Saltar al contenido

Salmos 90

Reina Valera 1995

La eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre

1Señor, tú nos has sido refugio
de generación en generación.

2Antes que nacieran los montes
y formaras la tierra y el mundo,
desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.

3Vuelves a convertir en polvo al hombre
y dices: ¡Convertíos, hijos de los hombres!

4Ciertamente mil años delante de tus ojos
son como el día de ayer, que pasó,
y como una de las vigilias de la noche.

5Los arrebatas como con torrente de aguas; son como un sueño.
Como la hierba que crece en la mañana:

6en la mañana florece y crece;
a la tarde es cortada y se seca.

7Ciertamente con tu furor somos consumidos
y con tu ira somos turbados.

8Pusiste nuestras maldades delante de ti,
nuestros yerros a la luz de tu rostro.

9Ciertamente todos nuestros días declinan a causa de tu ira;
acabamos nuestros años como un pensamiento.

10Los días de nuestra edad son setenta años.
Si en los más robustos son ochenta años,
con todo, su fortaleza es molestia y trabajo,
porque pronto pasan y volamos.

11¿Quién conoce el poder de tu ira,
y tu indignación según el temor que te es debido?

12Enséñanos de tal modo a contar nuestros días
que traigamos al corazón sabiduría.

13¡Vuélvete, Jehová! ¿Hasta cuándo?
¡Ten compasión de tus siervos!

14De mañana sácianos de tu misericordia,
y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.

15Alégranos conforme a los días que nos afligiste
y los años en que vimos el mal.

16Aparezca en tus siervos tu obra
y tu gloria sobre sus hijos.

17Sea la luz de Jehová, nuestro Dios, sobre nosotros.
La obra de nuestras manos confirma sobre nosotros;
sí, la obra de nuestras manos confirma.


Copyright © 1995 by United Bible Societies (http://www.unitedbiblesocieties.org)

Ver en otras versiones: