le preocupaba en absoluto, pues había sido sanado de su enfermedad mortal, y podía volver ahora a su antiguo entorno pagano con una nueva vida y con nuevas metas bajo la bendición de Dios, habiendo sido completamente transformado en todo su ser. ¡Cuán lleno estaría su corazón recordando los días y horas pasadas! ¡Cuántos sentimientos e impresiones tan diferentes había vivido! ¡Qué bueno que no sabía nada de los pensamientos y planes funestos que llenaban el corazón de Giezi, el criado del varón de Dios, en esos mismos momentos, cuando se encontraba tan desilusionado y amargado.

Piadoso pero impío

Probablemente Giezi había observado con indignación y cólera interior que a Eliseo no se le pegaban las cosas en las manos y, por tanto, tampoco en el corazón. Aún en los tiempos de pobreza material y hambruna no se dejaba influenciar por dinero y bienes. Muchos siglos después otro hombre de Dios bien conocido confesó: "El dinero nunca permanece por mucho tiempo conmigo. Pronto empezaría a arder si se quedara conmigo. Lo más rápido posible lo doy, para que no se haga camino a mi corazón" (Juan Wesley).
En nuestros días también es muy alentador encontrarse con hermanos y hermanas que, al igual que Eliseo, se han percatado del engaño de las riquezas, y son libres de la avaricia. Pero Giezi no sintió alegría por ser Eliseo así de libre, todo lo contrario: la bondad derrochadora y la abnegación de Eliseo le desafió de tal forma que en esa situación ya no pudo ocultar su verdadero sentir debajo de una máscara piadosa. "Entonces Giezi dijo entre sí...".
Su comportamiento nos recuerda mucho a Judas, que siendo "uno de los doce" durante años, había seguido a Jesús como simpatizante habiendo sido testigo de muchos milagros del Señor. Probablemente él mismo habría hecho también algún milagro, como sus compañeros. Pero él era un mero simpatizante aprovechado, que durante unos tres años pudo permanecer oculto y del cual nadie sospechaba qué planes tan horrorosos abrigaba en su corazón.
Pero en su vida también llegó la hora donde quedó de manifiesto lo que le interesaba verdaderamente: La entrega desinteresada de María, cuando derramó sobre la cabeza y los pies de Jesús un perfume "de gran precio" (del valor del sueldo de un año entero), le provocó e instigó de tal forma que ya no pudo contenerse y exclamó: "¿para qué este desprecio?" (Mt 26:9).
Allí donde hay personas que dan pruebas de su amor y entrega hacia el Señor ocurre a menudo que los hipócritas tienen que salir de su escondite, porque tienen que expresar su protesta. "La entrega a Cristo es el vínculo más fuerte entre los corazones humanos" dijo J. N. Darby una vez. A la inversa podríamos declarar que "la entrega a Cristo y el amor hipócrita son tan contrarios como el fuego y el agua...".

Su manera de hablar les descubre

"He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán". Se nota el desprecio en sus palabras al decir "este sirio". No se había gozado con él por su curación maravillosa. No comprendía en absoluto la gracia derramadora de Dios que queda reflejada por la actitud de Eliseo.
"¡Estorbado!"... Giezi hubiese desplumado a este hombre intentando obtener el máximo provecho de él. Por fin tenía en sus manos un "pez gordo" que podía cambiar a mejor la escasa e insegura vida que llevaba en el servicio de Dios. Y mientras tanto, "¡Eliseo lo rechaza todo!", pensaría Giezi.
El siervo de Eliseo, aún en esa situación, seguía dominando bien el lenguaje de los creyentes: "Vive el Señor, que...". Estas palabras exactamente fueron las que había usado Eliseo para rechazar el dinero de Naamán. Y eran las mismas palabras piadosas que deberían haber hecho que Giezi no mintiera ni engañara hipócritamente. Claro está que tuvo que omitir la segunda parte de la frase, "en cuya presencia estoy". ¿Podemos deducir de este hecho que aún le quedaba un ínfimo resto de mala conciencia?
El lenguaje piadoso puede aprenderlo un papagayo. ¡Cuidado, no seamos habladores! (Palabras de Hans Dannenbaum). Esto me hace recordar más de un pecado ruin cometido en mi juventud. A pesar de haberme criado en un hogar cristiano, conociendo la Biblia desde muy pequeño, yo era tan astuto y disimulado que comenzaba estos pecados con una oración. Me parece que hay muy pocos pecados en nuestras iglesias que no sean iniciados con semejante palabrería piadosa.
"Y tomaré de él alguna cosa". ?Cómo nos recuerda esta forma de pensar y de hablar al hijo mayor en Lucas 15 que veía como una formalidad la comunión con su padre!. A Giezi le pasaba lo mismo. La comunión con Eliseo no había llenado su corazón, sino "el engaño de las riquezas" y "las codicias que hay en las otras cosas" (Mr 4:19), que habían envenenado sus deseos.

Dos hombres en marcha

Giezi siguió "corriendo" a Naamán. Y el general al percibir al siervo que corría tras él saltó de su carro para recibirle.
En el Nuevo Testamento hallamos varios pecados de los cuales debemos "huir corriendo": "el amor al dinero" (1 Ti 6:10), "las pasiones juveniles" (2 Ti 2:22), "la fornicación" (1 Co 6:18) y "la idolatría" (1 Co 10:14). Estos pecados son evidentemente tan peligrosos y persistentes que la única salida consiste en la huida.
Giezi hace todo lo contrario; su avaricia y amor al dinero lo impulsan hacia adelante.
Por el otro lado vemos al general del ejército que ya no se preocupa por su propia dignidad y se baja de su carro. Su fe le impulsa a preocuparse por el bienestar de sus nuevos amigos israelitas: ¿Va todo bien?
Es interesante la inteligencia e imaginación que demuestra Giezi para presentar a "ese sirio" una historia creíble y bastante conciliable con el comportamiento de Eliseo. En su ingenuidad el general no se percató de esa perfidia. Con otras palabras le dijo más o menos: "Por supuesto que Eliseo no pide nada para sí mismo; ¡nunca tal acontezca! Pero, cosas que pasan, mira por dónde acaban de venir de visita, sin previo aviso, dos hijos de los profetas bastante debilitados por la hambruna y faltos de ropa. Con un talento de plata y dos mudas de vestido se podría poner fin a toda esa miseria. Anda, dame".
Muchos de los lectores estarán también familiarizados con las cartas de ciertas misiones que también parecen mendigar en el nombre de Dios con palabras similares a las de Giezi.
Se ve que Giezi no tenía escrúpulo alguno, pues no temió introducir su cuento de hadas enternecedor con las palabras: "Mi señor me envía a decirte...".

La ingenuidad de la fe

Naamán no dudó ni un momento de la verdad de esta historia. Se alegró de poder mostrar por fin su gratitud para con Eliseo, no solamente con palabras, sino haciéndole un favor. Espontáneamente le ofreció la doble cantidad de plata que Giezi le había solicitado, "y le insistió". Aparentemente el criado rechazó en un primer momento este generoso regalo con palabras y gestos fingidos, como los de un modesto fariseo.
Pero ahora surge un nuevo problema, con el que Giezi seguramente no había contado, ¡y es que dos talentos de plata pesaban nada menos que unos 70 kilos! Añadido a eso, dos vestidos nuevos. Todo eso era imposible que pudiera llevarlo él solo y meterlo en su cuarto sin ser visto. Y luego otra cosa desagradable: Naamán insistió en que dos de sus criados llevaran estas riquezas "delante de él" hacia donde estaba Eliseo.
Cuando por fin llegaron cerca de donde Eliseo estaba alojado, Giezi tuvo que convencer a los mozos a que no siguieran adelante y dejaran la carga en el suelo. Quién sabe cuántas mentiras más tuvo que imaginar para lograr que los siervos extrañados no cumplieran del todo el mandato de su señor. Pero no se fueron hasta que vieron que lo guardó todo bien y que el regalo de Naamán de alguna manera había llegado a su destino.

"Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo"

Giezi se enfrentaba ahora a un montón de nuevos problemas: ¿dónde meter tanta plata sin ser visto por nadie? ¿Debería ponerlo en un lugar secreto y meterlo poco a poco a su cuarto? ¿Y qué pasaría si Eliseo hubiera visto a los dos mozos de Naamán cargando los regalos? ¿Qué historia podría inventarse y contarle?
Cuando los criados sirios emprendieron su camino de regreso, Giezi se atrevió a presentarse delante de su señor, aunque seguramente le temblaban las rodillas.
Eliseo le recibió con una breve pregunta: "¿De dónde vienes, Giezi?". Esto le dio la oportunidad de confesar su pecado con una respuesta sincera. Eliseo le estaba dando la ocasión para confesar lo que había hecho, igual que el Señor Jesús hizo con Judas durante la última cena, a quien ofreció una última posibilidad para arrepentirse y volver atrás, después de que había llegado a un acuerdo con los principales líderes judíos de entregarle.
Giezi no aprovechó esta última oportunidad de volver al camino recto. Intentó quitarse de encima a su señor usando de otra mentira esquiva. Igual como hacíamos nosotros de niños cuando nuestra madre ya sospechaba algo de nuestras fechorías. Entonces nos preguntaba: "¿Dónde habéis estado?" Y nosotros contestábamos: "en ninguna parte". "¿Qué habéis hecho?", "¡Nada!".

El corazón de un pastor

La respuesta de Eliseo nos muestra su corazón preocupado y compasivo: "¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte?". Dios le había revelado las mentiras desvergonzadas de su siervo, y eso seguramente le habría impulsado a orar a Dios encarecidamente por Naamán, este "recién convertido", para que no naufragara su fe en el Dios de Israel por culpa de la hipocresía y la avaricia de Giezi.
¡Cómo le habrá dolido a Eliseo en su corazón al ver los sueños necios y egoístas de su criado que hasta ese momento había compartido su vida sencilla!
Las circunstancias exteriores más positivas no pueden cambiar el corazón de una persona; esta experiencia dolorosa la conocemos bien todos nosotros. Es posible convertirse en un ladrón y en un traidor bajo las condiciones más favorables, si Dios no transforma el corazón. Y también es verdad que en un ambiente complicado y desfavorable se puede ser luz y sal como la sirvienta creyente en la casa del entonces incrédulo Naamán y su entorno impío.

Un error de cálculo fatal

"¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos?". Con qué terror se habrá dado cuenta Giezi que Eliseo no sólo conocía su mentira, sino también sus pensamientos, deseos y planes para el futuro:
Invertir la plata de Naamán en olivares y viñas para por fin poder disfrutar de la vida.
Los vestidos nuevos, para representar honra y riqueza y dejar atrás la modestia y la pobreza.
El ganado, los siervos y siervas, para ya no tener que servir más desinteresadamente, sino para ser servido y ser por fin señor.
Giezi se equivocó gravemente. Eliseo, por el contrario, conocía los tiempos en que vivía: Sólo quedaban un par de décadas y después Israel iba a sufrir el cautiverio asirio, y con ello todas las inversiones perderían por completo su valor.
Sólo tiene un valor eterno lo que la gracia de Dios puede obrar en nosotros, y a través de nosotros, para la gloria de Dios.
La analogía para nuestros días es obvia: es muy trágico si derrochamos sin sentido la corta vida que Dios nos ha confiado, sin usarla para la eternidad y no haciendo caso del reino de Dios.
"Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve". La lepra de Naamán se le pegó a él y a sus descendientes. ¡Cuánto le habrán pesado y habrá maldecido sus decisiones equivocadas, mientras abandonaba la casa de Eliseo, cerrando la puerta detrás de sí. "Quiso echar mano de la riqueza de Naamán y heredó por ello la enfermedad de Naamán, perdiendo su lugar como siervo del profeta" (Hamilton Smith).
"El engaño de las riquezas y las codicias que hay en las otras cosas" (Mr 4:19) había encontrado y devorado a otra víctima más.
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