Estudio bíblico: Señor, abre sus ojos para que vea - 2 Reyes 6:14-23

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
Email: estudios@escuelabiblica.com
Alemania
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"Señor, abre sus ojos para que vea" (2 Reyes 6:14-23)

(2 R 6:14-23) "Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron la ciudad. Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo. Después les dijo Eliseo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guió a Samaria. Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio de Samaria. Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mataré, padre mío? El le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores. Entonces se les preparó una gran comida; y cuando habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel."
Este interesante pasaje contiene una gran cantidad de importantes lecciones sobre la capacidad de visión espiritual y sobre la ceguera espiritual.
En primer lugar, vemos al criado de Eliseo, del cual no conocemos el nombre. A pesar de su celo espiritual, estaba ciego en cuanto a las realidades invisibles, y por eso se llena de temor.
En segundo lugar la Biblia nos habla en este pasaje del "gran ejército" sirio. Por la oración de Eliseo Dios hiere a este ejército con ceguera para que no vea las realidades visibles. Pocas horas más tarde, otra vez en respuesta a la oración de Eliseo, los ojos de estos soldados son abiertos de nuevo y entonces ven la situación amenazadora en la que se encontraban.
Luego encontramos al profeta Eliseo, y vemos cómo reacciona con profunda paz, orando tranquilamente cuando se hallaba en circunstancias peligrosas. Reacciona así, porque tiene los ojos abiertos para ver las verdades espirituales.
Por último vemos al rey de Israel que, a pesar de haber quedado fascinado a corto plazo por todos los milagros a su alrededor, sin embargo, no había experimentado un cambio espiritual. Tenemos un himno donde el poeta pide algo en oración que todos nosotros necesitamos verdaderamente:
O Dios da a mis ojos la visión,
en ellos tu mano santa pon.
La plaga peor, yo diría
es no ver la luz en pleno día.
(Christian Friedrich Richter 1676-1711)

"Carros y caballos"

Un fuerte ejército con "carros y caballos" se había puesto en marcha para arrestar al profeta de Dios, quien había estorbado en varias ocasiones los planes de ataque del rey sirio. Llegan secretamente por la noche cercando la ciudad de Dotán, para a la mañana siguiente exigirle a la población que le entregue al profeta, del que sospechan que estaría temerosamente escondido allí. ¡Qué despliegue de medios para capturar a un hombre indefenso! Todo lector de la Biblia al leer esta escena pensará en otra noche cuando nuestro Señor Jesucristo también fue buscado por una gran multitud con espadas y palos (Mt 26:47), linternas y antorchas (Jn 18:3), como si se tratara de un peligroso criminal público que huía de la luz del día y se escondía por temor.

Un siervo temeroso

Habiendo sustituido a Giezi, este nuevo siervo del que desconocemos su nombre, estaba al servicio del profeta para aprender a su lado, compartir experiencias y servirle modestamente. Un buen retrato de lo que debiera ser la comunión bendecida entre dos creyentes, como la que practicó el Señor con sus discípulos, o el apóstol Pablo con sus colaboradores más jóvenes.
Algo muy positivo nos llama la atención en este joven, y es que se levantaba temprano, según leemos en el relato bíblico. Pero su primera mirada por la mañana no se fijó en la Palabra de Dios y sus promesas, sino en el poderoso ejército enemigo con carros y caballos que había cercado la ciudad.
También es positivo que este criado, al ver el gran peligro en el que se encontraban, no huyó ni se escondió, sino que se apresuró a ir al profeta Eliseo lleno de miedo y temor descubriéndole su corazón: "¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos?".
Cuando no hay ningún peligro a la vista cantamos de buen ánimo y en comunión con otros creyentes: "¿Estás débil y cargado de cuidados y temor? A Jesús, refugio eterno, dile todo en oración". Pero cuando de pronto aparece Satanás en nuestra vida diaria rugiendo y amenazándonos, entonces queda de manifiesto si lo que confesamos con nuestras palabras o canciones es genuino o no. ¡Qué bueno es que también entonces sigamos el ejemplo del siervo de Eliseo! El comentarista Henry Rossier escribe lo siguiente sobre este suceso:
"Todo en el mundo es apto para infundir temor a unos pobres y débiles seres pecaminosos como lo somos nosotros. Tenemos lucha con circunstancias difíciles, con el mundo, sus seducciones o su enemistad, con el odio de Satanás, con nosotros mismos y nuestra naturaleza pecaminosa... ¿Quién nos dará respuesta a tantas preguntas inquietantes? ¿Quién podrá calmar el temor y la agitación de nuestros corazones? Dios solamente, porque Él tiene una respuesta para todo."

"No tengas miedo"

¡Cuántas veces leemos estas palabras alentadoras tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo! ¡Cuántas veces nuestro Señor alentó con estas palabras a sus discípulos desanimados y temerosos, y consoló con ellas a personas afligidas por la muerte de un ser querido.
Eliseo, que ya hacía tiempo sabía del cerco de la ciudad por los enemigos, le dice estas mismas palabras a su "alumno". Su criado, unido en el servicio con su señor, tenía que vivir experiencias que después de la muerte de su maestro debían marcar su ministerio futuro. La actitud y las palabras de Eliseo, sin temor alguno y lleno de paz frente a esta amenaza, fue algo inolvidable para su criado. Por su experiencia Eliseo pudo decirle lo que luego iba a vivir en la realidad: "Porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos".
"Cuando un siervo de Dios se encuentra dentro de la voluntad de Dios haciendo Su obra, entonces es inmortal hasta que haya concluido su trabajo" (Warren W. Wiersbe).
Eliseo tenía la misma certidumbre que el rey David ya había expresado en sus Salmos:
(Sal 27:2-3) "Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado."
(Sal 34:7) "El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende."
Muchos sucesos de la Biblia nos cuentan cómo algunos fueron guardados, liberados y animados por medio de ángeles; los mensajeros de Dios. También sabemos de misioneros que vivieron cosas asombrosas. Y seguro que nosotros mismos, como discípulos de nuestro Señor, habremos vivido experiencias parecidas o incluso hospedado "ángeles" sin saberlo (He 13:1-2).

Oración pidiendo que Dios abra los ojos

Eliseo no le reprocha a su criado su poca fe, ni tampoco que dudara del poder de Dios. Después de haberle animado fuertemente con sus palabras, y de haberle indicado el poder de Dios, Eliseo ora por él. Son sólo unas pocas palabras, pero dejan muy claro que todos nosotros dependemos de la ayuda e iluminación por parte de Dios; así también cuando oímos o leemos la Palabra de Dios:
(Pr 20:12) "El oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas igualmente ha hecho Jehová."
(Sal 119:18) "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley."
Dios contestó inmediatamente la oración de Eliseo, causando un gran impacto en el criado cuando vio el poder de Dios. Eliseo ya sabía esto desde hacía mucho tiempo, cuando, como "hijo" del profeta Elías, había tenido la oportunidad de ver su ascensión al cielo en un "carro de fuego con caballos de fuego" (2 R 2:11).
"También para nosotros es bueno que seamos conscientes en la fe y que nos acompañe siempre el bendito conocimiento de que está con nosotros, en nuestro viaje a través de un mundo enemigo, Aquel que dijo: No te dejaré ni te desampararé, y que somos objeto del cuidado misericordioso de aquellos ejércitos de ángeles que son enviados para el servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (He 1:14)" (Cita de Hamilton Smith).

Una oración poco común

Eliseo y su criado descendieron del monte y se mostraron sin temor a la fuerza enemiga, ofreciéndose para mostrarles el camino a la persona que buscaban. Pero Eliseo había orado antes pidiendo a Dios que hiriera con ceguera a los enemigos. Spurgeon comenta este pasaje así: "Podemos ser guías de ciegos, pero no les podemos dar la visión; podemos exponer la verdad delante de ellos, pero no podemos abrir sus ojos. Eso es obra de Dios únicamente".
Quizás sus ojos estaban velados como los ojos de los discípulos de Emaús "para que no le conociesen" (Lc 24:16); o como dice nuestro Señor de aquellos que no creen: "viendo veréis, y no percibiréis" (Mt 13:14).
¡Qué confianza tuvo Eliseo en que Dios contestaría su oración! Y con esa confianza fue a donde estaban los soldados, y su criado le siguió. Probablemente temblándole las rodillas, pero le siguió, y así vivió una experiencia maravillosa en la fe.
Esas experiencias no se tienen en nuestro escritorio o leyendo biografías impactantes, sino solamente en la práctica.
Si nos imaginamos la escena de esta insólita historia, notaremos algo de la ironía de Dios: Un poderoso ejército, infantería y caballería, siguiendo confiados a su enemigo principal. Sin sospecha alguna son guiados a la capital del rey enemigo, donde espantados reconocen de pronto a Eliseo, a quien buscaban, y a los soldados de Israel mucho más potentes que ellos. Todo porque Eliseo había vuelto a orar a Dios, pidiendo que les abriera los ojos de nuevo.

Ver sin comprender

Con esta historia no salimos del asombro: El rey Joram, quien un poco más tarde lleno de ira pedirá la cabeza de Eliseo (2 R 6:31), es testigo ocular de este milagro: ve como sus enemigos son entregados indefensos delante de él, y llega a llamar a Eliseo "padre". En un principio no ataca a sus enemigos, sino que se dirige a Eliseo pidiéndole permiso: "¿Los mataré, padre mío?" (2 R 6:21).
La respuesta de Eliseo a este "hijo del homicida", tal como lo llamará más tarde al rey de Israel en el versículo 32, muestra algo del carácter ejemplar de Eliseo. No hace caer fuego del cielo sobre sus enemigos, como Elías (2 R 1:10), sino que muestra un comportamiento parecido al que más tarde mostraría nuestro Señor Jesucristo cuando los dos "hijos del trueno", llenos de ira, querían hacer descender "fuego del cielo" sobre aquellos que los habían rechazado (Lc 9:54).
Nuestro Señor había mandado a sus discípulos inequívocamente cómo debían reaccionar ante la enemistad y el rechazo: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian" (Lc 6:27).
Con la misma actitud reaccionó Eliseo ante las intenciones asesinas de Joram. Le manda hacer misericordia con sus enemigos y darles una gran comida después de su larga marcha (2 R 6:23); todo ello con el fin de bendecirlos y al mismo tiempo avergonzarlos.
Qué lección más valiosa y práctica en cuanto a la bondad y misericordia pudo haber aprendido Joram de Eliseo. Pero, lamentablemente, el rey de Israel permaneció ciego ante estas cualidades, a pesar de que obedeció al mandato de Eliseo, probablemente sin ningún tipo de simpatía en su interior. Su corazón permaneció insensible, y no hicieron mella en él los milagros vividos de la gracia de Dios. Los vio, sí, pero no comprendió nada en absoluto.
Del reformador inglés William Tyndale, se nos cuenta que en la misma hoguera pronunció una última oración antes de morir: "¡Señor, abre los ojos al rey de Inglaterra!". No pidió venganza, ni un juicio para sus asesinos, sino ojos abiertos para la gracia de Dios.
Fue una oración que nosotros hoy deberíamos repetir más a menudo ante los desvaríos políticos y morales de nuestras autoridades políticas en los últimos tiempos.
Así termina esta historia dramática con la retirada de los soldados sirios, que suponemos volvieron a su patria con una profunda impresión permanente de la gracia, misericordia y verdad del Dios de Israel y de su profeta Eliseo, y nunca más participaron en incursiones semejantes.

Comentarios

Estados Unidos
  Rutilante Estrella Merlos  (Estados Unidos)  (07/12/2023)
LES DOY LAS GRACIAS PUES SOY FIEL A SUS ESTUDIOS, HE APRENDIDO MUCHO,Y HAN SIDO DE GRAN BENDICIÓN PARA MI COMO PARA MI ESPOSO MUCHAS GRACIAS Y QUE DIOS DERRAME RICAS BENDICIONES PARA TODOS
Chile
  Hector Sánchez Rojas  (Chile)  (13/10/2022)
Hermosos estudios en los que he aprendido y he sido bendecido. Dios bendiga grandemente su ministerio 🙏
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