Estudio bíblico: La importancia de conocer las tácticas del enemigo - 2 Reyes 6:8-13

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
Email: estudios@escuelabiblica.com
Alemania
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La importancia de conocer las tácticas del enemigo (2 Reyes 6:8-13)

(2 R 6:8-13) "Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí. Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar que el varón de Dios había dicho; y así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse. Y el corazón del rey de Siria se turbó por esto; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo: No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta. Y él dijo: Id, y mirad dónde está, para que yo envíe a prenderlo. Y le fue dicho: He aquí que él está en Dotán."
La Palabra de Dios nos acaba de relatar la extraña escena donde un hijo de los profetas no "había tenido cuidado" al talar los árboles y había perdido su hacha prestada. El hierro se había soltado del mango y se había hundido en las aguas del Jordán. Probablemente fue por causa de la imprudencia y presunción. Pero el varón de Dios estaba allí mismo e hizo flotar el hierro perdido.
Se puede decir que fue una simple experiencia cotidiana en el ámbito del círculo local de unos jóvenes que se habían juntado con Eliseo. Pero, no obstante, contiene mucha enseñanza espiritual valiosa para todo aquel que de alguna manera esté colaborando en la casa de Dios.
La historia que ahora sigue transcurre en un marco completamente diferente y tiene una gran importancia en la política exterior. Tiene que ver con la larga enemistad que había entre los reyes de Israel y de Siria. El rey sirio quería realizar una campaña militar sofisticada contra el pueblo de Israel. Aquí no se trataba pues de pequeñas incursiones de "cuadrillas" que asaltaban algún pueblo o ciudad de Samaria, según lo relata el capítulo anterior, sino que se trata aquí de una sólida campaña con "caballos, carros y un grande ejército" (2 R 6:14). Por lo tanto, era necesario que el rey de Israel estuviera prevenido. Es interesante que el relato no menciona el nombre del rey de esta historia; tampoco el nombre del criado de Eliseo, ni el del siervo que le contó al rey de Siria acerca de las capacidades sobrenaturales de Eliseo, pero por el contexto podemos suponer que se trataba de los reyes Ben-adad II y Joram, el hijo de Acab. El silencio sobre estos detalles parece sugerir que el Espíritu Santo quería colocar el énfasis en el Dios de Israel y su profeta Eliseo.

Lo que distingue a un profeta de Dios

Mientras que el rey sirio estaba deliberando con sus siervos a fin de determinar con precisión cuáles serían los lugares estratégicos donde acampar con su ejército y desde los que atacar a Israel, Eliseo ya conocía sus planes y dio aviso al rey de Israel: "Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí".
Un aviso inequívoco para Joram, en quien Eliseo no tenía mucha confianza, ni tampoco le tenía en gran estima como vemos en (2 R 3:13). En otra situación más adelante veremos cómo Joram jurará decapitar al varón de Dios (2 R 6:31).
Pero Eliseo le reconoció como rey de Israel a pesar de que era un idólatra. El peligro para el pueblo de Israel era inminente, pues iba a ser asaltado desde una emboscada y eso era para Eliseo motivo suficiente para avisar muy claramente al rey de Israel y a sus súbditos, a pesar de todas sus experiencias negativas con él.
Eso precisamente es también en nuestros tiempos una de las características de un profeta de Dios: no importa lo apóstata que sea el pueblo de Dios y sus representantes; cuando amenaza un peligro, el profeta no debe callar, cuales quiera que sean las consecuencias.
El Señor le dijo a Ezequiel: "A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte" (Ez 33:7).
Hoy las amenazas que el pueblo de Dios enfrenta son principalmente la crítica de la Biblia, la inmoralidad, la indiferencia, el egoísmo y el materialismo. Que Dios nos conceda hombres y mujeres que no callen ante estos desarrollos, sino que den aviso concreto de estos peligros en amor y claridad sin rodeos. Sería trágico si el veredicto de Dios sobre los profetas de Israel en los tiempos de Isaías se aplicara también a nosotros: "Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir" (Is 56:10).

Lugares peligrosos

Este pasaje bíblico podemos aplicarlo también a nuestra vida personal. Nosotros también tenemos que enfrentarnos con un enemigo que cuenta con una experiencia de siglos en cuanto a la seducción de los hombres y que emplea su inteligencia para "devorarnos" (1 P 5:8).
En aquellos momentos Joram no sospechaba nada de lo que se estaba fraguando a sus espaldas, y probablemente a muchos de nosotros nos está pasando lo mismo. Satanás conoce muy bien nuestros puntos débiles por habernos observado con atención mientras creemos estar seguros, sin sospechar nada, y a menudo, sin conocer ni siquiera las deficiencias en nuestro carácter y los frentes de ataque que le ofrecemos.
A menudo tenemos una imagen completamente equivocada de nosotros mismos, teniendo cuidado de ciertos puntos débiles generales en nuestra vida, mientras que somos ciegos en cuanto a nuestras debilidades reales y nuestros pecados. A veces reaccionamos asombrados, o incluso indignados cuando alguien tiene el amor y el valor de llamarnos la atención sobre las debilidades y los peligros en nuestro carácter que durante años han estado originando sufrimiento en otras personas y han debilitado nuestra credibilidad.
Deberíamos estar agradecidos cuando en tal caso existan semejantes profetas como Eliseo, que nos muestren dónde están los peligros para nosotros y qué lugares, encuentros, influencias etc. debemos evitar, o con qué preparación debemos enfrentarnos a ellos.
Habría sido mejor que Pedro hubiera evitado acercarse al patio del sumo sacerdote, porque en ese caso no habría cometido el terrible pecado de la negación del Señor Jesús. Y aquel discípulo (probablemente Juan), que curiosamente no se enfrentó a ningún problema en aquel lugar, no le ayudó en nada cuando intercedió por él para que le dejaran entrar (Jn 18:15-16). Fácilmente podría haber imaginado la debilidad de Pedro en ese punto y los riesgos a los que se iba a enfrentar allí.
Si Sansón hubiese considerado bien su punto débil, hubiese evitado acercarse a la ciudad filistea de Gaza y al valle de Sorec (Jue 16). Pero así cayó en el pecado, perdió su fuerza, su visión y finalmente su vida.

Un rey furioso y un soldado hablando claro

Mientras que el rey de Israel se tomó en serio la advertencia del profeta, "cuidándose" y evitando estar allí donde Ben-adad había planeado el asalto, éste estaba muy furioso porque sospechaba que entre sus soldados de confianza había un traidor que informaba a su enemigo, al rey Joram, de su plan de batalla secreto, dejándole a él en ridículo.
De pronto pide la palabra uno de sus súbditos. Con una franqueza asombrosa y sin ningún apuro, le explica a su rey que Eliseo, el profeta de Israel, comunicaba al rey Joram toda palabra que Ben-adad hablaba en su cámara secreta. Menuda vergüenza y motivo de preocupación, oír tal análisis de la situación en presencia de sus generales y consejeros.
Si nos imaginamos la situación es fácil reírse un poco y preguntarse: ¿quién era ese soldado valiente que informó espontáneamente al rey sobre los poderes sobrenaturales de Eliseo, a quien aparentemente conocía bien?
Algunos comentaristas sospechan que pudo haber sido el general Naamán, porque había conocido las capacidades de Eliseo por su propia experiencia. Pero la Biblia guarda silencio sobre esto y encamina nuestros pensamientos para que nos demos cuenta de que Dios no sólo conoce nuestras palabras y lo que hacemos, sino también nuestros pensamientos y motivaciones:
(Sal 139:1-4) "Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda."
¿Es la omnipresencia y omnisciencia de Dios algo abrumador o algo liberador para nosotros? ¿Un pensamiento aterrador?
Para el impío rey Ben-adad era un pensamiento aterrador que alguien conociese sus pensamientos, palabras y hechos más secretos y privados. Esa persona tan sumamente desagradable debía ser eliminada. Un control ilimitado y total de nuestra vida parece quitarnos toda libertad, alegría de la vida y nuestro derecho a decidir nosotros mismos según nuestra voluntad.
Este es un tema muy actual. Ya hace años se publicaron en algunas revistas conocidas, o en ciertos libros, los testimonios de diferentes personajes evangélicos que se quejaban de que de niño en la escuela dominical, o en sus hogares, habían cantado tan a menudo canciones como: "Cuidado mis ojitos al mirar...", que no lo podían olvidar. Decían que esta canción tenía la culpa de que como niños habían adquirido una imagen completamente equivocada de Dios, pensando con miedo en Él por ser un Dios amenazador. Así explicaban que eso habría originado considerables trastornos psíquicos en ellos y problemas espirituales tal y como "una autoestima quebrantada". Valga como ejemplo aquí el testimonio de un conocido evangelista alemán que cuenta su crisis espiritual y su cese como evangelista:
"Una canción que siempre cantábamos en la escuela dominical era la de "Cuidado mis ojitos al mirar...". ¡Menudo texto! ¿Ves? Aún lo sé de memoria. Igual que muchos otros textos y versículos de la Biblia que me exhortan: Ten cuidado de lo que haces en la vida, porque Dios te está mirando y no está bien como estás viviendo tu vida porque eres una persona pecaminosa y mala. Ese es uno de los temas recurrentes en mi vida. Aún hoy sigo teniendo problemas con mi autoestima, y me cuesta aceptarme a mí mismo, porque de niño nunca lo aprendí. ¿Comprendes?"
El mismo autor escribe de sus nuevas convicciones: "Yo, Torsten Hebel, soy bueno. Suena raro, ¡pero es así! Puedo estar orgulloso de mí mismo. Tengo talentos y puedo gozarme de la vida. No tengo que sentirme mal constantemente, porque presuntamente soy un pecador y sólo Dios es bueno. No. ¡Yo también soy bueno! ¡Soy bueno! ¡Soy bueno!".
La certidumbre de la omnipresencia y omnisciencia de Dios normalmente debería ser un gran consuelo y dar mucho aliento a los creyentes para vivir santamente. El rey David, quien estaba meditando y maravillándose sobre estos atributos de Dios en el Salmo antes citado, llegó a confesar: "¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo" (Sal 139:17-18).
Para Jacob, por el contrario, en su huida por el temor a la venganza de su hermano Esaú, a quien había engañado, la experiencia de la presencia de Dios fue un acontecimiento que le infundió gran temor, a pesar de todas las promesas que Dios le había dado en un sueño. Cuando en aquella noche notable se despertó y exclamó: "Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo" (Gn 28:16-17).
Watchman Nee dice muy bien en su comentario sobre la vida de José: "La casa de Dios es efectivamente temible para aquellos que no han sido transformados por el Espíritu de Dios" (W. Nee: "El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob").
Si nosotros estamos siguiendo al Señor con pecados sin limpiar en nuestro equipaje, el conocimiento de la omnisciencia de Dios no será una alegría para nosotros, sino que será motivo de agobio.
La reacción de Ben-adad sobre las capacidades del profeta Eliseo no le llevó a reconocer su culpa, sino que originó que mandara a su "gran ejército" (2 R 6:14) para buscar y eliminar a aquel que destruía sus planes. La clara intervención de Dios no le llevó al arrepentimiento.
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